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La casa de las brujas. Capítulo 3

La casa de las brujas. Capítulo 3

Esta es la historia de 5 amigas que se van de viaje a la costa con el objetivo de pasarla bien y de disfrutar su último verano antes de empezar la facultad. Obviamente los romances, los misterios y la seducción van a ser protagonistas de sus vacaciones. Esta historia es ficción, sin embargo eso no quiere decir que no se basa en algunos hechos reales…

Capítulo 3: Identidad desconocida (Victoria)

   Sin dudas estas vacaciones iban a ser las mejores de todas y en especial porque las iba a compartir con mis amigas. Era la primera vez que me iba de viaje sin mis padres (Sin tener en cuenta el viaje de egresados) y eso me emocionaba muchísimo. También me encantaba la idea de que varios de mis amigos y amigas iban a estar allá, como por ejemplo casi todos los de la secundaria y Bruno, un ex compañero de inglés con el que tenía re buena onda. Aparte yo estaba completamente soltera y decidida a pasarla bien con cualquier chico que me gustara. Un viaje que iba a recordar toda mi vida.
   Llegamos el primer día y a mí me tocó compartir habitación y cama con Danisa, algo que parecía peligroso ya que yo sabía que ella seguramente iba a querer estar con Gastón. La primera noche después del boliche la interrogué un poco sobre ese tema pero ella solo me conté que transaron y nada más. La que más revoluciones había causado había sido Jimena que se había enredado con Santiago después de tantas idas y vueltas, algo que sin dudas iba a poner muy celosa a Soledad.
   La segunda noche las cosas se desvirtuaron un poco, sobre todo cuando con Danisa y Tamara llegamos a la casa y encontramos en la cama matrimonial a Jimena y a Santiago durmiendo acurrucados completamente desnudos. Obviamente los despertamos para pedirles que se fueran a dormir a otro lado, algo que puso roja como un tomate a Jime. Pero nosotras no podíamos parar de reírnos. Esa noche Danisa me confesó que quería cogerse a Gastón nuevamente y yo le dije que podía hacerlo sin ningún problema, después de todo ella era libre de hacer lo que quisiera.
   Mi consejo pareció dar en el clavo porque a la tercera noche ella y Gastón desaparecieron del boliche a la media hora de haber entrado y no la volví a ver hasta que llegó al departamento donde estábamos alojadas cerca de las seis de la mañana. Esa noche sin dudas fue la más rara, ya que Jimena y Santiago no paraban de besarse en frente de todos, Luciana y Hernán hacían lo mismo y Tamara desapareció cuando estábamos hablando de irnos. Por lo que yo me terminé volviendo con Manuel, Juan Pablo, Hernan y Luciana que no paraba de saltar sobre el cuello de su novio.
La cuarta noche se descontroló todo para mí.
   El cinco de enero era mi cumpleaños por lo que ni bien dieran las doce yo iba a tener dieciocho años e iba a ser totalmente legal. La previa, en esa ocasión en la casa de los que eran de nuestro grupo fue mucho menos concurrida, pero más alocada. Nacho y Emanuel eran expertos en armar tragos y se encargaron de que a mí no me faltara alcohol en ningún momento. Ni bien se hicieron las doce me cantaron el feliz cumpleaños y me obligaron a tomar un vaso entero de vodka con jugo seguido de otro de fernet con coca-cola. Cuando llegué al boliche no entendía que estaba pasando.
   - ¡Hoy es mi cumpleaños!- Le grité a un grupo de chicos que pasaron por al lado nuestro y ellos se rieron y me felicitaron.
   A cada persona que me cruzaba le decía que ya era mayor de edad y en algunos casos me invitaron algunos tragos. No paré de tomar en ningún momento y cuando me di cuenta me había perdido. Me encontré con un chico, del cual no me acordaba su rostro pero me ayudó a buscar a mis amigas. El problema era que yo estaba tan en pedo que no sabía por dónde buscarlas. Al final terminé transándome a ese chico por un largo rato y le dije que me buscara la noche siguiente para volver a estar con él.

   - ¿Pero el pibe estaba bueno?- Me preguntó Danisa.
   - ¡Sí! ¡Era hermoso!- Le respondí yo convencida.- Pero no me acuerdo como era.
   Obviamente todas las chicas se rieron. No me acordaba de nada de lo que había pasado ni de la cara ni el nombre de ese chico, aunque tenía unas vagas imágenes de él. No me acordaba de cuando Tamara me encontró en el baño, no me acordaba de haberme cruzado a Bruno y de que él me regaló algo de tomar, no me acordaba de cuando Ezequiel me había llevado a la casa casi en brazos y no me acordaba de haber vomitado en más de una oportunidad en el baño. Las chicas me refrescaron un poco la memoria y conecté algunas ideas, pero nunca llegué a recordar la cara de ese chico que me había gustado tanto.
   - ¿Y cómo sabés que te gustó?- Me preguntó Jimena.
   - Porque me gustó y punto boluda.- Le dije yo entre risas.
   A decir verdad no me acordaba por qué me había gustado tanto, pero sabía que la había pasado muy bien con él. Recordaba haberme reído muchísimo, recordaba que bailamos una gran cantidad de canciones y recordaba que habíamos transado en varios lugares y que había sido muy estimulante todo. Por alguna extraña razón recordaba sus enormes manos y tenía la imagen de que él las había comparado con las mías y me había chupado los dedos.
   La quinta noche seguía siendo para mí, la noche de mi cumpleaños. Volvíamos a la casa de los otros chicos del curso para hacer la previa y el séquito de arpías había copado el living por lo que nosotras terminamos en la cocina haciendo chistes y tratando de averiguar quién podía ser el hombre misterioso. “Tenemos que buscar a alguien con las manos grandes” dijo Danisa riéndose. Al final terminamos acordando que como regalo de cumpleaños todas me iban a ayudar a encontrar a ese chico, después de todo yo le había dicho que volviéramos a ese lugar.
   Después de la previa fuimos al boliche, al mismo que habíamos ido la noche anterior y aprovechando que entramos antes de las doce fui directo a la barra a buscar un trago gratis. Con Jime y Tamara empezamos a husmear entre los chicos que había ahí, pero solo pasamos por delante de un grupo de rugbiers y cerca de unos chicos que estaban totalmente en pedo. Cuando caminamos por entre medio de una ronda de chicos que bailaban, uno de ellos me agarró de las manos y me sacó a bailar.
   - Soltame.- Le dije haciéndome la ofendida y mirando hacia adelante.
   - ¡Pero Viky! ¿Por qué tan mala onda?- Me dijo él.
   Me di media vuelta y vi a un chico inmenso, con una sonrisa de oreja a oreja que me miraba a los ojos. Entonces miré las manos que sujetaban las mías y me di cuenta que era él. Me pareció increíble que ese hubiese sido el chico, no era para nada el estilo de hombres que a mí me gustaban, pero algo en su rostro me transmitió alegría y no pude evitar abrazarlo y decirle: “¡Te encontré!”
   Las chicas entonces siguieron su camino y sus amigos se hicieron a un costado para dejarme con él. Al principio me dio vergüenza pero al final le terminé preguntando su nombre y cuando me dijo que se llamaba Ramiro me acordé enseguida de por qué me había gustado tanto: Se llamaba igual que mi ex, con quien tuve mi primera vez. Sin embargo este chico me parecía más tierno, más romántico y mucho más seductor. Empecé a hablar con él y de golpe me di cuenta de que algunas cosas que recordaba habían sido totalmente distintas.
   - Me estuviste hablando toda la noche de lo grande que te parecían mis manos.- Me dijo enseñándome una de ellas y sin dudas eran grandes.- Y después me pediste permiso para chuparme los dedos.
   ¡Me quería morir! Me sonaba raro el hecho de que él me hubiese lamido la mano y de hecho era raro, porque eso lo había hecho yo. Me había puesto tan borracha que no me había podido controlar en lo más mínimo. Es que al final de cuentas, Ramiro tenía unas manos enormes.
   Nos alejamos un poco de sus amigos, fuimos a la barra a buscar algo para tomar y nos terminamos sentando en los sillones para hablar. Él enseguida se mostró como un chico amable y tierno, algo que me gustó mucho de él, pero también sacó su lado seductor y volvimos a transar muy acaloradamente mientras conversábamos sobre las locuras que había hecho la noche anterior. Me gustaba mucho, había algo en él que me atrapaba.
   - ¿Y cómo fue que te terminé chupando los dedos?- Le pregunté para rememorar esa anécdota.
   - Fue algo muy raro, muy vergonzoso.- Dijo él y noté como miraba hacia abajo.
   Yo insistí y él me terminó contando que en un momento de la noche yo le había preguntado si su pito era igual de grande que sus dedos a lo que él me dijo que sí. Obviamente no me costó creerle ese, después de todo yo era muy sexual y relacionaba todo con ese tema. Pero lo que sí me sorprendí fue enterarme que al final yo le había pedido chuparle los dedos para sentir lo que debía ser chuparle la pija y que por más que él se había rehusado yo lo terminé obligando. Le pedí disculpas en ese momento y le dije que me moría de vergüenza. Pero él enseguida me respondió:
   - Me excitó mucho lo que hiciste. No pude dejar de pensar en vos todo el día.

   Cuando me arrodillé frente a él y le bajé el bóxer comprobé que su pija era enorme, la más grande que había visto en mi vida y tan grande como la de los videos porno que una ve y nunca se imagina encontrar. Estaba completamente dura, así que la tomé con mi mano y tras pajearlo unos segundos me la metí en la boca para empezar a chuparla. Ramiro era tímido, callado y quieto, pero emitía un leve suspiro de placer que me encantaba. Su cuerpo desnudo era hermoso y sabía que iba a disfrutar mucho de hacerlo con él.
   Llegamos a la casa donde estábamos parando con las chicas casi a las cuatro de la mañana y después de conversar un rato nos encerramos en la pieza para besarnos apasionadamente y empezar a sacarnos la ropa. Él era algo vergonzoso por lo que fui yo la que tuve que dominar la situación, sentándome encima de él y besándolo por todos lados hasta dejarlo prendido fuego. Cuando le bajé el pantalón comprobé que tenía un bulto inmenso sobre el bóxer y que algo grande había abajo. Pero antes de poder reaccionar él me acostó sobre la cama y me chupó la conchita hasta dejarme totalmente mojada. Fue entonces cuando me arrodillé frente a él para devolverle el favor con mis labios.
   Tras varios minutos de hacerle un buen pete me levanté y volví a pasar mis labios por todo su cuerpo. Él seguía parado, completamente inmóvil, acariciando mi cuerpo con sus hermosas e inmensas manos y dejando que yo controlara todo. “Acostate en la cama” le dije acercándome lo más que pude a su oído y él obedeció. Yo gateé hasta quedar encima de él y despacito me fui sentando sobre su inmensa pija, gimiendo suavemente, después de todo costó que entrara.
   Comencé a cabalgarlo despacito, lento, tenía que acostumbrarme a sentir algo tan grande adentro mío. Él permanecía acostado, casi inmóvil, observando mi cuerpo de arriba abajo con cara de serio y dejando que yo dominara la situación. Mi cuerpo de a poco se fue amoldando y mi cintura se empezó a mover en círculos sobre la suya, con mis manos apoyadas en sus inmensos brazos. Fui deslizando mis dedos poco a poco hasta que se enredaron con los suyos y entonces subí sus manos hasta que estas se apoyaron en mi cintura y volví a bajar las mías hasta sus bíceps.
   Cuando me empecé a mover con más fuerza pude sentir mucho más placer del que nunca había sentido. Sin dudas su inmensa pija me hacía gozar de una manera única y el poder dominar la situación me calentaba aun más. De mi boca comenzaron a salir gemidos mucho más fuertes que los anteriores y que iban acompañados de fraces con el objetivo de hacerle saber a Ramiro lo mucho que me gustaba. “¡Ay sí!”, “¡Como me gusta!” y “¡Me encanta tu pija!” gritaba a medida que empezaba a darle rienda suelta a mi cuerpo que se movía hacia todos lados. Él seguía casi inmóvil, disfrutando del momento y sujetándome con firmeza por la cintura.
   Me di vuelta y le di la espalda. Ramiro enseguida volvió a llevar sus manos a mi cintura y cuando yo lo empecé a coger sentí mucho más placer que antes. Su enorme pija me llenaba por completo y me daba una satisfacción que nunca antes había tenido. Sus inmensos dedos se hacían notar arriba de mis caderas y cuando apoyé las manos sobre ellos, volvieron a entrelazarse de una manera casi especial. Fue entonces cuando recordé lago que había hecho hacía unos meses con un chico en esa misma posición, algo que me había encantado y que me había hecho llegar al orgasmo. Supe que Ramiro era el candidato ideal para repetir esa experiencia.
   - Agarrame la cola.- Le dije entre gemidos.
   Él automáticamente bajó sus manos y apoyó ambas encima de mis cachetes y los aferró con fuerza. Ya de solo pensar en la idea, me volvió loca de placer e hizo que yo me empezara a mover más aceleradamente hacia adelante y haca atrás, gozando de su pija adentro de mi conchita. La primera vez que lo había hecho me había resultado raro, pero con el correr del tiempo le había agarrado el gusto y ahora me volvía loca de placer. Sabía que Ramiro con sus enormes dedos iba a hacer que ese placer fuera mucho más.
   - Meteme un dedito en la cola.- Le pedí sin dejar de gemir y de moverme.
Él tardó en reaccionar, se quedó unos segundos quieto, sujetando mis cachetes con sus manos. Pero luego fue moviendo uno de sus inmensos dedos hasta apoyarlos sobre mi culito y empezar a hacer presión suavemente. De a poquito sentí como mi cola se iba abriendo y este iba entrando lentamente, con delicadeza. Yo casi ni me movía, simplemente me inclinaba hacia adelante para darle más lugar a Ramiro para poder hacer lo que le había pedido.
   Se sentía tan rico, tan placentero. Su enorme pija sobre mi concha y su enorme y grueso dedo en mi culito eran una especie de doble penetración perfecta que me calentaba mucho más de lo que podía imaginarme. Me empecé a mover tan descontroladamente una vez que él se terminó de acomodar que supe que en cuestión de pocos segundos iba a acabar. Mis gemidos se habían convertidos en gritos de placer y estos debían de dejar en shock a Ramiro que no decía nada, solo disfrutaba de como yo saltaba sobre su cuerpo.
   Logré llegar al orgasmo pegando un grito increíble de placer y lanzando mi cuerpo hacia adelante. Él enseguida sacó su dedo de mi cola, provocándome un nuevo espasmo que me llevó a tener enseguida un mini orgasmo. Tras unos segundos giré la cabeza y lo miré fijo a los ojos. Debía de tener una cara de puta complacida tremenda porque él no pudo contener su risa. Había tenido uno de los mejores orgasmos de mi vida. Fue entonces cuando me di cuenta que él no había acabado.
   - ¿No acabaste?- Le pregunté sorprendida y él giró la cabeza de un lado al otro.- Entonces déjame seguir cogiéndote un ratito más para que acabes.- Le dije.
   - No.- Me frenó de golpe él.- Ahora te voy a coger yo a vos.- Dijo lanzando una sonrisa macabra.


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