Hacía las compras de remedios en una farmacia cercana a mi oficina, a unos 400 mts.
Era sucursal de una cadena, con un largo mostrador con una docena de puestos de atención.
A media tarde, por lo general, había pocos clientes y, por lo tanto, pocas/os empleadas/os atendiendo.
Alicia era una de ellas. Orillaba los 40 años de edad, cara agraciada, alta, ni flaca ni rellenita, seno prominente, sin excesos, un lindo culito firme, modo de ser muy agradable, soltura y agilidad airosa de cuerpo para andar.
Desde las primeras veces que me atendió, además de parecerme “flor de mina”, congeniamos por tener genios coincidentes. En poco tiempo, al entrar en el local, sacaba número para el turno pero, ella no lo respetaba, disimuladamente, me hacía una señal y yo iba a su puesto en el mostrador. No hizo falta mucho tiempo para que descubriéramos que teníamos inclinaciones coincidentes: la buena lectura, el teatro, la música, la folclórica en especial, y……… el sexo extraconyugal.
Esto último se fue haciendo explícito a partir de algo fortuito: a mi esposa Maru, en cama por una gripe endemoniada, le sobrevino el período con escasa reserva de toallitas higiénicas. Me pidió, por teléfono, que se las compre antes de regresar a casa.
En la farmacia:
-Alicia, necesito su consejo- le dije en tono burlón e intencionado.
-¡Si puedo! ¿Qué pasa?- respondió
-Tengo que comprar toallitas………. por incompatibilidad de órgano, no se cuales elegir-
Siguió un divertido intercambio de chanzas y alusiones al sexo femenino, al cabo del cual di con las toallitas nocturnas “extra largas” que había pedido mi esposa. Compré dos paquetes.
A los dos días, volví a la farmacia. La excusa fue “agua oxigenada” para mi botiquín.
-¿Cómo le resultó la compra del otro día?- me provocó con sorna.
Fui el único cliente por un rato. Aproveché la ocasión para, más que tantear, incitar.
-¡Diez puntos! Pero era fácil….. todas la tienen igual-
Se prendió en el juego dándolo a entender en el rostro y con artificial naturalidad sin vacilación ni temblor en la voz, retrucó:
-¡No crea, hay variantes! Las hay de varios tipos. No tanto como entre ustedes los varones, pero …-
Di otro paso al frente:
-¡Hablando de Roma! ¿Qué preservativo se le ocurre recomendarme?-
-Me falta base de apoyo, información, para una recomendación. Tal vez un ultrafino….-
“Vi luz y subí”. No me equivoqué.
-Eso es verdad ¿Qué tal si nos encontramos a la hora de salida?-
-¡Puede…. !-
Estaba dispuesta. Pasé a tutearla
-Venite con varios de muestras y decidis-
-Dale. La vida es dos días y uno llueve. Voy para ver que sos capaz de hacer-
Su horario de salida era a las 16:00, a las 16:15, apenas cerrada la puerta de la habitación del hotel, la tenía prendida como sanguijuela, con las manos en mi nuca, apretando su boca en la mía y porfiando meterme su lengua.
Al rato, me abrazó y, con su cabeza apoyada en mi pecho, “se disculpó” por su arrebato:
-…disculpame,…… hace mucho que tenía ganas de besarte,….. y mucho más que….. no beso a un hombre-
Aparentemente aquietada, nos entregamos al toqueteo y besuqueo, previo de rigor.
Fue el turno de mis manos de, amasarle las tetas turgentes y enseguida, a partir de las rodillas subir suavemente por los muslos, debajo de su diminuta pollera y palpar, con caricias indecorosas y febriles, su sexo y nalgas.
No aguantamos mucho y, ambos, dimos cuenta de nuestras prendas de vestir, que aterrizaron en cualquier parte. Cuando sólo faltaban su tanga y mi slip, el placer por las sensaciones de contacto se potenciaba al ver reflejados, en uno de los grandes espejos que cubrían 2 de las cuatro paredes del cuarto, la parte posterior de su cuerpo y, en particular, su culo redondo, pimpante, arrogante. Yo ya no quería otras dilaciones, olvidé la higiene previa y amagué empujarla hacia la cama pero ella se resistió a mi embestida y se soltó de mi abrazo:
-No quiero que te lleves una primera mala impresión,…. estoy sudada,…. Voy a darme una ducha rápida-
Le propuse ducharnos juntos. No aceptó, me mandó a higienizarme en primer lugar. Cuando salí, envuelto en un toallón de la cintura para abajo, ella me dijo:
-Esperá que enseguida vuelvo – y entró a la toilette con su cartera en la mano.
Estaba loco de impaciencia, sentado en la cama sentía el toallón hinchado por la víbora ciega alborotada.
Alicia regresó, cartera en mano, sólo con la tanguita atrevida, montada en sus tacos altos me pareció deslumbrante, dio un giro de 360 grados para que apreciara su cuerpo. Todos los buenos modales se evaporaron ante una provocación como esa. Me paré y dejé caer el toallón. Ella sonriente, apuntó su dedo índice a mi entrepiernas:
-¡¡Que sublevados estamos hoyyy ..eehhh!!! ……¡A ver qué le ponemos !!! -
Sacó, de la cartera, un manojo de cajitas
-Manotee todo los tipos que vendemos en la farmacia… uno, dos,… son siete….. de momento voy a probar con este, saborizado –
Se arrodilló frente a mí, abrió la cajita elegida, me calzó el condón, se metió la verga en la boca y comenzó a chupármela de modo fantástico, un buen rato, manoseándome los testículos, en simultáneo. De pronto sacó la mano, los lambeteó y se metió los huevos en la boca. Los soltó enseguida y, en voz alta, expresó su preferencia:
-¡El gustito natural es mucho más rico!-
Me sacó el preservativo y reanudó la mamada, desmesurada, que no tardó en hacerme eyacular, en su boca. Se tragó la leche y me empujó sobre la cama.
Acostados, lado a lado, mientras nos besábamos, acariciábamos y murmurábamos con intención, a veces puercamente, lo que suponíamos que agradaba al otro, Alicia se aplicó a reanimar mi pija, colapsada.
Lo logró a la brevedad. Al palpar la rigidez:
-¡Juancito,….. ahora vamos a hacerlo como lo hacían nuestros abuelos y nuestros padres….. –
Eligió un preservativo extra fino, me lo puso, se acostó boca arriba y me desafió:
-¡No acepto menos de tres acabadas…. ¿Estamos?-
Le abrí las piernas y empecé a pasarle la lengua por sus labios vaginales, estaba disfrutando y excitándose, al mismo tiempo me excitaba a mí, Le escuché decir:
-¡Juaaannn……! ¿tu abuelo le….. hacía esto….. a tu abuelita…?-
Segundos después, se echó hacia atrás, arqueando su cuerpo, con sacudidas rápidas. Se veía que llegaba a un orgasmo intenso. Lo resaltó, al emitir y articular sonidos y gritos de placer.
Aún estaba temblando, ligeramente, cuando me subí sobre ella y se la metí de una vez, de golpe, favorecido por lo encharcado de su concha.
La primera cogida fue larga, viva, impetuosa y sonora, por las exteriorizaciones de placer de los dos.
Las acabadas aparatosas.
En el intervalo, restaurador, entre la primera y segunda cogida de la tarde, Alicia, trató de recomponer su imagen.
-Juan, creeme que no soy tan zafada, descarada y atrevida, como hoy con vos…..-
Alegó que era lujuriosa, muy propensa al apetito sexual, pero que el marido no la atendía con la diligencia debida, desde hacía tiempo y que yo, con mi cortejo descarado, la había calentado al máximo.
La tranquilicé y cogimos una vez más, esa tarde y algunas veces más en los dos meses sucesivos.
La forma de citarnos, para un nuevo entrevero, era que yo iba a la farmacia y compraba una cajita de preservativos extra finos. Hasta que un día:
-Juan, por mí no te pongas en gastos…… disfruté mucho tu compañía….. acabo de volver de un corto viaje de vacaciones con mi marido…. las pasamos muy bien, quiero mantener mi matrimonio….. basta de toco y me voy con vos o con otros-
Tengo el mejor de los recuerdos de ella.
Era sucursal de una cadena, con un largo mostrador con una docena de puestos de atención.
A media tarde, por lo general, había pocos clientes y, por lo tanto, pocas/os empleadas/os atendiendo.
Alicia era una de ellas. Orillaba los 40 años de edad, cara agraciada, alta, ni flaca ni rellenita, seno prominente, sin excesos, un lindo culito firme, modo de ser muy agradable, soltura y agilidad airosa de cuerpo para andar.
Desde las primeras veces que me atendió, además de parecerme “flor de mina”, congeniamos por tener genios coincidentes. En poco tiempo, al entrar en el local, sacaba número para el turno pero, ella no lo respetaba, disimuladamente, me hacía una señal y yo iba a su puesto en el mostrador. No hizo falta mucho tiempo para que descubriéramos que teníamos inclinaciones coincidentes: la buena lectura, el teatro, la música, la folclórica en especial, y……… el sexo extraconyugal.
Esto último se fue haciendo explícito a partir de algo fortuito: a mi esposa Maru, en cama por una gripe endemoniada, le sobrevino el período con escasa reserva de toallitas higiénicas. Me pidió, por teléfono, que se las compre antes de regresar a casa.
En la farmacia:
-Alicia, necesito su consejo- le dije en tono burlón e intencionado.
-¡Si puedo! ¿Qué pasa?- respondió
-Tengo que comprar toallitas………. por incompatibilidad de órgano, no se cuales elegir-
Siguió un divertido intercambio de chanzas y alusiones al sexo femenino, al cabo del cual di con las toallitas nocturnas “extra largas” que había pedido mi esposa. Compré dos paquetes.
A los dos días, volví a la farmacia. La excusa fue “agua oxigenada” para mi botiquín.
-¿Cómo le resultó la compra del otro día?- me provocó con sorna.
Fui el único cliente por un rato. Aproveché la ocasión para, más que tantear, incitar.
-¡Diez puntos! Pero era fácil….. todas la tienen igual-
Se prendió en el juego dándolo a entender en el rostro y con artificial naturalidad sin vacilación ni temblor en la voz, retrucó:
-¡No crea, hay variantes! Las hay de varios tipos. No tanto como entre ustedes los varones, pero …-
Di otro paso al frente:
-¡Hablando de Roma! ¿Qué preservativo se le ocurre recomendarme?-
-Me falta base de apoyo, información, para una recomendación. Tal vez un ultrafino….-
“Vi luz y subí”. No me equivoqué.
-Eso es verdad ¿Qué tal si nos encontramos a la hora de salida?-
-¡Puede…. !-
Estaba dispuesta. Pasé a tutearla
-Venite con varios de muestras y decidis-
-Dale. La vida es dos días y uno llueve. Voy para ver que sos capaz de hacer-
Su horario de salida era a las 16:00, a las 16:15, apenas cerrada la puerta de la habitación del hotel, la tenía prendida como sanguijuela, con las manos en mi nuca, apretando su boca en la mía y porfiando meterme su lengua.
Al rato, me abrazó y, con su cabeza apoyada en mi pecho, “se disculpó” por su arrebato:
-…disculpame,…… hace mucho que tenía ganas de besarte,….. y mucho más que….. no beso a un hombre-
Aparentemente aquietada, nos entregamos al toqueteo y besuqueo, previo de rigor.
Fue el turno de mis manos de, amasarle las tetas turgentes y enseguida, a partir de las rodillas subir suavemente por los muslos, debajo de su diminuta pollera y palpar, con caricias indecorosas y febriles, su sexo y nalgas.
No aguantamos mucho y, ambos, dimos cuenta de nuestras prendas de vestir, que aterrizaron en cualquier parte. Cuando sólo faltaban su tanga y mi slip, el placer por las sensaciones de contacto se potenciaba al ver reflejados, en uno de los grandes espejos que cubrían 2 de las cuatro paredes del cuarto, la parte posterior de su cuerpo y, en particular, su culo redondo, pimpante, arrogante. Yo ya no quería otras dilaciones, olvidé la higiene previa y amagué empujarla hacia la cama pero ella se resistió a mi embestida y se soltó de mi abrazo:
-No quiero que te lleves una primera mala impresión,…. estoy sudada,…. Voy a darme una ducha rápida-
Le propuse ducharnos juntos. No aceptó, me mandó a higienizarme en primer lugar. Cuando salí, envuelto en un toallón de la cintura para abajo, ella me dijo:
-Esperá que enseguida vuelvo – y entró a la toilette con su cartera en la mano.
Estaba loco de impaciencia, sentado en la cama sentía el toallón hinchado por la víbora ciega alborotada.
Alicia regresó, cartera en mano, sólo con la tanguita atrevida, montada en sus tacos altos me pareció deslumbrante, dio un giro de 360 grados para que apreciara su cuerpo. Todos los buenos modales se evaporaron ante una provocación como esa. Me paré y dejé caer el toallón. Ella sonriente, apuntó su dedo índice a mi entrepiernas:
-¡¡Que sublevados estamos hoyyy ..eehhh!!! ……¡A ver qué le ponemos !!! -
Sacó, de la cartera, un manojo de cajitas
-Manotee todo los tipos que vendemos en la farmacia… uno, dos,… son siete….. de momento voy a probar con este, saborizado –
Se arrodilló frente a mí, abrió la cajita elegida, me calzó el condón, se metió la verga en la boca y comenzó a chupármela de modo fantástico, un buen rato, manoseándome los testículos, en simultáneo. De pronto sacó la mano, los lambeteó y se metió los huevos en la boca. Los soltó enseguida y, en voz alta, expresó su preferencia:
-¡El gustito natural es mucho más rico!-
Me sacó el preservativo y reanudó la mamada, desmesurada, que no tardó en hacerme eyacular, en su boca. Se tragó la leche y me empujó sobre la cama.
Acostados, lado a lado, mientras nos besábamos, acariciábamos y murmurábamos con intención, a veces puercamente, lo que suponíamos que agradaba al otro, Alicia se aplicó a reanimar mi pija, colapsada.
Lo logró a la brevedad. Al palpar la rigidez:
-¡Juancito,….. ahora vamos a hacerlo como lo hacían nuestros abuelos y nuestros padres….. –
Eligió un preservativo extra fino, me lo puso, se acostó boca arriba y me desafió:
-¡No acepto menos de tres acabadas…. ¿Estamos?-
Le abrí las piernas y empecé a pasarle la lengua por sus labios vaginales, estaba disfrutando y excitándose, al mismo tiempo me excitaba a mí, Le escuché decir:
-¡Juaaannn……! ¿tu abuelo le….. hacía esto….. a tu abuelita…?-
Segundos después, se echó hacia atrás, arqueando su cuerpo, con sacudidas rápidas. Se veía que llegaba a un orgasmo intenso. Lo resaltó, al emitir y articular sonidos y gritos de placer.
Aún estaba temblando, ligeramente, cuando me subí sobre ella y se la metí de una vez, de golpe, favorecido por lo encharcado de su concha.
La primera cogida fue larga, viva, impetuosa y sonora, por las exteriorizaciones de placer de los dos.
Las acabadas aparatosas.
En el intervalo, restaurador, entre la primera y segunda cogida de la tarde, Alicia, trató de recomponer su imagen.
-Juan, creeme que no soy tan zafada, descarada y atrevida, como hoy con vos…..-
Alegó que era lujuriosa, muy propensa al apetito sexual, pero que el marido no la atendía con la diligencia debida, desde hacía tiempo y que yo, con mi cortejo descarado, la había calentado al máximo.
La tranquilicé y cogimos una vez más, esa tarde y algunas veces más en los dos meses sucesivos.
La forma de citarnos, para un nuevo entrevero, era que yo iba a la farmacia y compraba una cajita de preservativos extra finos. Hasta que un día:
-Juan, por mí no te pongas en gastos…… disfruté mucho tu compañía….. acabo de volver de un corto viaje de vacaciones con mi marido…. las pasamos muy bien, quiero mantener mi matrimonio….. basta de toco y me voy con vos o con otros-
Tengo el mejor de los recuerdos de ella.
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