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Cata. Tránsito Asistido a la Co… Cueva.

Catarina (Cathy, Cata para los amigos) estaba sola, esa tarde en que yo, de paso por la ciudad de Entre Ríos de donde provengo, me encontraba en las inmediaciones de su casa y con tiempo, decidí hacerle una visita.
La conocía y nos hicimos muy amigos desde los tiempos de la secundaria. Frecuentábamos el mismo club y compartimos algunas de las actividades deportivas, natación y basket, cada uno en su género.
Ella ya tenía novio (lo trajo al club, lo integró al grupo y se casó con él) y además de inteligente, simpática y conversadora ingeniosa era, sigue siendo, una mujer muy linda. Con ella la naturaleza no fue tacaña, tiene, sobresalientes, las cualidades femeninas: espigada, de cabello castaño claro, ojos muy brillantes y animados, rasgos faciales delicados, seno, cola y piernas impecables.
Disparaba mis fantasías pero era primero novia, luego esposa de un amigo y eso para mi era excluyente.
Lo fue hasta el día que motiva este relato.
Desde unos seis meses antes, Cata navegaba en aguas revueltas. Había “remado” en vano para salvar su matrimonio, cuando percibió que no tenía chance, inició el trámite de divorcio. Por suerte sin agresiones mutuas pero sin poder evitar sentirse herida ella y “maltratada” su hijita de 6 años, Daniela.
Me recibió con vivas muestras de alegría y un beso en la mejilla. Mientras preparaba café me contó que Daniela había sido invitada, por una compañera de escuela, a jugar y cenar, por lo tanto teníamos toda la tarde por delante para ponernos al día sobre nuestras vidas. Yo no tenía problemas de tiempo. Fuera de Buenos Aires, podía prolongar todo lo que quisiese mi visita.
Consumimos un par de tazas de café intercambiando relatos de eventos personales variados, sentados frente a frente en el living, yo en el sofá, ella en un sillón. Minutos después empiezo a notar que Cathy, cada pocos segundos, me enviaba miradas furtivas y leves intentos para llamar mi atención: cruzar y descruzar las piernas, tamborilear los dedos en el apoya brazos, pequeños suspiros,….. Finalmente se incorporó y vino a sentarse a mi lado. Se quedó largos segundos con sus ojos fijos en los míos, suspiró una vez más y recomenzó a hablar:
- ¡Juan!!!...¿Cuántos años hace que te conozco? -
- Siempre nos llevamos bien ¿no es así? – continuó
- ¿Por qué, en todo este tiempo, nos conformamos en ser sólo amigos? – agregó.
Estaba agitada, ansiosa y no se esforzaba en disimularlo.
-¿Algo te inquieta, o me parece? -
Asintió con la cabeza y con la palabra:
- ¡Siiii!...¡No te equivocás!! –
- Vamos a ver si me doy cuenta de que te desasosiega –
Estiré la mano derecha y se la apoyé debajo de axila rozando su teta izquierda con la palma.
- ¡A verrrrrr!!...Late ligerito…¿Es aquí? –
- Mmmn…si, pero…-
- No es sólo ahí…¿Cierto?.... ¿es también más abajo? -
Tras el leve movimiento de asentimiento de su cabeza, mi mano abandonó la teta y, rauda, se posó en su rodilla derecha y subió hasta bastante más allá de la mitad de la pierna.
- ¿Estoy bien encaminado? ¿Si sigo voy a dar con lo que te inquieta? -
Por toda respuesta sus labios buscaron los míos por primera vez en tantos años de amistad. Les siguieron, sin solución de continuidad, muchos otros besos. Mientras mi mano comenzó a recorrer el cuerpo de Cathy, que suspiró complacida con las caricias y gimió cuando alcancé la concha:
-¡siiii….Juancitoooo!!....¡siii!! -
-¡..qué buenaaa está tu….. tu tajito!!!...creo que tiene hambre, ¿Si?- le suspiré en el oído..
Una vez más asintió con su cabeza en silencio. La acosté en el sofá, el vestidito quedó enrollado en la cintura, y la bombacha en el piso.
Mientras me despojaba de mis prendas interiores caí en la cuenta que no tenía preservativos. El detalle no iba, de modo alguno, evitar que la cogiera, estaba a 100.000 pulsaciones por segundo. Me acomodé entre sus piernas y, sin más preámbulo que un beso, mi tararira le invadió la cueva ardiente. Ella disparó su lengua dentro de mi boca. La cogí con delicadeza, bombeando sin pausas, disfrutando lo indecible de su “respuesta” complementando con sus movimientos los míos al penetrarla. Se mantuvo al principio callada, escuchando mis halagos, hasta que comenzó a exteriorizar, con suspiros y gemidos suaves, monosílabos, frases truncas, su placer: “¡Siiiiiii….asiiiii Juannnnn!…” “¡Ahhhh como te sientoooo!..” “¡Uhhhyyyy Juancito no parés…dameeee!....” ”¡Diosss que ricooooo!!…” “¿asiii te gustaaaa?..”
Con “¡siiiii siiiiii siiiiiiiiiii dameeee, dameeeeeeeee, por favor dameeeeeeeeeee.!!!!..” Cata anunció que le sobrevenía el climax.
Ahí recordé que no tenía puesto el forro:
- Nenaaaaa…no tengo condón…calmate que no aguanto más…. ¿te la saco? – le dije jadeando
- Ni se te ocuuuuurra……mañana compro…… la píldora del día después…¡dale!... ¡no te quedés!!!! -
Entramos en la “recta final”. Nuestros orgasmos, fueron casi simultáneos y barullentos. Recíprocamente, la/el otra/o quedó debidamente notificado el éxtasis que experimentábamos.
Seguimos varios minutos encimados, acoplados, recuperando el resuello e intercambiado halagos:
- Sos una dulce sin igual, me inundaste de placer…¡gracias!! –
-Me encantó tenerte dentro de mí….. Disfruté cada segundo….… sigo disfrutando abrazada a vos. –
Una vez vueltos a la normalidad de respiración y pulsaciones nos sentamos y charlamos abrazados largos minutos intercalando caricias y besos en el diálogo. Al cabo Cathy manifestó que iría a darse una ducha. Nos incorporamos e hizo el ademán de encaminarse para el sanitario. La retuve, la abracé y le propuse:
- ¿Sabes que, Cata? No quiero separarme de vos ¿Nos duchamos juntos? –
- ¡Que loco que sos!!...No lo vas a creer pero me da vergüenza. –
Un puñado de besos después vencida su objeción, tomamos el baño juntos (un derroche de caricias mojadas). De ahí no cabía otra salida que el segundo polvo de la tarde.
Esta vez en bolas como Adán y Eva una vez expulsados del paraíso, los cuerpos húmedos por uso somero de los toallones, urgidos por alcanzar la cama matrimonial.
Tampoco en esta segunda excursión a la cuevita de mi amiga, hubo más prolegómenos que besos apasionados pero convencionales. Los dos queríamos coger (no jueguitos eróticos) y vaya si cogimos.
Sin resto para nuevos capítulos, permanecimos acostados, lado a lado.
- ¿Sabes que Juan? Estoy feliz de haber saltado la valla de la amistad contigo. Al sentirte dentro de mi experimenté un placer que ni imaginaba. La sangre como lava de volcán, cuando salías y entrabas en mí. ¡Que calentura, mi Dios!!!! –
-¿Tenés idea de las fantasías que tuve de hacerte el amor, desde el primer día que nos tratamos? Bueno, te aseguro que esas fantasías no le llegan ni a los talones a lo experiencia de hoy.-
- ¡Ahiiiii! Neneeee, yo también la pasé divino ¿porque nunca hiciste nada para que yo me diera cuenta que me tenías ganas? Más de una vez me masturbé por vos. –
Seguimos, por más de una hora, intercambiando halagos, sinceramiento y vivencias varias hasta que ella consideró que se acercaba la hora en que traerían de regreso a su hija, por lo tanto, era prudente vestirse y recomponerse para recibirla ella y para irme yo.
Me acompañó a la puerta, una vez aseada y producida para recibir la visita del matrimonio que acompañaría de regreso a la pequeña Daniela:
- No te pierdas Juancito ¡Ehhh!. Ahora somos más amigos que hasta hoy –
Después del beso, que debía ser el último del día, no dejó que emprendiera la retirada tomándome de un brazo:
- ¿Ya que mañana seguís en la ciudad ¿Por qué no te venís a cenar? –
- ¿Qué vas a preparar? –
- Ni remolachas ni zapallitos, tarta de manzanas para el postre ¿Venis? – replicó bromeando.
Me desagradan las remolachas y los zapallitos tanto como me gustan los dulces preparados con manzanas. Esto lo conocía ella, por eso su la broma.
Acepté la invitación y, obviamente, no por el postre a base de manzanas.
Dejada atrás la cena propiamente dicha, el café y un largo intervalo de tiempo dedicado a juegos con Daniela llegó la hora de acostarse.
Avisé a mi hotel que volvería muy tarde o, tal vez, no dormiría allí esa noche.
Pero, la nena, se negó de modo contundente (llantos y gritos voz en cuello) a acostarse en su cama. Desde que su padre había salido de la casa ella había dormido con la madre y no concebía innovar esa noche.
- Juancito, no hay manera. Acostate en el cuarto de la nena. ¿Me haces el favor?...... ¿Siii? –
Se acercó a mi oído, bajó la voz y susurró:
- Si hicimos milagros en el sofá ¿que no podremos hacer en la cama de la nena? –
Como asentí con un leve movimiento de cabeza, volvió a aproximar la boca a mi oído para agregar:
- Mirá que la cama no es chiquita. Vas a estar bien. Ni bien se duerma Dani voy a ver como estás –
Me dio un beso en la mejilla y se encaminó a su dormitorio, con la hija de la mano.
Menos de una hora después abrió, sigilosa, la puerta del cuarto en que estaba yo esperándola. Vestía sólo bombacha y la parte de arriba de piyama, ambas piezas de color amarillo suave. Cerró la puerta sin hacer ruido y le antepuso un pequeño silloncito a modo de traba. Giró el cuerpo, quieta con los brazos en jarra, una amplia sonrisa y un mohín burlón:
- ¡Oiaaa….que lindo bebé encontré en el cuarto de la nenaaa!!! –
- ¿Qué voy a hacer con el? –
-¿Por qué no le das un besito y ves que pasa después? – le respondí tendiéndole la mano con el brazo extendido.-

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