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Marisol debía permanecer 3 días en observación. Así lo decretó su especialista la tarde del domingo.
Y era entendible: a pesar de ser el segundo embarazo de mi esposa, las pequeñas nacieron a través de cesárea y prematuras, mientras que este fue su primer parto normal y a tiempo completo.
Yo mismo aprecié el agotamiento físico en sus lindos ojitos color jade y en el sudor de su frente. Pero también el alivio y la satisfacción de tener a Alicia afuera.
Por lo mismo, me llevé una gran sorpresa cuando la fuimos a visitar el miércoles. Aunque con las niñas y con Alicia, las miraba como madre, a ratos, a mí me observaba de forma distinta.
Admito que soy pésimo reconociendo cuando otras mujeres me miran o coquetean. Pero a ella, a mi mejor amiga, que observé y conversé por casi 2 años antes de formalizar nuestra relación, conozco “las verdades no reveladas” de sus ojos.
Sin importar su cansancio, el desgaste que sufrió su cuerpo o el simple hecho que en esos momentos, amamantaba a nuestra pequeña Alicia, podía notar esa pizca de malicia, lascivia y travesura en su mirar.
Peor era su sonrisa coqueta al saber que le entendía y que ella estaba a la espera del alta…
Y llegó la mañana del jueves.
Para la Dra. Erin, significaba el final de un largo proceso de medio año. La veía sonreír optimista, pero a la vez, la notaba cansada, porque ella es una buena especialista y ya debe ser residente, puesto que debe bordear los 28, 30 años.
Para mi gusto, no es atractiva: Ojos castaños achinados y una mirada arrogante; una nariz respingada, pero puntiaguda; pómulos delgados y labios finos, que denotan elegancia y seriedad.
Y su físico, lo encuentro soso: cabello corto color miel, pechos muy pequeños, un trasero chato y siempre vestía pantalones y chalecos bajo el delantal.
Nos leyó los resultados de nuestra pequeña Alicia, que gracias al cielo, venía saludable, con “buenos pulmones” (Que hasta el día de hoy, son efectivos despertadores para mi esposa, las pequeñas y para mí), descartando el riesgo de asma y otras complicaciones pulmonares.
A continuación, nos leyó los resultados de mi mujer, que estaba bien, que debía mantener reposo moderado por 2 semanas, tomar algunos relajantes musculares por un par de días y calmantes, en caso que sintiera dolor.
Y para terminar, la cuarentena…
+Pero… ¿Ni siquiera sexo anal?- Consultó Marisol.
El comentario, al igual que a mí, descolocó a la doctora.
*¿Qué?- Sentenció la doctora, cerrando su carpeta.
+Que si acaso no puedo tener sexo anal en todo un mes.- insistió Marisol.
La doctora me dio una mirada asesina, pensando que era idea mía, cuando yo estaba casi tan sorprendido como ella.
*¡No, Marisol! ¡No puedes tener sexo anal durante un mes!- explicó la especialista enfadada, dejando por finalizado el tema.
Aun así, mi esposa se notaba más inquieta…
+¿Ni siquiera sexo oral?- preguntó, con mucho más timidez.
Eso desarmó a la doctora. Como ya he mencionado, con esa consulta terminaba el seguimiento a nuestro caso con Marisol hasta el próximo mes y a lo mejor, estando tan mecanizada para este tipo de tratamientos, que solo le bastaba decretar la abstinencia y darlo por finalizado.
Me miró buscando respuestas y aproveché de contarle sobre los padecimientos de mi esposa en los últimos meses de embarazo: que físicamente, había sufrido una pérdida considerable de la libido por más de un mes, pero que psicológicamente, permanecía muy excitada.
+¡No es que solo extrañe el enorme pene de mi esposo!...- exclamó Marisol en un tono de súplica (Que en esos momentos, me hizo querer morir de la vergüenza)-Pero también, las otras cosas que él me hace.
Con eso, la terminó de desbaratar. Porque en efecto, uno miraba a Marisol y la seguía notando tensa, afligida o preocupada por algo, siendo que Alicia estaba completamente sana entre sus brazos.
Por ese motivo, le solicité a la doctora si podía orientarnos un poco, basándose en sus conocimientos médicos, para aliviar los padecimientos de mi esposa, idea que afortunadamente aceptó.
Le cedí mi silla, para que quedase cara a cara con Marisol, mientras que yo permanecía de pie y la doctora recuperaba los sentidos.
Marisol, sonriendo mucho más contenta, aprovechaba de amamantar a nuestra Alicia.
+¡Ok, doctora! ¡Sexo oral! ¿Cuándo puedo volver a tener sexo oral?- preguntó con gran entusiasmo.
La doctora sacudió su cabeza en negación y cerró los ojos, sin dar crédito a sus oídos.
*¡Marisol, no puedes tener sexo oral!- insistió con firmeza.- ¡Tienes laceraciones en los labios inferiores y superiores y corres riesgo de infección!
+Pero doctora… mi esposo se lava los dientes todos los días.- soltó en tono de broma.
A mí, tampoco me hacía gracia.
No es que yo viva de las apariencias, pero para la doctora, hasta ese día, yo era el esposo comprometido y preocupado de Marisol.
Al igual que la doctora, hubiese preferido que Alicia llegara por cesárea, pero apoyaba los deseos de mi mujer. Era yo el que le consultaba qué debía hacer cuando Marisol padecía de antojos o dónde podía conseguir suplementos alimenticios para un embarazo saludable.
Incluso, yo mismo le consulté sobre las alternativas para ayudar a mi esposa cuando entrara en labor y fue la doctora quien me recomendó las clases de respiración y los cursos de Lamaze que tanto sirvieron a mi mujer.
La doctora por poco se marcha y Marisol le tomó de la mano.
+¡Lo siento, doctora!... pero el clítoris. ¿Me puede chupar el clítoris?
La doctora me miró horrorizada, pero nada podía hacer yo.
*¡Disculpa, Marisol! Pero yo no puedo…
+¡Es que él lo hace muy rico!- Interrumpió mi esposa y jalándola del brazo, con una expresión tan dulce, que mesmerizaba a cualquiera.- Él me lame muy despacio con su lengua… y lo chupa muy rico… lo muerde y me lo aprieta… y a veces, me hace acabar.
La doctora la miraba embelesada, recordándome los canticos de las sirenas con los marinos y cómo ellas los arrastraban a su perdición…
*¡Lo siento, Marisol!... pero tú no puedes…tienes heridas…
+¿Cuándo, doctora? ¿Cuándo?... si usted supiera lo bien que se siente su lengua tibia en mi vagina…
Y la doctora me empezaba a mirar de otra manera…
Insisto una vez más que estoy lejos de ser un “latin lover” o un Chris Hemsworth (el tipo que hace de “Thor”).
Al contrario, mido 1.80m, tengo cabello negro y corto; ojos cafés; una complexión normal, sin musculo ni panza; hombros anchos (que a mi ruiseñor le encantan) y soy un tipo nervioso, inseguro y bastante nerd, por lo que estoy satisfecho y feliz de estar casado con una mujer bonita como Marisol.
Pero a mí me molesta esta “deconstrucción de mi primera impresión” que Marisol hace con otras mujeres, porque para poder expresarlo en palabras, me hace sentir como si fuera un futbolista famoso como Messi y me terminaran reconociendo por mi calidad de cocinero.
Por lo que podía sentir cómo la doctora me imaginaba en esas instancias, mirando hacia arriba, donde estaban mis ojos.
*¡No sé, Marisol!... ¡No sé!... tal vez, unos 3 o 4 días… o una semana, para que te recuperes bien.
La doctora me miraba y me sonreía de forma discreta, jugando levemente con su cabello. Y aun así, no la encontraba sexy.
+Pero…
-¡Ya basta, Marisol! ¡Dijo que no!- repliqué con enfado, sintiéndome muy incómodo con la situación.
Mi esposa me miró en un puchero.
+Pero quería preguntarle si me puedes morder por la orillita, como tú haces a veces…- me respondió en español.
Yo estaba anonadado...
-¿Te gusta que te haga eso?
+¡Por supuesto que sí, tonto! ¿Acaso te he pedido alguna vez que no lo hagas?-respondió mi mujer, con las mejillas coloradas.
La doctora nos miraba sin decir palabras, al ver que hablábamos en nuestra lengua madre y cuando le expliqué lo que Marisol quería, enrojeció.
*Mordidita…- repitió en voz baja.
(Nibble…) palabra que Marisol no conocía hasta ese día.
Me encanta el aroma de mi esposa. Siempre tiene un olor a jabón suave y dulce y su vientre me fascina, por lo que a veces, le doy mordidas y chupones, pero nunca creí que Marisol encontraría gozo en aquello.
Para cuando terminé de explicarle con detalle lo que le hacía a mi esposa, aparte de estar con las piernas completamente apretadas y con un intenso rubor en las mejillas, señaló que podríamos hacerlo en unos 4 o 5 días más.
+¡Ok! ¿Y cuándo puedo masturbarme?- preguntó mi cónyuge, golpeando suavemente por la espalda a nuestra bebé.
*¿Quieres masturbarte también?- preguntó tensa y alzando la voz.
+¡No, doctora! ¡Quiero que me masturbe él!
Y sin previo aviso, Marisol tomó una de mis manos y la puso frente a la doctora.
+¡Quiero que me meta un dedo! ¡Solamente uno!- suplicó mi esposa, en un tono de voz que nos dejaba claro a ambos que en realidad, quería meter 2 o 3.
Y una vez más, recalco que por más que Marisol insista que tengo dedos gordos y largos, mis dedos son normales. Ciertamente, son largos, porque durante mi adolescencia, pasé entre masturbándome, jugando videojuegos y escribiendo en computadora. Pero más que eso, no encuentro que sea la gran cosa.
Aun así, para esos momentos, mis dedos les parecían extremadamente antojadizos y la Dra. Erin los miraba como si fueran de oro.
* Marisol… no sé… tus tejidos están comprometidos…¿Unas 2 semanas?- comentó la doctora, en un tono mucho menos arrogante y seguro que lo acostumbrado.
+¡Pero doctora, yo no puedo esperar tanto!- continuó mi esposa, sin soltar mimano, como si fuese una antorcha.- Es que cuando él me toca… también come mis pechos… y ahora que tengo leche, se siente mucho mejor…
Fue entonces que Marisol disertó sobre las diferentes sensaciones que tenía cuando la masturbaba y le chupaba los pechos: lo bien que se sentía la leche al pasar entre sus pezones, la manera en que hurgueteaban mis calientes y “enormes” dedos en ella, el calor de nuestros besos e incluso (y preparando ya el plato final), cómo le enterraba dedos por el ano.
Para esas alturas, la doctora estaba totalmente inquieta, en el sentido que parecía al borde de un ataque de nervios: miraba a Marisol, me miraba a mí y más y más se le pegaban los ojos a mi entrepierna, que ya empezaba a asomarse. Aun así, concluyó que faltarían unas 2 semanas para volver a experimentar aquello.
Mi esposa, ya mucho más confiada (y con Alicia, cabeceando), soltó la última bomba:
+ ¿Y sexo anal cuándo?
La Dra. Erin bajó los brazos muy tensa e intentó acomodarse lo mejor que pudo…
*No lo sé.- admitió la doctora.- Nunca lo he intentado…
+Pero doctora… ¿Cómo puede ser así?- preguntó, con la confianza de una amiga cercana.
****************
A veces, cuando salíamos de la consulta de la Dra. Erin, Marisol me preguntaba cómo imaginaba la vida sexual de su especialista, en vista que ya le caía bien y deseándome teniendo algo con ella.
Yo le respondía que debía ser muy limitada, ya que al igual que Oscar, los turnos médicos suelen ser prolongados y no da para mucha vida social, a menos que sea dentro del hospital.
Inclusive, en el caso de la doctora, era muy probable que por lo profesional que se veía con nosotros, estuviera obsesionada con el trabajo, dejando el sexo de lado, parecido a como le había pasado a mi uróloga Debbie con su esposo Wilbur,motivo por el cual, la doctora cobraba mayor valor ante sus ojos.
****************
Y el problema fue que Marisol instigó e instigó a la doctora con las sensaciones que le causaba mi pene.
Que ella no sabía lo rico que se sentía tener algo grande como una botella de gaseosa, ensanchándole el ano o la vagina, enterrándola con más y más fuerza; la sensación de ahogo y de sorpresa que le embargaba cada vez que lo hacíamos, sintiendo que nuevamente perdía la virginidad; el ritmo incansable que yo llevaba, que le hacía desbaratarse más y más…
Lo malo fue que, dentro de la pantomima que Marisol realizaba para la doctora, empezó a menearse hacia adelante y hacia atrás, dejándome ver su redondeado y lascivo trasero, que a pesar del embarazo y que Marisol jura que sube de peso y se pone gorda, sigue viéndose enorme y tentador.
Eso, complementado con el tono entre vicioso y pervertido de mi mujer, junto con sus descripciones, hizo endurecerme de forma involuntaria, al punto que yo mismo sentía espasmos por las ansias de penetrarla.
Cuando vi de nuevo a la doctora, su rostro era de sorpresa y sus ojos estaban clavados en mi entrepierna, que ya asomaba la forma en el pantalón. Y mi esposa, al contemplar que la atención de su audiencia se distraía, volteó para mirar lo que la doctora seguía con su mirada.
+¿Ve, doctora, lo que le digo?- comentó Marisol, con una sonrisa orgullosa.
La doctora trastabilló un poco, cerró los ojos, suspiró y con sus mejillas en un rosado intenso, comentó que los órganos internos de mi esposa sufrieron un gran esfuerzo en el alumbramiento. Que estructuras que normalmente permanecían quietas, se sacudieron durante las contracciones y que si bien, los conductos vaginales y anales son distintos, existían estructuras comunes entre ellas, por lo que era recomendable que no practicase sexo anal durante un mes.
Cuando nos despedía y nos acompañaba para la puerta, agradecía en mis adentros que no nos derivase a terapia de parejas, puesto que tanto Marisol como yo, tenemos una “obsesión sexual no muy saludable” entre nosotros.
Y mientras solicitaba la hora para el próximo mes y Marisol me esperaba en la puerta, arrullando y canturreando a nuestra Alicia, escuché la voz de la Dra. Erin en el intercomunicador de la central, pidiéndole a una de las enfermeras que se excusara con la próxima paciente, porque se tomaría unos minutos para descansar…
Y posteriormente, solicitó con extrema urgencia una enorme botella de refresco para su consulta.
Cuando oí eso… quise pensar que tenía mucha sed, de tanto hablar con nosotros.
Pero a medida que salíamos del hospital y veía que la mejor de mis amigas volvía a ser la chiquilla ilusa con la que me casé, reflexioné que todos aprendimos algo.
Mi esposa y yo, aprendimos del sexo post-parto.
La Dra. Erin, Marisol la capacitó de cómo disfrutar ser mujer.
1 comentarios - Capacitación (VII)
Saludos a la familia, me imagino que debe andar grande ya esta ultima beba