Post anterior
Post siguiente
La siguiente semana, estábamos todos pendientes del gran día. Incluso las niñas no querían asistir al daycare, con tal de conocer a su nueva hermana y yo tampoco deseaba mandarlas, puesto que me significaba ir y volver del trabajo, dejando a Marisol a solas. No fue fácil convencer a la administración del centro, porque el sistema educativo está muy comprometido con la asistencia de los niños.
Llega el martes 10 de Julio, el gran día…
Y Marisol, asintomática.
Vamos al hospital, a ver a su especialista y tras unos exámenes, nos dice que todo está en orden.
Que ahora, todo depende de Alicia.
+Pero… ¿No podemos hacer algo para acelerarlo?
o No hay nada más que se pueda hacer. Solo tienes que esperar.- le dijo la doctora, con mucha calma.
Mi ruiseñor se notaba inquieta…
+ ¿Y si tuviéramos sexo?- preguntó, como si fuese un último recurso.
A la doctora también le pareció una pregunta extraña, pero nos dijo que sería la misma Alicia quien induciría el parto. Le advirtió que sería riesgoso si hacíamos algo más entre nosotros, porque Marisol podría agotarse antes de tiempo y de complicarse la situación, requeriríamos una mayor asistencia médica y en el peor de los casos, entrar de urgencias al pabellón de cirugías, cuando todo eso podía prevenirse.
Por último, le señaló que si bien, había llegado a la fecha, algunas veces, los bebés se atrasan una o 2 semanas. En ese caso, tal vez, tomaría otras medidas para inducir la labor o bien, recibir a Alicia mediante cesárea, como fue con las pequeñas.
Marisol no quedó conforme ni tranquila con las palabras de la doctora, pero no tuvo otra opción aparte de resignarse.
En casa, luego que las pequeñas saludaron a su madre, Verito reprendió seriamentea Alicia en el vientre de su madre, contándole que tanto ella como Pamelita la estaban esperando para jugar y que “era una chica mala y desobediente, por no querer salir de mamá.”
Y por la noche, Marisol rompió en llanto. Me habló de forma atropellada y de varias cosas a la vez: que le incomodaba sentirse inútil y que yo tuviese que encargarme de toda la casa, que se sentía una mala madre y esposa, que estaba cansada, que se sentía fea, que quería que Alicia saliera…
En fin, un sinnúmero de temas que fui escuchando pacientemente y refutando punto por punto.
Le expliqué que cocinar, para mí, siempre me ha gustado; que yo sea obsesionado con la limpieza de la casa, es un problema mío y que ahora, lo hago porque me preocupan las pequeñas; que el tiempo que comparto con las niñas es un placer,considerando las semanas que estuve en faena, lejos de su lado y lo mucho que las extrañaba; y que cuidarla a ella, era todo un gusto, porque la sigo amando y porque en esos momentos, esperábamos a nuestra tercera hija, cuando siempre quise ser un papá.
Fue en esos momentos que me comentó la fuente de sus tristezas: que se sentía caliente y frustrada.
Aunque también esperaba ansiosa la llegada de nuestra Alicia, no podía dejar de pensar en nuestros besos, en la forma en que nos tocábamos y cómo hacíamos el amor. Pero a la vez, mi esposa se sentía traicionada y confundida por su propio cuerpo.
Según me contó, las cosas que antes le brindaban placer (como pellizcarse los pechos o el clítoris, meterse dedos por el trasero o simplemente, masturbarse), en esos momentos casi ni las sentía, además que al estar con su vientre hinchado, se sentía menos atractiva.
Le expliqué que para mí, ella seguía siendo guapa: su hermoso rostro todavía es el de una chiquilla y ese lunar coqueto en su mejilla derecha me sigue volviendo loco; que su cuerpo, todavía me parecía interesante y atrayente, porque las“cosas entretenidas” seguían en su lugar (en realidad, mejoraron más todavía, ya que subió 2 tallas en su sostén) y que todavía me ponía caliente.
Fue en esos momentos que la empecé a besar por las mejillas y por el cuello. Se rehusó de forma suave, pero indecisa, mientras que mi izquierda acariciaba su vientre y exploraba su cuerpo. La empecé a lamer despacio, sacándole susurros, pero yo quería palpar su entrepierna.
Sonreí al sentirla peludita y tibia. A Marisol le gusta depilarse, porque me siente más intenso. Mas a mí, me gusta que quede al natural, con algunos vellos.
Me pidió que no siguiera, porque no quería dejarme a mí caliente, cuando en realidad, yo estaba deseoso de masturbar a mi señora.
Descubrí su pecho y empecé a mamar su tibia y deliciosa leche, haciendo que se irguiera suavemente. Le dije que sabía rico y le di un beso con lengua, para que lo comprobase.
Lo recibió con demasiado ahínco…
Se le fue la mano y me agarró la presa con fuerza. Me dijo que si íbamos a hacer esas cosas, mejor que las hiciéramos juntos.
Me dijo que le gustaba. Que “se me pone grande…”. Que “le cuesta agarrarla entera con una de sus manos…”
Verdadera poetisa para vanidosos.
Pero yo le metí los dedos con ansiedad. Está mojada, gozosa y rica.
Marisol se veía bellísima. Sus ojitos cerrados. Sus profundos suspiros y ese suave vaivén de su cuerpo, montada en el tren del placer.
No podíamos expresarlo. Nos veíamos. Nos deseábamos. Nos sentíamos como si estuviésemos a kilómetros a la distancia. Pero las palabras de la doctora fueron una sentencia lapidaria y no nos quedaba más remedio que sacudirnos las manos con gran frenesí.
Hasta que llegó el momento inigualable, donde el tiempo colapsó en sí mismo.
Acabó ella primero, con tremendos estertores y gemidos ahogados. Yo me descargué como loco, manchando pijama, sabanas y su mano, con una inundación que manaba a borbotones.
Quedé duro. Me encantan las atenciones de mi amada y ella, sin importarle que se manchara el pelo y mano con mis jugos, me dijo que en esos momentos, menos le gustaba estar embarazada, porque no podía acomodarse bien para dejarme todo limpio con su lengua.
Nos acomodamos y dormimos, un poco más tranquilos.
Al día siguiente, noté ese sentimiento de lastima en mi mujer. En realidad, el sexo pasó a un quinto plano para mí durante esos días, por las actividades que tenía con las pequeñas. Pero por la noche, fue ella misma la que me preguntó si acaso podía llamar a Gloria…
Que seguía caliente y que lo de la noche anterior, también lo disfrutó. Pero más se prendía al pensar en las cosas que hacía con mi secretaria.
Para mí, fue un balde de agua fría, porque me significaba dejarla un par de horas en uno de los momentos más críticos de nuestro matrimonio.
Pero Marisol me sonrió con dulzura, acariciando su vientre. Me dijo que si nuestra hija no había nacido en esos días, tal vez, tampoco le importaría que su padre se ausentara algunas horas del sábado.
]Y entonces, al día siguiente, el jueves, marqué al departamento de Gloria alrededor de las 6.
* ¡Hola, Jefe! ¿Cómo estás? ¿Qué tal la vida de nuevo papá?- me respondió con un timbre demasiado cordial.
La única que supo lo de Marisol fue Sonia.
- Uhm… bien, supongo... quería preguntarte si estás libre el sábado por la mañana.
Se escuchó un alboroto y ruido por el otro lado, además de unos 15 segundos de silencio.
* Jefe, ¿Qué quieres decir con “si estoy libre el sábado por la mañana”?- preguntó desesperada y en una voz mucho más baja.
- ¿Estás con Oscar?
* ¡No es tu asunto!- me reclamó por el auricular.
- ¡Lo siento!... pero Alicia aún no ha nacido… y necesito estar contigo.
Hubo otro breve silencio…
* Pero jefe… dijiste que lo haríamos solo una vez más.- replicó indecisa.
- ¡Lo sé y lo siento!... pero estuvo bien y lo disfruté mucho contigo…
Otro silencio.
* ¿Y qué dice tu esposa?- preguntó más preocupada.
- Ella está de acuerdo.- respondí sorpresivamente con la verdad.- Dice que en la casa, la pongo nerviosa y que lo mejor que puedo hacer, es salir a trabajar.
Noté un suspiro y su respiración agitada…
- ¿No quieres hacerlo? ¿No lo disfrutaste?
* ¡No es el momento ni el lugar para conversarlo!-respondió, todavía más irritada. Dio un suspiro más.- ¡Déjame pensarlo! ¡Te respondo mañana!
Pasó la noche y por la tarde, tuve un solitario whatsapp…
* Ok.
Por supuesto que le enseñé orgulloso mi primera prueba de infidelidad a Marisol y ésta se alegró. Y es que a pesar que tengo algunas mujeres entre mis contactos, rara vez converso con ellas.
Pero una vez más, no me esperaba lo que pasó ese sábado. Esa mañana, amaneció soleada y fresca y de nuevo, me esperaban Oscar y Gloria, aunque en esta oportunidad, mantenían sus distancias.
* ¡Ya veremos! ¡Ya veremos!- Le escuché decir a mi secretaria mientras caminaba hacia mi auto.
> ¡Por favor, cariño, piénsalo!- suplicó Oscar, pero Gloria hizo oídos sordos y se subió al auto.
Por educación, me bajé a saludar…
> ¡Pensé que la capacitación había terminado!- me dijo, luego de darme la mano.
- ¡No! ¡La había suspendido porque pensé que mi esposa daría a luz en la semana!... pero quedan más lecciones.
No tengo claro por qué dije lo último, pero Gloria prestó más atención al oírlo.
> No me gusta que mi chica trabaje demasiado los fines de semana…- protestó levemente enfadado.
* ¡Mira quién lo dice!- agregó ella con sarcasmo.
Y pude percibir en sus miradas que algo había pasado: Oscar parecía un conejo y Gloria, la zorra que lo cazaba.
En el camino, mi secretaria me fue soltando lo ocurrido…
* ¡Tiene libre, jefe! ¡Tiene libre y quiere que tengamos sexo! ¿Qué opinas de ello, eh?- protestaba como si fuese un colmo.
Pensé que estaría más contenta, en vista que Oscar rara vez la atiende. Sin embargo, su enojo lo arrastraba desde el mismo martes donde debía haber llegado nuestra Alicia.
Ese día, Oscar tenía un turno más corto y salía más temprano, por lo que apenas ella salió de la oficina, se bañó, se arregló tal cual como a él le gusta, se perfumó y preparó una cena romántica.
Se vistió con una falda de seda corta y ligera, que mostraba sus piernas y una camiseta con vuelo y cuello redondo, que dejaba ver su cuello y sus pechos y se tomó el cabello con un nudo, dándole una cola de caballo voluminosa y llamativa.
El problema fue que Oscar llegó cansado ese día e ignoró completamente los preparativos para la cena, sentándose en el living y comiendo frente al televisor. Y aunque Gloria estaba echando humos, trató de ser comprensiva con su pareja.
Lo que cambió la situación fue que una vez cenados, Oscar apoyó una de sus manos de forma casual sobre el muslo de Gloria y eso hizo que su libido volviera a despertar. Se empezaron a besar, a comer los labios y lo convenció a que se la llevara al dormitorio.
Una vez allá, le desabrochó el pantalón y comenzó a comerle de forma voraz el pene a Oscar, que no paraba ni de gemir ni de disfrutar.
Entonces, cuando la situación no daba para más, le empujó a la cama y se empezó a desnudar. Me dijo que esa noche, aunque le había dado vergüenza ocupar el conjunto morado que Oscar le compró (el cual, por lo que me describió después, parecía casi una tanga), en esos momentos, no le incomodaba que él lo viera.
Y como si estuviese desesperada, se clavó de sentón el miembro de su pareja, restregando todo su sexo en busca del apéndice de su amado y haciendo que Oscar se mordiera los labios y cerrara los ojos de gusto.
Según lo que le contaría después Oscar, mientras Gloria se intentaba acomodar, zamarreaba su pelvis de lado a lado, dándole una sensación fenomenal a su pareja, pudiendo enterrar su sable a sus anchas y no tardó mucho en acabar.
Y aun así, Gloria prosiguió moviéndose con persistencia, al punto que volvió a endurecerlo y que luego de una media hora de bailoteo, acabó por segunda vez, diciéndole que ella era la mejor.
Sin embargo, Gloria no pudo sentirlo, ni consiguió el orgasmo esa noche y que quedó tan frustrada y molesta con Oscar, que tuvo que masturbarse frenéticamente hasta alcanzarlo.
Y fue entonces que, al día siguiente, las palabras que le había dicho el sábado anterior le cayeron en cuenta.
Que no era posible que ella estuviese esperando por gracia divina a que Oscar tuviese ganas. Que ella también era una persona y tenía sus derechos y necesidades y que simple y llanamente, no podía vivir según las preferencias de Oscar.
Y aunque estaba completamente de acuerdo con la epifanía a la que había llegado mi secretaria, también reconocí parte de mi culpa…
Gloria me miró sin entender.
- Recuerda que el último sábado, pude meterla entera en ti… y no sé, Gloria… cuando Hannah y yo lo hacíamos en la mina, me decía que pasaba 2 o 3 días sin tener sexo con Douglas, para poder recuperarse y volver a sentirlo.
A mi secretaria, se le caía el rostro de vergüenza…
* Y es claro que él lo disfruto mucho… al punto que quiere repetir hoy contigo… pero si tú no lo puedes sentir…
Permanecimos paralizados y callados en el estacionamiento subterráneo del hotel. Por mi parte, me sentía frito, porque no quería interponerme en su relación. Pero por otra, tanto ella como yo habíamos disfrutado de esos arranques…
Afortunadamente, quedaba “otra alternativa” por capacitar…
Post siguiente
0 comentarios - Capacitación (IV)