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Al principio, no quería reconocer que la falta de sexo me afectase tanto. Atribuía mi mal humor al stress por trabajo, al cuidado de mis niñas y a mi constante preocupación por Marisol embarazada.
No obstante, ese lunes encontré una claridad de pensamientos que me había eludido durante semanas: solamente, me bastaron un par de horas para resolver proyectos que había dejado pendientes por mucho tiempo, al no encontrarles solución.
Y aun así, no fui el único que experimentó cambios. Cuando me dirigía al casino para almorzar, escuché al grupo de amigas de Gloria consultarle sobre qué había hecho o dónde había ido ese fin de semana, porque la notaban distinta y rejuvenecida.
Mi secretaria, modesta e ignorando que yo podía escucharle, dijo que no había hecho nada en particular, a pesar que sus amigas insistieron si acaso usó alguna crema o maquillaje en especial, porque notaban su rostro distinto.
Pero yo, que he sido su jefe y me he fijado más en su evolución como persona desde que empezó a trabajar conmigo, pude darme cuenta que su único cambio había sido que esa sonrisa de ángel prevaleció el paso del fin de semana.
Misma ropa. Mismo maquillaje y perfume. Diferente sonrisa y actitud.
Y la otra grata sorpresa que me llevé, fue en su calidad de trabajo. Para que ella se conformara solamente en el área relacionada con sus estudios de Ingeniería en Química, yo me encargaba de complementar sus proyectos conforme a las normativas de minería australianas.
Pues bien, el martes, cuando me entregó sus avances, estos ya venían con algunas citas incluidas a dichas regulaciones, que si bien, todavía quedaban a mi criterio para revisión, casi no era necesario.
Aparte de ello, podía percibir cada mañana que se tomaba la pastilla, una creciente ansiedad entre ambos por terminar la semana y encontrarnos el sábado siguiente.
Ninguno de los 2 esperamos lo que sucedió el primer sábado de Julio.
Ese día amaneció nublado, ventoso y fresco (este invierno se caracterizó por tener muchas lluvias en Melbourne). Pero Gloria no me esperaba sola.
Desde lejos, pude distinguir la chaqueta reflectante de Oscar, que estaba recién saliente de turno y había decidido acompañar a su pareja en mi espera.
En realidad, Oscar se ha ganado mi respeto, puesto que es un individuo de esfuerzo, llegándome a recordar a mí mismo, cuando empezamos a vivir juntos con Marisol. Trabaja en uno de los hospitales de la ciudad como Técnico de enfermería y es común que tenga entre uno y 2 turnos de 18 horas consecutivas a la semana, que sumado a su condición de diabético, le tienen con un bajo apetito sexual y mucho stress, sin olvidar que ambos poseen una renta muy ajustada.
Físicamente, es más bajo y robusto que yo (mide alrededor de 1.70 y su peso debe bordear los100 kilos), con unos 30 años. Tiene ojos color avellana, cabello corto negro y barba, algunas canas, nariz larga y puntiaguda y un mentón ovalado, con una pequeña papada, que le dan cierto atractivo tosco y masculino.
De cualquier manera, el único reproche que le tengo es que nunca dejé que mi amor y mis deseos por Marisol pasaran a un segundo lugar tras el trabajo, pecado que él sí ha cometido con Gloria.
Luego de saludarme cordialmente de la mano y que su pareja esquivase la mirada y guardase silencio por vergüenza ante nosotros, los 2 tuvimos una amena conversación.
> Mi nena me ha comentado que tienen una capacitación los días sábados…- me consultó inseguro y cansado, pero sonriendo muy optimista.
- ¡Así es! Es para que pueda reemplazarme en mis viajes… (Gloria levantó la mirada) Verás, mi esposa está a punto de dar a luz y necesito que alguien me reemplace en las visitas a terreno durante el próximo año.
La noticia llenó de júbilo a Oscar.
> ¡Suena increíble!... ¿Y viene con un bono de sueldo?
- En realidad, viene con una renegociación completa de contrato, que “tu nena” no ha querido realizar.
Miró intrigado a Gloria, que no sabía responder.
> ¿Por qué no lo has hecho, cariño? ¡Necesitamos el dinero!
Toqué su hombro para no perder su atención.
- Por eso, te pido disculpas por robarte a tu novia. Trataré de devolverla temprano.
> ¡No te preocupes! ¡Está bien!- sonrió.- Por ahora, voy a dormir y no hay problemas si está contigo. ¡Cariño, tienes que hacer lo que sea por conseguir ese contrato! ¡Aprovecha el tiempo y da lo mejor de ti!
Sentí que fueron palabras de aliento muy desafortunadas para Gloria, que planeaba acostarse con su jefe mientras él descansaba, pero aun así, mantuve la calma.
A decir verdad, a la fecha, no sé si sospecha que en ocasiones, me acuesto con su pareja. Pero tampoco tengo el descaro suficiente para confirmárselo.
En el camino, los remordimientos hicieron mella en Gloria, por lo que decidí hacerme a la orilla y conversarlo.
- Gloria, aun puedes decirme que no… (levantó su rostro y me miró con curiosidad, mientras yo le soltaba el cinturón de seguridad)… podemos dejarlo hasta aquí, vas por unas horas al centro y le dices a Oscar que todo estuvo bien.
* Pero… ¿Qué harás tú?
Noté que me miraba complicada. Ciertamente, tenía remordimientos por lo que hacíamos, pero también reconocía que era algo que yo necesitaba y que de alguna manera, buscaba serme útil.
- No debes preocuparte. No es tu problema.
Con esa insistencia testaruda y posesiva de las mujeres, no quedó conforme con mi respuesta y me siguió mirando, como si necesitase más detalles.
- Yo debo hacerlo.- le confesé, azotando el volante con mi mano con desgano.- ¡Gloria, estoy asustado! Es el primer parto de Marisol y no sé qué hacer… Tengo miedo de perderla… de quedarme solo con las niñas… y siento toda esta energía, que no puedo descargar.
Noté el reproche y juicio en sus ojos.
- Y tú también lo necesitas…
Se sobresaltó con mis palabras y me contempló más asustada.
- Si tú crees todas esas cosas que “hombres y mujeres somos iguales”, debes estar tan necesitada o más que yo, porque Oscar no te satisface como mujer.
Sutilmente, apretó sus manos sobre su falda. Había tocado un nervio sensible y ella no quería admitirlo.
- Como te he dicho, esto significa nada entre nosotros.- proseguí, mirando los vehículos seguir por la avenida.- Yo amo a mi esposa y no la voy a dejar y tú amas a Oscar y no desperdiciarás 5 años de relación por un arranque con tu jefe. Pero en estos momentos, yo no puedo estar con mi mujer y nada sacas si regresas con Oscar.
Sus labios se encogieron en un gesto de reproche y futilidad. En efecto, si volvía,Oscar seguiría durmiendo, recuperando fuerzas, mientras que ella permanecería caliente y ansiosa.
- Y esta será la última vez que lo haremos.
Dio un suspiro, cerró los ojos, se acomodó un poco más en el asiento y cerró el bucle del cinturón.
Proseguimos el camino en silencio y sin mirarnos, porque a la larga, no teníamos nada más que decirnos.
En esta oportunidad, la recepción del hotel no me dio complicaciones, puesto que mi última reservación permanecía en sus registros, con la única diferencia que a las 7 de la tarde harían un sorteo de un viaje de crucero para 2 personas, en torno al caribe.
En el ascenso a nuestra habitación, Gloria me preguntó con timidez…
* ¿Qué… quieres hacer conmigo?
(What… do you want to do with me?)
Palabras que, en comparación con la semana anterior, mostraban mayor interés y cooperación de su parte.
Es más: fui yo el que respondí mucho más tímido…
- Verás… quiero hacer algo más… íntimo.
Y al igual que a mí, mis palabras la cohibieron, por lo que una vez más, guardamos silencio hasta entrar a la habitación.
Una vez dentro y cerrada la puerta, la tomé de la mano.
-¡Ven conmigo!
La guíe directamente hacia el dormitorio, con Gloria limitándose solo a caminar.
Como si se tratase de un maniquí, le saqué la gabardina y apareció una falda negra y una blusa verde, con hombreras y un cuello redondo, que le hacían ver bastante bien.
Y es que Gloria no es de esas mujeres como Pamela, que incitan al sexo con solo verlas pasar. Más bien, tienen el encanto de mujeres como Marisol o como Hannah, a las que dan ganas de besar y cortejar.
Su cristalina mirada permanecía temerosa, sin saber qué esperar de mí y a la vez, tan sumisa y dispuesta, como si fuese una mascota bajo mi poder.
-¿Te puedo desnudar?- le pregunté con una sonrisa benevolente.
Permaneció callada y tensa. Su blusa se desabrochaba por atrás, por lo que bajé despacio la cremallera. Tomé la blusa por su cintura y la comencé a levantar con delicadeza, revelando el fino contorno de su cuerpo.
Sorpresivamente, un sostén negro semi-transparente y bastante llamativo salió a mi encuentro ysu respiración se cortó brevemente, al sentirse expuesta. Sin embargo, proseguí levantando la prenda sin perder la concentración.
Tal vez, lo más desconcertante para ella fue verme arreglar su prenda y doblarla de forma que no tuviese arrugas, dejándola sobre el sillón. Pero si bien, es una tendencia mía a la que Marisol está muy familiarizada, también iba de la mano con respeto a Oscar, para que no sospechase nada raro entre Gloria y yo.
Luego, siguió la falda, que también se desabrochaba por detrás, con una cremallera que seguía la senda entre sus glúteos.
Nuevamente, se puso tensa con solo sentir mi mano en su cintura, para sujetar la prenda y fui bajando muy despacio la cremallera, tratando de apartarla del contacto con su piel.
Le quedaba bastante ceñida y a la vez, destacaba tanto su retaguardia, por lo que tuve que forzar la falda para que bajase. Pero de la misma manera que me sorprendió el sostén, lo hizo su calzón, el cual lo podría clasificar como el feliz matrimonio entre un colaless y un calzón de encaje semi-transparente, protegido solamente por sus cautivadoras pantis negras.
Y me resultó extremadamente claro que ese día, Gloria se había levantado y vestido exclusivamente para acostarse conmigo.
Por último, siguió la recepción de pantys. Recuerdo que su piel estaba extremadamente fresca y suave al tacto, sus muslos eran carnosos y firmes y que cuando llegaba a sus rodillas, el aroma a mujer caliente empezaba a percibirse.
Le pedí que se metiese bajo las sabanas, mientras yo me desnudaba y con la misma parsimonia y detalle que Marisol sabe, fui desabrochando botón a botón de mi camisa, el bucle de mi cinturón y por último, bajé mis pantalones, cuando mi bulto se empezaba a marcar bajo mis boxers.
Y como era de esperarse, apoyando cada prenda de forma delicada sobre la cajonera, que no se fuese a arrugar o a manchar.
Mientras Gloria me contemplaba sorprendida y esperando que prácticamente, saltase a la acción al instante, quise ponerla al tanto de la situación.
-Verás… hoy amanecí con ganas de hacer el amor con mi esposa… y quería preguntarte si estabas dispuesta.
La noticia le había tomado de sorpresa, como en su tiempo, lo hizo con Hannah.
Pero en esta oportunidad, no tuve un reproche.
En realidad, desde que Gloria empezó a trabajar conmigo, la traté de forma diferente. Como yo estaba acostumbrado a delegar responsabilidades a un grupo de trabajo y era mi primera vez con una asistente, nunca le pedí que organizara mi programación o concertase encuentros con mis contactos, puesto que todas esas responsabilidades las realizaba yo mismo con el galimatías de manías que tengo en la cabeza.
En lugar de eso, le pedí que asistiese un poco más a Sonia, ya que para mí, el mundo gerencial era relativamente nuevo y necesitaba una orientación para estabilizarme, que mi asistente me fue brindando de forma paulatina. Y a medida que la fui conociendo y notando sus habilidades, le fui delegando mayores responsabilidades.
Mi punto es que, a diferencia de Hannah, Gloria sabía que mis palabras eran mucho más serias y que no se trataba de una treta para encamarla, porque si ese hubiese sido el caso, la habría desnudado sin miramientos.
* ¿Y… cómo quieres hacerlo?- preguntó, con una sonrisa tímida, insegura y a la vez, dulce, luego que nos sacásemos el remanente bajo las sabanas y con un aire de travesura, se cubriera con las sabanas, siempre sonriendo.
- Me gustaría que fueses arriba.
Volvió a sonreír con mayor alegría. Sé que lo hizo porque como mencionó la semana anterior, era su pose favorita. Pero en mi caso, se lo pedí porque como lo hago con Marisol, me gusta penetrarla bien cuando vamos por segunda vez.
Me acuerdo que se incorporó ansiosa, levantando las sábanas de lino egipcio. Eran suaves y se notaba que se ventilaban mejor que las de otras telas, pero tampoco encontré que fuese demasiado soberbio en comparación con el resto.
Gloria contempló mi falo con encanto. Le llamaba la atención que estuviese tan duro y fuese más largo, en comparación con el de Oscar y en esos momentos, no podía disimular sus ganas por sentirme adentro.
Dejé que ella misma se acomodara. Fue una sensación de agrado tan sublime al sentir mi falo adentrarse entre sus labios, meneándose con cierto fervor, como si deseara sentirme bastante bien entre todos sus tejidos.
Entonces, siguió el momento que decidió soltar su cuerpo y en efecto, al igual que lo estuvo Marisol, Gloria estaba bastante apretada y era todo un agrado ver su rostro feliz, a medida que me sentía adentrándome en el fondo de su caliente cuerpo y fue bajando lentamente, hasta que entraron unos 5/7 de mi falo.
- ¡Ahora, cabálgame!- le ordené, en un tono cálido y comprensivo.
Poco a poco, se empezó a menear. Su rostro estaba dichoso al verse empalada conmigo y que yo fuese todavía tan persistente, que pudiese enterrarla más.
Se siguió sacudiendo de forma suave y muy despacio, dejando su cuerpo ir. Recuerdo el vaivén de sus rizos morenos, que se balanceaban cada vez más rápido, a medida que su dueña se meneaba con mayor velocidad.
Sin embargo, yo estaba embelesado con los pechos de mi secretaria, que si bien, no eran tan voluptuosos como los de mi esposa, no dejaban de ser llamativos.
Los pezones eran de un inmaculado rosado, con amplias aureolas y tímidas tetillas, no más grandes que un dedal.
Los tomaba entre mis dedos y los apretaba, estirándolos, torciéndolos y pellizcándolos, sacándole sensuales suspiros a mi secretaria.
- ¡Ay, jefe! ¡Ay, jefe!
(Ohh,boss! Ohhhh, boss!)
- ¡Gloria, quiero besarte!- le dije a modo de petición.
Y si bien, era una posición que disfrutaba más erguida y dominante, de la misma manera que lo hacía Hannah cuando estábamos en faena, aceptó a mi propuesta, meneándose suave y restregando su cálido busto sobre mi pecho y buscando mis labios de forma desenfrenada.
Aproveché la oportunidad de afirmar su trasero y ayudarla a que se lo clavara de forma más profunda, haciendo que sus besos se tornasen fulgurantes y desinhibidos, con su desaforada lengua invadiendo mi boca, sin darme tregua.
Yo todavía quería meterla toda y el estrecho cuerpo de Gloria seguía siendo un desafío.
* ¡Sigue así, jefe! ¡Lléname toda! ¡Quiero sentirla toda en mí!- demandó en un tono de una afrodita frenética y caliente.
(Keep going, boss! Fill me in! I want to feel it all!)
Y la seguí forzando, en vista que por sus propios medios, no podría enterrársela por completo.
Recuerdo que la seguía forzando y que sus estallidos eran celebrados con el cierre de sus ojos y con bravos alaridos que denotaban su placer, hasta que luego de ensartarla por completo y forzarla por un rato, intentando encontrar su cérvix, que me corrí, con un apasionado y ardiente grito saliendo de sus labios.
Los 2 terminamos resoplando y nos sonreíamos cómplices, puesto que la experiencia nos resultó grata.
-¡Ahora quiero ir yo arriba!- le informé, sin siquiera haberla sacado de ella y habiendo pasado solo un par de minutos de mi primera acabada.
Gloria estaba cansada, no la había dejado reponerse y admito que también había perdido virilidad en su interior, pero no por ello, mi ímpetu por recuperarla.
La empecé a besar, a sentir, a apretar sus candentes muslos y a clavarla más y más. Como le había dicho, estaba ansioso por hacerle el amor esa mañana a Marisol y mi esposa sabe que más me gusta ir arriba de ella.
Fui insistente, molesto y perseverante, buscando sus labios cuando solo ya querían descansar. Su lengua, sumisa y suave, no se oponía para nada a mi invasión y poco a poco, fue sintiendo cómo recuperaba mi hombría en su interior.
Para ella, era algo nuevo y adictivo. Con mi erección media, ya superaba con creces al tamaño de Oscar y cuando estaba completamente excitado, la comparación era casi como si se acostara con un afroamericano dotado (asumiendo que hay parte de cierto en ese rumor…), que podía replegarla hasta los confines de su sexo.
Nos seguimos besando con frenesí, como si fuésemos locos enamorados, apegando más y más nuestros cuerpos. Recuerdo que la temperatura se disparaba y que el roce incesante entre nosotros pareciera rasgarnos mutuamente. Yo llevaba el control en esos momentos y Gloria estaba dichosa que así fuera.
La besé sin darle tregua, descargando todas mis ansias por Marisol y ella, sin darse cuenta, terminó levantando sutilmente sus piernas, para apresar las mías y asegurar la pronta penetración completa.
Y en efecto, gracias al trabajo previo, pude hacer que mis testículos se aplastaran a la entrada de su sexo, haciendo que Gloria lanzase aspavientos y gritos despavoridos de gozo, pudiendo sentir cómo la punta de mi falo prensaba sus labios más internos de su cuerpo.
Hasta que finalmente, afirmándome con fuerza a sus candentes muslos, hice mis descargas en lo más profundo de su ser, con ella disfrutando cada uno de mis estallidos con júbilo.
Pero yo estaba lejos de terminar. Como mencioné, con Marisol acostumbramos tener relaciones entre 2 o 3 veces al día (todavía estamos en nuestros primeros años de casados y hemos mantenido nuestro primer amor), por lo que un régimen de abstinencia de una semana me tenía todavía caliente.
Por lo que tras despegarnos y esperar a que Gloria se recuperase, la empecé a voltear para poseerla desde atrás.
* ¡No, jefe! ¡No me hagas el culo!- suplicó como chica desvalida, aunque era ella misma la que me incitaba, meneando su cola sobre mi falo.
(No, boss! Don’t do my ass!)
Y a pesar que sabía que era virgen por el ano (Oscar no daba la suficiente talla para desflorarlo…), yo todavía quería sexo normal.
- ¡Está bien!- respondí, un tanto sorprendido por la situación.- Solo quiero tomarte desde atrás.
Y diciendo eso, empecé a acomodar mi cabeza entre sus labios. Gloria exhaló un suspiro profundo.
* ¡Por favor, jefe! ¡No pongas dedos en mi culo!-volvió a insistir, cuando honestamente, yo estaba más interesado en su cintura y el contorno de su trasero.
(Please, boss! ¡Don’t put fingers in my ass!)
Pero ante tanta insistencia e intuyendo que al igual que a Marisol, Gloria también siente orgasmos a través de su ano, decidí complacerla, metiendo solo el del corazón.
Se quejó, pero no de dolor y tampoco pidió que se lo sacara. Y tampoco se opuso cuando a medio ritmo, colé el índice en su interior. Ni mucho menos, cuando el anular se sumó al grupo.
Y es que se puso más cooperativa, buscando empalarse ella misma y al igual que le gusta a mi esposa, le empecé a decir que era una putita, que le gustaba gozar de los dedos de su jefe en su culo y de cómo se la follaba, mientras que Oscar dormía sin darse cuenta, haciendo que acabara cuantiosamente.
Finalmente, lo hicimos una vez más en la ducha, cuando ya eran cerca de las 2, aprovechando de apoyarla en la pared y sujetar su cuerpo desde sus muslos, haciendo que la sensación fuese mucho más intensa para ella, al dejar que el peso completo de su cuerpo se apoyase sobre mi masculinidad y drenase los últimos restos de lascivia que mi falo podía brindarle.
Para cuando salimos, a Gloria no le importaba que fueran pasadas las 2 y media. Sonreía como una niña que se acababa de comer un rico caramelo y todavía sentía su sabor en el paladar.
Y una vez más, aproveché de despedirme de ella con otro rico y largo beso, en el cual, ella misma sujetó mi cabeza, para poder explorar mi boca con su lengua con mayor libertad y renovar parte de esa sonrisa casi infantil y dichosa, agradeciéndole por su ayuda y pidiéndole que se encargase bien de mis proyectos, en vista que el martes, se suponía que Marisol daría a luz y no iría a trabajar en toda esa semana…
Sin embargo, lo que yo no sabía era que, incluso desde antes de nacer, mi pequeña Alicia ya era llevada por sus ideas...
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