You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Capacitación (II)




Post anterior
Post siguiente


Al regresar a casa, mi humor se normalizaba: mis hijas me distraían con sus ocurrencias y el rostro benevolente de mi esposa me calmaba.

Por la noche, al acostarnos, le conté a Marisol lo sucedido con Gloria y mi esposa se alegró. Me confesó que, al igual que yo, pensaba constantemente en tener relaciones, pero que al poco rato de masturbarse o tocarse a solas, su excitación se extraviaba por completo y que también le afligía no poder cumplirme como cónyuge, por lo que estuvo de acuerdo con mi decisión de acostarme con mi secretaria.

Bajo las sabanas, comenzó a masajear y a apretar suavemente mi apéndice, preguntándome con suaves susurros al oído qué pensaba hacerle a Gloria el sábado, a lo cual, no le podía responder, en parte, por el placer que me estaba brindando y porque en esos momentos, no tenía idea.

Hasta que maliciosamente, me dejó en ascuas, con una erección a punto de estallar y diciéndome que no me quería gastar la leche que le tendría para mi secretaria, con lo cual, aunque nuevamente me dejaba frustrado y duro, no podía parar de sonreír al intentar dormir.

También pude darme cuenta que mi humor mejoró en el trabajo: aunque sentía el stress sobre mis hombros, ya no era tan agresivo como al principio de la semana.

Y finalmente, entre esos días, Gloria y yo apenas intercambiamos palabras al momento de recibir sus reportes, limitándose a tragar la pastilla anticonceptiva y salir de mi oficina.

El último día antes de nuestro encuentro planificado, el viernes, decidí hablarle.

- No es necesario que lo hagas.- le dije, poniendo mi mano sobre el vaso.- No te voy a despedir si no lo haces y Sonia sabe que eres una buena empleada.

Me causaba remordimientos estar manipulando a Gloria, que si bien, tiene una belleza más tierna y sensible en comparación con Madeleine o Ingrid (que prácticamente, parecen hechas para batallar en la cama), es una buena asistente y una excelente ayuda.

A lo cual, mi secretaria me dedicó una sonrisa muy dulce.

(Oh, boss! If you don't do it with me, Who else will you do it with?)

*¡Ay, jefe!- exclamó casi con un suspiro.- Si no lo haces conmigo, ¿Con quién más lo harás?

Y diciendo eso, me arrebató el vaso y se tragó la pastilla, sin parar de sonreír.

Su actuar me dejó completamente desconcertado. ¿La estaba yo realmente obligando?

Por la noche, eso puso demasiado melosa a mi esposa, que me hostigó manoseando mi falo, apretándome los testículos y sin parar de susurrarme pensamientos lascivos sobre mi secretaria, pero con la infame afrenta de lamerme los pezones y apretar con fuerza el glande, apenas sentía que yo iba a acabar.

De más está decir que pasé una noche incomoda, donde apenas dormí un par de horas.

La mañana de ese sábado 30 llegó nublada, fría y con leves chubascos. Mientras me bañaba y me vestía, me cuestionaba constantemente qué estaba haciendo y si acaso Gloria me esperaría como prometió.

Pero al llegar a su cuadra, distinguí la figura inconfundible de una mujer con gabardina café, falda negra larga y lo más destacable de todo, un fino sombrero ruso lanudo, esperando bajo la llovizna con un paraguas semi-transparente.

Le abrí la puerta y nos miramos un par de segundos, sin poder creer que ni ella ni yo estuviésemos en el mismo lugar y a esa misma hora.

*¿Puedo subir?- preguntó, al ver que yo permanecía estático, a lo que con suerte, asentí.

Mientras se sentaba y acomodaba el cinturón, por el rabillo de mi ojo derecho no perdía detalle de esas celestiales piernas que, aunque poco envidian a las de Marisol, Gloria sí sabe ponerse panties.

Y creo que Gloria se dio cuenta que la miraba.

- ¿Cómo está Oscar?- pregunté, para disminuir la tensión entre nosotros.

* Él está bien… (dio un suspiro)… sale a las 10.

Interpreté ese suspiro como un “¿Qué rayos hago aquí?”.

* ¿A dónde vamos?- preguntó, al ver que nos dirigíamos hacia el centro de Melbourne.

- Al Hyatt.- respondí, con lo que literalmente palideció y calló como un sepulcro.

Pero tras experiencias anteriores, aprendí lo malo de llevar a chicas a moteles baratos y al igual que mi esposa, también pienso que Gloria es una chica decente que merece ser llevada a un hotel fino.

Por otra parte, si un conocido nos encontraba, nos sería más fácil mentir que asistíamos a un congreso en aquel lugar.

Y una vez más, tanto mi apariencia como mi apellido me jugaron una mala pasada, señalándome de forma elegantemente cortés en la recepción que “No eran de esa clase de hoteles…”, a lo que respondí socarronamente…

-Solo cárguelo a la tarjeta…

Y¡Voila!, me empezaron a recomendar los servicios del Spa, la fina carta de vinos a su disposición y un show especial que harían a las 7 de la tarde, cuando yo solo quería una suite por un par de horas.

No voy a negar que la habitación era amplia y elegante, con living, escritorio y hasta una kitchenette (que me trajo recuerdos de Hannah) y sábanas de lino egipcio (que en realidad, nunca llegamos a probar), pero que yo quería con un solo propósito y que quedó completamente destrozado con solo una frase de mi secretaria.

(What do you want to do to me?)

*¿Qué quieres hacerme?

Esa simple frase me hizo sentir la escoria más ruin de la tierra y aunque ella se despojó de su gabardina, mostrando una sencilla blusa celeste sin hombros ni cuello y una falda ceñida negra que más acentuaba su cintura y su lindo trasero, mi respuesta fue buscar comida en la cocina.

Encontré un paquete de galletas con chips de chocolate y 2 latas de refresco y mientras yo desayunaba y ella bebía uno de los refrescos, le explicaba que las cosas no eran así…

Que cuando perdí la virginidad y me acosté las primeras veces con Marisol, me mortificaba constantemente la idea de acabar antes que ella y que por lo mismo, me había propuesto a mí mismo explorar concienzudamente el cuerpo de mi futura cónyuge, con el fin de empezar a penetrarla cuando ella estuviese completamente de ganas.

Por ese motivo, le volví a preguntar cuál era su postura favorita en la cama, como lo había hecho en Sydney, porque mi idea no era solo disfrutar yo, sino que ella también sintiese placer y lo más importante de todo, ponerla a ella con deseos de hacerlo.

Y de la misma manera que  hizo en Sydney, me respondió que su preferida era la de misionero.

Confesó que era la única forma que tenía para sentir a Oscar y que casi siempre, debía ir ella arriba, puesto que de lo contrario, solo sentiría la eyaculación de su pareja.

Y es que a pesar que Oscar tiene un pene más pequeño, Gloria destacó que era un amante esforzado y cariñoso, con una buena resistencia; que constantemente le hacía reír y que disfrutaba las horas de ocio en su compañía, aunque significase tener relaciones sexuales de forma esporádica, dándome a entender lo enamorada que estaba.

- Entonces, creo que hoy deberíamos concentrarnos en las “formas no convencionales”…- le sugerí sonriendo, a medida que le plantaba un suave beso en los labios.

Ella lo resistió e intentó apartarme, pero yo estaba más concentrado en desplazar mis besos hacia su mejilla izquierda.

Y es aquí donde debo destacar que Gloria posee una belleza singular en comparación con el común de las australianas: su busto es mediano y ni siquiera, tan sugerente, al punto que puede parecer plana si lleva un sostén pequeño; su trasero es redondo, suave y rico al tacto, al igual que Marisol, por lo que las manos masculinas convergen casi por instinto.

Y sobre su rostro, es muy llamativo en comparación con el promedio habitual: ojos celestes, con cabellos rizados color negro; labios carnosos y una quijada cuadrada, que le dan un cierto aire de ascendencia africana y que remataba con una nariz respingada pequeña.

Mi mano izquierda intentaba acariciar su muslo, que ella resistía, apartándola con su derecha, mientras que con mi mano derecha jugueteaba con los rizos de su cabeza, acariciándola con suavidad.

*¡No, jefe! ¡Déjame, por favor! ¡Tranquilízate!-me intentaba detener, a medida que besuqueaba sus mejillas.

Pero estaba convencido que, al igual que Marisol y que Hannah, Gloria debía tener una zona erógena cerca del cuello.

Y no me equivoqué, porque estaba en su base.

* ¡No, jefe, por favor!... ¡Detente! ¡Detente!....¡Ahhh!... ¡Ahhhhh!

Sus suspiros eran mucho más cálidos cuando le daba chupones y su derecha no ponía tanta resistencia a mi avance por su muslo.

(Please, boss! Don’t touch me! Don’t touch me… right…. theeeeere!)

*¡Por favor, jefe! ¡No me toques! ¡No me toques…justo… ahhhhhhiiiiii!

Y yo solamente estaba prensando el calzón, que empezaba a humedecerse.

Al igual que le gusta a Marisol, hice el quite a la prenda con mis dedos y empecé a chapotear en su interior, haciendo que sus manos y su voz perdieran el compás.

(No, booooss! Pleasee, dooon’t!  not theeeeeere!)

* ¡No, jeeeefe!... ¡Por favor, nooooooo!... ¡Noahíiiiiiiiiiii!- respondió, resistiéndose con cada vez menos convicción.

Pero yo iba bajando por su cuello, por encima de la copa de su pecho y deslizándome meteóricamente sobre su flameante falda.

(Boss, what are you doing? What are you doing? Please, don’t! Dooooon’t! Ahhhhhhh!)

-Jefe, ¿Qué es lo que haces? ¿Qué es lo que haces? ¡Por favor, no! ¡Nooooooo! ¡Ahhhh!

Y se empezó a erguir de placer, a medida que devoraba su intimidad.

Tenía pelillos cortos, un poco ensortijados, pero que no quitaban ni agregaban al sabor de la experiencia.

Gloria estaba completamente acostada, sollozando y afirmándose del dichoso cubrecama de lino egipcio, disfrutando del placer oral que le brindaba su jefe.

Y no sé si será por la diferencia de culturas, pero Gloria era otra australiana más, mal atendida por la boca de su pareja en su sexo.

Porque quedaba bastante claro que ni una boca o una lengua se había deslizado por esa zona en bastante tiempo.

Y cuando ubiqué sus manos sobre mi pelo, no sabía bien qué hacer, pero no tardaron mucho en guiar mi cabeza, para apresarla sobre su sexo.

(No, boss! Please, don’t!  No! Noooo! Noooooooooooo!)

*¡No, jefe! ¡Por favor, no! ¡No! ¡Noooo!¡Nooooooooo!

Y estalló cuantiosamente sobre mi boca, aunque yo no paraba de succionar.

Mientras la penetraba con mis dedos (que por cierto, quedaban muy apretados en su interior), aproveché de bromear, diciendo:

-¡No puedes decir que estás teniendo sexo con mi boca! ¡Es imposible que tengas un hijo con mi boca!

Tras lo cual, volvió a gemir. Pero a medida que mordisqueaba el contorno de su clítoris y lamía cuanto zumo salía de su interior, pude percibir su deseo por algo más contundente, adentrándose en ella.

- ¡Lo siento, Gloria! ¡Ya no resisto!- le dije, liberando la presa atrapada en mi pantalón.

A Gloria, inmediatamente se le fueron los ojos a mi entrepierna y aunque le pedí que se pusiera en 4 patas, trataba de mirarla entre sus pies.

(Please, boss, don’t push it in my ass! Don’t put it in my ass, please!)

*¡Por favor, jefe, no la empujes en mi culo! ¡No la metas en mi culo, por favor!- me repetía una y otra vez, deslizando su surco vaginal subiendo y bajando sobre mi falo, aunque estaba casi seguro que no se hubiese molestado si me equivocaba de agujero.

- Está bien.- le respondí.- Solo quiero penetrarte, mirándote desde atrás.

Y en efecto, pude comprobar que Oscar la tiene mucho más pequeña que yo. Aunque al principio, mi glande entraba casi sin problemas, llegaba a un punto casi a la mitad donde apenas avanzaba y Gloria se replegaba de una forma divina al sentirme.

* ¡Sí, jefe! ¡Sí, jefe! ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Dame más!¡Máaas!

Para esas alturas, entraba casi completa y el azote que le daban sus duros muslos a mis testículos era infernal.

- ¡Lo siento, Gloria! ¡Lo siento, Gloria! ¡Quiero meterla completa!

Y diciéndole eso, me afirmé con fuerza de su cintura y enfilé hacia adentro, sin detenerme.

Gloria lanzó un gruñido gutural cuando me sintió, que hasta creo que le hizo poner los ojos en blanco cuando se levantó.

Pero yo estaba como loco bombeando, sintiendo más tejido de mujer sin mancillar.

(Wait, boss! Wait, boss! Ohh! You’re so in! You’re so in!  Oh, no! Oh, noo! Gaaaaaah!)

* ¡Espera, jefe! ¡Espera, jefe! ¡Ohh! ¡Estás tan adentro! ¡Tan adentro! ¡Ay, no! ¡Ay, noooo! ¡Ahhhhhh!

Y no pude evitarlo: descargué el semen acumulado de casi 3 semanas. Conté unas 6 detonaciones y no creo mentir cuando digo que barrí con Gloria sobre la cama.

-¿Estás bien?- pregunté, mientras recuperaba el aliento y seguíamos pegados, como si fuésemos perros en celo.

Su única respuesta fue levantar el brazo y pulgar derecho, mientras su cara seguía apegada a la funda de la cama.

- ¡Qué bueno, porque quiero hacerlo otra vez!

Le pedí que en esa oportunidad, se desnudara completamente, ya que no quería ocasionarle problemas manchándole la falda y porque esa vez, deseaba verle los senos, ordenes que acató casi de inmediato.

Por mi parte, tomé una de las sillas de la cocina y me senté en ella, masajeando mi falo. Ella, intrigada y caliente, al ver que apenas había bajado, no le quitaba el ojo a mi meneo y creo que hasta habría aplaudido de gusto, cuando le pedí que me la mamara un poco, aunque no lo suficiente para hacerme acabar.

La chupó de una forma encantadora, estrujándome la base como si estuviese sedienta y destacando los hoyuelos de sus mejillas, como si succionase los últimos restos con una pajilla.

Cuando ya me sentí listo (y cuando estaba casi convencido que me la chuparía hasta el final), le pedí que se parara y se fuera acomodando sobre mi falo.

Recuerdo que en esos momentos, me dio una sonrisa magnifica y exquisita, al igual que el sonido de la suave lluvia, azotando la ventana del balcón.

Fue acomodándose muy despacio, con los ojos cerrados, como si estuviese metiéndose en una tina con agua caliente.

Busqué sus labios y su lengua frugal y en esta oportunidad, no se opuso.

Siguió descendiendo hasta casi llegar a la base y cuando se detuvo, me brindó una mirada risueña.

-Ahora, ¡Cabálgame!- le ordené y la empecé a afirmar por el trasero.

Entonces, siguió un tímido sube y baja, adentrándose cada vez, un poco más en el placer.

Por mi parte, me entretenía besando su cuello y contemplándole verdaderamente hambriento los pechos, que en nuestra escabullida en Sydney, me habían tentado demasiado.

Estaban alzados, duros, desafiantes y lanzó un suave suspiro en agradecimiento cuando mordí el rosado e hinchado pezón.

Pero mis atenciones no se limitaban solo a eso, puesto que mis manos, aparte de regularla y afirmarla en el ritmo, también se inmiscuían en su retaguardia…

(No, booooss! Not my assssssss!)

*¡No, jeeeeeefe! ¡No mi cuuuuulo!- sentenciaba serpenteante, pero disfrutando cada movimiento de mis dedos en su interior.

Y aun así, buscaba mis labios para acallarme, aunque aparte de nuestro discreto vaivén, se sentía el ligero golpeteo de la lluvia en el balcón.

- ¡Vamos, Gloria! ¡Vamos, Gloria! ¡Puedes meterla aún más adentro!- la arengaba yo, sintiendo cómo nuestras distancias disminuían.

Y Gloria hacía el esfuerzo, dejando caer su peso cada vez, con mayor fuerza.

- ¡Sí, Gloria! ¡Sí, Gloria! ¡Menea tu cintura!¡Siénteme bien adentro!- le ordené, disfrutando de la dicha.

Y aquella simple orden desencadenó una onda de corriente desde la punta de mi falo hasta la base de mi cuello, recorriendo toda mi espalda. Y supe que ella también la sintió, por la forma desesperada que me besó a continuación.

- ¡Vamos, Gloria! ¡Métela toda! ¡Quiero venirme adentro!

Y su meneo en esos momentos, era increíble. Podía sentir cómo mi glande golpeaba sus labios uterinos, lo que hacía que Gloria se meneara con mayor cadencia. Mis manos en su trasero eran verdaderas zarpas y estoy seguro que estiraba su ano con 2 dedos en cada mano.

Sus labios eran tormentosos y su lengua, el ojo de un huracán. Y podía sentir el calor de mis testículos y cómo me los aplastaba, a medida que bombeaba más y más sobre mí.

Hasta que sentí un chorro enorme, que la rellenó por completo. Dio un sórdido grito, mezclado entre gozo y sorpresa y se siguió meneando, cada vez más despacio.

2 estallidos, 3 y luego, parecía que yo no podía terminar de eyacular. El abrazo que Gloria me dio fue profundo, tenso y nuestros cuerpos extenuados, bañados en sudor, permanecían pegados, firmemente uno al lado del otro.

Para la quinta explosión, empecé a sentir como si me orinase en su interior, pero a la vez, sabía que aquello no era orina.

- Gloria, ¿Estás bien?- le pregunté tras esperar unos 5 minutos para que su respiración se volviera a regular.

Se apartó de mi pecho y me sonrió con la aurora de la mañana.

* ¡Sí, estoy bien!- respondió con una sonrisa imborrable.

- ¿Tienes hambre?- pregunté, ya que mientras esperaba a que ella volviese a reaccionar, vi que en mi reloj de pulsera, marcaban las 12:15.

* No. ¿Por qué? ¿Tú sí?

Me mordí el labio inferior y le hice una morisqueta.

- Bueno… hambre por comida… todavía no tengo.

Y ella me dio una sonrisa nerviosa, bastante parecida a las que me da mi esposa.

Para la tercera tanda, la ubiqué con la cintura al borde de la cama, permaneciendo yo de pie.

Le fascinaba, dado que gimió de placer desde el principio. Fue una posición poderosa, en el sentido que podía apreciar mi pene entrar y salir con mucha facilidad y velocidad de su interior, sin olvidar el bailoteo constante de sus pechos, que se sacudían de arriba abajo, sin ton ni son.

Empecé a apretarlos, a manosearlos y pellizcarlos, mientras forcejeaba constantemente con sus piernas, que resistían a mi torso.

Fue esa combinación de sensaciones de dolor, lujuria y placer que le hicieron acabar entre 4 y 7 veces más, antes que yo pudiera eyacular.

Y fue en ese momento que hice una movida tipo ejecutora de juego de pelea: Abrí sus piernas, apartándolas de mis hombros y cuando llegaron a la cintura, embestí con todo.

Me afirmé de sus muslos, sin dejarle apartar y eyaculé con todo unas 4 veces más.

Gloria quedó petrificada, con sus manos sobre su rostro a medida que rellenaba a tope la copa de la vida con mi tibio zumo.

Pero finalmente, me sentí saciado, al extremo que vi puntos negros bailar por un tiempo.

-Creo que… nos deberíamos arreglar…- le dije, aunque Gloria apenas podía reaccionar.

Respiraba y su sudor permanecía caliente, pero parecía tan cansada, que usaba su mano derecha como compresa fría sobre su frente.

Y su vagina, aparte de estar muy  inflamada, todavía botaba mayormente parte de mis jugos.

Vi mi reloj mientras me bañaba en la ducha y con 22 minutos para las 2, me sentí satisfecho de cumplir con lo que había originalmente programado.

Hasta que Gloria cometió el error de entrar al baño, envuelta en una toalla…

Dieron las 3:40 cuando finalmente devolví la tarjeta en recepción. Pensaba que Marisol me mataría, ya que le prometí que volvería, a más tardar, a las 3:15 para almorzar.

Y en lo que respecta a Gloria, tenía la belleza de un ángel: se le notaba cansada y con la mirada perdida, pero con esa sonrisa imborrable.

Incluso, a ratos se agarraba el pecho o acariciaba el rostro o el cuello, como si hubiese recién despertado de un sueño relajador.

Y finalmente, cuando faltaba una cuadra para llegar a su departamento y aprovechando que la lluvia hacía un fino maicillo que nos cubría del escrutinio del mundo, tomé la oportunidad de despedirme formalmente.

- ¡Gracias por ayudarme, Gloria!

Y nos dimos un suave beso, que ella no rechazó y aproveché de deslizar mi mano al interior de su entrepierna. En esta oportunidad, no solo no me contuvo con su mano, sino que abrió más sus piernas, para facilitarme el contacto.

Y aunque me entretuve moviendo su negro y sexy calzón de encaje, metiendo y sacando mis dedos a mi antojo por un rato, ya era tarde y yo tenía otro lugar donde estar.

Al salir de mi vehículo y antes de cerrar la puerta, me sonrió de nuevo y me dijo:

(Call me anytime!)

*¡Llámame cuando quieras!


Post siguiente

2 comentarios - Capacitación (II)

alekil +1
Que raro q subir imagenes sea dificil!
Igual siempre me gustan tus historias!
Y esto cuando paso?
el hotel ese sera el sheraton? o tiene nombre mas raro?

jajaja

saludos!
pepeluchelopez +1
Valla que intenso, es el resultado de estar acostumbrado a siempre hacerlo y de pronto sas nada de nada, saludos
metalchono
¡Es un agrado saber de ti, nuevamente! Esperamos que estés bien. En realidad, todo esto fue retomar lo que Gloria y yo vivimos durante los viajes del primer año y condensarlo en algo con más sentimientos. No te niego que me gusta mi secretaria y que al igual que me sugiere Marisol, me encantaría estar con ella una vez al día en el sillón de nuestra oficina. Pero también sé que Gloria me sirve más como ayuda que de amante y que si lo hiciera, las más perjudicadas serían mis pequeñas,
pepeluchelopez +1
@metalchono claro sobre todo lo mejor es tener claro que quieres del trabajo
metalchono +1
¡Exacto! Y para qué te miento con que la tentación llega cada mañana: los 2 sabemos que Oscar no le da lo suficiente y que conmigo, no la pasa mal. Saludos, amigo y que lo estés pasando súper.