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Más que aerosol, resultó un hidrante.

Era uno de los numerosos participantes (parientes, amigos, clientes o dependientes), del banquete de bodas de uno de los directivos de la empresa, que emplea a mi marido.
Un hombre bien parecido, pulcro, delicado, esmerado en la conducta y en el habla (eso creí hasta que, después de la cena, salí a bailar con él).
Fue justamente Miguel quien me lo presentó.
Con Roque y su esposa, además de otras dos parejas, compartimos la mesa y la cena bien “regada” con vinos de primera.
A la hora de bailar, pareció una consigna, los hombres invitaban a distintas mujeres, excepto esposas, concubinas o novias.
Hubo algarabía y algunos roces, bastante mal disimulados.
Después de bailar, brevemente, con los otros dos comensales, salí a la pista con Roque.
Bastó salir del campo visual de su esposa para que él comenzara a insinuarse.
-¡Que preciosa que sos!......¡Da gusto tenerte entre los brazos!....-
Yo vestía una pollera negra bien ajustada en mi cola y una blusa con escote casi atrevido. Él más alto que yo, tenía una inmejorable visión de mis senos
-¡Ese par de …bombones.. son la delicia de mis ojos!-
En cuestión de segundos ya estaba alisando mi cuerpo y, aprovechando la música un poco lenta, pegó su cuerpo al mío.
Me propuse comportarme, pero su aliento en mi cuello, sus susurros en mi oído y sus manos invasoras, me hacían erizar, turbar. Dejé que hiciera todo lo que tenía ganas, pues la penumbra del ambiente, creía yo, disimulaba el, claro, patente, manifiesto y mañoso deseo de tener relaciones amorosas conmigo.
Vista mi nula resistencia, me llevó bailando a la proximidad de una pared, para evitar miradas, y con una mano en mi culo, me apretó fuerte hacia él para que captara su erección.
¡Qué locura! Quedé embelesada con ese rígido volumen presionado en mi pubis. Bailamos dos piezas más y volvimos a la mesa como si nada hubiese ocurrido.
De regreso del baño, donde fui para remediar, un poco, la mojadura de mi bombacha con una toallita higiénica, Roque, aprovechó que nuestros conyugues estaban bailando, se sentó a mi lado y, celular en mano, me pidió el número del mío.
-¡No! Lo que dijiste e hiciste fue por la bebida que tomaste. No va a pasar más nada.-
El respondió que hablaba en serio, que tenía un deseo loco por mí, que sabía que yo también estaba queriendo “aquello”, que él sabía esperar, etc….
Le di mi número.
Terminada la recepción, camino a casa, oí la notificación de un mensaje entrante.
-Tenés un mensaje en tu teléfono- murmuró Miguel sin desviar la vista del camino.
-Es una propaganda- le respondí una vez que miré la pantallita.
Y qué propaganda. Leí: “ … ahora tenés mi número. Si cambiás de idea antes que me comunique, llamame ….. te garantizo que vas a gozar con mi compañía. Beso”
Al llegar a casa, a pesar de que era de madrugada, fui a tomar un baño y, pensando en él, terminé masturbándome y acabando como loca.
A mediados de la semana siguiente, estando sola en casa, sonó mi celular. Era Roque.
¡La pucha!!! ¡Temblé toda! Se me atragantaron las palabras.
- Sé que tu marido no regresó aún- murmuró a modo de prólogo, a continuación, descarado, atrevido en su lenguaje, me fue excitando. Comencé devolverle alguna cochinada.
Luego me preguntó con qué ropa estaba. Vestía una pollerita simple y una camiseta. Resolví mentir un poco.
-Estoy sólo con bombacha y corpiño blancos –
-¡Uhyyy! ¡Qué desperdicio no estar allí para bajar, bien despacito, esa bombachita y chupetear tu conchita!!-
¡Que zarpado! Mi raja temblequeó descontrolada y se me aflojaron las piernas.
-Me estoy masturbando, a todo trapo, oyéndote hablar- reveló.
No aguanté más su hablar lascivo y comencé a tocarme. Cuando llegué a la concha, que ya estaba mojada, comencé a respirar más profundamente. Él percibió que yo también me estaba masturbando:
-Imaginate….lo…..que….vas…a….disfrutar…..cuando….me….tengas….adentro- escuché entrecortado. ¡Mi Diosssss! Acabamos los dos, vía telefónica, el gimiendo bien alto, yo gritando de goce.
Concluí que no había otra que cogérmelo, de cuerpo, y pija, presente. Me dijo que tenía que ser durante el día, durante el horario de trabajo de su esposa. Acepté. No veía la hora que llegase el viernes, que era el día acordado. Salí antes de mi oficina y me produje y vestí con esmero y con lo mejor que tenía: un conjuntito de tanga y corpiño negro, medias también negras que resaltaban mis piernas, tacones finos y altos que empinaban mi cola y, encima, un vestidito corto y ajustado.
Quedé muy atractiva, a tono para un amorío y segura de que él quedaría complacido al verme.
Fui al lugar convenido. Era el estacionamiento de un shopping, al amparo de miradas comprometedoras. Me estaba esperando y, sin demora, entré en su auto. Nos saludamos con un beso en la boca y arrancó el motor. Camino al hotel, sazonó la conversación con manoseo en mis piernas y caricias en mi concha con interpósita bombacha. No me privé de tantear como él estaba.
Palpé un bulto, más que duro, pétreo. Para cortar el aliento.
Ya en el cuarto del hotel, nos besamos y toqueteamos como deseábamos, un largo rato hasta que él:
-Mostrame lo que tenés para darme, Laurita-
Me separé de él y le di la espalda. Fui quitándome el vestidito, bien despacio, para que no se perdiese nada de lo que estaba dejando a su consideración. Me incliné hasta tocar el piso con las manos, empinando mi cola hacia él. Ya no se contuvo, me levantó, me arrojó sobre la cama y me “arrancó” zapatos, bombacha, corpiño y medias. Se puso a chuparme y morderme toda, tetas, vientre, concha como enloquecido.
Yo me contorcía, gritaba y gemía de calentura:
- Huuummmmmmm!! aaaaaaaaaahhh!! ...¡Siiiiiiii…..qué delíciaaaaa…..seguiiii!!! - era lo que salía de mi boca.
De pronto se levantó y se desvistió. Yo no le quitaba los ojos de encima. Cuando se bajó el slip, fue como si me faltase el aliento: vi, inclinado ligeramente hacia arriba y apuntado hacia mí, un cilindro tieso y descomunal. Grueso, largo y surcado por venas hinchadas. De manera inusitada me vino a la mente el tubo de antitranspirante en aerosol, que había usado al arreglarme para la cita, por sus medidas, menores pero próximas, a las miembro que estaba contemplando y, vaya desvarío, la leyenda de alerta que había leído en él, se convirtió en algo como:
“Precaución elemento extremadamente expansivo. No posicionarlo cerca de la…..vulva”
Para decirlo en arameo antiguo era una inmensa poronga. Instintivamente llevé ambas manos sobre mi entrepiernas.
Roque sonrió y dijo que no temiese, que a más de una se lo había metido, con cero quejas.
Se acostó a mi lado Nos besamos apasionadamente, sentí su lengua jugando con mi lengua, sus labios en mis labios, besó mi cuello, lo dejó mojado de su saliva, ídem mis senos con los pezones duros y erectos. Besó tan rico que no quería que dejara de hacerlo. Me puso a mil. Mi concha estaba mojada y palpitaba de deseo. Abrí mis piernas, él se trepó encima mío,
Cuando sentí que la poronga comenzó a pasar por mi raya, estiré una mano y la encaminé directamente en la entrada. Sentí que su glande me iba invadiendo, mucho más “gordo” que el de mi marido, resbalando suavemente. En mi vida probé algunos pijones largos y gordos, pero nunca había catado uno de ese grosor y tamaño. Me lo tragué todo, me llenó completamente.
Sus movimientos rítmicos de sale y entra me provocaron gloriosas sensaciones, (y un par de orgasmos preliminares) mis piernas se entrelazaron en su cintura para que me penetrase profundamente una y otra vez, sentí como su entra y sale.....se volvía más fuerte y más rápido... yo estaba a punto de acabar otra vez, él también por primera vez .......su mirada me provocaba un inmenso placer, ...........aceleró su ritmo e hizo que a mi cuerpo lo recorriese una descarga eléctrica,.... ¡uuuuummmmooooooooohhhhhhhh!......... acabé........el también, en un mar de líquidos. El sacar su pene, aun parcialmente erecto, fue algo así como una botella llena boca abajo a la cual le quitan el tapón. La cantidad de mis humores y de su copiosa, desmedida lechada que se me escurrió desde la conchita empapó mis piernas, sabanas y colchón.
Han sido (han, porque fueron dos cogidas) de lo mejor que he experimentado en mi vida.....Un inmenso placer con un inmenso pene.
Ese día, quedamos en reincidir. Y así fue. Eso sí, nunca accedí a tener sexo anal con él.
Pobre su esposa, debe tener maltrecho el trasero.

3 comentarios - Más que aerosol, resultó un hidrante.

Pervberto
A veces los efectos de los productos son contrarios a lo que se proclama. Este muy bien escrito relato, en cambio, consigue su objetivo de deleitar a sus lectores y aumentar las temperaturas.