Post anterior
Post siguiente
El día anterior, le entregué mis reportes pendientes a Sonia y le informé sobre los vacíos que tuve que llenar.
o ¿Cómo está Pamela?- preguntó de forma desinteresada, mientras supervisaba mis acotaciones.
- Está bien. Ha disfrutado su viaje bastante…-respondí, pendiente a sus observaciones.
Sonia dio un suspiro intenso, se estiró y tras ajustarse los lentes, comentó:
o ¿Sabes? Me encantaría verla cómo ha cambiado.-confesó sonriendo, sin perder la concentración de mis documentos.- No la he visto desde que se casaron y me gustaría ver cómo anda ahora…
No puedo decir precisamente que Sonia y Pamela son amigas, pero su pensamiento me sobresaltó.
Tras medio minuto de silencio, estuve pensando los pros y los contras de su petición, hasta que finalmente, me decidí.
- ¿Por qué no vienes mañana a almorzar?
Sonia pausó su revisión, ajustó sus lentes de nuevo y me miró:
o ¿Estás bromeando?
- ¡Claro que no! ¡Ven mañana a almorzar con nosotros!
Me dio una sonrisa maliciosa…
o ¿Sabes que eso es una “decisión suicida”,verdad? Porque al momento que me vea con Bastían…
- ¡También estoy consciente de eso!- respondí, tratando de disimular mi temor.- Pero ya te dije que está indecisa… y me gustaría que le explicaras unas cosas.
Sonia es de esas mujeres seductoras, que gozan de los enredos y las situaciones complicadas. No obstante, ella también me conoce y aceptó, más intrigada por la forma que arreglaría ese inminente e innecesario desastre, que por el placer de ocasionarlo.
******************************
Ducha rápida con agua fría y partir al supermercado. Le pedí a Marisol que arreglara a las pequeñas y a Pamela, el favor de preparar un guacamole, mientras yo compraba pan y hot-dogs.
En el trayecto al ascensor, me encontré con Brenda a la salida de su departamento.
Por lo general, siempre coincidimos los sábados, ya que mientras Marisol se baña, arregla y cuida un poco a las pequeñas, yo bajo al supermercado a comprar algunas verduras y frutas frescas, para preparar el almuerzo y Brenda sale a visitar a su novio, para volver cerca de las 9 de la noche a su casa.
Honestamente, pienso que es una señorita adorable: tiene 17 años, de tez blanca, cabello rubio, largo y medianamente rizado, ojos celestes, claros como el mar, de 1.67 m de altura, senos medianos, bonita cintura, un redondo trasero, con una personalidad modosita, cortés y una voluntad de oro.
Ha sido nuestra niñera part-time por casi un año y hasta ese día, me miraba con el respeto de un señor y con una hermosa sonrisa sincera.
Sin embargo, esa tarde, tras saludarla, la noté titubeante a avanzar conmigo hacia el ascensor. Y ciertamente, guardó sus distancias cuando estuvimos a solas en el cubículo.
- ¿Pasa algo?- pregunté, al notarla tan tensa, encontraste a su personalidad jovial y optimista.
B ¡Oh,no! ¡Nada!- respondió impulsiva y nerviosa, confirmando mi sospecha.
- ¿Estás bien?
B ¡Sí,estoy bien!...-dio un largo suspiro y preguntó, mirándome a los ojos con dificultad.- ¿Cómo está usted?
Fue entonces que caí en cuenta. No voy a negar que nuestro apartamento sea lujoso,cálido y elegante. Pero el problema está en que la aislación entre departamentos deja bastante que desear.
El sonido, desde la primera noche que dormimos juntos con Marisol, ha sido un verdadero problema para Sarah y su hija Brenda, nuestras vecinas, ya que mi ruiseñor se excitó mucho aquella primera noche y gimió casi sin parar, al poder ver las luces de la ciudad a través del enorme ventanal de nuestro dormitorio, mientras hacíamos el amor.
Al día siguiente, tuve los reclamos de la madre y aunque hemos bajado los decibeles (y Sarah ya no protesta), hay ocasiones donde nos dejamos llevar por el placer.
Sin embargo, la noche anterior había pasado algo completamente distinto, en vista que el tono de Pamela es mucho más ronco y marcado que el de Marisol, por lo que no encontraba manera posible de justificarme ante ella.
- ¿Nos escuchaste?- pregunté, lamentándome perder el respeto de una niña tan decente.
B ¿Escucharles?¿Escuchar qué?- consultó, bastante colorada, confirmando mis sospechas y tratando de engañarme de la misma manera que lo hizo su madre 2 días atrás...
Apreté el botón de freno del ascensor, más motivado por la tensión de lo que esa dulce niña pudiese pensar de mí, que de intentar algo con ella. Aun así, eso la sobresaltó, al punto que inconscientemente, se llevó las manos a los pechos, con intención de protegerlos.
- ¡Discúlpame!- le pedí, honestamente arrepentido.- No fue mi intención…
La pobre muchachita parecía más alborotada aun…
B Pero…pero… ¿Por qué?- preguntó, forzando por primera vez, la sonrisa nerviosa con la que nos encontraríamos a futuro.
- Es… un arreglo que tengo con mi esposa…- le confesé con vergüenza.- Ha venido su prima de visita… y nosotros…
B ¿Es…es… su prima?- preguntó, incluso más colorada todavía.
- Sí, pero ella vuelve mañana a nuestro país.- le respondí, más amargado, sabiendo que esa chiquilla no me volvería a ver de la misma manera nunca más.- ¡Trataremos de ser más discretos y realmente, lo siento si te he molestado!
B ¿Molestarme?...es decir… yo no he escuchado nada.
Cuando llegó el ascensor al lobby, salió prácticamente corriendo y a partir de entonces, vez que le pido personalmente que cuide a las pequeñas para salir con mi mujer, me sonríe de esa forma nerviosa y forzada, motivo por el que Marisol me molesta constantemente con que yo le atraigo.
Al regresar de las compras, me encontré con mis princesas, jugando en el living con sus muñecas, mientras Marisol se duchaba y vestía. Entré a la cocina y para mi sorpresa, encontré a Pamela hablando por teléfono, vistiendo unos apretados bermudas de mezclillas y un tank-top negro, exponiendo su cintura morena y cautivador ombligo, junto con su imponente trasero y sus lascivos pechos.
* No, cariño… que he estado en lo de Mari todos estos días… ¿Cómo habéis estado tú? ¿Tenéis mucho trabajo?- le escuché decir en voz dulce.
Fugazmente, Pamela enrojeció al verme. Sonrió y se movió nerviosa de la cocina, dándome espacio libre para cocer las salchichas y calentar el pan y a pesar que nos brindábamos miradas furtivas, no fue uno de esos “momentos” donde le pones los cuernos a tu pareja, mientras le hablas por teléfono.
Sin embargo, de a poco, la conversación cariñosa empezó a tornarse más violenta…
* ¡Qué no, Juan! ¡Que ya os he dicho que solo heestado en lo de Mari! ¿Qué no entiendes?... ¡Joder!... ¡Juan, que así no es mi prima, carajos!... ¡Ostias, Juan! ¡Ostias, Juan!... ¡No seas bestia!... ¡Maldito gilipollas!
Pamela cortó, azotando el móvil con violencia contra el mueble y luego, me miró con mucho pesar.
* ¡Ese gilipollas!- empezó a hablar, intentando contener a la “Amazona española” que reside en ella.- Que ha creído que Mari y yo nos hemos ido de juerga… y que he follado con otros tíos en la disco…
No pude evitar sonreír un poco, porque a pesar que no había salido a bailar, sí había “follado conmigo”, aunque al parecer, ella no lo tomaba en cuenta.
- No lo culpo, Pamela.- le dije, abriendo la bolsa de salchichas y empezando a cocerlas en la olla.- Te lo dije desde el primer día.
Pamela enrojeció con un poco de furia…
* ¡Pero carajos, Marco, que ya no soy esa chica!
Y podía verlo en sus ojos: sus lindas aceitunas emanaban una fuerte y sincera convicción, de la misma manera que mi esposa (aunque con ojos color esmeralda) expresa, cuando creen que ella está mintiendo.
- ¡Lo sé, Pamela, y te entiendo!- le respondí, apoyando mi mano sobre su hombro.- Pero también me pongo en su lugar y sé que tampoco le es fácil.
* ¿De qué carajos hablas?
Ubiqué los panes en torno a la olla, de manera que se tostaran sin quemarse, lo que ayudó a mantener un poco el suspenso y su atención.
Una vez seguro que la cocina no necesitaba más cuidados, le pedí que nos sentáramos en un par de pisos.
- Pamela, llega un punto… cuando te enamoras de alguien más joven que tú… que sientes miedo…
Su expresión cambió a sorpresa.
- No se trata de desconfianza de la persona que amas, porque la conoces y sabes cómo es ella… pero te aterra pensar que pueda encontrarse con alguien más joven, más persistente y en el fondo, más atractivo que tú.
* ¡Pero carajos, Marco! ¡Que ya no soy esa chica!-demandó nuevamente Pamela.- ¡Juan me conoce y hemos salido por meses, joder!
- ¡Sí, Pamela, lo sé! Pero eso no quita que tú sigas siendo bonita…
Una vez más, líneas tan trilladas y que tantas veces se las dedicaron, a Pamela le causaban un mayor impacto, porque se las decía yo.
* ¡Pero Marco!... ¡Que ya no salgo a bailar, carajos!
- Pero eres linda, eres sexy y estás en un lugar completamente diferente… y a Juan le debe dar el mismo miedo que me daba a mí, cuando trabajaba en la mina.
Ese comentario dispersó el hechizo sobre Pamela, al darse cuenta que me refería a mi experiencia con Marisol.
* ¡Pero coño, Marco! ¡Que a Juan… yo le soy fiel!
Le era difícil mantener su cara de póker, mirándome a los ojos…
- ¡Lo sé!
* Quiero decir… tío… que si fueras tú mi prometido…yo… te sería fiel.- se esforzó en decir.
- ¡Lo sé y te creo!- respondí, revisando los panes que no se quemaran.- Pero aun así, me preocuparía por otros, Pamela… ¡Ya sabes!... yo no salgo mucho a bailar y beber no es lo mío…
* ¡Pero ostias, tío, que esas cosas ya no lashago!- me pidió, demandando mi completa atención.- ¡Lo único que hago es estudiar y estar con Juan, nada más!
- ¡Y lo sé, Pamela! ¡Créeme que de verdad lo sé!-le respondí, mirándola de forma sincera.- Pero también sé que esa vida tenía un atractivo para ti… y también tendría miedo a que recayeras.
* ¡Pero ostias, Juan!- dijo sin querer y luego, se retractó.- ¡Marco, que ya no hago esas cosas!… y si me pidieras que viviera contigo… pues, yo…
- Eso piensas tú ahora, Pamela. Pero si yo te hubiese conocido antes que a Marisol, hace mucho rato que no estaría a tu lado.
* ¡Claro que no, joder!- señaló exaltada y rubicunda.- Si tú te hubieses casado conmigo, yo…
Le toqué la nariz, para romper su concentración.
- Si yo te hubiese conocido antes que a Marisol, sería un cornudo y un eterno enamorado.- le interrumpí, haciendo que su mirada se dilatara.- Pamela, soy metódico y aburrido. Me es difícil cambiar y mis horarios son repetitivos. Tú eres hermosa y joven y al poco tiempo, te habrías aburrido de mí y habrías buscado a otros…
* ¡Que no, Juan! ¡Que no!- exclamó de nuevo, sin darse cuenta de su confusión.- ¡Ostias, que yo te amo, tío! ¡Yo te amo!
Y empezó a llorar. La abracé y la acaricié entre mis brazos.
-¡Pamela, yo lo sé! Pero piensas eso, por las cosas que hemos vivido juntos. Si fueras la de antes, la Pamela que conocí al principio, no me considerarías… incluso, en esa época, yo no te simpatizaba… y yo te habría aceptado cualquier cosa, con tal de tenerte a mi lado… si hubieses estado con otros, ¿Qué podría haber hecho yo, si era uno más del montón?
Pamela me abrazó con mayor fuerza, al escuchar eso.
* ¿Por eso… te casaste con Mari?- preguntó entre sollozos.
- ¡No!- respondí, sonriendo más satisfecho de la mejor decisión de mi vida.- Lo que siento por tu prima es más grande que eso… y ahora, me doy cuenta que también te amo, pero a Marisol, no la puedo dejar.
Entonces, Pamela me miró más afligida y se secó un poco las lágrimas que rodaban por sus preciosas mejillas morenas.
Tampoco la culpo por dejarme solo en la cocina.
Después de todo, es difícil escapar de uno mismo, a cómo era uno antes.
Post siguiente
4 comentarios - Arroz con leche (XIII)