Era un día cualquiera de invierno, ella estaba en el trabajo haciendo unas llamadas, resolviendo algunos asuntos con unos clientes.
Cuando de repente, de la nada él invadió sus pensamientos. Se le cruzó una imagen muy puntual: la de él mordiéndole los pezones en aquella noche que compartieron. Aquella noche donde brindaron por el rinconcito que lograron armarse lejos de todo y de todos, y por una hermosa conexión sin histerias, sin reproches ni confusiones.
El recuerdo la agarró por sorpresa, no había pensado en él en largo tiempo, ¿Porqué ahora? Miró hacia abajo, contemplando su escote (profundo, provocativo, formado por una camisa ajustada, blanca, que dejaba marcado el encaje de su corpiño del mismo color) y notó que sus pechos habían reaccionado al recuerdo. Sentía duros los pezones, incluso a traves del corpiño y de la camisa. Parecía que él estaba ahí, recorriéndola con la yema de los dedos.. y su cuerpo nuevamente reaccionaba al recuerdo. Empezó a sentir un suave corriente eléctrica recorriéndole la espalda, desde el cuello pasando por la cintura, y bajando hasta los muslos.. y de vuelta.
Apenas pudo recuperar la compostura, pero ya era tarde: su interlocutor al teléfono ya había notado el cambio en su voz y preguntaba insistentemente si ella se sentía bien.
- Si, si. Decime, ¿en que color vas a querer que haga la presentación? Por que dejarlo asi todo naranja es imposible. Hay que cortarlo con algo..
Pero era en vano, lograba prestar atención a una o dos oraciones, y los recuerdos y las sensaciones volvían a asaltarla. Ahora recordaba aquellas largas, larguísimas conversaciones por chat donde jugaban al amo y a la sumisa. Tenían un juego donde el le daba consignas diarias, y castigos si no las cumplía. Los dos sabian jugar y disfrutar sus respectivos papeles. A pesar de la distancia de sus cuerpos, se disfrutaban mutuamente.
Nuevamente el interlocutor la saca de sus pensamientos, pero ya no podía disimularlo. Le dice que luego lo llama, y corta. Se sentó en su silla, se recostó por el respaldo y pudo sentir como los recuerdos lograron humedecerla. Sentía un humedo calor en la entrepierna, y su cuerpo le pedía a gritos que se propiciara algunas caricias. Se sirvió un poco de agua en un vaso, miró al aire acondicionado a ver si estaba prendido y funcionando, y se volvió a sentar.. esta vez mas erguida con las manos apoyadas en su escritorio, intentando recuperarse.
Nada funcionaba. Ahora iba un poco mas atras en el tiempo y recordó cuando todo empezó. Ella al principio muy inocente, muy tímida. Y él tan decidido a conseguir lo que queria: fotos de ella, aunque no fueran desnuda, si provocativas. Al principio ella se negaba, alegando que su cuerpo no cumplía con los estandares de belleza, y que eso la incomodaba. Él insistiendo -paciente y respetuosamente- en que eso lo calentaba mucho más. Hasta que llegó el día. Casi como si él fuera el fotografo a la distancia la iba guiando, diciéndole fotos de qué y cómo quería. Ella usando sus trucos mágicos para que no se notara eso que a ella le incomodaba. Él brindándole todo tipo de elogios por lo cada vez más atrevidas de las fotos.
No puede resistir más. Quiere, necesita calmar este remolino de sensaciones. Se disculpa con su supervisor y se retira al baño. Se asegura que no haya nadie y se mete a uno de los box. Llevaba una falda tubo color azul intenso. Se la levantó hasta la cintura, y metió sus manos por debajo del culotte que llevaba haciendo juego con el corpiño. Soltó un gemido apenas sus dedos rozaron su clitoris. Ella volaba de calentura. Su clitoris, aun más. Hinchado, latente, humedo.
Su cuerpo no demoró mucho en pedirle que se penetre con uno o ,¿porqué no?, dos dedos. Y así lo hizo, seguido de otro gemido. Una vez que estuvieron dentro suyo haciendo círculos, con el pulgar se estimulaba el clitoris, haciendo que todo su cuerpo tiemble de deseo. Tanto que tuvo que apoyarse por la mochila del inodoro para no caerse.
Necesitaba ademas calmar el deseo que tenían sus pechos de ser tocados. Así que se sentó, abrió las piernas, y mientras volvía a introducir sus dedos y jugar con su clitoris empezó a tocarse con la otra mano las tetas. Primero sobre la ropa, luego desabrocho la camisa y corrió el corpiño dejando al descubierto aquel pezón endurecido de placer. Lo rozó con los dedos, lo apretó, pellizcó, y estiró.
Sentía que estaba a punto de acabar cuando alguien entró al baño. Ya era tarde, ya no podia contenerlo más, asi que en el mayor de los silencios siguió tocandose intensamente y acabó en un ahogado y silencioso orgasmo.
Se acomodó la ropa, salió del box, se miró al espejo y saló del baño. Salió renovada, como nueva, sonriendo pícaramente. Aún pensando en el atrevimiento de él en invadir de esa forma sus pensamientos.
Cuando de repente, de la nada él invadió sus pensamientos. Se le cruzó una imagen muy puntual: la de él mordiéndole los pezones en aquella noche que compartieron. Aquella noche donde brindaron por el rinconcito que lograron armarse lejos de todo y de todos, y por una hermosa conexión sin histerias, sin reproches ni confusiones.
El recuerdo la agarró por sorpresa, no había pensado en él en largo tiempo, ¿Porqué ahora? Miró hacia abajo, contemplando su escote (profundo, provocativo, formado por una camisa ajustada, blanca, que dejaba marcado el encaje de su corpiño del mismo color) y notó que sus pechos habían reaccionado al recuerdo. Sentía duros los pezones, incluso a traves del corpiño y de la camisa. Parecía que él estaba ahí, recorriéndola con la yema de los dedos.. y su cuerpo nuevamente reaccionaba al recuerdo. Empezó a sentir un suave corriente eléctrica recorriéndole la espalda, desde el cuello pasando por la cintura, y bajando hasta los muslos.. y de vuelta.
Apenas pudo recuperar la compostura, pero ya era tarde: su interlocutor al teléfono ya había notado el cambio en su voz y preguntaba insistentemente si ella se sentía bien.
- Si, si. Decime, ¿en que color vas a querer que haga la presentación? Por que dejarlo asi todo naranja es imposible. Hay que cortarlo con algo..
Pero era en vano, lograba prestar atención a una o dos oraciones, y los recuerdos y las sensaciones volvían a asaltarla. Ahora recordaba aquellas largas, larguísimas conversaciones por chat donde jugaban al amo y a la sumisa. Tenían un juego donde el le daba consignas diarias, y castigos si no las cumplía. Los dos sabian jugar y disfrutar sus respectivos papeles. A pesar de la distancia de sus cuerpos, se disfrutaban mutuamente.
Nuevamente el interlocutor la saca de sus pensamientos, pero ya no podía disimularlo. Le dice que luego lo llama, y corta. Se sentó en su silla, se recostó por el respaldo y pudo sentir como los recuerdos lograron humedecerla. Sentía un humedo calor en la entrepierna, y su cuerpo le pedía a gritos que se propiciara algunas caricias. Se sirvió un poco de agua en un vaso, miró al aire acondicionado a ver si estaba prendido y funcionando, y se volvió a sentar.. esta vez mas erguida con las manos apoyadas en su escritorio, intentando recuperarse.
Nada funcionaba. Ahora iba un poco mas atras en el tiempo y recordó cuando todo empezó. Ella al principio muy inocente, muy tímida. Y él tan decidido a conseguir lo que queria: fotos de ella, aunque no fueran desnuda, si provocativas. Al principio ella se negaba, alegando que su cuerpo no cumplía con los estandares de belleza, y que eso la incomodaba. Él insistiendo -paciente y respetuosamente- en que eso lo calentaba mucho más. Hasta que llegó el día. Casi como si él fuera el fotografo a la distancia la iba guiando, diciéndole fotos de qué y cómo quería. Ella usando sus trucos mágicos para que no se notara eso que a ella le incomodaba. Él brindándole todo tipo de elogios por lo cada vez más atrevidas de las fotos.
No puede resistir más. Quiere, necesita calmar este remolino de sensaciones. Se disculpa con su supervisor y se retira al baño. Se asegura que no haya nadie y se mete a uno de los box. Llevaba una falda tubo color azul intenso. Se la levantó hasta la cintura, y metió sus manos por debajo del culotte que llevaba haciendo juego con el corpiño. Soltó un gemido apenas sus dedos rozaron su clitoris. Ella volaba de calentura. Su clitoris, aun más. Hinchado, latente, humedo.
Su cuerpo no demoró mucho en pedirle que se penetre con uno o ,¿porqué no?, dos dedos. Y así lo hizo, seguido de otro gemido. Una vez que estuvieron dentro suyo haciendo círculos, con el pulgar se estimulaba el clitoris, haciendo que todo su cuerpo tiemble de deseo. Tanto que tuvo que apoyarse por la mochila del inodoro para no caerse.
Necesitaba ademas calmar el deseo que tenían sus pechos de ser tocados. Así que se sentó, abrió las piernas, y mientras volvía a introducir sus dedos y jugar con su clitoris empezó a tocarse con la otra mano las tetas. Primero sobre la ropa, luego desabrocho la camisa y corrió el corpiño dejando al descubierto aquel pezón endurecido de placer. Lo rozó con los dedos, lo apretó, pellizcó, y estiró.
Sentía que estaba a punto de acabar cuando alguien entró al baño. Ya era tarde, ya no podia contenerlo más, asi que en el mayor de los silencios siguió tocandose intensamente y acabó en un ahogado y silencioso orgasmo.
Se acomodó la ropa, salió del box, se miró al espejo y saló del baño. Salió renovada, como nueva, sonriendo pícaramente. Aún pensando en el atrevimiento de él en invadir de esa forma sus pensamientos.
7 comentarios - Recuerdos, deseo y orgasmo
van 10 y te sigo
te invito a leer mis relatos cuando gustes... beso Vikingo
de esos que nunca se saben hasta donde son fantasias y hasta donde la realidad.
en cualquier caso, la reaccion al imaginarla es bien real