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Decir que aquel beso fue erótico y excitante sería solo una ínfima parte de la verdad.
Me atrevería a decir que casi fue terapéutico. Si Lizzie (nuestra niñera de Adelaide, artista plástica y actualmente, comerciante de arreglos florales) lo hubiese visto, tal vez lo hubiese comparado con la belleza de la naturaleza en las obras de Monet o con el misticismo de Miguel Ángel, en sus representaciones religiosas más simbólicas.
Lo cierto fue que, para mí, era comparable con la belleza y simplicidad del arcoíris de un haz de luz refractado, tras atravesar un prisma de cristal.
Fue un beso tierno y cariñoso. Noté que en la fugaz sonrisa de mi Ruiseñor iba una especie de agradecimiento intrínseco y que sus labios se adosaron sobre los de su prima casi sin ningún deseo sexual.
Como si solo tratasen de consolar.
Por el extremo receptor, por otra parte, Pamela parecía demandarlo ya, fuese un beso de mí o de alguien, pero que lo recibiese de Marisol, le pareció una grata sorpresa.
Una vez más, debo insistir que Pamela es heterosexual completamente. Pero en esos breves segundos, aquello trascendió a un segundo plano.
También debo decir que en esos momentos, Pamela se rindió a su prima y que disfrutó de aquel beso. Que su expresión, durante el éxtasis de tener sexo conmigo, se transfiguró de forma radical, como si en un par de segundos se sorprendiese y tras un parpadeo, mandase todo lo demás al carajo.
Finalizando con esta paupérrima descripción de aquel interesante suceso, solo diré que yo estaba maravillado: Pamela, con esa piel eternamente bronceada, su cautivador cabello corto azabache, esos labios tan carnosos, con esos rasgos europeos tan concisos y guerreros, estaba completamente desarmada y con los ojos cerrados, disfrutando de los delgados e inocentes labios de Marisol, cuya blancura de piel, su nariz tan larga y esbelta y esos singulares ojos verdes, complementados con sus alisados cabellos castaños, me hacía pensar en la belleza de un ángel, besando a una guerrera o el romance prohibido del sol con la luna, durante un eclipse solar.
Su beso se prolongó incluso más allá de mi eyaculación y las caricias que se dieron estuvieron sobrecargadas con dulzura, de esa forma tan caritativa y particular que 2 mujeres pueden entregarse.
Y por si eso fuese poco, cuando ese beso terminó y Pamela abrió finalmente los ojos, volví a ver a la tímida chiquilla, atemorizada por las pruebas de ingreso a la universidad y que por las noches, me susurraba que la abrazase por los pechos y que “si quisiese, me dejaba encularla… con tal que la dejara dormir tranquila después.”
En pocas palabras, a la dulce Pamela que yo dejé antes de casarme.
Recuerdo con gran detalle la forma en que se miraban: Marisol acariciaba el tierno rostro de su prima con extrema dulzura, mientras que Pamela se limitaba solo a sonreír y a seguir el trazo de los dedos de mi amada, como si se tratase de una gatita negra mimada.
+¿Viste que no fue tan malo?- preguntó mi cónyuge, sin atisbo de celo en sus ojos ni en su sonrisa.
* ¡No!... él siempre ha sido el que mejor me ha cogido…- confesó Pamela, emborrachada en el placer.
Marisol estalló en una breve risita, pero luego, su mirada tomó mayor consistencia y satisfacción, pudiendo yo atisbar la picaresca malicia en sus ojos y esa ansiedad nerviosa en sus palabras, insegura que pudiesen plasmar la totalidad de sus pensamientos.
+¡Por eso te digo que no deberías casarte!- insistió, con esa sonrisa de satisfacción que le desbordaba del rostro.- Él todavía te ama… y mucho… y si tú vienes de visita y quieres estar con él, te prometo que yo no me enojo y te lo presto… y si te dan ganas de tener un bebé, pues…
No fue necesario que completara esa oración, ya que la mirada de ambas brillaba de forma chispeante, esperando mi aprobación. Como si eso fuese algo tan fácil para mí…
- Bueno… entonces, ¿Ahora puedo estar contigo?- le pregunté a mi esposa, cambiando de tema y sintiendo cómo las ganas volvían a mí.
Marisol no esperaba el comentario y preguntó en uno de sus coquetos pucheros.
+¿Cómo me pides eso?... ¡No has estado con Pamela por 2 años!
- Sí, pero contigo, no he estado 3 días…-respondí, literalmente hambriento por ella.
En ese instante, Pamela interrumpió la conversación…
* ¡Ostias, cariño!... ¿Cómo podéis ponerte así de duro tan rápido?
Las palabras de Pamela abochornaron más a Marisol, enrojeciendo por completo y mirando hacia otro lado por algunos instantes.
+ Pero… si ni siquiera le has comido los pechos…-exclamó mi Ruiseñor, como quien no quiere la cosa.
* ¡Lo sé!... pero por algo, me casé contigo… y de verdad que te extraño.- fue mi única respuesta.
Y sé que estas palabras, para este tipo de páginas, pueden sonar extrañas. Pero la verdad es que para mí, hacerle el amor a Marisol es uno de los más grandes placeres en esta vida.
No sé si será producto de mi personalidad obsesivo-compulsiva, o porque fuimos amigos por tanto tiempo. Tal vez, porque pasó casi medio año dándome sexo oral, sin poder retribuirle por nuestra diferencia de edades o a lo mejor, se debe a los largos turnos de trabajo que tuve los primeros años en la minera o simplemente, porque las mejores experiencias de mi vida, las he disfrutado junto con ella.
Como fuese, el mejor momento de mi día es acostarme con Marisol y disfrutarla hasta el cansancio.
O bien, desfogar mis frustraciones de no estar a su lado con la chica que tenga más a mano.
Ese es el motivo por el que a Hannah poco le importa su esposo Douglas cuando viajo a Perth, como de la misma manera Gloria, mi secretaria, perdió la virginidad anal aquellos últimos días antes del nacimiento de mi pequeña Alicia, temas que espero narrar prontamente.
Pero regresando a esos mágicos momentos, notaba a Marisol entre avergonzada e indecisa a mi propuesta.
+¡Por favor!- me pidió, acariciando mi mejilla.- ¡Hazlo una vez más, por mí, con ella arriba y descúbrele los pechos y a la siguiente, te prometo que me toca a mí!
Sus ojos eran tan tiernos en esos momentos, que no pude resistir obedecerle y sin siquiera imaginar la noche que nos esperaba a los 3.
Como fuese, Pamela se notaba contenta, cuando la ubiqué arriba.
* ¡Cielos, cariño! ¡Tu polla es tan buena, que no se baja ni desinfla un pelín, joder!
Empezó a menearse despacio, con cadencia, hacia adelante y hacia atrás, exhalando constantemente. Sus pechos estaban hinchados como pasteles de chocolates, con los pezones erguidos coronando los deliciosos postres y gritando porque alguien los mordiera y Pamela estaba tan contenta, que dejaba caer su cabeza un poco hacia atrás.
* ¡Cariño, cariño, que me encanta tu polla! ¡Que me la cogería todos los días!
Y entonces, apareció Marisol, con el consolador oscuro que usa cuando no duermo con ella.
* ¡Ostias, Mari! ¡Ostias, Mari! ¿Qué queréis hacer, belleza?- preguntó, imaginando lo que le esperaba…
Marisol le sonrió con una simpleza impecable…
+No… es que quería mostrártelo… porque yo encuentro que es de su mismo tamaño… y quería saber si tú piensas lo mismo…
Pamela estaba excitada, dado que Marisol no perdía un segundo del movimiento de su cintura y no había que ser un psíquico para comprender las intenciones de mi mujer.
* ¡Ostias, Mari! ¡Ostias, Mari! ¡Que no la metas en mi culito, mujer, que Amelia ya me lo ha roto!- demandó Pamela, pero notaba que cargaba más su cintura hacia atrás.
+¡No, si no te la voy a meter brusco! ¡Te lo prometo!- aseguró mi mujer.- ¡Te la voy a meter, igual que la mete él!
Y dicho eso, Pamela empezó a chillar de gozo. Su trasero seguía apretado, pero sus pechos rebotaban con una gran satisfacción al sentirlo adentro.
Era todo un espectáculo ver a Pamela cabalgarme con el consolador entrando en su trasero: sus movimientos eran tan violentos, que sus deliciosos pechos se sacudían como péndulos descoordinados y cada embestida, aparte de desbaratarla físicamente, parecía volverla loca.
* ¡Ostias, Mari! ¡Ostias, Mari! ¡Qué rico es esto!- exclamaba, meneándose cada vez, con mayor velocidad…
+¡Lo sé! ¿Verdad? A veces, me la mete así cuando me da por la colita…- confesó mi esposa, siguiendo el ritmo y siempre sonriendo.
Pero fue en esos momentos que percibí los deseos de mi esposa por sodomizar a su prima…
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En realidad, debieron pasar algunos días más, para confirmarlo. Mientras estábamosa solas, disfrutando el atardecer en la cabaña que habíamos arrendado en Tailandia, le pregunté a mi esposa si aquello fue cierto.
Al principio, se fue en negativas, diciendo que solamente era un juego, que “era algo del momento…”. Pero a medida que le empecé a contar cómo yo percibí lascosas, los recuerdos la empezaron a excitar y en efecto, me lo acabó confesando.
Me contó que todo empezó un par de años atrás, para la noche de un año nuevo, donde mi esposa terminó sodomizando a su hermana y a su amiga azafata, Diana, con el consolador doble que su hermana tenía y la experiencia fue tan gratificante, que “le despertó el antojo” por intentarlo con su prima.
Posteriormente, cuando se involucró con su amiga Lara, en vista que su cintura y figura física era muy parecida a la de Pamela, muchas veces se imaginó sodomizando a su prima con ese enorme consolador y en vista que Lara gemía y se excitaba más, a medida que Marisol se volvía más brusca, esos deseos se terminaron concretando en lo que sucedió aquella noche que compartimos con Pamela.
Demás está decir que tras esa confesión, Marisol tuvo algunos problemas para caminar y para sentarse por un par de días, aunque su sonrisita radiante fuese imborrable.
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Iba todo en el movimiento de pelvis que mi esposa inconscientemente llevaba, apegando su cuerpo a la base del consolador. Además, también notaba cómo se le iban los ojos a mi señora hacia los pletóricos pechos de su prima, aprovechando de acariciar uno de sus muslos y apegar sus labios por encima de los hombros, mientras que Pamela se dejaba llevar y meneándose cada vez, con mayor fuerza.
* ¡Ostias! ¡Qué rico! ¡Qué rico! ¡Joder!- se quejaba en un ardiente crescendo.
Y fue en esos momentos que llegué a la conclusión, de casarse Pamela con cualquier sujeto, debería reservar semanas o incluso, un par de meses si viniese a visitarnos, en vista que tanto yo como su prima la estaríamos atendiendo constantemente en la cama.
* ¡Ostias, Mari! ¡Ostias, Mari! ¡Rómpeme más el culo, cariño!- suplicaba Pamela, completamente desbocada en placer.
Y esto gatilló la aparición del lado sádico de mi mujer…
+¿Lo ves? ¿Lo ves, primita? ¡No puedes casarte! ¡No puedes casarte! Porque si te casas, no podrás disfrutar esto un montón…- le respondió, besándole en el cuello y clavándole el falo de goma con mayor fuerza.
* ¡Ay, Mari! ¡Ay, Mari! ¡Que ya no sigas!...-gemía producto de ello, con enormes convulsiones.
+Dime quién te folla mejor: si mi marido o Juan…
* ¡Ostias, no, Mari!
+ ¡Dímelo, o te la saco!- le amenazó mi esposa, con inusual violencia y “susurrándoselo” (A pesar del bullicio, lo pude escuchar claramente) al oído.
* ¡Ostias, Mari! ¡Ostias, Mari! ¡Tu marido, joder!...
Y Marisol sonreía con completa satisfacción…
+¿Y quién te rompe mejor el culo? – le susurró, meneándosela con verdadera perfidia.
* ¡Tú, Mari! ¡Tú!
Marisol y yo nos miramos y por unos segundos, nos sonreímos: teníamos a la “Amazona española” completamente sometida.
+¡No, tonta! ¡El que mejor te rompe el culo es mi marido! ¿Entiendes?- se atrevió a decirle, dándole un leve azote con la palma a una de sus pompas.
Pero eso excitó a Pamela aún más, dejando caer su cuerpo completamente sobre mí.
+ Nadie más te puede romper el culo, aparte de mi marido, ¿Entiendes? ¡Nadie! ¡Nadie!¡Nadie!
* ¡Ahh, sí, Mari, sí, haré lo que me pidas!
+¿Quién te puede romper el culo? ¿Quién te puede romper el culo?
* Solo tú… y tu marido… ¡Ay!... tú y tu marido…-respondía a sus azotes, disfrutándolos entre el dolor.
Por momentos, el frenesí de Pamela me recordaba una tetera a punto de hervir y cuando su cuerpo no podía aguantar más, demandó completamente desbandada.
* ¡Marco, cariño, córrete, por favor! ¡Córrete en mí, mi amor! ¡Ostias, cariño! ¡Ostias, cariño! ¡Ah! ¡Ahhh! ¡Ahhhh! ¡Joooder!¡Gaaaah!
Los 3 quedamos exhaustos, jadeando y brillantes en transpiración. Pamela no se dormía, pero estaba acomodada en mi pecho, con ojos cerrados, escuchando mi respiración.
Y entonces, mientras acariciaba a la rendida Pamela, Marisol se acercó para corroborar su victoria, momento oportuno para preguntarle:
- ¿Ahora, sí?
Y sé que si Pamela hubiese estado un poco menos cansada, algo habría comentado al respecto.
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1 comentarios - Arroz con leche (X)