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UTE doblemente gratificante.

Una Unión Transitoria de Empresas (UTE), como contrato de colaboración para solventar los problemas derivados de un emprendimientos que por su magnitud excedía el marco de una sola empresa, hizo que me trasladase a otro país para resolver un complicado problema de diseño, en conjunto con personal de la otra “pata” de la UTE.
La mencionada “pata” resultó ser muy preparada y capaz, profesionalmente, e infartante físicamente.
Ivana, apenas arriba de los 40, el lunes a primera hora, me dejó impactado y perplejo cuando me fue presentada.
Impactado: por su belleza, gentileza, soltura en el trato.
Perplejo: por su, notable, parecido a una mujer famosa, que, recién a la noche del primer día en la soledad del hotel, pude individualizar: la actriz de una de las versiones del film Misión Imposible (Michelle Monaghan).
Independientemente del parecido de su cara con otra mujer, tenía atributos de sobra para resultar atractiva: Alta 1,70, rostro con poco maquillaje y aspecto natural, labios carnosos y apetecibles, cabello castaño largo, sedoso y bien cuidado, pechos de forma realzada por escotes, que mostraban e insinuaban pero dejaban espacio a la imaginación, cintura estrecha y caderas pronunciadas sin llegar a anchas, trasero suavecito grato a la vista y piernas largas cubiertas por medias ajustadas y, frecuentemente, puestas a la vista por polleras o vestidos, levemente desubicados.
Trabajamos la mayor parte del tiempo solos con, intercaladas, reuniones con varios técnicos con el fin de evacuar dudas o evaluar alternativas.
Contábamos con tiempo limitado (5 días) para completar la tarea. Avanzado el segundo día, desconfiamos cumplir a tiempo.
-Juan, creo que vamos a necesitar más horas que las estimadas ¿Qué te parece si les dedicamos algunas horas más por día, al proyecto?- planteó ella
-Por mí no hay problemas, en quedarme después de hora, estoy solo aquí, pero ¿Vos? -
Demoró unos instantes, como sopesando la respuesta.
-Mirá, mi marido está de viaje, …. Como habitual …. Mi madre, va estar feliz de llevarse las nietas a su casa, después de la escuela –
El “como habitual” me sonó a resentimiento. Presentí algo encubierto y oculto:
-¿Tu esposo viaja seguido?- indagué
-¡Mucho! Gana muy bien pero, ….., está poco en casa, …-
Deduje que Ivana, apreciaba el bienestar económico pero no se sentía complacida sentimentalmente o sexualmente.
Excluyendo que yo, de tanto en tanto, las desnudaba con la mirada y me excitaba, y a ella no le pasaba desapercibida mi turbación, los dos días siguientes, estuvimos con dedicación, casi exclusiva, a la tarea que nos había convocado.
Al medio día, almorzábamos las dos solos y la conversación, oral, era sobre generalidades de nuestras vidas y de la actualidad. Los ojos hablaban de deseo y el esfuerzo de ocultar o encubrir con astucia lo que pensábamos y sentíamos era un fracaso. Mis erecciones recurrentes.
El día siguiente viernes y último laborable de mi estadía, al filo del mediodía, entregamos, al directivo local, el trabajo terminado.
Almorzamos con él y otros tres dirigentes, que se declararon satisfechos con nuestro desempeño.
De regreso a la oficina, para retirar mis efectos personales, Ivana (a la luz de lo sucedido después), visto que yo no hacía explícito mi deseo venéreo, que coincidía con el suyo, pidió que fuésemos por un café a un bar próximo a la empresa. Accedí, por supuesto.
Allí no tardó en proponer, de modo velado pero inconfundible, ponerle un broche de oro a nuestro corto trato laboral.
-…… me encantó compartir contigo estos pocos días ……. Te voy a extrañar…. ¿Qué te parece si aprovechamos, juntos, el poco tiempo que falta para que viajes de regreso a tu país? –
Ante mi mirada inquisidora, agregó, con un mohín desafiante:
-Mi marido no está, mi mamá no va a tener inconvenientes en cuidar de las nenas, Cenamos, …… , en casa, ….., y disfrutamos las horas que nos quedan. ¿Querés?-
No había modo que rechazase el convite. Arreglamos que la esperaría, a las 19:00, en un bar y que, de allí en su auto, iríamos a su casa.
Con la calentura in-crescendo que iba acumulando, me entró pánico de una eyaculación precoz, que dejaría defraudada a Ivana en la primera cogida. Yo, supongo que como la mayoría de los hombres, duro mucho más tiempo en el segundo / tercer polvo, que en el primero. Teniendo presente que, habitualmente, necesito entre 45 minutos y una hora, entre el orgasmo y una nueva erección, a las 18:30 me masturbé y eyaculé pensando en Ivana.
A la hora acordada, subí al auto y, ella, como para disipar toda duda, me recibió con un beso en la boca, breve pero intenso. Después de andar un buen trecho, detuvo el vehículo y pidió que me acostase en la butaca trasera, a resguardo de eventuales miradas del vecindario al ingresar el auto en el garaje cerrado.
Entramos y, yo desaforado y con la verga tensada, la besé, la levanté tomándola de las nalgas y la llevé en vilo, hasta que, en la tercera puerta abierta, di con el dormitorio. Me llevó un instante sacarle el vestido, mientras que Ivana protestaba:
-¡Qué atropellado que sos!!! …. Te invité a cenar …..-
-En eso estamos, voy a comerte a bocados- le repliqué mientras la acostaba, le sacaba los zapatos y, de pie al lado de la cama, comencé desnudarme. En el mientras tanto ella se despojó del corpiño y con una flexión, hábil y sugestiva de las caderas, se deshizo de la bombacha. Arrodillado, al pie de la cama, metí la cabeza entre sus piernas, le di un beso fugaz en la concha, subí a darle sendos chuponcitos a las tetas, Volví a arrodillarme y, verga en manos, le froté ida y vuelta, con el glande la hendidura vaginal.
Se puso a sacudir violentamente la cabeza a derecha e izquierda, gimiendo. Interpreté que con ese movimiento me estaba diciendo “¡No demores más, métela!”. Le hice caso, me acosté sobre ella y le fui entrando mientras mi boca se pegaba a la suya. Yo le metí toda mi verga, ella me metió toda su lengua. Y cogimos, de modo impetuoso, ardiente y lleno de pasión, un buen rato. Después de un primer orgasmo de Ivana, sentí la eyaculación próxima. Empujé la pija lo más profundo posible y la dejé ahí, para tomarme un breve descanso y recargarme. Con un breve movimiento circular de las caderas, al presionar y frotar su clítoris, le di mucho placer a ella que no demoró en tener el segundo orgasmo. Una vez que percibí que mi excitación se había reducido lo suficiente, reanudé el entra y sale. La culminación no se puede explicar con palabras. Ambos sentimos y manifestamos ruidosamente, un enorme deleite.
Acostados compartiendo almohada hablamos de eso y otras cosas, intercaladas con besos, halagos y caricias, durante más de media hora.
-Estoy toda transpirada, voy a darme una ducha y cenamos –
Se estaba colocando la gorra de goma para no mojarse el cabello, cuando asomé mi cabeza en el baño:
-¿Puedo ducharme contigo?-
Río cómplice y asintió con la cabeza. Ya metí manos, mientras ella, con el brazo extendido, verificaba la temperatura del agua. Debajo de la ducha fue un descontrol de manoseos mutuos y una nueva erección mía.
La higiene no terminó con el enjuague de nuestros cuerpos enjabonados. Ivana, estiró un brazo y trajo, en el recinto-ducha un banquito blanco y me empujó hasta que me senté en él. Ella se acomodó, piernas abiertas sobre las mías, se introdujo la verga y comenzó a cabalgarme con bríos.
Es el día de hoy que me pregunto cómo, el pequeño banquito, aguantó las acometidas impetuosas de Ivana, que una vez que acabó (y me hizo acabar) me besó, cerró el agua, se envolvió en una toalla y me ofreció otra para mí.
Cenamos cubiertos por batas. Ella con la suya rosada, yo con una blanca, de su marido.
Ambas prendas terminaron en el piso cuando volvimos a acostarnos y nos regalamos el tercer polvo, que no fue el último.
Hubo un mañanero de despedida piel a piel.
Ivana me llevó en su auto hasta la cercanía de mi hotel. En el trayecto, una vez recuperada la vertical después de acostarme en la butaca trasera para dejar atrás el garaje, ella me manifestó su aprecio y admiración:
-¡Lástima que te vas, te voy a echar de menos! En el escritorio tenés talento y cualidades fuera de lo común-
-Muchas gracias, vos también sos extraordinariamente capaz- le devolví el cumplido
-Gracias- respondió y siguió manejando callada.
Una vez detenido el auto, para mi descenso, nos dimos un beso prolongado y nos prometimos mantenernos en contacto.
Antes de arrancar de nuevo para regresar a su casa, bajó el vidrio de la ventanilla derecha y en voz baja, pero audible y con un mohín sugerente:
-¡Ahh lo del escritorio está dicho, pero en la cama estuviste superlativo!- me tiró un beso con la mano y partió sin darme tiempo a la réplica. Hubiese sido, alucinante para el amor, mi calificación para ella.

2 comentarios - UTE doblemente gratificante.

kramalo
muy bueno...!! los mejores levantes..., casi siempre, se vuelven irrepetibles e inalcanzables....saludos.