En casa todos estábamos esperando a Ricardo para que nos contara la visita a casa de la acompañante del alcalde pero cuando lo vimos llegar su cara lo decía todo, con el ceño fruncido y los puños apretados, casi entró sin saludar, Julia quiso averiguar de primera mano y subió detrás de él a su habitación con una excusa tan pueril que mi prima Lisa, Clara y yo nos echamos a reír.
Nos fuimos cada uno a nuestras habitaciones, esperábamos que Julia a fuerza de follárselo le contase toda la historia, pero a los diez minutos oímos los pasos acelerados de Julia entrar en su habitación y cerrar de un portazo, la cabeza de Lisa apareció en la puerta de su habitación y las nuestras de la mía, nos preguntábamos que habría pasado, nos costaría averiguarlo, Ricardo era bastante reservado para su intimidad.
Nos acostamos mi madre y yo intrigados por el posible enfado de Ricardo, cuando mi tía subió tan segura de sí misma se encontró con el rechazo del camarero, no quiso decir nada.
Mi madre repasaba de memoria todo lo que había visto desde la barra y yo le ponía al corriente de lo que había escuchado en la mesa de las chicas, entre los dos reconstruimos lo que nos imaginábamos podría haber pasado, sobre la visita al almacén posiblemente no nos habríamos ido demasiado, habían salido bastante desarreglados de pelo y ropa, la pintura de la chica estaba muy mal restaurada y Ricardo y su acompañante no parecieron preocuparse de que el alcalde la hubiese abandonado.
Estábamos en estos dilemas cuando poco a poco la conversación se diluyó y pronto se oyó como mi madre se había dormido, el día había sido agotador.
Por la mañana me desperté pronto y bajé a desayunar, al mirar el calendario de la cocina recordé que faltaba muy poco para el cumpleaños de mi madre y empecé a cavilar qué regalo le iba a hacer.
Ya le había regalado perfume, lencería, y algún detalle más o menos personal, pero quería hacerle algo más íntimo, que le llegara hondo.
Clara estaba ocupada en la barra y aproveche para subir a casa otra vez y preguntar a mi tía, la encontré contando el dinero de la recaudación del día anterior, tenía cara de pocas bromas.
Tuve cuidado de no enfadarla más y me ofrecí a ayudarla, en la mesa un montón de facturas y papeles de todo tipo, no se había arreglado, primero tendría que aclararse con todo aquel lio y luego iría al banco a ingresar.
Tenía aspecto de no haber dormido mucho y en la cara se le veían signo de hasta haber llorado.
Me senté a su lado y le cogí la mano, me miró y vi en sus ojos un montón de sentimientos, sobre todo malos, el desplante que le había hecho el hombre que compartía casi todos los días su cama no lograba entenderlo, ¡solamente le había dicho que atendiera bien al alcalde!
Le gustó la disposición de llevarse a la chica al almacén, y evitar una escena entre los dos, pero ya no sabía que había pasado entre ellos, imaginaba por las apariencias que habían tenido sexo, cuando salieron parecía que volvían de un maratón y conociendo a Ricardo y a su polla seguro que la chica lo había disfrutado pero él se fue gustosamente a acompañar a la chica a su casa, de la forma que se despidieron se notaba que querían seguir follando en su casa, a ella no le importó, en todo caso si era un problema de celos debía tenerlos ella, pero eran impensable los celos, todos nosotros sabíamos donde pisábamos y nuestro lugar, allí no cabían los celos y ya lo habíamos demostrado muchas veces.
Julia dejaba las manos extendidas sobre la mesa y apoyaba la cabeza en el canto.
El pelo todavía alborotado de una noche de insomnio le cubría la cara y cuando me levanté y la puse mis manos sobre sus hombros, hizo un movimiento de rechazo, cuando se volvió hacia mí me sonrió como pidiéndome perdón, por un momento había creído que Ricardo buscaba su compañía.
Tenía los músculos de los hombros más duros que una percha, no pude hacer nada con ellos hasta que no se relajó un poco, cuando pasé mis dedos por su nuca buscó que le presionara por los hombros también.
Su cabeza giraba lentamente relajándose cada vez más hasta que la echo hacia atrás, con los ojos cerrados sentía como mis manos le recomponían los músculos, el camisón que todavía llevaba se pegaba a su piel y me molestaba, le solté dos lazos que lo cerraban y separé las dos mitades, pasé mis manos por los hombros y los brazos y después desde su cuello por su pecho entre el canalillo sin tocarle las tetas, Julia separó los brazos dejando que hiciera lo que yo quisiera.
La cogí de los codos y tiré de ellos para que se levantara, lo hizo maquinalmente hasta que la dejé tumbada en el sofá boca abajo.
Bajé las persianas para que no le molestara la luz del sol, y me senté a su lado, con las manos abiertas fui recorriendo la espalda, las caderas y después bajé a los pies, las pantorrillas estaban como agarrotadas, subí por los muslos y sin decirle nada los abrió.
Las nalgas morenas se amoldaban a mis manos que las recorrían en todas direcciones, pasaban por el interior de los muslos cuando elevó el culo un poco, lo suficiente para que mis manos cupieran entre las ingles, los labios quedaban siempre entre mis dedos sin abrirlos, tuve que hacer verdaderos esfuerzos para no meter mi boca entre ellos, pero seguí separando las nalgas y presionando en los hoyuelos de las caderas, el ano estaba cerrado con fuerza rodeado de la piel más oscura, cuando le di una palmada en el culo se dio la vuelta.
Si hasta ahora yo me mantenía calmado con mucha dificultad ahora que la veía por delante tuve que redoblar el sacrificio, las tetas la amasé mientras ella suspiraba, no le toqué los pezones pero seguí por el estómago hacia abajo, su vientre temblaba cuando pasé del ombligo hacia abajo.
El pubis moreno abultaba carnoso, los labios cerrados solamente dejaban asomar un poco el clítoris brillante, la pasé las dos manos a la vez por las ingles y ella abrió las piernas del todo, me facilitó el camino para no rozarle, pero ella me cogió la mano y la llevó a sus labios del coño, los abrió y la dejó sobre la piel mojada y rosada.
Con los labios abiertos el clítoris ya era una montaña en un valle, apenas abajo se abría como una orquídea con un par de pétalos que guardaban su vagina, no quitó sus manos de las mía hasta que metí dos dedos, entonces me dejó con libertad para que yo siguiera.
Ya no tuve que frenarme, Julia quería correrse y yo la iba a complacer, mis dedos fueron entrando de uno en uno, se fueron sumando dentro de ella, con las caderas me ayudaba a que entraran lo más posible, pero cuando giré la mano palma arriba y busqué su punto más sensible de su cuerpo me cogió la otra mano y la llevó a uno de sus pezones, agité con la velocidad que podía mis dedos en su coño mientras le presionaba el pezón derecho.
Julia gemía murmurando algo, me pareció que nombraba a Ricardo pidiéndole que la perdonara pero que le metiera otra vez su polla, cuando se corrió mi mano había recogido en la palma un charco de flujo, tuve que sujetarla porque parecía que se iba a caer del sofá al suelo.
Quedó con un brazo y una pierna colgando hasta el suelo, fui a su habitación y saqué una sábana de su cama, la cubrí con ella en el sofá y termine de bajar las persianas dejándola casi a oscuras, sobre la mesa el dinero y las facturas tendrían que esperar.
Cuando salí del salón apoyada en la puerta estaba mi prima Lisa, me sorprendió verla pues al pasar con la sábana no la había visto.
- Que envidia me dan algunas.
- Oh! Lisa, ¿desde cuándo estás ahí?
- Desde que le has metido los dedos en el coño a mi madre.
- ¿Habrás visto que me lo ha pedido ella?
- Claro ¿y quién no? Casi me corro yo mirando y tú no sé cómo has podido aguantar con esa erección que llevas.
- Sólo quería relajarla, ha pasado muy mala noche.
- Si, la he oído dar vueltas en la cama.
- ¡Ah! ¿Te vas a algún sitio?
- Ahora no, tenía que llevar el dinero al banco pero ya veo que esta mañana no será.
- Me gustaría que me ayudaras.
- Te lo iba a proponer yo, vamos a mi habitación.
Le iba a pedir información para el regalo para Clara pero nada más cerrar la puerta de su habitación se sacó el camisón que llevaba y quedó desnuda sobre la cama.
- Vamos Manu sube, te voy a ayudar, yo también sé relajarte.
- Lisa yo no me refería a eso, sólo quería preg…
El beso que me estampó en la boca no me dejó seguir, yo estaba caliente pero ella también lo estaba solamente de mirar, a estirones me quitó la ropa y se montó sobre mí, escupí en mi mano y me froté la polla para que entrara bien en su coño, no hacía falta, estaba tan húmeda que cuando se dejó caer sobre mí no noté el roce de su vagina, solo vi desaparecer mi polla dentro de ella, mi prima hizo igual que su madre, llevó mi mano a su clítoris y la otra a su pezón.
Debía estar muy caliente pues pronto dio muestras de un inminente orgasmo diciéndome.
- Vamos primo te espero pero no tardes demasiado, estoy a punto de correrme.
Le di la vuelta dejándola debajo de mí, Lisa sabía lo que quería y a ella no le disgustaba, encogió sus piernas sobre su pecho y estuvo recibiendo las clavadas que con desesperación le metía.
- Prima por favor, me voy a correr, ¡no me dejes solo!
- Vale, no te frenes más pero no pares aunque te hayas corrido, ya se saldrá sola.
Le costó bajarse más de lo que esperábamos los dos, pero lo disfrutamos, mi polla flotaba dentro de la vagina de Lisa, entre mi leche y sus jugos, casi no se notaba aunque Lisa tenía la vagina bastante estrecha.
Cuando se me bajó la polla nos miramos asombrados y satisfechos, sin dejar de moverme sobre mi prima se había corrido otra vez, sus sacudidas me provocaron otra eyaculación a mí y de lo que iba a ser una pregunta simple había acabado en un polvo impresionante.
Quedamos tumbados boca arriba sobre la cama, mi prima me estuvo dando ideas para el cumpleaños de mi madre, alguna era buena, habría que escoger bien.
Cuando vino como siempre Benito me acerqué a él haciendo una señal para que me acompañara, salimos a la calle y nos sentamos en un velador, en seguida Raquel se acercó a nosotros para preguntar que queríamos, yo la miré de arriba abajo y me relamí los labios, la chica se rió y volvió a entrar al bar.
- Benito, quisiera pedirte un favor, dentro de una semana es el cumpleaños de Clara, estoy en un mar de dudas, ¿tú me puedes ayudar?
- ¡Ah! Pues no lo sabía, menos mal que me lo has dicho, habrá que pensar algo, ¿tienes algo en mente?
- No tengo ni idea, solo quisiera que fuera algo inolvidable para ella, ya le he hecho los clásicos regalos y no quisiera repetirme.
- Espera, tengo una idea.
Benito sacó su teléfono y marcó, se levantó de la mesa y buscó un poco de cobertura.
Cuando volvió sonreía.
- ¡Ya está!, todo arreglado.
- ¿Y que es todo arreglado?
- No sé si decírtelo pero te va a gustar.
- Seguro que sí pero me gustaría saberlo también.
- Es que sigo pensando y mejorándolo.
- Volvió a levantarse y llamar, cuando volvió me dijo alegremente.
- Perfecto, va a quedar redondo.
- ¡Por tu padre Benito! Dime algo.
Benito me cogió del brazo y me hizo acompañarle por la acera…
- Manu, no puedo estar más de acuerdo contigo, tu madre se merece un buen detalle y se lo vamos a dar, va a ser de parte de los dos, ¿qué te parece?
- ¡Espero que me lo digas antes del cumpleaños Benito!
- Jajaja que impaciente eres ¿por cierto como vas con la veterinaria?
- No te salgas por la tangente, ya sabes que con la veterinaria va todo muy bien.
- Jejeje, ya lo sabía ya y su sobrina ¿qué tal?
- Pues de maravilla Benito, al parecer lo sabes todo y yo no sé nada, cuéntamelo ya.
- Vale no te hago sufrir más, ¿qué te parecería un fin de semana en un balneario con spa, masajes, buena comida y… una cama grande y comodísima?
- Y claro en la cama estarías tú, no está mal y yo le llamo por teléfono y la felicito ¿no?
- ¡Nooo! Manu no, tu tendrías lo mismo pero con otra cama y con otra mujer, mi hija.
- Me quedé petrificado, Benito se había presentado como el mejor estratega de la historia, había solucionado todo de un golpe, un fin de semana con mi madre y su hija y él, claro.
- Y es más, el director del balneario es íntimo amigo mío y nos deja el spa libre para nosotros solos cuando esté cerrado al público.
- Que bárbaro Benito, me lo estoy imaginando, tu hija desnuda flotando entre espuma y burbujas.
- Eso mismo, igual que tu madre desnuda flotando entre espuma y burbujas.
- Jajaja, perfecto y nosotros desnudos flotando entre espuma y burbujas, jajaja.
- De acuerdo, ¿pero tu hija querrá?
- Está encantada, la segunda vez que he llamado se lo he consultado y esta tarde ya se va de compras.
- Qué bárbaro Benito, que improvisación más perfecta.
- Espero que no llueva, jajaja.
- ¡En la cama puede que llueva otra cosa! Jajaja.
- Te lo puedo asegurar, jajaja.
Cuando entramos al bar otra vez me llevaba cogido por el hombro, mi madre arqueó la ceja, y Raquel de dio un codazo a Encarna para que nos viera, al fondo Ricardo estaba ocupado con los cubiertos.
Mi madre nos preguntó que nos pasaba a los dos, chocamos las palmas de las manos y el médico se fue a casa y yo me acerqué a Ricardo.
El camarero hizo como no me veía, yo me senté en la misma mesa que estaba seleccionando los cubiertos para la comida.
- Ricardo, ¿podemos hablar?
- Claro Manu ¿qué quieres?
- Creo que nos conocemos bastante, incluso te diré que te considero mi amigo, además de las aventuras que hemos corrido juntos confío contigo totalmente.
- Yo también Manu, yo también, eres el único amigo que tengo en éste pueblo.
- Gracias Ricardo, te digo todo esto porque estoy preocupado, desde ayer te ha cambiado el carácter, tú siempre has estado alegre y ahora parece que vienes de un funeral, si crees que me puedes contar lo que te ocurre soy todo oídos.
- No es nada importante, sólo que me he sentido muy mal, me he sentido utilizado y manejado por varias personas y eso no me gusta nada.
- Pues no sé, si tú lo dices así será ¿pero puedo saber quién te ha tratado así, hemos sido alguno de nosotros?, si es así desde ya te pido disculpas y no creo que haya nadie que te quiera mal.
- No, nada de eso, ha sido por el alcalde, su chica y hasta… su marido, representan unas conductas que no me gustan.
- No te entiendo Ricardo, lo siento, soy un poco lento de reflejos.
- Pues que hasta ahora siempre había tratado con gente transparente que se veía venir de lejos, pero ahora me han pillado con el pié cambiado y no sabía qué hacer.
- Bueno, creo que si sólo ha sido eso podrás aprender algo para otra vez, aunque es muy fácil aconsejar, si me hubiera pasado a mí seguro que estaría escondido debajo de una mesa.
- Jajaja, por favor Manu no me hagas reír que no tengo ganas.
- Es cierto, tu eres un tío con experiencia y yo un crío con suerte.
- Tranquilo, cuando se me pase te contaré todo con todo lujo de detalles.
- Gracias, pero hay otra cosa.
- Dime Manu dime.
- Julia, ¿qué ha pasado con Julia?
- Pues nada, solo que quiso saber y no le dije nada.
- Pues está destrozada, no ha dormido en toda la noche pensando en que te habría fallado.
- ¿De verdad?, ¡si yo no tengo nada que reprocharle!
- Pues creo que debería aclararlo, lo antes posible, pienso que se lo merece.
- Ya lo creo, es una mujer estupenda, en todos los sentidos, tú mejor que yo lo sabes, voy a hablar con ella, ¿dónde está?
- No te embales Ricardo, ahora no está para hablar, la he dejado durmiendo, pero cuando la veas soluciónalo.
El camarero me dio una palmada en la espalda agradecido, mi madre nos miraba desde la cafetera como si estuviera haciendo algo, cuando me vio ir hacia ella me interrogó con los ojos y yo levante el pulgar, creí que ya estaba resuelto.
A la hora de comer nos sentamos todos a la mesa excepto Julia y Lisa, las dos se habían quedado durmiendo, por diferentes motivos o bien mirado por el mismo, después de las corridas estaban agotadas, yo también pero disimulaba.
Ricardo se mostró casi tan jovial como siempre y mi madre no acababa de entenderle, yo le dije que no hiciera caso y lo dejara tranquilo.
Por la tarde bajo mi tía, nos saludó con la mano y se fue hacia Ricardo pero se volvió y se metió en su despacho, iba muy arreglada, maquillada y con el pelo muy peinado, desde el salón del restaurante Ricardo me miró consultándome que hacía, con la cabeza le dije que fuera con ella.
Se peinó y se puso la chaqueta de smoking que usaba para servir en las grandes ocasiones, la verdad es que estaba guapo.
Oímos como llamaba con los nudillos, mi tía decía “pase” y la puerta se abrió y se cerró.
Pegados a la barra nos juntamos todos, las camareras Encarna y Raquel y mi madre y yo, escuchamos atentos pero no logramos oír nada en absoluto.
Pasó un largo rato y no oíamos nada, no es que esperábamos gritos o bronca, pero nada…
Por fin se oyó abrirse la puerta, nosotros nos separamos como ratones asustados, cada uno en una esquina del bar.
Al aparecer Julia nos tranquilizamos, detrás de ella iba Ricardo sonriente, mi tía no, Julia no parecía la misma persona que había entrado un momento antes, ahora iba un poco despeinada, sin apenas maquillaje y los labios con el rojo borrado, el vestido mal colocado y un poco arrugado, pero su semblante era radiante, pasó por nuestro lado y me guiñó un ojo y volvió a subir a casa.
Cuando nuestras miradas se cruzaron Ricardo también me guiñó un ojo.
Respiré tranquilo, estaba todo aclarado y firmadas las paces, seguramente no sería con tinta negra sino con leche blanca, pero daba igual, estaba todo aclarado.
Cuando nos íbamos a acostar mi madre me empujó dentro de la habitación para que le pusiera al corriente pero yo la cogí en un puñado y le obligué a quedarse pegada a la puerta, le puse la mano en la boca para que guardara silencio, al momento en el pasillo se oyeron unos pasos blandos que subían la escalera, mi madre me miró y me apretó la polla como felicitación, para asegurarnos abrí la puerta, frente a la nuestra la cabeza de Lisa se había asomado por el mismo motivo, había oído a su madre subir a la habitación del camarero, con el dedo me dijo que no, que no bajaría hasta el día siguiente.
Clara estaba impaciente para que le contara lo que había pasado, le puse al corriente, de lo mal que estaba por la mañana, del masaje que le hice, no le conté lo de la corrida porque lo adivinó ella, y que le había dejado durmiendo en el sofá, de Lisa tampoco le comenté nada, por el regalo claro.
Cuando fui a acostarme en mi cama Clara ya estaba dentro haciéndome un lado, su cama esta noche quedaría sin deshacer.
La postura de confidencias ya la sabía, su cabeza sobre mi cuello, medio cuerpo sobre mí y una pierna sobre las mías, haciendo caracolillos en mis pelos del pecho y respirándome en la oreja.
Lo poco que sabía de los motivos de Ricardo se lo dije y le prometí que cuando supiera el resto se lo terminaría de contar.
Mi madre estaba curiosa esta noche.
- Tengo una duda Manu, ¿cómo pudiste calmar a tu tía?, la conozco desde niña y cuando se enfada no se le pasa enseguida.
- Puede que sepa su punto débil.
- ¿Tu tía puntos débiles?
- Igual que tú.
- Que sabrás de mis puntos débiles.
- Mmm, pues creo que algo sé.
- ¿Cuáles son? A ver dime.
No le dije nada pero se los señalé, le pasé el dedo por la espalda recorriendo la espina dorsal de arriba abajo, se encogió al momento pero no dijo nada seguí pasando las manos por el cuello y los hombros y se estiró poniéndose tumbada mirando al techo, me tuve que arrodillar a su lado y paso a paso le repetí las friegas que le había dado a Julia, eran hermanas y aunque con diferentes cuerpos tenían las mismas sensaciones, cuando mis dedos pasaban entre las ingles, separó las piernas pero lo que esperaba no llegaba, me recreé en su pubis, con la otra mano pasaba cerca de sus tetas o mejor dicho donde debía tenerlas, pues casi plana y cara arriba…
Los pezones compensaban y salían como dos faros costeros, se movía sobre la sábana esperando que dejara de torturarla pero esperaba en balde, yo tenía la polla como el asta de una bandera y aún así aguanté la tentación, mi madre no pudo, me cogió una mano y la llevó a su coño, abrió las piernas de par en par y los labios se separaron como los de Julia, el clítoris quedó solo en medio de ellos y los pétalos oscuros al abrirse me guiaron los dedos, uno le pareció poco y dos también pero no quise meter los tres, sino los dos pero buscando el punto G, G de gozo, pues fue al tocarlo cuando encogió las piernas de golpe, me agarró la otra mano y se la llevó al pezón más cercano, lo había estado estirando ella y estaba muy dilatado, entre los dos dedos me sobresalía, agité la mano en el coño haciendo cuchara, se me iba llenando de flujo espumoso, hasta que dio un espasmo y me vació la mano en la sábana encogiendo las piernas y abrazándome el brazo, se corrió en posición fetal, parecía una niña recién nacida, temblaba y la tapé con la sábana mientras me pegaba a ella y le daba sosiego.
Cuando la vi encogida tan indefensa se me bajo la polla, las dos hermanas, verdaderamente las cuatro hermanas estaban hechas por el mismo patrón, eran extremadamente sensibles y tiernas.
Se durmió enseguida y yo pegado a su espalda notaba como su pecho respiraba suavemente en mis manos.
Debía ser de madrugada cuando me dijo al oído.
- Ahora te voy a ayudar yo a ti, se como relajarte.
Me fue estirando hasta que medio dormido me subió sobre ella, yo me dejaba hacer hasta que abrió las piernas y las encogió sobre su pecho, me acordé de Lisa, por la mañana se había comportado igual que ella ahora, tendría que añadir a la lista de las cuatro hermanas a mi prima Lisa.
El recuerdo de Lisa por la mañana fue lo que terminó en hacer crecer mi polla entre los muslos de Clara, ella con las piernas en alto esperaba pacientemente a que estuviera en forma.
Mi verga fue subiendo como una grúa entre sus nalgas hasta llegar a sus labios abiertos, solo tuve que dejarme caer y entré directamente, estuve metiendo y sacando con rapidez.
- Vamos hijo te espero, pero no tardes demasiado, que estoy a punto de correrme.
Seguí clavándole la polla, no quise esperarla pero Clara me alcanzó y nos corrimos los dos juntos, nos abrazamos y entre estertores nos volvimos a dormir.
Por la mañana temprano cuando se levantó me susurró en el oído.
- Me tienes que contar que os traéis entre manos Benito y tú.
Le di una palmada en el culo y le dije.
- Eso ni soñarlo, es una sorpresa.
Mi primera idea cuando me levanté fue informarme de los balnearios cercanos, quería saber todo lo que se podía hacer allí, quedé sorprendido, siempre había creído que eran hoteles de los años veinte.
Por la mañana recibí una llamada por teléfono, era Alba la hija de Benito, me alegré mucho de oírla, le pedí perdón por el tiempo que había pasado sin hablar con ella, lo comprendió, sabía de mí por su padre.
Me llamaba porque había recorrido las tiendas del pueblo y no tenían casi nada de lo que ella quería, también quería saber la talla de mi madre, quería comprarle un bañador para el spa y todo lo demás, chanclas, albornoz, gorro para el pelo etc.
Me preguntó que seguramente tendría que buscarlo en el pueblo cercano, pero se me ocurrió otra cosa mejor, iríamos a la ciudad, si nos dábamos prisa podríamos comprar todo incluso visitar a Ana, mi tía estaría a punto de parir y para entonces yo ya estaría de vuelta de vacaciones.
Quedamos para irnos en el primer tren de la mañana.
Continuará
Nos fuimos cada uno a nuestras habitaciones, esperábamos que Julia a fuerza de follárselo le contase toda la historia, pero a los diez minutos oímos los pasos acelerados de Julia entrar en su habitación y cerrar de un portazo, la cabeza de Lisa apareció en la puerta de su habitación y las nuestras de la mía, nos preguntábamos que habría pasado, nos costaría averiguarlo, Ricardo era bastante reservado para su intimidad.
Nos acostamos mi madre y yo intrigados por el posible enfado de Ricardo, cuando mi tía subió tan segura de sí misma se encontró con el rechazo del camarero, no quiso decir nada.
Mi madre repasaba de memoria todo lo que había visto desde la barra y yo le ponía al corriente de lo que había escuchado en la mesa de las chicas, entre los dos reconstruimos lo que nos imaginábamos podría haber pasado, sobre la visita al almacén posiblemente no nos habríamos ido demasiado, habían salido bastante desarreglados de pelo y ropa, la pintura de la chica estaba muy mal restaurada y Ricardo y su acompañante no parecieron preocuparse de que el alcalde la hubiese abandonado.
Estábamos en estos dilemas cuando poco a poco la conversación se diluyó y pronto se oyó como mi madre se había dormido, el día había sido agotador.
Por la mañana me desperté pronto y bajé a desayunar, al mirar el calendario de la cocina recordé que faltaba muy poco para el cumpleaños de mi madre y empecé a cavilar qué regalo le iba a hacer.
Ya le había regalado perfume, lencería, y algún detalle más o menos personal, pero quería hacerle algo más íntimo, que le llegara hondo.
Clara estaba ocupada en la barra y aproveche para subir a casa otra vez y preguntar a mi tía, la encontré contando el dinero de la recaudación del día anterior, tenía cara de pocas bromas.
Tuve cuidado de no enfadarla más y me ofrecí a ayudarla, en la mesa un montón de facturas y papeles de todo tipo, no se había arreglado, primero tendría que aclararse con todo aquel lio y luego iría al banco a ingresar.
Tenía aspecto de no haber dormido mucho y en la cara se le veían signo de hasta haber llorado.
Me senté a su lado y le cogí la mano, me miró y vi en sus ojos un montón de sentimientos, sobre todo malos, el desplante que le había hecho el hombre que compartía casi todos los días su cama no lograba entenderlo, ¡solamente le había dicho que atendiera bien al alcalde!
Le gustó la disposición de llevarse a la chica al almacén, y evitar una escena entre los dos, pero ya no sabía que había pasado entre ellos, imaginaba por las apariencias que habían tenido sexo, cuando salieron parecía que volvían de un maratón y conociendo a Ricardo y a su polla seguro que la chica lo había disfrutado pero él se fue gustosamente a acompañar a la chica a su casa, de la forma que se despidieron se notaba que querían seguir follando en su casa, a ella no le importó, en todo caso si era un problema de celos debía tenerlos ella, pero eran impensable los celos, todos nosotros sabíamos donde pisábamos y nuestro lugar, allí no cabían los celos y ya lo habíamos demostrado muchas veces.
Julia dejaba las manos extendidas sobre la mesa y apoyaba la cabeza en el canto.
El pelo todavía alborotado de una noche de insomnio le cubría la cara y cuando me levanté y la puse mis manos sobre sus hombros, hizo un movimiento de rechazo, cuando se volvió hacia mí me sonrió como pidiéndome perdón, por un momento había creído que Ricardo buscaba su compañía.
Tenía los músculos de los hombros más duros que una percha, no pude hacer nada con ellos hasta que no se relajó un poco, cuando pasé mis dedos por su nuca buscó que le presionara por los hombros también.
Su cabeza giraba lentamente relajándose cada vez más hasta que la echo hacia atrás, con los ojos cerrados sentía como mis manos le recomponían los músculos, el camisón que todavía llevaba se pegaba a su piel y me molestaba, le solté dos lazos que lo cerraban y separé las dos mitades, pasé mis manos por los hombros y los brazos y después desde su cuello por su pecho entre el canalillo sin tocarle las tetas, Julia separó los brazos dejando que hiciera lo que yo quisiera.
La cogí de los codos y tiré de ellos para que se levantara, lo hizo maquinalmente hasta que la dejé tumbada en el sofá boca abajo.
Bajé las persianas para que no le molestara la luz del sol, y me senté a su lado, con las manos abiertas fui recorriendo la espalda, las caderas y después bajé a los pies, las pantorrillas estaban como agarrotadas, subí por los muslos y sin decirle nada los abrió.
Las nalgas morenas se amoldaban a mis manos que las recorrían en todas direcciones, pasaban por el interior de los muslos cuando elevó el culo un poco, lo suficiente para que mis manos cupieran entre las ingles, los labios quedaban siempre entre mis dedos sin abrirlos, tuve que hacer verdaderos esfuerzos para no meter mi boca entre ellos, pero seguí separando las nalgas y presionando en los hoyuelos de las caderas, el ano estaba cerrado con fuerza rodeado de la piel más oscura, cuando le di una palmada en el culo se dio la vuelta.
Si hasta ahora yo me mantenía calmado con mucha dificultad ahora que la veía por delante tuve que redoblar el sacrificio, las tetas la amasé mientras ella suspiraba, no le toqué los pezones pero seguí por el estómago hacia abajo, su vientre temblaba cuando pasé del ombligo hacia abajo.
El pubis moreno abultaba carnoso, los labios cerrados solamente dejaban asomar un poco el clítoris brillante, la pasé las dos manos a la vez por las ingles y ella abrió las piernas del todo, me facilitó el camino para no rozarle, pero ella me cogió la mano y la llevó a sus labios del coño, los abrió y la dejó sobre la piel mojada y rosada.
Con los labios abiertos el clítoris ya era una montaña en un valle, apenas abajo se abría como una orquídea con un par de pétalos que guardaban su vagina, no quitó sus manos de las mía hasta que metí dos dedos, entonces me dejó con libertad para que yo siguiera.
Ya no tuve que frenarme, Julia quería correrse y yo la iba a complacer, mis dedos fueron entrando de uno en uno, se fueron sumando dentro de ella, con las caderas me ayudaba a que entraran lo más posible, pero cuando giré la mano palma arriba y busqué su punto más sensible de su cuerpo me cogió la otra mano y la llevó a uno de sus pezones, agité con la velocidad que podía mis dedos en su coño mientras le presionaba el pezón derecho.
Julia gemía murmurando algo, me pareció que nombraba a Ricardo pidiéndole que la perdonara pero que le metiera otra vez su polla, cuando se corrió mi mano había recogido en la palma un charco de flujo, tuve que sujetarla porque parecía que se iba a caer del sofá al suelo.
Quedó con un brazo y una pierna colgando hasta el suelo, fui a su habitación y saqué una sábana de su cama, la cubrí con ella en el sofá y termine de bajar las persianas dejándola casi a oscuras, sobre la mesa el dinero y las facturas tendrían que esperar.
Cuando salí del salón apoyada en la puerta estaba mi prima Lisa, me sorprendió verla pues al pasar con la sábana no la había visto.
- Que envidia me dan algunas.
- Oh! Lisa, ¿desde cuándo estás ahí?
- Desde que le has metido los dedos en el coño a mi madre.
- ¿Habrás visto que me lo ha pedido ella?
- Claro ¿y quién no? Casi me corro yo mirando y tú no sé cómo has podido aguantar con esa erección que llevas.
- Sólo quería relajarla, ha pasado muy mala noche.
- Si, la he oído dar vueltas en la cama.
- ¡Ah! ¿Te vas a algún sitio?
- Ahora no, tenía que llevar el dinero al banco pero ya veo que esta mañana no será.
- Me gustaría que me ayudaras.
- Te lo iba a proponer yo, vamos a mi habitación.
Le iba a pedir información para el regalo para Clara pero nada más cerrar la puerta de su habitación se sacó el camisón que llevaba y quedó desnuda sobre la cama.
- Vamos Manu sube, te voy a ayudar, yo también sé relajarte.
- Lisa yo no me refería a eso, sólo quería preg…
El beso que me estampó en la boca no me dejó seguir, yo estaba caliente pero ella también lo estaba solamente de mirar, a estirones me quitó la ropa y se montó sobre mí, escupí en mi mano y me froté la polla para que entrara bien en su coño, no hacía falta, estaba tan húmeda que cuando se dejó caer sobre mí no noté el roce de su vagina, solo vi desaparecer mi polla dentro de ella, mi prima hizo igual que su madre, llevó mi mano a su clítoris y la otra a su pezón.
Debía estar muy caliente pues pronto dio muestras de un inminente orgasmo diciéndome.
- Vamos primo te espero pero no tardes demasiado, estoy a punto de correrme.
Le di la vuelta dejándola debajo de mí, Lisa sabía lo que quería y a ella no le disgustaba, encogió sus piernas sobre su pecho y estuvo recibiendo las clavadas que con desesperación le metía.
- Prima por favor, me voy a correr, ¡no me dejes solo!
- Vale, no te frenes más pero no pares aunque te hayas corrido, ya se saldrá sola.
Le costó bajarse más de lo que esperábamos los dos, pero lo disfrutamos, mi polla flotaba dentro de la vagina de Lisa, entre mi leche y sus jugos, casi no se notaba aunque Lisa tenía la vagina bastante estrecha.
Cuando se me bajó la polla nos miramos asombrados y satisfechos, sin dejar de moverme sobre mi prima se había corrido otra vez, sus sacudidas me provocaron otra eyaculación a mí y de lo que iba a ser una pregunta simple había acabado en un polvo impresionante.
Quedamos tumbados boca arriba sobre la cama, mi prima me estuvo dando ideas para el cumpleaños de mi madre, alguna era buena, habría que escoger bien.
Cuando vino como siempre Benito me acerqué a él haciendo una señal para que me acompañara, salimos a la calle y nos sentamos en un velador, en seguida Raquel se acercó a nosotros para preguntar que queríamos, yo la miré de arriba abajo y me relamí los labios, la chica se rió y volvió a entrar al bar.
- Benito, quisiera pedirte un favor, dentro de una semana es el cumpleaños de Clara, estoy en un mar de dudas, ¿tú me puedes ayudar?
- ¡Ah! Pues no lo sabía, menos mal que me lo has dicho, habrá que pensar algo, ¿tienes algo en mente?
- No tengo ni idea, solo quisiera que fuera algo inolvidable para ella, ya le he hecho los clásicos regalos y no quisiera repetirme.
- Espera, tengo una idea.
Benito sacó su teléfono y marcó, se levantó de la mesa y buscó un poco de cobertura.
Cuando volvió sonreía.
- ¡Ya está!, todo arreglado.
- ¿Y que es todo arreglado?
- No sé si decírtelo pero te va a gustar.
- Seguro que sí pero me gustaría saberlo también.
- Es que sigo pensando y mejorándolo.
- Volvió a levantarse y llamar, cuando volvió me dijo alegremente.
- Perfecto, va a quedar redondo.
- ¡Por tu padre Benito! Dime algo.
Benito me cogió del brazo y me hizo acompañarle por la acera…
- Manu, no puedo estar más de acuerdo contigo, tu madre se merece un buen detalle y se lo vamos a dar, va a ser de parte de los dos, ¿qué te parece?
- ¡Espero que me lo digas antes del cumpleaños Benito!
- Jajaja que impaciente eres ¿por cierto como vas con la veterinaria?
- No te salgas por la tangente, ya sabes que con la veterinaria va todo muy bien.
- Jejeje, ya lo sabía ya y su sobrina ¿qué tal?
- Pues de maravilla Benito, al parecer lo sabes todo y yo no sé nada, cuéntamelo ya.
- Vale no te hago sufrir más, ¿qué te parecería un fin de semana en un balneario con spa, masajes, buena comida y… una cama grande y comodísima?
- Y claro en la cama estarías tú, no está mal y yo le llamo por teléfono y la felicito ¿no?
- ¡Nooo! Manu no, tu tendrías lo mismo pero con otra cama y con otra mujer, mi hija.
- Me quedé petrificado, Benito se había presentado como el mejor estratega de la historia, había solucionado todo de un golpe, un fin de semana con mi madre y su hija y él, claro.
- Y es más, el director del balneario es íntimo amigo mío y nos deja el spa libre para nosotros solos cuando esté cerrado al público.
- Que bárbaro Benito, me lo estoy imaginando, tu hija desnuda flotando entre espuma y burbujas.
- Eso mismo, igual que tu madre desnuda flotando entre espuma y burbujas.
- Jajaja, perfecto y nosotros desnudos flotando entre espuma y burbujas, jajaja.
- De acuerdo, ¿pero tu hija querrá?
- Está encantada, la segunda vez que he llamado se lo he consultado y esta tarde ya se va de compras.
- Qué bárbaro Benito, que improvisación más perfecta.
- Espero que no llueva, jajaja.
- ¡En la cama puede que llueva otra cosa! Jajaja.
- Te lo puedo asegurar, jajaja.
Cuando entramos al bar otra vez me llevaba cogido por el hombro, mi madre arqueó la ceja, y Raquel de dio un codazo a Encarna para que nos viera, al fondo Ricardo estaba ocupado con los cubiertos.
Mi madre nos preguntó que nos pasaba a los dos, chocamos las palmas de las manos y el médico se fue a casa y yo me acerqué a Ricardo.
El camarero hizo como no me veía, yo me senté en la misma mesa que estaba seleccionando los cubiertos para la comida.
- Ricardo, ¿podemos hablar?
- Claro Manu ¿qué quieres?
- Creo que nos conocemos bastante, incluso te diré que te considero mi amigo, además de las aventuras que hemos corrido juntos confío contigo totalmente.
- Yo también Manu, yo también, eres el único amigo que tengo en éste pueblo.
- Gracias Ricardo, te digo todo esto porque estoy preocupado, desde ayer te ha cambiado el carácter, tú siempre has estado alegre y ahora parece que vienes de un funeral, si crees que me puedes contar lo que te ocurre soy todo oídos.
- No es nada importante, sólo que me he sentido muy mal, me he sentido utilizado y manejado por varias personas y eso no me gusta nada.
- Pues no sé, si tú lo dices así será ¿pero puedo saber quién te ha tratado así, hemos sido alguno de nosotros?, si es así desde ya te pido disculpas y no creo que haya nadie que te quiera mal.
- No, nada de eso, ha sido por el alcalde, su chica y hasta… su marido, representan unas conductas que no me gustan.
- No te entiendo Ricardo, lo siento, soy un poco lento de reflejos.
- Pues que hasta ahora siempre había tratado con gente transparente que se veía venir de lejos, pero ahora me han pillado con el pié cambiado y no sabía qué hacer.
- Bueno, creo que si sólo ha sido eso podrás aprender algo para otra vez, aunque es muy fácil aconsejar, si me hubiera pasado a mí seguro que estaría escondido debajo de una mesa.
- Jajaja, por favor Manu no me hagas reír que no tengo ganas.
- Es cierto, tu eres un tío con experiencia y yo un crío con suerte.
- Tranquilo, cuando se me pase te contaré todo con todo lujo de detalles.
- Gracias, pero hay otra cosa.
- Dime Manu dime.
- Julia, ¿qué ha pasado con Julia?
- Pues nada, solo que quiso saber y no le dije nada.
- Pues está destrozada, no ha dormido en toda la noche pensando en que te habría fallado.
- ¿De verdad?, ¡si yo no tengo nada que reprocharle!
- Pues creo que debería aclararlo, lo antes posible, pienso que se lo merece.
- Ya lo creo, es una mujer estupenda, en todos los sentidos, tú mejor que yo lo sabes, voy a hablar con ella, ¿dónde está?
- No te embales Ricardo, ahora no está para hablar, la he dejado durmiendo, pero cuando la veas soluciónalo.
El camarero me dio una palmada en la espalda agradecido, mi madre nos miraba desde la cafetera como si estuviera haciendo algo, cuando me vio ir hacia ella me interrogó con los ojos y yo levante el pulgar, creí que ya estaba resuelto.
A la hora de comer nos sentamos todos a la mesa excepto Julia y Lisa, las dos se habían quedado durmiendo, por diferentes motivos o bien mirado por el mismo, después de las corridas estaban agotadas, yo también pero disimulaba.
Ricardo se mostró casi tan jovial como siempre y mi madre no acababa de entenderle, yo le dije que no hiciera caso y lo dejara tranquilo.
Por la tarde bajo mi tía, nos saludó con la mano y se fue hacia Ricardo pero se volvió y se metió en su despacho, iba muy arreglada, maquillada y con el pelo muy peinado, desde el salón del restaurante Ricardo me miró consultándome que hacía, con la cabeza le dije que fuera con ella.
Se peinó y se puso la chaqueta de smoking que usaba para servir en las grandes ocasiones, la verdad es que estaba guapo.
Oímos como llamaba con los nudillos, mi tía decía “pase” y la puerta se abrió y se cerró.
Pegados a la barra nos juntamos todos, las camareras Encarna y Raquel y mi madre y yo, escuchamos atentos pero no logramos oír nada en absoluto.
Pasó un largo rato y no oíamos nada, no es que esperábamos gritos o bronca, pero nada…
Por fin se oyó abrirse la puerta, nosotros nos separamos como ratones asustados, cada uno en una esquina del bar.
Al aparecer Julia nos tranquilizamos, detrás de ella iba Ricardo sonriente, mi tía no, Julia no parecía la misma persona que había entrado un momento antes, ahora iba un poco despeinada, sin apenas maquillaje y los labios con el rojo borrado, el vestido mal colocado y un poco arrugado, pero su semblante era radiante, pasó por nuestro lado y me guiñó un ojo y volvió a subir a casa.
Cuando nuestras miradas se cruzaron Ricardo también me guiñó un ojo.
Respiré tranquilo, estaba todo aclarado y firmadas las paces, seguramente no sería con tinta negra sino con leche blanca, pero daba igual, estaba todo aclarado.
Cuando nos íbamos a acostar mi madre me empujó dentro de la habitación para que le pusiera al corriente pero yo la cogí en un puñado y le obligué a quedarse pegada a la puerta, le puse la mano en la boca para que guardara silencio, al momento en el pasillo se oyeron unos pasos blandos que subían la escalera, mi madre me miró y me apretó la polla como felicitación, para asegurarnos abrí la puerta, frente a la nuestra la cabeza de Lisa se había asomado por el mismo motivo, había oído a su madre subir a la habitación del camarero, con el dedo me dijo que no, que no bajaría hasta el día siguiente.
Clara estaba impaciente para que le contara lo que había pasado, le puse al corriente, de lo mal que estaba por la mañana, del masaje que le hice, no le conté lo de la corrida porque lo adivinó ella, y que le había dejado durmiendo en el sofá, de Lisa tampoco le comenté nada, por el regalo claro.
Cuando fui a acostarme en mi cama Clara ya estaba dentro haciéndome un lado, su cama esta noche quedaría sin deshacer.
La postura de confidencias ya la sabía, su cabeza sobre mi cuello, medio cuerpo sobre mí y una pierna sobre las mías, haciendo caracolillos en mis pelos del pecho y respirándome en la oreja.
Lo poco que sabía de los motivos de Ricardo se lo dije y le prometí que cuando supiera el resto se lo terminaría de contar.
Mi madre estaba curiosa esta noche.
- Tengo una duda Manu, ¿cómo pudiste calmar a tu tía?, la conozco desde niña y cuando se enfada no se le pasa enseguida.
- Puede que sepa su punto débil.
- ¿Tu tía puntos débiles?
- Igual que tú.
- Que sabrás de mis puntos débiles.
- Mmm, pues creo que algo sé.
- ¿Cuáles son? A ver dime.
No le dije nada pero se los señalé, le pasé el dedo por la espalda recorriendo la espina dorsal de arriba abajo, se encogió al momento pero no dijo nada seguí pasando las manos por el cuello y los hombros y se estiró poniéndose tumbada mirando al techo, me tuve que arrodillar a su lado y paso a paso le repetí las friegas que le había dado a Julia, eran hermanas y aunque con diferentes cuerpos tenían las mismas sensaciones, cuando mis dedos pasaban entre las ingles, separó las piernas pero lo que esperaba no llegaba, me recreé en su pubis, con la otra mano pasaba cerca de sus tetas o mejor dicho donde debía tenerlas, pues casi plana y cara arriba…
Los pezones compensaban y salían como dos faros costeros, se movía sobre la sábana esperando que dejara de torturarla pero esperaba en balde, yo tenía la polla como el asta de una bandera y aún así aguanté la tentación, mi madre no pudo, me cogió una mano y la llevó a su coño, abrió las piernas de par en par y los labios se separaron como los de Julia, el clítoris quedó solo en medio de ellos y los pétalos oscuros al abrirse me guiaron los dedos, uno le pareció poco y dos también pero no quise meter los tres, sino los dos pero buscando el punto G, G de gozo, pues fue al tocarlo cuando encogió las piernas de golpe, me agarró la otra mano y se la llevó al pezón más cercano, lo había estado estirando ella y estaba muy dilatado, entre los dos dedos me sobresalía, agité la mano en el coño haciendo cuchara, se me iba llenando de flujo espumoso, hasta que dio un espasmo y me vació la mano en la sábana encogiendo las piernas y abrazándome el brazo, se corrió en posición fetal, parecía una niña recién nacida, temblaba y la tapé con la sábana mientras me pegaba a ella y le daba sosiego.
Cuando la vi encogida tan indefensa se me bajo la polla, las dos hermanas, verdaderamente las cuatro hermanas estaban hechas por el mismo patrón, eran extremadamente sensibles y tiernas.
Se durmió enseguida y yo pegado a su espalda notaba como su pecho respiraba suavemente en mis manos.
Debía ser de madrugada cuando me dijo al oído.
- Ahora te voy a ayudar yo a ti, se como relajarte.
Me fue estirando hasta que medio dormido me subió sobre ella, yo me dejaba hacer hasta que abrió las piernas y las encogió sobre su pecho, me acordé de Lisa, por la mañana se había comportado igual que ella ahora, tendría que añadir a la lista de las cuatro hermanas a mi prima Lisa.
El recuerdo de Lisa por la mañana fue lo que terminó en hacer crecer mi polla entre los muslos de Clara, ella con las piernas en alto esperaba pacientemente a que estuviera en forma.
Mi verga fue subiendo como una grúa entre sus nalgas hasta llegar a sus labios abiertos, solo tuve que dejarme caer y entré directamente, estuve metiendo y sacando con rapidez.
- Vamos hijo te espero, pero no tardes demasiado, que estoy a punto de correrme.
Seguí clavándole la polla, no quise esperarla pero Clara me alcanzó y nos corrimos los dos juntos, nos abrazamos y entre estertores nos volvimos a dormir.
Por la mañana temprano cuando se levantó me susurró en el oído.
- Me tienes que contar que os traéis entre manos Benito y tú.
Le di una palmada en el culo y le dije.
- Eso ni soñarlo, es una sorpresa.
Mi primera idea cuando me levanté fue informarme de los balnearios cercanos, quería saber todo lo que se podía hacer allí, quedé sorprendido, siempre había creído que eran hoteles de los años veinte.
Por la mañana recibí una llamada por teléfono, era Alba la hija de Benito, me alegré mucho de oírla, le pedí perdón por el tiempo que había pasado sin hablar con ella, lo comprendió, sabía de mí por su padre.
Me llamaba porque había recorrido las tiendas del pueblo y no tenían casi nada de lo que ella quería, también quería saber la talla de mi madre, quería comprarle un bañador para el spa y todo lo demás, chanclas, albornoz, gorro para el pelo etc.
Me preguntó que seguramente tendría que buscarlo en el pueblo cercano, pero se me ocurrió otra cosa mejor, iríamos a la ciudad, si nos dábamos prisa podríamos comprar todo incluso visitar a Ana, mi tía estaría a punto de parir y para entonces yo ya estaría de vuelta de vacaciones.
Quedamos para irnos en el primer tren de la mañana.
Continuará
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