-¿Cuál es tu plan a la tarde?
-Voy a estar en la oficina, y cuando termine de firmar lo que me pasen a la firma, voy para casa…
-Y vos que sos tan habilidoso ¿no podrás inventar una excusa y venir a almorzar conmigo a casa?
-No quiero comer pizza otra vez
-No, no. Aproveché la mañana y me puse a cocinar algo rico… y como las nenas vuelven del colegio recién a las cinco, pensé…
-¿Cocinaste? ¿Qué cocinaste? ¿Enloqueciste?
-Pará, pará, pará… ¡Cuántas preguntas! ¡Y cuánto agravio! Nada, se me ocurrió innovar un poco, a nuestra pareja le está faltando un poco de condimento… y estoy preparando una salsa que no te puedo contar la pinta que tiene…
Escuchó risitas. De esas que conocía bien. Su esposa tenía esos arranques, y no tenía términos medios. Jamás cocinaba, un poco por convicciones ideológicas, otro poco por su absoluta incapacidad para hacerlo. Algo tramaba. Así que le prometió que sí, que apenas pasado el mediodía estaba en casa. Ella le contestó que lo estaría esperando, con un tono de gata que él conocía muy bien.
Intuía un almuerzo frugal, y un plan diabólico de su mujer de postre. Por suerte el día no estaba tan tremendo, y lo que tenía que firmar, bien podía firmarlo a primera hora del día. Nadie le reclamaría nada. Pero tampoco sospechó ni remotamente lo que estaba esperándolo en su hogar.
Entró a la casa, dejó su saco, fue a la cocina, y no encontró a nadie. Pero le llamó la atención que estaba impecable. Limpia, ni un plato fuera de lugar. Y la mesa no estaba servida.
Se propuso no enojarse. Después de todo, ya estaba en su casa, así que fue al baño y pensó que se trataba de una tontera más de su mujer, y que lo iba a aprovechar para dormir la siesta un ratito. Sin embargo, empezó a notar algo extraño, cuando vio la puerta del dormitorio cerrada. No era algo habitual en la dinámica hogareña, así que no quiso abrirla sin antes apoyar su oido para ver si pescaba algo que pudiera guiarlo en su desconcierto.
Le pareció escuchar un gemido, pero lo descartó por completo. Entonces decidió ir al balcón, para ver desde allí qué era lo que estaba ocurriendo dentro de su propio dormitorio. Quería sorprender a su mujer, sin saber que en un segundo, el sorprendido iba a ser él.
En la cama, sólo las sábanas y pese a todo, lo primero que vio fueron tres juguetes: un vibrador, un antifaz y un enorme dildo. También vio a su mujer, enfundada en lencería negra de esas que levantan a un muerto: medias de red negras, ligas y portaligas. El pelo recogido con una gomita y su rostro hundido en una mujer que no dejaba de gemir y de murmurar palabras sueltas. La mujer no era otra que María Luján, la mejor amiga de su esposa, que no era fea, pero se ve que la señora de la casa estaba haciendo su trabajo con mucho esmero, porque tenía el rostro totalmente desencajado, y con una belleza que sólo una mujer que está gozando muestra en su rostro. Las facciones se endulzan, los ojos brillan, los labios carnosos y la voz ronca.
-Seguí, si, si, si, no pares, no pares que llego dale, ahí, ahí, para abajo, circulitos, si, si, siiii. No pares, por favor, no pares, ahí llegó el machito de la casa, pero vos no pares, siiiiii….
María Luján le agarró del pelo a Verónica, para que mire hacia el balcón y las dos lo descubrieron, con la boca abierta, con un bulto en el pantalón indisimulable, y no le dieron tiempo a pensar más.
-Pasá, que este es el almuerzo que te había preparado
Él la miró con incredulidad. Caliente. Pero confundido. Nunca pensó que su mujer -que no era ninguna mojigata- se diera murra con su mejor amiga, pero tampoco pensó que fuera normal lo que estaba ocurriendo
-No te quedés con esa cara de pajarón ahí afuera y vení que te estábamos esperando. Mary hace rato que te tiene ganas, y yo ya le conté de tus artes, así que decidimos darte esta sorpresa.
Dejó de tomar decisiones, porque entre las dos lo hicieron entrar, y mientras Verónica le desabrochaba la camisa, María Luján buscaba su herramienta sin sacarle el pantalón. Bajó el cierre y se zampó toda la pija en la boca, y se la empezó a chupar con hambre.
-Vos dejate llevar. Mary está con ganas, y entre amigas, nos compartimos todo. Quiero que te la cojas bien.
Y mientras seguía diciéndole cosas para que se relajara, se puso detrás de él, apoyándole las tetas en la espalda, desabrochándole el cinturón, y bajándole los pantalones. Su amiga se puso al borde de la cama y abrió las piernas. Él ya sabía qué era lo que tenía que hacer. Verónica había hecho un buen trabajo de precalentamiento, así que apoyó su miembro sobre el clítoris sin penetrarla, mientras la agarraba de la cintura, amagándole con penetrarla profundamente, pero sin hacerlo.
-Cogeme hijo de puta. Quiero pija. Dame de una vez, puto. A ver si es cierto eso de que sabés moverlo.
Todo se desarrollaba normalmente, si la escena puede catalogarse de normal en un hogar donde se estaba llevando a cabo el primer trío de la pareja. Al menos, el primer trío que compartían en su matrimonio. Verónica se subió de frente y apoyó su concha en la boca de María Luján, que ante cada embestida, movía su lengua frenética en el interior de la señora de la casa,, y ella besaba a su marido, metiéndole la lengua en su boca muy profundamente.
Los gemidos de ambas damas inundaban la habitación y su esposa tomó el vibrador y aprovechaba que las envestidas de su marido dejaban libre el clítoris de su amiga que, al sentir el cosquilleo, empezó a moverse frenética, y a perder el control. Ya no hablaba, sólo salían de su interior gemidos guturales, que terminaron en un orgasmo estremecedor, que le recorrió todo el cuerpo.
Fue en ese momento en que sintió las manos de su mujer en el pecho, que lo empujaron hacia atrás. Sabía perfectamente lo que estaba por suceder. El empujón lo sacó del interior de la señora que seguía acabando, recibiendo espasmos que correspondía con un nuevo gemido fuerte, y sin pija en su interior, y sin vibrador que la estimulara, comenzó a masturbarse con violencia, como si quisiera atrapar el orgasmo que estaba durando ya demasiado tiempo.
Un silencio absoluto, de unos segundos que bien pudieron haber sido la eternidad. El cuerpo tenso, y un alivio que bajó desde el cuello hasta la cintura, acompañado por un grito, y por un torrente de acabada que mojó el vientre del caballero, que estaba deleitándose con la estupenda acabada de la mejor amiga de su esposa.
Los tres comenzaron a recuperar el aliento, y fue en ese momento en que acostaron al hombre boca arriba, y entre las dos, entre besos, lengüetazos y chupones, vaciaron de leche al sorprendido marido, que por suerte, había logrado dejar su oficina a tiempo, para el almuerzo que le habían preparado.
-Voy a estar en la oficina, y cuando termine de firmar lo que me pasen a la firma, voy para casa…
-Y vos que sos tan habilidoso ¿no podrás inventar una excusa y venir a almorzar conmigo a casa?
-No quiero comer pizza otra vez
-No, no. Aproveché la mañana y me puse a cocinar algo rico… y como las nenas vuelven del colegio recién a las cinco, pensé…
-¿Cocinaste? ¿Qué cocinaste? ¿Enloqueciste?
-Pará, pará, pará… ¡Cuántas preguntas! ¡Y cuánto agravio! Nada, se me ocurrió innovar un poco, a nuestra pareja le está faltando un poco de condimento… y estoy preparando una salsa que no te puedo contar la pinta que tiene…
Escuchó risitas. De esas que conocía bien. Su esposa tenía esos arranques, y no tenía términos medios. Jamás cocinaba, un poco por convicciones ideológicas, otro poco por su absoluta incapacidad para hacerlo. Algo tramaba. Así que le prometió que sí, que apenas pasado el mediodía estaba en casa. Ella le contestó que lo estaría esperando, con un tono de gata que él conocía muy bien.
Intuía un almuerzo frugal, y un plan diabólico de su mujer de postre. Por suerte el día no estaba tan tremendo, y lo que tenía que firmar, bien podía firmarlo a primera hora del día. Nadie le reclamaría nada. Pero tampoco sospechó ni remotamente lo que estaba esperándolo en su hogar.
Entró a la casa, dejó su saco, fue a la cocina, y no encontró a nadie. Pero le llamó la atención que estaba impecable. Limpia, ni un plato fuera de lugar. Y la mesa no estaba servida.
Se propuso no enojarse. Después de todo, ya estaba en su casa, así que fue al baño y pensó que se trataba de una tontera más de su mujer, y que lo iba a aprovechar para dormir la siesta un ratito. Sin embargo, empezó a notar algo extraño, cuando vio la puerta del dormitorio cerrada. No era algo habitual en la dinámica hogareña, así que no quiso abrirla sin antes apoyar su oido para ver si pescaba algo que pudiera guiarlo en su desconcierto.
Le pareció escuchar un gemido, pero lo descartó por completo. Entonces decidió ir al balcón, para ver desde allí qué era lo que estaba ocurriendo dentro de su propio dormitorio. Quería sorprender a su mujer, sin saber que en un segundo, el sorprendido iba a ser él.
En la cama, sólo las sábanas y pese a todo, lo primero que vio fueron tres juguetes: un vibrador, un antifaz y un enorme dildo. También vio a su mujer, enfundada en lencería negra de esas que levantan a un muerto: medias de red negras, ligas y portaligas. El pelo recogido con una gomita y su rostro hundido en una mujer que no dejaba de gemir y de murmurar palabras sueltas. La mujer no era otra que María Luján, la mejor amiga de su esposa, que no era fea, pero se ve que la señora de la casa estaba haciendo su trabajo con mucho esmero, porque tenía el rostro totalmente desencajado, y con una belleza que sólo una mujer que está gozando muestra en su rostro. Las facciones se endulzan, los ojos brillan, los labios carnosos y la voz ronca.
-Seguí, si, si, si, no pares, no pares que llego dale, ahí, ahí, para abajo, circulitos, si, si, siiii. No pares, por favor, no pares, ahí llegó el machito de la casa, pero vos no pares, siiiiii….
María Luján le agarró del pelo a Verónica, para que mire hacia el balcón y las dos lo descubrieron, con la boca abierta, con un bulto en el pantalón indisimulable, y no le dieron tiempo a pensar más.
-Pasá, que este es el almuerzo que te había preparado
Él la miró con incredulidad. Caliente. Pero confundido. Nunca pensó que su mujer -que no era ninguna mojigata- se diera murra con su mejor amiga, pero tampoco pensó que fuera normal lo que estaba ocurriendo
-No te quedés con esa cara de pajarón ahí afuera y vení que te estábamos esperando. Mary hace rato que te tiene ganas, y yo ya le conté de tus artes, así que decidimos darte esta sorpresa.
Dejó de tomar decisiones, porque entre las dos lo hicieron entrar, y mientras Verónica le desabrochaba la camisa, María Luján buscaba su herramienta sin sacarle el pantalón. Bajó el cierre y se zampó toda la pija en la boca, y se la empezó a chupar con hambre.
-Vos dejate llevar. Mary está con ganas, y entre amigas, nos compartimos todo. Quiero que te la cojas bien.
Y mientras seguía diciéndole cosas para que se relajara, se puso detrás de él, apoyándole las tetas en la espalda, desabrochándole el cinturón, y bajándole los pantalones. Su amiga se puso al borde de la cama y abrió las piernas. Él ya sabía qué era lo que tenía que hacer. Verónica había hecho un buen trabajo de precalentamiento, así que apoyó su miembro sobre el clítoris sin penetrarla, mientras la agarraba de la cintura, amagándole con penetrarla profundamente, pero sin hacerlo.
-Cogeme hijo de puta. Quiero pija. Dame de una vez, puto. A ver si es cierto eso de que sabés moverlo.
Todo se desarrollaba normalmente, si la escena puede catalogarse de normal en un hogar donde se estaba llevando a cabo el primer trío de la pareja. Al menos, el primer trío que compartían en su matrimonio. Verónica se subió de frente y apoyó su concha en la boca de María Luján, que ante cada embestida, movía su lengua frenética en el interior de la señora de la casa,, y ella besaba a su marido, metiéndole la lengua en su boca muy profundamente.
Los gemidos de ambas damas inundaban la habitación y su esposa tomó el vibrador y aprovechaba que las envestidas de su marido dejaban libre el clítoris de su amiga que, al sentir el cosquilleo, empezó a moverse frenética, y a perder el control. Ya no hablaba, sólo salían de su interior gemidos guturales, que terminaron en un orgasmo estremecedor, que le recorrió todo el cuerpo.
Fue en ese momento en que sintió las manos de su mujer en el pecho, que lo empujaron hacia atrás. Sabía perfectamente lo que estaba por suceder. El empujón lo sacó del interior de la señora que seguía acabando, recibiendo espasmos que correspondía con un nuevo gemido fuerte, y sin pija en su interior, y sin vibrador que la estimulara, comenzó a masturbarse con violencia, como si quisiera atrapar el orgasmo que estaba durando ya demasiado tiempo.
Un silencio absoluto, de unos segundos que bien pudieron haber sido la eternidad. El cuerpo tenso, y un alivio que bajó desde el cuello hasta la cintura, acompañado por un grito, y por un torrente de acabada que mojó el vientre del caballero, que estaba deleitándose con la estupenda acabada de la mejor amiga de su esposa.
Los tres comenzaron a recuperar el aliento, y fue en ese momento en que acostaron al hombre boca arriba, y entre las dos, entre besos, lengüetazos y chupones, vaciaron de leche al sorprendido marido, que por suerte, había logrado dejar su oficina a tiempo, para el almuerzo que le habían preparado.
10 comentarios - Almuerzo sorpresa
pero no sabe el culo que tiene María Luján!
(lástima que no tanto como para dejar algunos puntitos.. je)
gracias por pasar!
un caballero no tiene memoria.