Apenas la Enfermera me llevó a través de la puerta yo inmedíatamente quedé paralizado. En el centro del privado me esperaba una mesa de operaciones completa con estribos y un juego de atemorizantes cintas de sujección de cuero. Sentí nauseas, Elisa y la Doctora no estaban en ninguna parte que yo pudiera ver pero algo me decía que mi padecimiento en sus manos estaba lejos de terminar. La Enfermera me agarró de un brazo con fuerza.
- Vamos... La Doctora quiere que te tenga listo para los procedimientos cuando ella termine de prepararse... Éso quiere decir que tenes que estar acostado y asegurado... A la Doctora no le gusta esperar - la Enfermera me llevó del brazo - A la mesa de operaciones.
La mesa de operaciones se veía más intimidatoria cuando nos acercamos.
- Mmmmmm... mmmm.... - intentando razonar con ella señalé la mordaza que tenía en la boca.
- No! - sacudió la cabeza la Enfermera impacientándose - La mordaza se queda en su lugar hasta que lo ordene la Doctora... a la mesa de operaciones, ya!
Sin encontrar un modo de evadirme de la situación yo me recosté en la mesa temeroso. La Enfermera me empujó los hombros hasta que quedé recostado, en posición reclinada.
- Muy bien bebé... ahora poné las piernas en los estribos - dijo ella mientras agarraba mi pierna derecha y la guiaba hasta ponerla en posición, luego la otra pierna, antes de fijar las gruesas cintas de cuero alrededor de cada pierna justo por debajo de la rodilla ajustándolas fuertemente. Después ella puso su atención en mis brazos, haciendo que yo los coloque a los costados de mi cuerpo y colocando ajustadas cintas alrededor de mis muñecas. Una vez que estuvo satisfecha con la forma en que me había asegurado, la Enfermera se dirigió al frente de la mesa de operaciones y me agarró de las caderas.
- Vamos... empujá la colita más abajo... así... más... vamos... el culo bien al borde de la mesa!
Mi dignidad recibió otro golpe y me vi forzado a deslizar mi trasero hasta el borde de la mesa de operaciones.
- Así me gusta... un nene bien obediente... ya casi te tengo listo - sonrió ella buscando algo fuera de mi vista. Empezó a tocar unos botones al costado de la mesa y yo sentí cómo los estribos que me sostenían las piernas empezaban a separarlas.
- Mmmmmmmmmm....!!! - protesté
- Chst... calladito la boca! La Doctora tiene que tener completo acceso para poder diagnosticar y decidir tu tratamiento así que tenés que tener las piernas bien separadas para cuando ella llegue.
Yo quedé acostado tratando de mantener la calma mientras la Enfermera se ocupaba de acomodar una brillante lámpara de cirugía apuntando directamente a mi entrepierna. Antes de este momento jamás me había sentido tan expuesto a merced de mujeres desconocidas salvo cuando había estado desnudo y atado en la camilla. Con las piernas separadas como las tenía era mucho peor, hubiera deseado volver a la camilla de la Doctora con tal de evitar mi posición actual. No tuve demasiado tiempo para permanecer sintiendo lástima de mi mismo porque casi inmedíatamente después que la Enfermera terminó con los preparativos escuché la puerta de doble hoja abriéndose otra vez. La incertidumbre y ansiedad eran una tortura, tener que permanecer allí escuchando las pisadas acercándose incapaz de moverme mientras los vidrios esmerilados me impedían ver quién iba a entrar. Rogué que fuera Elisa y no otra Enfermera o la Doctora... pero en realidad yo no quería que nadie me viera en esta posición tan expuesto. Mientras las pisadas se acercaban y se abría la puerta del privado levanté mi cabeza para mirar y se me revolvió el estómago cuando vi a la Doctora acercándose. No podía ver su rostro detrás del barbijo y la cofia que ahora se había colocado pero yo supe que era ella. Que haya cambiado su elegante vestido y guardapolvos blanco por un ambo de cirugía verde me produjo la desagradable sensación de que la revisación se iba a volver mucho más invasiva...
- Vamos... La Doctora quiere que te tenga listo para los procedimientos cuando ella termine de prepararse... Éso quiere decir que tenes que estar acostado y asegurado... A la Doctora no le gusta esperar - la Enfermera me llevó del brazo - A la mesa de operaciones.
La mesa de operaciones se veía más intimidatoria cuando nos acercamos.
- Mmmmmm... mmmm.... - intentando razonar con ella señalé la mordaza que tenía en la boca.
- No! - sacudió la cabeza la Enfermera impacientándose - La mordaza se queda en su lugar hasta que lo ordene la Doctora... a la mesa de operaciones, ya!
Sin encontrar un modo de evadirme de la situación yo me recosté en la mesa temeroso. La Enfermera me empujó los hombros hasta que quedé recostado, en posición reclinada.
- Muy bien bebé... ahora poné las piernas en los estribos - dijo ella mientras agarraba mi pierna derecha y la guiaba hasta ponerla en posición, luego la otra pierna, antes de fijar las gruesas cintas de cuero alrededor de cada pierna justo por debajo de la rodilla ajustándolas fuertemente. Después ella puso su atención en mis brazos, haciendo que yo los coloque a los costados de mi cuerpo y colocando ajustadas cintas alrededor de mis muñecas. Una vez que estuvo satisfecha con la forma en que me había asegurado, la Enfermera se dirigió al frente de la mesa de operaciones y me agarró de las caderas.
- Vamos... empujá la colita más abajo... así... más... vamos... el culo bien al borde de la mesa!
Mi dignidad recibió otro golpe y me vi forzado a deslizar mi trasero hasta el borde de la mesa de operaciones.
- Así me gusta... un nene bien obediente... ya casi te tengo listo - sonrió ella buscando algo fuera de mi vista. Empezó a tocar unos botones al costado de la mesa y yo sentí cómo los estribos que me sostenían las piernas empezaban a separarlas.
- Mmmmmmmmmm....!!! - protesté
- Chst... calladito la boca! La Doctora tiene que tener completo acceso para poder diagnosticar y decidir tu tratamiento así que tenés que tener las piernas bien separadas para cuando ella llegue.
Yo quedé acostado tratando de mantener la calma mientras la Enfermera se ocupaba de acomodar una brillante lámpara de cirugía apuntando directamente a mi entrepierna. Antes de este momento jamás me había sentido tan expuesto a merced de mujeres desconocidas salvo cuando había estado desnudo y atado en la camilla. Con las piernas separadas como las tenía era mucho peor, hubiera deseado volver a la camilla de la Doctora con tal de evitar mi posición actual. No tuve demasiado tiempo para permanecer sintiendo lástima de mi mismo porque casi inmedíatamente después que la Enfermera terminó con los preparativos escuché la puerta de doble hoja abriéndose otra vez. La incertidumbre y ansiedad eran una tortura, tener que permanecer allí escuchando las pisadas acercándose incapaz de moverme mientras los vidrios esmerilados me impedían ver quién iba a entrar. Rogué que fuera Elisa y no otra Enfermera o la Doctora... pero en realidad yo no quería que nadie me viera en esta posición tan expuesto. Mientras las pisadas se acercaban y se abría la puerta del privado levanté mi cabeza para mirar y se me revolvió el estómago cuando vi a la Doctora acercándose. No podía ver su rostro detrás del barbijo y la cofia que ahora se había colocado pero yo supe que era ella. Que haya cambiado su elegante vestido y guardapolvos blanco por un ambo de cirugía verde me produjo la desagradable sensación de que la revisación se iba a volver mucho más invasiva...
1 comentarios - A Merced de la Doctora - Parte 3
De donde sacas tanga inspiracion?
Pero si, también esta esta entre mis favoritas