Nunca me había sentido tan expuesto como ahora, las brillantes luces iluminando cada centímetro de mi cuerpo a las escrutadoras miradas sobre mí. Intenté mover mis extremidades, probando la solidez de las cintas de sujección que ataban mis muñecas y tobillos. Toda la lucha fue en vano, cuanto más lo intentaba sólo lograba sentirme más indefenso, sacudiéndome tontamente en la camilla frente a las mujeres. La Doctora entretenida gentilmente apoyó una mano en la parte interna de mi muslo justo sobre la rodilla.
- Vamos... vamos... relajate... No vas a ir a ningún lado hasta que no terminemos... Me entendés?
Levanté la mirada para verla y descubrí a la segunda Enfermera, una hermosa rubia ordenando instrumentos sobre la bandeja...
- Contestale a la Doctora! - me ordenó una impaciente Elisa, provocando que mi mente nublada por el sedante volviera a ponerse en foco. Encontré la mirada de la Doctora y asentí con la cabeza rápidamente.
- Mmmm... - ella tenía una mirada tan penetrante que tuve mirar a otro lado.
- Muy bien... Tratá de relajarte. Mis pacientes me conocen como Dra. Saenz y yo voy a estar a cargo de tu caso... Muy bien, la historia clínica del paciente... Jésica por favor...
- Sí Doctora - la enfermera que me había traído hasta el Consultorio abrió la carpeta con mi historia clínica y sacó un bolígrafo.
- Ahora te voy a revisar la pancita, ya que no podés hablar quiero que aprietes la mano de Elisa si sentís algún dolor.
Elisa tomó mi mano gentilmente, dándome una mirada compasiva mientras la Doctora comenzaba la revisación. En cuanto sentí las suaves llemas de sus dedos presionando alternativamente en mi estómago cometí el error de mirar a la Dra. Saenz justo cuando se inclinaba hacia adelante para presionar mi estómago superior. Tuve un rápido vistazo de su escote, la imagen de sus firmes pechos causó que mi ya semi erecto pene creciera todavía más. Inmedíatamente advertí el efecto, tratando de mantener algo de mi dignidad mientras permanecía desnudo frente a cuatro mujeres. Pese a que, con todas ellas paradas alrededor de la camilla, tenía pocos lugares para mirar e intentar calmarme, salvo las brillantes luces sobre mí, así que cerré mis ojos. Esperé tranquilamente mientras los dedos de la Dra. Saenz metódicamente se abrían camino por mi estómago presionando en cada punto.
- Hmmmm... se lo siente lleno... cuándo fue la última vez que le hicieron una enema?
- Hace tres noches Doctora - respondió Elisa.
- Ya veo... Y asumo que le administrás enemas regularmente antes de someterlo analmente...
- Sí Doctora.
Sentí que el corazón se me daba vuelta, yo disfruto que Elisa me penetre con el consolador pero era vergonzoso escuchar a la Doctora hablando del tema. Qué más le había contado mi novia a esta hermosa y misteriosa Doctora sobre nuestra vida sexual? Yo estaba feliz asumiendo regularmente el rol del sumiso en la intimidad con Elisa pero exactamente no era algo que ya deseara hacer público.
- Bueno, si está lleno de materia fecal vamos a tener que resolver ése asuntito durante la revisación...
- Por supuesto Doctora - contestó Elisa.
Justo en ése momento mi atención volvió a la revisación cuando sentí las manos de la Doctora moviéndose por mi bajo vientre. Cuando llevó las llemas de sus dedos donde solía estar mi vello púbico ella sonrió detrás del barbijo.
- Prolijo y rasurado... Cómo te sentís bien suavecito y limpito? No te gusta?
Realmente no quería contestarle pero ahora toda la habitación me miraba a la cara y sentí que lo mejor era estar de acuerdo con la Doctora en este punto, asi que asentí complaciente.
- Muy bien, muy bien. Simplemente se vé mucho mejor y estoy segura que Elisa va a apreciar el cambio - la Doctora parecía encantada consigo misma y con que ahora yo tuviera la entre pierna rasuraday que todo se haya hecho obedeciendo sus instrucciones. De repente y sin aviso presionó sus dedos en mi entre pierna.
- Te estoy palpando la arteria femoral, relajate - mientras presionaba no parecía afectarle que sus dedos ahora estuvieran rozando la base de mi pene. Por mi parte, yo no podía decir lo mismo, traté de pensar en otra cosa que no fueran la Doctora y sus dedos mientras mi pene se sacudía de forma involuntaria.
- Bien - dijo ella después de un rato - Procedamos. Guantes, por favor.
La Enfermera le entregó un par de guantes de látex y ella empezó a ponérselos. Salvo por el sonido de la Doctora calzándose los guantes de látex el Consultorio permanecía en silencio. Yo sospechaba que todos estábamos pensado en lo que estaba por pasar. La Doctora terminó de calzarse los guantes y me apoyó sus frías manos en el interior de mis muslos separándolos gentilmente.
- Separame bien las piernas... así, muy bien... todo lo que puedas.
Yo obedecí hasta que las cintas que sujetaban mis tobillos me lo permitieron. Estaba incómodo.
- Esta bien - dijo dejando las manos tocándome las piernas - Ahora quiero que te quedes en esta posición mientras te reviso el pitito y las bolitas, sí?
Me sentí abrumado pero ella me estaba mirando directamente así que tuve que asentir con la cabeza.
- Te estás portando muy bien - me dijo la Doctora y una de las Enfermeras reposicionó las luces directamente a mi entrepierna, mi pene se sacudió ansioso. La Doctora deslizó su mano enguantada desde mi muslo y gentilmente sostuvo mis testículos en la palma de su mano. Los palpó por un momento y los apretó suavemente antes de usar los dedos índice y pulgar de su otra mano para palpar y examinar cada testículo individualmente.
- Tu problemita no se relaciona con tus testículos pero el cancer testicular puede resultar mortal y a un nene como vos es importante examinarle las bolitas regularmente... y viviendo con una Enfermera como Elisa no hay excusas para que te resistas a que te revise frecuentemente.
Yo mordí un poco la mordaza que tenía en la boca, mis rodillas me temblaban. Una vez satisfecha con la inspección ella le dio un último apretón final más firme a mis testículos antes de liberarlos.
Después la Doctora agarró la base de mi pene con dos dedos y empezó a palparlo y examinarlo con su otra mano. El delicado tacto de sus suaves manos cubiertas por los guantes de látex se sentía increíble y no pude evitar un ahogado gemido que esperaba nadie hubiera oído. Ella lentamente palpó mi pene a lo largo antes de dejarlo caer sobre mi bajo vientre para volver a tomarlo entre sus dedos otra vez. La Doctora entonces atrapó el glande de mi pene que ahora estaba totalmente erecto con su mano izquierda. Usando el pulgar y el índice muy suavemente presionó para abrir mi orificio. Se inclinó para acercarse y observar ante de usar el dedo índice de su mano derecha para presionar sobre mi ahora dilatado orificio. No tenía idea de lo que estaba haciendo pero la sensación era increíble. Ella presionó durante unos segundos y yo sentí una ola de energía atravesando todo mi cuerpo. Me sacudí sobre la camilla y gemí lo suficientemente fuerte para que esta vez todas me escucharan mientras mi pene latía. Yo ya había renunciado por completo a mantener mi compostura frente a estas mujeres y no podía pensar en otra cosa que los dedos enguantados de mi Doctora tocándome el pene. Sólo quería que ella continuara tocándome hasta hacerme eyacular cuando de repente ella quitó su dedo de mi orificio. Me tomó un momento retomar mi compostura y debo haber gemido bastante fuerte porque todas en el Consultorio me estaban observando.
- Eso te gustó, no bebé?
Yo prácticamente podía escucharla riendo detrás del barbijo. Yo estaba avergonzado por haber perdido completamente el control de mi mismo pero sentí la necesidad de volver a sentir con mi cabeza. La Doctora pareció satisfecha consigo misma y con la reacción que había provocado en mi. Mientras miraba hacia abajo me di cuenta que ella todavía seguía sosteniendo mi pene erecto en su mano izquierda y que yo estaba drenando líquido pre eyaculatorio. La Doctora notó mi mirada y me consoló.
- Ay, no tengas vergüenza bebé! Un poco de lechita es la respuesta natural y saludable a un tacto tan íntimo. Relajate que te voy a dejar bien limpito.
Ella agarró un pañuelo de papel descartable de una caja en la bandeja de instrumentos y lo pasó por mi glande. Yo todavía me sentía mareado por la experiencia mientras la Doctora me liberaba el pene y agarraba algo que perecía un fino termómetro de la bandeja y empezaba a cubrirlo con lubricante quirúrgico.
- Ahora te voy a tomar la temperatura así que quiero que te quedes bien quietito.
Al principio no entendí a qué se refería, ya que yo estaba acostado de espaldas... pero después me agarró el pene con la otra mano y yo me dí cuenta que me iba a insertar el termómetro.
- Mmmmmm....!!! - protesté.
- Quedate quieto bebé... Obedecé! Te va a doler un poquito cuando te penetre la uretra con el termómetro... Pero vas a ver qué rápido que se te pasa.
Después volvió a abrir mi orificio uretral de nuevo y lentamente insertó el termómetro dentro mío. Era una sensación extraña y desagradable mientras la Doctora me insertaba el frío termómetro profundo dentro de mi orificio. Dejé escapar un claro gemido mientras ella encontraba la profundidad adecuada y sostenía el termómetro allí.
- Asi... Ahora tenemos que esperar un ratito para que tome la lectura.
Yo apreté fuerte la mano de Elisa y mordí mi mordaza, rogando para que la Doctora saque el termómetro de mi uretra. Después de lo que pareció una eternidad ella finalmente me sacó el termómetro antes de estudiarlo detenidamente.
- Hmmm... - ella sacudió la cabeza - Tu temperatura es elevada y éso no es bueno... seguramente vamos a tener que mirar un poco más profundamente este asunto.
Yo no sabía qué quería decir con éso pero estaba aliviado de que hubiera sacado el termómetro.
- Ahora, si te desatamos un ratito, me prometés que te vas a portar bien?
Yo asentí con la cabeza.
- Vas a ser un nene obediente y vas a hacer exáctamente lo que tu Doctora te ordene?
Yo asentí de nuevo.
- Muy bien señoritas, liberen las cintas de sujección del paciente. La mordaza se queda en su lugar.
La Doctora fue a quitarse y cambiarse los guantes mientras las dos Enfermeras me desataban las muñecas y los tobillos. La Doctora terminó de calzarse los nuevos guantes.
- Bueno bebé, date vuelta. Te quiero apoyado en las rodillas y los codos.
Yo obedecí, todavía un poco sedado las Enfermeras me ayudaron a mantenerme estable mientras asumía la posición que me había ordenado la Dra. Saenz. La escuché derramando lubricante quirúrgico otra vez y miré hacia atrás para verla lubricándose los dedos.
- Te voy a revisar la próstata - sentí su mano húmeda separándome las nalgas y su dedo lubricado deslizándose hacia arriba y hacia abajo entre mis nalgas - Te voy a hacer un poquito de masaje y después te voy a penetrar con mi dedo.
Yo asentí con la cabeza. Su dedo seguía aplicando lubricante quirúrgico entre mis nalgas jugando con mi orificio anal. Ella siguió masajeando por unos segundos antes de empezar a aplicar presión.
- Vamos... Relajadito bebé... Respirá hondo y si te duele un poquito mordé la mordaza.
Y ya me estaba penetrando. Sentí su dedo entrando profundo y hurgando dentro mío.
- Hmmmm... esto no va a funcionar - dijo antes de retirar el dedo - Definitivamente está lleno de materia fecal y no voy a poder proceder como yo quiero.
La Doctora se quitó los guantes y me ordenó que me acueste otra vez antes de dirigirse a los gabinetes para buscar algo. Elisa me acarició la espalda y me recordó que permanezca en la camilla. Pronto la Doctora estaba de vuelta con un vaso con un líquido de aspecto misterioso.
- Elisa quitale la mordaza así puede tomarse esto.
Elisa me lanzó una mirada de advertencia para que cuide mis modales antes de aflojar la mordaza lo suficiente como para que colgara alrededor de mi cuello. La Doctora sostuvo el vaso contra mis labios, tenía un aroma y un color desagradable.
- Q... qué... es esto? - pregunté preocupado.
Elisa me agarró violentamente de mi barbilla y me forzó a mirarla a los ojos.
- No te atrevas a cuestionar a la Doctora! Si la Dra. Saenz te dice que te tomes lo que hay en el vaso, vos te lo tomás. Entendido?
Yo asentí con la cabeza y ella me liberó. El vaso otra vez presionó contra mis labios y me tomé el contenido. Era espeso y tenía un sabor extraño pero me obligaron a tomármelo todo.
- Muy bien... Amordazalo de nuevo - ordenó la Doctora.
Elisa sostuvo la mordaza frente mío.
- Abrí! - dijo severamente y volvió a poner la mordaza en mi boca y la seguró.
- Excelente. El laxante va a hacer efecto en unos minutos - dijo la Dra. Saenz y se dirigió a la Enfermera de cabello moreno - Mientras tanto quiero que le hagas una enema y después lo lleves al baño. Nosotras nos vamos a discutir cómo continuamos con los procedimientos.
- Sí Doctora - contestó la Enfermera antes de ponerse un par de guantes de látex mientras me ordenaba - Asumí la posición de nuevo... codos y rodillas en la camilla!
La Enfermera fue a los gabinetes. Yo asumí la posición y esperé mientras la Enfermera preparaba mi enema. Elisa y la Enfermera rubia siguieron a la Dra. Saenz a un privado con los vidrios esmerilados que no me permitían ver lo que había del otro lado. La Enfermera de cabello castaño regresó y me puso una mano enguantada en la espalda.
- Doblá la espalda.... Vamos... Te quiero con el culito al aire...
Yo obedecí y ella empezó a lubricarme el trasero.
La Enfermera apoyó la punta de la cánula contra mi ano antes de empujarla y penetrarme profundo. Yo gemí.
- Shhhh... Tranquilito bebé - me dijo acariciándome la espalda con su suave mano enguantada mientras con la otra presionaba el émbolo de una jeringa de 150 mililitros. Sentí el flujo de agua muy fría corriendo dentro mío. Me quedé en ésa posición varios minutos mientras ella vaciaba la jeringa en mis intestinos. Y en seguida sentí la cánula deslizándose fuera de mi ano.
- Muy bien - dijo quitándose los guantes - Vamos, bajá de la camilla... Si todavía te sentís débil por el sedante yo te voy a ayudar.
La Enfermera me ayudó a ponerme de pié y me agarró fuerte de un brazo.
- Ahora vamos al baño.
Yo asentí y ella fue hasta la puerta. Yo me detuve un momento, esperando que me diera una bata o algo para cubrirme cuando salga al corredor pero con la mordaza en la boca no podía pedir nada. La Enfermera ya había abierto la puerta y me empujó afuera.
- Qué hacés? Más vale que no hagas esperar a la Dra. Saenz!
La Enfermera me llevó por el pasillo completamente desnudo mientras yo trataba desesperadamente de cubrir mi pene erecto con mis manos. Ella me condujo a través de una puerta y encendió la luz mientras me forzaba a entrar.
- Adentro! Y no salgas hasta que hayas evacuado por completo y te hayas limpiado la colita. Te voy a estar esperando afuera.
Yo entré al baño e hice todo lo que me habían ordenado. Cuando terminé abrí la puerta y me encontré con la Enfermera esperándome. Para mi sorpresa ella me hizo volver a entrar y esta vez entró detrás mío.
- Inclinate en el lavatorio.
Yo estaba confundido pero hice lo que me dijo. Miré por el espejo y ella estaba sacando unos guantes de látex del bolsillo del ambo y se los colocaba.
- Mejor nos aseguramos que estés bien limpito antes de llevarte de vuelta con la Doctora - dijo mientras me separaba las nalgas.
Sin usar lubricante presionó su dedo contra mi ano y me penetró.
- Mmmmmmm....!! - gemí.
Ella era mucho más violenta y agresiva de lo que había sido la Doctora y me penetró con su dedo rápidamente. Dolió pero me aguanté mientras la Enfermera hurgaba profundo dentro mío.
- Así me gusta... un nene bien obediente - dijo mientras quitaba el dedo de mi ano y lo observaba cuidadosamente verificando que no tenga restos de materia fecal - Limpito!
Se quitó los guantes y los descartó en un cesto.
- Vamos... De vuelta al Consultorio!
Caminé con ella hasta el mismo Consultorio, muy nervioso por lo que la Doctora fuera a hacerme. Cuando regresamos, para mi sorpresa, la camilla que habían usado para revisarme no estaba.
- Nos deben estar esperando en la parte de atrás - dijo la Enfermera mientras me agarraba de un brazo y me llevaba al privado...
- Vamos... vamos... relajate... No vas a ir a ningún lado hasta que no terminemos... Me entendés?
Levanté la mirada para verla y descubrí a la segunda Enfermera, una hermosa rubia ordenando instrumentos sobre la bandeja...
- Contestale a la Doctora! - me ordenó una impaciente Elisa, provocando que mi mente nublada por el sedante volviera a ponerse en foco. Encontré la mirada de la Doctora y asentí con la cabeza rápidamente.
- Mmmm... - ella tenía una mirada tan penetrante que tuve mirar a otro lado.
- Muy bien... Tratá de relajarte. Mis pacientes me conocen como Dra. Saenz y yo voy a estar a cargo de tu caso... Muy bien, la historia clínica del paciente... Jésica por favor...
- Sí Doctora - la enfermera que me había traído hasta el Consultorio abrió la carpeta con mi historia clínica y sacó un bolígrafo.
- Ahora te voy a revisar la pancita, ya que no podés hablar quiero que aprietes la mano de Elisa si sentís algún dolor.
Elisa tomó mi mano gentilmente, dándome una mirada compasiva mientras la Doctora comenzaba la revisación. En cuanto sentí las suaves llemas de sus dedos presionando alternativamente en mi estómago cometí el error de mirar a la Dra. Saenz justo cuando se inclinaba hacia adelante para presionar mi estómago superior. Tuve un rápido vistazo de su escote, la imagen de sus firmes pechos causó que mi ya semi erecto pene creciera todavía más. Inmedíatamente advertí el efecto, tratando de mantener algo de mi dignidad mientras permanecía desnudo frente a cuatro mujeres. Pese a que, con todas ellas paradas alrededor de la camilla, tenía pocos lugares para mirar e intentar calmarme, salvo las brillantes luces sobre mí, así que cerré mis ojos. Esperé tranquilamente mientras los dedos de la Dra. Saenz metódicamente se abrían camino por mi estómago presionando en cada punto.
- Hmmmm... se lo siente lleno... cuándo fue la última vez que le hicieron una enema?
- Hace tres noches Doctora - respondió Elisa.
- Ya veo... Y asumo que le administrás enemas regularmente antes de someterlo analmente...
- Sí Doctora.
Sentí que el corazón se me daba vuelta, yo disfruto que Elisa me penetre con el consolador pero era vergonzoso escuchar a la Doctora hablando del tema. Qué más le había contado mi novia a esta hermosa y misteriosa Doctora sobre nuestra vida sexual? Yo estaba feliz asumiendo regularmente el rol del sumiso en la intimidad con Elisa pero exactamente no era algo que ya deseara hacer público.
- Bueno, si está lleno de materia fecal vamos a tener que resolver ése asuntito durante la revisación...
- Por supuesto Doctora - contestó Elisa.
Justo en ése momento mi atención volvió a la revisación cuando sentí las manos de la Doctora moviéndose por mi bajo vientre. Cuando llevó las llemas de sus dedos donde solía estar mi vello púbico ella sonrió detrás del barbijo.
- Prolijo y rasurado... Cómo te sentís bien suavecito y limpito? No te gusta?
Realmente no quería contestarle pero ahora toda la habitación me miraba a la cara y sentí que lo mejor era estar de acuerdo con la Doctora en este punto, asi que asentí complaciente.
- Muy bien, muy bien. Simplemente se vé mucho mejor y estoy segura que Elisa va a apreciar el cambio - la Doctora parecía encantada consigo misma y con que ahora yo tuviera la entre pierna rasuraday que todo se haya hecho obedeciendo sus instrucciones. De repente y sin aviso presionó sus dedos en mi entre pierna.
- Te estoy palpando la arteria femoral, relajate - mientras presionaba no parecía afectarle que sus dedos ahora estuvieran rozando la base de mi pene. Por mi parte, yo no podía decir lo mismo, traté de pensar en otra cosa que no fueran la Doctora y sus dedos mientras mi pene se sacudía de forma involuntaria.
- Bien - dijo ella después de un rato - Procedamos. Guantes, por favor.
La Enfermera le entregó un par de guantes de látex y ella empezó a ponérselos. Salvo por el sonido de la Doctora calzándose los guantes de látex el Consultorio permanecía en silencio. Yo sospechaba que todos estábamos pensado en lo que estaba por pasar. La Doctora terminó de calzarse los guantes y me apoyó sus frías manos en el interior de mis muslos separándolos gentilmente.
- Separame bien las piernas... así, muy bien... todo lo que puedas.
Yo obedecí hasta que las cintas que sujetaban mis tobillos me lo permitieron. Estaba incómodo.
- Esta bien - dijo dejando las manos tocándome las piernas - Ahora quiero que te quedes en esta posición mientras te reviso el pitito y las bolitas, sí?
Me sentí abrumado pero ella me estaba mirando directamente así que tuve que asentir con la cabeza.
- Te estás portando muy bien - me dijo la Doctora y una de las Enfermeras reposicionó las luces directamente a mi entrepierna, mi pene se sacudió ansioso. La Doctora deslizó su mano enguantada desde mi muslo y gentilmente sostuvo mis testículos en la palma de su mano. Los palpó por un momento y los apretó suavemente antes de usar los dedos índice y pulgar de su otra mano para palpar y examinar cada testículo individualmente.
- Tu problemita no se relaciona con tus testículos pero el cancer testicular puede resultar mortal y a un nene como vos es importante examinarle las bolitas regularmente... y viviendo con una Enfermera como Elisa no hay excusas para que te resistas a que te revise frecuentemente.
Yo mordí un poco la mordaza que tenía en la boca, mis rodillas me temblaban. Una vez satisfecha con la inspección ella le dio un último apretón final más firme a mis testículos antes de liberarlos.
Después la Doctora agarró la base de mi pene con dos dedos y empezó a palparlo y examinarlo con su otra mano. El delicado tacto de sus suaves manos cubiertas por los guantes de látex se sentía increíble y no pude evitar un ahogado gemido que esperaba nadie hubiera oído. Ella lentamente palpó mi pene a lo largo antes de dejarlo caer sobre mi bajo vientre para volver a tomarlo entre sus dedos otra vez. La Doctora entonces atrapó el glande de mi pene que ahora estaba totalmente erecto con su mano izquierda. Usando el pulgar y el índice muy suavemente presionó para abrir mi orificio. Se inclinó para acercarse y observar ante de usar el dedo índice de su mano derecha para presionar sobre mi ahora dilatado orificio. No tenía idea de lo que estaba haciendo pero la sensación era increíble. Ella presionó durante unos segundos y yo sentí una ola de energía atravesando todo mi cuerpo. Me sacudí sobre la camilla y gemí lo suficientemente fuerte para que esta vez todas me escucharan mientras mi pene latía. Yo ya había renunciado por completo a mantener mi compostura frente a estas mujeres y no podía pensar en otra cosa que los dedos enguantados de mi Doctora tocándome el pene. Sólo quería que ella continuara tocándome hasta hacerme eyacular cuando de repente ella quitó su dedo de mi orificio. Me tomó un momento retomar mi compostura y debo haber gemido bastante fuerte porque todas en el Consultorio me estaban observando.
- Eso te gustó, no bebé?
Yo prácticamente podía escucharla riendo detrás del barbijo. Yo estaba avergonzado por haber perdido completamente el control de mi mismo pero sentí la necesidad de volver a sentir con mi cabeza. La Doctora pareció satisfecha consigo misma y con la reacción que había provocado en mi. Mientras miraba hacia abajo me di cuenta que ella todavía seguía sosteniendo mi pene erecto en su mano izquierda y que yo estaba drenando líquido pre eyaculatorio. La Doctora notó mi mirada y me consoló.
- Ay, no tengas vergüenza bebé! Un poco de lechita es la respuesta natural y saludable a un tacto tan íntimo. Relajate que te voy a dejar bien limpito.
Ella agarró un pañuelo de papel descartable de una caja en la bandeja de instrumentos y lo pasó por mi glande. Yo todavía me sentía mareado por la experiencia mientras la Doctora me liberaba el pene y agarraba algo que perecía un fino termómetro de la bandeja y empezaba a cubrirlo con lubricante quirúrgico.
- Ahora te voy a tomar la temperatura así que quiero que te quedes bien quietito.
Al principio no entendí a qué se refería, ya que yo estaba acostado de espaldas... pero después me agarró el pene con la otra mano y yo me dí cuenta que me iba a insertar el termómetro.
- Mmmmmm....!!! - protesté.
- Quedate quieto bebé... Obedecé! Te va a doler un poquito cuando te penetre la uretra con el termómetro... Pero vas a ver qué rápido que se te pasa.
Después volvió a abrir mi orificio uretral de nuevo y lentamente insertó el termómetro dentro mío. Era una sensación extraña y desagradable mientras la Doctora me insertaba el frío termómetro profundo dentro de mi orificio. Dejé escapar un claro gemido mientras ella encontraba la profundidad adecuada y sostenía el termómetro allí.
- Asi... Ahora tenemos que esperar un ratito para que tome la lectura.
Yo apreté fuerte la mano de Elisa y mordí mi mordaza, rogando para que la Doctora saque el termómetro de mi uretra. Después de lo que pareció una eternidad ella finalmente me sacó el termómetro antes de estudiarlo detenidamente.
- Hmmm... - ella sacudió la cabeza - Tu temperatura es elevada y éso no es bueno... seguramente vamos a tener que mirar un poco más profundamente este asunto.
Yo no sabía qué quería decir con éso pero estaba aliviado de que hubiera sacado el termómetro.
- Ahora, si te desatamos un ratito, me prometés que te vas a portar bien?
Yo asentí con la cabeza.
- Vas a ser un nene obediente y vas a hacer exáctamente lo que tu Doctora te ordene?
Yo asentí de nuevo.
- Muy bien señoritas, liberen las cintas de sujección del paciente. La mordaza se queda en su lugar.
La Doctora fue a quitarse y cambiarse los guantes mientras las dos Enfermeras me desataban las muñecas y los tobillos. La Doctora terminó de calzarse los nuevos guantes.
- Bueno bebé, date vuelta. Te quiero apoyado en las rodillas y los codos.
Yo obedecí, todavía un poco sedado las Enfermeras me ayudaron a mantenerme estable mientras asumía la posición que me había ordenado la Dra. Saenz. La escuché derramando lubricante quirúrgico otra vez y miré hacia atrás para verla lubricándose los dedos.
- Te voy a revisar la próstata - sentí su mano húmeda separándome las nalgas y su dedo lubricado deslizándose hacia arriba y hacia abajo entre mis nalgas - Te voy a hacer un poquito de masaje y después te voy a penetrar con mi dedo.
Yo asentí con la cabeza. Su dedo seguía aplicando lubricante quirúrgico entre mis nalgas jugando con mi orificio anal. Ella siguió masajeando por unos segundos antes de empezar a aplicar presión.
- Vamos... Relajadito bebé... Respirá hondo y si te duele un poquito mordé la mordaza.
Y ya me estaba penetrando. Sentí su dedo entrando profundo y hurgando dentro mío.
- Hmmmm... esto no va a funcionar - dijo antes de retirar el dedo - Definitivamente está lleno de materia fecal y no voy a poder proceder como yo quiero.
La Doctora se quitó los guantes y me ordenó que me acueste otra vez antes de dirigirse a los gabinetes para buscar algo. Elisa me acarició la espalda y me recordó que permanezca en la camilla. Pronto la Doctora estaba de vuelta con un vaso con un líquido de aspecto misterioso.
- Elisa quitale la mordaza así puede tomarse esto.
Elisa me lanzó una mirada de advertencia para que cuide mis modales antes de aflojar la mordaza lo suficiente como para que colgara alrededor de mi cuello. La Doctora sostuvo el vaso contra mis labios, tenía un aroma y un color desagradable.
- Q... qué... es esto? - pregunté preocupado.
Elisa me agarró violentamente de mi barbilla y me forzó a mirarla a los ojos.
- No te atrevas a cuestionar a la Doctora! Si la Dra. Saenz te dice que te tomes lo que hay en el vaso, vos te lo tomás. Entendido?
Yo asentí con la cabeza y ella me liberó. El vaso otra vez presionó contra mis labios y me tomé el contenido. Era espeso y tenía un sabor extraño pero me obligaron a tomármelo todo.
- Muy bien... Amordazalo de nuevo - ordenó la Doctora.
Elisa sostuvo la mordaza frente mío.
- Abrí! - dijo severamente y volvió a poner la mordaza en mi boca y la seguró.
- Excelente. El laxante va a hacer efecto en unos minutos - dijo la Dra. Saenz y se dirigió a la Enfermera de cabello moreno - Mientras tanto quiero que le hagas una enema y después lo lleves al baño. Nosotras nos vamos a discutir cómo continuamos con los procedimientos.
- Sí Doctora - contestó la Enfermera antes de ponerse un par de guantes de látex mientras me ordenaba - Asumí la posición de nuevo... codos y rodillas en la camilla!
La Enfermera fue a los gabinetes. Yo asumí la posición y esperé mientras la Enfermera preparaba mi enema. Elisa y la Enfermera rubia siguieron a la Dra. Saenz a un privado con los vidrios esmerilados que no me permitían ver lo que había del otro lado. La Enfermera de cabello castaño regresó y me puso una mano enguantada en la espalda.
- Doblá la espalda.... Vamos... Te quiero con el culito al aire...
Yo obedecí y ella empezó a lubricarme el trasero.
La Enfermera apoyó la punta de la cánula contra mi ano antes de empujarla y penetrarme profundo. Yo gemí.
- Shhhh... Tranquilito bebé - me dijo acariciándome la espalda con su suave mano enguantada mientras con la otra presionaba el émbolo de una jeringa de 150 mililitros. Sentí el flujo de agua muy fría corriendo dentro mío. Me quedé en ésa posición varios minutos mientras ella vaciaba la jeringa en mis intestinos. Y en seguida sentí la cánula deslizándose fuera de mi ano.
- Muy bien - dijo quitándose los guantes - Vamos, bajá de la camilla... Si todavía te sentís débil por el sedante yo te voy a ayudar.
La Enfermera me ayudó a ponerme de pié y me agarró fuerte de un brazo.
- Ahora vamos al baño.
Yo asentí y ella fue hasta la puerta. Yo me detuve un momento, esperando que me diera una bata o algo para cubrirme cuando salga al corredor pero con la mordaza en la boca no podía pedir nada. La Enfermera ya había abierto la puerta y me empujó afuera.
- Qué hacés? Más vale que no hagas esperar a la Dra. Saenz!
La Enfermera me llevó por el pasillo completamente desnudo mientras yo trataba desesperadamente de cubrir mi pene erecto con mis manos. Ella me condujo a través de una puerta y encendió la luz mientras me forzaba a entrar.
- Adentro! Y no salgas hasta que hayas evacuado por completo y te hayas limpiado la colita. Te voy a estar esperando afuera.
Yo entré al baño e hice todo lo que me habían ordenado. Cuando terminé abrí la puerta y me encontré con la Enfermera esperándome. Para mi sorpresa ella me hizo volver a entrar y esta vez entró detrás mío.
- Inclinate en el lavatorio.
Yo estaba confundido pero hice lo que me dijo. Miré por el espejo y ella estaba sacando unos guantes de látex del bolsillo del ambo y se los colocaba.
- Mejor nos aseguramos que estés bien limpito antes de llevarte de vuelta con la Doctora - dijo mientras me separaba las nalgas.
Sin usar lubricante presionó su dedo contra mi ano y me penetró.
- Mmmmmmm....!! - gemí.
Ella era mucho más violenta y agresiva de lo que había sido la Doctora y me penetró con su dedo rápidamente. Dolió pero me aguanté mientras la Enfermera hurgaba profundo dentro mío.
- Así me gusta... un nene bien obediente - dijo mientras quitaba el dedo de mi ano y lo observaba cuidadosamente verificando que no tenga restos de materia fecal - Limpito!
Se quitó los guantes y los descartó en un cesto.
- Vamos... De vuelta al Consultorio!
Caminé con ella hasta el mismo Consultorio, muy nervioso por lo que la Doctora fuera a hacerme. Cuando regresamos, para mi sorpresa, la camilla que habían usado para revisarme no estaba.
- Nos deben estar esperando en la parte de atrás - dijo la Enfermera mientras me agarraba de un brazo y me llevaba al privado...
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