Author:FOLLADORLECHERO
Hola a todos. Mi nombre es Richard, aunque todo el mundo me conoce como “el Richi” y, os voy a contar lo que viene sucediendo desde hace un año. Vivo en Madrid, he nacido en una familia acomodada, tengo 18 años, a punto de cumplir 19. Dejé mis estudios a los 16 años —aunque habrán lectores a los que no les importen todos estos detalles, realmente me suda el rabo, ya que es mi experiencia y la cuento como me sale de mis grandes y depilados cojones—, desde entonces, vivo sin estudiar ni trabajar, ya que dinero en mi casa no falta. Perdón, me voy a describir, que me mola hacerlo, soy un narcisista y me veo de puta madre, me gusto, soy un chico de 1.81 cm. de altura, delgado aunque fibrado, sin estar musculoso, que sin hacer pesas ya sería la hostia, pero soy gandul para eso. Mi tiempo libre lo paso más con amigos, viendo películas porno en mi habitación o la de mis padres, que tienen un ordenador con una pantalla enorme, o con las guarras a las que me follo. Soy de pelo castaño claro, ojos verdes oscuros, un pollón de 22 centímetros y, unos grandes cojones, siempre depilado.
Sin embargo, mi madre es una mujer joven de 36 años, se llama Lucía, me tuvo a los 18 años y, ocupa un puesto de jefatura en un departamento de administración de una importante empresa. Es de pelo castaño, aunque se tiñe de rubio, con unos ojos como los míos, verdes oscuros, una piel blanca y tersa, una mujer muy elegante y con mucho gusto, cuida mucho su imagen, vistiendo habitualmente con trajes de chaqueta y pantalón de pinza o vestidos elegantes, pues en su trabajo y con su cargo, es muy importante cuidar la imagen, dado el estatus que ocupa en la empresa. Una vez en casa, ya es más corriente, viste con un pijama y bata, un camisón, o incluso camisas de mi padre o camisetas largas, incluso de las mías.Tieneun cuerpo menudo, mide 1.65 cm., con una cinturita estrecha y unas nalgas que, hasta yo me había fijado siempre en ellas, eso hace que los pantalones siempre le sienten de forma envidiable. Tiene unos preciosos pechos, unos buenos melones de una talla 100 y naturales, nada de silicona, odio la silicona. Sin embargo, mi padre es un hombre se 44 años, con bastantes clareos ya por la coronilla y muchas entradas, se está quedando calvo, que es lo que le hacía falta, con la cara que tiene. Tiene una buena barriga cervecera, fofa, no se que vería mi madre en él, pero es un buen marido y a cualquier chico le hubiese gustado tener a un padre como el mío, aunque nunca le hago especial caso. Él ocupa un puesto administrativo en la empresa donde trabaja mi madre, yo creo que lo enchufó ella, pero bueno…Ella en el trabajo tiene una carácter estricto, es exigente, ordenada, perfeccionista y meticulosa. En casa, sin embargo, en lo que respecta a mí, es de carácter dulce y paciente, supongo que porque soy hijo único, teniendo paciencia conmigo aun siendo de carácter difícil, descarado, faltón y rebelde.
Siempre había sido discreto en lo referente a mis quehaceres sexuales, pero comencé a dejar de serlo… todo tiene un inicio, un final y un porqué para ello… creo, aunque tampoco me importa, mientras yo obtenga lo que quiero, llamadme como queráis. Me pajeaba el rabo siempre discretamente, cuando no me estaba follando a alguna cerda, hasta que, un día, estando solo en casa, comencé a practicar mi mejor hobby, pelarme el cipote en la habitación de mis padres. Tenía puesto en su ordenador una escena de porno duro, lo tenía con el audio alto, ya que no esperaba a nadie, mis padres no llegarían hasta dentro de unas tres horas, podía dar rienda suelta a mi testosterona.
Sentado en la silla de la habitación de mis padres, delante de mí, el ordenador de mi madre y, junto a este, sobre el escritorio, su ropa de trabajo, recién lavada y planchada, mientras yo, espatarrado en la silla, con mis pantalones y mis calzoncillos por los tobillos, con mi rabo de 22 centímetros apuntando al techo y mis cojones colgando como dos pelotas de tenis, mientras mi mano subía y bajaba a lo largo de mi largo rabo, con el capullo colorado y brillante, todo lubricado por mi propia saliva, con mi mirada clavada en la pantalla del ordenador, donde se emitían los fuertes sonidos y nalgadas de la follada de la que era espectador, mientras mi mano izquierda comenzó a agarrar mis dos cojones para estimularlos, mi mano derecha subía hasta la punta del capullo, donde hacía énfasis friccionando para volver a bajar a lo largo de todo el tronco, venoso y musculoso, hasta la base de mis pesados huevos, para repetir la operación con mis ojos hipnotizados por la escena, donde una milf era follada, sodomizada y nalgueada, por un chico joven de unos 18 años. Todos mis sentidos estaban entregados a auto complacerme, a pelarme el cipote y limpiarme con el rollo de papel higiénico que había dejado depositado sobre la ropa plegadita de madre. Mi placer estaba llegando al cénit, mi mano ya se deslizaba aumentando la velocidad y, la presión sobre mi grandioso rabo, reflejándose en el color amoratado del ciruelo que tengo por capullo, por la presión que ejercía sobre él, donde mis líquidos pre seminales anunciaban una abundante y potente corrida. Mi lengua la pasaba por mis labios secos por la excitación y, mis gemidos iban al compás de las contracciones del diafragma y, es justo en ese momento, cuando voy a alargar mi brazo para coger el rollo de papel, cuando mi sentido del oído me alerta de una presencia en la puerta que, lentamente comienza a abrirse, mi orgasmo no cesa en aproximarse a gran velocidad por todo el interior del tronco de mi cipote, dirijo mi mirada hacia la puerta y, allí estática, no se desde cuando, o si acaba de llegar en esa milésima de segundo, mi madre ojiplática dirige su mirada hacia mis ojos y, por un segundo, a mi cipote, donde yo lo aprieto con fuerza para evitar la corrida mientras aprieto los dientes con fuerza, no consiguiendo mi objetivo, comenzando a escupir fuertes chorros de semen ante la mirada de mi madre. Los chorros salen con potencia, a gran velocidad, alcanzando la pantalla del ordenador, para seguir saliendo llegando hasta la ropa plegada de mi madre, la cual pongo perdida sin control, el teclado del ordenador, el escritorio y toda mi mano, por donde el semen corre por mis dedos hasta deslizarse hasta mis cojones, donde gotea hasta el suelo, donde forma un pequeño charco.
Mi madre sale escopetada hacia el pasillo, no esperaba jamás el haberse encontrado una situación como esa, pensaba que eso lo haría en el baño, o a escondidas, pero jamás de esa forma, en su habitación, con el rabo completamente duro, en todo su esplendor, ella que no me veía el rabo desde los 12 años, para comprobar que su hijo, no solo era un aficionado al porno, sino que acaba de descubrir el gran miembro y grandes huevos que tenía tiene hijo entre las piernas.
Espero unos segundos recuperando el aliento después de la fuerte corrida, la cual me ha dejado algo aturdido, e intento pensar en como reaccionar cuando salga, en como mirar a mi madre. Lo mejor será hacerme el indignado, sintiendo invadida mi intimidad…eso haré. Me levanto sin limpiar absolutamente nada, dejo la corrida en el suelo y en la ropa, por doquier, todo adornado por mi semen. Me preparo psicológicamente para enfrentarme a mi madre de forma encarnizada. Me subo los pantalones y, al levantarme, me doy cuenta de que mi corrida también ha impregnado toda la tapicería de la silla, donde estaba apoyado mi culo… ¡Qué cojones, que se joda! ¡Si le molesta que lo limpie ella! Por lo que me dispongo a salir de la habitación, donde me la encuentro en el pasillo. Va vestida con pantalones blancos de pinza, una blusa blanca de seda, muy elegante, y el pelo recogido en una elegante coleta. Mi madre me mira de reojo, con inseguridad y vergüenza y, no es para menos, después de ver a su hijo meneándose el cipote y viendo salir esos enormes chorros gordos y espesos de semen mientras, con cara de sorpresa, los dos nos mantuvimos la mirada. Viendo su reacción esquiva, bien podía tentarme el pasar desapercibido y escaquearme o, por el contrario, sacar pecho haciéndome el enfadado, el indignado, haciendo quedar como culpable a mi madre, de lo contrario podía quedar como un simple pajillero que esconde la cabeza, un niñato, un mocoso, algo que no estaba dispuesto a aceptar, antes muerto que etiquetado. Por lo que fijo mi mirada furiosa sobre ella, y me detengo ahí, intimidante y seguro de mí mismo.
—¡Qué, ya has conseguido lo que buscabas! ¡Buscabas pillarme desapercibido para ridiculizarme! ¿¡Te parecerá bien descubrir como se pela el rabo tu hijo, no!? —Le dije directo y sin que me temblase el pulso, dejándola con la boca entreabierta ante tan inesperado comentario, por lo que era el momento de no amedrentarme y continuar —¡Si lo que querías era saber si me pajeo el cipote, bien podrías habérmelo preguntado, te lo hubiese dicho encantado! —Su cara empalideció, su mirada se clavó en mis ojos encolerizados, hizo un intento de vocalizar, pero nada salió de su boca, solo fue una intención frustrada.
—eeehh… —Fue como una salida de aire, ni si quiera una palabra.
—¡Ahora no decimos nada eh, te callas como una “puta” (expresión ya hecha, pero incluyendo esa palabra que nunca había empleado hacia ella, acababa de pasar un franja roja)!
—Richard…cariño…yo…no… —Me dijo, tropezándose con las palabras que salían de su boca, seca por el nerviosismo, viéndole hecha una preciosidad, con esa carita de no haber roto un plato, con esa ropa elegante, con esa exigencia con la que llevaba su departamento extinta por el peor momento de su vida, por el momento…
—¡Por tu culpa todo lo dejé hecho un estropicio!
—No…no…te…preocupes…cielo… —Me dijo ella, intentando restar importancia y gravedad a la situación. Ella solo necesitaba un segundo de respiro para pensar, pero por supuesto que yo no se lo iba a dar.
—¡Solo faltaba que yo me tuviese que preocupar! ¡Vienes espiándome y, encima, querrás que te lo agradezca! ¡Seguro que me espías a menudo! —Le dejé caer, sin esperar respuesta por la violenta situación.
Me di media la vuelta y la dejé con la palabra en la boca, había hecho mía la situación, yo me había hecho con el control, ella quedó dubitativa, había quedado como una…¿mirona? ¿Pensaría su hijo que era una voyeur? Seguro que en su mente debía haber sembrado la duda de si esto trascendería ¿Diría a mi padre algo de esto? Su cabeza debía ser un vergel de dudas y sentimientos de culpabilidad.
Me dirigí al salón y, vi por el cristal de la puerta, como mi madre sacaba un trapo de la cocina y se dirigía a su habitación a limpiar toda mi corrida y, ahora que caía en la cuenta, ni si quiera había quitado la escena porno del ordenador con las prisas, por lo que, no solo se encontraría con toda la pantalla del ordenador llena de chorros de semen, sino que tendría que ver el tipo de escena con la que se ordeña el rabo su hijo. A los 15 minutos salió de la habitación…pero…¡Qué cojones…! Se había cambiado la blusa que llevaba y se había puesto la que había llenado de lechazo, dándome cuenta que en la espalda de la blusa que se había puesto, permanecía todo el manchurrón de semen, no se habría dado cuenta de ello, ni yo se lo iba a decir…jajajaja.
Una vez recogió su bolso de mano, vino al salón para despedirse.
—Richard…cielo…me marcho —Me dijo desde la puerta, con una leve sonrisa.
—Pues muy bien —Le contesté indiferente —¿y no vienes a darme un beso? —Le dije con una mirada maliciosa.
—Sí…claro que sí, cariño —Me contestó, aproximándose con un gesto más desahogado.
Se acercó a mi altura y me dio un beso en la mejilla, a lo que yo no respondí, manteniendo mi gesto indiferente, tan solo le espeté…
—¿Has limpiado todos los chorros de semen de tu habitación? —Le dije, volviendo a hacer sentir incómoda a mi madre.
—Eeehhh…sí…ejeemmm…está todo limpio… —Me contestó como si algo se hubiese atorado en su garganta.
—¡Muy bien, mamá! También me manché los calzoncillos, los dejé en mi habitación, en el suelo, los dejé chorreando de semen ¿Me los lavarás no? —Le pregunté con todo el descaro.
—Sí…claro cariño…yo te los recojo… —Me contestó con aptitud obediente.
—Bien ¡Plaaaaaaaaaaassssss! —Justo cuando se dio la vuelta, le propiné una fuerte nalgada que le hizo dar un respingo, mirándome tímidamente por encima del hombro, frotándose la nalga izquierda, la cual debió quedar con toda mi manaza marcada, aunque mantuvo silencio ante tan recientes sucesos.
Fue hacia mi habitación y recogió mis calzoncillos para echarlos a lavar.
—Ya está Richard, me marcho entonces… —Eso sonó más a pregunta que a afirmación.
—¡Oye, una cosa! —Le dije, viendo como el cuello de mi madre se tensaba.
—¿La película porno que deje puesta, antes de descubrir que mirabas como me corría, la quitaste? —Le pregunté, mirando fijamente a sus ojos con toda la sinvergonzonería.
—Sssiiii…claro…sí…está todo…limpio.
—Pues luego volveré a ponerla, ya que me dejaste a disgusto, espero que esta vez no me vengas a vigilar, pues ya te informo de que me voy a ordeñar el rabo en tu habitación —Dije de forma tajante —¿te parece mal, o qué?
—No…no… —Me contestó tragando saliva.
—¡Pues dímelo, coño! ¡Dime que te parece muy bien, joder! —Le dije alzando la voz.
—…Me…pa…re…
—¡No, mejor todavía! ¡Dime que por favor me ordeñe el rabo en tu habitación! ¡Sí…eso…! —Me la estaba jugando…pero era o todo o nada. El tiempo de respuesta se me hizo eterno, pensé que aquí acababa todo, que el jueguecito se me había terminado, que sacaría su carácter y fin.
—Pero…Richard…hazlo si quieres… —Me contestó con voz derrotada, estaba con la guardia baja, todo esto le tenía que estar afectando mucho, su cabeza tenía que ser guirigay confuso.
—¡No! ¡Vamos a ver, ya que antes tuve hacerlo con espectadora incluida, ahora me vas a pedir que, por favor, me ordeñe el rabo en tu habitación! —Se lo dije con un convencimiento total y absoluto.
Mi madre me miró fijamente, me miraba como si en mis ojos intentase encontrar resquicios de su hijo, ese chico que, aunque con carácter, nunca se ha comportado así, le parecía tener a otra persona ante ella totalmente diferente, humillándola y creando argumentos que hacían parecerla una mirona, una cualquiera y, que incluso, a ella misma le habían convencido de ello, sintiéndose avergonzada, culpable y en deuda conmigo por todo ello. Por fin sus labios comenzaban a abrirse, parecía que se lo había pensado.
—Por…favor…orde…ordeña…te…el…rabo…en…mi…habitación… —Dijo con un hilo de voz, arrastrando tímidamente las palabras, como si le pesasen una tonelada, teniéndolas que dividir por sílabas.
—¡Bien, espero que estés orgullosa de pedir a tu hijo que se menee el rabo en tu habitación! Ya puedes venir pronto para limpiar, porque si llega antes papá, se lo encontrará todo perdido.
—Siii…vale…no…te preocupes…cielo —Me dijo en un tono que quiso sonar maternal.
—¡Pues venga, adiós, “mirona”! —Le dije bautizándola con su nuevo nombre —porque, no te parece mal que, a partir de ahora, te llame mirona después de todo ¡¿No?! —Le dije con maldad y mofa a la vez.
—Pero…Richard…soy tu madre… —Me dijo suplicante —todo fue un malentendido…yo no… —Dijo intentando justificarse.
—¡¿Perdona?! ¿¡Un malentendido!? Un malentendido, “mirona”, es que, cuando entres en casa y oigas el volumen a todo trapo de una película porno, fácilmente reconocible, más que nada por los gemidos y, que estos provienen de tu habitación, sabiendo de sobra que estoy en casa, pues mis llaves están en el entrador, junto donde tu has dejado las tuyas, supongas sobradamente qué está haciendo tu hijo de 18 años en tu habitación, no creo que jugando a las cartas y, por lo menos, me llames a voces para que deje lo que estoy haciendo y no ser sorprendido, de esa forma, no creo que nada hubiese ocurrido y, si con y con ello no hubiese sido suficiente, podría haberse considerado un malentendido y, aun y así, en el caso de que estuvieses obligada a abrir la puerta, por lo menos llamar con el nudillo y no quedarte con los ojos abiertos viendo como tu hijo de 18 años se pajea mientras, su propia madre, le mira el rabo, porque te vi mirarlo y, viste como mi cipote comenzó a lanzar chorros de leche —Su cara era un poema, estaba absolutamente descompuesta, ko, fuera de juego.
—ya…yo…
—¡Solo quiero que me digas, que te llame “mirona”, porque es lo que eres! —Dije con contundencia .
—Yo… —Su lucha interior debía ser brutal —llama…me…mi…ro…na… —Dijo mirando a la nada —pero…por favor…delante de…papá…no… —Suplicaba.
—¡Hemos terminado de hablar, adiós! —Zanjé la conversación y pasé junto a ella, no sin antes darle otra fuerte nalgada que resonó en toda la casa —¡¡¡plaaaaaaaaaaassssss!!! ¡Vete ya, coño, que te has quedado atontada, para mirarme el cipote sí que estabas espabilada, “mirona”! —Le dije, mientras me adentraba en el pasillo en dirección al baño, oyendo a continuación cerrarse la puerta de casa.
Sobre las 20:00 de la noche vino mi madre, estando yo tranquilamente en el salón, viendo la televisión, con normalidad.
—Hola Richard —Dijo mi madre con una leve sonrisilla.
—Hola, “mirona” —Le contesté con indiferencia, viendo como su mirada ya no era de esa madre con autoridad, no había en su mirada signos de ello.
Automáticamente se fue en dirección a su habitación, a cambiarse de ropa y, lo que tenía por limpiar allí ya que durante la tarde, como le anuncié, no es que me estuviese ordeñando el rabo una vez, es que lo hice hasta en 3 ocasiones, derramando una gran cantidad de semen por el ordenador, el traje con falda que tenía preparado para ponerse mañana y, algo que se me ocurrió, su almohada.
Cuando salió de su habitación llevaba puesta una camisa larga de mi padre, le llegaba hasta medio muslo.
El día transcurrió con normalidad relativa, ya que hasta en 3 ocasiones azoté las nalgas desnudas por debajo de la camisa que llevaba al agacharse, 2 de ellas delante de mi padre, que no supo de donde había venido ese sonido, aunque miró hacia nosotros, mi madre disimuló muy bien, quedando sus nalgas cubiertas tan solo por unas bragas que se le metían por la raja del culo.
Cayó la noche, esperando ese momento para quedar a solas con mamá. La película que había puesto yo era bastante aburrida, por lo que mi padre se levantó del sillón dejando a mi madre, la cual había quedado dormida en este, por lo que se marchó a dormir tras darme las buenas noches, quedando yo a solas con mi madre. Cuando intuí que mi padre podía haber quedado dormido, ya que él no tardaba más de 10 minutos, fui a mi habitación y traje una película porno, la cual puse en el dvd y, con mi madre todavía durmiendo en el sofá, me saqué el rabo y los huevos por fuera del pantalón del pijama, para comenzar a estimularme el rabo con mis grandes huevos colgando. Los gemidos del televisor comenzaron a ser más evidentes. Frente a nosotros hay una cristalera que, con luz suficiente, como la del televisor y, más estando a oscuras, hace efecto de reflejo, por lo que veía a mi madre perfectamente tumbada en el sillón. Estaba más excitado por tener a mi madre al lado que por la escena, por lo que decidí apagar la televisión y encender la lámpara del salón, para continuar espatarrado en el sillón con mis pantalones ya quitados y, completamente en pelotas, con mi madre a mi lado, comencé a pajearme el cipote, dejando caer un salivazo sobre el capullo para que fuese deslizándose por todo el tronco, para repartirla por todo el rabo y conseguir la lubricación suficiente para deslizar mi mano a lo largo y ancho de este, subiendo lentamente por todo el tronco venoso llegando hasta el capullo, donde apretaba en este para hacer salir el liquido pre seminal, el cual se derramaba por el capullo, para ser recogido por mi mano y hacerlo servir igualmente de lubricante. Pude ver por el reflejo de la cristalera como, mi madre, levantó la cabeza levemente para ver que pasaba, casi desorientada por haberse quedado traspuesta, viendo a su hijo ordeñarse ese gran instrumento, de nuevo, junto a ella, por lo que decidió fingir que seguía dormida, era más fácil que enfrentar esa difícil situación, no tenía fuerzas ni argumentos para hacerlo después de todo lo acontecido en ese día, donde todo había dado un giro de 360°, pero claro, ella no contaba con que, el cabronazo de su hijo, la había pillado por una milésima de segundo con el ojo abierto. Por lo que decidí levantarme sin dejar de pajearme la polla, totalmente desnudo de cintura para abajo, con mis huevos colganderos y, me dirigí hacia ella, me senté sobre su cabeza con mis piernas abiertas quedando su cabeza entre ellas, con mis huevos tocando su nariz. Sé que podía inhalar el olor de macho de mis cojones, eché otro espeso salivazo sobre la punta del pollón y quité la mano del rabo, para que la saliva se deslizase libre y rápidamente hasta mis huevos, para terminar cayendo sobre la cara de mi madre, más concretamente entre la nariz y sus labios, donde se derramó por sus mejillas en dirección a su oído. Podía sentir su agitada respiración, mi mano se apoderó del cipote y comencé a pajearme lentamente, lo que hacía subir y bajar mis cojones golpeando su nariz y labios, aumentando el ritmo de mi mano sobre el pollón. Podía oírse el chasquido de la saliva producido por la fricción de mi mano sobre sobre el cipote, viendo como sus parpados se movían levemente, deduciéndose claramente, que no estaba durmiendo, simplemente fingía que lo estaba, eso me excitó todavía más, sintiendo como mi corrida subía por toda mi uretra, podía sentir a través de mi mano la vibración del torrente subiendo a gran velocidad por el tronco, miraba fijamente a la carita de mi madre cubierta con mis grandes cojones y el agujero de mi culo tocando su barbilla. Apreté con fuerza la base de mi capullo y, apuntando a su cara, comencé a descargar un torrente de semen, potentes y gruesos chorros que se estrellaron contra su rostro, cubriendo todo el largo desde la barbilla hasta la frente, 8 fuertes chorros que acabaron por dejar su cara como una lasaña, cubierta de espesa bechamel, derramándose por los lados del rostro. Apreté bien mi rabo para vaciar completamente las últimas gotas. En todo momento mi madre se mantuvo completamente inmóvil, “durmiendo”.
Habiéndome saciado por esta noche, decidí dejarla allí de esa guisa y, tras coger mi ropa, me marché a mi habitación a dormir muy a gusto.
Al día siguiente, mis padres ya no se encontraban en casa cuando desperté, como siempre, por lo que desayunaría tranquilamente. Durante el desayuno suena mi móvil.
—¿Sí? —Contesto.
—Soy yo, Mónica —Contestan al otro lado del teléfono.
—Dime.
—¿Vas a venir a mi casa? No está mi marido.
—Mmmmm…¡No!, vas a venir tú a mi casa —Le contesto.
—¿A tu casa, estás loco?
—No hay nadie, estoy solo, si quieres rabo ya sabes donde estoy, pero antes de las 12:00.
—Eeehh…bueno…vale…venga, sí, luego voy para allá —Me contesta.
—Hasta luego —Contesto, colgando el teléfono.
Mi madre no sabía algo, pero yo me estaba cepillando a su mejor amiga, Monica.
Continuara...
Hola a todos. Mi nombre es Richard, aunque todo el mundo me conoce como “el Richi” y, os voy a contar lo que viene sucediendo desde hace un año. Vivo en Madrid, he nacido en una familia acomodada, tengo 18 años, a punto de cumplir 19. Dejé mis estudios a los 16 años —aunque habrán lectores a los que no les importen todos estos detalles, realmente me suda el rabo, ya que es mi experiencia y la cuento como me sale de mis grandes y depilados cojones—, desde entonces, vivo sin estudiar ni trabajar, ya que dinero en mi casa no falta. Perdón, me voy a describir, que me mola hacerlo, soy un narcisista y me veo de puta madre, me gusto, soy un chico de 1.81 cm. de altura, delgado aunque fibrado, sin estar musculoso, que sin hacer pesas ya sería la hostia, pero soy gandul para eso. Mi tiempo libre lo paso más con amigos, viendo películas porno en mi habitación o la de mis padres, que tienen un ordenador con una pantalla enorme, o con las guarras a las que me follo. Soy de pelo castaño claro, ojos verdes oscuros, un pollón de 22 centímetros y, unos grandes cojones, siempre depilado.
Sin embargo, mi madre es una mujer joven de 36 años, se llama Lucía, me tuvo a los 18 años y, ocupa un puesto de jefatura en un departamento de administración de una importante empresa. Es de pelo castaño, aunque se tiñe de rubio, con unos ojos como los míos, verdes oscuros, una piel blanca y tersa, una mujer muy elegante y con mucho gusto, cuida mucho su imagen, vistiendo habitualmente con trajes de chaqueta y pantalón de pinza o vestidos elegantes, pues en su trabajo y con su cargo, es muy importante cuidar la imagen, dado el estatus que ocupa en la empresa. Una vez en casa, ya es más corriente, viste con un pijama y bata, un camisón, o incluso camisas de mi padre o camisetas largas, incluso de las mías.Tieneun cuerpo menudo, mide 1.65 cm., con una cinturita estrecha y unas nalgas que, hasta yo me había fijado siempre en ellas, eso hace que los pantalones siempre le sienten de forma envidiable. Tiene unos preciosos pechos, unos buenos melones de una talla 100 y naturales, nada de silicona, odio la silicona. Sin embargo, mi padre es un hombre se 44 años, con bastantes clareos ya por la coronilla y muchas entradas, se está quedando calvo, que es lo que le hacía falta, con la cara que tiene. Tiene una buena barriga cervecera, fofa, no se que vería mi madre en él, pero es un buen marido y a cualquier chico le hubiese gustado tener a un padre como el mío, aunque nunca le hago especial caso. Él ocupa un puesto administrativo en la empresa donde trabaja mi madre, yo creo que lo enchufó ella, pero bueno…Ella en el trabajo tiene una carácter estricto, es exigente, ordenada, perfeccionista y meticulosa. En casa, sin embargo, en lo que respecta a mí, es de carácter dulce y paciente, supongo que porque soy hijo único, teniendo paciencia conmigo aun siendo de carácter difícil, descarado, faltón y rebelde.
Siempre había sido discreto en lo referente a mis quehaceres sexuales, pero comencé a dejar de serlo… todo tiene un inicio, un final y un porqué para ello… creo, aunque tampoco me importa, mientras yo obtenga lo que quiero, llamadme como queráis. Me pajeaba el rabo siempre discretamente, cuando no me estaba follando a alguna cerda, hasta que, un día, estando solo en casa, comencé a practicar mi mejor hobby, pelarme el cipote en la habitación de mis padres. Tenía puesto en su ordenador una escena de porno duro, lo tenía con el audio alto, ya que no esperaba a nadie, mis padres no llegarían hasta dentro de unas tres horas, podía dar rienda suelta a mi testosterona.
Sentado en la silla de la habitación de mis padres, delante de mí, el ordenador de mi madre y, junto a este, sobre el escritorio, su ropa de trabajo, recién lavada y planchada, mientras yo, espatarrado en la silla, con mis pantalones y mis calzoncillos por los tobillos, con mi rabo de 22 centímetros apuntando al techo y mis cojones colgando como dos pelotas de tenis, mientras mi mano subía y bajaba a lo largo de mi largo rabo, con el capullo colorado y brillante, todo lubricado por mi propia saliva, con mi mirada clavada en la pantalla del ordenador, donde se emitían los fuertes sonidos y nalgadas de la follada de la que era espectador, mientras mi mano izquierda comenzó a agarrar mis dos cojones para estimularlos, mi mano derecha subía hasta la punta del capullo, donde hacía énfasis friccionando para volver a bajar a lo largo de todo el tronco, venoso y musculoso, hasta la base de mis pesados huevos, para repetir la operación con mis ojos hipnotizados por la escena, donde una milf era follada, sodomizada y nalgueada, por un chico joven de unos 18 años. Todos mis sentidos estaban entregados a auto complacerme, a pelarme el cipote y limpiarme con el rollo de papel higiénico que había dejado depositado sobre la ropa plegadita de madre. Mi placer estaba llegando al cénit, mi mano ya se deslizaba aumentando la velocidad y, la presión sobre mi grandioso rabo, reflejándose en el color amoratado del ciruelo que tengo por capullo, por la presión que ejercía sobre él, donde mis líquidos pre seminales anunciaban una abundante y potente corrida. Mi lengua la pasaba por mis labios secos por la excitación y, mis gemidos iban al compás de las contracciones del diafragma y, es justo en ese momento, cuando voy a alargar mi brazo para coger el rollo de papel, cuando mi sentido del oído me alerta de una presencia en la puerta que, lentamente comienza a abrirse, mi orgasmo no cesa en aproximarse a gran velocidad por todo el interior del tronco de mi cipote, dirijo mi mirada hacia la puerta y, allí estática, no se desde cuando, o si acaba de llegar en esa milésima de segundo, mi madre ojiplática dirige su mirada hacia mis ojos y, por un segundo, a mi cipote, donde yo lo aprieto con fuerza para evitar la corrida mientras aprieto los dientes con fuerza, no consiguiendo mi objetivo, comenzando a escupir fuertes chorros de semen ante la mirada de mi madre. Los chorros salen con potencia, a gran velocidad, alcanzando la pantalla del ordenador, para seguir saliendo llegando hasta la ropa plegada de mi madre, la cual pongo perdida sin control, el teclado del ordenador, el escritorio y toda mi mano, por donde el semen corre por mis dedos hasta deslizarse hasta mis cojones, donde gotea hasta el suelo, donde forma un pequeño charco.
Mi madre sale escopetada hacia el pasillo, no esperaba jamás el haberse encontrado una situación como esa, pensaba que eso lo haría en el baño, o a escondidas, pero jamás de esa forma, en su habitación, con el rabo completamente duro, en todo su esplendor, ella que no me veía el rabo desde los 12 años, para comprobar que su hijo, no solo era un aficionado al porno, sino que acaba de descubrir el gran miembro y grandes huevos que tenía tiene hijo entre las piernas.
Espero unos segundos recuperando el aliento después de la fuerte corrida, la cual me ha dejado algo aturdido, e intento pensar en como reaccionar cuando salga, en como mirar a mi madre. Lo mejor será hacerme el indignado, sintiendo invadida mi intimidad…eso haré. Me levanto sin limpiar absolutamente nada, dejo la corrida en el suelo y en la ropa, por doquier, todo adornado por mi semen. Me preparo psicológicamente para enfrentarme a mi madre de forma encarnizada. Me subo los pantalones y, al levantarme, me doy cuenta de que mi corrida también ha impregnado toda la tapicería de la silla, donde estaba apoyado mi culo… ¡Qué cojones, que se joda! ¡Si le molesta que lo limpie ella! Por lo que me dispongo a salir de la habitación, donde me la encuentro en el pasillo. Va vestida con pantalones blancos de pinza, una blusa blanca de seda, muy elegante, y el pelo recogido en una elegante coleta. Mi madre me mira de reojo, con inseguridad y vergüenza y, no es para menos, después de ver a su hijo meneándose el cipote y viendo salir esos enormes chorros gordos y espesos de semen mientras, con cara de sorpresa, los dos nos mantuvimos la mirada. Viendo su reacción esquiva, bien podía tentarme el pasar desapercibido y escaquearme o, por el contrario, sacar pecho haciéndome el enfadado, el indignado, haciendo quedar como culpable a mi madre, de lo contrario podía quedar como un simple pajillero que esconde la cabeza, un niñato, un mocoso, algo que no estaba dispuesto a aceptar, antes muerto que etiquetado. Por lo que fijo mi mirada furiosa sobre ella, y me detengo ahí, intimidante y seguro de mí mismo.
—¡Qué, ya has conseguido lo que buscabas! ¡Buscabas pillarme desapercibido para ridiculizarme! ¿¡Te parecerá bien descubrir como se pela el rabo tu hijo, no!? —Le dije directo y sin que me temblase el pulso, dejándola con la boca entreabierta ante tan inesperado comentario, por lo que era el momento de no amedrentarme y continuar —¡Si lo que querías era saber si me pajeo el cipote, bien podrías habérmelo preguntado, te lo hubiese dicho encantado! —Su cara empalideció, su mirada se clavó en mis ojos encolerizados, hizo un intento de vocalizar, pero nada salió de su boca, solo fue una intención frustrada.
—eeehh… —Fue como una salida de aire, ni si quiera una palabra.
—¡Ahora no decimos nada eh, te callas como una “puta” (expresión ya hecha, pero incluyendo esa palabra que nunca había empleado hacia ella, acababa de pasar un franja roja)!
—Richard…cariño…yo…no… —Me dijo, tropezándose con las palabras que salían de su boca, seca por el nerviosismo, viéndole hecha una preciosidad, con esa carita de no haber roto un plato, con esa ropa elegante, con esa exigencia con la que llevaba su departamento extinta por el peor momento de su vida, por el momento…
—¡Por tu culpa todo lo dejé hecho un estropicio!
—No…no…te…preocupes…cielo… —Me dijo ella, intentando restar importancia y gravedad a la situación. Ella solo necesitaba un segundo de respiro para pensar, pero por supuesto que yo no se lo iba a dar.
—¡Solo faltaba que yo me tuviese que preocupar! ¡Vienes espiándome y, encima, querrás que te lo agradezca! ¡Seguro que me espías a menudo! —Le dejé caer, sin esperar respuesta por la violenta situación.
Me di media la vuelta y la dejé con la palabra en la boca, había hecho mía la situación, yo me había hecho con el control, ella quedó dubitativa, había quedado como una…¿mirona? ¿Pensaría su hijo que era una voyeur? Seguro que en su mente debía haber sembrado la duda de si esto trascendería ¿Diría a mi padre algo de esto? Su cabeza debía ser un vergel de dudas y sentimientos de culpabilidad.
Me dirigí al salón y, vi por el cristal de la puerta, como mi madre sacaba un trapo de la cocina y se dirigía a su habitación a limpiar toda mi corrida y, ahora que caía en la cuenta, ni si quiera había quitado la escena porno del ordenador con las prisas, por lo que, no solo se encontraría con toda la pantalla del ordenador llena de chorros de semen, sino que tendría que ver el tipo de escena con la que se ordeña el rabo su hijo. A los 15 minutos salió de la habitación…pero…¡Qué cojones…! Se había cambiado la blusa que llevaba y se había puesto la que había llenado de lechazo, dándome cuenta que en la espalda de la blusa que se había puesto, permanecía todo el manchurrón de semen, no se habría dado cuenta de ello, ni yo se lo iba a decir…jajajaja.
Una vez recogió su bolso de mano, vino al salón para despedirse.
—Richard…cielo…me marcho —Me dijo desde la puerta, con una leve sonrisa.
—Pues muy bien —Le contesté indiferente —¿y no vienes a darme un beso? —Le dije con una mirada maliciosa.
—Sí…claro que sí, cariño —Me contestó, aproximándose con un gesto más desahogado.
Se acercó a mi altura y me dio un beso en la mejilla, a lo que yo no respondí, manteniendo mi gesto indiferente, tan solo le espeté…
—¿Has limpiado todos los chorros de semen de tu habitación? —Le dije, volviendo a hacer sentir incómoda a mi madre.
—Eeehhh…sí…ejeemmm…está todo limpio… —Me contestó como si algo se hubiese atorado en su garganta.
—¡Muy bien, mamá! También me manché los calzoncillos, los dejé en mi habitación, en el suelo, los dejé chorreando de semen ¿Me los lavarás no? —Le pregunté con todo el descaro.
—Sí…claro cariño…yo te los recojo… —Me contestó con aptitud obediente.
—Bien ¡Plaaaaaaaaaaassssss! —Justo cuando se dio la vuelta, le propiné una fuerte nalgada que le hizo dar un respingo, mirándome tímidamente por encima del hombro, frotándose la nalga izquierda, la cual debió quedar con toda mi manaza marcada, aunque mantuvo silencio ante tan recientes sucesos.
Fue hacia mi habitación y recogió mis calzoncillos para echarlos a lavar.
—Ya está Richard, me marcho entonces… —Eso sonó más a pregunta que a afirmación.
—¡Oye, una cosa! —Le dije, viendo como el cuello de mi madre se tensaba.
—¿La película porno que deje puesta, antes de descubrir que mirabas como me corría, la quitaste? —Le pregunté, mirando fijamente a sus ojos con toda la sinvergonzonería.
—Sssiiii…claro…sí…está todo…limpio.
—Pues luego volveré a ponerla, ya que me dejaste a disgusto, espero que esta vez no me vengas a vigilar, pues ya te informo de que me voy a ordeñar el rabo en tu habitación —Dije de forma tajante —¿te parece mal, o qué?
—No…no… —Me contestó tragando saliva.
—¡Pues dímelo, coño! ¡Dime que te parece muy bien, joder! —Le dije alzando la voz.
—…Me…pa…re…
—¡No, mejor todavía! ¡Dime que por favor me ordeñe el rabo en tu habitación! ¡Sí…eso…! —Me la estaba jugando…pero era o todo o nada. El tiempo de respuesta se me hizo eterno, pensé que aquí acababa todo, que el jueguecito se me había terminado, que sacaría su carácter y fin.
—Pero…Richard…hazlo si quieres… —Me contestó con voz derrotada, estaba con la guardia baja, todo esto le tenía que estar afectando mucho, su cabeza tenía que ser guirigay confuso.
—¡No! ¡Vamos a ver, ya que antes tuve hacerlo con espectadora incluida, ahora me vas a pedir que, por favor, me ordeñe el rabo en tu habitación! —Se lo dije con un convencimiento total y absoluto.
Mi madre me miró fijamente, me miraba como si en mis ojos intentase encontrar resquicios de su hijo, ese chico que, aunque con carácter, nunca se ha comportado así, le parecía tener a otra persona ante ella totalmente diferente, humillándola y creando argumentos que hacían parecerla una mirona, una cualquiera y, que incluso, a ella misma le habían convencido de ello, sintiéndose avergonzada, culpable y en deuda conmigo por todo ello. Por fin sus labios comenzaban a abrirse, parecía que se lo había pensado.
—Por…favor…orde…ordeña…te…el…rabo…en…mi…habitación… —Dijo con un hilo de voz, arrastrando tímidamente las palabras, como si le pesasen una tonelada, teniéndolas que dividir por sílabas.
—¡Bien, espero que estés orgullosa de pedir a tu hijo que se menee el rabo en tu habitación! Ya puedes venir pronto para limpiar, porque si llega antes papá, se lo encontrará todo perdido.
—Siii…vale…no…te preocupes…cielo —Me dijo en un tono que quiso sonar maternal.
—¡Pues venga, adiós, “mirona”! —Le dije bautizándola con su nuevo nombre —porque, no te parece mal que, a partir de ahora, te llame mirona después de todo ¡¿No?! —Le dije con maldad y mofa a la vez.
—Pero…Richard…soy tu madre… —Me dijo suplicante —todo fue un malentendido…yo no… —Dijo intentando justificarse.
—¡¿Perdona?! ¿¡Un malentendido!? Un malentendido, “mirona”, es que, cuando entres en casa y oigas el volumen a todo trapo de una película porno, fácilmente reconocible, más que nada por los gemidos y, que estos provienen de tu habitación, sabiendo de sobra que estoy en casa, pues mis llaves están en el entrador, junto donde tu has dejado las tuyas, supongas sobradamente qué está haciendo tu hijo de 18 años en tu habitación, no creo que jugando a las cartas y, por lo menos, me llames a voces para que deje lo que estoy haciendo y no ser sorprendido, de esa forma, no creo que nada hubiese ocurrido y, si con y con ello no hubiese sido suficiente, podría haberse considerado un malentendido y, aun y así, en el caso de que estuvieses obligada a abrir la puerta, por lo menos llamar con el nudillo y no quedarte con los ojos abiertos viendo como tu hijo de 18 años se pajea mientras, su propia madre, le mira el rabo, porque te vi mirarlo y, viste como mi cipote comenzó a lanzar chorros de leche —Su cara era un poema, estaba absolutamente descompuesta, ko, fuera de juego.
—ya…yo…
—¡Solo quiero que me digas, que te llame “mirona”, porque es lo que eres! —Dije con contundencia .
—Yo… —Su lucha interior debía ser brutal —llama…me…mi…ro…na… —Dijo mirando a la nada —pero…por favor…delante de…papá…no… —Suplicaba.
—¡Hemos terminado de hablar, adiós! —Zanjé la conversación y pasé junto a ella, no sin antes darle otra fuerte nalgada que resonó en toda la casa —¡¡¡plaaaaaaaaaaassssss!!! ¡Vete ya, coño, que te has quedado atontada, para mirarme el cipote sí que estabas espabilada, “mirona”! —Le dije, mientras me adentraba en el pasillo en dirección al baño, oyendo a continuación cerrarse la puerta de casa.
Sobre las 20:00 de la noche vino mi madre, estando yo tranquilamente en el salón, viendo la televisión, con normalidad.
—Hola Richard —Dijo mi madre con una leve sonrisilla.
—Hola, “mirona” —Le contesté con indiferencia, viendo como su mirada ya no era de esa madre con autoridad, no había en su mirada signos de ello.
Automáticamente se fue en dirección a su habitación, a cambiarse de ropa y, lo que tenía por limpiar allí ya que durante la tarde, como le anuncié, no es que me estuviese ordeñando el rabo una vez, es que lo hice hasta en 3 ocasiones, derramando una gran cantidad de semen por el ordenador, el traje con falda que tenía preparado para ponerse mañana y, algo que se me ocurrió, su almohada.
Cuando salió de su habitación llevaba puesta una camisa larga de mi padre, le llegaba hasta medio muslo.
El día transcurrió con normalidad relativa, ya que hasta en 3 ocasiones azoté las nalgas desnudas por debajo de la camisa que llevaba al agacharse, 2 de ellas delante de mi padre, que no supo de donde había venido ese sonido, aunque miró hacia nosotros, mi madre disimuló muy bien, quedando sus nalgas cubiertas tan solo por unas bragas que se le metían por la raja del culo.
Cayó la noche, esperando ese momento para quedar a solas con mamá. La película que había puesto yo era bastante aburrida, por lo que mi padre se levantó del sillón dejando a mi madre, la cual había quedado dormida en este, por lo que se marchó a dormir tras darme las buenas noches, quedando yo a solas con mi madre. Cuando intuí que mi padre podía haber quedado dormido, ya que él no tardaba más de 10 minutos, fui a mi habitación y traje una película porno, la cual puse en el dvd y, con mi madre todavía durmiendo en el sofá, me saqué el rabo y los huevos por fuera del pantalón del pijama, para comenzar a estimularme el rabo con mis grandes huevos colgando. Los gemidos del televisor comenzaron a ser más evidentes. Frente a nosotros hay una cristalera que, con luz suficiente, como la del televisor y, más estando a oscuras, hace efecto de reflejo, por lo que veía a mi madre perfectamente tumbada en el sillón. Estaba más excitado por tener a mi madre al lado que por la escena, por lo que decidí apagar la televisión y encender la lámpara del salón, para continuar espatarrado en el sillón con mis pantalones ya quitados y, completamente en pelotas, con mi madre a mi lado, comencé a pajearme el cipote, dejando caer un salivazo sobre el capullo para que fuese deslizándose por todo el tronco, para repartirla por todo el rabo y conseguir la lubricación suficiente para deslizar mi mano a lo largo y ancho de este, subiendo lentamente por todo el tronco venoso llegando hasta el capullo, donde apretaba en este para hacer salir el liquido pre seminal, el cual se derramaba por el capullo, para ser recogido por mi mano y hacerlo servir igualmente de lubricante. Pude ver por el reflejo de la cristalera como, mi madre, levantó la cabeza levemente para ver que pasaba, casi desorientada por haberse quedado traspuesta, viendo a su hijo ordeñarse ese gran instrumento, de nuevo, junto a ella, por lo que decidió fingir que seguía dormida, era más fácil que enfrentar esa difícil situación, no tenía fuerzas ni argumentos para hacerlo después de todo lo acontecido en ese día, donde todo había dado un giro de 360°, pero claro, ella no contaba con que, el cabronazo de su hijo, la había pillado por una milésima de segundo con el ojo abierto. Por lo que decidí levantarme sin dejar de pajearme la polla, totalmente desnudo de cintura para abajo, con mis huevos colganderos y, me dirigí hacia ella, me senté sobre su cabeza con mis piernas abiertas quedando su cabeza entre ellas, con mis huevos tocando su nariz. Sé que podía inhalar el olor de macho de mis cojones, eché otro espeso salivazo sobre la punta del pollón y quité la mano del rabo, para que la saliva se deslizase libre y rápidamente hasta mis huevos, para terminar cayendo sobre la cara de mi madre, más concretamente entre la nariz y sus labios, donde se derramó por sus mejillas en dirección a su oído. Podía sentir su agitada respiración, mi mano se apoderó del cipote y comencé a pajearme lentamente, lo que hacía subir y bajar mis cojones golpeando su nariz y labios, aumentando el ritmo de mi mano sobre el pollón. Podía oírse el chasquido de la saliva producido por la fricción de mi mano sobre sobre el cipote, viendo como sus parpados se movían levemente, deduciéndose claramente, que no estaba durmiendo, simplemente fingía que lo estaba, eso me excitó todavía más, sintiendo como mi corrida subía por toda mi uretra, podía sentir a través de mi mano la vibración del torrente subiendo a gran velocidad por el tronco, miraba fijamente a la carita de mi madre cubierta con mis grandes cojones y el agujero de mi culo tocando su barbilla. Apreté con fuerza la base de mi capullo y, apuntando a su cara, comencé a descargar un torrente de semen, potentes y gruesos chorros que se estrellaron contra su rostro, cubriendo todo el largo desde la barbilla hasta la frente, 8 fuertes chorros que acabaron por dejar su cara como una lasaña, cubierta de espesa bechamel, derramándose por los lados del rostro. Apreté bien mi rabo para vaciar completamente las últimas gotas. En todo momento mi madre se mantuvo completamente inmóvil, “durmiendo”.
Habiéndome saciado por esta noche, decidí dejarla allí de esa guisa y, tras coger mi ropa, me marché a mi habitación a dormir muy a gusto.
Al día siguiente, mis padres ya no se encontraban en casa cuando desperté, como siempre, por lo que desayunaría tranquilamente. Durante el desayuno suena mi móvil.
—¿Sí? —Contesto.
—Soy yo, Mónica —Contestan al otro lado del teléfono.
—Dime.
—¿Vas a venir a mi casa? No está mi marido.
—Mmmmm…¡No!, vas a venir tú a mi casa —Le contesto.
—¿A tu casa, estás loco?
—No hay nadie, estoy solo, si quieres rabo ya sabes donde estoy, pero antes de las 12:00.
—Eeehh…bueno…vale…venga, sí, luego voy para allá —Me contesta.
—Hasta luego —Contesto, colgando el teléfono.
Mi madre no sabía algo, pero yo me estaba cepillando a su mejor amiga, Monica.
Continuara...
1 comentarios - Empachando de leche a mi madre 1 (parte1)