Desde que nace una hija uno trata de protegerla y guiarla para que se haga respetar. En el fondo todo padre sabe que un día va a ser una mujer y va a ser deseada por hombres con las más sucias intenciones. Lo que no estas preparado es para enterarte que la dueña de esos sucios pensamientos será ella.
Esa es la historia que les voy a contar, la de la trola de mi hija
Martina había sido una niña muy buena. Nunca le faltó nada pero no era una de esas nenas caprichosas que hacen berrinches ni nada de eso. Muy dulce y dócil, no nos daba problemas.
Todo cambió cuando las hormonas empezaron a enloquecerse y se volvió una adolescente rebelde.
Supongo que el divorcio solo echó más leña al fuego. Empezó con cosas comunes, respuestas irrespetuosas, alguna desobediencia y de a poco su vestuario empezó a cambiar. Vestimenta cada vez más ajustada, polleras cada vez más cortas, maquillaje excesivo, hasta que cambió su cabellera morena por un rubio platinado. Uno no se da cuenta de esas señales hasta que ya ocurrieron.
Fue todo muy gradual pero en una noche cuando se despidió para irse a bailar me di cuenta de golpe que sin que yo me diera cuenta se había vuelto una terrible perra. Tenía unas botas altas que envolvían gran parte de sus piernas, había un una zona de piel entre el cuero de las botas y el cuero de la ajustada y diminuta pollera. Estaba frente al espejo del pasillo y se miraba de perfil parando la cola como para asegurarse que ese tremendo culo resaltaba. Imposible que no lo hiciera. Las nalgas redondas de Martina sobresalían levantando levemente esa pollerita.
Después de esa imponente visión volvía la piel tersa y blanca de mi nena en su cintura su hermosa panza chata perturbada por un aro que tiene en el ombligo y a la altura de sus costillas una fina tela roja muy traslucida que exponía un corpiño negro apretando a presión sus grandes pechos. Veía en el reflejo como apretaba sus labios recién pintados del rojo más escandaloso posible. Sus ojos celestes eran todo lo que podía reconocer de mi dulce niña pero apenas reconocibles entre las lineas negras del maquillaje, que sumados a esa melena rubia le daban el aspecto de gato total.
- Martu, no te parece que vas demasiado provocativa? - fue lo más suave que se me ocurrió decirle
- Pa vos sos re antiguo, no se me ve nada - me respondió burlona y soberbia
Irónicamente mientras decía eso se agachó para agarrar su cartera que estaba en el sillón y pude ver claramente el inicio de su diminuta ropa interior. Era una tanga roja sumamente chica.
El movimiento que había hecho no fue exagerado así que me imaginaba que al bailar cualquiera podría ver esa sensual prenda e imaginar, cómo yo, todo lo que no se llegaba a ver.
Tragué saliva y mientras trataba de pensar que decirle para hacerla cambiar de ropa me sorprendió una bocina.
- Ahí llegó el remis. No me esperes, vuelvo tarde - Me dio un beso en la mejilla dejándome la marca de esos labios rojos y salió dando un portazo
Apenas cruzó la puerta me fui a parar y noté que mi verga estaba dura como una viga. Me sentí todo un degenerado en el primer momento pero no podía negar que ver tremenda mina para un tipo de mi edad era algo irresistible, incluso si se trataba de mi propia hija. Pensaba en esa cola, en esas tetas, en esa boca,
Me empecé a tocar la pija. Estaba muy caliente. Tan caliente estaba que se me había olvidado que iban a venir mis compañeros a ver la pelea de boxeo. Traté de disimular como pude al escuchar que golpeaban la puerta. Al abrir me encontré con Jorge y Agustín, traían unas bolsas con bebida y picada.
Entraron y estaban muy risueños. Noté que se secreteaban y reían como pendejos
- ¿Qué pasa? ¿Tengo monos en la cara? - les dije ya entre molesto y avergonzado
- No. Tenes un beso muy interesante ¿Interrumpimos algo? - me respondió Agustín
- Es de Martina boludo, se acaba de ir - le expliqué mientras me limpiaba la mejilla.
- Esa Martina como se puso eh - me dice Jorge que abría una cerveza.
- La verdad está tremenda tu nena - agregó Agustín.
Tendría que haberme molestado con esos comentarios hablando de mi hija pero la verdad es que no podía después de la calentura que yo mismo me había agarrado apenas unos instantes atrás.
- ¿Qué queres que te diga? La verdad que si, está bastante perra últimamente.
- Y si. Viste las cosas que se dicen en el barrio - comentó como al pasar Jorge
- No. Ya que estamos ¿Qué se dice de Martina? - pregunté sospechado la respuesta
- Y viste como es la gente, una piba de esa edad vuelve siempre en el auto de algún tipo distinto y se toma su tiempo para despedirse, como si estuviera haciendo un... - hizo una pausa pero detrás de él Agustín completó la frase moviendo su puño frente a su boca, haciendo el inconfundible gesto de un pete
- ¿Ustedes me están diciendo que mi hija es la puta del barrio? - respondí, mientras en la tele los boxeadores ya se estaban tirando golpes sin que ninguno de los tres pongamos mucha atención
- Y es lo que se dice Pablito - trató de suavizar la respuesta Jorge. Tendría que estar sumamente alterado pero me descubrí llamativamente tranquilo tomando de mi lata de cerveza. Supongo que con su pinta no era para sorprenderme. Ante mi pasividad Agustín se sintió en confianza como para decir
- La verdad es que yo le entraría sin pensarlo - tenía la mirada perdida como imaginándose ese encuentro
- Y si está re buena esa pendeja, aparte tiene ese aire de gato fino - se sumó Jorge.
- No los culpo, la verdad, si no fuera mi hija... - no supe como terminar la frase
Entre comentario y comentario había largas pausas en las que los tres nos quedábamos pensando en Martina. Seguimos viendo la pelea hasta que llegó la de fondo, la pelea terminó pero ya estábamos bastante chupados y teníamos ganas de seguir tomando así que entre trago y trago se nos fue la hora.
Estábamos cagandonos de risa por una boludez que dijo Agustín cuando el sonido de un auto nos hizo cruzar miradas a los tres y recordar lo que hablábamos más temprano. Jorge se apuró y apagó la luz y sin decir nada todos nos fuimos corriendo a como unos degenerados a la ventana que da a la calle.
Ocultos por la oscuridad miramos cada uno por un borde de la cortina. No nos equivocamos. Era el auto que traía a Martina. Adentro mi nena estaba abrazada con un tipo que yo nunca había visto y el vago le daba besos en el cuello. Se empezaron a besar mal. Veía el movimiento de los dos y parecía que los dos se estaban metiendo mano por todos lados.
En eso veo que el tipo le dice algo al oído y ella se sonríe y mira para abajo. Lo siguiente que vi fue muy fuerte. El vago le agarró la cabeza y ella se inclinó sobre su falda.
- No... que puta! - exclamó Jorge que se agarraba el bulto, de hecho todos lo hacíamos
Por si fuera poco para estar más cómoda la muy perra se arrodilló sobre el asiento dejando ese reverendo orto apuntando hacia la ventanilla. Veíamos la cara de placer del tipo y esa melena subir y bajar.
- Parece que no eran rumores Pablo - me dice Agustín con una sonrisa maliciosa
- Parece que es una trola nomas - le dije agarrándome el bulto que forzaba contra mi pantalón. Mi nena seguía haciendo su trabajito y el flaco miró un poco al rededor y al verse tan impunemente solo le levantó la falda. Ese tremendo culo entangado quedo en primer plano. Los vidrios del auto se iban empañando pero aún se podía ver esa tira roja devorada por las espectaculares nalgas de Martina.
El muy hijo de puta, le corrió la tanga y empezó a pasar sus dedos por el medio. Ya no podíamos con nuestra calentura los tres estábamos alzados mal.
El vidrio se terminó empañando tanto que ya no podíamos ver y nos quemaba la mente lo que estaría pasando en ese auto. No podía creer que pudiera ser tan puta estando en la puerta de casa. Con razón todos mis vecinos ya sabían que era una puta. Yo al parecer me había negado a ver la realidad.
- Boludo que puta que es tu nena - me tira arengado por la calentura Jorge. Yo estaba en un estado de emoción violenta o algo así porque cuando dijo eso se me activó una idea terrible
- Ahora le vamos a enseñar a esta trola - dije y a los dos les brillaron los ojos con mis palabras
Me fui caminando al sillón y me prendí un cigarrillo, mis amigos no entendían nada.
- Ahí viene ¿Qué vas a hacer? - dijo Jorge. Los tres estábamos ahí en la oscuridad
- Yo me voy a quedar acá mirando, hagan lo que quieran a la putita esta - le respondí
Los dos se apuraron y se fueron para la puerta que está tras un pasillo. Yo me quedé en el sillón.
Enseguida sentí la puerta abrirse despacio como para no despertarme. Enseguida escuché a Martu
- Ustedes que hacen acá? . hey que... - y tras un pequeño forcejeo escuché la voz de mi hija tapada por la mano de uno de mis amigos.
- Mmmm que buena que estas pendeja - le decía Jorge
- Pero que tetas que tenes mmm que duritas, no te hagas la dificil - agregaba Agustín
Escuchar como los dos estaban manoseando a mi hija me puso re caliente y volví a agarrarme la verga
Los dos viejos borrachos se estaban dando un gustazo.La boca de Martina seguía tapada pero sus quejas se sentían entre los suspiros de los otros dos. En un momento parece que logró soltarse porque escuché un grito claro
- Pa! Papá! - mis amigos estallaron en risa al escuchar su pedido de ayuda. Me paré y acudí al llamado de mi hija. Prendí la luz del pasillo y ahí estaba. Con la pollera levantada cubriendo solo su delicado abdomen la remera transparente estaba arrugada de un costado y una de sus tetas afuera incluso del corpiño mis amigos la apoyaban de adelante y atrás mientras recorrían su culo, sus tetas y su concha con las manos. La tanga estaba aún colocada correctamente.
- Pa que hacés? Ayudame! - Me pedía confundida por mi pasividad
- No parecías necesitar ayuda recién trolita - le dije ante su cara de espanto
- Hablando de eso - dijo Agustín empujándola para abajo
- Por qué no nos mostras mejor lo que hacías en el auto - completó Jorge bajándose el pantalón mientras Agustín tenía agarrada del pelo a mi hija. Enseguida tomo la posta de esa melena platinada y de un tirón la empujó para meterle la pija bien dura en esa boca.
Sin soltar el pelo de Martina empezó a moverse para meter y sacar esa pija gorda que pasaba una y otra vez por esos labios. Agustín no quería ser menos y poniendole la pija al lado de la cara le hizo lo mismo. Los dos usaban a placer la carnosa boca de Martina. La pendeja me salió tan puta que al poco tiempo ya se notaba que chupaba sola. Eso ya me calentó demasiado. Me empecé a pajear viendo a la petera arrodillada meterse una tras otra las pijas de mis amigos. Los dos estaban en el paraíso con la experta boca de mi nena. Estaba tan entregada que pajeaba al otro mientras chupaba. Inconscientemente me pare junto a ellos sin dejar de pajearme ante semejante espectáculo. Martina que tenía la pija de Agustín en una mano y la de Jorge en la boca me miró
- ¿Vos también? - preguntó con un chorro blancuzco cayendo de su boca
- Y vos sos capaz de chuparmela hasta a mi - le dije caliente pero sinceramente sin pensar que lo haría
- Veni papi, vas a ver la trolita que criaste - me respondió ante las miradas incrédulas de los tres
Cerré los ojos y sentí su aliento en la humedad de mi glande su lengua cruzando por el medio lentamente y enseguida sus labios absorbiendo toda mi pija. Lo estaba haciendo muy lento. Abrí los ojos y vi la cara de Martu mirandome a los ojos con toda mi pija metida en su boca. Empezó a mamar y yo a gemir como loco. Mi nena no solo era una trola era excelente chupando su cabeza agarró ritmo y sentía esa cabellera rubia se movía sin parar
- Que puta que es! - Escuché susurrar a uno de mis amigos que se pajeaban viendo ese incestuoso pete. Mi hija al parecer también los escuchó porque estiró sus manos y agarró ambas vergas. No dejaba de chuparmela pero ahora pajeaba a mis amigos, acariciaba con sus dedos la cabeza de cada verga y para colmo se las pasaba por la cara, con mi pija en su boca.
- Vamos a la cama putita - le dije superado por esa imagen. Ella me sonrió con los labios brillosos
Le di la mano y se puso de pie, todos empezamos a sacarnos la ropa antes de llegar a a mi cuarto.
Apenas entramos le sacamos toda la ropa, excepto las botas. La tiramos en la cama yo le abrí las piernas y empecé a chuparle la concha y ella gemía y acariciaba mi cara con sus muslos
Jorge chupaba sus tetas como si fuera a salir leche y Agustín se arrodilló en la almohada para que la trola se la siga chupando. Obviamente mi putita le dio el gusto y empezó a mamar muy rápido
La imagen era fuerte. Los tres tipos mayores con ese manjar gimiendo y chupando en el medio.
Me miraba mientras se la chupaba a mi amigo y agarraba la cabeza de mi otro compañero para que le chupe las tetas. Estaba gozando de tenerme así. Y yo igual así que me paré tiré de su cintura y se la metí en esa apretada y caliente concha adolescente. Nunca gocé tanto una primer penetración. El grito que pegó por la violencia de mi movimiento me calentó el doble. La empecé a coger sin vueltas. Ese lomo se sacudía todo sus tetas tan duritas y redondas se movían con mis sacudidas. Sus gritos eran el sonido más erótico del mundo
- Queres que te cojan estos ellos también putita? - le pregunté mientras la cogía ya a un ritmo acelerado. Ella en medio de esos sacudones respondió concisa
- Si - pero la quería más trola, más regalada. Le di un cachetazo en la cara
- Deci "si papi quiero que me cojan tus amigos"- le ordené. Los otros dos miraban pajeandose
- Si papi quiero que me cojan tus amigos - dijo corriéndose el pelo de la cara después de mi bife
La levanté y la puse en cuatro. Agustín la agarró de atrás y la empezó a coger como un perro. Mi hija volvió a gritar ante semejante brutalidad. Parecía que la iba a partir en dos
- Ahora al tío Jorge - le sugirió Agustín viendo que Jorge se había acostado al lado de ellos boca arriba. Yo miraba de costado. Martina se subió arriba de él y empezó a montarlo un poco más suave que la cogida que le estaba dando Agus. Ese cuerpito sopapeaba al caer. Jorge estaba como loco.
Agustín se había parado en el colchón y le metía la pija hasta la garganta haciéndola ahogarse.
Me acerqué atrás de ella y le empecé a tantear el culo con con mi dedo mayor.
- Hey no! Por el culo no lo hago yo - me dijo sin saber que esas palabras aumentaban la tentación. Era un culito virgen y hermoso. Había que inaugurarlo. Le pegué una escupida y empecé a empujar con la punta de mi verga para abrirme paso. El grito desgarrador de Martina nos calentaba mal, estaba abriendo ese culo y sentía lo apretado que estaba. Su agitación solloza me demostraban que al fin había encontrado el castigo para esta putita. Empecé a culearla apenas ese culo me permitió meterla toda. Sus gritos mezclados con llanto nos volvían locos. Jorge que seguía cogiendo su concha empezó a darle con todo. La estábamos cogiendo como a una ninfomana sedienta. Y hablando de sed, en medio de sus gritos con los ojos cerrados para asimilar mis pijazos recibió toda la leche de Agustín de golpe y sin aviso en el medio de la cara. El hijo de puta se pajeaba y le llenó la cara de semen. Verla así, toda despeinada, roja, con las lagrimas en los ojos y ahora la leche recorriendo sus labios y sus mejillas fue mucho. Le empecé a dar con todo como si no fuera la primera vez que ese culo tragaba una pija.
- Te voy a llenar la pancita de leche puta - le avisó Jorge que se la garchaba con la misma violencia que yo. Sentí como se estremecía y los gemidos de los dos. Le había acabado adentro a mi nena y estaba totalmente satisfecho. Levantó la pierna de Martu y salió da ahí abajo.
- Ahora putita barata vas a sentir toda la leche de papá llenandote el culo - le dije al oído. La hice cerrar las piernas para que quede en cuatro de la forma más sumisa posible y se la mandé con todo un par de minutos más en los que se podría haber quedado afónica de tanto gritar.
Apreté los dedos de los pies tratando de resistir un poco más pero era en vano luchar. La agarré de los pelos con fuerza para arquearla mejor y la leche salió llenando ese culo por primera vez. Cuando la saqué vi ese culo abierto chorreando leche que empezaba a cerrarse lentamente.
Ella seguía inmóvil, agitada, ni siquiera se daba vuelta. Había quedado como shoqueada.
Le di un chirlo en la cola y reaccionó
- Anda a lavarte puta, mirá como estas - le dije humillándola una vez más como parte de la lección
- Si pa - me dijo muy bajo mientras se enderezaba con dificultad. Salió caminando para el baño con una cojera propia del dolor de la culeada
- ¿Viste lo que pasa por ser tan trola? Tarde o temprano te rompen el culo - le dije ante la risa de mis amigos. Un chorro de leche caía de ese ano hermoso que pronto probaría de nuevo.
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