Es demasiado, ¡TOO MUCH! Caigo rendida entre los cuerpos calientes y sudorosos de Pablo y su hermano, sintiendo en mi interior la torrencial descarga de semen con que me llenan y rebalsan, embriagándome de un placer potente, ancestral, incontenible.
Pablo fue otro de los que cayó en mi bloqueo compulsivo de contactos del wasap durante esos meses en que, ingenuamente, creí que por fin me había llegado el tiempo de la fidelidad. Pero después del tatuado y del colectivero, Pablo y su hermano eran la siguiente escala en mi renovada agenda sexual. Y allí estaba, con ellos. Arrepintiéndome una vez más de mi decisión.
Mareada de tanto sexo, los veo como en una nebulosa, riéndose a carcajadas, levantándose con sus pesadas vergas oscilando entre sus piernas, para salir del cuarto y dejarme ahí, casi en coma, agonizante, como una drogadicta luego de una sobredosis.
¿Como es el dicho? ¿Un pelo de concha tira más que una yunta de bueyes? Bueno, los pelitos de la mía habían logrado lo imposible, amistar a los hermanos.
Pese a su reticencia inicial, Pablo finalmente había aceptado lo incuestionable, que los tres juntos éramos dinamita. Yo, chocha de la vida. Aparte de mis amantes ocasionales, tenía un par de tremendos machos con los cuales pegarme un viaje de ida y vuelta.
Claro que esos viajes tenían su costo, y era dejarme tumbada en un estado casi catatónico. Por supuesto que siempre que iba a visitarlos me aseguraba de disponer del tiempo suficiente no solo para disfrutarlos, sino también para reponerme y no salir a la calle como si me hubiera pasado un camión por encima.
Ya estaba empezando a reaccionar, cuando escucho en la sala otra voz. Al principio se oye normal, pero va subiendo de tono, como si empezara a discutir. Por entre el alboroto alcanzo a distinguir algunas palabras como: "Paguen lo que me deben", " Preso", "Sentencia".
Me imagino que se debe de tratar de algo relacionado con Pedro y ese problema con la ley que tuvo en Tucumán.
Trato de agudizar el oído, obvio y entonces escucho que dicen:
-Si estás apurado cobrate con ella-
¿Con ella? Por lo que sé la única "ella" en la casa en ese momento soy yo.
Todavía tengo las neuronas medio adormecidas, pero de a poco empiezo a entender. Sobre todo cuando la puerta se abre y entra un tipo que no conozco, gordo, de traje, de aspecto tosco y agresivo.
Por el viso de la puerta alcanzo a ver a Pedro que le dice al sujeto:
-Te la dejamos bien aceitadita- tras lo cuál le guiña un ojo y cierra la puerta.
El tipo se acerca a la cama y echándome una mirada lasciva, se afloja el nudo de la corbata.
-Desde que me mostraron tus fotos que tenía ganas de conocerte- me dice.
Ya me imagino a que fotos se refiere, a las que solía enviarle a Pedro antes de cada encuentro, como para motivarlo.
Lo veo quitarse la ropa y dejarla sobre una silla, cuidando de que no se arrugue.
¿Qué hace? ¿Qué quiere?
Si no hubiese estado tan aturdida me habría dado cuenta de lo que quería, ya que era muy evidente.
El tipo es el abogado de Pedro, lo había salvado de una segura condena por ése tema de Tucumán y lo que pretendía era cobrarse un adelanto de sus honorarios. Y como Pedro no tenía ni un mango, el adelanto era yo. El muy hijo de puta me estaba entregando, me estaba prostituyendo.
-No..., yo no..., no quiero..., esto no- trato de negarme, aunque sin demasiado énfasis.
-Si no querés, no hay problema, pero el boludo de tu marido se va a comer unos cuántos años-
¿Mi marido? ¿Le dijo a su abogado que estábamos casados? ¿Que yo era su mujer?
Tomando mi confusión como aceptación, se tiende a mi lado, y frotándome aviesamente su cuerpo fofo desnudo, me dice al oído:
-Me contaron que chupás mejor que Wanda Nara- y agarrándome una mano la lleva hacia su entrepierna.
Lo primero que alcanzo a tocar son unos huevos grandes y peludos, en evidente estado de ebullición.
-Si sos buenita, puede que hasta consiga que le levanten el pedido de captura y puedan volverse a Tucumám- me insiste ante la retirada de mi mano.
¿Porqué no me lo dijo? Si me necesitaba para pagar los servicios de su abogado, lo hubiese entendido y quizás hasta habría accedido de buena gana. Pero no así...
No sé si aquello había sido consensuado con Pablo, pero me estaban poniendo en una situación que si me negaba, prácticamente lo estaba condenando a Pedro a terminar en la cárcel. Aunque por la actitud del tipo, me daba la sensación de que no podría resistirme ni aunque quisiera, ya que ante mi reticencia se mostraba cada vez más agresivo.
-Dejame, voy a hablar con...- intento levantarme pero me lo impide reteniéndome entre sus gruesos y adiposos brazos.
Caigo de culo sobre su ingle, con la pija golpeándome la concha, intentando entrar pese a mis constantes negativas.
-¡Pará, así no...!- lo freno de repente, poniéndole una mano en el pecho -Si vamos a hacerlo, hagámoslo bien-
Ya no tenía sentido resistirme, el tipo me iba a cojer por las buenas o por las malas, así que lo mejor sería que fuera por las buenas.
Le pido que se acueste de espalda, con toda su gordura derramándose grotescamente por los costados de su cuerpo. No resulta un paisaje demasiado motivador, pero es lo que hay.
-Si me querés coger, primero me vas a tener que chupar la concha- le digo -Darme una buena chupada-
Me le subo encima y clavando las rodillas a ambos lados de su cabeza, le refriego mi sexo por toda la cara. Eso parece encantarle. Por supuesto no tiene ni idea de que hace no más de media hora me acabaron adentro, por lo que no solo está saboreando mi esencia, sino también la de Pablo. Se lo tiene merecido por hijo de puta. Pero aunque la chupada se trata de un acto defensivo, una especie de reacción ante el acoso, debo admitir que el tipo no lo hace nada mal, ya que prontamente comienzo a sentir ese ardor que, desde ese punto vital, se extiende por todo mi cuerpo como reguero de pólvora.
Cuándo me doy cuenta, ya me estoy acariciando los pechos, retorciéndome los pezones, disfrutando muy a mi pesar de las hábiles lamidas que el tipo me aplica muy estratégicamente. Sabe donde provocar placer, eso es evidente, ya que no solo se limita a lamer, sino también a puntear con la lengua y morder allí en donde la sensibilidad es mucho mayor.
Mientras él me la sigue chupando, estiro una mano y le agarro la pija, acariciándola a todo lo largo. Tiene un buen tamaño debo decir, robusta, firme, maciza, con unas venas hinchadas y sinuosas que se deslizan por toda su superficie.
Abro el cajón de la mesita de luz, saco del interior un preservativo, de esos que Pablo tiene guardados y que aquella tarde no usamos, y se lo pongo al obeso abogado, estirando el látex hasta cubrir un poco menos de la tercera parte de su extensión. Así de larga la tiene.
Bajo hasta quedar a la altura de su ingle y siempre sosteniéndola con una mano, me la acomodo entre los labios, apenas la punta, volviendo a sentir esa emoción, ese impacto que siempre precede a toda penetración.
El tipo cierra los ojos con fuerza, tratando de concentrar todos sus sentidos en ese punto de contacto, allí en donde nuestros cuerpos se funden en uno solo, pero como él no realiza ningún movimiento, soy yo la que se desliza y de una sola sentada se mete toda la poronga adentro.
-¡Uuuuufffffffff...!- exclama complacido el abogado al sentirse llenando todo mi interior.
Entonces abre los ojos y me recorre de arriba abajo, centrando su visión en ese par de melones que se agitan delante suyo justo cuando empiezo a montarlo. Lleva sus manos hacia ellos y me los aprieta, como si quisiera asegurarse de que están maduros. Luego desciende por el contorno de mi cuerpo, acariciando, pellizcando cada porción de piel, y haciendo presión sobre mis nalgas, empieza a impulsarse desde abajo. Enérgico, vigoroso, contundente.
Aunque se trata de una relación no consensuada, debo admitir que lo estoy disfrutando. Con sobrepeso y todo el rechoncho penalista me hace gozar, la humedad de mi conchita puede dar fiel testimonio de ello. Por eso le imprimo más entusiasmo a la cabalgata, moviéndome arriba, abajo, a los lados, como una coctelera, haciendo que la pija ejerza su vigorosa fricción contra mis partes más sensibles. El placer se intensifica, se multiplica y se esparce por cada punto cardinal de mi cuerpo.
Detrás de la puerta deben estar Pablo y su hermano, seguramente tomándose una cerveza, ufanándose de lo machitos que son tras haberme dejado en estado casi comatoso, así que para ellos van dedicados mis gemidos y jadeos, mis gritos, mis expresiones cargadas de morbo y excitación.
-¡Ahhhhhh..., siiiiiiii..., cogeme..., sí, dale, dámela toda..., ahhhhhhhh..., que rico..., siiiiiiiiii..., mmmhhhhh..., que rica pija tenés...!-
Aunque un poco exagerados, los gemidos no eran fingidos. Pese a todo, aquel voluminoso defensor de criminales estaba a punto de arrancarme un terrible orgasmo.
Apoyo las manos en las adiposidades de su barriga y me muevo en concordancia con sus propios movimientos. Ágil, atlética, exultante, como si no hubiera librado hace apenas un rato una épica batalla sexual con los dos hermanos, Pablo y Pedro, nombres bíblicos, aunque les aseguro que esos dos ya no tienen salvación posible.
En medio del ardor de la pasión, sin dejar de moverme, me inclino y lo beso en la boca, sintiendo su áspera y gomosa lengua moverse contra la mía, deslizándose por todo mi paladar. Es entonces que sucede, acabamos los dos juntos, estallando en una ruidosa amalgama de gemidos y jadeos.
Me refriego contra su ingle, resbalando por sobre el sudor de su mullida adiposidad, entregándome a un disfrute por demás inesperado.
Todavía le debo una mamada, así que bajo de encima suyo, le aprieto las bolas para que termine de eyacular dentro del forro, y se lo saco, limpiando con la sábana los restos de esperma que aún lo impregnan.
Se la meneo, para que no pierda dureza, e inclinándome le paso la lengua todo a lo largo. Se estremece al sentirme, aunque trata de controlarse. Subo y bajo por los lados, llenándolo ahora de saliva, sintiendo como las venas, sinuosas, turgentes, vuelven a engrosarse.
Abro la boca y la hago resbalar hasta que la punta me golpea la campanilla. Cierro los labios en torno a la macerada carne y empiezo a chupar bien fuerte, subiendo y bajando, comiéndomela hasta que las bolas me rebotan en el mentón y los pelitos me hacen cosquillas en la nariz. Me empalago de verga, extasiándome con ese sabor que se impregna fuertemente en mis papilas gustativas.
De nuevo siento el temblor, esa vibración previa que precede todo estallido. Y cuando está casi a punto, en ese instante en que podés hacer con un hombre lo que quieras, la dejo salir de mi boca y agarrándosela con una mano, se la sacudo con más fuerza, haciendo que la leche le salte como si hubiese descorchado un champán.
El tipo se queda como en trance, suspirando escandalosamente, momento que aprovecho para salir del cuarto, como una víctima huyendo de su captor.
Paso frente a los hermanos sin dirigirles la palabra, me meto en el baño y me doy una exhaustiva ducha para quitarme de encima el olor a sexo que impregna cada poro de mi piel.
Cuando salgo, vuelvo al cuarto y mientras el gordo parece estar profundamente dormido, me pongo la ropa y me mando a mudar, sin decir chau siquiera.
Seré puta, MUY PUTA, pero SOY YO LA QUE ELIGE quién me coge. Por eso..., #yotambien.
14 comentarios - #Yotambién...
La verdad estuvo muy mal.
van 10
excelente