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Las 3 y media de la mañana es tarde para nosotros. Por lo general, nos acostamos alrededor de las 11 de la noche y “jugamos”, a más tardar, hasta las 2.
Mientras Marisol revisaba a las pequeñas, me pidió que yo despertase y le pagara a Brenda, que dormía en el sofá del living con el televisor encendido. Esa noche, usaba una sudadera negra y pantalones deportivos grises, pero en realidad, no le agregaban ni quitaban a su físico.
Debe tener entre 16 y 17 años y por su delgadez, imagino que práctica natación o volleyball, porque encuentro que le falta pecho. No estoy diciendo que su figura sea insípida, sino que, más bien, está proporcionada, pero su cuerpo no termina de madurar completamente.
Es rubia, de largos cabellos hasta la cintura; ojos celestes, tipo zafiro, mucho más claros que los de Marisol; labios delgados y de mejillas sonrosadas, con forma de nuez. Debe medir casi 1.70 (casi alcanza a mi esposa en tamaño) y es idéntica a su madre, Sarah, salvo que en versión más joven y menos desarrollada.
Como fuese, traté de despertarla suavemente, sin sobresaltarla, lo que no me resultó, puesto que igual se espantó y me pidió disculpas por dormirse.
En realidad, no me importó, ya que las pequeñas se duermen temprano y no se levantan hasta las 7 u 8 de la mañana, donde nos piden el desayuno, pero necesitaba que alguien las vigilase en caso de incendio o desastre, de modo que le terminé pagando lo acordado y forzándole a recibir un bono adicional, por compensación de haberle arruinado los planes del sábado de forma imprevista.
Una vez que se cercioró que las pequeñas estaban bien, mi esposa bajó a verme, mientras yo estaba en la cocina.
+¿No te vas a acostar?- preguntó sonriente, esperando ansiosa la “repetición” de lo vivido en la oficina.
- En un rato. Tengo ganas de tomar leche caliente…
+¡Oh!- replicó desanimada.
- Pero quédate conmigo. Te lo prepararé como a ti te gusta…
+¡Oh, no! ¡No te preocupes! ¡No quiero!- respondió, sacándose los guantes y mirándome con dulzura.- ¡Estoy cansada y lo único que quiero es dormir!
-¡Quédate conmigo!... ¡Por favor!
Titubeó.
- ¡Te lo haré como te gusta a ti!- insistí ,sacando el envase de chocolate en polvo que le echa siempre.
Sonrió con resignación y se sentó en la butaca.
Me sentía alegre. Eran ya las 4 de la mañana y estábamos los 2 juntos. Marisol seguía viéndose hermosa, aunque más cansada.
+ Oye… ¿Por qué… te gusto tanto?- preguntó indecisa.
- ¿Cómo dices?
Dio el más tierno de los suspiros y repitió.
+ Que por qué te gusto tanto… ¿Tú… no te aburres de mí?
- ¿A qué viene eso?- pregunté, sonriendo, ante su mirada tan seria.
+ Es que… tu jefa es tan inteligente y sexy… y tu secretaria es tan bonita… y bueno…tú trabajas con mujeres tan lindas…
- ¡Disculpa! ¿Tú te aburres de mí?- consulté, sin parar de sonreír.
Marisol se alteró al instante…
+¡No! ¡No! ¡Obvio que no!- replicó ella.- Solo que… yo soy tan fome… comparada con ellas.
- ¿Por qué dices eso?- pregunté, ya un poco más preocupado.
+ Es que… tu jefa es tan lista… y tu secretaria tan inteligente… y yo, no sé nada.-insistió una vez más.
Tal vez, ese sea el único reproche que le tengo a mi suegro: para Sergio, sus hijas eran una carga, a las cuales solamente debía alimentar y nada más y a causa de esto, Marisol siempre ha sido insegura y necesitada de constante aprobación y apoyo.
Incluso cuando le hacía clases para rendir la prueba de ingreso a la universidad, Marisol titubeaba en sus respuestas, sin importarle que su intuición muchas veces fuese la correcta.
- ¿Cómo dices eso, Marisol? Tú sabes tantas cosas: sabes ser mamá, sabes inglés y eres profesora, ¿Cómo dices que no sabes nada?
Ella sonrió con pena.
+ Es que todas las cosas, las he aprendido contigo… y ellas saben tantas otras cosas… y tú nunca me cuentas nada de tu trabajo.- señaló más desanimada.
Para esas alturas, la leche ya estaba lista y preparé un par de vasos para disfrutarla.
- Mira, Marisol, no es que no te lo cuente porque no lo comprendas.- le dije, mientras le preparaba su vaso de leche.- Mi trabajo es bastante aburrido y monótono: tengo que verificar parámetros, estudiar reportes anteriores y un sinfín de cosas… que a nadie divierte…(sonreí)…incluso, hay veces que ni sé cómo lo hago, porque recuerdo normativas que ni sé dónde o cuándo las leí. En cambio, el tuyo es más simpático: cada año, tienes alumnos nuevos, tienes que preparar nuevas actividades y pruebas…
Mi esposa miraba su vaso complicada, aun sin atreverse a probarlo y en vista de su aflicción, usé mi “último recurso”...
- ¿Sabes por qué me casé contigo?
Me encanta cómo mi ruiseñor se sobresalta cuando se lo pregunto. A veces, me da la impresión que se asusta, pensando locamente que le voy a pedir el divorcio, aunque nunca es el caso.
Sé que para ella, tuvo un solo motivo: porque estaba locamente enamorada de mí y deseaba estar conmigo la mayor parte del tiempo.
No obstante, para mí, esa decisión se fue dando de forma más lenta, mediante otra lógica.
No me encuentro una persona fácil. Como muchos, soy un trabajólico empedernido, quien tras muchos fracasos, desarrollé una obsesión por perfeccionarme en mis cosas y que ahora, es muy cotizada en el ámbito laboral.
Mas, por lo mismo, soy de esas personas que no puede dormir tranquilo si queda loza por lavar; si un desconocido me corta el pelo o me sale diferente, me siento incómodo un par de días y ni qué decir que tengo muy poca tolerancia a la suciedad, al punto que me encargo del lavado y planchado de la ropa todas las semanas.
Marisol, por otra parte, es más descuidada: apila su ropa en torno al closet, teniendo el tacho de la ropa sucia inmediatamente al lado; se empeña a guardar poleras y bermudas que ya no le quedan bien o están rotas o sucias, pero que ella denomina “ropa de campaña” y realmente, han probado ser bastante útiles, para los días cuando aseábamos el ático y canaletas o los días helados, en esos tiempos donde no teníamos colchas suficientes.
Y son esas diferencias de personalidad que nos complementan armónicamente: mientras que yo soy casi un aislado social, Marisol se encarga de hablar con mi mamá y con mi suegra, para saber cómo van las cosas en nuestra tierra.
- Mira, no sé si te acuerdas, pero cuando estudiaba en la universidad, sentía que mi mente se atrofiaba…
Marisol se rió tiernamente…
-¡Es verdad! Pasaba tanto tiempo estudiando, que después, no podía pensar en nada… y fue ahí que me di cuenta que estabas tú.
En esos momentos, a mi esposa se le cortó la aspiración.
- ¡Hablabas de tantas cosas! Me ponías al tanto de las series que me gustaban, discutías conmigo cuando yo opinaba diferente, me contabas de los libros que leías en la escuela y lo bien que te parecían… y de a poco, me fue gustando más y más juntarme contigo, porque me hacías descansar.
Mi esposa, para esas alturas, no sabía qué decir, pero estaba claramente emocionada, con mejillas coloradas y ojitos brillantes.
- Yo nunca te dije que te amaba… porque me conformaba con tenerte como una amiga y me hacías feliz… y llegué a la conclusión que, si pasaba más tiempo contigo, podría descansar y ser realmente como yo soy…
Esa última frase la terminó confundiendo…
-No conozco a ninguna mujer que le guste el animé tanto como a ti. Si a mí me place, nos podemos pegar un maratón de películas de superhéroes y te entusiasmas tanto como yo y eres la única que comprende mis deseos cuando le grito al televisor, cuando el capítulo termina en una encrucijada…
+Pero alguien más podría aprender…-replicó con su suave y tierna melodiosa voz.
- ¡Tú lo has dicho! ¡Podría aprender!... pero no lo sabría como tú…
Sonrió coqueta, con un poco de malicia.
- ¿Tú crees que Sonia se sentaría conmigo a discutir de Dragon Ball Super? ¿La crees capaz de rayar el pizarrón de las pequeñas, solamente para aclarar un punto de la trama? (Algo que ya nos ha sucedido en 2 ocasiones… y que ahora que la serie ha terminado, parece que no volveremos a hacer en un buen tiempo)… ¿O qué me dices de Pamela, si se sentara a verlo conmigo? ¿No crees que me llamaría “pervertido” y me cuestionaría cada vez cómo mis gustos pueden ser tan infantiles?
+¡No!- respondió ella, mucho más confiada en sí misma.
- ¿Entonces?...
+Pero… ¿Qué pasa si un día te hago pasar una vergüenza? ¿Si un día te hago quedar mal?- preguntó preocupada y ya casi llorando.
Rechisté sonriente.
- ¡Marisol, hoy te disfrazaste de guerrera de la luna y a mí, apenas se me movió un pelo!- respondí, acariciándola de los cabellos.- Ruiseñor, tú no eres tonta y si algún día, nos toca algún evento con etiqueta, sé que serás prudente y tratarás bien a los demás. Es por eso que tú eres mi esposa.
Como podrán esperar, mi esposa se abalanzó sobre mí y me dio un alegre y suave beso.Yo aprovechaba de correrle mano.
Esa falda verde y corta me tenía como loco. Los muslos de mi esposa se veían tan firmes y desbordantes, que no podía contener mis impulsos por agarrarlos en cada oportunidad.
Además, sus pechos se manifestaban imponentes, como verdaderas montañas, ante ese escote en cuello V, pero apenas podía apreciarlos, porque los labios de mi esposa se adosaban a los míos y succionaban mi lengua con una enorme pasión.
De alguna manera, en nuestro acalorado jugueteo, Marisol terminó tropezándose y jalándome del cuello, sin intenciones de parar de besarnos, para caer una vez más en el sofá del living.
- Pues… me he olvidado de tu regalo en la oficina…- le dije, al verle riendo tan contenta.
+¡No importa!- respondió, jugueteando con mi traje.- ¡Será más divertido cuando de nuevo lo vaya a buscar!
Y nos seguimos besando, cariñosamente, con caricias que poco a poco, empezaban a mostrar nuestra piel.
Recuerdo que Marisol tenía una mirada divina cuando desnudé sus hombros y su imponente busto aparecía nuevamente ante mis ojos. Me costaba creer que esos almohadones eran de mi sola posesión y que esa coqueta chiquilla aceptase que yo se los desnudara.
Por su parte, ella había desnudado mi torso, pero no había intentado en lo absoluto avanzar a mi entrepierna, manteniendo de la misma manera la intensidad de mis roces.
Entonces, nuestros ojos se encontraron y a modo de secreto, le pregunté:
- ¿Ruiseñor, me dejas hacerte un bebé?
Inmediatamente, Marisol se conmovió, porque tras 5 meses de intentar y después de la última visita en septiembre al médico, que nos dijo que ambos teníamos estrés y por ende, nuestros ciclos no se coordinaban, ya había perdido las esperanzas.
Pero esa noche, tanto ella como yo sentíamos algo distinto. No era nuestra atracción habitual o calentura, sino que más bien, era una especie de armonía…
Era como si algo o alguien nos dijera que teníamos que estar acostados ahí, en ese sofá, esa misma noche y a esa misma hora…
¡Y afortunadamente, le pusimos atención!
+¡Está bien!- replicó mi mujer, mientras intentaba hacerle el quite al sexy leotardo y empujando a tientas su tanguita blanca, para ingresar mi ansioso bastón de carne.- ¡Pero, por favor, esta vez, esfuérzate mucho!
Lo último fue en un susurro y noté cómo mi esposa se erguía de placer, al sentirme plegar sus labios con mi hombría.
La tomaba de la cintura, guiándola de forma acompasada, mientras que ella me abrazaba y me suspiraba en el oído.
+¡Qué rico! ¡Qué rico! ¡Sigue así, mi amor! ¡Por fa! ¡Hazme un hijito, mi lindo!
Mientras que yo le susurraba al oído…
-¡Eres linda, Marisol! ¡Me encantas! ¡Qué culazo tienes! ¡Y qué tetas! ¡Sí que eres hermosa!
Palabras que le hacían estremecer y fluir cada vez más, a medida que nuestro vaivén se volvía frenético.
Pero a medida que mi esposa se empezaba a quejar cada vez más, mis palabras se volvían más mordaces y enfocadas a nuestros mutuos intereses…
-¿Crees que Makoto sea tan rica como tú en la cama?... porque yo te digo… ella es joven… pero tú tienes más tetas que ella… y aparte, tú eres más puta… ¿No crees que tú eres mejor?
A lo que mi esposa respondía con efusivos y sexys monosílabos.
+¡Ugh!... ¡Sí!... O sea… ¡No sé!... es que… ayy… eres rico… yyyy… ayyy… yo te quiero mucho… ahhh…
Para entonces, ya arremetía con fuerza, sacudiendo con violencia la cabellera de mi esposa con cada embestida que le daba y agarrándola de los pechos con completa posesión.
- ¡Mira estas tetas, Marisol!... ¡Son enormes!...¿No te gustan?... ¿Te acuerdas cómo tenías los pechos antes?... pero lo rico es que ahora, han dado leche… ¿Te acuerdas cómo se sentía cuando te chupaba?... yo te ponía la boca así y después…
+ ¡Ahhhh!¡Ahhhh! ¡Qué rico! ¡Qué rico! ¡No vayas a parar! ¡No vayas a parar, por favor, mi vida!- boqueaba mi esposa como un pez, mientras una catarata emanaba desde sus piernas, a medida que succionaba con entusiasmo y me llenaba la boca de su cuantiosa carne.
Pero ya había tenido un buen rato jugueteando con mi esposa y la pobre tenía las piernecitas flexionadas, para que tuviese mayor acceso a su sexo, que lo tragaba y soltaba con completa autonomía.
+¡Mi amor! ¡Mi amor! ¿Te falta mucho? ¿Te falta mucho, por favor?- preguntaba, clavándome las uñas en la espalda y mordiéndome suavemente el hombro izquierdo.
Podía notar el constante jugueteo de sus dedos de los pies, señal inequívoca que estaba disfrutando demasiado.
- ¡Todavía me falta un poco, corazón!- respondí, bombeando con mayor entusiasmo.- ¡Es que te estoy dando lo último que me queda!
+¡Es que estás muy adentro!... ¡Y ya me duele un poquito!... ¡Y me vas a partir!...
- ¡Ya casi llego, Marisol! ¡Te prometo que ya casi llego!
Y en unos 2 o 3 minutos de vaivén supersónico, donde mi esposa sollozaba como una niña pequeña, abrazándome sin soltarme, mientras me meneaba sobre ella, que le avisé a mi esposa…
- ¡Ya, cariño, ya llego, ya llego!
Mi esposa, entonces, se asió de mi hombro y me susurró al oído.
+¡Por favor, vente adentro! ¡Vente adentro! ¡Porque estás ahí! ¡Ahí, me vas a dar un bebé! ¡Vamos, mi amor, vamos! ¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh! ¡Ahhhh! ¡Ahhh! ¡Qué rico! ¡Qué rico! ¡Sí, mi amor! ¡Sí, mi amor! ¡Hazme un bebé! ¡Hazme un bebé!¡Qué rico! ¡Tan calientito y rico estás! ¡Qué rico! ¡Qué rico! ¡Ahhh! ¡Ahhh!¡Ahh!
Quedamos agotados. Apenas podía moverme y Marisol, aunque cansada, sudorosa y un poco adolorida, también se quedó dormida, conmigo aplastándola.
Alrededor de las 7 de la mañana, sonó el monitor de las pequeñas y en vista que mi esposa no estaba ni decente ni con fuerzas para atenderlas, fui yo quien les llevó el desayuno, que para ironías de la vida, fueron los vasos de leche con chocolate que ni Marisol ni yo en ningún momento tomamos y que las convencí para que lo bebieran (no de buena gana), porque estaban más grandes y no necesitaban biberón.
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Primer lunes de diciembre. Tras un par de días de licencia, me presenté a primera hora a la reunión de planificación mensual de los departamentos, encontrándome con Sonia, Cristina, Maddie y Gloria, entre otros funcionarios.
- ¡Felicítame!- le dije a mi jefa, abriendo los brazos.
* ¿Por qué?
- ¡Voy a ser papá nuevamente!
Sonia se sorprendió, se puso de pie y me dio un abrazo, ganándome la atención del resto.
* ¿En serio? ¡Enhorabuena!
- Sí, según la doctora, tiene 5 semanas.- y mirando a las otras discretamente, añadí con disimulo.- Creo que fue en la noche de la fiesta de Halloween…
Al decir esto, fue como si hubiese cazado un pato en medio de la sala de conferencias: Gloria estaba estática y pálida, mientras que Maddie y Cristina parecían el retrato de una instantánea.
* ¿En serio? ¡No me digas!- respondió Sonia, con completa naturalidad, de la misma manera que me sonrió con malicia cuando Marisol y yo nos casábamos.
- ¡Sí! Algo me debió pasar esa noche… porque luego de llevarla a la oficina, la tomé una vez más en casa y al parecer… ahí ocurrió el milagro.
Dudo que alguna vez pueda comprender el sentimiento de una mujer al esquivar semejante bala…
1 comentarios - En la fiesta de Halloween… (V y final)