Hace poco, estando medio en pedo, con un amigo se nos escapó algo que tácitamente habíamos acordado no contar jamás: la cantidad de veces que nos pajeamos juntos.
—Sería como encontrártelo a Migue pajéandose...
—Bueno... Ni sería la primera vez, ni sería tan grave-.Contesté.
El mensaje fue sutil, pero claro.
Enseguida nos reímos, por nerviosismo y por complicidad, pero nuestro otro amigo, se quedó helado. En realidad, todo lo contrario. Se puso colorado, rojísimo, y con dificultad para moverse se quedó con la vista perdida en la nada.
Tratando de disimular su shock- y todo lo otro que le estaba pasando- nos tiró un par de comentarios como para ver si había entendido bien.
Lo evadimos con cierta indiferencia, entre risas y chistes malísimos; pero al ver que realmente estaba interesado, fuimos un poco más a los detalles. Sólo un poco.
Le contamos que sí, que desde hace más de 10 años casi siempre que nos juntamos (ahí le mentimos: no es casi, es SIEMPRE), alguno de los dos se queda a dormir en la casa del otro, y que algo nos falta para terminar la juntada si alguno de los dos no propone poner una porno y clavarnos una buena paja.
El loco estaba tan rojo y tan nervioso que le temblaba la mano con la sujetaba el vaso de birra. Podíamos escuchar la base de vidrio tintineando sobre la mesa. Con Migue nos miramos de reojo y capaz que pensamos lo mismo en ese momento.
Yo me hice el boludo y saqué un pañuelo como para sonarme la nariz, para dejar caer el pañuelo al piso y agacharme a buscarlo, para aprovechar la situación y mirar por debajo de la mesa. Tal cual lo sospechaba, nuestro amigo tenía tremenda erección.
Con Migue quisimos invertir el interrogatorio, para empezar nosotros a hacer preguntas.
Le preguntamos, como quien no quiere la cosa, si él nunca había hecho algo así.
Nos dijo- con un hilo de voz, y temblando como cagado de frío- que no, rotundamente. Un par de segundos después... Se puso en duda, y dijo que bueno, una vez... de pesca con unos amigos en una isla, se fueron a mear cerca de unos árboles, y sus otros amigos empezaron a boludear con sus pijas, cada uno detrás de un árbol. Él les siguió la corriente, para no quedar como un mala onda, y así terminaron cada uno pajeándose.
Le preguntamos que por qué si tenían esa confianza, no se habían pajeado en la carpa, todos juntos, más cómodos y sin esa timidez de mierda.
Y así tuvimos una charla buenísima sobre esos límites que no se cruzan, pero que nos morimos por cruzar.
Después de eso nos fuimos a dormir. Y con las luces apagadas, Migue empezó a hacer ruidos de paja. Todos nos empezamos a reír. Yo la tenía dormida, pero hice igual unos ruidos para ver qué hacía el otro chabón. Al toque hubo movimientos en las 2 camas y en el colchón en el piso, y los elásticos de 3 boxers o calzoncillos deslizándose sobre piel.
El olor a pija y el sonido de 3 vagos gimiendo enseguida llenaron la habitación totalmente oscura.
—Sería como encontrártelo a Migue pajéandose...
—Bueno... Ni sería la primera vez, ni sería tan grave-.Contesté.
El mensaje fue sutil, pero claro.
Enseguida nos reímos, por nerviosismo y por complicidad, pero nuestro otro amigo, se quedó helado. En realidad, todo lo contrario. Se puso colorado, rojísimo, y con dificultad para moverse se quedó con la vista perdida en la nada.
Tratando de disimular su shock- y todo lo otro que le estaba pasando- nos tiró un par de comentarios como para ver si había entendido bien.
Lo evadimos con cierta indiferencia, entre risas y chistes malísimos; pero al ver que realmente estaba interesado, fuimos un poco más a los detalles. Sólo un poco.
Le contamos que sí, que desde hace más de 10 años casi siempre que nos juntamos (ahí le mentimos: no es casi, es SIEMPRE), alguno de los dos se queda a dormir en la casa del otro, y que algo nos falta para terminar la juntada si alguno de los dos no propone poner una porno y clavarnos una buena paja.
El loco estaba tan rojo y tan nervioso que le temblaba la mano con la sujetaba el vaso de birra. Podíamos escuchar la base de vidrio tintineando sobre la mesa. Con Migue nos miramos de reojo y capaz que pensamos lo mismo en ese momento.
Yo me hice el boludo y saqué un pañuelo como para sonarme la nariz, para dejar caer el pañuelo al piso y agacharme a buscarlo, para aprovechar la situación y mirar por debajo de la mesa. Tal cual lo sospechaba, nuestro amigo tenía tremenda erección.
Con Migue quisimos invertir el interrogatorio, para empezar nosotros a hacer preguntas.
Le preguntamos, como quien no quiere la cosa, si él nunca había hecho algo así.
Nos dijo- con un hilo de voz, y temblando como cagado de frío- que no, rotundamente. Un par de segundos después... Se puso en duda, y dijo que bueno, una vez... de pesca con unos amigos en una isla, se fueron a mear cerca de unos árboles, y sus otros amigos empezaron a boludear con sus pijas, cada uno detrás de un árbol. Él les siguió la corriente, para no quedar como un mala onda, y así terminaron cada uno pajeándose.
Le preguntamos que por qué si tenían esa confianza, no se habían pajeado en la carpa, todos juntos, más cómodos y sin esa timidez de mierda.
Y así tuvimos una charla buenísima sobre esos límites que no se cruzan, pero que nos morimos por cruzar.
Después de eso nos fuimos a dormir. Y con las luces apagadas, Migue empezó a hacer ruidos de paja. Todos nos empezamos a reír. Yo la tenía dormida, pero hice igual unos ruidos para ver qué hacía el otro chabón. Al toque hubo movimientos en las 2 camas y en el colchón en el piso, y los elásticos de 3 boxers o calzoncillos deslizándose sobre piel.
El olor a pija y el sonido de 3 vagos gimiendo enseguida llenaron la habitación totalmente oscura.
3 comentarios - Cuestión de confianza
las tonteras que recorde jajajaja