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En la fiesta de Halloween… (III)




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(Nota de Marco: lamento la tardanza en escribir, pero como muchos, aprovechamos el mes de febrero para viajar y estar con mi esposa, disfrutando un poco de sus primeros meses de embarazo)

Cuando volví a la mesa, Marisol me miró de una manera maravillosa y coqueta: con sus enormes ojos verdes, sus largas pestañas, me hizo saber “¡Aquí estoy!”, pero a la vez, con solo agregar una sonrisa me señaló  “¡Estoy ocupada!”.

Luego, vi a Gloria. No había que ser un genio para darse cuenta que su disfraz había sido improvisado de último minuto: usaba de esas típicas orejas de gato que se encienden a baterías; una jardinera negra con falda que llegaba hasta la mitad de sus muslos y una blusa blanca manga corta, con el logo de un refresco de cola que se cubría por el diseño de la jardinera.

Incluso, sus bigotes de gata habían sido marcados por un plumón, por lo que esa noche se veía más graciosa que atractiva.

Cuando llegué a la mesa, las chicas enmudecieron en un incómodo silencio, sin importar que la conversación que llevaban fuese bastante movida, por lo que aproveché de informar a mi esposa que todo estaba hecho.

+¡Ay, mi amor!- Comentó mi esposa con una sonrisa coqueta.- ¡Le decía yo a Gloria que tú tenías algo muy importante que contarle!

-¡Bueno… sí!- repliqué poco motivado.- Pero eso puede esperar hasta el lunes.

+¡Ay, no, mi amor!- insistió Marisol, fingiendo molestia.- ¡Recuerda que es muy importante y no puede esperar hasta el lunes!

En realidad, le había mencionado a Marisol mis intenciones de ascender a Gloria esa noche, pero cumplir el acuerdo con Sonia ya me había cansado un poco.

Además, Marisol esa noche se veía coqueta, tierna y simplemente maravillosa, por lo que dejarla a solas me traía recuerdos de cuando jugaba el clásico “Mario Bros.”, cuando me decían que la princesa se encontraba en otro castillo.

Sin embargo, miré a Gloria y me di cuenta que se había tomado las molestias de venir exclusivamente por mí y sus tiernos ojos celestes parecían intrigados sobre qué le deparaba el futuro, motivo por el que decidí acceder al petitorio de mi esposa.

El único alivio fue que Sonia me miró de vuelta, sonriente, como si me dijera “¡Ve tranquilo! ¡Yo la cuido!”.

Y mientras avanzábamos al ascensor conversando, noté la aguda mirada de Cristina (quien vestía de ángel erótico esa noche) que seguía mis movimientos con bastante detalle.

En el ascensor, Gloria me preguntó qué habíamos hablado con Sonia en su oficina, a lo que respondí que fue sobre unos informes que tenía pendientes, pero me dio la impresión que no me creyó y que sabía de alguna manera lo que en realidad había pasado.

Llegamos a mi oficina casi a tientas usando mi celular, puesto que como era de esperarse, la iluminación de emergencia señaliza la ubicación de las salidas, pero una vez en mi escritorio, le mostré el documento que tenía planeado mostrarle esa noche.

*¿Qué es esto?- preguntó al leerlo.

- Es un ascenso. A partir de ahora, no dependerás de mí, sino que deberás responder directamente a Sonia.

*¿Por qué?- preguntó alertada.

-Para que no te sientas presionada de trabajar conmigo. Así, responderás directamente a Sonia y no tendrás que renunciar…

Esa frase le resultó como una puñalada en el corazón: sus ojos azules perdieron parte de ese brillo juvenil, tornando la mirada vacía, casi como un vidrio, comprendiendo erróneamente que su ascenso venía como consecuencia a su petición de renuncia.

*¡No, jefe, no lo puedo aceptar!- replicó melodramática.

-¿Por qué no?

* Porque no lo merezco.

Fue entonces que tuve que ponerle al tanto de la situación.

Si bien, desde un principio, Sonia me ubicó en aquel cargo como un consultor ayudante, el nivel de compromiso que adquirí fue tal, que empecé a abarcar más y más proyectos, que no necesariamente estaban involucrados con los procesos de minería de los que tengo conocimiento y manejo.

Eventualmente, empecé a recibir presupuestos para proyectos del refinado de material, normas medio-ambientales y otros reportes que no me daba el tiempo ni el interés para estudiar y que aprovechando que mi secretaria, por ser ingeniero química, sí tenía conocimientos y disponibilidad para investigarlos, comencé a delegar aquellas responsabilidades en ella y en su juicio.

Fue de esta manera que me encontré aprobando proyectos de filtros de chimenea con isotopos radioactivos para disminuir las emisiones de azufre,  implementaciones y mejoras  que buscan disminuir la liberación de hidrocarburos y por ende, mejorar la calidad de la combustión dentro de los proyectos de refinado de material e inclusive, la supervisión absoluta de los procesos químicos involucrados en las plantas de lixiviación de material, que es su meta a largo plazo.

Sus ojos celestes se comenzaron a llenar de lágrimas, por lo que yo, desesperado, empecé a buscar un pañuelo en mi bolsillo.

*¡No, jefe, no me pidas eso, por favor!

-¿Por qué no?- insistí, limpiándole las perlas que rodaban sobre sus blanquecinas mejillas.

*¡No quiero dejarte!

Y a continuación, me dio un beso acalorado: abrió sus labios como un pez y su suculenta lengua palpaba la mía con suavidad.

Su suspiro fue tan intenso y avasallador, que me ubicó en el escritorio, parecido a como había empezado a tomar a Sonia, con la salvedad que su mano apretó y buscó mi paquete, apretando mi testículo derecho en la concavidad que conecta el pulgar con el anular.

*¡Jefe, no puedo dejarte!- prosiguió, con una sonrisa aliviada y una mirada libidinosa.- ¿No lo entiendes? ¡Tú me excitas!

Comenzó a masturbarme por encima del pantalón. A pesar de estar a media guardia, mi herramienta empezó a recuperar su consistencia y grosor, mientras ella sonreía traviesa, al ver que le desbordaba de la mano.

*¿No entiendes que cada mañana que voy a tu oficina, quiero comerte a besos? ¿Cuánto deseo sentir tus dedos en mi culo?

Y mientras decía de forma sensual “Asshole”, me apretó el testículo y parte de la base de mi pene, que ya había desnudado de mi bóxer, para luego arrodillarse y empezar a succionar de una forma desesperada.

*Jefe, ¿Acaso no entiendes cómo me siento cuando sé que te acuestas con tu esposa cada noche? ¿Piensas que es muy fácil para mí tener sexo con Oscar cada 2 semanas?

Y como si quisiera exaltar más su punto de frustración, apretaba mi testículo y la base de mi pene con cada pregunta.

Para ese punto, la excitación me había enceguecido y cuando ubicó su boca sobre mi falo, la afirmé de la cabeza y le obligué a que se la tragara hasta el fondo.

Su mirada cambió dramáticamente y a pesar que sentía sus arcadas,yo no la quería soltar.

-¿Querías comerla, zorra? ¿Querías comerla?¡Pues, ahí la tienes y tendrás que aprender a tragártela!- repliqué con sadismo.

Sin importar que me mirara todavía aterrada, notaba en ella algo de sumisión y de gozo en mis malos tratos.

-¡Tendrás que aprender a usar tu sucia boca y a hacerme acabar rápido, Gloria! ¡Yo no tengo tiempo por las mañanas y cada mañana que lea tus reportes, me la chuparás! ¿Te queda claro?

Ella asintió, cerrando los ojos y succionando con mayor entusiasmo. Le dije a Marisol que el estilo de mi secretaria no era tan bueno como el suyo, pero la diferencia radica en que mi esposa práctica conmigo cada mañana.

-¡Y Gloria, tendrás que tragarlo!- le dije, deteniendo completamente su cabeza, desbocada por complacerme.- ¡Tendrás que tragarlo todo y solamente el mío! Si Oscar te lo pide, solo lo masturbarás…

Volvió a asentir, limpiándose un poco de la barbilla. Solté su cabeza y dejé que ella se fuera acomodando.

-¡Eso es, puta! ¡Trágalo! ¡Traga más del pene detu jefe, mientras Oscar está trabajando! ¿Te gusta, eh?

Hasta la fecha, no sé qué me dio esa noche, dado que estimo y respeto a Oscar. Pero reconozco que aquello fue efectivo.

Gloria estaba desbocada mamando, subiendo y bajando tan rápido como un lince y acostumbrándose más y más a la succión.

Yo también lo empecé a disfrutar más, puesto que su inexperta lengua se meneaba indecisa cuando rozaba el glande y sus dientes alcanzaban a incrustarse temerosamente en el tronco.

-¡Tendrás que tragarlo! ¡Tendrás que tragarlo!¡Todo, todo lo que yo te de!- le ordené, sujetando con fuerza su cabeza, mientras descargaba mis 3 ardientes disparos sobre su garganta.

Como era de esperarse, tuvo arcadas y carraspeó, con lágrimas aun rodando por sus mejillas, mas se notaba que su mirada era entre confundida, alegre y satisfecha.

*¡Creo que… creo que… tenemos que regresar!-exclamó ella, con algunas lágrimas en los ojos y sollozando despacio, entre hipos, mientras se limpiaba un poco los labios de mi semen.- Tu esposa puede sospechar…

Pero una vez que se incorporó, la tomé por la cintura y la besé con brusquedad.

-¡Oh, no podemos, Gloria!- le dije, pulsando mi agarrotado miembro entre sus piernas.- ¡Tú me pusiste así y tú tendrás que calmarme!

De alguna forma, logró escabullirse y contempló con asombro mi templada hombría.

*Pero jefe… no podemos… tu esposa…

-Tú quieres seguir siendo mi secretaria… pues tendrás que hacerlo. Es tu responsabilidad.

Ciertamente, Gloria quería hacer lo correcto y estaba más cerca de la puerta cuando se escabulló. Sin embargo, sus ojos no se despegaban de mi pene, el cual se mostraba erecto y listo para la acción.

Por ese motivo, logré tomarla de la cintura una vez más, besarla y aproximarla hasta el sofá.

Mientras la ubicaba en posición, la masturbaba frenéticamente y la seguía besando, desbordando su pasión y entregándose completamente a mi voluntad.

Cuando le abrí de piernas, desnuda de toda protección, la besé ruinmente en la mejilla, descendiendo levemente hacia el lóbulo de su oreja, ocasionándole un estiramiento y le susurré:

-Gloria, ¿Te cuidas?

Ella soltó un quejido apagado, pecaminoso y lleno de nervios, pero aun así respondió:

*No… y no estoy en mis días seguros…-agregó,mirándome directamente a los ojos.

Por mi parte, eso me devolvió temporalmente a mis cabales.

-¡Yo no tengo preservativos!- confesé, ad portas de su jugoso manantial.

Y fue algo impulsivo en ella. Yo aún recuerdo que permanecí petrificado, pero fue su abrazo y su jalón el que me hizo actuar.

Reconozco que tenía muchos deseos y que muy fácil me habría sido dejar caer mi cuerpo.

Pero insisto que fue ella la que me dio el jalón en la cintura y me hizo penetrarla.

No fue una labor fácil, puesto que Gloria estaba bastante apretada y porque el volumen del miembro de Oscar es mucho más pequeño que el mío.

Sin embargo, había algo en el calor de sus piernas y la tensión de sus muslos que me hacían acariciarla.

Los notaba duros, pero a la vez, suaves, refrescantes para el tacto. Como si ella usase cremas para embellecer más sus ya lindas piernas.

Además, sus quejidos suaves y el vaivén que llevábamos le daban una apariencia prácticamente impoluta, con su cabeza moldeándose entre los cojines del sofá, como si fuese una especie de aura celestial.

Recuerdo que sus brazos permanecían sujetos de mis hombros, mientras que sus maravillosos pechos se asomaban tímidamente en un delicioso escote. No obstante, eran sus besos fulgurantes los que me mantenían entretenidos, disfrutando de acallar sus placenteros gemidos.

Rítmicamente, empezaron a subir en intensidad, a medida que taladraba inmisericorde por su cuerpo. Sus fluidos eran cada vez más cuantiosos, y por ende, sus quejidos más melodiosos, a medida que me iba insertando cada vez más y más en su feminidad.

Pero entonces llegó el punto donde su clímax fue máximo, dado que toqué la entrada de sus labios uterinos. Su boca se escabulló de la mía y parecía renegar al cielo mis embestidas, deslizando su cabeza con locura, como si se tratase de una manguera suelta a alta presión.

*¡Ah, jefe! ¡Ah, jefe! ¡Oh, sí!- replicaba con una mirada perdida y una sonrisa desbordante, mientras la marcaba en lo más profundo de su ser.

Pero a mí me faltaba un poco más por insertarla por completa y aquella sensación exuberante le brindó unos estertores, con una mirada loca de placer.

-¡Sí, jefe! ¡Sí, jefe! ¡Sigue! ¡Sigue! ¡Por favor! ¡Ahh! ¡Ahhh! ¡Ahhhhhhhh!

Y convulsioné en su interior, por un periodo que se me hizo eterno.

Cansado,agitado y resoplando, me di cuenta que sujetaba firmemente a mi secretaria desde la muñeca, mientras que ella, con la mirada aun perdida y respirando a bocanadas, parecía estar en otro lugar.

-¡Lo siento!- le dije.- Si algo pasa, te prometo que me haré responsable.

*¡No, jefe! ¡No, jefe! – replicó, acariciándome con dulzura.- Yo también accedí…

Intenté retirarme de ella, pero aun me apretaba y ella, al sentir que nuestros cuerpos permanecían todavía conectados, aprovechó para recompensarme con cuantiosos y suaves besos.

-Gloria, está bien. No tienes que seguir trabajando debajo de mí.- le dije, una vez que liberó mis labios y se concentró en mis mejillas.- Si lo deseas, aun podemos tener sexo, cuando nos toque viajar.

Eso reanudó sus besos, que se tornaron en verdaderas lamidas de gata, por lo que aproveché de hurgar su trasero.

-Pero esto, esto, tendrás que dármelo…- le dije,incrustando 2 dedos en su cola, dándole un respingo que la estremeció por completo.

Nuevamente,nos arreglamos y nos vestimos, pero noté en ella un cambio de actitud: no era la misma Gloria con la que había bajado.

Parecía impactada y sorprendida por la situación y no era para menos, porque finalmente se había tirado a su jefe y corría el riesgo de quedar embarazada (que no fue el caso), a sabiendas que su pareja estaba trabajando.

Este fue el motivo por el cual, una vez que volvimos a la fiesta, se dirigió a beber unos tragos y yo, triunfante, volvía finalmente con mi esposa, que me esperaba siempre sonriente y expectante.

Aun así, desde ese encuentro casi 4 meses atrás, no ha pasado mucho, puesto que como les he mencionado, no dispongo de demasiado tiempo en la oficina para hacer muchas cosas con ella.

Lo que sí ha cambiado entre nosotros es que cada vez que me trae un informe para revisar, acabo levantándole la falda y removiendo sus pantaletas, calzones o tangas y la masturbo analmente por un rato, mientras reviso al vuelo sus documentos.

Y salvo contadas ocasiones (unas 7 u 8, estimo yo hasta la fecha), le he pedido que atienda mi tensa hombría, lo cual hace solicita arrodillándose bajo mi escritorio y tal cual como le he estipulado, se termina  tragando mis jugos, y comiéndomela y limpiándomela cada vez con mayor dedicación y brindando a su inocente mirada el brillo lúdico de una fervorosa viciosa.

Pero salvo esos pequeños cambios y como no hemos tenido oportunidad de viajar en estos meses, nada más ha pasado entre nosotros.


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