Había empezado como otras tardes a echar un rato jugando al ajedrez, mirando nuevas jugadas en mi libro y a ver pasar la tarde de la mejor manera, cuando, de improviso, llegó mi cuñada Marta, que la cabrona está como un tren, tiene tres años menos que mi mujer, es rubita de mechas, con una media melena muy graciosa, es pequeñita, delgada, y desde siempre me ha atraído de ella sus tetas chiquitinas, alguna vez he podido verlas en la playa mientras hace topless, y me han parecido increíbles.
―¿qué haces? Me dijo nada más abrirle la puerta.
―Aquí echando un ajedrez, ayer me compré un libro nuevo y estoy practicando, y tú? Que te trae por aquí?
―Nada, que pasé a dejarle unas cosas a mi hermana, que le tomé prestadas el otro día, te importa?
―Que va, estás en tu casa, ya sabes, lo que quieras.
―A ver, te echo yo una partida al ajedrez.
―No digas tonterías, en tres jugadas estás lista, además tengo una partida a medias.
―Venga, yo pillo las negras que tienen más y ya verás cómo me defiendo.
―Te liquido en cuatro jugadas.
―Que te juegas a que no?
―Lo que quieras, estás lista en tres movidas.
―Vale, si me ganas te enseño mi sujetador nuevo, que me ha dicho mi hermana que te gusta mucho la lencería negra.
―Ok, venga, mueve...
Evidentemente no me lo pensé dos veces, total, por verle el sujetador no pasaba nada, y además la situación estaba controlada, podía ganar hasta en dos jugadas, una y dos… lista
―Perdiste, a ver que te has puesto hoy.
Marta no se cortó se inclinó un poco hacia mí, y me mostró el escote de su blusa semitransparente, como no veía muy bien tiré del escote hacia abajo y pude ver el sujetador negro que escondía aquellos maravillosos pechos, pero ella se acercó a mí y me besó.
―Marta, esto está mal, dije yo pensando lo contrario
―Por besarnos no pasa nada, no seas crío, además mi hermana no tiene porque enterarse, sé que te encantan mis tetas, sólo mirar, así no pasa nada...
―A ver, déjame verlas un poco, sólo un poco, por favor -yo mismo me contradecía, pero aquella situación podía conmigo. Ella se subió la blusa, se sentó en la mesa y sacó sus pechos por encima del sujetador, nunca las había tenido tan cerca, que delicia, eran preciosas.
―Esto está mal, tenemos que parar, le dije a mi cuñada
―No seas tonto, mira, tengo las braguitas a juego, - y me volvió a besar.
Yo no pude aguantar, deslicé mi mano por su barriga hasta sus bragas, que ya estaban algo húmedas, y seguimos besándonos, no me lo podía creer, en eso ella paró.
―Jacobo, se por mi hermana que comes el coño como nadie, y siempre he fantaseado con que me lo comías, por eso tampoco va a pasar nada, anda, verás cómo te gusta, me depilé ayer mismo.
No tardó ni dos segundos en quitarse los vaqueros, y echarse en el sofá, subir las piernas y dejarme una visión perfecta de su coño, que empecé a chupar primero con delicadeza, y luego a meter con desenfreno mi lengua hasta los últimos rincones que llegaba sin problemas debido a lo húmeda que estaba, ella jadeaba y hacía mención a su hermana.
―Qué suerte tiene mi hermana, eres muy bueno, me voy a correr como sigas así, hay que ver la suerte que tiene Sylvia, sólo falta que tengas una buena polla Jacobo, entonces es para matarla de zorra, anda, vamos a ver que tienes ahí…
Me levanté y me quité el jersey, que me estorbaba, ella empezó a desabrochar los botones y una vez quitados, torpemente tiró de vaqueros y bóxer hacia abajo, para soltar mi polla que estaba como un resorte esperando, empezó a mamarla con autentico vicio, me temblaban las piernas, y no sabía dónde amarrarme, por lo que la subí para quitarle la blusa, mientras nos besábamos y me hacía una paja con su mano derecha, pero yo no podía aguantar más, la incliné sobre la mesa y se la metí desde atrás.
―Toma, guarra, para que sepas lo que mete tu hermana todas las noches, te gusta, eh?
―Sí, dame más, Jacobo, dame y pídeme lo que quieras.
―Lo que quiero es que esto no salga de aquí, porque estás muy buena, pero yo quiero a tu hermana, y a ti te follaré cada vez que me dé la gana, sí, como una guarra, toma, que eso es lo que eres, siempre has sido muy caprichosa, ahora toma.
Seguí dándole por detrás, dentro de su coñito depilado, de repente, se abrió la puerta de casa…
―¿qué haces? Me dijo nada más abrirle la puerta.
―Aquí echando un ajedrez, ayer me compré un libro nuevo y estoy practicando, y tú? Que te trae por aquí?
―Nada, que pasé a dejarle unas cosas a mi hermana, que le tomé prestadas el otro día, te importa?
―Que va, estás en tu casa, ya sabes, lo que quieras.
―A ver, te echo yo una partida al ajedrez.
―No digas tonterías, en tres jugadas estás lista, además tengo una partida a medias.
―Venga, yo pillo las negras que tienen más y ya verás cómo me defiendo.
―Te liquido en cuatro jugadas.
―Que te juegas a que no?
―Lo que quieras, estás lista en tres movidas.
―Vale, si me ganas te enseño mi sujetador nuevo, que me ha dicho mi hermana que te gusta mucho la lencería negra.
―Ok, venga, mueve...
Evidentemente no me lo pensé dos veces, total, por verle el sujetador no pasaba nada, y además la situación estaba controlada, podía ganar hasta en dos jugadas, una y dos… lista
―Perdiste, a ver que te has puesto hoy.
Marta no se cortó se inclinó un poco hacia mí, y me mostró el escote de su blusa semitransparente, como no veía muy bien tiré del escote hacia abajo y pude ver el sujetador negro que escondía aquellos maravillosos pechos, pero ella se acercó a mí y me besó.
―Marta, esto está mal, dije yo pensando lo contrario
―Por besarnos no pasa nada, no seas crío, además mi hermana no tiene porque enterarse, sé que te encantan mis tetas, sólo mirar, así no pasa nada...
―A ver, déjame verlas un poco, sólo un poco, por favor -yo mismo me contradecía, pero aquella situación podía conmigo. Ella se subió la blusa, se sentó en la mesa y sacó sus pechos por encima del sujetador, nunca las había tenido tan cerca, que delicia, eran preciosas.
―Esto está mal, tenemos que parar, le dije a mi cuñada
―No seas tonto, mira, tengo las braguitas a juego, - y me volvió a besar.
Yo no pude aguantar, deslicé mi mano por su barriga hasta sus bragas, que ya estaban algo húmedas, y seguimos besándonos, no me lo podía creer, en eso ella paró.
―Jacobo, se por mi hermana que comes el coño como nadie, y siempre he fantaseado con que me lo comías, por eso tampoco va a pasar nada, anda, verás cómo te gusta, me depilé ayer mismo.
No tardó ni dos segundos en quitarse los vaqueros, y echarse en el sofá, subir las piernas y dejarme una visión perfecta de su coño, que empecé a chupar primero con delicadeza, y luego a meter con desenfreno mi lengua hasta los últimos rincones que llegaba sin problemas debido a lo húmeda que estaba, ella jadeaba y hacía mención a su hermana.
―Qué suerte tiene mi hermana, eres muy bueno, me voy a correr como sigas así, hay que ver la suerte que tiene Sylvia, sólo falta que tengas una buena polla Jacobo, entonces es para matarla de zorra, anda, vamos a ver que tienes ahí…
Me levanté y me quité el jersey, que me estorbaba, ella empezó a desabrochar los botones y una vez quitados, torpemente tiró de vaqueros y bóxer hacia abajo, para soltar mi polla que estaba como un resorte esperando, empezó a mamarla con autentico vicio, me temblaban las piernas, y no sabía dónde amarrarme, por lo que la subí para quitarle la blusa, mientras nos besábamos y me hacía una paja con su mano derecha, pero yo no podía aguantar más, la incliné sobre la mesa y se la metí desde atrás.
―Toma, guarra, para que sepas lo que mete tu hermana todas las noches, te gusta, eh?
―Sí, dame más, Jacobo, dame y pídeme lo que quieras.
―Lo que quiero es que esto no salga de aquí, porque estás muy buena, pero yo quiero a tu hermana, y a ti te follaré cada vez que me dé la gana, sí, como una guarra, toma, que eso es lo que eres, siempre has sido muy caprichosa, ahora toma.
Seguí dándole por detrás, dentro de su coñito depilado, de repente, se abrió la puerta de casa…
4 comentarios - Mi Cuñada en el Ajedrez