el relato es real, pero no somos nosotros, lo e escrito tal cual nos lo contaron.
Me llamo Dario, Tengo 37 años y desde hace 10 que estoy casado con una bella mujer, Cecilia, que ahora cumplirá 34 años. Ceci mide 1´62, pesa 55Kg es de piel bronceada y tiene unas curvas que causan sensación. Tiene pechos grandes y redondos, pero lo mejor son sus largas piernas rematadas en un culito saliente. Ella es consciente de las pasiones que despierta entre los hombres y le gusta que la deseen y la miren. Tanto es así que a la muy turra le encanta ponerse minifaldas cortas y blusas ceñidas y muy escotadas.
Como digo, los hombres, donde sea que vamos, no hacen más que mirarla con ojos obscenos. Seguro que más de uno se ha pajeado pensando en como se mueve o como les mamaría su pija hasta que ellos se corrían en sus tetas y en su boquita golosa. Estoy seguro de que piensan cosas así... Sin embargo yo creía que estas cosas se quedarían en meras fantasías. Pero no fue así. La cosa fue a más.
Una noche, durante un verano pasado, salimos de copas con unos amigos pero al llegar, serían las 2 o las 3 de la mañana nos quedamos solos Ceci y yo en un pub abarrotado de gente. Ella vestía como siempre: una minifalda corta blanca para así marcar bien su culito y ensañar sus piernas siempre bronceadas sujetadas por una camisita- top que se anudaba a la espalda y un escote por el que sobresalían sus dos pechitos.
Como se pueden imaginar, mi mujer es de esas que les gusta tomar el sol en la playa sólo con una tanguita y un corpiño chiquito. El caso es que nos encontrábamos dentro del pub y a nuestro lado había dos chicos jóvenes de cerca de 25 años. Los dos iban muy bien vestidos y hablaban y se reían constantemente. Como es fácil imaginar no le quitaban el ojo de encima a Ceci que se movía, notándose el centro de admiración, bailaba conmigo, cada vez, de una manera más provocativa. La muy zorrita, al moverse, no se daba cuenta de que su minifalda se le estaba subiendo, incluso tanto que se le adivinaba el contorno de su culito y se le veía la pequeña cola les. Los flacos debían estar como motos y me consta que Ceci se estaba dando cuenta. De repente ella paró de bailar y me dijo al oído que se iba al baño. Yo mientras me quedé sólo, apoyado en la barra pero pegado a los dos pibes. Uno de ellos, el más, se me acercó y me dijo:
- Vaya mujer que tenés amigo. Consérvala bien porque está muy buena y hay mucho tiburón suelto.
– Todo bien ya es grandesita y sabrá lo que hace- le contesté risueñamente.
- Sí pero de las mujeres nunca hay que fiarse, y menos cuando están en celos Jauja...- me dijo el otro, más bajo que su amigo.
En ese preciso instante apareció ella. Me miró y al verme hablando con los dos chicos pensó lo mismo que yo, sé que lo pensó porque se lo noté en su mirada. Esta era la típica escena que a mí me gustaba describir en nuestras fantasías. Ella se muere de gusto mientras cogemos, ella encima, y al tiempo que toco su agujerito trasero con mis dedos, le cuento historias en las que ella se comporta como una auténtica atorranta, llegando incluso, a acostarse con dos o tres tipos a la vez. Por todo esto sé que ella se mojó, se calentó al verme charlar con esos dos tipos que, la verdad, eran facheros. Se llamaban Ernesto y Javier. Ernesto era el más alto de los dos, 1.80. El otro, Javier, algo mas bajo parecía ser el más entrador de los dos. Como Ceci y yo nos quedamos callados pensando los dos en lo morboso de la situación, Javier rompió el hielo preguntando:
- Hey, amigo! ¿Por qué no nos presentas a tu chica?. Y, ¡qué no decaiga, que siga bailando!
Ceci se sonrojaba. La presenté y se cobraron sus dos primeros besos... esta vez en las mejillas. Entonces, mientras nosotros tres estábamos apoyados en la barra yo repetí en alto:
- ¡Vení, Ceci, que no digan que eres una tímida!
- Eso, eso, tu baila que nosotros te pediremos otra copa- dijo Ernesto.-
Mientras el pedía un New Agge, Ceci estaba "bailando" delante de Javier y de mí. ¡Cómo se movía!. Poco hubo que esperar para que Javier, en mi presencia, se atreviese a agarrarla por la cintura, más bien por la cola, y se pusiese a mirar descaradamente a su escote. Yo estaba un poco cortado pero muy excitado.
- Ceci, acércate aquí que te está esperando tu copa- dijo entonces Ernesto salvando así a Ceci de los brazos de Javier. Por un momento me sentí aliviado pero poco me duró porque nada más que Ceci se acercó a la barra, Ernesto la rodeó por la espalda. ¡Qué descaro!- A pesar de haber mucha gente se notaba como la apretujaba contra la barra. Y ella, en vez de protestar, se retorcía de tal forma que estaba frotando su culito salido contra el paquete de Ernesto. Este, por su parte, empujaba y con su mano izquierda intuí como le sobaba el vientre por encima de la pollera.
- - La cosa se estaba desmadrando: Ernesto franeleando a Ceci, ésta dejándose hacer, aunque brevemente lo corría y Javier a la caída. Mientras tanto yo, allí, mirando como un tonto aunque cada vez más excitado por la situación. Por lo que respecta a Ceci, además de dejarse sobar, no dejaba de mirarles y susurrarles cosas al oído de las que por tanto, no me enteraba. Hubo un momento en que los dos la rodearon. ¡Qué excitante!. Ernesto frotaba su paquete contra el culo de Ceci mientras que Javier la empujaba agarrándola por delante. Ella se reía y se adivinaba en sus ojos esa expresión pícara de zorrita que es ella. En un descuido la agarré por la cintura:
- - - ¿Qué pasa?- pregunté.
- - - Prométeme que no te pondrás celoso y que no te enfadarás. ¿Sabes lo que me han dicho?
- - - ¿Qué?
- - - Quieren que me haga la tonta, que te diga que me lleven a otro lado para después ellos venir e invitarnos a no sé donde. Negro... me he puesto muy caliente con todas las cositas que me dicen mientras bailaban conmigo...
- - - Pero, ¿a dónde quieres llegar? ¿Que querés vos? Jugar un rato ¿Es eso?
- - - No lo se...- respondió ella bajando la cabeza.
- - - ¡Cómo que no! Sé sincera, esto es lo que vos y yo queríamos que pasase. Tenes que estar decidida si lo vas a hacer... Supongo que si lo haces sabrás cómo comportarte... ¿eh?
- - - ¿Y vos?
- - - Deciles lo que te parezca, en un toque vengo, mientras voy al baño.
- - No sabía muy bien lo que estábamos haciendo pero lo que sí era cierto es que estaba caliente como un burro y sabía que Ceci también lo estaba. Llegué al baño y cuando quise orinar no pude de lo empalmado que estaba. Me puse a pensar en mi mujer y en que les estaría diciendo a Ernesto y a Javier. Acabé y salí disparado a por ellos cuando Ernesto me paró en la puerta del baño:
- - - De acuerdo. Ya veo que no eres celoso y que tenés una mujer divina que confía mucho en vos. La verdad es que está muy buena. ¡Javier ya se la está disfrutando, anda a fijarte que hacen!
- - Seguí hacia la barra inmerso en un estado de excitación en el que no me había encontrado jamás. Cuando me estaba acercando los vi. Eran Javier y mi mujer. Se estaban besando, qué digo besando, se estaban tragando. Ella tenía su espalda apoyada en la barra y él tenía su rodilla entre las piernas y por si fuera poco sus dos manos agarrándole el culito. Por momentos notaba como metía sus manos por debajo de la minifalda e imaginaba lo que estaría pensando el pibe al encontrarse con sus nalgas desnudas, pues como buena zorrita que es, a Ceci le gusta usar tangas minúsculas. Me acerqué a ellos y les dije que parasen, que esperásemos a que viniese Ernesto del baño para irnos a otro sitio. Llegó y nos dirigimos los cuatro a la salida. Más bien 3 y 1 porque Ceci iba delante con Javier a un lado, Ernesto al otro y yo, detrás, viendo como las manos de estos dos chicos sobaban el culo de mi mujer. Al llegar a la calle Ernesto dijo:
- - - Vamos a por el auto y después ya veremos a donde vamos.
- - Mirando hacia mí y mientras achuchaba a Ceci, Ernesto le tiro a Javier:
- - - Vos vas adelante con Dario, que Ceci está tomadita y a lo mejor se marea- le dijo sonriendo pícaramente.
- - - Para man, seré yo quien vaya atrás con ella- le recriminó Javier al darse cuenta de las intenciones de su colega.
- - - Paren chicos ¿pero que pasa?, en definitiva es mi mujer, y ella es la que decide- le recriminé medio en joda, pero algo molesto al darme cuenta de que aquello se me iba de las manos. Fue entonces cuando Ceci, con su pícara sonrisa y en plena ebullición después de los bailoteos de dentro del pub, me miró fijamente y me recordó:
- - - ¿Qué me dijiste dentro del pub? ¿Cómo me pediste que me comportara?- repetía al mismo tiempo que se llevaba a Javier de la mano en dirección al auto...
--Elijo yo y empecemos por el más chico.- ja, ja, ja.
- - Entraron los dos en la parte de atrás. Podía quedarme ahí fuera o subir. Abrí la puerta y antes de haberme sentado ya pude ver como Ceci se estaba matando a besos con Javier en la parte de atrás. Este no perdía el tiempo y se dedicaba a meterle mano por encima del top y así sobarle las tetas. Además, debido al revolcón de los dos en el asiento, Ceci se retorcía provocando esto que se le subiese tanto la minifalda que ya dejaba ver la tanguita y medio culo de fuera.
- - - ¡Qué hembra es esta mujer!- dijo Ernesto a la vista del espectáculo y le bastó estirar la mano para acabar de subirle la minifalda a mi mujer y empezar a tocar su culito desnudo. Javier, que en ese momento se dedicaba a desnudar y a besar los pechos de Ceci me dijo:
- - - Chabon porque no arrancas y tiranos para el lado de Urquiza que es donde vivimos.
- - Arrancamos. Ceci, desde que entró en el coche se había limitado a dejarse hacer y a suspirar. ¡Cómo se estaba comportando!. Nada más que al salir del centro, al parar en el primer semáforo, volví a echar la vista atrás.
- - Ella estaba ya sin el top y con su sostén caído desde los hombros de forma que se le veían los pezones. La minifalda la tenía ya en la cintura y debido a la minúscula tanga blanca se le veía también todo el culo. No es nada que se le viese el culo y las tetas, lo peor es que Javier no paraba de chuparla y sobarla por todo el cuerpo. Ella disfrutaba, tanto es así que poco tardó en sentarse encima de él, con su cara mirando hacia la ventanilla trasera y abriendo las piernas para poder notar todo el paquete de Javier. Este le masajeaba los dos cachetes con sus manos y metía su cabeza entre sus pechos. Ceci suspiraba. Javier intentaba bajarse los pantalones.
- - - Te gusta, ¿eh? Bonita, te gusta notar el bulto, ¿verdad?- le decía Javier a mi mujer- ya verás qué rica cuando me la chupes, ¿eh nena? Seguro que te gusta chuparla...
- - Antes de que dejase de hablar, Ceci "herida" en su orgullo de putita, ya se había agachado para ayudarle a quitarse los pantalones y sin decir palabra, le sacó con su mano el pedazo de dentro del calzoncillo y empezó a chupársela como una poseída. Ernesto, sin perderse detalle, no dejaba de hablar y de preguntar a su colega acerca de cómo la chupaba, qué guarra era y cosas por el estilo. Yo tampoco me pude reprimir:
- - - ¿Esto es lo que querías?, ¿Verdad?, Si, se te nota a leguas, lo sabes, fíjate si lo sabes que hace un par de horas no conocías a estos dos pibes y ahora ya estás dispuesta a que te calienten y a que hagan contigo lo que quieran. Mujer... Me parece que hoy te vas a hartar de pijas.
- - Creo que con mis palabras aún se ponía más cachonda y aún chupaba con más ahínco la verga de Javier. Otro semáforo. Estaba yo asustado pensando en que si alguien nos veía cuando, de repente, Ernesto abre su puerta y en un instante aparece en la parte de atrás, a la derecha de Ceci. Me quedé de piedra. Yo solo conduciendo como si fuese un chófer y detrás mi mujer, se puede decir que en tanga puesto que la falda y el sujetador le hacían únicamente de cinturón, con Ernesto a su derecha chupándole las tetas y Javier a su izquierda disfrutándola al tiempo que mi mujer lo pajeaba con su mano izquierda. Ernesto debió sentir envidia ya que no tardó en imitar a Javier, se bajó los pantalones y llevó la otra mano de Ceci a su paquete. Ella, al notar la enormidad de su bulto, dejó de jugar con Javier, se encaró a Ernesto y sacándosela del calzoncillo le dijo con voz inocente:
- - - ¿Quieres que le dé besitos? Está muy gorda y dura y creo que te gustará...
Ernesto la agarró con fuerza a Ceci y dirigió su cabeza hacia su pija. Ella no pudo hacer otra cosa que tragársela. Javier aprovechaba el momento y la posición de mi mujer para refregar su pija por los cachetes de Ceci. Le estaba rondando con su pedazo sobre la tanga, todos sus lubricados labios vaginales, tanto que creo que llegó a mojarlo en caliente aunque sin ponersela como dios manda.
Estaba así la cosa cuando llegamos al lugar donde paraban nuestros dos nuevos amigos. Debido a las luces y a la gente que a esas horas aún había por la calle, les dije que se contuviesen y que se vistieran. Paramos cerca del departamento que tenían, después supe que era de Ernesto. Salimos del coche, los cuatro, y mientras caminábamos aproveché para agarrar a Ceci por la cintura y decirle:
- - - Querrás seguir hasta el final, ¿verdad? ¿Queres subir al departamento? ¿Eh?- le pregunté.
- - - Papi, si que quiero... creo que sí. Pero, hay algo que no te he contado.
- - - ¿Qué?
- - - Sabes que querían que tu me llevases a casa para después ellos recogerme, ¿verdad? Después de hablar contigo les dije que vos vendrías...
- - - Y ellos aceptaron?- interrumpí.
- - - Sí pero con una condición: tengo que dedicarme por entero a ellos dos.
- - - ¿A qué te refieres?
- - - Te jodería con mirarnos como la cogemos?- dijo entonces Javier agarrando a mi mujer de un brazo y quedándosela para él y para Ernesto.
- - Llegamos al Edificio. Por suerte no había nadie. Mientras esperábamos al ascensor Ceci ya sintió nuevamente los manoseos en las nalgas y en las tetas al tiempo que ellos no paraban de halagarla y de susurrarle frases como:
- - - ...Te lo pasarás bien... 2... ó tal vez 3... eh... estarás más que ocupada... ya sabemos cómo mamas, ahora veremos como coges, y como te vamos a dar... ¡claro que te gustará!...
- - En el ascensor ya empezaron a desnudarla, primero las tetas al aire y de nuevo la mini ya sólo era un trapo en su cintura. Ella se reía lujuriosamente cuando uno de ellos dejaba de acariciarla al momento que aprovechaba el otro para abalanzarse sobre ella para besarla y refregarse contra su entrepierna apoyándola contra una de las paredes del ascensor... se abre la puerta... tampoco hay nadie por la hora que es, pero imagino a los vecinos mirando por las mirillas - luces de pasillo encendidas- como se paseaba una chica, mi mujer, casi desnuda entre tres chicos y además, entrando con ellos en la habitación.
- - Por fin entramos y mis nervios se calmaron. Cerramos la puerta, encendieron las luces. Había una cama en somier, Ernesto fue a buscar algo para tomar (en realidad para servirme a mí). Javier empujó ligeramente a Ceci y ésta quedó tendida en la cama que al estar en el fondo de la habitación que daba a un gran balcón, me permitió salir a tomar fresco a ese clima tan caliente que se había creado y de ahí podía observar, como se colocaron Ernesto a un lado y Javier al otro, desnudándose, bajaron las luces y en la penumbra pude divisar como mi mujer, muy diligente, se quitaba el top, se desabrochaba el sujetador y cuando se estaba quitando la minifalda, ya Javier se le había acercado para ayudarla y así volver a refregar su dureza contra el culo de mi mujer al tiempo que con sus dos manos manoseaba las tetas. Ernesto también se desnudó y lo primero que hizo fue agarrarla con sus brazos para frotar su cuerpo desnudo con el suyo momento que aprovechó para darle un tremendo beso jugando con su lengua a Ceci.
- - - ¡Agáchate diosa! ¡Fíjate en nuestras pijas porque te vamos a coger, muñeca!
- - - Venga nena, ¿O qué esperas? Chupa nuestras vergas que pronto te la estaremos entregando para que tu marido sepa lo guarra que sos... ¿verdad que te gustan?- decía Javier al tiempo que mi mujer, agarrando las dos pijas con sus manos, pajeándolas, se metía la suya en la boca. Así empezó todo. Ceci en tanga, agachada en la cama chupando los pedazos de esos dos flacos, que estaban desnudos enfrente de ella follándosela alternativamente por la boca.
Pronto se impacientaron y antes de que yo hubiese intervenido en la fiestita que montaban a mi mujer ya estaban nuevamente discutiendo a cerca de quién sería el primero en ponercela. Ceci se había levantado y mirándome pícaramente se sacó la tanguita para mostrar así su culito y su conchita afeitada, muy bien arreglada.
Ernesto, con su polla apuntando al cielo tomo a Ceci por el brazo, se tendió de espaldas en la cama para que así mi mujer pudiese montarlo. Ella empezó a moverse, poco a poco a metérsela, pegando sus tetas contra el pecho de el que no paraba de moverse y de tocarle el culo con sus dos manos. Javier y yo nos limitábamos a mirar y esperar.
Ernesto le estaba dando con fuerza y mi mujer respondía como una gatita en celo. Javier se colocó enfrente de ella y le metió su dura pija en la boca. La escena era super excitante, tanto que sólo pude limitarme a ver lo que le hacían a Ceci, que por cierto se estaba corriendo por primera vez.. Aprovechando la explosión de ella y cuando todavía estaba jadeando montando la verga de Ernesto cambiaron de posición. Javier agarró a mi mujer por las caderas y la abalanzó sobre la cama de forma que su culito y toda la vulva mojada y afeitado quedó a su disposición.
Javier le clavó su pija iniciando un vaivén primero lento pero con el tiempo los envites empezaron a ser sanamente violentos de forma que Ceci empezó a jadear escandalosamente. Pronto sus jadeos cesaron ya que Ernesto la agarró por los hombros y le acercó su pija para que se la mamase. No podía ser de otra forma y Ceci se corrió por segunda vez Ernesto y Javier, con sus pijas tiesas como palos (la mía también) reían y repetían obscenidades del tipo:
- - - ¡Qué bien chupas, nena, sigue así, trágatela toda! - ¿Te gusta que te cojan eh, putita? ¿A que te gusta cómo te la damos? – Nos dejas hacerte el culito...
- - Había llegado la hora que tanto habíamos esperado ella y yo y estaba dispuesto a no perdérmelo. Ernesto lo organizó muy rápidamente. Le dijo a Ceci que se montase otra vez encima de él.
Ella, en plena lujuria se subió y dejó que Ernesto la volviese a coger con su dura pija, además de dejar que le metiese un par de dedos en su culito. Ceci se movía y sentía como se le dilataba el ano. Sabía lo que le esperaba. Javier se le acercó por detrás y apuntó su pene contra el estrecho orificio. Después de un rato de acomodarla, entró sin dificultad pero cuando empezaron a moverse la cosa cambió. Ceci gritaba, sufría de gusto y cuando estaba dudando sobre si parar aquello o como me decía entre sollozos y gemidos:
- - - ¡Veni, veni, que me muero de gusto, veni, me están partiendo!
- - Me acerqué desnudo y con mi pija al mango, tiesa como nunca en mi vida. Mi mujer me la empezó a chupar, más bien los empujones de Ernesto y Javier conseguían que yo me la pudiese follar por la boca. Ella volvió a correrse profundamente, intensamente, tanto como el placer que pueden proporcionar tres pijas en el cuerpo de una mujercita ardiente.
- - Nosotros, por sugerencia de Javier sacamos nuestras pijas y nos pusimos alrededor de mi mujer que yacía, boca arriba en la cama. Bastaron unos movimientos para que, casi al unísono, llenásemos de leche los pechos y la cara de Ceci que, muy diligente, besaba nuestras pijas cuando estás ya habían soltado los primeros y fogosos chorros de leche caliente.
Así quedo aquella noche, extenuada de tanta lujuria y sexo.
Cumplimos con una larga fantasía. Esta fue la primera experiencia con mas de un flaco que tuvimos con Ceci, pero ha sido tan satisfactoria, que ahora cuando cogemos no me alcanzan los dedos para imitar aquellos momentos vividos, que fueron extremadamente calientes y deseamos volver a repetir
Me llamo Dario, Tengo 37 años y desde hace 10 que estoy casado con una bella mujer, Cecilia, que ahora cumplirá 34 años. Ceci mide 1´62, pesa 55Kg es de piel bronceada y tiene unas curvas que causan sensación. Tiene pechos grandes y redondos, pero lo mejor son sus largas piernas rematadas en un culito saliente. Ella es consciente de las pasiones que despierta entre los hombres y le gusta que la deseen y la miren. Tanto es así que a la muy turra le encanta ponerse minifaldas cortas y blusas ceñidas y muy escotadas.
Como digo, los hombres, donde sea que vamos, no hacen más que mirarla con ojos obscenos. Seguro que más de uno se ha pajeado pensando en como se mueve o como les mamaría su pija hasta que ellos se corrían en sus tetas y en su boquita golosa. Estoy seguro de que piensan cosas así... Sin embargo yo creía que estas cosas se quedarían en meras fantasías. Pero no fue así. La cosa fue a más.
Una noche, durante un verano pasado, salimos de copas con unos amigos pero al llegar, serían las 2 o las 3 de la mañana nos quedamos solos Ceci y yo en un pub abarrotado de gente. Ella vestía como siempre: una minifalda corta blanca para así marcar bien su culito y ensañar sus piernas siempre bronceadas sujetadas por una camisita- top que se anudaba a la espalda y un escote por el que sobresalían sus dos pechitos.
Como se pueden imaginar, mi mujer es de esas que les gusta tomar el sol en la playa sólo con una tanguita y un corpiño chiquito. El caso es que nos encontrábamos dentro del pub y a nuestro lado había dos chicos jóvenes de cerca de 25 años. Los dos iban muy bien vestidos y hablaban y se reían constantemente. Como es fácil imaginar no le quitaban el ojo de encima a Ceci que se movía, notándose el centro de admiración, bailaba conmigo, cada vez, de una manera más provocativa. La muy zorrita, al moverse, no se daba cuenta de que su minifalda se le estaba subiendo, incluso tanto que se le adivinaba el contorno de su culito y se le veía la pequeña cola les. Los flacos debían estar como motos y me consta que Ceci se estaba dando cuenta. De repente ella paró de bailar y me dijo al oído que se iba al baño. Yo mientras me quedé sólo, apoyado en la barra pero pegado a los dos pibes. Uno de ellos, el más, se me acercó y me dijo:
- Vaya mujer que tenés amigo. Consérvala bien porque está muy buena y hay mucho tiburón suelto.
– Todo bien ya es grandesita y sabrá lo que hace- le contesté risueñamente.
- Sí pero de las mujeres nunca hay que fiarse, y menos cuando están en celos Jauja...- me dijo el otro, más bajo que su amigo.
En ese preciso instante apareció ella. Me miró y al verme hablando con los dos chicos pensó lo mismo que yo, sé que lo pensó porque se lo noté en su mirada. Esta era la típica escena que a mí me gustaba describir en nuestras fantasías. Ella se muere de gusto mientras cogemos, ella encima, y al tiempo que toco su agujerito trasero con mis dedos, le cuento historias en las que ella se comporta como una auténtica atorranta, llegando incluso, a acostarse con dos o tres tipos a la vez. Por todo esto sé que ella se mojó, se calentó al verme charlar con esos dos tipos que, la verdad, eran facheros. Se llamaban Ernesto y Javier. Ernesto era el más alto de los dos, 1.80. El otro, Javier, algo mas bajo parecía ser el más entrador de los dos. Como Ceci y yo nos quedamos callados pensando los dos en lo morboso de la situación, Javier rompió el hielo preguntando:
- Hey, amigo! ¿Por qué no nos presentas a tu chica?. Y, ¡qué no decaiga, que siga bailando!
Ceci se sonrojaba. La presenté y se cobraron sus dos primeros besos... esta vez en las mejillas. Entonces, mientras nosotros tres estábamos apoyados en la barra yo repetí en alto:
- ¡Vení, Ceci, que no digan que eres una tímida!
- Eso, eso, tu baila que nosotros te pediremos otra copa- dijo Ernesto.-
Mientras el pedía un New Agge, Ceci estaba "bailando" delante de Javier y de mí. ¡Cómo se movía!. Poco hubo que esperar para que Javier, en mi presencia, se atreviese a agarrarla por la cintura, más bien por la cola, y se pusiese a mirar descaradamente a su escote. Yo estaba un poco cortado pero muy excitado.
- Ceci, acércate aquí que te está esperando tu copa- dijo entonces Ernesto salvando así a Ceci de los brazos de Javier. Por un momento me sentí aliviado pero poco me duró porque nada más que Ceci se acercó a la barra, Ernesto la rodeó por la espalda. ¡Qué descaro!- A pesar de haber mucha gente se notaba como la apretujaba contra la barra. Y ella, en vez de protestar, se retorcía de tal forma que estaba frotando su culito salido contra el paquete de Ernesto. Este, por su parte, empujaba y con su mano izquierda intuí como le sobaba el vientre por encima de la pollera.
- - La cosa se estaba desmadrando: Ernesto franeleando a Ceci, ésta dejándose hacer, aunque brevemente lo corría y Javier a la caída. Mientras tanto yo, allí, mirando como un tonto aunque cada vez más excitado por la situación. Por lo que respecta a Ceci, además de dejarse sobar, no dejaba de mirarles y susurrarles cosas al oído de las que por tanto, no me enteraba. Hubo un momento en que los dos la rodearon. ¡Qué excitante!. Ernesto frotaba su paquete contra el culo de Ceci mientras que Javier la empujaba agarrándola por delante. Ella se reía y se adivinaba en sus ojos esa expresión pícara de zorrita que es ella. En un descuido la agarré por la cintura:
- - - ¿Qué pasa?- pregunté.
- - - Prométeme que no te pondrás celoso y que no te enfadarás. ¿Sabes lo que me han dicho?
- - - ¿Qué?
- - - Quieren que me haga la tonta, que te diga que me lleven a otro lado para después ellos venir e invitarnos a no sé donde. Negro... me he puesto muy caliente con todas las cositas que me dicen mientras bailaban conmigo...
- - - Pero, ¿a dónde quieres llegar? ¿Que querés vos? Jugar un rato ¿Es eso?
- - - No lo se...- respondió ella bajando la cabeza.
- - - ¡Cómo que no! Sé sincera, esto es lo que vos y yo queríamos que pasase. Tenes que estar decidida si lo vas a hacer... Supongo que si lo haces sabrás cómo comportarte... ¿eh?
- - - ¿Y vos?
- - - Deciles lo que te parezca, en un toque vengo, mientras voy al baño.
- - No sabía muy bien lo que estábamos haciendo pero lo que sí era cierto es que estaba caliente como un burro y sabía que Ceci también lo estaba. Llegué al baño y cuando quise orinar no pude de lo empalmado que estaba. Me puse a pensar en mi mujer y en que les estaría diciendo a Ernesto y a Javier. Acabé y salí disparado a por ellos cuando Ernesto me paró en la puerta del baño:
- - - De acuerdo. Ya veo que no eres celoso y que tenés una mujer divina que confía mucho en vos. La verdad es que está muy buena. ¡Javier ya se la está disfrutando, anda a fijarte que hacen!
- - Seguí hacia la barra inmerso en un estado de excitación en el que no me había encontrado jamás. Cuando me estaba acercando los vi. Eran Javier y mi mujer. Se estaban besando, qué digo besando, se estaban tragando. Ella tenía su espalda apoyada en la barra y él tenía su rodilla entre las piernas y por si fuera poco sus dos manos agarrándole el culito. Por momentos notaba como metía sus manos por debajo de la minifalda e imaginaba lo que estaría pensando el pibe al encontrarse con sus nalgas desnudas, pues como buena zorrita que es, a Ceci le gusta usar tangas minúsculas. Me acerqué a ellos y les dije que parasen, que esperásemos a que viniese Ernesto del baño para irnos a otro sitio. Llegó y nos dirigimos los cuatro a la salida. Más bien 3 y 1 porque Ceci iba delante con Javier a un lado, Ernesto al otro y yo, detrás, viendo como las manos de estos dos chicos sobaban el culo de mi mujer. Al llegar a la calle Ernesto dijo:
- - - Vamos a por el auto y después ya veremos a donde vamos.
- - Mirando hacia mí y mientras achuchaba a Ceci, Ernesto le tiro a Javier:
- - - Vos vas adelante con Dario, que Ceci está tomadita y a lo mejor se marea- le dijo sonriendo pícaramente.
- - - Para man, seré yo quien vaya atrás con ella- le recriminó Javier al darse cuenta de las intenciones de su colega.
- - - Paren chicos ¿pero que pasa?, en definitiva es mi mujer, y ella es la que decide- le recriminé medio en joda, pero algo molesto al darme cuenta de que aquello se me iba de las manos. Fue entonces cuando Ceci, con su pícara sonrisa y en plena ebullición después de los bailoteos de dentro del pub, me miró fijamente y me recordó:
- - - ¿Qué me dijiste dentro del pub? ¿Cómo me pediste que me comportara?- repetía al mismo tiempo que se llevaba a Javier de la mano en dirección al auto...
--Elijo yo y empecemos por el más chico.- ja, ja, ja.
- - Entraron los dos en la parte de atrás. Podía quedarme ahí fuera o subir. Abrí la puerta y antes de haberme sentado ya pude ver como Ceci se estaba matando a besos con Javier en la parte de atrás. Este no perdía el tiempo y se dedicaba a meterle mano por encima del top y así sobarle las tetas. Además, debido al revolcón de los dos en el asiento, Ceci se retorcía provocando esto que se le subiese tanto la minifalda que ya dejaba ver la tanguita y medio culo de fuera.
- - - ¡Qué hembra es esta mujer!- dijo Ernesto a la vista del espectáculo y le bastó estirar la mano para acabar de subirle la minifalda a mi mujer y empezar a tocar su culito desnudo. Javier, que en ese momento se dedicaba a desnudar y a besar los pechos de Ceci me dijo:
- - - Chabon porque no arrancas y tiranos para el lado de Urquiza que es donde vivimos.
- - Arrancamos. Ceci, desde que entró en el coche se había limitado a dejarse hacer y a suspirar. ¡Cómo se estaba comportando!. Nada más que al salir del centro, al parar en el primer semáforo, volví a echar la vista atrás.
- - Ella estaba ya sin el top y con su sostén caído desde los hombros de forma que se le veían los pezones. La minifalda la tenía ya en la cintura y debido a la minúscula tanga blanca se le veía también todo el culo. No es nada que se le viese el culo y las tetas, lo peor es que Javier no paraba de chuparla y sobarla por todo el cuerpo. Ella disfrutaba, tanto es así que poco tardó en sentarse encima de él, con su cara mirando hacia la ventanilla trasera y abriendo las piernas para poder notar todo el paquete de Javier. Este le masajeaba los dos cachetes con sus manos y metía su cabeza entre sus pechos. Ceci suspiraba. Javier intentaba bajarse los pantalones.
- - - Te gusta, ¿eh? Bonita, te gusta notar el bulto, ¿verdad?- le decía Javier a mi mujer- ya verás qué rica cuando me la chupes, ¿eh nena? Seguro que te gusta chuparla...
- - Antes de que dejase de hablar, Ceci "herida" en su orgullo de putita, ya se había agachado para ayudarle a quitarse los pantalones y sin decir palabra, le sacó con su mano el pedazo de dentro del calzoncillo y empezó a chupársela como una poseída. Ernesto, sin perderse detalle, no dejaba de hablar y de preguntar a su colega acerca de cómo la chupaba, qué guarra era y cosas por el estilo. Yo tampoco me pude reprimir:
- - - ¿Esto es lo que querías?, ¿Verdad?, Si, se te nota a leguas, lo sabes, fíjate si lo sabes que hace un par de horas no conocías a estos dos pibes y ahora ya estás dispuesta a que te calienten y a que hagan contigo lo que quieran. Mujer... Me parece que hoy te vas a hartar de pijas.
- - Creo que con mis palabras aún se ponía más cachonda y aún chupaba con más ahínco la verga de Javier. Otro semáforo. Estaba yo asustado pensando en que si alguien nos veía cuando, de repente, Ernesto abre su puerta y en un instante aparece en la parte de atrás, a la derecha de Ceci. Me quedé de piedra. Yo solo conduciendo como si fuese un chófer y detrás mi mujer, se puede decir que en tanga puesto que la falda y el sujetador le hacían únicamente de cinturón, con Ernesto a su derecha chupándole las tetas y Javier a su izquierda disfrutándola al tiempo que mi mujer lo pajeaba con su mano izquierda. Ernesto debió sentir envidia ya que no tardó en imitar a Javier, se bajó los pantalones y llevó la otra mano de Ceci a su paquete. Ella, al notar la enormidad de su bulto, dejó de jugar con Javier, se encaró a Ernesto y sacándosela del calzoncillo le dijo con voz inocente:
- - - ¿Quieres que le dé besitos? Está muy gorda y dura y creo que te gustará...
Ernesto la agarró con fuerza a Ceci y dirigió su cabeza hacia su pija. Ella no pudo hacer otra cosa que tragársela. Javier aprovechaba el momento y la posición de mi mujer para refregar su pija por los cachetes de Ceci. Le estaba rondando con su pedazo sobre la tanga, todos sus lubricados labios vaginales, tanto que creo que llegó a mojarlo en caliente aunque sin ponersela como dios manda.
Estaba así la cosa cuando llegamos al lugar donde paraban nuestros dos nuevos amigos. Debido a las luces y a la gente que a esas horas aún había por la calle, les dije que se contuviesen y que se vistieran. Paramos cerca del departamento que tenían, después supe que era de Ernesto. Salimos del coche, los cuatro, y mientras caminábamos aproveché para agarrar a Ceci por la cintura y decirle:
- - - Querrás seguir hasta el final, ¿verdad? ¿Queres subir al departamento? ¿Eh?- le pregunté.
- - - Papi, si que quiero... creo que sí. Pero, hay algo que no te he contado.
- - - ¿Qué?
- - - Sabes que querían que tu me llevases a casa para después ellos recogerme, ¿verdad? Después de hablar contigo les dije que vos vendrías...
- - - Y ellos aceptaron?- interrumpí.
- - - Sí pero con una condición: tengo que dedicarme por entero a ellos dos.
- - - ¿A qué te refieres?
- - - Te jodería con mirarnos como la cogemos?- dijo entonces Javier agarrando a mi mujer de un brazo y quedándosela para él y para Ernesto.
- - Llegamos al Edificio. Por suerte no había nadie. Mientras esperábamos al ascensor Ceci ya sintió nuevamente los manoseos en las nalgas y en las tetas al tiempo que ellos no paraban de halagarla y de susurrarle frases como:
- - - ...Te lo pasarás bien... 2... ó tal vez 3... eh... estarás más que ocupada... ya sabemos cómo mamas, ahora veremos como coges, y como te vamos a dar... ¡claro que te gustará!...
- - En el ascensor ya empezaron a desnudarla, primero las tetas al aire y de nuevo la mini ya sólo era un trapo en su cintura. Ella se reía lujuriosamente cuando uno de ellos dejaba de acariciarla al momento que aprovechaba el otro para abalanzarse sobre ella para besarla y refregarse contra su entrepierna apoyándola contra una de las paredes del ascensor... se abre la puerta... tampoco hay nadie por la hora que es, pero imagino a los vecinos mirando por las mirillas - luces de pasillo encendidas- como se paseaba una chica, mi mujer, casi desnuda entre tres chicos y además, entrando con ellos en la habitación.
- - Por fin entramos y mis nervios se calmaron. Cerramos la puerta, encendieron las luces. Había una cama en somier, Ernesto fue a buscar algo para tomar (en realidad para servirme a mí). Javier empujó ligeramente a Ceci y ésta quedó tendida en la cama que al estar en el fondo de la habitación que daba a un gran balcón, me permitió salir a tomar fresco a ese clima tan caliente que se había creado y de ahí podía observar, como se colocaron Ernesto a un lado y Javier al otro, desnudándose, bajaron las luces y en la penumbra pude divisar como mi mujer, muy diligente, se quitaba el top, se desabrochaba el sujetador y cuando se estaba quitando la minifalda, ya Javier se le había acercado para ayudarla y así volver a refregar su dureza contra el culo de mi mujer al tiempo que con sus dos manos manoseaba las tetas. Ernesto también se desnudó y lo primero que hizo fue agarrarla con sus brazos para frotar su cuerpo desnudo con el suyo momento que aprovechó para darle un tremendo beso jugando con su lengua a Ceci.
- - - ¡Agáchate diosa! ¡Fíjate en nuestras pijas porque te vamos a coger, muñeca!
- - - Venga nena, ¿O qué esperas? Chupa nuestras vergas que pronto te la estaremos entregando para que tu marido sepa lo guarra que sos... ¿verdad que te gustan?- decía Javier al tiempo que mi mujer, agarrando las dos pijas con sus manos, pajeándolas, se metía la suya en la boca. Así empezó todo. Ceci en tanga, agachada en la cama chupando los pedazos de esos dos flacos, que estaban desnudos enfrente de ella follándosela alternativamente por la boca.
Pronto se impacientaron y antes de que yo hubiese intervenido en la fiestita que montaban a mi mujer ya estaban nuevamente discutiendo a cerca de quién sería el primero en ponercela. Ceci se había levantado y mirándome pícaramente se sacó la tanguita para mostrar así su culito y su conchita afeitada, muy bien arreglada.
Ernesto, con su polla apuntando al cielo tomo a Ceci por el brazo, se tendió de espaldas en la cama para que así mi mujer pudiese montarlo. Ella empezó a moverse, poco a poco a metérsela, pegando sus tetas contra el pecho de el que no paraba de moverse y de tocarle el culo con sus dos manos. Javier y yo nos limitábamos a mirar y esperar.
Ernesto le estaba dando con fuerza y mi mujer respondía como una gatita en celo. Javier se colocó enfrente de ella y le metió su dura pija en la boca. La escena era super excitante, tanto que sólo pude limitarme a ver lo que le hacían a Ceci, que por cierto se estaba corriendo por primera vez.. Aprovechando la explosión de ella y cuando todavía estaba jadeando montando la verga de Ernesto cambiaron de posición. Javier agarró a mi mujer por las caderas y la abalanzó sobre la cama de forma que su culito y toda la vulva mojada y afeitado quedó a su disposición.
Javier le clavó su pija iniciando un vaivén primero lento pero con el tiempo los envites empezaron a ser sanamente violentos de forma que Ceci empezó a jadear escandalosamente. Pronto sus jadeos cesaron ya que Ernesto la agarró por los hombros y le acercó su pija para que se la mamase. No podía ser de otra forma y Ceci se corrió por segunda vez Ernesto y Javier, con sus pijas tiesas como palos (la mía también) reían y repetían obscenidades del tipo:
- - - ¡Qué bien chupas, nena, sigue así, trágatela toda! - ¿Te gusta que te cojan eh, putita? ¿A que te gusta cómo te la damos? – Nos dejas hacerte el culito...
- - Había llegado la hora que tanto habíamos esperado ella y yo y estaba dispuesto a no perdérmelo. Ernesto lo organizó muy rápidamente. Le dijo a Ceci que se montase otra vez encima de él.
Ella, en plena lujuria se subió y dejó que Ernesto la volviese a coger con su dura pija, además de dejar que le metiese un par de dedos en su culito. Ceci se movía y sentía como se le dilataba el ano. Sabía lo que le esperaba. Javier se le acercó por detrás y apuntó su pene contra el estrecho orificio. Después de un rato de acomodarla, entró sin dificultad pero cuando empezaron a moverse la cosa cambió. Ceci gritaba, sufría de gusto y cuando estaba dudando sobre si parar aquello o como me decía entre sollozos y gemidos:
- - - ¡Veni, veni, que me muero de gusto, veni, me están partiendo!
- - Me acerqué desnudo y con mi pija al mango, tiesa como nunca en mi vida. Mi mujer me la empezó a chupar, más bien los empujones de Ernesto y Javier conseguían que yo me la pudiese follar por la boca. Ella volvió a correrse profundamente, intensamente, tanto como el placer que pueden proporcionar tres pijas en el cuerpo de una mujercita ardiente.
- - Nosotros, por sugerencia de Javier sacamos nuestras pijas y nos pusimos alrededor de mi mujer que yacía, boca arriba en la cama. Bastaron unos movimientos para que, casi al unísono, llenásemos de leche los pechos y la cara de Ceci que, muy diligente, besaba nuestras pijas cuando estás ya habían soltado los primeros y fogosos chorros de leche caliente.
Así quedo aquella noche, extenuada de tanta lujuria y sexo.
Cumplimos con una larga fantasía. Esta fue la primera experiencia con mas de un flaco que tuvimos con Ceci, pero ha sido tan satisfactoria, que ahora cuando cogemos no me alcanzan los dedos para imitar aquellos momentos vividos, que fueron extremadamente calientes y deseamos volver a repetir
3 comentarios - esposa muy putita