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Primer Intercambio consciente.



La cogida, la primera de esa noche a continuación de una mamada, había sido extremadamente placentera, había acabado dos veces y recibido, con deleite, el spray de semen, en lo más recóndito de mí.
En fin una experiencia soberbia.
Ni había imaginado que en el descanso, el pensar que, simultáneamente, en la cabaña contigua, Miguel estaba cogiendo con la esposa del que acababa de cogerme, me produciría el morbo más extraordinario de mi vida.
Yo había engañado más de una vez a mi marido, le había descubierto a él, más de un affaire, pero no había hecho cuentas con la contemporaneidad de las turradas.
Me llevó a una excitación de dimensiones nunca antes experimentadas.
Caí en un delirium tremens sexual.
Presa de una gran agitación y alucinaciones, literalmente, acometí a Hernán, con manos, labios, lengua y súplica, petición y solicitud verbal.
Quedó más que sorprendido por mi pretensión desmedida y extemporánea (habían transcurrido sólo unos pocos minutos desde mi orgasmo y su orgasmo).
Tardé un poco en hacer que recobre el vigor perdido.
La segunda cogida fue de otro mundo. Era tal el alboroto mental y de los sentidos, de la vista, oído, olfato, gusto y tacto, que yo tenía y el que le había generado en él, que resultó un polvo para el libro Guinness de los records.
Y todo porque estábamos cogiendo mi marido y yo, al mismo tiempo, pero con pareja cambiada.
De no creer, pero créanlo.

Miguel tenía una comisión de servicio, de un par de días, en Posadas-Misiones.
Mi empresa, me debía, muchos días de vacaciones no tomadas.
Mis padres aceptaron de buen grado, cuidarnos los chicos. Nos largamos juntos, previa reserva de una cabaña en Oberá, a menos de 100 km de Posadas.
Llegamos el sábado, antes del mediodía. A la tarde fuimos a la pileta del complejo.
Encontramos varias parejas, más o menos coetáneas nuestras, algunas destacables, desde el punto de vista físico.
Una en particular, impactó mucho a mi marido por el estrepitoso culo de ella. Efectivamente lucía un culo realmente notable y, yo también como mujer, debí admitirlo. Una pera abultada, sólida, en perfecta armonía con el resto de su cuerpo: cabellera rubia, rostro, tetas, caderas, abdomen y piernas. Llamaba, poderosamente, la atención de los hombres. Tenía una sola contra, andaba ceñuda. Emitía como una señal de enojo, arrugando el entrecejo.
El marido, en cambio era simpático, sociable, con ganas de entablar conversación sobre el tema que sea.
Con sorpresa, comprobamos que se alojaban en la cabaña contigua a la nuestra.
El lunes y martes, Miguel, salió temprano, con el coche que había alquilado, y volvió avanzada la tarde. Quedé sola. En la pileta, a media mañana del lunes, se me acercó el hombre:
-¡Hola, Hernán, mucho gusto. ¿Puedo sentarme? Nadia, mi esposa, va a tardar en venir. ¿Qué pasó que está sola?-
-Laura un gusto. Miguel, mi marido, hoy y mañana va a estar, casi todo el día fuera del complejo, por trabajo-
No desentonaba con su esposa, era carilindo, alto y proporcionado (musculoso), perfecto en su línea.
Al rato, comenzó a “tirarme los perros”. Tuve una idea recóndita. A Miguel, evidentemente, le gustaba el culo y no sólo eso de la esposa y a mí me agradaba él, y comencé a secundarlo.
Podía resultar la pareja perfecta para debutar en un juego de intercambio consensuado. Y tenía el pálpito, que ellos dos andaban por el mismo sendero. Esa misma tarde, tuve la confirmación. Otra vez solos, me sugirió, con puntos y comas, que estaba inquieto conmigo. Me tomó una mano entre su mano y:
-La pasamos bien, juntos, esta mañana, la estamos pasando más que bien ahora, estoy persuadido que la pasaríamos requeté bien, de noche-
Con un mohín, cómplice, le di a entender que estaba dispuesta, pero:
- En caso que ….., hay que sortear dos obstáculos: tu mujer y mi marido-
-Podríamos intentar ….. sugerirles …. que la una distraiga al otro y viceversa. ¿Cómo lo ves?-
¿Qué duda cabía? Proponía un intercambio y parecía que descontaba la anuencia de su esposa.
Me quedaron a mi dos escollos para superar: enterarlo de la proposición, a Miguel y convencerlo que la acepte. Contaba con la ventaja que el sábado y domingo, había desvestido, con los ojos, a Nadia, pero nunca habíamos tocado el tema. Desconfiaba de su reacción.
A la noche, en plenos prolegómenos para hacer el amor, le dije:
-Decime Miguel ¿A vos te gustaría lamerle los pezones y las nalgas a Nadia?-
Le tenía rodeada la verga con una mano, me pareció percibir, en su miembro, unas repentinas, notorias y breves, contracciones musculares
En la penumbra del dormitorio no daba para semblantearlo. Lo supuse abriendo los ojos, como dos huevos fritos.
-¿Qué decisss? –
-¡No te hagas el dolobu! ¡Ayer y antes de ayer, te la cogiste con la mirada!-
Hizo un breve silencio y reconoció que “la mina le había llamado la atención” pero que el único seno que chupaba era “este” y apoyó una mano en mi teta.
Vi la ocasión de sincerarme con él de que estaba al tanto de su prolongada deslealtad con la esposa de su amigo Eduardo y, a la vez, enterarlo de mi venganza, también prolongada, con su amigo.
-¡No seas cínico! ¿Acaso a Karen no le chupaste las tetas durante todo el tiempo que te la cogiste?-
Esta vez su apagón oral fue prolongado, al final del cual, balbuceó algo. No le di lugar a argumentaciones. Le expliqué, con todos los detalles, como había averiguado su entrevero con Karen y mi réplica acostándome, por meses, con el marido de su amante.
-…… fue un intercambio de parejas, aunque ustedes dos creyeron que era solo adulterio-
-¡Qué par de aves ustedes dos!- murmuró.
No quise tensar más la cuerda y pasé a decirle lo mucho que lo quería y lo convencida que estaba de que él también me quería. Que es la pura verdad, aunque ambos, nos tomemos licencias. Lo provoqué, como aprendí en los años de casados, y terminamos cogiendo con orgasmos al rojo vivo.
En el post-coito volví sobre el tema, comenzando a contarle los encuentros a solas con Hernán y su propuesta:
-Modestamente, no tendré el culo de Nadia pero el mío le gustó a Hernán y él quisiera probarlo-
-Nadia tiene lo que se dice “el culo” pero también tiene cara de culo, vos en cambio …-
-Gracias por el cumplido pero ¿Qué hacemos con esos dos?-
-Lo que vos decidas, estará bien-
Le volví a preguntar, repreguntar y recontra preguntar. Estuvo de acuerdo, siempre que, una previa aproximación, produjese complacencia y agrado, de los cuatro.
La mañana siguiente, reapareció Nadia en la pileta. Cuando quedábamos solas, comencé a trabajármela, hablando de banalidades, primero y entrándole, paso a paso, en lo personal.
El miércoles, cuando Miguel, ya libre de obligaciones laborales, y Hernán no estaban o se apartaban para hablar, comenzamos a intercambiar confidencias, incluidas las sobre nuestros mariditos.
A la tarde de ese mismo día, ya sabía que ella y el marido, habían tenido un par de experiencias de intercambio y que, el día anterior no había salido de la cabaña, a pedido de Hernán que se le había confesado alborotado por mí y quería tantear el terreno.
Nos despedimos con la promesa de proponerles a nuestros maridos, una cena el día siguiente, en una de las cabañas.
No acepté, por muy zarpada, la sugerencia de ella de, nosotros las mujeres, preparar la comida y servirla a nuestros mariditos, casi desnudas, con una tanguita y un babydoll. Sentí pudor de tener mi marido presente y comenzar a intimar con otro hombre.
Adoptamos una versión, algo más light: a cena terminada les pediríamos a los dos hombres que vayan a comprar helado (en dos potes de medios kilo) y al volver cada uno a la cabaña del otro. Ahí sí, los íbamos a esperar en tanguita y blusa, camiseta o babydoll.
A la noche le comenté todo a Miguel y lo tranquilicé en lo referente al genio de Nadia: una vez roto el hielo, era simpática y dicharachera y, además, que me había deslizado que tenía prurito por hacer algo con él.
Con la perspectiva de la cena y noche erótica del día siguiente, nos excitamos y apelamos al viejo método para des-excitarnos.
La noche del jueves, comenzó con una deliciosa cena en la cabaña de Hernán y esposa. Entonadas por el fantástico Cabernet llevado por Miguel, las dos, riendo a carcajadas, dijimos:
-Postre ….- ella
-…no hay. Sean buenos vayan a comprar helado. Dos potes de medio kilo -yo
-Antes de salir, cada uno, prevea la ropa de dormir y los elementos de higiene que necesitarán. Al volver entren en la cabaña cambiada, con el helado -ella
Miguel fue a nuestra cabaña y volvió con una bolsa de plástico, de esas de supermercado, hinchada, la dejó en una silla y se despidió de mi con un fuerte, intenso y sonoro beso. A Hernán le gustó la idea y me entregó una bolsa similar y, a su vez, se despidió, ídem, de Nadia y se fueron.
Después de colaborar en una precaria y breve tarea de ordenamiento, saludé a Nadia, que me cerró un ojo en un gesto cómplice, deseándonos una buena noche.
Me fui a mi cabaña, me duché y me vestí con una camisetita tejida y ajustada (para resaltar mis tetas y, de ellas, los pezones), una tanguita diminuta y sandalias de tacones de 10 cm.
Hernán golpeó a la puerta y entró:
-Hola otra vez. ¿Será que vamos a pasarla requeté bien como prometiste el otro día?-
Me dedicó un examen, visual, detenido y diligente, de rostro y curvas, piernas incluidas, me dio un tímido beso en la mejilla:
-¡No tengo ni tengas dudas, así va a ser- y me entregó el potecito de telgopor.
Fui a la cocina, cadereando convenientemente para exhibirle mis nalgas oscilando, volví, moviendo el pecho para que apreciase mis tetas trémulas. Nos sentamos, al borde de la cama, con una cucharita cada uno.
Usó la suya para darme el primer beso ardiente:
-Antes de probar el de dulce de leche que pediste, probá el mío de zambayón – se llevó una cucharadita repleta a la punta de su lengua, me atrajo hacia él con la otra mano en mi nuca, me metió la lengua y comió los labios. Era la primera vez que nos besábamos. Me estremeció de la cabeza a los pies. Fue el disparo de partida. A los besos que me abrasaban, se sumaron las manos, las suyas primero acariciándome y manoseándome sin omitir ninguna de mis partes, las mías, luego, abriéndole la camisa y manoteando su torso.
Me sacó la camisetita y me acostó. Previa quita de zapatos y pantalón, se volvió a sentar a mi lado, con potecito y cucharita en mano:
- Ahora voy a probar el de dulce de leche- me puso una porción sobre cada pezón (el frío del helado en las tetas ardientes, me hizo estremecer) y se prendió como cachorro hambriento, emitiendo breves gruñidos de placer.
No quedó ahí la pregustación del helado. Me retiró la tanguita, a ese punto ya encharcada, y:
-¡Un manjar tu dulce de leche!! Ahora voy saborearlo, servido en almeja- me untó con helado todo a lo largo de mi raja y se zambulló de cabeza. La mamada fue singular, extraordinariamente placentera, hizo correrme, por primera vez esa noche.
Maniobró para deshacerse de su slip y se ubicó encima de mí. Le manotee la verga, me pareció de talla considerable, impresión que confirmé una vez que la tuve adentro. Fue el inicio del primer coito, propiamente dicho, de la noche.
Me cogió por todos lados y con variaciones de poses, hasta la madrugada. Ninguno de los dos usó ropa de dormir. Caímos satisfechos y sin fuerzas en un sueño profundo.
A la mañana siguiente, a hora avanzada, el dejar la cama, caí en la cuenta que del helado, sólo había probado la porcioncita del primer beso. El pote, en el piso, estaba lleno de un líquido espeso, de tinte marrón claro, por el dulce de leche.

Poco antes del almuerzo, golpeó a la puerta Miguel, bolsita de supermercado en mano. Hernán había salido segundos antes y, evidentemente, lo había desalojado de la cabaña de ellos.
Nos abrazamos y besamos con efusión. Intercambiamos comentarios breves y concisos alabando lo vivido la noche anterior (él tampoco había usado la ropa de dormir), nos pusimos los trajes de baño y nos dirigimos a la pileta.
Bastante después se nos unieron Nadia y Hernán, extrañamente para nosotros, vestidos de calle.
Intercambiamos besitos de saludo y:
-Los venimos a saludar porque nos vamos. Salimos ya porque nos esperan en Resistencia, unos parientes de Nadia y el sábado, arrancamos para Tucumán.– anunció él.
-Tienen un buen trayecto- Miguel
-Si, más de 300 hoy y casi 800 kilómetros, mañana- Hernán
Se fueron apartando, levemente. Seguro para averiguar, mutuamente, que tal la noche con nosotras. Para no ser menos, Nadia:
-¿Y, como te fue con mi hombre? Confío que bien-
-¡Hummmm, de primera!! ¿Y a vos con el mío?- yo
-¡Ni hablar, es un dulce increíble!! Tenés suerte que vivimos alejados, si no, te lo robo, lo juro- Ella
Tenía marido para jactarme. Y me sentí alegre, contenta, ufana. Pensar que tiempo atrás me resentí con él y cogí con un compañero del club de tenis, por despecho.

En la cama, Miguel, me comentó que Hernán había tenido elogios desmesurados sobre mi desempeño y fogosidad sexual de la noche anterior, en esa misma cabaña y la misma cama.
Le confesé que me sentí incentivada por la simultaneidad de su fiesta erótica con Nadia, a pocos metros.
Él reconoció también haber experimentado extra excitación por el motivo simétrico al mío.
Coronamos la noche cogiendo.
¿Saben una cosa? A pesar de concederse paréntesis ilícitos, tener adentro de una, al hombre amado, no tiene parangón ni desperdicio.



 

6 comentarios - Primer Intercambio consciente.

topito351975 +1
Pero que buen relato... Te pasaste...
Mewarega
Muy buen relato!! Me dejo re caliente
semliuq
felicitaciones. exelente relato
38015
No ahí mejor cosa que encontrar otra buena pareja para un excelente intercambio !!! Nos pasa a nosotros , un ves x mes nos encontramos con Lau y ki .. excelentes confidenciales de nuestros placeres...