No soy celosa ni nunca lo fui.
Pero ese día, escuché la notificación de mensaje entrante en su celular y, al dirigir la vista hacia él, lo vi observando la pantalla y mudar de semblante. El rostro, el movimiento de las manos y de otras partes del cuerpo, eran los típicos con que él expresa excitación el pregusto previo al acto sexual.
El teléfono de línea, cercano a é, interrumpió su aire risueño. Dejó el celular sobre la mesita y tomó el auricular inalámbrico, para atender la llamada:
-¡Hola mamá! …. ¿En serio? ……. ¡No te lo puedo creer! …. No, mamá, hoy no puedo …tengo otro compromiso… tampoco es tan urgente ….. mañana voy…..-
Salió del living para seguir la conversación, fuera del alcance de mis oídos y olvidó el celular.
No pude controlar la curiosidad. Tomé el celular de Miguel, apreté el botón que activa la pantalla, estaba abierto el chat:
<Esta tarde NECESITO …. “hablarte” 16:30 en el bar ¿Podés? Voy sin bombacha.>
<Si daleee pero 16:15> su respuesta.
La foto, en el circulito que identifica el interlocutor, era la de Karen, la esposa, de Eduardo, muy amigo de mi esposo.
Alta, simpática, bonita de cara y de físico, culito respingón, pechos firmes y vistosos con los escotes, generosos, que acostumbra usar.
Dejé el móvil, donde lo había tomado.
Minutos después volvió Miguel:
-Era mamá, tiene problema con los hermanos por una propiedad. Mañana, al medio día, a la hora del almuerzo en la oficina, voy a tener que ir a hablar con ella. Me lo pidió ……. ¡Ahhhh …. ¿Vos, hoy, tenés previsto demorarte en el trabajo? –
-No, para nada-
-¡Que bueno! Esta tarde voy a volver más tarde … tenemos una reunión de última hora con un cliente importante. Te aviso cuando salgo para acá-
“¿Reunión de dos, una sin bombacha? El turno de hotel transitorio suele ser de 3 horas, espero que no lo uses todo” pensé.
-Bueno, así pongo a calentar la carne para la cena, mientras regresas- dije, con la mejor cara de no enterada.
Me fui a trabajar, medio perpleja. Mi pertenencia, apenas revelada, al club de las “cabeza adornada” alteró mi “orden y concierto” a pesar de que yo tampoco soy, ni por asomo, un una esposa 100% fiel.
Hasta que, a media tarde, me vino a la mente, Eduardo, el esposo dela amante de mi marido.
Lindo espécimen masculino. Buen semblante, alto, musculoso, brazos y manos grandes .. “¡con esos dedos …. Cómo será lo que tiene colgando!!” pensaba al verlo con Miguel.
Su mujer no era mi amiga y se cogía a mi marido. ¿Por qué no “darle la misma medicina” e intentar coger con el marido de ella?
Al regreso a casa, a la tarde noche, tomé nota del número de su celular – estaba incluido en un listado de “teléfonos útiles” pegado, con un imán, a la heladera.
Miguel llegó, chispeante y con la risa fácil, pasadas las 19:00 hs. Seguro venía de revolcarse casi 3 horas.
No aludí, para nada a mi descubrimiento, durante la cena, ni después, ni en la cama – no atiné a tener relaciones, él tampoco – ni a la mañana siguiente.
En la soledad de mi oficina, llamé a Eduardo, por celular:
-Hola Eduardo-
-¿Quién habla?-
-Laura, la mujer de Miguel-
-¡Qué sorpresa! ¿Pasó algo?-
-Te llamo para invitarte a almorzar al medio día, o si no podes, a tomar un café a media tarde-
Luego de un silencio prolongado, quiso saber:
-¿Con quién?-
-Solos. Vos y yo …… quiero comentarte algo.-
Desconfió e imaginó para que lado “soplaba el viento. Era conjetura fundada.
-Laura ….. ¿vos tenés presente que soy muy amigo de Miguel? –
-Justamente. Tiene que ver con lo que voy a comentarte. No le hables antes de verme. –
Después de un nuevo silencio, aceptó encontrarse conmigo:
-Buennn pero, nada más que café y conversación. ¿Siii? ¿Dónde nos encontramos? –
-¿A las cinco, en X…..?-
En el bar, estuvimos una hora. Privó la incredulidad de Eduardo en el affaire del amigo con su esposa y su repugnancia, moral, a mi propuesta de compensación simétrica de las deslealtades de nuestras parejas:
-Mirá Laura, me gustas mucho, pero entendelo no …. puedo …..
Nos separamos sin acordar nada entre los dos, ni compromisos de mutua a observancia.
Ese día llegué a casa apenas más tarde que lo habitual. Nuestros hijos, con los abuelos paternos, en un corto viaje al interior. Miguel me recibió en bata, con los cabellos aún húmedos y con, para mí, sorpresivas, manifestaciones de cariño
-¡Hola querida! Como era temprano para cenar y tenía calor, me bañé y lavé la cabeza. Si sabía que estabas al llegar te hubiese esperado para bañarnos juntos-
-¿Sólo la cabeza, te jabonaste?-
-¡Noooo, el “que te dije” obvio que también!!! ¿No querés aprovecharrr?- y entreabrió la bata para para dejarme pispiar su erección.
La sangre me bajó, alborotada, a la raja. Inconscientemente mi mano se posó en mi entrepiernas para mitigar el escozor. Un deseo “machazo” por, mí, varón me invadió. Me desvestí, tirando la ropa sin ton ni son, le abrí la bata y manotee la vara, me levantó por el culo y me acostó en la cama. En un santiamén, se sacó la bata y lo tuve encima, la besé en la boca. Me entró sin ternura ni suavidad.
Me vino a la mente que, quizás, un rato antes, pero quizás y sin quizás la tarde anterior, es pija estaba adentro de otra concha. En las primeras bombeadas, tuve la sensación que su verga venía húmeda. Me asaltó una idea absurda, descabellada “Tiene la pija encharcada ¿Habrá retenido el flujo de la tipa, hasta ahora?”.
Comenzó a cogerme con fuerza excesiva, desproporcionada, fuera de lo regular. Estaba re- caliente, él y yo, entre quejidos, suspiros y gritos de goce, le murmuraba:
-¡mmmm! ….¡Miguelito! …. ¡ uhyyy! …. Estás ….hecho ….un …demonio ….¡ahhhhh! …. ¡Siiiiii!-
Acabé dos veces, ´con señales inequívocas vocales y del cuerpo, antes de que me soltara, él, su furia sexual líquida.
Estuve a punto de enrostrarle su(s) aventura(s), pero me guardé el entripado. Saberlo cogiendo con otra, dejó de alterarme. Lo seguía queriendo y deseando. No quise tensar la cuerda entre nosotros. Yo tampoco era, ni de cerca, una esposa fiel.
Después de las consabida, pero genuina y mutua, demostración de cariño, ternura y halagos, é se fue a higienizar, luego yo a duchar. Cenamos y de regreso a la cama, remake.
La sorpresa mayúscula, la tuve el día siguiente: Eduardo me llamó (sacó mi número buscando en el registro de su celular por mi llamada del día anterior). Con largo rodeo de palabras dio a entender lo que hubiera podido expresarlo con tres palabras: veámonos y cojamos.
Quedamos encontrarnos al día siguiente, a las 12:15 en un restaurante, en las proximidades de su oficina. Allí me confesó que se había entrometido en el celular de la esposa y constatado lo que yo le dijera el día anterior.
También en esas proximidades, está el hotel transitorio Buenos Aires, sencillo pero muy confortable. Antes de las 13:30 me estaba manoseando con apetito inmoderado, desvistiéndome y desvistiéndose.
Eduardo fue una verdadera revelación erótica para mí. Cogimos como dos primitivos hasta las 15:30.
Durante meses duró el ménage à quatre, del cual sólo la mitad, Eduardo y yo, sabíamos que era sexo en cuarteto o intercambio de parejas. Karen y Miguel, estimo, no lo aseguro, siempre creyeron que se trataba de relación una amorosa ocasional e ilícita, entre ellos dos.
Se cortó, cuando Eduardo aceptó una oferta de su empresa de trasladarse a una sucursal fuera del País.
Con el tiempo, le hice saber a Miguel, que él era tan zarpado o más que yo.
Pero nos queremos.
Pero ese día, escuché la notificación de mensaje entrante en su celular y, al dirigir la vista hacia él, lo vi observando la pantalla y mudar de semblante. El rostro, el movimiento de las manos y de otras partes del cuerpo, eran los típicos con que él expresa excitación el pregusto previo al acto sexual.
El teléfono de línea, cercano a é, interrumpió su aire risueño. Dejó el celular sobre la mesita y tomó el auricular inalámbrico, para atender la llamada:
-¡Hola mamá! …. ¿En serio? ……. ¡No te lo puedo creer! …. No, mamá, hoy no puedo …tengo otro compromiso… tampoco es tan urgente ….. mañana voy…..-
Salió del living para seguir la conversación, fuera del alcance de mis oídos y olvidó el celular.
No pude controlar la curiosidad. Tomé el celular de Miguel, apreté el botón que activa la pantalla, estaba abierto el chat:
<Esta tarde NECESITO …. “hablarte” 16:30 en el bar ¿Podés? Voy sin bombacha.>
<Si daleee pero 16:15> su respuesta.
La foto, en el circulito que identifica el interlocutor, era la de Karen, la esposa, de Eduardo, muy amigo de mi esposo.
Alta, simpática, bonita de cara y de físico, culito respingón, pechos firmes y vistosos con los escotes, generosos, que acostumbra usar.
Dejé el móvil, donde lo había tomado.
Minutos después volvió Miguel:
-Era mamá, tiene problema con los hermanos por una propiedad. Mañana, al medio día, a la hora del almuerzo en la oficina, voy a tener que ir a hablar con ella. Me lo pidió ……. ¡Ahhhh …. ¿Vos, hoy, tenés previsto demorarte en el trabajo? –
-No, para nada-
-¡Que bueno! Esta tarde voy a volver más tarde … tenemos una reunión de última hora con un cliente importante. Te aviso cuando salgo para acá-
“¿Reunión de dos, una sin bombacha? El turno de hotel transitorio suele ser de 3 horas, espero que no lo uses todo” pensé.
-Bueno, así pongo a calentar la carne para la cena, mientras regresas- dije, con la mejor cara de no enterada.
Me fui a trabajar, medio perpleja. Mi pertenencia, apenas revelada, al club de las “cabeza adornada” alteró mi “orden y concierto” a pesar de que yo tampoco soy, ni por asomo, un una esposa 100% fiel.
Hasta que, a media tarde, me vino a la mente, Eduardo, el esposo dela amante de mi marido.
Lindo espécimen masculino. Buen semblante, alto, musculoso, brazos y manos grandes .. “¡con esos dedos …. Cómo será lo que tiene colgando!!” pensaba al verlo con Miguel.
Su mujer no era mi amiga y se cogía a mi marido. ¿Por qué no “darle la misma medicina” e intentar coger con el marido de ella?
Al regreso a casa, a la tarde noche, tomé nota del número de su celular – estaba incluido en un listado de “teléfonos útiles” pegado, con un imán, a la heladera.
Miguel llegó, chispeante y con la risa fácil, pasadas las 19:00 hs. Seguro venía de revolcarse casi 3 horas.
No aludí, para nada a mi descubrimiento, durante la cena, ni después, ni en la cama – no atiné a tener relaciones, él tampoco – ni a la mañana siguiente.
En la soledad de mi oficina, llamé a Eduardo, por celular:
-Hola Eduardo-
-¿Quién habla?-
-Laura, la mujer de Miguel-
-¡Qué sorpresa! ¿Pasó algo?-
-Te llamo para invitarte a almorzar al medio día, o si no podes, a tomar un café a media tarde-
Luego de un silencio prolongado, quiso saber:
-¿Con quién?-
-Solos. Vos y yo …… quiero comentarte algo.-
Desconfió e imaginó para que lado “soplaba el viento. Era conjetura fundada.
-Laura ….. ¿vos tenés presente que soy muy amigo de Miguel? –
-Justamente. Tiene que ver con lo que voy a comentarte. No le hables antes de verme. –
Después de un nuevo silencio, aceptó encontrarse conmigo:
-Buennn pero, nada más que café y conversación. ¿Siii? ¿Dónde nos encontramos? –
-¿A las cinco, en X…..?-
En el bar, estuvimos una hora. Privó la incredulidad de Eduardo en el affaire del amigo con su esposa y su repugnancia, moral, a mi propuesta de compensación simétrica de las deslealtades de nuestras parejas:
-Mirá Laura, me gustas mucho, pero entendelo no …. puedo …..
Nos separamos sin acordar nada entre los dos, ni compromisos de mutua a observancia.
Ese día llegué a casa apenas más tarde que lo habitual. Nuestros hijos, con los abuelos paternos, en un corto viaje al interior. Miguel me recibió en bata, con los cabellos aún húmedos y con, para mí, sorpresivas, manifestaciones de cariño
-¡Hola querida! Como era temprano para cenar y tenía calor, me bañé y lavé la cabeza. Si sabía que estabas al llegar te hubiese esperado para bañarnos juntos-
-¿Sólo la cabeza, te jabonaste?-
-¡Noooo, el “que te dije” obvio que también!!! ¿No querés aprovecharrr?- y entreabrió la bata para para dejarme pispiar su erección.
La sangre me bajó, alborotada, a la raja. Inconscientemente mi mano se posó en mi entrepiernas para mitigar el escozor. Un deseo “machazo” por, mí, varón me invadió. Me desvestí, tirando la ropa sin ton ni son, le abrí la bata y manotee la vara, me levantó por el culo y me acostó en la cama. En un santiamén, se sacó la bata y lo tuve encima, la besé en la boca. Me entró sin ternura ni suavidad.
Me vino a la mente que, quizás, un rato antes, pero quizás y sin quizás la tarde anterior, es pija estaba adentro de otra concha. En las primeras bombeadas, tuve la sensación que su verga venía húmeda. Me asaltó una idea absurda, descabellada “Tiene la pija encharcada ¿Habrá retenido el flujo de la tipa, hasta ahora?”.
Comenzó a cogerme con fuerza excesiva, desproporcionada, fuera de lo regular. Estaba re- caliente, él y yo, entre quejidos, suspiros y gritos de goce, le murmuraba:
-¡mmmm! ….¡Miguelito! …. ¡ uhyyy! …. Estás ….hecho ….un …demonio ….¡ahhhhh! …. ¡Siiiiii!-
Acabé dos veces, ´con señales inequívocas vocales y del cuerpo, antes de que me soltara, él, su furia sexual líquida.
Estuve a punto de enrostrarle su(s) aventura(s), pero me guardé el entripado. Saberlo cogiendo con otra, dejó de alterarme. Lo seguía queriendo y deseando. No quise tensar la cuerda entre nosotros. Yo tampoco era, ni de cerca, una esposa fiel.
Después de las consabida, pero genuina y mutua, demostración de cariño, ternura y halagos, é se fue a higienizar, luego yo a duchar. Cenamos y de regreso a la cama, remake.
La sorpresa mayúscula, la tuve el día siguiente: Eduardo me llamó (sacó mi número buscando en el registro de su celular por mi llamada del día anterior). Con largo rodeo de palabras dio a entender lo que hubiera podido expresarlo con tres palabras: veámonos y cojamos.
Quedamos encontrarnos al día siguiente, a las 12:15 en un restaurante, en las proximidades de su oficina. Allí me confesó que se había entrometido en el celular de la esposa y constatado lo que yo le dijera el día anterior.
También en esas proximidades, está el hotel transitorio Buenos Aires, sencillo pero muy confortable. Antes de las 13:30 me estaba manoseando con apetito inmoderado, desvistiéndome y desvistiéndose.
Eduardo fue una verdadera revelación erótica para mí. Cogimos como dos primitivos hasta las 15:30.
Durante meses duró el ménage à quatre, del cual sólo la mitad, Eduardo y yo, sabíamos que era sexo en cuarteto o intercambio de parejas. Karen y Miguel, estimo, no lo aseguro, siempre creyeron que se trataba de relación una amorosa ocasional e ilícita, entre ellos dos.
Se cortó, cuando Eduardo aceptó una oferta de su empresa de trasladarse a una sucursal fuera del País.
Con el tiempo, le hice saber a Miguel, que él era tan zarpado o más que yo.
Pero nos queremos.
4 comentarios - Fui indiscreta y me descubrí cornuda.