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El parcial de mi vida

El parcial de mi vida


Cuando decidí ingresar a la carrera de medicina lo hice por verdadera vocación. Además, siempre me resultaron atractivas las materias relacionadas con el cuerpo humano durante la secundaria y para confirmar mis inclinaciones educativas realicé varios test que siempre me orientaban hacia ese tipo de carreras.
Ciertas materias me resultaban absolutamente fáciles de asimilar y comprender. Histología, Embriología, Bioética, pero estaba tremendamente trabada con Anatomía.
Había pasado con mucho sufrimiento los primeros parciales, en especial al estudiar el esqueleto, recordar sus nombres era todo un calvario, algo que para mis compañeros era absolutamente sencillo. Las imágenes de los libros me resultaban un laberinto inaccesible. Solo logré superarlo cuando Tatiana, mi compañera de departamento y estudio, trajo una caja con un verdadero esqueleto. El contacto con esos huesos, ver sus formas tridimensionales, solo observarlos con detenimiento me facilitaron el estudio.
A días de rendir otro parcial de Anatomía, estaba en la misma situación. Nada de lo que leía quedaba en mi cabeza, además no podía contar con la ayuda de Tatiana, tenía paperas y había regresado a su pueblo para reponerse. Mis otros compañeros ya habían rendido satisfactoriamente el primer parcial y estaban estudiando para otras materias. Para mí era la segunda oportunidad y no podía contar con ellos.
Qué podía hacer? Siempre estudiar con un compañero parece facilitar las cosas.
Mientras cavilaba posibilidades y el tiempo pasaba inexorable algo en mi interior me iluminó.
Y si lo llamo a Gustavo? – me pregunté
Había sido compañero mío en la primaria y volvimos a encontrarnos en los pasillos de la facultad unos días antes de ingresar a primer año. Era el mismo chico sencillo y reservado que recordaba, pero revestido en un cuerpo mucho más voluminoso. Solo el celeste profundo de sus ojos no había cambiado. Al vernos nos reconocimos de inmediato, tomamos un café, recordamos nuestra infancia, nos intercambiamos direcciones y teléfonos, quedamos en vernos algún día y nos despedimos. Lo volví a cruzar dos o tres veces más pero solo nos saludamos a la distancia.
Y si lo llamaba? Qué podía perder? Más perdida de lo que estaba no podía estar.
Busqué en la agenda de mi celular y ahí estaba. Marqué.
- Hola? – dijo Gustavo
- Hola, Gustavo?
- Sí, quién habla?
- Soy Verónica, te acordás?
- Si… hola Vero… como estás!? Disculpame, pero cambié de celu y se borraron algunos contactos. Qué te anda pasando?
- En realidad te llamaba porque ando en problemas con una materia. Tengo un parcial la semana que viene y quería saber si podrías darme una mano.
- Sí… claro… que materia es?
- Anatomía. Estoy trabadísima, no puedo retener nada y mi compañera de estudios esta enferma. Como estoy acostumbrada a estudiar de a dos se me ocurrió llamarte.
- No hay problema, yo no rindo hasta el mes próximo, tiempo es lo que me sobra.
- Que bueno!... gracias… cuando nos podemos juntar?
- No sé… te parece el sábado en mi departamento?
- Dale… a qué hora?
- A las ocho más o menos, con este calor es mejor empezar temprano, te parece?
- Perfecto… pasame un mensaje con tu dirección… y nos vemos a esa hora… y gracias.
- Nos vemos. Chau.
 
El sábado me levanté temprano. El calor en la ciudad era insoportable. Me duché y me puse una remera blanca algo ajustada y un short liviano. Desayuné, acomodé los apuntes y salí de casa con tiempo. La calle ardía a pesar de la hora. Decidí caminar hasta el departamento de Gustavo, nos separaban unas diez cuadras.
Al llegar toqué el portero eléctrico. Décimo piso, departamento B.
- Sí… Vero?
- Si.
- Subí – dijo por el auricular.
Abrí la puerta, subí al ascensor y al llegar, Gustavo me estaba esperando. También tenía una remera ajustada y una bermuda liviana aunque algo diminutas por decirlo de algún modo.
No había reparado en el lomo que tenía este muchacho. Sus músculos se marcaban en la tela como una transparencia.
Tampoco había notado lo sudada que estaba yo por el calor, me di cuenta cuando al acercarme Gustavo clavó su mirada en mis senos. El sudor había mojado mi remera y mis tetas estaban adheridas a la tela. Mis ya de por sí largos pezones estaban como estampados, como si quisieran salir de la tela como una flecha a punto de romper el algodón. No le di importancia y lo saludé con un beso en la mejilla.
- Hola Gus… gracias por la ayuda.
- Por favor!... pasá… - dijo y agregó – Está insoportable, viste?
- Si, no se aguanta.
- Pasá y acomodate.
Fuimos hasta el comedor. El departamento estaba bastante ordenado. Me invitó a sentarme y dejar las cosas sobre la mesa. Era una mesa grande cubierta por un mantel a cuadritos blancos y negros.
Mientras acomodaba los apuntes me ofreció tomar algo.
- Querés agua, té, café?
- Agua está bien – dije – pero fría, por favor.
Fue hasta la pequeña cocina y sacó de la heladera una botella helada, la dejó sobre la mesa  junto a unos vasos y preguntó.
- El otro día no te pregunté de qué es el parcial o sí?
- Es de Anatomía y Fisiología del Aparato Reproductor – dije y me miró con cierta extrañeza.
Sin decir nada más, sacó unos apuntes de un estante y se sentó a mi lado en la cabecera de la mesa.
- Bueno… empecemos – dijo
- Lees vos o leo yo? – pregunté
- Dejá… empiezo yo – abrió los apuntes y empezó a leer.
-  Los órganos genitales masculinos son: los testículos, con funciones endócrinas…
Mientras Gustavo leía me distraje en los cuadros que colgaban de la pared, en el lomo de los libros que dormían en la biblioteca, pero más me distraía la remera húmeda en sudor de Gustavo marcando sus músculos.
- …las vías espermáticas hasta la uretra, la cual desemboca en el exterior a través del pene – hizo una pausa y mirándome dijo – Me estás escuchando?
- Si… si… claro – dije mintiendo y siguió.
- Los testículos son órganos situados en la cavidad abdominal, el izquierdo un poco más bajo, debajo del pene y alojados en el escroto o bolsa…
Esta vez fueron sus labios quienes me distrajeron. Eran gruesos y poderosos. Y por su boca salía una voz imponente y sonora.
- …la superficie es lisa y brillante, de color blanco…
No lo estaba escuchando, tal vez era el calor sofocante. Otra vez dejó de leer, había notado mi falta de concentración.
- No me estás escuchando – dijo mirando nuevamente mis tetas y  agregó – Querés que prenda un rato el aire, hace mucho calor verdad?
- Sí, por favor, estoy sudando – dije tontamente ante la evidencia de mis pezones clavados en mi remera como una estaca.
Se levantó para hacerlo y mis ojos miraron su culo firme, sus glúteos de gimnasta. Al girar la tela fina de su bermuda también estaba húmeda marcando levemente lo que ocultaba.
- Sigamos – dijo sentándose y continuó leyendo mientras yo tomaba un vaso de agua helada.
- …entre ambos testículos, las diferentes capas forman un tabique que llega hasta la raíz del pene…
 
Veinte minutos más tarde el aire comenzó a deshumedecerse y enfriarse. Mi remera empezó a secarse pero el aire frío incremento el largo de mis pezones que se prolongaron como una serpiente. No me di cuenta si Gustavo me miraba, seguramente si porque otra vez dejó de leer
- Tenés frío? Porque creo que vos no me estás escuchando, verdad?
- No… la verdad que no Gus – tenía que ser sincera – Disculpame. Creo que con esta materia me pasa lo mismo que con el parcial del esqueleto humano. No puedo estudiar si no tengo a la vista el objeto de estudio.
Me pareció ver una sonrisa nerviosa en su boca y también algo de sorpresa en sus ojos.
- Solo cuando tuve un esqueleto real frente a mí pude concentrarme y aprobar el parcial. No sé qué me pasa…  así no puedo hacerlo
- Pero… entonces… vos nunca viste un pene… real! – dijo entre sorprendido y alterado.
- No… nunca.
- Nunca tuviste sexo… un novio con el que… - agregó con la voz entrecortada.
- No, no tengo novio. Tuve uno a los 15, pero nunca pasó nada. Solo nos besábamos– dije estúpida e inocentemente.
- Entonces… cómo vas a poder estudiar sin… - decía Gustavo, midiendo sus palabras, con algo de temor - … sin un pene frente a vos.
- No sé… vos sos… digo… no quiero que me interpretes mal… pero necesito aprobar
- Me estás proponiendo que yo…
- Si… que me lo mostrés… es que solo así me puedo concentrar, no tengo otra intención, nos conocemos desde chicos. Ayudame!
Pensándolo unos segundos terminó por asentir.
- Bueno…  no sé si.... pero concentrate por favor, no quiero que esto se transforme en un problema.
 
Se levantó de la silla. El frío del aire acondicionado había invadido por completo el ambiente. Gustavo se acercó a la mesa y bajó su bermuda con algo de vergüenza. Su estatura calzaba justo con las necesidades del momento. Por debajo de su remera una mata de vello se asomaba. Sus manos se movieron temblorosas y levantaron su pene. Lo apoyó en el borde de la mesa dejando sus bolas ocultas.
 
Lo miré con un poco de asco, cierto temor y muchísima curiosidad. Jamás había visto una cosa así. Desplegada sobre el mantel a cuadros caía ese pedazo de tripa blanda y pálida. Si cada cuadro del mantel medía un centímetro, esa cosa alcanzaba los 13 con holgura, calculé. Más me sorprendió ver el pellejo de piel que colgaba de su punta absolutamente mojado.
 
- Bueno… ya está. Ahora concentrate y listo. Empecemos por el pene –dijo y empezó a leer otra vez.
- …el pene es un órgano cilíndrico que pende sobre las bolsas escrotales. Su tamaño y consistencia varían según su estado de flaccidez o de erección… - vas entendiendo, dijo.
- Si… si…
- …en estado de flaccidez mide 10 cm y en erección puede llegar a los 15 cm…
Mi curiosidad y mi excitación me llevaron a interrumpirlo bruscamente.
- Puedo? – dije
- Puedo qué?
- Puedo tocarlo?
Arqueó las cejas, me miró con cierta picardía diciendo:
- Si eso te sirve… dale… a tu edad ya… - se interrumpió, no quería herirme.
 
Acerqué mi mano y levanté esa tripa. Estaba blanda y fría pero al tocarla sentí su reacción.
Su pene en la palma de mis manos empezó a crecer en largo, en ancho  y a  endurecerse. Era un espectáculo ver como lo hacía. Intentó seguir leyendo pero su lengua se trababa.
- Mira, Vero, así no puedo... yo… puedo entender que nunca viste un pene pero deberías saber que si se lo tocas a un hombre… se excita y excita sus neuronas y…
- Si… claro Gus, disculpame… lo sé pero… decime vos que tengo que hacer.
- Mira, si estás de acuerdo yo te voy guiando y en lugar de leer este apunte de mierda te explico yo. Como nunca tocaste uno ni tuviste sexo jamás,te explico las dos cosas al mismo tiempo.
- Si vos decís… yo solo quiero aprobar.
 
A partir de ese momento su profunda voz y la visión de su pija me hipnotizaron.
Me dijo que agarrara con mis manos sus huevos y los masajeara con suavidad.
 Me explicó que la bolsa que los contenía se llamaba escroto y que dentro de los testículos se producía el esperma.
Sus bolas estaban heladas y contraídas pero al contacto con mis manos cálidas se relajaron y empezaron a hincharse.
Seguramente por la excitación se fue mezclando el lenguaje técnico con el vulgar en mi cabeza, pero puedo asegurar que yo estaba más concentrada que nunca.
Me explicó que el semen producido en los testículos terminaba saliendo a través del cuerpo del pene.
Tomé otra vez su pija, estaba muchísimo más dura.
Me explicó que la sangre llenaba los cuerpos cavernosos y el pene se endurecía hasta su largo máximo.
Apoyé su verga en la mesa. La presioné con un dedo para ver su dureza. Era un hierro. Un hierro caliente y lleno de sangre. Ahora media casi 18 cm, calculé.
Me explicó que la excitación hace que se vaya endureciendo y que la masturbación aumenta ese efecto. Que el pene termina en una cabeza llamada glande y es una zona muy sensible.
 
De la punta de su pija salía un líquido brillante, transparente y aceitoso. Le pregunté que era.
- Eso se llama líquido pre-seminal pero después te explico -  dijo y continuó detallando la estructura del pene y su funcionamiento con minuciosidad hasta que bruscamente se hizo silencio.
 
- No puedo más… no sé si estás concentrada… si estás atenta… si te acordarás de algo o qué… pero… así no puedo seguir… es una locura y puede terminar mal…lo que estás haciendo lo hace toda mujer para calentar al macho antes de tener sexo o solo para darse placer… pero…
- No quiero que te sientas mal, Gus. – dije soltándole el pene - Te juro que te presto atención, que me acuerdo de todo lo que dijiste… no quiero hacerte daño… decime que tengo que hacer, por favor.
 
Me explicó todo lo que una mujer hace con una verga hasta los más ínfimos detalles antes, durante y después de tener sexo.
Cuando terminó estaba exhausto. Dijo que ahora todo dependía de mí.
Era una obviedad lo qué me proponía o era también mi excitación?
Tenía que dejar las cosas así y seguir siendo amigos o actuar como mi instinto lo indicaba?
Estaba enojada conmigo misma, no podía dejar las cosas así.
 
- Bueno… está bien… te doy las gracias… pero antes de irme...
 
No le di tiempo a nada. Tenía que agradecerle los servicios prestados. De un tirón me saqué la remera. Mis tetas estaban heladas, las areolas de mis pezones moradas y estos de un largo desproporcionado.
Sobre la mesa seguía apoyada la verga de Gustavo. Me incliné sobre ella, la tomé en mis manos y metí la lengua en la cueva que formaba el pellejo de piel que cubría su cabeza. Estaba llena de flujo. Mi lengua sintió su acidez pero no retrocedió. Acerqué mi boca y  chupé y tragué ese jugo como una angurrienta.
La verga de Gustavo se inflamó, se endureció, se estremeció en mis manos.
Corrí con mis labios esa piel y me tragué la cabeza de su pija chupándola insaciablemente.
Después bajé con mi lengua por su tronco llenándolo de saliva. Masajeé sus huevos y los succioné mientras masturbaba su verga con rapidez.
Estaba tan concentrada en mi tarea que no escuchaba ni los gemidos, ni los jadeos, ni las palabras de Gustavo; pero a pesar de eso el movió sus brazos hacia adelante para alcanzar mis tetas y tomando entre sus dedos mis larguísimos pezones jugueteo con ellos.
Volví a la morada cabeza de su pija y la hundí hasta el fondo de mi garganta. La saqué y la metí hasta que mis labios ardían por la presión y el roce.
- No aguanto más… - sentí  en la lejanía la voz de Gustavo.
- No aguanto… - y sacó su verga de mi boca.
Un tremendo chorro de leche cayó sobre el mantel y otros menos potentes sobre los apuntes.
Entre agitado y jadeante, con su voz entrecortada, me explicó que suelen hacer algunas mujeres con el semen de su pareja, pero que todo quedaba a criterio del consumidor.
No lo dudé, todavía con su pija en mis manos perdiendo firmeza, acerqué mi boca a ese fluido blanco y sin prisa pero sin pausa, lo fui lamiendo y sorbiendo con mi boca hasta no dejar nada ni sobre la mesa ni sobre los apuntes.
Esa leche pegajosa y ácida sobre mi lengua fue también exquisita cuando pasó por mi garganta.

Ahora, 20 años después, puedo decirles que al día siguiente estudiamos con placer el aparato reproductor femenino, que aprobé el parcial, que ambos somos médicos, que Gustavo es mi esposo y que desde aquél lejano día, jamás dejé que una gota más de la leche de su verga cayera sobre ningún mantel o apunte. Toda su sabrosa láctica flema termina llenando mi vagina, mi intestino o el fondo de mi garganta sin desperdicio.

FIN

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