Esos meses de Erasmus en Estrasburgo se me estaban haciendo muy largos. Las fotos que me mandó mi querida Lídia por email no ayudaron a calmar mis ansias. El dolor de huevos empezaba a ser insoportable, y sabía por experiencia lo difícil que era encontrar un lugar y un momento tranquilo para masturbarme en ese pequeño apartamento.
¿A quien se le ocurrió quitar las puertas en un piso de estudiantes? ¡Incluso en el cuarto de baño habían puesto en su lugar una de esas ridículas cortinas! Si al menos mis compañeras de piso no hubieran sido tan atractivas, habría encontrado quizá la manera de no ir caliente todo el día, pero es que esos pibones eran algo fuera de lo normal.
Por fin llegó la hora. Lídia me iba a llamar en cualquier momento, así que me estiré en mi cama pero me aseguré de dejar un letrerito colgado afuera que leía, en francés, “Ne pas déranger SVP” (“No molestar por favor)”.
Esperé a que el teléfono sonara. Y no se hizo esperar. Toda la mesita de noche vibró, haciendo que mi corazón diera un vuelco.
—Hola cariñín, te he echado de menos —oí su dulce voz a través de ese viejo teléfono de baquelita.
Era un bálsamo para mis orejas. ¡Cómo quería a esa chiquilla!
—Hola mi niña, yo también te he echado muchísimo de menos. No sabes cuánto quisiera estar ahí contigo —dije yo.
—Mmm… si estuvieras aquí conmigo sabes muy bien lo que estaríamos haciendo ahora mismo —dijo Lídia con una voz muy sensual—. Yo estoy lista para tí mi amor, ojalá pudieras verme. Estoy desnudita cariño.
Jodido Erasmus, quien me mandaba a mi ser tan bueno en mis estudios y decidir hacer una experiencia en el extranjero.
—Cariño, debo decirte algo. Espero que no te enfades —continuó mi preciosa novia—. Tú sabes cuánto te amo, eres el amor de mi vida. Pero... echo a faltar una buena polla en mi coñito; me pica constantemente, me pide carne, y tiene que ser pronto. Por eso... he pensado que tú lo entenderías mejor que nadie; necesito un novio substituto.
FIN.
¿A quien se le ocurrió quitar las puertas en un piso de estudiantes? ¡Incluso en el cuarto de baño habían puesto en su lugar una de esas ridículas cortinas! Si al menos mis compañeras de piso no hubieran sido tan atractivas, habría encontrado quizá la manera de no ir caliente todo el día, pero es que esos pibones eran algo fuera de lo normal.
Por fin llegó la hora. Lídia me iba a llamar en cualquier momento, así que me estiré en mi cama pero me aseguré de dejar un letrerito colgado afuera que leía, en francés, “Ne pas déranger SVP” (“No molestar por favor)”.
Esperé a que el teléfono sonara. Y no se hizo esperar. Toda la mesita de noche vibró, haciendo que mi corazón diera un vuelco.
—Hola cariñín, te he echado de menos —oí su dulce voz a través de ese viejo teléfono de baquelita.
Era un bálsamo para mis orejas. ¡Cómo quería a esa chiquilla!
—Hola mi niña, yo también te he echado muchísimo de menos. No sabes cuánto quisiera estar ahí contigo —dije yo.
—Mmm… si estuvieras aquí conmigo sabes muy bien lo que estaríamos haciendo ahora mismo —dijo Lídia con una voz muy sensual—. Yo estoy lista para tí mi amor, ojalá pudieras verme. Estoy desnudita cariño.
Jodido Erasmus, quien me mandaba a mi ser tan bueno en mis estudios y decidir hacer una experiencia en el extranjero.
—Cariño, debo decirte algo. Espero que no te enfades —continuó mi preciosa novia—. Tú sabes cuánto te amo, eres el amor de mi vida. Pero... echo a faltar una buena polla en mi coñito; me pica constantemente, me pide carne, y tiene que ser pronto. Por eso... he pensado que tú lo entenderías mejor que nadie; necesito un novio substituto.
FIN.
8 comentarios - El novio sustituto - final
Que mal final, parece post de un menor de edad que copia en los examenes.