—¿Una de Brad Pitt? Ésta no la he visto —dijo María sacándome de mi trance momentáneo mientras me mostraba la carátula de un DVD.
Ella seguía inclinada delante del televisor ofreciéndome una buena visión de su sexo, que quedaba expuesto escapándose por una abertura de sus pequeñísimos shorts de algodón.
—Vale, lo que te apetezca —respondí simplemente.
Puso el DVD en marcha y poco después nos encontrábamos sentados en el sofá, dispuestos a participar de la invasión de Troya de la mano del buen señor Pitt y compañía.
Durante un rato miramos sin más la película, aunque reconozco que a mí poco me interesaba en ese momento. María no parecía para nada estar afectada por lo acontecido solamente unos minutos antes en su habitación; pareciamos ser tan solo amigos, como siempre. Yo por el contrario no podía sacarme de la cabeza la imagen de mi amiga ofreciéndome sus adolescentes tetas para correrme en ellas.
Inevitablemente volví a excitarme, e iba haciéndose aparente bajo mis finos pantalones de deporte. María estaba atenta a la película y no pareció darse cuenta. Intenté distraerme y pensar en cualquier otra cosa para bajar la erección, pero ella en ese momento decidió cambiar de postura, cruzando las piernas a modo de meditación. Eso hizo que su vello púbico asomara otra vez entre sus piernas gracias a ese bendito pantaloncito corto que llevaba.
Al estar ella directamente a mi lado, no podía ver con entera claridad su entrepierna, pero la abertura era suficientemente grande y sus pelitos castaños suficientemente largos para poder apreciarlos sin problema desde mi posicion.
María era tan deliciosamente sexy que desistí en intentar calmar mi erección, y a cambio decidí pasar a la acción. Después de todo era ella misma la que siempre me animaba a ello, por una vez yo iba a tomar la iniciativa. Apoyé un brazo sobre los sus hombros, acercándome un poco más a ella al mismo tiempo.
Ella me miró un momento, me sonrió, y volvió a concentrarse en película, la cual para mí ya había perdido completamente interés.
Seguí con mi estragegia, empecé una suave caricia sobre su hombro y ella no pareció molestarse. Poco a poco fui agrandando el área de alcanze de mi mano, acariciando parte de su brazo, también su cuello, y al cabo de un rato la parte de delante que quedaba expuesta sobre la camiseta.
Ella siguió sin inmutarse, aunque yo tenía el pene ya tan erguido que dudo que no se hubiera ya dado cuenta. El siguiente paso fue acariciarle un pecho por encima de la camiseta. Su pezón sobresalía como un botón sobre la tela, y yo empezé a jugar con él poquito a poco con cada uno de mis dedos. Estuve así un par de minutos y al final María reaccionó:
—Oye, ya sabes, aprovecha si quieres; es parte de nuestro trato. Pero mira cómo te estás poniendo otra vez. Vas a conseguir que te duelan los huevos si sigues así —dijo tranquilamente.
—Bueno no pasa nada... —balbuceé.
La verdad que tenía razón. Durante los últimos dos días mis testículos habían trabajando horas extras noche y día. Pasaba más tiempo empalmado que en reposo, todo gracias a mi amiga, y ya empezaba a perder la cuenta de cuántas pajas me había propiciado en este poco tiempo.
—Como tú veas —me dijo—. Pero oye, no me magrees por encima de la camiseta, que me irrita el pezón con tanto roce —y al acabar la frase se agarró la camiseta por los lados y en un santiamén se la quitó.
Sin más volvió a prestar atención a la película, lo que yo interpreté como una invitación a seguir tocando, y ésta vez con las dos manos. Intenté ser delicado, yendo despacio y disfrutando del momento. Sus pezones estaban endurecidos, y supuse que ella también lo debía estar disfrutando un poco, porque frío no hacía ese verano, todo lo contrario.
Mi pene luchaba por escaparse de su contención. El elástico de mis calzoncillos apenas podía retenerlo. Así que, sorprendiéndome a mí mismo, me oí decir en voz alta:
—María, tócame un poco por favor.
Ella me miró, aunque no parecía escandalizada por mi osada petición. Simplemente lo pensó un par de segundos y entonces buscó mi pene metiendo su mano bajo mi ropa, sacándolo afuera.
—¡Joder! ¡Si es que tienes la polla como un garrote otra vez! —exclamó riendo al mismo tiempo—. ¿Pero cuántas pajas te tienes que hacer al dia?
—Bueno... es que contigo María... —respondí tímidamente.
—Ya, ya... todos los chicos soys iguales —afirmó con una sonrisa y un guiño malicioso—. Bueno... que le vamos a hacer.
Entonces se giró volviendo a prestar atención a su película, pero empezó a masturbarme suave y pausadamente con una mano.
Pasaron unos minutos; yo jugando con sus senos y ella pajeándome despacio. Mis líquidos pre-seminales brotaban abundantemente, y su mano, empapándose con ellos, se deslizaba sobre mi pene cada vez con más facilidad. Subía y bajaba desde la base hasta envolver con toda la palma de su mano mi glande, y provocándome corrientes de placer en cada movimiento. Todo ello mientras ella seguía atenta al televisor, como si no fuera gran cosa.
Yo no temía correrme demasiado rápido, la verdad que me sentía con bastante fuerza después de la tremenda descarga en su habitación. Me veía capaz de seguir disfrutando con mi amiga un buen rato más.
Decidí ir un poco más lejos y, bajando una mano por su barriga, llegué a sus shorts. La acaricié por encima, sin presionar demasiado y como esperando su reacción. Pero nada; la película capturaba toda su atención en ese momento. Animado por ello llevé mis dedos hacia su ingles y acaricié los bellos púbicos que quedaban expuestos por las aberturas de su pantaloncito. Eran principalmente los pelitos sobre uno de sus abultados labios mayores, el resto de su vulva seguía tapado por sus shorts.
Los toqué a gusto, y poco a poco adentré mi mano en ese suave y cálido espacio bajo la tela de sus shorts. Me recreé con cada centímetro de bello y piel que me encontré hasta llegar al centro su vulva, que no tardé en explorar de cabo a rabo con mis dedos. Estaba húmeda, más bien mojada. No dudé en introducir un dedo. Al cabo de unos segundos se giró mirandome a los ojos.
—No pierdes el tiempo, ya veo —dijo con una ligera sonrisa, entonces empezó a masturbarme más rápido—. ¿te corres ya pronto?
No dije nada, simplemente negé con mi cabeza.
—¿Ah no? —y girándose un poco más, añadió una segunda mano a su paja, ahora me acariciaba también mis ingles y mis testículos—. ¿Seguro que no? —añadió con una mirada viciosamente tierna.
Volví a negarme con un simple movimiento de cabeza.
—Hmm... vaya esto se pone interesante —continuó diciendo sonriente—. ¿Me vas hacer trabajar duro otra vez?
En ese momento María por fín se desentendió de la película, parecía que este juego habiá captado finalmente su interés. Se levantantó del sofá y se deshizo de los shorts, quedando desnuda completamente.
—Quítate tú también la ropa; molesta más que otra cosa —sentenció sonriente.
Le hice caso sin protestar. Se puso de rodillas delante mio, cons sus pechos cerca de mi pene.
—Poco te ha durado la paja de esta mañana... —dijo María, que se agarraba una teta y acariciaba mi polla con el pezón—. Pero voy a hacer que te corras en un momentito ya verás...
Seguidamente se metió mi glande en su boca, y empezó a jugar con él con su lengua. Era electrizante, en verdad empezaba a dudar de mi capacidad de aguantar. Poco a poco fue ampliando su felación e iba tragando mi pene tan profundamente como podía. Fueron unos minutos muy intensos, pero conseguí resistir por el momento.
Mi amiga finalemente decidió cambiar de estrategia.
—Bueno... ya veo que no va a ser fácil —dijo mientras se limpiaba con la mano la boca de la que sobresalian saliva y líquido pre-seminal mezclados—. Te vas a enterar...
Y sonriendo maliciosamente se levantó y se sentó sobre mis piernas, quedando su pubis muy cerca de mi pene. Con una mano me lo agarró, y apoyando la otra mano sobre mi hombro, levantó ligeramente sus caderas acercando su sexo al mio. Comenzó a masturbarme aplastando mi pene contra su vagina y acompañando con un movimiento de cadera.
Sus labios mayores se abrían para acoger mi polla. Estábamos tan mojados que todo resbalaba deliciosamente. Con cada movimiento mi pene se adentraba entre su vulva acariciando sus labios menores, percibiendo la abertura de su sexo y su clítoris, frotándolos desde el glande y con todo el lateral.
María empezaba a gemir. La escena era increíblemente morbosa, mi pene parecía que podría adentrarse en el sexo de mi amiga en cualquier momento, pero acababa resbalando y saliendo al exterior resbalando entre su vulva. Ahora sí que temí correrme muy pronto.
En un momento dado pareció que mi joven amiga se dedicaba más a masturbarse ella misma como si fuera un simple dildo humano, en vez de ocuparse de que yo me corriera. Se daba golpes sobre su clítoris con mi pene y restregaba my glande por todo su sexo. Mantenía sus ojos cerrados y gemía lamiéndose los labios al mismo tiempo.
En un par de momentos guió mi glande hacia su interior, entrando quizá dos o tres centímentros. Eso casi provocó que me corriera, ahora ya dedicaba todas mis fuerzas a no hacerlo. Ella continuó con ese juego, en un par de ocasiones más mi glande desapareció completamente dentro de su vulva. Pero rápidamente ella lo volvía a sacar.
Fue entonces que agarró fuertemente mi pene, envolviéndolo completamente con sus dedos, dejando expuesto solo mi glande y una pequeña parte más. Lo guió de nuevo hacia su sexo, y moviendo sus caderas empezó a meterlo y sacarlo repetidamente dentro de ella.
Yo iba a explotar, era tremendamente placentero. Pero me faltaba algo, me faltaba sentir mi pene enteramente dentro, sentía la necesidad de penetrarla completamente. Pero ella guardaba el control sobre mi polla, agarrándola firmemente, y ella controlaba el movimiento. Mi pene entraba quizás 4 o 5 centímetros en su interior cada vez, nada más, y ella de vez en cuando lo sacaba para volverse a acariciar el clitoris con él.
Fueron varias embestidas durante unos pocos gloriosos minutos. Al final las sensaciones fueron más fuertes que mi voluntad, y en una de esas penetraciones al sentir mi glande el interior de su sexo no aguanté más y me corrí intensamente. No pude avisar pero ella lo sintió, y sacándose el pene del interior dejó que me corriera sobre su pubis. Todos sus bellos quedaron empapados por el caliente y blanquecino líquido.
Me quedé más relajado que nunca. María pareció también haberse quedado satisfecha, y soltando por fin mi polla se acostó sobre mí, apoyando su cabeza sobre mi hombro. Sus cabellos olían frescos y limpios.
Descansamos en esa posicion un rato. La película seguía de fondo, una violenta lucha mano a mano parecía ser.
Finalmente ella se incorporó y me dijo con una gran sonrisa:
—Has visto, he hecho que te corras otra vez. ¡Soy una experta para eso! —y me guiñó un ojo.
—Si, gracias, ha estado bien... —balbucée sin sentido.
—¿Que te parece si terminamos la película entonces, ahora sin distracciones? —dijo sonriente.
Tal cual desnudos como estábamos seguimos con la película. Yo la verdad no me enteré de nada, aún estaba en el limbo después de lo acontecido. Al terminar nos vestimos, y María preparó unos sandwiches para comer.
Esa tarde estuvimos jugando y hablando como muchas otras tardes de inocente amistad entre nosotros. Me fascinaba la capacidad de mi amiga por cambiar tan facilmente de registro. Yo la verdad es que no daba ya más de sí, esas dos corridas de esa mañana me habían dejado relajado por horas.
Evidentemente que María, con su aparentemente inocente despreocupacion me dejaba observar su desnudez. A veces nos sentamos en el suelo y ella con sus piernas abiertas dejaba asomar su vulva. En otro de sus juegos me llevó a su habitación y se desnudó completamente de nuevo; quería probarse prendas y modelitos para que yo le diera mi opinión.
Pero todo quedó en eso, y a la hora de cenar María me dijo que mejor me fuera antes que sus padres llegaran.
—Gracias, me lo he pasado muy bien hoy contigo. Ni siquiera me he acordado de Ramón en todo este rato —me dió un piquito a modo de despedida.
—Gracias, yo también lo he pasado muy bien.
—¿Que te parece si nos vemos mañana? ¿Te va bien? —me preguntó educademente—. Por la tarde me voy a casa de Tania, me podrías acompañar. Creo que su novio también estará allí. ¿Que te parece?
—Claro, sin problema. No tengo nada más que hacer —respondí.
—¡Yupi! —saltó de alegria— Eres un amigo genial. ¡Hasta mañana entonces!
Nos acabamos de despedir y me fuí tranquilamente hacia mi casa.
Por el camino me quedé pensando; Tania, la chica más descarada que había conocido nunca, incluso más que María. Me pregunté que íbamos a hacer en su casa. Después de la experiencia de la otra noche, toda clase de perversidades empezaron a brotar en mi cabeza.
Aunque probablemente no era nada de eso, tan solo compartir unas coca-colas y escuchar algo de música, que es lo que los chicos de nuestra edad debíamos hacer.
Esa noche en mi cama revisé todo lo acontecido en casa de María y me despedí de ese maravilloso día con una majestuosa paja para dormir como un bebé, y soñé con lo que otro día con María me depararía...
(Continuará...)
Ella seguía inclinada delante del televisor ofreciéndome una buena visión de su sexo, que quedaba expuesto escapándose por una abertura de sus pequeñísimos shorts de algodón.
—Vale, lo que te apetezca —respondí simplemente.
Puso el DVD en marcha y poco después nos encontrábamos sentados en el sofá, dispuestos a participar de la invasión de Troya de la mano del buen señor Pitt y compañía.
Durante un rato miramos sin más la película, aunque reconozco que a mí poco me interesaba en ese momento. María no parecía para nada estar afectada por lo acontecido solamente unos minutos antes en su habitación; pareciamos ser tan solo amigos, como siempre. Yo por el contrario no podía sacarme de la cabeza la imagen de mi amiga ofreciéndome sus adolescentes tetas para correrme en ellas.
Inevitablemente volví a excitarme, e iba haciéndose aparente bajo mis finos pantalones de deporte. María estaba atenta a la película y no pareció darse cuenta. Intenté distraerme y pensar en cualquier otra cosa para bajar la erección, pero ella en ese momento decidió cambiar de postura, cruzando las piernas a modo de meditación. Eso hizo que su vello púbico asomara otra vez entre sus piernas gracias a ese bendito pantaloncito corto que llevaba.
Al estar ella directamente a mi lado, no podía ver con entera claridad su entrepierna, pero la abertura era suficientemente grande y sus pelitos castaños suficientemente largos para poder apreciarlos sin problema desde mi posicion.
María era tan deliciosamente sexy que desistí en intentar calmar mi erección, y a cambio decidí pasar a la acción. Después de todo era ella misma la que siempre me animaba a ello, por una vez yo iba a tomar la iniciativa. Apoyé un brazo sobre los sus hombros, acercándome un poco más a ella al mismo tiempo.
Ella me miró un momento, me sonrió, y volvió a concentrarse en película, la cual para mí ya había perdido completamente interés.
Seguí con mi estragegia, empecé una suave caricia sobre su hombro y ella no pareció molestarse. Poco a poco fui agrandando el área de alcanze de mi mano, acariciando parte de su brazo, también su cuello, y al cabo de un rato la parte de delante que quedaba expuesta sobre la camiseta.
Ella siguió sin inmutarse, aunque yo tenía el pene ya tan erguido que dudo que no se hubiera ya dado cuenta. El siguiente paso fue acariciarle un pecho por encima de la camiseta. Su pezón sobresalía como un botón sobre la tela, y yo empezé a jugar con él poquito a poco con cada uno de mis dedos. Estuve así un par de minutos y al final María reaccionó:
—Oye, ya sabes, aprovecha si quieres; es parte de nuestro trato. Pero mira cómo te estás poniendo otra vez. Vas a conseguir que te duelan los huevos si sigues así —dijo tranquilamente.
—Bueno no pasa nada... —balbuceé.
La verdad que tenía razón. Durante los últimos dos días mis testículos habían trabajando horas extras noche y día. Pasaba más tiempo empalmado que en reposo, todo gracias a mi amiga, y ya empezaba a perder la cuenta de cuántas pajas me había propiciado en este poco tiempo.
—Como tú veas —me dijo—. Pero oye, no me magrees por encima de la camiseta, que me irrita el pezón con tanto roce —y al acabar la frase se agarró la camiseta por los lados y en un santiamén se la quitó.
Sin más volvió a prestar atención a la película, lo que yo interpreté como una invitación a seguir tocando, y ésta vez con las dos manos. Intenté ser delicado, yendo despacio y disfrutando del momento. Sus pezones estaban endurecidos, y supuse que ella también lo debía estar disfrutando un poco, porque frío no hacía ese verano, todo lo contrario.
Mi pene luchaba por escaparse de su contención. El elástico de mis calzoncillos apenas podía retenerlo. Así que, sorprendiéndome a mí mismo, me oí decir en voz alta:
—María, tócame un poco por favor.
Ella me miró, aunque no parecía escandalizada por mi osada petición. Simplemente lo pensó un par de segundos y entonces buscó mi pene metiendo su mano bajo mi ropa, sacándolo afuera.
—¡Joder! ¡Si es que tienes la polla como un garrote otra vez! —exclamó riendo al mismo tiempo—. ¿Pero cuántas pajas te tienes que hacer al dia?
—Bueno... es que contigo María... —respondí tímidamente.
—Ya, ya... todos los chicos soys iguales —afirmó con una sonrisa y un guiño malicioso—. Bueno... que le vamos a hacer.
Entonces se giró volviendo a prestar atención a su película, pero empezó a masturbarme suave y pausadamente con una mano.
Pasaron unos minutos; yo jugando con sus senos y ella pajeándome despacio. Mis líquidos pre-seminales brotaban abundantemente, y su mano, empapándose con ellos, se deslizaba sobre mi pene cada vez con más facilidad. Subía y bajaba desde la base hasta envolver con toda la palma de su mano mi glande, y provocándome corrientes de placer en cada movimiento. Todo ello mientras ella seguía atenta al televisor, como si no fuera gran cosa.
Yo no temía correrme demasiado rápido, la verdad que me sentía con bastante fuerza después de la tremenda descarga en su habitación. Me veía capaz de seguir disfrutando con mi amiga un buen rato más.
Decidí ir un poco más lejos y, bajando una mano por su barriga, llegué a sus shorts. La acaricié por encima, sin presionar demasiado y como esperando su reacción. Pero nada; la película capturaba toda su atención en ese momento. Animado por ello llevé mis dedos hacia su ingles y acaricié los bellos púbicos que quedaban expuestos por las aberturas de su pantaloncito. Eran principalmente los pelitos sobre uno de sus abultados labios mayores, el resto de su vulva seguía tapado por sus shorts.
Los toqué a gusto, y poco a poco adentré mi mano en ese suave y cálido espacio bajo la tela de sus shorts. Me recreé con cada centímetro de bello y piel que me encontré hasta llegar al centro su vulva, que no tardé en explorar de cabo a rabo con mis dedos. Estaba húmeda, más bien mojada. No dudé en introducir un dedo. Al cabo de unos segundos se giró mirandome a los ojos.
—No pierdes el tiempo, ya veo —dijo con una ligera sonrisa, entonces empezó a masturbarme más rápido—. ¿te corres ya pronto?
No dije nada, simplemente negé con mi cabeza.
—¿Ah no? —y girándose un poco más, añadió una segunda mano a su paja, ahora me acariciaba también mis ingles y mis testículos—. ¿Seguro que no? —añadió con una mirada viciosamente tierna.
Volví a negarme con un simple movimiento de cabeza.
—Hmm... vaya esto se pone interesante —continuó diciendo sonriente—. ¿Me vas hacer trabajar duro otra vez?
En ese momento María por fín se desentendió de la película, parecía que este juego habiá captado finalmente su interés. Se levantantó del sofá y se deshizo de los shorts, quedando desnuda completamente.
—Quítate tú también la ropa; molesta más que otra cosa —sentenció sonriente.
Le hice caso sin protestar. Se puso de rodillas delante mio, cons sus pechos cerca de mi pene.
—Poco te ha durado la paja de esta mañana... —dijo María, que se agarraba una teta y acariciaba mi polla con el pezón—. Pero voy a hacer que te corras en un momentito ya verás...
Seguidamente se metió mi glande en su boca, y empezó a jugar con él con su lengua. Era electrizante, en verdad empezaba a dudar de mi capacidad de aguantar. Poco a poco fue ampliando su felación e iba tragando mi pene tan profundamente como podía. Fueron unos minutos muy intensos, pero conseguí resistir por el momento.
Mi amiga finalemente decidió cambiar de estrategia.
—Bueno... ya veo que no va a ser fácil —dijo mientras se limpiaba con la mano la boca de la que sobresalian saliva y líquido pre-seminal mezclados—. Te vas a enterar...
Y sonriendo maliciosamente se levantó y se sentó sobre mis piernas, quedando su pubis muy cerca de mi pene. Con una mano me lo agarró, y apoyando la otra mano sobre mi hombro, levantó ligeramente sus caderas acercando su sexo al mio. Comenzó a masturbarme aplastando mi pene contra su vagina y acompañando con un movimiento de cadera.
Sus labios mayores se abrían para acoger mi polla. Estábamos tan mojados que todo resbalaba deliciosamente. Con cada movimiento mi pene se adentraba entre su vulva acariciando sus labios menores, percibiendo la abertura de su sexo y su clítoris, frotándolos desde el glande y con todo el lateral.
María empezaba a gemir. La escena era increíblemente morbosa, mi pene parecía que podría adentrarse en el sexo de mi amiga en cualquier momento, pero acababa resbalando y saliendo al exterior resbalando entre su vulva. Ahora sí que temí correrme muy pronto.
En un momento dado pareció que mi joven amiga se dedicaba más a masturbarse ella misma como si fuera un simple dildo humano, en vez de ocuparse de que yo me corriera. Se daba golpes sobre su clítoris con mi pene y restregaba my glande por todo su sexo. Mantenía sus ojos cerrados y gemía lamiéndose los labios al mismo tiempo.
En un par de momentos guió mi glande hacia su interior, entrando quizá dos o tres centímentros. Eso casi provocó que me corriera, ahora ya dedicaba todas mis fuerzas a no hacerlo. Ella continuó con ese juego, en un par de ocasiones más mi glande desapareció completamente dentro de su vulva. Pero rápidamente ella lo volvía a sacar.
Fue entonces que agarró fuertemente mi pene, envolviéndolo completamente con sus dedos, dejando expuesto solo mi glande y una pequeña parte más. Lo guió de nuevo hacia su sexo, y moviendo sus caderas empezó a meterlo y sacarlo repetidamente dentro de ella.
Yo iba a explotar, era tremendamente placentero. Pero me faltaba algo, me faltaba sentir mi pene enteramente dentro, sentía la necesidad de penetrarla completamente. Pero ella guardaba el control sobre mi polla, agarrándola firmemente, y ella controlaba el movimiento. Mi pene entraba quizás 4 o 5 centímetros en su interior cada vez, nada más, y ella de vez en cuando lo sacaba para volverse a acariciar el clitoris con él.
Fueron varias embestidas durante unos pocos gloriosos minutos. Al final las sensaciones fueron más fuertes que mi voluntad, y en una de esas penetraciones al sentir mi glande el interior de su sexo no aguanté más y me corrí intensamente. No pude avisar pero ella lo sintió, y sacándose el pene del interior dejó que me corriera sobre su pubis. Todos sus bellos quedaron empapados por el caliente y blanquecino líquido.
Me quedé más relajado que nunca. María pareció también haberse quedado satisfecha, y soltando por fin mi polla se acostó sobre mí, apoyando su cabeza sobre mi hombro. Sus cabellos olían frescos y limpios.
Descansamos en esa posicion un rato. La película seguía de fondo, una violenta lucha mano a mano parecía ser.
Finalmente ella se incorporó y me dijo con una gran sonrisa:
—Has visto, he hecho que te corras otra vez. ¡Soy una experta para eso! —y me guiñó un ojo.
—Si, gracias, ha estado bien... —balbucée sin sentido.
—¿Que te parece si terminamos la película entonces, ahora sin distracciones? —dijo sonriente.
Tal cual desnudos como estábamos seguimos con la película. Yo la verdad no me enteré de nada, aún estaba en el limbo después de lo acontecido. Al terminar nos vestimos, y María preparó unos sandwiches para comer.
Esa tarde estuvimos jugando y hablando como muchas otras tardes de inocente amistad entre nosotros. Me fascinaba la capacidad de mi amiga por cambiar tan facilmente de registro. Yo la verdad es que no daba ya más de sí, esas dos corridas de esa mañana me habían dejado relajado por horas.
Evidentemente que María, con su aparentemente inocente despreocupacion me dejaba observar su desnudez. A veces nos sentamos en el suelo y ella con sus piernas abiertas dejaba asomar su vulva. En otro de sus juegos me llevó a su habitación y se desnudó completamente de nuevo; quería probarse prendas y modelitos para que yo le diera mi opinión.
Pero todo quedó en eso, y a la hora de cenar María me dijo que mejor me fuera antes que sus padres llegaran.
—Gracias, me lo he pasado muy bien hoy contigo. Ni siquiera me he acordado de Ramón en todo este rato —me dió un piquito a modo de despedida.
—Gracias, yo también lo he pasado muy bien.
—¿Que te parece si nos vemos mañana? ¿Te va bien? —me preguntó educademente—. Por la tarde me voy a casa de Tania, me podrías acompañar. Creo que su novio también estará allí. ¿Que te parece?
—Claro, sin problema. No tengo nada más que hacer —respondí.
—¡Yupi! —saltó de alegria— Eres un amigo genial. ¡Hasta mañana entonces!
Nos acabamos de despedir y me fuí tranquilamente hacia mi casa.
Por el camino me quedé pensando; Tania, la chica más descarada que había conocido nunca, incluso más que María. Me pregunté que íbamos a hacer en su casa. Después de la experiencia de la otra noche, toda clase de perversidades empezaron a brotar en mi cabeza.
Aunque probablemente no era nada de eso, tan solo compartir unas coca-colas y escuchar algo de música, que es lo que los chicos de nuestra edad debíamos hacer.
Esa noche en mi cama revisé todo lo acontecido en casa de María y me despedí de ese maravilloso día con una majestuosa paja para dormir como un bebé, y soñé con lo que otro día con María me depararía...
(Continuará...)
6 comentarios - El novio sustituto 6
Espero la continuacion con ansias...
Dejo puntos.
Saludos
Ya sube mas capitulos, por fa.
Gracias Natalia