Marisa, 35 años, 1,75 de altura, rostro de facciones vivas y agradables, cuerpo escultural, lindos senos, ricos muslos, precioso culo, cabellos largos castaños, ojos ídem. En síntesis era una hermosa mujer, y estaba casada con un colega de trabajo, Héctor.
Un día en verano, nos encontramos de casualidad, en la misma playa. No pude evitar una erección mayúscula al verla, en traje de baño de una pieza pero con mitad de sus nalgas, que salían prepotentemente, al aire.
Esas vacaciones compartimos algunas cenas en uno u otro departamento. Ella siempre se vestía de forma sucinta, a menudo en traje de baño o con una bata ligera, otras con una blusa corta y parte inferior de la malla que, sin llegar a “cola less” , era suficientemente pequeña como para que su hermoso culo, redondo y firme , apareciese en toda su majestad.
Ella no ignoraba mis miradas deseosas y no hacía nada para mitigar la exposición de sus atributos.
Yo, callado pero, mi miembro, “pum para arriba”.
La cosa no fue más allá de una calentura -¿solo mía? - e intercambio de números de teléfonos.
Una vez de regreso a casa y a la rutina, dejé de verla y tratarla, ya que nunca concretamos las “promesas” de reunirnos, de vez en cuando, ambos matrimonios.
Hasta que, casi dos meses después, Héctor, me informó que viajaba, por trabajo, toda una semana, e, indirectamente, que su esposa quedaba sola con sus nenes.
Con la excusa de ofrecerle mi ayuda, en caso de algún imprevisto, durante la ausencia del marido, el lunes, la llamé por teléfono. Se declaró gratamente sorprendida. No tanto como yo, cuando me dijo:
-¿Vos trabajás en la calle Paraguay al 1000, no? –
-Si ¿Por?-
-Mirá, mañana tengo que ir por las cercanías de tu oficina. ¿Qué tal si tomamos un café y charlamos? –
Acepté, obvio. Me pidió que fuese entre 15:30 y 16:30, porqué tenía que ir a buscar sus nenes al jardín de infantes a las 17:30.
En homenaje a la brevedad, durante nuestro encuentro en un bar, me dejó entrever algún resentimiento con el marido – “primero su trabajo, después el futbol, los nenes y recién ahí yo” –
Hablé mucho y con rodeos y circunloquios, la invité a almorzar el día siguiente.
Aceptó pero debía ser después de dejar los hijos en el colegio.
Le propuse pasar a buscarla, llevar juntos a la escuela los nenes y, de ahí, ir a un restaurante de moda.
-Mejor no. Los nenes son dos buchones y van a contarlo al padre y al resto de la familia.-
¡Para más claro, agregarle agua!! Quería mantener reservado y oculto su encuentro conmigo.
-Si podes, hacemos a revés: me pasas a buscar por la escuela y vamos a mi departamento y me pongo ropa adecuada para el restaurante “cheto”.
Acordamos así.
Abrigaba la ilusión de, después de comer, llevarla a un hotel: para que el postre fuese, yo para ella y ella para mí.
Al día siguiente pretexté trámites personales y avisé a mi asistente que no volvería a la oficina.
En el umbral del edificio, le dije a Marisa:
-Te espero en el auto. Tratá de no demorar mucho. No lo necesitas …… con cualquier trapo estás mona-
Volvió a agarrarme desprevenido:
-¡Que amable!!! Pero no te quedes aquí, subí conmigo y mientras tomas algo me cambio-
Ya en su departamento, solos los dos, sentado en el living la observaba mientras deambulaba desde habitaciones a la cocina y viceversa– supuestamente para preparar un trago y seleccionar las prendas - con un vestidito liviano, perfectamente normal, pero que me hacía entrever el cuerpo que estaba debajo, de hembra dotada y atrevida.
Yo, ya alzado, la miraba y callaba, absorto en mis fantasías eróticas y, con una erección descontrolada. El miembro inflaba mis pantalones livianos de verano.
No puede controlar la atracción. De manera súbita, sin reflexionar, dejé el asiento, me acerqué a Marisa, por atrás, le apoyé la verga en su culo, justo en el punto en que las dos nalgas se juntan y, simultáneamente, mientras con mi brazo izquierdo la tenía tomada de la cintura, puse mi mano derecha en su pubis. Sentí la vulva caliente y, casi casi pulsar, a través de la tanga y el vestidito.
Me esperaba que rechazase escandalizada el asalto ¡nada que ver!! Enarcó ligeramente su cuerpo empujando su culo, aún más fuerte, contra mi pija y soltó una especie de murmullo-maullido.
Fue el fin del cambio de ropas y del almuerzo.
La obligué, con mi mano izquierda a girar el cuerpo hacia mí, mientras la derecha seguía masajeando enérgicamente su concha. La besé en la boca. Respondió “envolviendo” su lengua en la mía. La mano derecha bajó hasta el ruedo del vestido y volvió a subir, despacito, entre los muslos hasta dar con la bombacha que, siempre manteniendo a Marisa apretada a mí, separé ligeramente y percibí el espeso vello púbico y la fisura húmeda de la vagina.
Le introduje, suavecito, el dedo índice, procurando aumentar su excitación, mientras la besaba en el cuello. Ninguno de los dos, emitió una sola palabra, sólo, de tanto en tanto, gemidos de placer, ella. Hasta que:
-Asiiii ….. no vamos ….. a irrr …… a ninguna …. parte ….Juaannn …- murmuró entre dientes.
-Sí que vamos … al dormitorio. ¿Qué puerta es?-
Mientras ella la señalaba con el índice, la levanté, con ambas manos en los glúteos, la llevé en andas, le levanté y saqué por la cabeza el vestidito y la “tiré” sobre la cama y me desvestí, quedando solo con el calzoncillo puesto.
Acostado a su lado, me deshice del soutien. Se dejaron ver, causándome sorpresa, admiración, un par de tetas turgentes con los pezones endurecidos e, increíblemente, largos. Le rendí homenaje, con manos, labios y lengua. Se multiplicaron sus gemidos.
Me bajé de la cama, luego, y encaré, zapatos de tacos y la bombacha, que desaparecieron en el parqué, descubriendo su bella vulva, negra por los ricitos de su vello. Le abrí las piernas y sumergí la cara hasta el pubis y hundí la boca en su concha, caliente, húmeda y olorosa. ¡Qué maravilloso olor a hembra tenía!
La lamí, con avidez, saboreando sus humores, mientras ella se agitaba y temblaba emitiendo gemidos de placer que se hicieron cada vez más ruidosos.
Después de un rato de esa solfa, liberé mi miembro, quitándome el slip. Ella lo manoteó:
-¡Uhhyyy se volvió tiesa y dura como una piedra!!!-
Le respondí subiendo entre sus piernas abiertas de par en par, y , por algunos segundos, le froté el glande, ida y vuelta, todo a lo largo de la raja, peluda. No se “bancó” el jueguito:
-¡No seas malvado …. Cógeme, dale …. Clavámela ….. No aguanto másss!!!-
Mi verga le entró, prepotentemente en un solo movimiento. Nos enroscamos, como dos serpientes besándonos y cogiendo, ella, suspirando y gimiendo, bajo los golpes de mi “pistón”.
Acabó más de una vez, emitiendo gritos de placer inmoderados. Yo, cada vez que sentía aproximarse el clímax, me detenía con la idea de prolongar el placer, hasta que llegué al punto de no retorno y solté un río de semen, en su vagina trémula e hirviente. Ella captó la invasión de “mi caldo” pareció gozar, más una vez, gritando sin reservas. Le cerré la boca con la mía, en un entrevero de lenguas imposible de describir.
Además del placer experimentado, tuve una sensación de liberación, como si la cogida, hubiese sido el desahogo, largamente esperado, de la libido reprimida por mucho tiempo. Y no era el caso, si bien es cierto que Marisa despertó en mí un apetito inmoderado, ni bien la conocí, refrenado sólo por las convenciones sociales – casada, con colega de trabajo, trato prácticamente nulo, etc ….-
Quedamos superpuestos y abrazados por un tiempo, no puedo precisar cuánto, besándonos, luego acostados lado a lado, compartiendo la almohada.
-¡Qué bárbaro!!! Nos fuimos al carajo, Juan …. Íbamos a almorzar y … terminamos fifando.-
-¿No es lindo?-
-Lindo, no sé. Indecente seguro, ….., eso sí ….. sentí un placer muy intenso y ¿vos?-
-¡Ni lo dudes!!! No recuerdo la última vez que disfruté tanto-
Le apoyé la palma de la mano, en la vulva:
-…. Si es cierto que hay flores adictivas ….. la tuya es la más peligrosa de las drogas … ilícitas.-
Se rió, halagada y replicó con acierto, manoteando mi pija y:
-….¿Y la tuya? Estoy segura que es la que recomienda mi carta astral …..¡Uhyyyyy está creciendo otra vez!!!-
Así era. Después de nuevos besos y caricias atrevidas, le sugerí que se diese vuelta boca abajo. Su culo maravilloso, su gran culo, quedó en evidencia en todo su esplendor: abultado, redondo y firme. Comencé a amasarlo, acariciarlo, a besarle y mordisquearle los glúteos y a rozar, con los dedos, suavemente el “asterisco”.
-No sé si voy a poder …. Hace mucho que mi marido no me la da por ahí ..-
-Vamos a intentarlo…. Te juro que voy a tener mucho cuidado –
Recogí, con el índice, las humedades de su vulva, y se la apliqué y me la apliqué, para suavizar la entrada. Me subí y con la mano derecha acomodé el miembro frente al agujerito mojado, que, por las caricias del glande, se fue dilatando poquito a poco. Cuando me pareció oportuno, empujé, pero estaba muy estrecho. Ella comenzó a quejarse:
-¡Ahyyy, ahyyy, me haces daño ….sacámela, ya!-
No conseguí controlar las ganas, se la metí, forzando un poco, hasta que los testículos hicieron contacto con sus nalgas. Ella gritó pero no volvió a pedir que se la sacara. Entonces, yo, afuera y adentro, afuera y adentro con fuerza. Que deliciosa sensación, más aún, con el contacto ritmado de mis pelotas con el gran culo.
Ella dejó atrás los quejidos, y pasó a los suspiros y gemidos, mientras yo la culeaba con ahínco y con ambas manos en sus tetas, le besaba y lamía la espalda, el cuello, las orejas y las mejillas.
El entra-sale se volvió frenético, furioso y hasta el orgasmo, con gran derrame de semen el gran culo.
Quedamos, “abrochados” por un rato, ella cada tanto, se contorsionada ligeramente y yo le daba otro vaivén de pija, que demoró en venirse a menos.
Nos separamos, por fin.
Unos pocos arrumacos para que, Marisa, de esposa descuidada pasase a madre “de puta madre”:
-¡Por diosssss ….. se hizo tarde. Apenas tengo tiempo para llegar a la escuela antes que salgan los chicos.-
Se recompuso con precipitación, higienizándose apenas lo imprescindible, sexo, cola y cara, volvió a ponerse la tanguita y el vestidito ligero, mientras yo también me vestí aceleradamente.
La dejé, por suerte a tiempo, en la puerta de la escuela.
La llamé por teléfono una hora después. Con voz, apenas audible para que no se enteraran los hijitos, aceptó “almorzar” de nuevo conmigo el jueves siguiente.
El sábado regresaba el marido. La encontró bien cogida.
Un día en verano, nos encontramos de casualidad, en la misma playa. No pude evitar una erección mayúscula al verla, en traje de baño de una pieza pero con mitad de sus nalgas, que salían prepotentemente, al aire.
Esas vacaciones compartimos algunas cenas en uno u otro departamento. Ella siempre se vestía de forma sucinta, a menudo en traje de baño o con una bata ligera, otras con una blusa corta y parte inferior de la malla que, sin llegar a “cola less” , era suficientemente pequeña como para que su hermoso culo, redondo y firme , apareciese en toda su majestad.
Ella no ignoraba mis miradas deseosas y no hacía nada para mitigar la exposición de sus atributos.
Yo, callado pero, mi miembro, “pum para arriba”.
La cosa no fue más allá de una calentura -¿solo mía? - e intercambio de números de teléfonos.
Una vez de regreso a casa y a la rutina, dejé de verla y tratarla, ya que nunca concretamos las “promesas” de reunirnos, de vez en cuando, ambos matrimonios.
Hasta que, casi dos meses después, Héctor, me informó que viajaba, por trabajo, toda una semana, e, indirectamente, que su esposa quedaba sola con sus nenes.
Con la excusa de ofrecerle mi ayuda, en caso de algún imprevisto, durante la ausencia del marido, el lunes, la llamé por teléfono. Se declaró gratamente sorprendida. No tanto como yo, cuando me dijo:
-¿Vos trabajás en la calle Paraguay al 1000, no? –
-Si ¿Por?-
-Mirá, mañana tengo que ir por las cercanías de tu oficina. ¿Qué tal si tomamos un café y charlamos? –
Acepté, obvio. Me pidió que fuese entre 15:30 y 16:30, porqué tenía que ir a buscar sus nenes al jardín de infantes a las 17:30.
En homenaje a la brevedad, durante nuestro encuentro en un bar, me dejó entrever algún resentimiento con el marido – “primero su trabajo, después el futbol, los nenes y recién ahí yo” –
Hablé mucho y con rodeos y circunloquios, la invité a almorzar el día siguiente.
Aceptó pero debía ser después de dejar los hijos en el colegio.
Le propuse pasar a buscarla, llevar juntos a la escuela los nenes y, de ahí, ir a un restaurante de moda.
-Mejor no. Los nenes son dos buchones y van a contarlo al padre y al resto de la familia.-
¡Para más claro, agregarle agua!! Quería mantener reservado y oculto su encuentro conmigo.
-Si podes, hacemos a revés: me pasas a buscar por la escuela y vamos a mi departamento y me pongo ropa adecuada para el restaurante “cheto”.
Acordamos así.
Abrigaba la ilusión de, después de comer, llevarla a un hotel: para que el postre fuese, yo para ella y ella para mí.
Al día siguiente pretexté trámites personales y avisé a mi asistente que no volvería a la oficina.
En el umbral del edificio, le dije a Marisa:
-Te espero en el auto. Tratá de no demorar mucho. No lo necesitas …… con cualquier trapo estás mona-
Volvió a agarrarme desprevenido:
-¡Que amable!!! Pero no te quedes aquí, subí conmigo y mientras tomas algo me cambio-
Ya en su departamento, solos los dos, sentado en el living la observaba mientras deambulaba desde habitaciones a la cocina y viceversa– supuestamente para preparar un trago y seleccionar las prendas - con un vestidito liviano, perfectamente normal, pero que me hacía entrever el cuerpo que estaba debajo, de hembra dotada y atrevida.
Yo, ya alzado, la miraba y callaba, absorto en mis fantasías eróticas y, con una erección descontrolada. El miembro inflaba mis pantalones livianos de verano.
No puede controlar la atracción. De manera súbita, sin reflexionar, dejé el asiento, me acerqué a Marisa, por atrás, le apoyé la verga en su culo, justo en el punto en que las dos nalgas se juntan y, simultáneamente, mientras con mi brazo izquierdo la tenía tomada de la cintura, puse mi mano derecha en su pubis. Sentí la vulva caliente y, casi casi pulsar, a través de la tanga y el vestidito.
Me esperaba que rechazase escandalizada el asalto ¡nada que ver!! Enarcó ligeramente su cuerpo empujando su culo, aún más fuerte, contra mi pija y soltó una especie de murmullo-maullido.
Fue el fin del cambio de ropas y del almuerzo.
La obligué, con mi mano izquierda a girar el cuerpo hacia mí, mientras la derecha seguía masajeando enérgicamente su concha. La besé en la boca. Respondió “envolviendo” su lengua en la mía. La mano derecha bajó hasta el ruedo del vestido y volvió a subir, despacito, entre los muslos hasta dar con la bombacha que, siempre manteniendo a Marisa apretada a mí, separé ligeramente y percibí el espeso vello púbico y la fisura húmeda de la vagina.
Le introduje, suavecito, el dedo índice, procurando aumentar su excitación, mientras la besaba en el cuello. Ninguno de los dos, emitió una sola palabra, sólo, de tanto en tanto, gemidos de placer, ella. Hasta que:
-Asiiii ….. no vamos ….. a irrr …… a ninguna …. parte ….Juaannn …- murmuró entre dientes.
-Sí que vamos … al dormitorio. ¿Qué puerta es?-
Mientras ella la señalaba con el índice, la levanté, con ambas manos en los glúteos, la llevé en andas, le levanté y saqué por la cabeza el vestidito y la “tiré” sobre la cama y me desvestí, quedando solo con el calzoncillo puesto.
Acostado a su lado, me deshice del soutien. Se dejaron ver, causándome sorpresa, admiración, un par de tetas turgentes con los pezones endurecidos e, increíblemente, largos. Le rendí homenaje, con manos, labios y lengua. Se multiplicaron sus gemidos.
Me bajé de la cama, luego, y encaré, zapatos de tacos y la bombacha, que desaparecieron en el parqué, descubriendo su bella vulva, negra por los ricitos de su vello. Le abrí las piernas y sumergí la cara hasta el pubis y hundí la boca en su concha, caliente, húmeda y olorosa. ¡Qué maravilloso olor a hembra tenía!
La lamí, con avidez, saboreando sus humores, mientras ella se agitaba y temblaba emitiendo gemidos de placer que se hicieron cada vez más ruidosos.
Después de un rato de esa solfa, liberé mi miembro, quitándome el slip. Ella lo manoteó:
-¡Uhhyyy se volvió tiesa y dura como una piedra!!!-
Le respondí subiendo entre sus piernas abiertas de par en par, y , por algunos segundos, le froté el glande, ida y vuelta, todo a lo largo de la raja, peluda. No se “bancó” el jueguito:
-¡No seas malvado …. Cógeme, dale …. Clavámela ….. No aguanto másss!!!-
Mi verga le entró, prepotentemente en un solo movimiento. Nos enroscamos, como dos serpientes besándonos y cogiendo, ella, suspirando y gimiendo, bajo los golpes de mi “pistón”.
Acabó más de una vez, emitiendo gritos de placer inmoderados. Yo, cada vez que sentía aproximarse el clímax, me detenía con la idea de prolongar el placer, hasta que llegué al punto de no retorno y solté un río de semen, en su vagina trémula e hirviente. Ella captó la invasión de “mi caldo” pareció gozar, más una vez, gritando sin reservas. Le cerré la boca con la mía, en un entrevero de lenguas imposible de describir.
Además del placer experimentado, tuve una sensación de liberación, como si la cogida, hubiese sido el desahogo, largamente esperado, de la libido reprimida por mucho tiempo. Y no era el caso, si bien es cierto que Marisa despertó en mí un apetito inmoderado, ni bien la conocí, refrenado sólo por las convenciones sociales – casada, con colega de trabajo, trato prácticamente nulo, etc ….-
Quedamos superpuestos y abrazados por un tiempo, no puedo precisar cuánto, besándonos, luego acostados lado a lado, compartiendo la almohada.
-¡Qué bárbaro!!! Nos fuimos al carajo, Juan …. Íbamos a almorzar y … terminamos fifando.-
-¿No es lindo?-
-Lindo, no sé. Indecente seguro, ….., eso sí ….. sentí un placer muy intenso y ¿vos?-
-¡Ni lo dudes!!! No recuerdo la última vez que disfruté tanto-
Le apoyé la palma de la mano, en la vulva:
-…. Si es cierto que hay flores adictivas ….. la tuya es la más peligrosa de las drogas … ilícitas.-
Se rió, halagada y replicó con acierto, manoteando mi pija y:
-….¿Y la tuya? Estoy segura que es la que recomienda mi carta astral …..¡Uhyyyyy está creciendo otra vez!!!-
Así era. Después de nuevos besos y caricias atrevidas, le sugerí que se diese vuelta boca abajo. Su culo maravilloso, su gran culo, quedó en evidencia en todo su esplendor: abultado, redondo y firme. Comencé a amasarlo, acariciarlo, a besarle y mordisquearle los glúteos y a rozar, con los dedos, suavemente el “asterisco”.
-No sé si voy a poder …. Hace mucho que mi marido no me la da por ahí ..-
-Vamos a intentarlo…. Te juro que voy a tener mucho cuidado –
Recogí, con el índice, las humedades de su vulva, y se la apliqué y me la apliqué, para suavizar la entrada. Me subí y con la mano derecha acomodé el miembro frente al agujerito mojado, que, por las caricias del glande, se fue dilatando poquito a poco. Cuando me pareció oportuno, empujé, pero estaba muy estrecho. Ella comenzó a quejarse:
-¡Ahyyy, ahyyy, me haces daño ….sacámela, ya!-
No conseguí controlar las ganas, se la metí, forzando un poco, hasta que los testículos hicieron contacto con sus nalgas. Ella gritó pero no volvió a pedir que se la sacara. Entonces, yo, afuera y adentro, afuera y adentro con fuerza. Que deliciosa sensación, más aún, con el contacto ritmado de mis pelotas con el gran culo.
Ella dejó atrás los quejidos, y pasó a los suspiros y gemidos, mientras yo la culeaba con ahínco y con ambas manos en sus tetas, le besaba y lamía la espalda, el cuello, las orejas y las mejillas.
El entra-sale se volvió frenético, furioso y hasta el orgasmo, con gran derrame de semen el gran culo.
Quedamos, “abrochados” por un rato, ella cada tanto, se contorsionada ligeramente y yo le daba otro vaivén de pija, que demoró en venirse a menos.
Nos separamos, por fin.
Unos pocos arrumacos para que, Marisa, de esposa descuidada pasase a madre “de puta madre”:
-¡Por diosssss ….. se hizo tarde. Apenas tengo tiempo para llegar a la escuela antes que salgan los chicos.-
Se recompuso con precipitación, higienizándose apenas lo imprescindible, sexo, cola y cara, volvió a ponerse la tanguita y el vestidito ligero, mientras yo también me vestí aceleradamente.
La dejé, por suerte a tiempo, en la puerta de la escuela.
La llamé por teléfono una hora después. Con voz, apenas audible para que no se enteraran los hijitos, aceptó “almorzar” de nuevo conmigo el jueves siguiente.
El sábado regresaba el marido. La encontró bien cogida.
6 comentarios - Esposa descuidada.
Van ocho puntos
Excelente relato!