Mientras más me iba despertando, mas mi resaca se hacia presente, con lo cual me quitaba del trance en el que estaba, que me ayudaba a permanecer a flote. Me senté en la bañera y me agarre la cabeza.
—¿Que hora es? — le pregunte a la mujer que estaba sentada al lado mío, afuera de la ducha.
—Las seis de la tarde, ¿Cómo te sentís? — me pregunto. Yo me espante por lo que me dijo.
—¿Las que? — ahí fue cuando hice vocal mi sorpresa, era un mínimo mas de cuatro horas que había perdido en una laguna mental — me duele mucho la cabeza.
—Ya te conozco hace un tiempo, y nunca te escuche gritar así — me dijo y comenzó a acariciar mis piernas, podía ver lo que hacia, pero no sentía nada — ¿esa botella la tomaron entre las dos?.
—No, solo yo, me había enganchado con ella y me dijo que solo íbamos a tener algo si me tomaba toda la botella.
—Ósea tengo suerte de haberte encontrado viva, con esa cantidad de alcohol puro sin mezclar deberías estar tranquilamente en un coma alcohólico.
—Es posible — sonreí y agarre el pasamanos intentando pararme. Comencé a hacerlo y rápidamente me deslice. Por suerte no fue demasiado, me pude mantener de pie, pero instantáneamente Delfina se paro y me agarro, atajando mi caída.
—Te dije despacio — lo dijo con un tono de reprimenda — ¿queres salir?.
—Si — le dije bajando la mirada.
Habiéndole dicho eso, agarro una toalla que estaba colgada sobre un adorno en la pared y me cubrió con ella, se preocupo en secarme bien, y cuando se aseguro de eso tomándome de la cintura me ayudo a salir, destapo la bañadera y me llevo despacio hasta la cama en donde me acostó. Eran menos de veinte pasos de distancia, pero fueron los más largos posibles debido a que en mi vista, todo daba vueltas.
Estando acostada en mi cama, pude ver que en la mesa de luz, había un vaso con lo que supuse era agua fría, dos hielos flotando por encima, una rodaja de limón adentro al igual que un poco de miel reposando en el fondo. La mujer que me estaba acompañando sentada al borde de la cama — acariciando mis pies — me indico que tomara eso, me dijo que era un remedio casero que había aprendido para luchar con la resaca. Confié en lo que me dijo y tomando el vaso bebí un poco de su contenido, los ingredientes extras que llevaba ese vaso no le habían hecho mucha diferencia de sabor, pero si los hielos habían enfriado demasiado el agua, por eso me detuve rápidamente.
—¿Cómo te vas sintiendo? — me preguntó. Yo estaba en un estado zombie, pero a medida que pasaba el tiempo mejoraba.
—Mejor, muchas gracias por cuidarme — se lo dije mirándola, la verdad estaba muy agradecida. Actuaba de forma desinteresada, siendo completamente sincera no tenia por que hacer tanto por mi.
Se quedo una hora mas conmigo, me hizo caricias y se preocupaba por que mi resaca bajara, que lentamente y con el tiempo fue ocurriendo, gracias a la bebida que me había preparado ella. Pasaba mas y mas el tiempo y me iba sintiendo mejor, el dolor de cabeza era ya imperceptible y el control sobre mi cuerpo cada vez mas lo tenia. Ya no sentí necesario que me siguiera cuidando, por eso le agradecí, besándola en la boca, y le dije que podía volver a su casa, que lo hizo, a regañadientes pero al verme bien no lo dudo.
Estando sola, desnuda y todavía ligeramente húmeda en mi cama, me prometí que no volvería a tomar de esa manera, quizás eso era lo mejor, dado el episodio que paso hace unas horas. Recordé que no le había avisado a nadie que finalmente compre mi camioneta, por eso busque mi celular y le envié un par de fotos que había sacado en el concesionario a mi mejor amiga. Un rato después me contesto, felicitándome y alegrándose, al igual que ya proponiéndome un viaje de placer en algún lado cercano. Era una zarpada, pasaría un largo tiempo hasta que me animara a algo así. Me levante de la cama y recorrí mi casa, me sorprendí demasiado al ver que nada estaba fuera de su lugar, debía haber sido Delfina que al venir ordeno todo. Ya que estaba ahí, me puse a ver la televisión, aproveche que hace unos días se había estrenado la cuarta temporada de “Black Mirror”, una serie americana. Nunca me fascino, pero siempre compartí su mensaje entre líneas “La sociedad puede demolerse a sí misma por sus avances tecnológicos si dos o tres piezas caen en su lugar, y esto es lo que podría suceder”. Al terminar cada capitulo me quedaba con una sensación de depresión, a veces leves, o a veces profundas, pero siempre me entretuvo. Puse el primer capitulo y antes de empezarlo, fui a mi cocina, me prepare unos pochoclos y me serví gaseosa en un vaso grande, que mis padres me habían comprado en el cine cuando fuimos a ver una de las películas de “El Señor de los Anillos”.
Al prepararlo todo volví, me recosté en el sillón y me puse a ver el primer capitulo. Duro casi una hora y veinte minutos, tiempo suficiente para hacerme terminar la bebida y los pochoclos. Afortunadamente ya me sentía mucho mejor, para no decir que ya me había recuperado por completo. Comenzaba a anochecer, con lo que pensé que debía empezar a preocuparme por que iba a hacer de cenar, cuando mi celular comenzó a sonar.
—Seria un placer que me acompañaras hoy a cenar, ¿podrías? — era Xavier, un empresario madrileño, tenia mujer e hijos, pero en su ciudad natal, y estando acá necesitaba descargar ciertas cosas.
—Sí, ¿en el lugar de siempre? ¿A que hora? — le pregunté. Solíamos para esas ocasiones frecuentar una típica parilla argentina, lo que se diría un bodegón, un lugar bastante diferente, a lo que un hombre como él, con su nacionalidad, y con posición económica podría visitar.
—Sí, ese mismo. Me gustaría verte con esos tenis negros que tienes, un jean ajustado y una sudadera, estoy cansado de ver gente vestida con formalidades. ¿Puedes estar allí a las diez en punto? Ya he reservado una mesa bajo mi nombre, y yo cuando salga del trabajo iré hasta allí.
—Si, de acuerdo, allí estaré.
Faltaban un par de horas, aun así me gustaba siempre preparme con anticipación. Fui hasta mi habitación, preparando mi ropa; las zapatillas que me indicó, al igual que la musculosa, el jean y un conjunto de ropa interior celeste. Me fui a bañar, y al entrar a la ducha me vinieron a la mente fuertes memorias de hoy a la tarde. Intente olvidarlas y me bañe como siempre, mas que nada procurando estar limpia mas que disfrutarlo. Recordé que ya tenia mi propio transporte, así que me pude quedar un poco mas bajo el agua sabiendo que no iba a tener que perder tiempo buscando un modo de llegar a mi destino.
Un rato después la ducha había llegado a su fin, salí secándome con una toalla y caminando hacia mi habitación, me vestí, me puse desodorante y un poco de perfume en mi cuello al igual que mis muñecas, me arregle el pelo y busque mi cartera. Guarde allí mis cosas y salí del departamento, subí al ascensor y baje hasta el garage que había en el subsuelo, unos días antes había hablado con la gerencia del edificio y pedí por un lugar para mi camioneta, por suerte no estaba repleto y me pude hacer con uno, así que no debía preocuparme por dejar la camioneta en la calle, que en estos días, una no sabría cuanto tardaría en ser vandalizada, o incluso robada.
Me subí dejando la cartera debajo del asiento del acompañante, me arregle un poco en el espejo retrovisor y arranque el auto, retrodeci despacio con él y salí, haciéndome camino para mi cena.
—¿Que hora es? — le pregunte a la mujer que estaba sentada al lado mío, afuera de la ducha.
—Las seis de la tarde, ¿Cómo te sentís? — me pregunto. Yo me espante por lo que me dijo.
—¿Las que? — ahí fue cuando hice vocal mi sorpresa, era un mínimo mas de cuatro horas que había perdido en una laguna mental — me duele mucho la cabeza.
—Ya te conozco hace un tiempo, y nunca te escuche gritar así — me dijo y comenzó a acariciar mis piernas, podía ver lo que hacia, pero no sentía nada — ¿esa botella la tomaron entre las dos?.
—No, solo yo, me había enganchado con ella y me dijo que solo íbamos a tener algo si me tomaba toda la botella.
—Ósea tengo suerte de haberte encontrado viva, con esa cantidad de alcohol puro sin mezclar deberías estar tranquilamente en un coma alcohólico.
—Es posible — sonreí y agarre el pasamanos intentando pararme. Comencé a hacerlo y rápidamente me deslice. Por suerte no fue demasiado, me pude mantener de pie, pero instantáneamente Delfina se paro y me agarro, atajando mi caída.
—Te dije despacio — lo dijo con un tono de reprimenda — ¿queres salir?.
—Si — le dije bajando la mirada.
Habiéndole dicho eso, agarro una toalla que estaba colgada sobre un adorno en la pared y me cubrió con ella, se preocupo en secarme bien, y cuando se aseguro de eso tomándome de la cintura me ayudo a salir, destapo la bañadera y me llevo despacio hasta la cama en donde me acostó. Eran menos de veinte pasos de distancia, pero fueron los más largos posibles debido a que en mi vista, todo daba vueltas.
Estando acostada en mi cama, pude ver que en la mesa de luz, había un vaso con lo que supuse era agua fría, dos hielos flotando por encima, una rodaja de limón adentro al igual que un poco de miel reposando en el fondo. La mujer que me estaba acompañando sentada al borde de la cama — acariciando mis pies — me indico que tomara eso, me dijo que era un remedio casero que había aprendido para luchar con la resaca. Confié en lo que me dijo y tomando el vaso bebí un poco de su contenido, los ingredientes extras que llevaba ese vaso no le habían hecho mucha diferencia de sabor, pero si los hielos habían enfriado demasiado el agua, por eso me detuve rápidamente.
—¿Cómo te vas sintiendo? — me preguntó. Yo estaba en un estado zombie, pero a medida que pasaba el tiempo mejoraba.
—Mejor, muchas gracias por cuidarme — se lo dije mirándola, la verdad estaba muy agradecida. Actuaba de forma desinteresada, siendo completamente sincera no tenia por que hacer tanto por mi.
Se quedo una hora mas conmigo, me hizo caricias y se preocupaba por que mi resaca bajara, que lentamente y con el tiempo fue ocurriendo, gracias a la bebida que me había preparado ella. Pasaba mas y mas el tiempo y me iba sintiendo mejor, el dolor de cabeza era ya imperceptible y el control sobre mi cuerpo cada vez mas lo tenia. Ya no sentí necesario que me siguiera cuidando, por eso le agradecí, besándola en la boca, y le dije que podía volver a su casa, que lo hizo, a regañadientes pero al verme bien no lo dudo.
Estando sola, desnuda y todavía ligeramente húmeda en mi cama, me prometí que no volvería a tomar de esa manera, quizás eso era lo mejor, dado el episodio que paso hace unas horas. Recordé que no le había avisado a nadie que finalmente compre mi camioneta, por eso busque mi celular y le envié un par de fotos que había sacado en el concesionario a mi mejor amiga. Un rato después me contesto, felicitándome y alegrándose, al igual que ya proponiéndome un viaje de placer en algún lado cercano. Era una zarpada, pasaría un largo tiempo hasta que me animara a algo así. Me levante de la cama y recorrí mi casa, me sorprendí demasiado al ver que nada estaba fuera de su lugar, debía haber sido Delfina que al venir ordeno todo. Ya que estaba ahí, me puse a ver la televisión, aproveche que hace unos días se había estrenado la cuarta temporada de “Black Mirror”, una serie americana. Nunca me fascino, pero siempre compartí su mensaje entre líneas “La sociedad puede demolerse a sí misma por sus avances tecnológicos si dos o tres piezas caen en su lugar, y esto es lo que podría suceder”. Al terminar cada capitulo me quedaba con una sensación de depresión, a veces leves, o a veces profundas, pero siempre me entretuvo. Puse el primer capitulo y antes de empezarlo, fui a mi cocina, me prepare unos pochoclos y me serví gaseosa en un vaso grande, que mis padres me habían comprado en el cine cuando fuimos a ver una de las películas de “El Señor de los Anillos”.
Al prepararlo todo volví, me recosté en el sillón y me puse a ver el primer capitulo. Duro casi una hora y veinte minutos, tiempo suficiente para hacerme terminar la bebida y los pochoclos. Afortunadamente ya me sentía mucho mejor, para no decir que ya me había recuperado por completo. Comenzaba a anochecer, con lo que pensé que debía empezar a preocuparme por que iba a hacer de cenar, cuando mi celular comenzó a sonar.
—Seria un placer que me acompañaras hoy a cenar, ¿podrías? — era Xavier, un empresario madrileño, tenia mujer e hijos, pero en su ciudad natal, y estando acá necesitaba descargar ciertas cosas.
—Sí, ¿en el lugar de siempre? ¿A que hora? — le pregunté. Solíamos para esas ocasiones frecuentar una típica parilla argentina, lo que se diría un bodegón, un lugar bastante diferente, a lo que un hombre como él, con su nacionalidad, y con posición económica podría visitar.
—Sí, ese mismo. Me gustaría verte con esos tenis negros que tienes, un jean ajustado y una sudadera, estoy cansado de ver gente vestida con formalidades. ¿Puedes estar allí a las diez en punto? Ya he reservado una mesa bajo mi nombre, y yo cuando salga del trabajo iré hasta allí.
—Si, de acuerdo, allí estaré.
Faltaban un par de horas, aun así me gustaba siempre preparme con anticipación. Fui hasta mi habitación, preparando mi ropa; las zapatillas que me indicó, al igual que la musculosa, el jean y un conjunto de ropa interior celeste. Me fui a bañar, y al entrar a la ducha me vinieron a la mente fuertes memorias de hoy a la tarde. Intente olvidarlas y me bañe como siempre, mas que nada procurando estar limpia mas que disfrutarlo. Recordé que ya tenia mi propio transporte, así que me pude quedar un poco mas bajo el agua sabiendo que no iba a tener que perder tiempo buscando un modo de llegar a mi destino.
Un rato después la ducha había llegado a su fin, salí secándome con una toalla y caminando hacia mi habitación, me vestí, me puse desodorante y un poco de perfume en mi cuello al igual que mis muñecas, me arregle el pelo y busque mi cartera. Guarde allí mis cosas y salí del departamento, subí al ascensor y baje hasta el garage que había en el subsuelo, unos días antes había hablado con la gerencia del edificio y pedí por un lugar para mi camioneta, por suerte no estaba repleto y me pude hacer con uno, así que no debía preocuparme por dejar la camioneta en la calle, que en estos días, una no sabría cuanto tardaría en ser vandalizada, o incluso robada.
Me subí dejando la cartera debajo del asiento del acompañante, me arregle un poco en el espejo retrovisor y arranque el auto, retrodeci despacio con él y salí, haciéndome camino para mi cena.
4 comentarios - Mis experiencias como una mujer escort (XXI)