Hace 6 años escribí este relato.. hoy la volví a ver a mi tía y me dieron ganas de releerlo y volver a compartirlo con ustedes. Tiene el culo más gordo y las tetas más caídas.. pero cómo me la cogería!
Para hacerlo mejor, pongo una foto de sus tetas, foto que conseguí algunos años después..
Disfruten como yo,
L.
Dos de la mañana, día sábado, pleno mes de mayo.
Uno de esos meses histéricamente fríos y calientes a la vez, siempre congelándonos en la noche, siempre tibios de día. Estaba en la casa de mis primos, como tantas otras noches, aprovechando, ésta vez, que nuestros padres se habían ido juntos al cine.
En esas ocasiones, nos juntábamos los cuatro, mis dos primos, mi hermano y yo, a jugar a la playstation, boludear, cosas de pendejos.
Ésa noche, no sólo nos habíamos juntado, sino que también nos quedábamos a dormir, cosa que yo, a mis diecisiete años, amaba.
Mi deporte favorito era, cuando todos se dormían, levantarme, simulando, por las dudas, que iba al baño, dirigirme al lavadero, buscar alguna de las tangas usadas de mi tía, y masturbarme, acabar en la tanga, oler su perfume vaginal tan sabroso y carnal, tan íntimo y puro, tan caliente.
Ella, Mariana, tenía casi cuarenta años, un cuerpo ya avejentado por los años y por los dos embarazos, su culo estaba caído y celulítico, pero sus piernas las mantenía sexy y jóvenes, a fuerza de ejercicio diario, y tenía apenas unos rollitos, por lo que no podríamos considerarla flaca. Su cara era una cara común y corriente, nadie diría de ella que era una belleza, pero tampoco que era fea: una mujer común, un cuerpo común, una vida normal, hasta que mostraba su escote.
Tenía las mejores tetas que conocí jamás. Eran redonditas, grandes, rebotaban cuando se movía, eran tetas de culto. Parecían suaves a la vista, al tacto, a todo.
Desde que mi pene tuvo uso de razón, sus tetas eran una fija para mis pajas, y el descubrimiento de sus tangas y sus corpiños fue, quizás, la mayor fantasía de mi vida adolescente.
Esa noche, como tantas, había esperado a que todos se hubiesen ido a dormir, mis tíso incluso ya habían llegado del cine y estaban en la cama también, por lo que había corrido al lavadero y tomado una de sus tangas preferidas, animal print de leopardo, y me acosté en el piso del lavadero a tocarme.
Acabé una vez, y me tomé un respiro para volver a comenzar.
En el interín de mis pajas, escuché un sonido que, a lo lejos, parecían gemidos. Con la pija como brújula, despacio y semi en bolas me fui acercando hasta la pieza de mis tíos.
La puerta estaba apenas entornada, como cuando uno la cierra sin prestarle mucha atención y se vuelve a abrir apenas, dejando un pequeño resquicio para espiar.
Mis oídos confirmaron lo que mi pija quería más que nada en el mundo: mis tíos estaban garchando de lo lindo.
Con la mano empujé apenas más la puerta, evitando hacer ruido, evitando ser descubierto, y pude observar la imagen más linda de mi vida sexual hasta entonces: mi tía estaba cabalgando a mi tío, dándole la espalda y con una cara de puta que me paró la pija más de lo que creí que podría crecer alguna vez.
Sus exuberantes tetas se movían hacia arriba y hacia abajo con cada embestida, con unos pezones grandes y oscuros, tal como yo imaginaba que los tenía.
Gemía y decía ‘AH, AH’ como una trola desenfrenada, su cara se retorcía de placer, los ojos cerrados, la cabeza hacia el techo.
Eso fue lo que me impulsó a abrir un poco más la puerta, y a sacar mi verga y empezar a masturbarme.
Pensé en ir a buscar mi celular para filmar semejante espectáculo, pero la calentura pudo más y me apoyé contra una pared y empecé a sacudírmela.
No habían pasado más de dos minutos cuando mi tío le dijo ‘acabo’ y ella lo miró, amenazante, odiándolo, instándolo a esperar. A mí todavía me faltaba un rato, hacía apenas cinco minutos me había descargado sobre la tanga y todavía no tenía leche para volver a tirar.
Él hizo un gemido más prolongado, y le pegó en el culo un cachetazo. Ella se levantó y, antes de que pueda reaccionar, se encaminó hacia la puerta del cuarto.
Dí media vuelta y empecé a caminar con todo el sigilo y la velocidad que me dieron las piernas y la pija parada, pero así y todo el pasillo que me separaba de mi habitación era demasiado largo como para no ser descubierto, por lo que decidí refugiarme en el lavadero, que estaba más cerca, y, con la luz apagada, quizás podría zafar.
Ella se metió en el baño, momento en el cual dudé en escaparme, pero el miedo y la posibilidad de volver a verla desnuda me retuvieron.
Cuando la oigo salir, escucho que se acerca a su habitación, le dice al marido algo que no logro entender, y cierra la puerta de su habitación.
Esperando alguna señal de que se haya quedado adentro, espero, en el más tranquilo silencio, con la pija en la mano y los nervios a flor de piel.
En eso escucho que alguien entra al lavadero.
-Asique sos vos, eh- me habían descubierto
-Perdón, tía… no quise ver nada, fue la curiosidad
-No hablo de hoy, Maxi.. hablo de las tangas
-Qué?
-No te hagas el tonto, Maximiliano. Sé que hace meses, quizás años, venís pajeándote con mis tangas
-Yo no, te juro que no tía
-No me mientas. Mentir está mal, masturbarse no. Mis hijos lo hacen, tu tío lo hace.. todos lo hacemos
-Vos también? – decidí plantarme, hacerle frente a la vergüenza, no dejar que me gane por pendejo
-Obvio. A veces cuando tu tío no está y no tengo nadie que me deje satisfecha, me toco.
-Y hoy?
-Hoy qué?
Ya estaba jugado. Si prendía la luz me vería en pelotas, pero también sabía que ella estaba desnuda, por lo que no podría pillarme sin daños colaterales. Haciéndome el tonto, me puse de pié y me acerqué a ella, tratando de que no lo note.
-Hoy el tío no te dejó muy contenta, me pareció
-Puede ser.
-Y no te vas a tocar?
-Me parece que no entendiste cómo es la cosa acá, Maxi- dijo, sin esperar mi respuesta, descolocándome por completo-. Yo te dije que me toco cuando tu tío no está o cuando no hay nadie que pueda satisfacerme por completo. Y hoy.. hoy estás vos.
-Yo?
-Si. No querés cogerme? Bueno. Ésta es tu oportunidad.
-Pero… - no salía de mi asombro. Me iba a garchar a mi tía, en su casa, con sus hijos y su marido durmiendo, y yo chupándole las tetas hasta que la putita acabe.
-Vení, vení.
Me agarró, a tientas en la oscuridad, y tomó mi pija con una mano. De a poco empezó a moverla, a pajearme con su mano experta, primero lento, de punta a punta, acelerando cada tanto, divirtiéndose con mis gemidos.
Luego se agachó y empezó a besarla. Piquitos, apenas, en mis huevos y todo mi tronco, hasta que tiró mi prepucio para atrás y pasó su lengua por mi glande, el instante más placentero de mi vida, el mejor momento de todos. Luego su boca absorbió mi pija, y estuvo chupando como la trola que había descubierto que era, más cuando supo que estaba por acabar me la soltó, se irguió y puso mi cabeza a la altura de sus tetas.
-te gustan? Sé que te gustan, putito, te la pasás mirandome el escote, sos un pajerito como todos, ves una teta y acabás. Chupamela, vení, chupamelá hasta que yo no aguante más.
Visto cómo venía la cosa, no dudé. Tomé con una mano una de sus tetas, y con la boca empecé a chupar la otra, a morder, a jugar con su pezón gigante y durito, mientras mi otra mano aprovechaba lo grande de su culo caído y manoseaba todo lo que pudiera parecer digno de tocar, metía apenas mi dedo en la raya de su ano, con tanto miedo como placer, siempre chupando una u otra teta, saciándome de tan perfecto manjar.
Pasado un rato, me volvió a acostar en el suelo, pero ésta vez se sentó sobre mi cara.
-Te gustan las putas, Maxi?
-Mucho, tía
-Entonces ésta te va a encantar. Chupame toda, pendejo, chupame hasta que me saques todos los jugos que tu tío no sabe sacarme, que después viene lo mejor
Ahora sí estaba jugado. Nunca había chupado una concha, ni conocía qué gusto o qué aroma tenía. Debo decir ahora que las maduras lo tienen mucho más fuerte, el olor, el gusto, la textura, todo. Igualmente, creo que nunca chupé una concha con tantas ganas y tanto descontrol como esa noche, por mucho gusto a pija o forro que ya pudiera tener, gracias a mi tío, para mí fue la mejor chupada que jamás haya hecho, y eso que no tenía experiencia.
Tardé bastante en hacerla acabar, pero mi lengua juguetona estaba dispuesta a pelear hasta el final, no perdería la oportunidad de darle a mi tía el placer que se merecía, sabía que si aprovechaba ésta chance luego vendrían muchísimas más…
Lo que jamás pensé que haría, claro, era que la muy puta, luego de acabar, se levantó, como si nada, me besó la pija una vez más y me dijo:
-Maxi, la próxima traé varios forros, porque a ésta pija yo me la quiero coger un buen rato
Y me dejó, no sin antes tirarme la tanga que había usado ese día, para que yo acabara mi mejor paja en mucho tiempo.
Para hacerlo mejor, pongo una foto de sus tetas, foto que conseguí algunos años después..
Disfruten como yo,
L.
Dos de la mañana, día sábado, pleno mes de mayo.
Uno de esos meses histéricamente fríos y calientes a la vez, siempre congelándonos en la noche, siempre tibios de día. Estaba en la casa de mis primos, como tantas otras noches, aprovechando, ésta vez, que nuestros padres se habían ido juntos al cine.
En esas ocasiones, nos juntábamos los cuatro, mis dos primos, mi hermano y yo, a jugar a la playstation, boludear, cosas de pendejos.
Ésa noche, no sólo nos habíamos juntado, sino que también nos quedábamos a dormir, cosa que yo, a mis diecisiete años, amaba.
Mi deporte favorito era, cuando todos se dormían, levantarme, simulando, por las dudas, que iba al baño, dirigirme al lavadero, buscar alguna de las tangas usadas de mi tía, y masturbarme, acabar en la tanga, oler su perfume vaginal tan sabroso y carnal, tan íntimo y puro, tan caliente.
Ella, Mariana, tenía casi cuarenta años, un cuerpo ya avejentado por los años y por los dos embarazos, su culo estaba caído y celulítico, pero sus piernas las mantenía sexy y jóvenes, a fuerza de ejercicio diario, y tenía apenas unos rollitos, por lo que no podríamos considerarla flaca. Su cara era una cara común y corriente, nadie diría de ella que era una belleza, pero tampoco que era fea: una mujer común, un cuerpo común, una vida normal, hasta que mostraba su escote.
Tenía las mejores tetas que conocí jamás. Eran redonditas, grandes, rebotaban cuando se movía, eran tetas de culto. Parecían suaves a la vista, al tacto, a todo.
Desde que mi pene tuvo uso de razón, sus tetas eran una fija para mis pajas, y el descubrimiento de sus tangas y sus corpiños fue, quizás, la mayor fantasía de mi vida adolescente.
Esa noche, como tantas, había esperado a que todos se hubiesen ido a dormir, mis tíso incluso ya habían llegado del cine y estaban en la cama también, por lo que había corrido al lavadero y tomado una de sus tangas preferidas, animal print de leopardo, y me acosté en el piso del lavadero a tocarme.
Acabé una vez, y me tomé un respiro para volver a comenzar.
En el interín de mis pajas, escuché un sonido que, a lo lejos, parecían gemidos. Con la pija como brújula, despacio y semi en bolas me fui acercando hasta la pieza de mis tíos.
La puerta estaba apenas entornada, como cuando uno la cierra sin prestarle mucha atención y se vuelve a abrir apenas, dejando un pequeño resquicio para espiar.
Mis oídos confirmaron lo que mi pija quería más que nada en el mundo: mis tíos estaban garchando de lo lindo.
Con la mano empujé apenas más la puerta, evitando hacer ruido, evitando ser descubierto, y pude observar la imagen más linda de mi vida sexual hasta entonces: mi tía estaba cabalgando a mi tío, dándole la espalda y con una cara de puta que me paró la pija más de lo que creí que podría crecer alguna vez.
Sus exuberantes tetas se movían hacia arriba y hacia abajo con cada embestida, con unos pezones grandes y oscuros, tal como yo imaginaba que los tenía.
Gemía y decía ‘AH, AH’ como una trola desenfrenada, su cara se retorcía de placer, los ojos cerrados, la cabeza hacia el techo.
Eso fue lo que me impulsó a abrir un poco más la puerta, y a sacar mi verga y empezar a masturbarme.
Pensé en ir a buscar mi celular para filmar semejante espectáculo, pero la calentura pudo más y me apoyé contra una pared y empecé a sacudírmela.
No habían pasado más de dos minutos cuando mi tío le dijo ‘acabo’ y ella lo miró, amenazante, odiándolo, instándolo a esperar. A mí todavía me faltaba un rato, hacía apenas cinco minutos me había descargado sobre la tanga y todavía no tenía leche para volver a tirar.
Él hizo un gemido más prolongado, y le pegó en el culo un cachetazo. Ella se levantó y, antes de que pueda reaccionar, se encaminó hacia la puerta del cuarto.
Dí media vuelta y empecé a caminar con todo el sigilo y la velocidad que me dieron las piernas y la pija parada, pero así y todo el pasillo que me separaba de mi habitación era demasiado largo como para no ser descubierto, por lo que decidí refugiarme en el lavadero, que estaba más cerca, y, con la luz apagada, quizás podría zafar.
Ella se metió en el baño, momento en el cual dudé en escaparme, pero el miedo y la posibilidad de volver a verla desnuda me retuvieron.
Cuando la oigo salir, escucho que se acerca a su habitación, le dice al marido algo que no logro entender, y cierra la puerta de su habitación.
Esperando alguna señal de que se haya quedado adentro, espero, en el más tranquilo silencio, con la pija en la mano y los nervios a flor de piel.
En eso escucho que alguien entra al lavadero.
-Asique sos vos, eh- me habían descubierto
-Perdón, tía… no quise ver nada, fue la curiosidad
-No hablo de hoy, Maxi.. hablo de las tangas
-Qué?
-No te hagas el tonto, Maximiliano. Sé que hace meses, quizás años, venís pajeándote con mis tangas
-Yo no, te juro que no tía
-No me mientas. Mentir está mal, masturbarse no. Mis hijos lo hacen, tu tío lo hace.. todos lo hacemos
-Vos también? – decidí plantarme, hacerle frente a la vergüenza, no dejar que me gane por pendejo
-Obvio. A veces cuando tu tío no está y no tengo nadie que me deje satisfecha, me toco.
-Y hoy?
-Hoy qué?
Ya estaba jugado. Si prendía la luz me vería en pelotas, pero también sabía que ella estaba desnuda, por lo que no podría pillarme sin daños colaterales. Haciéndome el tonto, me puse de pié y me acerqué a ella, tratando de que no lo note.
-Hoy el tío no te dejó muy contenta, me pareció
-Puede ser.
-Y no te vas a tocar?
-Me parece que no entendiste cómo es la cosa acá, Maxi- dijo, sin esperar mi respuesta, descolocándome por completo-. Yo te dije que me toco cuando tu tío no está o cuando no hay nadie que pueda satisfacerme por completo. Y hoy.. hoy estás vos.
-Yo?
-Si. No querés cogerme? Bueno. Ésta es tu oportunidad.
-Pero… - no salía de mi asombro. Me iba a garchar a mi tía, en su casa, con sus hijos y su marido durmiendo, y yo chupándole las tetas hasta que la putita acabe.
-Vení, vení.
Me agarró, a tientas en la oscuridad, y tomó mi pija con una mano. De a poco empezó a moverla, a pajearme con su mano experta, primero lento, de punta a punta, acelerando cada tanto, divirtiéndose con mis gemidos.
Luego se agachó y empezó a besarla. Piquitos, apenas, en mis huevos y todo mi tronco, hasta que tiró mi prepucio para atrás y pasó su lengua por mi glande, el instante más placentero de mi vida, el mejor momento de todos. Luego su boca absorbió mi pija, y estuvo chupando como la trola que había descubierto que era, más cuando supo que estaba por acabar me la soltó, se irguió y puso mi cabeza a la altura de sus tetas.
-te gustan? Sé que te gustan, putito, te la pasás mirandome el escote, sos un pajerito como todos, ves una teta y acabás. Chupamela, vení, chupamelá hasta que yo no aguante más.
Visto cómo venía la cosa, no dudé. Tomé con una mano una de sus tetas, y con la boca empecé a chupar la otra, a morder, a jugar con su pezón gigante y durito, mientras mi otra mano aprovechaba lo grande de su culo caído y manoseaba todo lo que pudiera parecer digno de tocar, metía apenas mi dedo en la raya de su ano, con tanto miedo como placer, siempre chupando una u otra teta, saciándome de tan perfecto manjar.
Pasado un rato, me volvió a acostar en el suelo, pero ésta vez se sentó sobre mi cara.
-Te gustan las putas, Maxi?
-Mucho, tía
-Entonces ésta te va a encantar. Chupame toda, pendejo, chupame hasta que me saques todos los jugos que tu tío no sabe sacarme, que después viene lo mejor
Ahora sí estaba jugado. Nunca había chupado una concha, ni conocía qué gusto o qué aroma tenía. Debo decir ahora que las maduras lo tienen mucho más fuerte, el olor, el gusto, la textura, todo. Igualmente, creo que nunca chupé una concha con tantas ganas y tanto descontrol como esa noche, por mucho gusto a pija o forro que ya pudiera tener, gracias a mi tío, para mí fue la mejor chupada que jamás haya hecho, y eso que no tenía experiencia.
Tardé bastante en hacerla acabar, pero mi lengua juguetona estaba dispuesta a pelear hasta el final, no perdería la oportunidad de darle a mi tía el placer que se merecía, sabía que si aprovechaba ésta chance luego vendrían muchísimas más…
Lo que jamás pensé que haría, claro, era que la muy puta, luego de acabar, se levantó, como si nada, me besó la pija una vez más y me dijo:
-Maxi, la próxima traé varios forros, porque a ésta pija yo me la quiero coger un buen rato
Y me dejó, no sin antes tirarme la tanga que había usado ese día, para que yo acabara mi mejor paja en mucho tiempo.
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