La amiga de mi madre solía visitarnos una vez a la semana por lo menos. Ella era realmente hermosa, caderona, con un increíble culo, buenas tetas y además de todos estos atributos físicos, se vestía elegante y sensual.
Su nombre era Laura y yo no podía sacármela de mi mente por más que fuera la amiga de mi vieja. Era bastante más joven que ella, de unos 35 años de edad. Yo solo tenía 19 años, por cierto que esta belleza me echo el ojo apenas nos conocimos. Yo quedé completamente enamorado de su frescura y por lo linda que era.
Un día vino con un vestido entero que hizo saltar mi cordura en mil pedazos. No podía dejarla de contemplar: sus gruesos y hermosos labios pintados; sus largas y perfectas piernas; su culito redondo debajo de su corto vestido. Todo esto dejaba a mis sentidos volar en la más absoluta fantasía. A menudo me la imaginaba desnudándose en el living comedor mientras mi madre le hablaba desde la cocina mientras yo disimuladamente jugaba con mi PlayStation y la miraba de reojo.
Laura sabía que yo la miraba cuando ella venía. Casi siempre cruzaba sus piernas de a propósito para que pudiera verla y contemplarla como un baboso degenerado. Además yo sabía que era una guarra come hombres. En una fiesta de fin de año, Laura charlaba acaloradamente con un amigo de mi mamá, y estos dos se terminaron yendo juntos. A los pocos días me enteré por mi vieja que habían estado juntos, porque a ella no le había gustado nada lo que Laurita había hecho.
La verdad era que yo quería estar con ella. Solo me llevaba unos 16 años más y le tenía muchas ganas, quería hacerle de todo.
Llegó el día que probaría mi suerte. Haría cualquier cosa para tener a Laura entre mis brazos. Bueno, ese día por fin llegó.
Laura tocó la puerta y la hice pasar al living comedor. Mi madre justo no se encontraba en casa y yo le dije que en un momento volvía, que había ido al médico. Ella quiso volverse a su casa pero la convencí que se quedara.
Laura me pregunto:
- ¡Manu! ¿Cómo te está yendo en el colegio?
YO: - Ya terminé el colegio Lau. Ahora voy a tratar de conseguir un empleo.
L: - ¡Qué lindo manu! Y decime algo... ¿Vos tenés novia?
YO: - No.
L: - ¡Ahh! ¡Pero un chico tan lindo y no tiene novia!
Me quedé mudo, no sabía que contestar. Apenas llegó a casa, no me dejó de mirar y cuando me hablaba me miraba con sus penetrantes ojos pintados. Tenía muchas ganas de que Laura hoy fuera mi puta.
Mientras la amiguita de mi vieja miraba el celular, me acerqué con un mate y ella me miró entusiasmada y me dijo:
- ¡Hay manu que rico un mate!
A lo que yo le contesté:
- ¡Si esta rico! ¡Chupá Lau!
L: (se sonrió) - ¡Me encanta!
Veía como movía sus piernas dejándome ver su bombacha y yo sentándome mas cerca le dije que era muy sensual. Mi ojo clínico no dejaba de mirarla.
L: - Yo se manu que vos sos muy lindo. Yo selo venir a ver a tu mamá pero en realidad vengo a verte a vos. Me gustas manu... (Se hizo un silencio)
Ni bien pude reaccionar a este hermoso sonido de sus palabras, sentí algo en mi estómago, como un calambre que lentamente se me iba yendo.
Ambos sabíamos que mi madre tardaría un buen rato. Ambos también sabíamos que el encuentro por fin se daba. Yo estaba como una pava hirviendo y Lau estaba tocándose su entrepierna por sobre su vestido. Yo en unos minutos me enteraría que Laurita perfumaba su ropa interior y que le encantaría como le saboreaba su clítoris. Ni bien dejamos ese instante de silencio en el pasado, nos buscamos con nuestras bocas y lenguas. Nos saboreamos derritiendo nuestros enhielados prejuicios. Utilizamos nuestras lenguas para transgredirnos en cada rincón de nuestro cuerpo.
Luego de besarnos, Laura me pidió que le besara su sexo. Me decía:
- ¡Ay pendejo que bien me chupas la concha! Ahhh!
Más fuerte le metía la lengua, le cogía con mi lengua y sentía ese sabor a flujo vaginal que me hacía perder la cabeza. Ella la empujaba para que sintiera más mi boca sobre su vagina. Cuando terminé, le saque su tanga dejándole el vestido pero subiéndoselo para poderle ver su precioso culito. Me mostró esa manzanita y desde luego metí mi lengua por su ano, mordiendo esa espectacular manzana suya que parecía invitarte a un banquete de lujuria.
Cuando humedecí bien sus dos agujeros, ella siguió en posición perrito, con su culo mirando a mi cara. Tenía mi pija dura como una roca y de espaldas a mí, Laurita me pajeaba como si ordeñara una ubre. Ella estaba acostumbrada a ordeñar machos y su premio era sacar toda la leche para su deleite. Pero todavía no elegiría eso, en lugar de hacerme acabar, ella se metería mi trozo por su vagina. Yo comencé a penetrarla despacio mientras se le perdía la mirada. Ella sentía mis embates sobre su húmeda vagina y yo miraba ese lindo culito suyo. Laura se veía hermosa con su pelo lacio y su pinta de puta refinada.
Ella se dio vuelta y me pidió que me la coja tipo misionero, luego la alce, mientras ella se subía por sobre mi cintura y la subía y bajaba penetrando una y otra vez su concha. Me dolían los brazos que ya no sentía, pero el placer de estar por explotar era cuestión de segundos hasta que quise sacarla pero ella dijo:
- ¡No manu! ¡Acabame adentro!
No tuve otra que echarle toda mi leche dentro suyo. Ella suspiro alegre mientras metía sus dedos en su vagina para saborear mi leche mezclada con sus jugos.
A los cinco minutos llegó mi madre, apenas ella se ya se había ido.
FIN
Su nombre era Laura y yo no podía sacármela de mi mente por más que fuera la amiga de mi vieja. Era bastante más joven que ella, de unos 35 años de edad. Yo solo tenía 19 años, por cierto que esta belleza me echo el ojo apenas nos conocimos. Yo quedé completamente enamorado de su frescura y por lo linda que era.
Un día vino con un vestido entero que hizo saltar mi cordura en mil pedazos. No podía dejarla de contemplar: sus gruesos y hermosos labios pintados; sus largas y perfectas piernas; su culito redondo debajo de su corto vestido. Todo esto dejaba a mis sentidos volar en la más absoluta fantasía. A menudo me la imaginaba desnudándose en el living comedor mientras mi madre le hablaba desde la cocina mientras yo disimuladamente jugaba con mi PlayStation y la miraba de reojo.
Laura sabía que yo la miraba cuando ella venía. Casi siempre cruzaba sus piernas de a propósito para que pudiera verla y contemplarla como un baboso degenerado. Además yo sabía que era una guarra come hombres. En una fiesta de fin de año, Laura charlaba acaloradamente con un amigo de mi mamá, y estos dos se terminaron yendo juntos. A los pocos días me enteré por mi vieja que habían estado juntos, porque a ella no le había gustado nada lo que Laurita había hecho.
La verdad era que yo quería estar con ella. Solo me llevaba unos 16 años más y le tenía muchas ganas, quería hacerle de todo.
Llegó el día que probaría mi suerte. Haría cualquier cosa para tener a Laura entre mis brazos. Bueno, ese día por fin llegó.
Laura tocó la puerta y la hice pasar al living comedor. Mi madre justo no se encontraba en casa y yo le dije que en un momento volvía, que había ido al médico. Ella quiso volverse a su casa pero la convencí que se quedara.
Laura me pregunto:
- ¡Manu! ¿Cómo te está yendo en el colegio?
YO: - Ya terminé el colegio Lau. Ahora voy a tratar de conseguir un empleo.
L: - ¡Qué lindo manu! Y decime algo... ¿Vos tenés novia?
YO: - No.
L: - ¡Ahh! ¡Pero un chico tan lindo y no tiene novia!
Me quedé mudo, no sabía que contestar. Apenas llegó a casa, no me dejó de mirar y cuando me hablaba me miraba con sus penetrantes ojos pintados. Tenía muchas ganas de que Laura hoy fuera mi puta.
Mientras la amiguita de mi vieja miraba el celular, me acerqué con un mate y ella me miró entusiasmada y me dijo:
- ¡Hay manu que rico un mate!
A lo que yo le contesté:
- ¡Si esta rico! ¡Chupá Lau!
L: (se sonrió) - ¡Me encanta!
Veía como movía sus piernas dejándome ver su bombacha y yo sentándome mas cerca le dije que era muy sensual. Mi ojo clínico no dejaba de mirarla.
L: - Yo se manu que vos sos muy lindo. Yo selo venir a ver a tu mamá pero en realidad vengo a verte a vos. Me gustas manu... (Se hizo un silencio)
Ni bien pude reaccionar a este hermoso sonido de sus palabras, sentí algo en mi estómago, como un calambre que lentamente se me iba yendo.
Ambos sabíamos que mi madre tardaría un buen rato. Ambos también sabíamos que el encuentro por fin se daba. Yo estaba como una pava hirviendo y Lau estaba tocándose su entrepierna por sobre su vestido. Yo en unos minutos me enteraría que Laurita perfumaba su ropa interior y que le encantaría como le saboreaba su clítoris. Ni bien dejamos ese instante de silencio en el pasado, nos buscamos con nuestras bocas y lenguas. Nos saboreamos derritiendo nuestros enhielados prejuicios. Utilizamos nuestras lenguas para transgredirnos en cada rincón de nuestro cuerpo.
Luego de besarnos, Laura me pidió que le besara su sexo. Me decía:
- ¡Ay pendejo que bien me chupas la concha! Ahhh!
Más fuerte le metía la lengua, le cogía con mi lengua y sentía ese sabor a flujo vaginal que me hacía perder la cabeza. Ella la empujaba para que sintiera más mi boca sobre su vagina. Cuando terminé, le saque su tanga dejándole el vestido pero subiéndoselo para poderle ver su precioso culito. Me mostró esa manzanita y desde luego metí mi lengua por su ano, mordiendo esa espectacular manzana suya que parecía invitarte a un banquete de lujuria.
Cuando humedecí bien sus dos agujeros, ella siguió en posición perrito, con su culo mirando a mi cara. Tenía mi pija dura como una roca y de espaldas a mí, Laurita me pajeaba como si ordeñara una ubre. Ella estaba acostumbrada a ordeñar machos y su premio era sacar toda la leche para su deleite. Pero todavía no elegiría eso, en lugar de hacerme acabar, ella se metería mi trozo por su vagina. Yo comencé a penetrarla despacio mientras se le perdía la mirada. Ella sentía mis embates sobre su húmeda vagina y yo miraba ese lindo culito suyo. Laura se veía hermosa con su pelo lacio y su pinta de puta refinada.
Ella se dio vuelta y me pidió que me la coja tipo misionero, luego la alce, mientras ella se subía por sobre mi cintura y la subía y bajaba penetrando una y otra vez su concha. Me dolían los brazos que ya no sentía, pero el placer de estar por explotar era cuestión de segundos hasta que quise sacarla pero ella dijo:
- ¡No manu! ¡Acabame adentro!
No tuve otra que echarle toda mi leche dentro suyo. Ella suspiro alegre mientras metía sus dedos en su vagina para saborear mi leche mezclada con sus jugos.
A los cinco minutos llegó mi madre, apenas ella se ya se había ido.
FIN
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