Desde hace tiempo que mi marido tiene la intención de independizarse de la empresa para la que trabaja. Algo que yo misma he venido incentivando, ya que, entre otras cosas, cada vez me resulta más incómodo cruzarme con Bruno, el padre de mi hijo, cada vez que voy a visitarlo a su oficina.
Por tal motivo hace unos días tuvo que viajar a Rosario, luego a Colonia y ahora se le presentaba la oportunidad de entrevistarse con un importante empresario que, de aceptar su asesoría, le permitiría cumplir de una vez por todas el sueño de la autonomía laboral.
Para ello debía viajar a Mendoza, pero tendría que hacerlo durante un fin de semana, ya que el mencionado empresario, dueño de bodegas no solo acá en el país, sino también en el extranjero, estaría en la ciudad durante ese sábado y domingo, para luego partir rumbo a España.
Cuando me lo dijo, egoísta de mí, no pensé en que finalmente estaba a punto de cumplir su mayor anhelo, sino en Marlon, y en que al menos tendría dos noches para pasarlas con él.
Mi marido saldría el viernes y volvería el domingo. Yo misma me ocupé de conseguirle los pasajes, para tener en claro los horarios y armar así mi propio cronograma.
Lo primero, incluso antes de llamar a Marlon, era conseguir a alguien que cuidara al Ro.
Esta vez, obviamente, no podía contar con mi querida suegra, ya que al estar su hijo de viaje, resultaría demasiado sospechoso pedirle que se quede cuidando al nieto mientras yo salía de joda. ¿Por qué para que otra cosa sino saldría un viernes en la noche?
Tengo una muy buena relación con ella, por lo que no quería arruinarla por una calentura, aunque esa calentura me viniera trastornado la cabeza desde hace unos cuántos días.
Con mi suegrita fuera, pensé en mis viejos. No sería la primera vez que llevaría al Ro a San Justo para que ellos lo cuiden, claro que nunca con mi marido fuera de casa, por lo que allí también tendría que soportar miradas inquisitivas y reprobatorias. Hasta me imaginaba a mi mamá diciéndome: "¿Y para qué querés quedarte sola un viernes en la noche?, si el pobre angelito ni te molesta".
Y ni les cuento si llegaba a encontrarme con alguno de mis hermanos.
¿Dejarlo al Ro el fin de semana? ¿Con mi marido lejos de casa? Serían capaces de venir y custodiarme hasta que estuviese de vuelta. Así de cuidas son. Por eso cuando me casé lo primero que le dije a mi flamante marido fue que no quería vivir en San Justo. Por suerte en eso me cumplió.
Tras descartar a la familia, me puse en contacto con amigas y conocidas que tuvieran hijos chicos. Así fue como di con Andrea, amiga de una amiga, madre de mellizos, que pese a todo el trajín que ello presupone, no se privaba de salir cada fin de semana. Claro que ella sale con su marido, el padre de sus hijos y yo lo que quería era salir con mi amante.
Por suerte para mí, para que la maternidad no se interponga en su vida social, Andrea tiene en agenda a un par de niñeras de confianza, y hasta una tercera en casos de emergencia, así que me pasó el número de la que no se iba a quedar con sus hijos esa noche.
La chica en cuestión se llama Brisa, tiene 17 años, y cuando me pregunta por cuantas horas la voy a necesitar, le digo que lo más probable es que sea por toda la noche. Para que se venga preparada.
Ahora sí, con lo del Ro solucionado, lo llamo a Marlon.
-¿Que hacés esta noche?- le pregunto apenas me atiende.
-Por lo general los viernes en la noche me voy a bailar- responde, para luego cizañearme -Un boliche es el mejor lugar para conocer lindas mamacitas-
-Los boliches y los restaurantes de comida peruana- le recuerdo.
-También, pero esta noche me toca boliche, tengo hambre pero no de comida-
-Si me invitás te acompaño- le digo, tomándolo totalmente por sorpresa.
-Pero..., ¿tu marido, tu hijo? No me digas que te separaste-
-No tonto, mi marido está de viaje y mi hijo se queda con la niñera- le explico, para luego agregar en tono incitante -Así que si querés sacarte el hambre, esta noche soy toda tuya-
Arreglamos para vernos en su casa, iríamos a bailar, a tomar unas "chelas", como le dice a la cerveza, y luego..., bueno, a "cachar" como locos.
La niñera llega puntual, así que le presento al Ro, le muestro el departamento, y tras darle algunas recomendaciones, me encierro en mi cuarto a prepararme.
Ya son casi las diez, así que antes que nada, me pongo la remera con la caricatura de "Minnie" que uso de pijama, me meto en la cama, y tratando de lucir adormilada, me comunico vía Skype con mi marido, no vaya a ser que se le ocurra llamarme cuando esté en pleno cachengue con mi semental incaico.
Él ya está instalado en su hotel, así que hablamos un rato y nos damos las buenas noches, prometiendo hablar al otro día, luego de una de sus primeras reuniones, lo que por lo menos me da tiempo para volver a casa y reponerme luego de una noche que promete ser pura adrenalina.
Ni bien se corta la comunicación, salto de la cama, me visto, me arreglo y a las diez y cuarto ya estoy saliendo, con la entrepierna empapada de calentura.
Cuando llego a lo de Marlon, nos besamos en esa forma que ya resulta habitual entre nosotros, pese a que ésta es la tercera vez que nos vemos en el transcurso de un par de semanas.
Me invita un trago, se sirve otro para él, y sentándose junto a mí empezamos a juguetear con las lenguas, pasándonos la bebida de boca a boca. Por un momento pienso que me va a coger ahí mismo, en el sofá, como cuando nos conocimos, pero de repente mira la hora, y dejándome así, a punto casi de ebullición, anuncia que ya es hora de irnos.
Salimos y nos vamos caminando por Corrientes, para el lado den Abasto, a un par de cuadras apenas de su casa.
Cuando llegamos me doy cuenta que se trata de una bailanta, aunque de música peruana, nada que ver con la clase de boliche que me había imaginado. Soy de marcha, no de cumbia, aunque de la mano de Marlon me hubiera ido hasta el mismo infierno.
En el interior del local nos encontramos con Jerson y Mayra, a quienes saludo efusivamente, ya que resulta reconfortante encontrar gente conocida en un lugar así.
Brindamos con Pisco Sour, por la hermandad Peruano - Argentina, y vamos a la pista, bailando al ritmo de "Los hermanos Yaipen", " Grupo 5", "Corazón Serrano", "Néctar", " Son tentación" y otras agrupaciones de cumbia peruana que Marlon me va nombrando a medida que suenan por los parlantes.
Los movimientos de Marlon bailando salsa me enloquecen. ¡Por Dios, que manera de mover la cintura! Con razón coge tan bien.
Tras dejar nuestro sudor regado en la pista, nos juntamos con Jerson y Mayra a tomar unas cervezas. Es ahí que Marlon propone seguirla en su casa, lo cuál no me sorprende, ya que desde hace rato vengo notando su excitación. Tiene tantas ganas de coger como yo, aunque sabiendo que tenemos toda la noche para estar juntos, trata de no parecer tan ansioso, lo que a mí se me dificulta mucho más. Soy demasiado evidente cuando de calentura se trata. Por eso me mantengo siempre a su lado, frotándome contra su cuerpo cada vez que tengo la oportunidad.
Ya pasa de la una cuando salimos de la bailanta, ahora sí "a cachar rico", me digo, pero para mi sorpresa, Jerson y Mayra vienen con nosotros. No tengo nada contra ellos, son muy simpáticos, pero esa noche quiero estar con Marlon. Quiero no solo coger con él, sino también dormir y amanecer a su lado. Solo espero que sus amigos no se entretengan demasiado y se vayan temprano.
Al llegar al departamento seguimos con los brindis. Pisco, cerveza, whisky, sidra, arrasamos con todo lo que tiene Marlon en el bar. Y así, entre trago y más trago, terminamos enredados en el sofá, besándonos con evidente urgencia y ansiedad.
Por un momento me olvido de nuestros invitados, concentrándome solo en Marlon y en el néctar de sus labios. Pero cuando me asomo por sobre su hombro para verlos, me doy cuenta que ellos están en la misma faena, besándose con tal pasión que nadie diría que son marido y mujer, ¡y con más de diez años de casados!
Vuelvo a perderme entre los brazos de mi amante, sintiendo su erección palpitar contra mi cuerpo. Que ganas de chupársela, de sentirla vibrar en mi garganta. Él parece desear lo mismo, ya que ajeno a lo que sucede en el sillón de enfrente, se desabrocha el pantalón, volcando ante mí la excelencia en su máxima expresión. Lo miro sorprendida, y con un gesto le señalo a sus amigos, pero restándole importancia a lo que puedan pensar, la sacude tentadoramente frente a mi cara. ¿Cómo resistirme? Ni queriendo podría, así que se la agarro con las dos manos, se la beso en la punta, provocándole un agradable estremecimiento, y sin soltársela, se la chupo con la mayor delectación. Por ese instante me olvido de todo y de todos, me olvido hasta de mí misma, solo soy labios y lengua, consagrados a saborear la Suprema Esencia del Universo.
Cuando vuelvo en mí y miro hacia un costado, la veo a Mayra de rodillas en el suelo haciendo lo mismo con Jerson. ¡¡¡¿¿¿WTF???!!!
Mas allá de la sorpresa que me provoca verlos tan deshinibidos, me resulta admirable que luego de una década juntos, una mujer pueda chuparle la pija a su marido de esa manera, con tanto frenesí y entusiasmo.
Ya les conté que ambos son negros, afroperuanos, por lo que haciéndole justicia a su raza, la verga de Jerson supera la media, y aunque parezca demasiada carne, la golosa de su esposa se la come casi por completo.
Sin dejar de chupársela, lo miro a Marlon, quién rápido de reflejos me hace una seña por demás inequívoca: quiere saber si me gustaría que nos sumemos a ellos.
Ni llego a responderle que ya me está llevando al otro lado de la sala, en donde haciendo que me arrodille junto a Mayra, vuelve a someterme al yugo de su virilidad.
Así estamos las dos, hincadas en el suelo, sumisas y devotas, saboreando cada cuál a su hombre. No hay competencia entre nosotras, solo nos dedicamos a complacerlos en la forma más plena e incondicional en que puede hacerlo una mujer.
Y es ahí que sucede...
Marlon me saca la pija de la boca y la acerca a la de Jerson. Por un momento pienso que se la está comparando, pero entonces, sin que haya ninguna señal previa ni aviso, Mayra deja de chupar la de su macho y se pone a chupar la del mío.
Por un momento me quedo atónita, estupefacta, como si no comprendiera la situación, pese a que estaba más que clara.
A veces me gusta jugar de ingenua, ustedes ya lo saben, por lo que tardo en reaccionar, pero cuando lo hago, me devoro la de Jerson hasta donde puedo. El suspiro que suelta el negro resulta más que expresivo de todo lo que le provoca sentir mis labios argentos en torno a su carne peruana.
Por un rato las dos nos dedicamos a degustar al hombre de la otra, sin pausa ni respiro, hasta que ella misma se saca la pija de Marlon de la boca, y escupiéndola, me la ofrece así, rebosante, con escupida y todo. No estaba como para rechazar semejante manjar, sobre todo tratándose de unos invitados tan selectos, así que dejo la de su marido y vuelvo con mi propio tótem incaico, saboreando en su piel la saliva de Mayra.
A partir de ese momento vamos intercambiando, cruzando entre nosotras algún beso furtivo.
No me resulta placentero besar a otra mujer, pero reconozco que puede ser excitante hacerlo en tal situación, con una poronga de por medio, o dos como en este caso.
-Desde que Marlon nos presentó que quiero hacer esto- dice Jerson bajándome los breteles del vestido.
De un solo toque me desprende el corpiño, y poniéndome la pija entre las tetas, se hace terrible turca. Marlon hace lo propio con Mayra, aunque los pechos de ella resultan insuficientes para contener tanta carne.
Aún así, por la forma en que se miran y disfrutan, sospecho que no es la primera vez que están juntos.
La pija de Jerson ya está por reventar, la de Marlon también, así que coincidiendo apenas con una mirada, cada uno toma a su respectiva mujer y se la lleva al sofá correspondiente.
Supongo que las reglas del intercambio dictan comenzar con la propia pareja, porque con la urgencia del momento, Marlon hace que me ponga en cuatro, y avanzándome por atrás me penetra en esa forma que me resulta tan intensa y estimulante.
En el sofá de enfrente Jerson hace lo propio con su mujer, aunque con su mirada puesta en nosotros, o mejor dicho, en mí, expresando con los ojos las tremendas ganas que tiene de ponérmela.
Yo también tengo ganas de que me la ponga, ya que si bien mi idea era estar con Marlon (y aún lo sigue siendo), la forma en que se están desarrollando los acontecimientos no me desagrada en lo absoluto.
Como me había imaginado, tras una buena escaramuza, ambos se cruzan de sofá, las pijas paradas, el látex brillando por los jugos vaginales que resbalan espesos e incontenibles.
El que me coge ahora, agarrándome fuerte de la cintura, es Jerson, mientras Marlon atiende a Mayra, dándole con ese ímpetu del cual ya no puedo ni quiero prescindir.
El polvo que nos echamos, de forma casi sincronizada, resulta inmenso, apabullante, un orgasmo colectivo que nos envuelve en un mismo halo de fogosa sensualidad. Por un momento nos quedamos derrumbados, componiendo una excelsa sinfonía de gemidos y jadeos.
Un breve descanso, unos tragos para amenizar, y nos vamos al cuarto, todos desnudos, lanzándonos sobre la cama unos sobre otros, en un revoltijo de cuerpos que encienden todos nuestros sentidos.
Besos, abrazos, chupones, mordidas, todo vale en esa amalgama rebosante de lujuria y pasión.
Ahora ellos nos chupan a nosotras, haciendo de nuestras conchas el campo en donde miden la destreza de cada uno respecto al sexo oral. Por supuesto que gana el que me la está comiendo en ese momento, que es Jerson, quién me arranca unos "squirt" por demás violentos y abundantes. Así que, al resultar victorioso, se gana el derecho de volver a cogerme, lo cual hace, aunque después de que le haya retribuido la atención con una buena mamada.
Esta vez me le subo encima, cabalgándolo con frenesí, llenándome hasta el último resquicio con esa gloriosa exquisitez que late como si tuviera vida propia.
La tiene grande Jerson, más que Marlon, aunque si me dieran a elegir me quedo toda la vida con la de mi hincha blanquirrojo.
Igualmente en ese momento me toca disfrutar la de su amigo, por lo que me muevo en torno a ella, subiendo y bajando, meciéndome plácidamente, sintiendo que la vida siempre puede resultar maravillosa si te aguardan sorpresas como ésta.
A nuestro lado Mayra también lo monta a Marlon, por lo que de a ratos nos besamos entre nosotras y hasta nos chupamos las gomas. Nuestros hombres enloquecen, lo cual siempre me resulta desconcertante, ya que a mí no me excitaría para nada ver a dos hombres besándose o teniendo sexo entre ellos, pero por alguna razón el sexo entre mujeres les resulta excitante.
De mutuo acuerdo, entre besos y lamidas, cambiamos de montura. Ahora ella sobre Jerson y yo sobre Marlon, y aunque se note la diferencia de tamaños, acabo no más sentir la de mi Atahualpa personal llenarme con su voluptuosa suficiencia.
Estoy en pleno éxtasis, dejándome arrasar por ese goce supremo, cuando siento un movimiento extraño a mis espaldas. Me volteo y lo veo a Jerson, agazapado sobre mí, pija en mano, listo para someterme a un brutal y profundo doblete.
Primero tantea el terreno, utilizando para ello un par de dedos, los cuales introduce y mueve en forma de pinza. Al notar la elasticidad de toda esa zona, ya bien explorada por sus antecesores, me unta en derredor con abundante saliva y entonces sí, apoya la punta y comienza el empuje, firme, enérgico, sostenido.
Abro la boca para gritar, pero cualquier exclamación queda ahogada en mi garganta. Puede que tenga el culo roto y remendado, pero acuso el impacto. Ahora sí que puedo sentir, en toda su exuberancia, lo grande que Jerson la tiene. Pija de negro, larga, gruesa, bulbosa. Igual, pese al tamaño, mi culito absorbe cada pedazo, como una esponja.
Arqueo la espalda y me muevo tratando de contener todo lo que me sea posible, sintiéndome llena y rebalsada por ambos lados, ya que por adelante Marlon no se queda atrás, empujando como si quisiera ir al encuentro de ese otro invasor y presentarle batalla.
Por un momento parecen olvidarse de mí y compiten entre ellos, como si tuviesen enfrente solo dos agujeros a los cuales rellenar.
Sentada frente a nosotros, como espectadora privilegiada, Mayra observa la escena sin evidencia de celo alguno, pese a que sea su marido el que me está reventando el orto. Tocándose gustosamente ambos orificios, espera ansiosa su turno, aunque tanto Jerson como Marlon parecen empeñados en seguir disfrutándome de todas las formas posibles.
-¡Oe causa, que también quiero probar ese poto!- le dice Marlon a su amigo.
Como una muñeca inerte, cuyo único propósito es complacerlos, me dan la vuelta y el que me encula ahora es Marlon, mientras su amigo me la pone por adelante. De nuevo se mueven, aplastándome entre sus excitados cuerpos, ensanguchándome, llevándome cada vez más cerca de la agonía.
"La pequeña muerte" leí alguna vez que le dicen al orgasmo. ¿Como se le dirá a un orgasmo doble o hasta triple?, ya que los tres nos fundimos en un estremecimiento compartido, disolviéndonos el uno en el otro, mientras nuestros suspiros llenan todo el ambiente con su sonora sensualidad.
Quedo nocaut, fuera de combate, ni me llego a enterar si Mayra recibió también su doble ración, porque cuando me despierto ya es bien entrada la madrugada y estoy durmiendo cucharita con Marlon. Tengo unas terribles ganas de mear, así que me levanto y voy al baño, desnuda como estoy, sintiendo ese escozor en mis partes íntimas que me recuerda el tremendo sometimiento del cual fui feliz protagonista.
De camino al baño veo a Jerson y Mayra, también desnudos, durmiendo acurrucados en el sofá. Y aunque ya la había tenido adentro, la verga de Jerson, aún en reposo me sigue pareciendo inmensa.
Vuelvo con Marlon y al sentir la firmeza de su cuerpo, no puedo evitar encenderme de nuevo.
¡Como me calienta éste tipo, por Dios!
Le agarro la pija sintiendo como enseguida empieza a hincharse pese a que todavía parece estar dormido.
Voy hacia abajo, le separo las piernas y comienzo a lamerle las pelotas, despertándolo poco a poco. Cuando abre los ojos, ya se la estoy chupando. Así que, poniendo las manos detrás de la nuca, se dedica a disfrutar la mamada, incitándome para que se la coma entera.
Le gusta ver como me trago toda su carne, hasta los pelos, saboreando y masticando cada pedazo con esa devoción que ya me resulta tan natural para con él.
Caliente a más no poder agarra uno de los tantos preservativos que están desparramados sobre la mesita de luz, se lo pone y tumbándome de espalda, me pega tremenda cogida, dejándome la concha babeando del gusto.
Le rodeo la cintura con mis piernas y me muevo con él, sintiendo como me desborda y aniquila con cada ensarte.
Enredados como estamos, rodamos sobre la cama, quedando yo arriba, cabalgándolo con movimientos llenos de euforia y excitación.
¡PLAP! ¡PLAP! ¡PLAP!
Nos golpeamos, chocándonos con estrepitosa violencia, y aunque venga adolorida de antes, no me importa, lo único que quiero es gozar, sentir en toda su intensidad ese placer culposo que nuestros cuerpos necesitan expresarse el uno al otro.
Me muevo arriba y abajo, hacia los lados, como una coctelera, yendo al encuentro de mi Creador, esa Fuerza de la Naturaleza que me hace sentir tan viva y rebosante de energía.
Acabo entre lágrimas de gozo y placer, retorciéndome, quebrándome, deslizando mis manos desde mi vientre hasta mis pechos, los cuáles aprieto y masajeo, intentando aprisionar en mi interior hasta el último vestigio de ese orgasmo brutal, casi salvaje, aunque terriblemente hermoso.
Quedo doblegada entre sus brazos, incapaz de moverme, ahogándome en plácidos suspiros.
Por entre la neblina del orgasmo llego a percibir que ya está amaneciendo. Los primeros rayos del alba se cuelan por entre los postigos de la ventana, bañándonos con su prístina luminosidad, dotando a aquel momento de un aura casi celestial.
La noche había mutado en la mañana, y yo seguía desnuda, oliendo a sudor y a sexo, con la concha resistiéndose todavía a cerrarse. ¡Y todavía me faltaba la noche del sábado...!
Por tal motivo hace unos días tuvo que viajar a Rosario, luego a Colonia y ahora se le presentaba la oportunidad de entrevistarse con un importante empresario que, de aceptar su asesoría, le permitiría cumplir de una vez por todas el sueño de la autonomía laboral.
Para ello debía viajar a Mendoza, pero tendría que hacerlo durante un fin de semana, ya que el mencionado empresario, dueño de bodegas no solo acá en el país, sino también en el extranjero, estaría en la ciudad durante ese sábado y domingo, para luego partir rumbo a España.
Cuando me lo dijo, egoísta de mí, no pensé en que finalmente estaba a punto de cumplir su mayor anhelo, sino en Marlon, y en que al menos tendría dos noches para pasarlas con él.
Mi marido saldría el viernes y volvería el domingo. Yo misma me ocupé de conseguirle los pasajes, para tener en claro los horarios y armar así mi propio cronograma.
Lo primero, incluso antes de llamar a Marlon, era conseguir a alguien que cuidara al Ro.
Esta vez, obviamente, no podía contar con mi querida suegra, ya que al estar su hijo de viaje, resultaría demasiado sospechoso pedirle que se quede cuidando al nieto mientras yo salía de joda. ¿Por qué para que otra cosa sino saldría un viernes en la noche?
Tengo una muy buena relación con ella, por lo que no quería arruinarla por una calentura, aunque esa calentura me viniera trastornado la cabeza desde hace unos cuántos días.
Con mi suegrita fuera, pensé en mis viejos. No sería la primera vez que llevaría al Ro a San Justo para que ellos lo cuiden, claro que nunca con mi marido fuera de casa, por lo que allí también tendría que soportar miradas inquisitivas y reprobatorias. Hasta me imaginaba a mi mamá diciéndome: "¿Y para qué querés quedarte sola un viernes en la noche?, si el pobre angelito ni te molesta".
Y ni les cuento si llegaba a encontrarme con alguno de mis hermanos.
¿Dejarlo al Ro el fin de semana? ¿Con mi marido lejos de casa? Serían capaces de venir y custodiarme hasta que estuviese de vuelta. Así de cuidas son. Por eso cuando me casé lo primero que le dije a mi flamante marido fue que no quería vivir en San Justo. Por suerte en eso me cumplió.
Tras descartar a la familia, me puse en contacto con amigas y conocidas que tuvieran hijos chicos. Así fue como di con Andrea, amiga de una amiga, madre de mellizos, que pese a todo el trajín que ello presupone, no se privaba de salir cada fin de semana. Claro que ella sale con su marido, el padre de sus hijos y yo lo que quería era salir con mi amante.
Por suerte para mí, para que la maternidad no se interponga en su vida social, Andrea tiene en agenda a un par de niñeras de confianza, y hasta una tercera en casos de emergencia, así que me pasó el número de la que no se iba a quedar con sus hijos esa noche.
La chica en cuestión se llama Brisa, tiene 17 años, y cuando me pregunta por cuantas horas la voy a necesitar, le digo que lo más probable es que sea por toda la noche. Para que se venga preparada.
Ahora sí, con lo del Ro solucionado, lo llamo a Marlon.
-¿Que hacés esta noche?- le pregunto apenas me atiende.
-Por lo general los viernes en la noche me voy a bailar- responde, para luego cizañearme -Un boliche es el mejor lugar para conocer lindas mamacitas-
-Los boliches y los restaurantes de comida peruana- le recuerdo.
-También, pero esta noche me toca boliche, tengo hambre pero no de comida-
-Si me invitás te acompaño- le digo, tomándolo totalmente por sorpresa.
-Pero..., ¿tu marido, tu hijo? No me digas que te separaste-
-No tonto, mi marido está de viaje y mi hijo se queda con la niñera- le explico, para luego agregar en tono incitante -Así que si querés sacarte el hambre, esta noche soy toda tuya-
Arreglamos para vernos en su casa, iríamos a bailar, a tomar unas "chelas", como le dice a la cerveza, y luego..., bueno, a "cachar" como locos.
La niñera llega puntual, así que le presento al Ro, le muestro el departamento, y tras darle algunas recomendaciones, me encierro en mi cuarto a prepararme.
Ya son casi las diez, así que antes que nada, me pongo la remera con la caricatura de "Minnie" que uso de pijama, me meto en la cama, y tratando de lucir adormilada, me comunico vía Skype con mi marido, no vaya a ser que se le ocurra llamarme cuando esté en pleno cachengue con mi semental incaico.
Él ya está instalado en su hotel, así que hablamos un rato y nos damos las buenas noches, prometiendo hablar al otro día, luego de una de sus primeras reuniones, lo que por lo menos me da tiempo para volver a casa y reponerme luego de una noche que promete ser pura adrenalina.
Ni bien se corta la comunicación, salto de la cama, me visto, me arreglo y a las diez y cuarto ya estoy saliendo, con la entrepierna empapada de calentura.
Cuando llego a lo de Marlon, nos besamos en esa forma que ya resulta habitual entre nosotros, pese a que ésta es la tercera vez que nos vemos en el transcurso de un par de semanas.
Me invita un trago, se sirve otro para él, y sentándose junto a mí empezamos a juguetear con las lenguas, pasándonos la bebida de boca a boca. Por un momento pienso que me va a coger ahí mismo, en el sofá, como cuando nos conocimos, pero de repente mira la hora, y dejándome así, a punto casi de ebullición, anuncia que ya es hora de irnos.
Salimos y nos vamos caminando por Corrientes, para el lado den Abasto, a un par de cuadras apenas de su casa.
Cuando llegamos me doy cuenta que se trata de una bailanta, aunque de música peruana, nada que ver con la clase de boliche que me había imaginado. Soy de marcha, no de cumbia, aunque de la mano de Marlon me hubiera ido hasta el mismo infierno.
En el interior del local nos encontramos con Jerson y Mayra, a quienes saludo efusivamente, ya que resulta reconfortante encontrar gente conocida en un lugar así.
Brindamos con Pisco Sour, por la hermandad Peruano - Argentina, y vamos a la pista, bailando al ritmo de "Los hermanos Yaipen", " Grupo 5", "Corazón Serrano", "Néctar", " Son tentación" y otras agrupaciones de cumbia peruana que Marlon me va nombrando a medida que suenan por los parlantes.
Los movimientos de Marlon bailando salsa me enloquecen. ¡Por Dios, que manera de mover la cintura! Con razón coge tan bien.
Tras dejar nuestro sudor regado en la pista, nos juntamos con Jerson y Mayra a tomar unas cervezas. Es ahí que Marlon propone seguirla en su casa, lo cuál no me sorprende, ya que desde hace rato vengo notando su excitación. Tiene tantas ganas de coger como yo, aunque sabiendo que tenemos toda la noche para estar juntos, trata de no parecer tan ansioso, lo que a mí se me dificulta mucho más. Soy demasiado evidente cuando de calentura se trata. Por eso me mantengo siempre a su lado, frotándome contra su cuerpo cada vez que tengo la oportunidad.
Ya pasa de la una cuando salimos de la bailanta, ahora sí "a cachar rico", me digo, pero para mi sorpresa, Jerson y Mayra vienen con nosotros. No tengo nada contra ellos, son muy simpáticos, pero esa noche quiero estar con Marlon. Quiero no solo coger con él, sino también dormir y amanecer a su lado. Solo espero que sus amigos no se entretengan demasiado y se vayan temprano.
Al llegar al departamento seguimos con los brindis. Pisco, cerveza, whisky, sidra, arrasamos con todo lo que tiene Marlon en el bar. Y así, entre trago y más trago, terminamos enredados en el sofá, besándonos con evidente urgencia y ansiedad.
Por un momento me olvido de nuestros invitados, concentrándome solo en Marlon y en el néctar de sus labios. Pero cuando me asomo por sobre su hombro para verlos, me doy cuenta que ellos están en la misma faena, besándose con tal pasión que nadie diría que son marido y mujer, ¡y con más de diez años de casados!
Vuelvo a perderme entre los brazos de mi amante, sintiendo su erección palpitar contra mi cuerpo. Que ganas de chupársela, de sentirla vibrar en mi garganta. Él parece desear lo mismo, ya que ajeno a lo que sucede en el sillón de enfrente, se desabrocha el pantalón, volcando ante mí la excelencia en su máxima expresión. Lo miro sorprendida, y con un gesto le señalo a sus amigos, pero restándole importancia a lo que puedan pensar, la sacude tentadoramente frente a mi cara. ¿Cómo resistirme? Ni queriendo podría, así que se la agarro con las dos manos, se la beso en la punta, provocándole un agradable estremecimiento, y sin soltársela, se la chupo con la mayor delectación. Por ese instante me olvido de todo y de todos, me olvido hasta de mí misma, solo soy labios y lengua, consagrados a saborear la Suprema Esencia del Universo.
Cuando vuelvo en mí y miro hacia un costado, la veo a Mayra de rodillas en el suelo haciendo lo mismo con Jerson. ¡¡¡¿¿¿WTF???!!!
Mas allá de la sorpresa que me provoca verlos tan deshinibidos, me resulta admirable que luego de una década juntos, una mujer pueda chuparle la pija a su marido de esa manera, con tanto frenesí y entusiasmo.
Ya les conté que ambos son negros, afroperuanos, por lo que haciéndole justicia a su raza, la verga de Jerson supera la media, y aunque parezca demasiada carne, la golosa de su esposa se la come casi por completo.
Sin dejar de chupársela, lo miro a Marlon, quién rápido de reflejos me hace una seña por demás inequívoca: quiere saber si me gustaría que nos sumemos a ellos.
Ni llego a responderle que ya me está llevando al otro lado de la sala, en donde haciendo que me arrodille junto a Mayra, vuelve a someterme al yugo de su virilidad.
Así estamos las dos, hincadas en el suelo, sumisas y devotas, saboreando cada cuál a su hombre. No hay competencia entre nosotras, solo nos dedicamos a complacerlos en la forma más plena e incondicional en que puede hacerlo una mujer.
Y es ahí que sucede...
Marlon me saca la pija de la boca y la acerca a la de Jerson. Por un momento pienso que se la está comparando, pero entonces, sin que haya ninguna señal previa ni aviso, Mayra deja de chupar la de su macho y se pone a chupar la del mío.
Por un momento me quedo atónita, estupefacta, como si no comprendiera la situación, pese a que estaba más que clara.
A veces me gusta jugar de ingenua, ustedes ya lo saben, por lo que tardo en reaccionar, pero cuando lo hago, me devoro la de Jerson hasta donde puedo. El suspiro que suelta el negro resulta más que expresivo de todo lo que le provoca sentir mis labios argentos en torno a su carne peruana.
Por un rato las dos nos dedicamos a degustar al hombre de la otra, sin pausa ni respiro, hasta que ella misma se saca la pija de Marlon de la boca, y escupiéndola, me la ofrece así, rebosante, con escupida y todo. No estaba como para rechazar semejante manjar, sobre todo tratándose de unos invitados tan selectos, así que dejo la de su marido y vuelvo con mi propio tótem incaico, saboreando en su piel la saliva de Mayra.
A partir de ese momento vamos intercambiando, cruzando entre nosotras algún beso furtivo.
No me resulta placentero besar a otra mujer, pero reconozco que puede ser excitante hacerlo en tal situación, con una poronga de por medio, o dos como en este caso.
-Desde que Marlon nos presentó que quiero hacer esto- dice Jerson bajándome los breteles del vestido.
De un solo toque me desprende el corpiño, y poniéndome la pija entre las tetas, se hace terrible turca. Marlon hace lo propio con Mayra, aunque los pechos de ella resultan insuficientes para contener tanta carne.
Aún así, por la forma en que se miran y disfrutan, sospecho que no es la primera vez que están juntos.
La pija de Jerson ya está por reventar, la de Marlon también, así que coincidiendo apenas con una mirada, cada uno toma a su respectiva mujer y se la lleva al sofá correspondiente.
Supongo que las reglas del intercambio dictan comenzar con la propia pareja, porque con la urgencia del momento, Marlon hace que me ponga en cuatro, y avanzándome por atrás me penetra en esa forma que me resulta tan intensa y estimulante.
En el sofá de enfrente Jerson hace lo propio con su mujer, aunque con su mirada puesta en nosotros, o mejor dicho, en mí, expresando con los ojos las tremendas ganas que tiene de ponérmela.
Yo también tengo ganas de que me la ponga, ya que si bien mi idea era estar con Marlon (y aún lo sigue siendo), la forma en que se están desarrollando los acontecimientos no me desagrada en lo absoluto.
Como me había imaginado, tras una buena escaramuza, ambos se cruzan de sofá, las pijas paradas, el látex brillando por los jugos vaginales que resbalan espesos e incontenibles.
El que me coge ahora, agarrándome fuerte de la cintura, es Jerson, mientras Marlon atiende a Mayra, dándole con ese ímpetu del cual ya no puedo ni quiero prescindir.
El polvo que nos echamos, de forma casi sincronizada, resulta inmenso, apabullante, un orgasmo colectivo que nos envuelve en un mismo halo de fogosa sensualidad. Por un momento nos quedamos derrumbados, componiendo una excelsa sinfonía de gemidos y jadeos.
Un breve descanso, unos tragos para amenizar, y nos vamos al cuarto, todos desnudos, lanzándonos sobre la cama unos sobre otros, en un revoltijo de cuerpos que encienden todos nuestros sentidos.
Besos, abrazos, chupones, mordidas, todo vale en esa amalgama rebosante de lujuria y pasión.
Ahora ellos nos chupan a nosotras, haciendo de nuestras conchas el campo en donde miden la destreza de cada uno respecto al sexo oral. Por supuesto que gana el que me la está comiendo en ese momento, que es Jerson, quién me arranca unos "squirt" por demás violentos y abundantes. Así que, al resultar victorioso, se gana el derecho de volver a cogerme, lo cual hace, aunque después de que le haya retribuido la atención con una buena mamada.
Esta vez me le subo encima, cabalgándolo con frenesí, llenándome hasta el último resquicio con esa gloriosa exquisitez que late como si tuviera vida propia.
La tiene grande Jerson, más que Marlon, aunque si me dieran a elegir me quedo toda la vida con la de mi hincha blanquirrojo.
Igualmente en ese momento me toca disfrutar la de su amigo, por lo que me muevo en torno a ella, subiendo y bajando, meciéndome plácidamente, sintiendo que la vida siempre puede resultar maravillosa si te aguardan sorpresas como ésta.
A nuestro lado Mayra también lo monta a Marlon, por lo que de a ratos nos besamos entre nosotras y hasta nos chupamos las gomas. Nuestros hombres enloquecen, lo cual siempre me resulta desconcertante, ya que a mí no me excitaría para nada ver a dos hombres besándose o teniendo sexo entre ellos, pero por alguna razón el sexo entre mujeres les resulta excitante.
De mutuo acuerdo, entre besos y lamidas, cambiamos de montura. Ahora ella sobre Jerson y yo sobre Marlon, y aunque se note la diferencia de tamaños, acabo no más sentir la de mi Atahualpa personal llenarme con su voluptuosa suficiencia.
Estoy en pleno éxtasis, dejándome arrasar por ese goce supremo, cuando siento un movimiento extraño a mis espaldas. Me volteo y lo veo a Jerson, agazapado sobre mí, pija en mano, listo para someterme a un brutal y profundo doblete.
Primero tantea el terreno, utilizando para ello un par de dedos, los cuales introduce y mueve en forma de pinza. Al notar la elasticidad de toda esa zona, ya bien explorada por sus antecesores, me unta en derredor con abundante saliva y entonces sí, apoya la punta y comienza el empuje, firme, enérgico, sostenido.
Abro la boca para gritar, pero cualquier exclamación queda ahogada en mi garganta. Puede que tenga el culo roto y remendado, pero acuso el impacto. Ahora sí que puedo sentir, en toda su exuberancia, lo grande que Jerson la tiene. Pija de negro, larga, gruesa, bulbosa. Igual, pese al tamaño, mi culito absorbe cada pedazo, como una esponja.
Arqueo la espalda y me muevo tratando de contener todo lo que me sea posible, sintiéndome llena y rebalsada por ambos lados, ya que por adelante Marlon no se queda atrás, empujando como si quisiera ir al encuentro de ese otro invasor y presentarle batalla.
Por un momento parecen olvidarse de mí y compiten entre ellos, como si tuviesen enfrente solo dos agujeros a los cuales rellenar.
Sentada frente a nosotros, como espectadora privilegiada, Mayra observa la escena sin evidencia de celo alguno, pese a que sea su marido el que me está reventando el orto. Tocándose gustosamente ambos orificios, espera ansiosa su turno, aunque tanto Jerson como Marlon parecen empeñados en seguir disfrutándome de todas las formas posibles.
-¡Oe causa, que también quiero probar ese poto!- le dice Marlon a su amigo.
Como una muñeca inerte, cuyo único propósito es complacerlos, me dan la vuelta y el que me encula ahora es Marlon, mientras su amigo me la pone por adelante. De nuevo se mueven, aplastándome entre sus excitados cuerpos, ensanguchándome, llevándome cada vez más cerca de la agonía.
"La pequeña muerte" leí alguna vez que le dicen al orgasmo. ¿Como se le dirá a un orgasmo doble o hasta triple?, ya que los tres nos fundimos en un estremecimiento compartido, disolviéndonos el uno en el otro, mientras nuestros suspiros llenan todo el ambiente con su sonora sensualidad.
Quedo nocaut, fuera de combate, ni me llego a enterar si Mayra recibió también su doble ración, porque cuando me despierto ya es bien entrada la madrugada y estoy durmiendo cucharita con Marlon. Tengo unas terribles ganas de mear, así que me levanto y voy al baño, desnuda como estoy, sintiendo ese escozor en mis partes íntimas que me recuerda el tremendo sometimiento del cual fui feliz protagonista.
De camino al baño veo a Jerson y Mayra, también desnudos, durmiendo acurrucados en el sofá. Y aunque ya la había tenido adentro, la verga de Jerson, aún en reposo me sigue pareciendo inmensa.
Vuelvo con Marlon y al sentir la firmeza de su cuerpo, no puedo evitar encenderme de nuevo.
¡Como me calienta éste tipo, por Dios!
Le agarro la pija sintiendo como enseguida empieza a hincharse pese a que todavía parece estar dormido.
Voy hacia abajo, le separo las piernas y comienzo a lamerle las pelotas, despertándolo poco a poco. Cuando abre los ojos, ya se la estoy chupando. Así que, poniendo las manos detrás de la nuca, se dedica a disfrutar la mamada, incitándome para que se la coma entera.
Le gusta ver como me trago toda su carne, hasta los pelos, saboreando y masticando cada pedazo con esa devoción que ya me resulta tan natural para con él.
Caliente a más no poder agarra uno de los tantos preservativos que están desparramados sobre la mesita de luz, se lo pone y tumbándome de espalda, me pega tremenda cogida, dejándome la concha babeando del gusto.
Le rodeo la cintura con mis piernas y me muevo con él, sintiendo como me desborda y aniquila con cada ensarte.
Enredados como estamos, rodamos sobre la cama, quedando yo arriba, cabalgándolo con movimientos llenos de euforia y excitación.
¡PLAP! ¡PLAP! ¡PLAP!
Nos golpeamos, chocándonos con estrepitosa violencia, y aunque venga adolorida de antes, no me importa, lo único que quiero es gozar, sentir en toda su intensidad ese placer culposo que nuestros cuerpos necesitan expresarse el uno al otro.
Me muevo arriba y abajo, hacia los lados, como una coctelera, yendo al encuentro de mi Creador, esa Fuerza de la Naturaleza que me hace sentir tan viva y rebosante de energía.
Acabo entre lágrimas de gozo y placer, retorciéndome, quebrándome, deslizando mis manos desde mi vientre hasta mis pechos, los cuáles aprieto y masajeo, intentando aprisionar en mi interior hasta el último vestigio de ese orgasmo brutal, casi salvaje, aunque terriblemente hermoso.
Quedo doblegada entre sus brazos, incapaz de moverme, ahogándome en plácidos suspiros.
Por entre la neblina del orgasmo llego a percibir que ya está amaneciendo. Los primeros rayos del alba se cuelan por entre los postigos de la ventana, bañándonos con su prístina luminosidad, dotando a aquel momento de un aura casi celestial.
La noche había mutado en la mañana, y yo seguía desnuda, oliendo a sudor y a sexo, con la concha resistiéndose todavía a cerrarse. ¡Y todavía me faltaba la noche del sábado...!
13 comentarios - Felices los cuatro...
y la contás de maravillas!
Van puntos.
Buen post, van diez puntos
Un placer enorme leerlas!
Besitos...
FELIZ NAVIDAD QUERIDA!! +10
Besos
LEON