Fue hace muchísimos años, en otra vida. Por aquel tiempo vivía de noche, por actividad profesional y gusto personal. Las madrugadas solían encontrarme a contramano de la gente que arrancaba cuando yo recién estaba volviendo.
Por un lado brillante, por otro lado oscura. Así es la vida nocturna que te lleva a lugares, extraños, algo sórdidos, de enseñanza.
Vivía por ese entonces en las cercanías de la Terminal de Omnibus. Ya sabemos que suelen ser lugares donde se desarrolla la más antigua de las actividades, de la que yo era habitué más o menos frecuente. Noche, vicio, risa y búsqueda de algún placer efímero que me hiciese levantar con una sonrisa pasado el mediodía cuando amanecía. No solía ocurrir. La practica de la prostitución profesional está llena de cuestiones oscuras y malvadas que hacen que uno se meta en lugares donde hay gente que no la pasa bien. En muchos aspectos me arrepiento de haber sido parte de eso y propongo a los hombres que leen éstas líneas que hagan todo lo posible para no hacerlo. Sin clientes no hay trata es mucho más que una consigna, es una verdad.
Pero bueno, ese no era el tema.
El tema es una experiencia con una travesti que me cambió la mentalidad y la visión en relación a mi propio cuerpo y el placer.
Para esa época ya había decidido dejar de pagar por sexo. Había encontrado algunas muy buenas experiencias, pero eran contadas con la mano. El resto, en general frustraciones o directamente estafas. Pero esa noche, alrededor de las cuatro de la mañana caminaba entre las callecitas de la Terminal de Omnibus un poco tambaleante por la bebida compartida con amigos hasta unos minutos antes, y en una esquina ella me pidió fuego. Flaquita, algo petisa a pesar de estar montada en sus tacos altos. Pelo castaño largo, narigona, sonrisa chispeante. Vestía una mini y una pequeña remerita negras sin mangas, tenía las tetas hechas, pero pequeñas, nada despampanante ni exagerado.
Me sacó tema de conversación, como casi todas en esas circunstancias. Me preguntó de donde venia. Yo le seguí la charla porque estaba un poco aburrido y me parecía que las cuatro era demasiado temprano para acostarme. A la primer insinuación de "vamos" le respondí que no pagaba por sexo, que me disculpara, pero que no me hacía sentir bien.
Ella aceptó y en vez de echarme me ofreció otro cigarrillo y una pared baja para sentarnos y seguir charlando. El tránsito de posibles clientes era más o menos contínuo, pero ella estaba más interesada por intercambiar pareceres sobre astrología conmigo. Ella Escorpio, yo Capricornio. La lucha de los astros nos arrancó un par de risas y alargó el tiempo en esa noche un poco calurosa hasta que los pajaritos empezaron a cantar con los primeros resplandores del día.
De repente nos quedamos callados y nos besamos profundamente sin dudarlo. Su aliento a tabaco se mezcló con el mío. Su lengua recorrió mi boca de punta a punta. Caliente, llena de deseo, buscaba entrar en mi interior. Su pequeño cuerpo se pegó al mío. Se montó sobre mis piernas y abrazándome por encima de los hombros siguió besándome de esa manera tan caliente.
Sentí la sangre hervir en mis venas y la poronga alzarse como mastil dentro de mis pantalones. Quería desvestirla, cojerla ahí mismo. Pasé mis manos bajo su pequeña falda y agarré sus gluteos depilados con fuerza. Corriendo la tanga busqué el agujero de su ojete para acariciarlo con la punta de mi dedo medio. Ella gimió con su lengua dentro de mi boca. Sentí como se empezaba a revolver también con el placer que empezaba a fluir entre nosotros. Su pija parada rozaba mi panza en su ir y venir.
De repente paró de besarme y me invitó a su pieza. Asi dijo "pieza". Señaló un lugar a dos cuadras de allí apuntando con el dedo. Entre jadeos y la sangre que golpeaba fuerte en mis sienes, volví a repetir que no pagaba por sexo sin dejar de revolver el ano con mis dedos.
- Ya se boludo, no tenes que resfregarmelo todo el tiempo. Te regalo un polvo.- dijo riéndose y levantándose de encima mío. Me estiró la mano y me indicó el camino hacia donde era el lugar indicado.
Paramos un par de veces para seguir transando. Ella cada vez más pegada a mi, cada vez más calientes. En una me metió la mano dentro del pantalón y acarició mi verga chorreante que no daba más en su encierro. La saqué en la calle y ella se agachó para chuparla. Detrás de un árbol, en medio del cantar de los pájaros y una claridad cada vez más brillante, se metió mi verga en la boca como probando finalmente el bocado tan ansiado. Hasta la garganta, bien profundo y provocándose hasta una pequeña arcada. Yo sentí ese placer increíble que se siente cuando te hacen ese tipo de mamada profunda. La saliva chorreaba por mis huevos cuando se levantó de repente porque escuchó un colectivo doblar en la esquina. Se pegó a mi tapando mi sexo expuesto a las miradas inoportunas.
- Tenés una rica pija.- me dijo besándome nuevamente. Sentí el olor a mi verga entre sus labios mezclados con el tabaco. Levanté la vista y vi el rostro asombrado de una señora mayor en la ventanilla del colectivo y volví a sus besos, que era un futuro mucho más alentador.
Cuando el colectivo se alejó me agarró de la pija parada y expuesta y me llevó como perrito faldero los últimos quince metros que faltaban para nuestro destino.
Finalmente llegamos a la puerta de chapa pintada de verde con dos ventanitas de vidrio que daba a una escalera. Subimos un piso a oscuras hasta que llegamos a un rellano. Habia tres puertas, una de ellas abierta y con un televisor prendido en Crónica TV. Ella se acercó y la cerró.
- Es la dueña, se queda dormida viendo la tele. - Me susurró guiándome hacia la puerta de la izquierda. Abrió despacio sin hacer ruido con la llave y nos metimos en una pequeña habitación de dos por dos metros cuyo único mobiliario era una cama de una plaza y una mesa de luz con tres libros encima. Reconocí la tapa del Horóscopo Chino que anualmente yo también compraba. Algunas prendas de hombre y mujer tiradas por ahí, en una especie de plácido desorden bastante limpio. Ella se sacó los tacos y se tiró en la cama con las piernas abiertas. Se levantó la falda y se corrió la tanga dejando a la vista una pequeña verga de no más de 12 centímetros lampiña y parada, un poco torcida hacia la derecha. Bajó el prepucio dejando a la vista la cabeza y me dijo:
- Querés probarla?.
Sacándome la remera le pregunté si tenía forros. No había tenido la necesidad de comprar, esto era improvisado.
Ella estiró la mano derecha y sacó una tira de tres del cajón de la mesa de luz. Me la alcanzó. Yo me agaché y le agarré la verga con la mano derecha sentándome en el piso a su lado. La acariciaba y la miraba extrañado. Nunca había tenido una pija entre las manos. También acaricié sus pequeños huevos lampiños llegando hasta el orto y volviendo con la palma abierta. Vi como mientras se sacaba la remera, dejaba al aire sus pequeñas tetitas hechas que terminaban firmes en dos pezones renegridos y bastante grandes. Me acerqué y los empecé a chupar. Carnosos y duros entre mis labios, yo pasaba la lengua por la piel rugosa y rígida que se ponía tersa ante mi caricia. Y mientras seguía pajeándola y lamiéndole las tetas pequeñas implantadas. su rostro tirado hacia atrás y con los ojos cerrados. Estaba gozando y se dejaba.
- No te animás a chuparla?- me dijo emergiendo de su ensoñación.
Le contesté que nunca había chupado una pija. Ella misma se puso el forro que yo todavía sostenía en la mano izquierda y guiándo mi nuca me acercó al obsequio que me daba.
- No hay ciencia. Pensá en como te gusta que te la chupen a vos.-
Le hice caso y recordé a Marisa, una de mis primeras novias que me la mamaba hasta hacerme acabar en su boca como nadie lo hizo nunca más. Me acordaba de sus labios siempre acariciando la piel. La mano acompañando el movimiento. El paladar que servía también como refugio de mi verga. Y así me lancé a chuparla. Primero me molestó un poco el latex. Después me acostumbre y empecé a disfrutar del ir y venir de la poronga dentro de mi boca. La excitación que sentia venir de su cuerpo cada vez que la volvía a introducir y acariciar con la lengua. Mi mano que iba y venía el mismo tiempo haciéndola gozar. Ella me apoyó las manos calidamente en la nuca y empezó a guiar un poco mejor mi ritmo desordenado hasta que tomé un ir y venir acompasado que la hacía gemir como loca. Hasta que en un momento se levantó y haciéndome sacar los pantalones me dijo:
- Haceme el orto por favor!.- y sepuso en cuatro ofreciéndome el ojete, previo llenárselo de saliva con la mano derecha.
Mientras me ponía el forro, veía ese pequeño culo lampiño, la tanga corrida a un costado, el ano bastante abierto, la verga colgando entre sus piernas flacas y sus manos abriendo los cachetes. Pensé en su androginia. Era como un hombrecito flaco y desgarbado. Pero a la vez era una dulce mujer con tetas y una piel adorable para chupar y chupar toda depilada. Sus pies me atraían y como quien no quiere la cosa me encontré de repente dentro de su culo bombeandola y agarrándola de las caderas. Perforándole el orto hasta que los huevos chocaban con los suyos. En un momento la agarré la pija por adelante sin dejar de cojerla. Ella jadeaba enloquecida pero sin hacer demasiado ruido. Supuse que para no despertar a la dueña. Se levantó un poco y tirándose contra mi de espaldas me agarró de la nuca para que le bese el cuello y así, fundidos y de rodillas sobre esa pequeña cama de una plaza viendo el amanecer por la ventana la sentí vibrar y acabar entre mis brazos, revolviéndose de placer con mi pija en su ojete y largando la leche en mi mano y las sábanas.
Dejé de bombearla pero dejé la verga adentro de su orto, haciendo apenas un movimiento circular que me enloquecía de placer. Pasé mi mano embadurnada de su leche por sus tetas pequeñas y le besé el cuello dejándola caer sobre las sábanas tambien llenas de leche.
- Veni que te la chupo. - me dijo acostándose boca arriba con la cabeza cerca del borde de la cama..
Una de sus manos empezó a juguetear con mis huevos y un poco más allá. Abriéndose paso de a poco apoyó un dedo en la entrada de mi ano.
Y yo que no entendía nada y de repente me lance a acariciarle las tetas con frenesí. Tuvo que pararme porque le estaba haciendo daño. Mientras tanto le agarre la cabeza por debajo de las orejas y empecé a cojerla fuerte por la boca. Ella se dejaba hacer y de a poco ví como se le iba poniendo la verga tiesa nuevamente.
Era el momento finalmente.
- Ponemela, nunca me cojieron.- le dije jadeando y borracho de calentura.
Ella se rió al principio. Después me hizo poner en cuatro. Nunca había estado así, a su entera disposición y ofreciendo el orto virgen a uan completa desconocida.
En realidad mi orto no era completamente virgen. Mis dedos fueron cómplices eventuales de mis pajas durante mucho tiempo. Metía de vez en cuando objetos cuando me agarraba solo y con ganas.
Una de mis novias gustaba de chuparmelo cuando se ponía borracha.
Así que el placer del ojete no era una completa novedad para mí. Pero una verga nunca. Y ese fué el momento indicado para empezar.
Ella escupió dos veces en mi ano. Sentí la viscosidad y su mano pasando sobre él y metiendo un dedo primero para ir abriéndolo. Lo hizo de manera magistral. De a poco, con delicadeza. Estirando poco a poco los músculos del orto de manera que mi deseo y anhelo de poronga fueran creciendo cada vez más. Hasta que me la puso y vi las estrellas.
El resto de los minutos que siguieron fue una oleada de placer que me llevó puesto y me puso a rodar mentalmente por toda la habitación. Sintiendo el goce entero dentro de mi culo, con la verga explotando de placer, pajeándome con una mano. Y ella taladrándome sin piedad, cada vez más adentro, cada vez más profundo.
La sentí acabar justo en el momento en que el dolor me empezaba a molestar. Caí rendido boca arriba. Ella me dió vuelta y pajeándome con destreza me hizo acabar en menos de un minutos.
Explote y quedé jadeando con la vista fija en el techo, intentando entender las nuevas sensaciones que me recorrían. Ella se acostó a mi lado y apoyó su cabeza en mi hombro.
El silencio y el cansacion hicieron que nos quedásemos dormidos una hora más o menos. Me desperté sobresaltado sin saber demasiado donde estaba. Me paré y la vi desnuda y menos bella que hacía un rato. Me vestí rápido y la desperté diciéndole que me tenía que ir.
Me dió un piquito y me dijo que salga directamente sin darle bola a la dueña.
- Como te llamás?- me dijo antes de que trasponga la puerta.
- Abel, es medio feo.-
-Sos lindo! Un gusto Abel, yo soy Luchi. Cuidate. Lindo polvo!.-
Cerré la puerta detrás mio. Pasé delante de la puerta entreabierta donde una señora con canas en la cabeza miraba sentada Crónica TV. Salí a la calle y todo parecía igual. El movimiento mecánico de la ciudad llenaba el silencio de hacía un rato.
Por un lado brillante, por otro lado oscura. Así es la vida nocturna que te lleva a lugares, extraños, algo sórdidos, de enseñanza.
Vivía por ese entonces en las cercanías de la Terminal de Omnibus. Ya sabemos que suelen ser lugares donde se desarrolla la más antigua de las actividades, de la que yo era habitué más o menos frecuente. Noche, vicio, risa y búsqueda de algún placer efímero que me hiciese levantar con una sonrisa pasado el mediodía cuando amanecía. No solía ocurrir. La practica de la prostitución profesional está llena de cuestiones oscuras y malvadas que hacen que uno se meta en lugares donde hay gente que no la pasa bien. En muchos aspectos me arrepiento de haber sido parte de eso y propongo a los hombres que leen éstas líneas que hagan todo lo posible para no hacerlo. Sin clientes no hay trata es mucho más que una consigna, es una verdad.
Pero bueno, ese no era el tema.
El tema es una experiencia con una travesti que me cambió la mentalidad y la visión en relación a mi propio cuerpo y el placer.
Para esa época ya había decidido dejar de pagar por sexo. Había encontrado algunas muy buenas experiencias, pero eran contadas con la mano. El resto, en general frustraciones o directamente estafas. Pero esa noche, alrededor de las cuatro de la mañana caminaba entre las callecitas de la Terminal de Omnibus un poco tambaleante por la bebida compartida con amigos hasta unos minutos antes, y en una esquina ella me pidió fuego. Flaquita, algo petisa a pesar de estar montada en sus tacos altos. Pelo castaño largo, narigona, sonrisa chispeante. Vestía una mini y una pequeña remerita negras sin mangas, tenía las tetas hechas, pero pequeñas, nada despampanante ni exagerado.
Me sacó tema de conversación, como casi todas en esas circunstancias. Me preguntó de donde venia. Yo le seguí la charla porque estaba un poco aburrido y me parecía que las cuatro era demasiado temprano para acostarme. A la primer insinuación de "vamos" le respondí que no pagaba por sexo, que me disculpara, pero que no me hacía sentir bien.
Ella aceptó y en vez de echarme me ofreció otro cigarrillo y una pared baja para sentarnos y seguir charlando. El tránsito de posibles clientes era más o menos contínuo, pero ella estaba más interesada por intercambiar pareceres sobre astrología conmigo. Ella Escorpio, yo Capricornio. La lucha de los astros nos arrancó un par de risas y alargó el tiempo en esa noche un poco calurosa hasta que los pajaritos empezaron a cantar con los primeros resplandores del día.
De repente nos quedamos callados y nos besamos profundamente sin dudarlo. Su aliento a tabaco se mezcló con el mío. Su lengua recorrió mi boca de punta a punta. Caliente, llena de deseo, buscaba entrar en mi interior. Su pequeño cuerpo se pegó al mío. Se montó sobre mis piernas y abrazándome por encima de los hombros siguió besándome de esa manera tan caliente.
Sentí la sangre hervir en mis venas y la poronga alzarse como mastil dentro de mis pantalones. Quería desvestirla, cojerla ahí mismo. Pasé mis manos bajo su pequeña falda y agarré sus gluteos depilados con fuerza. Corriendo la tanga busqué el agujero de su ojete para acariciarlo con la punta de mi dedo medio. Ella gimió con su lengua dentro de mi boca. Sentí como se empezaba a revolver también con el placer que empezaba a fluir entre nosotros. Su pija parada rozaba mi panza en su ir y venir.
De repente paró de besarme y me invitó a su pieza. Asi dijo "pieza". Señaló un lugar a dos cuadras de allí apuntando con el dedo. Entre jadeos y la sangre que golpeaba fuerte en mis sienes, volví a repetir que no pagaba por sexo sin dejar de revolver el ano con mis dedos.
- Ya se boludo, no tenes que resfregarmelo todo el tiempo. Te regalo un polvo.- dijo riéndose y levantándose de encima mío. Me estiró la mano y me indicó el camino hacia donde era el lugar indicado.
Paramos un par de veces para seguir transando. Ella cada vez más pegada a mi, cada vez más calientes. En una me metió la mano dentro del pantalón y acarició mi verga chorreante que no daba más en su encierro. La saqué en la calle y ella se agachó para chuparla. Detrás de un árbol, en medio del cantar de los pájaros y una claridad cada vez más brillante, se metió mi verga en la boca como probando finalmente el bocado tan ansiado. Hasta la garganta, bien profundo y provocándose hasta una pequeña arcada. Yo sentí ese placer increíble que se siente cuando te hacen ese tipo de mamada profunda. La saliva chorreaba por mis huevos cuando se levantó de repente porque escuchó un colectivo doblar en la esquina. Se pegó a mi tapando mi sexo expuesto a las miradas inoportunas.
- Tenés una rica pija.- me dijo besándome nuevamente. Sentí el olor a mi verga entre sus labios mezclados con el tabaco. Levanté la vista y vi el rostro asombrado de una señora mayor en la ventanilla del colectivo y volví a sus besos, que era un futuro mucho más alentador.
Cuando el colectivo se alejó me agarró de la pija parada y expuesta y me llevó como perrito faldero los últimos quince metros que faltaban para nuestro destino.
Finalmente llegamos a la puerta de chapa pintada de verde con dos ventanitas de vidrio que daba a una escalera. Subimos un piso a oscuras hasta que llegamos a un rellano. Habia tres puertas, una de ellas abierta y con un televisor prendido en Crónica TV. Ella se acercó y la cerró.
- Es la dueña, se queda dormida viendo la tele. - Me susurró guiándome hacia la puerta de la izquierda. Abrió despacio sin hacer ruido con la llave y nos metimos en una pequeña habitación de dos por dos metros cuyo único mobiliario era una cama de una plaza y una mesa de luz con tres libros encima. Reconocí la tapa del Horóscopo Chino que anualmente yo también compraba. Algunas prendas de hombre y mujer tiradas por ahí, en una especie de plácido desorden bastante limpio. Ella se sacó los tacos y se tiró en la cama con las piernas abiertas. Se levantó la falda y se corrió la tanga dejando a la vista una pequeña verga de no más de 12 centímetros lampiña y parada, un poco torcida hacia la derecha. Bajó el prepucio dejando a la vista la cabeza y me dijo:
- Querés probarla?.
Sacándome la remera le pregunté si tenía forros. No había tenido la necesidad de comprar, esto era improvisado.
Ella estiró la mano derecha y sacó una tira de tres del cajón de la mesa de luz. Me la alcanzó. Yo me agaché y le agarré la verga con la mano derecha sentándome en el piso a su lado. La acariciaba y la miraba extrañado. Nunca había tenido una pija entre las manos. También acaricié sus pequeños huevos lampiños llegando hasta el orto y volviendo con la palma abierta. Vi como mientras se sacaba la remera, dejaba al aire sus pequeñas tetitas hechas que terminaban firmes en dos pezones renegridos y bastante grandes. Me acerqué y los empecé a chupar. Carnosos y duros entre mis labios, yo pasaba la lengua por la piel rugosa y rígida que se ponía tersa ante mi caricia. Y mientras seguía pajeándola y lamiéndole las tetas pequeñas implantadas. su rostro tirado hacia atrás y con los ojos cerrados. Estaba gozando y se dejaba.
- No te animás a chuparla?- me dijo emergiendo de su ensoñación.
Le contesté que nunca había chupado una pija. Ella misma se puso el forro que yo todavía sostenía en la mano izquierda y guiándo mi nuca me acercó al obsequio que me daba.
- No hay ciencia. Pensá en como te gusta que te la chupen a vos.-
Le hice caso y recordé a Marisa, una de mis primeras novias que me la mamaba hasta hacerme acabar en su boca como nadie lo hizo nunca más. Me acordaba de sus labios siempre acariciando la piel. La mano acompañando el movimiento. El paladar que servía también como refugio de mi verga. Y así me lancé a chuparla. Primero me molestó un poco el latex. Después me acostumbre y empecé a disfrutar del ir y venir de la poronga dentro de mi boca. La excitación que sentia venir de su cuerpo cada vez que la volvía a introducir y acariciar con la lengua. Mi mano que iba y venía el mismo tiempo haciéndola gozar. Ella me apoyó las manos calidamente en la nuca y empezó a guiar un poco mejor mi ritmo desordenado hasta que tomé un ir y venir acompasado que la hacía gemir como loca. Hasta que en un momento se levantó y haciéndome sacar los pantalones me dijo:
- Haceme el orto por favor!.- y sepuso en cuatro ofreciéndome el ojete, previo llenárselo de saliva con la mano derecha.
Mientras me ponía el forro, veía ese pequeño culo lampiño, la tanga corrida a un costado, el ano bastante abierto, la verga colgando entre sus piernas flacas y sus manos abriendo los cachetes. Pensé en su androginia. Era como un hombrecito flaco y desgarbado. Pero a la vez era una dulce mujer con tetas y una piel adorable para chupar y chupar toda depilada. Sus pies me atraían y como quien no quiere la cosa me encontré de repente dentro de su culo bombeandola y agarrándola de las caderas. Perforándole el orto hasta que los huevos chocaban con los suyos. En un momento la agarré la pija por adelante sin dejar de cojerla. Ella jadeaba enloquecida pero sin hacer demasiado ruido. Supuse que para no despertar a la dueña. Se levantó un poco y tirándose contra mi de espaldas me agarró de la nuca para que le bese el cuello y así, fundidos y de rodillas sobre esa pequeña cama de una plaza viendo el amanecer por la ventana la sentí vibrar y acabar entre mis brazos, revolviéndose de placer con mi pija en su ojete y largando la leche en mi mano y las sábanas.
Dejé de bombearla pero dejé la verga adentro de su orto, haciendo apenas un movimiento circular que me enloquecía de placer. Pasé mi mano embadurnada de su leche por sus tetas pequeñas y le besé el cuello dejándola caer sobre las sábanas tambien llenas de leche.
- Veni que te la chupo. - me dijo acostándose boca arriba con la cabeza cerca del borde de la cama..
Una de sus manos empezó a juguetear con mis huevos y un poco más allá. Abriéndose paso de a poco apoyó un dedo en la entrada de mi ano.
Y yo que no entendía nada y de repente me lance a acariciarle las tetas con frenesí. Tuvo que pararme porque le estaba haciendo daño. Mientras tanto le agarre la cabeza por debajo de las orejas y empecé a cojerla fuerte por la boca. Ella se dejaba hacer y de a poco ví como se le iba poniendo la verga tiesa nuevamente.
Era el momento finalmente.
- Ponemela, nunca me cojieron.- le dije jadeando y borracho de calentura.
Ella se rió al principio. Después me hizo poner en cuatro. Nunca había estado así, a su entera disposición y ofreciendo el orto virgen a uan completa desconocida.
En realidad mi orto no era completamente virgen. Mis dedos fueron cómplices eventuales de mis pajas durante mucho tiempo. Metía de vez en cuando objetos cuando me agarraba solo y con ganas.
Una de mis novias gustaba de chuparmelo cuando se ponía borracha.
Así que el placer del ojete no era una completa novedad para mí. Pero una verga nunca. Y ese fué el momento indicado para empezar.
Ella escupió dos veces en mi ano. Sentí la viscosidad y su mano pasando sobre él y metiendo un dedo primero para ir abriéndolo. Lo hizo de manera magistral. De a poco, con delicadeza. Estirando poco a poco los músculos del orto de manera que mi deseo y anhelo de poronga fueran creciendo cada vez más. Hasta que me la puso y vi las estrellas.
El resto de los minutos que siguieron fue una oleada de placer que me llevó puesto y me puso a rodar mentalmente por toda la habitación. Sintiendo el goce entero dentro de mi culo, con la verga explotando de placer, pajeándome con una mano. Y ella taladrándome sin piedad, cada vez más adentro, cada vez más profundo.
La sentí acabar justo en el momento en que el dolor me empezaba a molestar. Caí rendido boca arriba. Ella me dió vuelta y pajeándome con destreza me hizo acabar en menos de un minutos.
Explote y quedé jadeando con la vista fija en el techo, intentando entender las nuevas sensaciones que me recorrían. Ella se acostó a mi lado y apoyó su cabeza en mi hombro.
El silencio y el cansacion hicieron que nos quedásemos dormidos una hora más o menos. Me desperté sobresaltado sin saber demasiado donde estaba. Me paré y la vi desnuda y menos bella que hacía un rato. Me vestí rápido y la desperté diciéndole que me tenía que ir.
Me dió un piquito y me dijo que salga directamente sin darle bola a la dueña.
- Como te llamás?- me dijo antes de que trasponga la puerta.
- Abel, es medio feo.-
-Sos lindo! Un gusto Abel, yo soy Luchi. Cuidate. Lindo polvo!.-
Cerré la puerta detrás mio. Pasé delante de la puerta entreabierta donde una señora con canas en la cabeza miraba sentada Crónica TV. Salí a la calle y todo parecía igual. El movimiento mecánico de la ciudad llenaba el silencio de hacía un rato.
10 comentarios - Travesti.
Me dió tristeza la frase: "Me paré y la vi desnuda y menos bella que hacía un rato"...
P! Quizas no sea el mas indicado, pero si un buen lugar para decirlo
Buen relato, van puntos
Sobre la prostitución, yo soy partidario de la regulación, intentar perseguirla solo consigue hacerla clandestina y por tanto mejor para las mafias.