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Parte 3 de "El Camino a la Melancolía"

MARIANADEL DEPARTAMENTO DE ENFRENTE


Habían pasado unos meses desde queDiana y yo salíamos juntos. Me encantaba su persona, en lo físico, su figuraesbelta, sus piernas largas y delgadas pero bien formadas, sus manos delicadasy su cabello rubio. En lo demás ella era muy activa, tenía la iniciativa detodo, y a lo que yo hacía, ella encontraba como ayudarme, siempre estabaalegre, y cuando estaba triste, solo recurría a mí para cambiarlo, y en loconcerniente al sexo, ambos teníamos un porcentaje de control el uno del otro,pero no habíamos podido llegar a algo.
En los primeros dos meses habíamosintentado algo, empezando por la primera visita a su casa, cuando su mama nos dejo la casa y aprovechamos, pero nos tomopor sorpresa y no logramos hacer nada. Ese día ambos quedamos con ganas dehacer mucho, no sé como debió haber terminado de excitada ella, pero yo lleguecon un dolor tremendo en la entrepierna, sentía que me había encajado el peneyo mismo al no haberlo sacado del pantalón durante esos casi 20 minutos queestuvo endurecido. Luego de eso fueron experimentos fallidos.
Cuando cumplíamos 3 meses, decidimostener un encuentro en la fiesta de cumpleaños de un compañero de clase.Llegamos y “bailamos” un rato en la sala. Cuando estaban empezando adesaparecer las parejas por la casa, comenzamos a recorrer las habitacionesbuscando donde desquitar los últimos dos meses de deseo sexual frustrado. Cadahabitación estaba cerrada y había una orquesta de gemidos y gritos de placerpor el pasillo. Dieron las dos de la mañana y ningún cuarto se desocupo. Lointentamos en cuarto de lavado, pero incómodamente, estaba la nevera del otrolado, por lo que teníamos visitas cada 2 minutos. Todo fue frustrado, solo fueuna serie de besos interrumpidos por los que se dedicaron a beber. Después deeso, inocentemente planeamos el siguiente intento. Así pasaron dos meses. Pero,dentro de esos 2 meses, apareció Mariana.
Mariana era una chica mayor que yo. Yocumpliría 17 en unas semanas, ella iba teniendo 20 cuando llego con su mama aldepartamento del edificio que daba de frente a mi casa. Su sala daba a mihabitación, por lo que los primeros días pase cazando sus movimientos yaprendiendo su rutina. A la semana ya la tenía estudiada y sabia lo que hacía.El acercamiento iba a ser difícil, pero probaría suerte.
A las 6 de la mañana prepara su áreade entrenamiento a mitad de la sala, ente los sillones y frente al televisor.Usaba unos binoculares para ver a detalle su cuerpo con cada ejercicio quehacía. Las lagartijas eran mis favoritas, cuando bajaba, sus pechos biendesarrollados chocaban contra el piso y se expandían jugosamente, a la vez quelevantaba su trasero, que se veía bastante bien favorecido por el short súperajustado que lo realzaba. A las 7 de la mañana ella esperaba el autobús en laesquina contraria a la esquina en que yo esperaba mi camión. Yo regresaba a las4 y estaba listo para verla a las 8 que ella y su mama llegaban de trabajar.Solo alcanzaba a ver las sombras de ella dejando detrás su ropa. Yo laimaginaba, imaginaba sus dedos soltando cada botón de su camisa, y cuando el últimose desabotonaba, sus pechos brincaban con fuerza al frente, dentro de unsujetador negro semi transparente con encajes de rosas, ella mete su dedo entresus pechos y bota el broche, dejando salir a la libertad sus pechos gloriosos yfrescos, los deja respirar y los pezones se enderezan por el cambio de temperaturastan abrupto. Como toque final, imaginaba como recorría lentamente su faldanegra. Había una tanga negra, casi eran dos listones entrelazados, luego elliguero sujetando sus medias se separa y deja impresa en la piel su forma, medan ganas de jalarlos y que resuene en su piel, mientras ella se sonroje. Esaimagen terminaba cuando a través del espacio entre las cortinas veía que ellaya estaba dormida tal cual llego en un sillón mientras su mama preparaba lacomida. Así era de lunes a viernes, los sábados y domingos eran aun máscomunes, ella leyendo casi todo el día y haciendo los deberes del hogar. Mehabría retirado de no ser porque ya había acumulado varias fantasías de lo queharía con sus pechos. Ella era linda en verdad. Su cuerpo estaba ejercitado demanera en que era esbelta, pero no musculosa, pelo corto al cuello, ojosgrandes y rostro fino, me parecía una muñeca. Cuando se ponía labial rojo solopodía imaginarme como me dejaría después de un oral bien trabajado. Estabacayendo tanto en la fantasía con ella que estaba dejando casi de lado losplanes con Diana.
Un sábado se organizó una junta entrevecinos de la cuadra, y a falta de su mama, salió Mariana a responder por ella.Hablaban de una fiesta y otras cosas, yo solo me concentre en ver sireaccionaba a algo o alguien y me acerque lentamente a ella rodeando elperímetro formado por la gente del lugar. La tenía a un lado de mí, no estabaarreglada como cuando iba a trabajar, pero aun así, no dejaba de verla dereojo. Le hice unos pequeños chistes referentes a lo que trataban de decir yarreglar las vecinas chismosas, ella sonreía disimuladamente, apretaba loslabios pero no podía ocultar sus hoyuelos resultados de la mueca. Después de lajunta, platicamos un poco mientras caminábamos por la cuadra. Me conto lo quehabía hecho, lo que le gustaba y otra serie de cosas. De ahí, comencé abuscarla después de las 8 de la noche entre semana. Casualmente yo tenía quesalir a comprar algún encargo de mi mamá cuando iban llegando ella y su mama.Nos poníamos a platicar y platicar, hasta que un día todo término en uninocente roo de beso. Ella no lo tomo muy bien, pero no se molesto, solo sedespidió y subió a su departamento.
Pasaron los días pero no la habíavisto llegar en los mismos, pero me daba cuenta que llegaba por la luz quesalía de su ventana. Algunos días llegaba con Diana a mi casa, esperando tenerla suerte de que algo ocurriera, pero siempre estaban mis hermanos o mis papas,o todos. Un día que salí con Diana a dejarla a la parada de su autobús,caminábamos haciendo algunos comentarios sarcásticos de lo que nos pasaba, ycuando yo reía, voltee la mirada accidentalmente a la ventana del departamentoy vi una silueta que jalaba la cortina rápidamente de desaparecía. Diana tomosu autobús después de un rato de “despedirnos” y se fue, y cuando regresaba,alcance a notar que la sombra estaba nuevamente ahí. Salude con la mano y lacortina se cerró nuevamente de golpe.
Paso un tiempo, y continúe con mirutina, hasta que un miércoles por la tarde me tope con Mariana de frente. Ibacon ropa formal, pero no parecía ir al trabajo, parecía mas que ya estaba deregreso. Me saludo tímidamente con un beso en la mejilla y hablamos secamente.Me ofrecí a acompañarla a donde iba. Fue al mini súper de la siguiente cuadra,espere afuera, y cuando salió, continuamos hablando de regreso. Llegamos a lapuerta del edificio y me invito a pasar. No esperaba mucho, pero acepté lainvitación.  Mientras subíamos ellahablaba, pero yo estaba más concentrado en como con cada paso se remarcaba elelástico de sus pantis contra la falda. Yo solo resistía las ganas de meter misdedos entre sus piernas esperando a que eso la incitara a coger.
Hablamos un rato y me contaba lo malque la había pasado en su casa anterior. Me decía lo que pasaba por su cabeza,porque llegaron ahí hasta contarme porque no había asistido al trabajo ese día.Esperaba que dijera que fue por mí, pero no logro llegar a tiempo por unamanifestación que bloqueó la ruta a su trabajo. Hablamos y hablamos, hasta queella se me iba acercando de una manera en que yo comenzaba a oler su perfumeolor a rosas. Estremecido, me hacia un poco hacia atrás tratando de nomostrarle que me tenia intimidado. En serio, me sentía intimidado.
Después comenzó una plática completamentediferente. Pregunto por Diana, quien era y que éramos, de cuando y donde nosconocíamos. Ella estaba bastante interesada, hasta que llego a la duda delsexo. Quería saber si habíamos consumado esa necesidad, y yo trataba de decirleque sí, pero finalmente, decepcionado y con un soplido dije que no. Ella sacoun paquetito de condones del bolsillo que estaba en el pecho de la blusa, meimpresiono lo tan intimidado que yo estaba que ni siquiera me di cuenta queestaba ahí. Me pregunto mi experiencia en el área como si fuera una de lasentrevistas de trabajo a las que iría yo en el futuro. Me sudaban las manos,tenia ambas manos fuertemente prensadas al pantalón, hasta que ella me levantola cara desde el mentón con una mano, mientras con la otra se desabotonabalentamente la blusa. No paraba de ver sus enormes ojos, con la penumbra de lasala se veían como dos puntos completamente negros. Se me acerco al oído y medijo muy sensual: -Te daré unas lecciones para Dianita…-. Acerque mis manostapando mi sexo que estaba a punto de reventar dentro del pantalón.
Me pasaba la lengua por el oído y yotrataba de no dejarle ir las manos de lleno contra los pechos. Se levanto yapoyo las manos en mis rodillas. Me da un beso en la nariz y me alcanza mismanos, para después jalarme y llevarme a su cuarto.
Su cuarto era un cuarto de chica en sutotalidad, un estante de peluches, un espejo que llegaba más o menos al metro ymedio. Su cama tenía un cobertor blanco y acolchado. Me empuja lentamente a lacama hasta sentarme.
-Primero,- me dice mientras searrodilla frente a mí. –te sientas y haces que ella se ponga de rodillas entretus piernas, pero no seas brusco al bajarla. Cuando este de frente a ti, vela alos ojos y acércate lentamente- me lo decía mientras ella me jalaba la cabezahacia ella. -Ya cerca le robas un beso.-, entonces ella me roba un besoapasionado. Quería moverme y hacer algo, pero ella sujetaba mis manos, y elespasmo que sentía en mi cuerpo no me dejaba reaccionar. Entonces me di cuentaque quien me iba a usar para pasar el rato era ella. Ya en esa posición, no meresistí y deje que me manipulara a su voluntad.
Me comenzó a dar pequeños besos desdela mitad del muslo hasta mi cremallera, mientras me dejaba rastros de labial.Ya ahí me abrió el cinturón, el pantalón y bajo la cremallera. Lo hacía con talmalicia que mientras lo hacía, me miraba a los ojos sin detenerse en sucometido. Comenzó a bajar el pantalón sin dejar atrás mi ropa interior. Yo merecargue en la cama y deje ir la cabeza hacia atrás mientras sentía como sedivertía meneando mi pene entre sus dedos. Lentamente empezó a engullirse alcamarada entre besos. Sentía como subía y bajaba, luego se apoyaba de los dedoshasta  que con su mano me jalabalentamente. Empezó a chupar nuevamente hasta que el glande toco su campanilla.Apretó los labios y se hizo hacia atrás, hasta que sonó el chupetón. Sentía quelos ojos se me iban para atrás. Con la lengua escurrida me empezó a masajear lapunta y con los dedos me hacia presión. Estaba tan impresionado que no sabía siya me había corrido o no. Entonces ella me da un empujón en el muslo indicandoque me suba y me recueste en la cama completamente. Mientras se pone de pie sequita sus pantis. Si hubiera apostado, hubiera ganado, eran unas pantis blancascon encajes rosas bordadas. No se quito la falda, se saco la blusa de la falday termino de abrirla, dejando al descubierto su vientre plano y sus pechossujetos y presionados por el sujetador semi transparente que hacia juego conlas pantis que se acababa de quitar. Ya no me dio más explicaciones de lalección. Se sentó en mi entrepierna y bailo en mí, haciendo que mi pene sedeslizara varias veces entre sus labios. Se sentó sobre el pene, no lointrodujo, pero sentía que sus labios se deslizaban sobre el falo hinchado. Lomasajeaba, una y otra vez. Yo solo me concentraba en los cambios que había ensu rostro y como se ruborizaban sus pechos. Se detuvo y se paro en susrodillas. Pasó una mano y dirigió el pene hasta su ano. Claramente iba a eso.
-Este es para mí, pero puedes decirlea Diana que igual funciona. ¿Pusiste atención a todo lo que hice paraprepararnos?-. Yo solo agite la cabeza y ella siguió. 
Lo acomodaba, se dejaba ir despacio unpoco hacia abajo y gemía. Yo trataba de no gritar, pero sentí la presión de sucuerpo sobre el pene y no entrar. Repitió hasta que logro entrar, solo era lapunta, pero yo ya soltaba saliva de lo bien que se sentía. Luego empezó a subiry bajar lentamente y hasta que logro meterlo todo. Me encantaba como se sentía deapretado. Ella gritaba con cada poco que entraba hasta que se quedo quieta yjalo aire, tratando de jalar aire.
-No creo poder brincar, así que estavez, dame con todo-. Entonces, súbitamente se dio la vuelta. Sentía como sihubiera querido torcerlo, pero me sentí ajusticiado cuando grito mientras seenderezaba mi pene en su ano. Me enderecé y la puse en cuatro, mientras yo miacomodaba en mis rodillas. Siendo honesto, me dolía un poco mi miembro despuésde lo que Mariana había hecho, pero no iba a dejar que eso me detuviera, por loque saque un poco el pene mientras sentía como ella se apretaba al sentir comome deslizaba dentro de ella. Solté un poco de saliva en su canalilla y sobre elpene. Cuando ya abarco una buena parte de área, lo re introduje y ella soltó unleve grito que apago pegando la cabeza contra su cobija. Empecé a envestir yaumente lentamente la frecuencia. Mariana como pudo me indico con una mano queme detuviera, pero tome su mano por la muñeca, ella volteo a verme y le dije:-dijiste que te diera con todo, ¿no?-. Ella sonrió y volvió a tapar la caracontra la cobija. Le di tan duro como yo aguantaba, porque si tenía el culoapretado, era pequeño, pero me encantaba lo cálido y presionado que era. Seguídando una y otra vez. Gradualmente subía el volumen de sus gritos, tanto queescuchaba como gemía a través de la cobija. Se me ocurrió darle una nalgada,pero con el dedo me indico que no. Ya solo seguía envistiendo mientras sentíacomo algo jugoso salía desde su vagina. Seguía y seguía, hasta que comenzaba asentir una descarga eléctrica por la espalda, hasta que me termine por correrdentro de ella. Poco a poco ella fue bajando su cadera, y yo solo me quedetieso ahí, esperando a que me dijera que ya podía salir de dentro de ella.
Pasamos así unos minutos.  Yo estaba recargado en su espalda, jalandoaire tratando de reponerme. Ella hacía lo mismo mientras ponía la cabeza delado. Tenía una sonrisa dibujada en el rostro, entonces me dijo algo en vozbaja, no lo entendía, pero sé que dijo algo. Quería volver a darle con todo,pero ya me comenzaba a doler la cintura. Ella apretó el estomago y se separo demi. De entre nosotros dos se formaba un hilillo de fluidos, me deje caer enella y ambos terminamos recostados en la cama.
Paso un rato hasta que nos despedimos.Yo salí y continúe a mi casa. Mire a la ventana del departamento pero no estabaella ahí. Solamente espere al siguiente encuentro. Espere a ver en la noticiasque se formaba alguna multitud, escuchar que había manifestantes, todo con talde aprovechar que ella no estaría trabajando. Estaba con Diana pero imaginaba aMariana, solo que pasaba el tiempo con Diana y mantenía relaciones con Mariana,esa era la diferencia.
Todo iba bien entre Diana y yo, hastaque en un par de ocasiones la llame Mariana. Eso la disgusto bastante. Después deeso nos tomamos un tiempo, ella quería pensar que yo no estaba haciendo nadagrave y que merecía un tiempo para mí, después de todo ella y yo no habíamos logradotener sexo aun, y yo lo aproveche para pensar en que es lo que estaba haciendoal tener a dos para mí, no me hacía sentir orgulloso pero me hacía sentir bien.
Diana y yo nos seguíamos sentandocerca en el salón durante las clases, pero había un silencio incomodo. Trate dehablar con ella y solo me daba la espalda. Después de insistirle un par de días,me dijo: -Si me sigues hablando, solo haces más difícil pasar el tiempo que nosestamos dando…-. Entendí que tenía razón, así que deje de buscar hablar conella por el tiempo que ella necesitara. Mientras tanto, yo aprovechaba las “lecciones" que me daba Mariana a fondo.

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