Después de escuchar varias campanas de esta misma historia creo que estoy en condiciones de contarlo con un grado bastante acabado de detalles. No esperaba participar de nada remotamente parecido a lo que paso con la familia de Lautaro al regreso de su larga estadía en Europa pero se dio y gracias a eso ahora estas leyendo estas lineas. Quedará en vos llenar los detalles:
Lauti como lo apodan sus allegados, paso más tiempo del que esperaba en Europa. Lo que en un principio fue un viaje de joven aventurero se convirtieron en años cuando conoció a Coni, una hermosa española que frenó su alocada vida de soltero. Dije frenó y no usé terminó con su vida de soltero por una sola razón. Sus alocadas noches volvieron cuando la gallega, como él la llamaba, lo dejó a los 5 años de relación. En esos años el buen Lautaro dejó su familia, sus amigos y su trabajo en Argentina. Pero un día al volver de su mal pagado trabajo en la madre patria se encontró con medio ropero vacío y una carta muy escueta que simplemente decía "La magia se terminó. Lo siento. Coni" Seis palabras más una firma y tras media década de des-conexión total Lautaro tuvo que bajar la cabeza y volver a su tierra natal.
La expresión de su rostro al bajar la escalera en Ezeiza era más triste que un tango. La humillación de volver sin más ahorros que para el pasaje y unos mangos en la billetera a la casa de sus padres y saber que si no se hubiera ido jamas hubiera pasado ninguna necesidad, lo hicieron sentir el peor perdedor. Sus padres no olvidaban que renegó de su doble apellido para vivir como un mendigo y desolló sus advertencias pero tanto Elisa como Ariel lo recibieron como si volviera de la guerra. No así Florencia, su hermana. La menor de la prestigiosa familia no podía perdonar el abandono y el ninguneo que había sentido, con un caracter tan rebelde como el de su hermano mayor, ahora que volvía como el hijo pródigo, estaba dispuesta a hacer de su vida un infierno mayor aún.
No fue difícil para Lauti que su padre lo acomode en un laburo en el que poco trabajaba y mucho ganaba. Cosa que Florencia le recordaba cada vez que tenía oportunidad de avergonzarlo con alguien. No se si era por esas constantes humillaciones de su hermana o por el doloroso abandono de Coni pero Lautaro se entregó a la noche peor que en sus mejores años de soltería. Alcohol a litros y otros condimentos nocturnos pasaron a ser parte de su rutina así como mujeres de las cuales rara vez sabía recordaba el nombre. El mayor beneficiado de sus noches de locura era sin dudas su amigo Santino, muchacho acomodado que a diferencia de Lautaro nunca había abandonado los placeres de la soltería y que con el regreso desenfrenado de su compinche tenía la excusa perfecta para aumentar sus dosis de locura nocturna.
Flor sabía muy bien que ahí tenía una entrada perfecta para asestarle a su hermano el golpe de gracia. Mujeriego como pocos, Santino no se privaba de mirar lo bien que había crecido la "hermanita" de su amigo. Era la misma nena que solía ir a su casa a jugar a las muñecas con su hermana pero ya no era ninguna nena. Era una chica muy desarrollada. Y la descarada morocha lo sabía bien. Sabía que cuando su hermano se fue era una niña y que a los ojos de Lautaro lo seguía siendo. A pesar de la distancia que le marcaba notaba que el trato de Lauti era tan protector como antes de partir a España y por eso sabía que su plan para tirarle la moral al piso iba a ser un éxito.
Dispuesta a todo la voluptuosa Florencia se dedicó a seducir sin pausa a Santino sin importarle nada. Sus descuidados paseos con poca ropa cada vez que los dos se juntaban en su casa eran tan obvios que no podía entender como Lautaro no los notaba. Era muy habitual que se apareciera frente a ellos luciendo delicadas y sensuales tangas de encaje tan diminutas que Santino tenía erecciones inmediatas. Sabía perfectamente que rompía los más elementales códigos de amistad si avanzaba sobre la hermanita de su mejor amigo pero cada vez que veía la fina tela de esas tangas perdidas en la redondez de esa cola no podía pensar más que en perderse entre esas carnes.
Flor lo tenía en la palma de su mano pero necesitaba la oportunidad para darle ese empujón. Para que su maquiavelico plan funcione necesitaba que su hermano se entere pero lo que no sabía era cómo cumplir con esa condición. Era obvio que Santino no iba a confesar su vil traición y sería muy evidente su intención si era ella quien se lo contaba.
Finalmente la oportunidad se presentó. En septiembre Ariel y Elisa decidieron tomarse unas mini vacaciones es Bariloche. La casa quedó para los hermanos y eso significaba que Lautaro iba a aprovechar para sus borracheras en la calidez de su hogar junto con su amigo y probablemente algunas mujeres de la noche. Las primeras noches se cumplieron al pie de la letra. Varias chicas desfilaron por los cuartos de la casa como si fuera un burdel. Florencia solo se limitaba a hacer comentarios irónicos sobre la necesidad de pagar por sexo que tenían ambos pero en el medio aprovechaba para tirarle indirectas a Santino. El cada vez más caliente amigo de su hermano sabía que la nena lo estaba buscando y esa idea más allá de la culpa lo calentaba cada vez más. Para su suerte las dispuestas mujerzuelas que llevaban a sus fiestas se encargaban de esa calentura. Florencia sabía que los gritos y gemidos que salían de ese cuarto eran pensando en ella.
También escuchaba la intensidad que venía del cuarto de su hermano pero sabía que en ese caso era sexo vacío y que solo lo hacía por despecho y soledad.
Una noche los dos fiesteros decidieron tomar un descanso de esas locas noches y se quedaron solos bebiendo en la casa. Lautaro sabía que el desprecio de su hermana la mantenía alejada así que no se molestaba por buscar que se aleje y los deje tranquilos. Sabía que solo aparecía por momentos pero lo que no sabía es que cada una de esas apariciones estaban dedicadas a endurecer la entrepierna de su amigo.
Esa noche Flor usó artillería pesada. Se puso un babydoll lila tan fino que podía verse con claridad hasta su ombligo. Debajo traía una tanga poco sutil del mismo tono. Cuando digo poco sutil es porque eran don hilos cruzados que invitaban a lo peor. Sus caderas se marcaban con la mayor claridad, su cola estaba tan expuesta como podía estar deborando por completo la fina prenda entre esos duros cachetes.
La joven sabiendo que era su oportunidad hizo su pasada habitual. Los dos borrachines estaban desparramados en el sillón con una botella de su cerveza preferida en sus manos. Al verla pasar frente al televisor casi desnuda Santino se quedó sin aire. La claridad de la tele dibujaba cada curva bajo la tela haciendo más excitante esa sensación de desnudes. "Es una Corona?" preguntó la regalada mocosa con una sobreactuada voz infantil. "Si, queres" Le respondió Santino mientras miraba como al agacharse la tela del Babydoll escalaba por su pierna hasta dejarla casi descubierta. Tampoco se perdió de contemplar los pezones claros que coronaban esas enormes tetas menos de un metro suyo. Estiró la mano casi temblando para convidarla mientras Lautaro bebía tranquilo y seguía cambiando de canal. La escena era demasiado fuerte. Ya era tarde y la colección de botellas en la mesa era una señal de lo ebrio que estaba. Pero aún le quedaba consciencia así que no pudo aguantar y se paró del sillón como eyectado."Voy al baño" se excusó.
Flor con una sonrisa picara vio los esfuerzos que hizo para salir caminando sin que se note la erección que se le había formado en el pantalón. En ese momento saludó a su hermano con un simple "hasta luego" pero con una sonrisa traviesa que anunciaba lo que pasaría.
Al salir del baño con la cara recién lavada Santino se encontró a Florencia apoyada en el marco de la puerta pasándose el pie por la otra pierna como si tuviera frío. "Hasta cuando vamos a jugar a la gata y el ratón?" le preguntó esta con una expresión de hembra sedienta de sexo. Tartamudeando y recorriendo su cuerpo con total impunidad Santino hizo su último intento por evitar lo inevitable "Flor está tu hermano" balbuceó pero la hermanita de Lautaro era rápida en todo sentido. "Se durmió en el sillón, estamos solos y los dos queremos" le mintió, mientras cruzaba sus manos por atrás del cuello y se acercaba mordiendose los labios. Ante el primer contacto de sus bocas Santino no pudo resistir más. Se fundieron en un beso de lo más ardiente. La mano de Flor fue directa a la bragueta del excitado joven y sintió la dureza enseguida. Mientras sus lenguas cruzaban de boca en boca lo tironeó de la ropa hasta meterlo en su cuarto pero se aseguró de que la puerta no se cierre del todo. Abrió el pantalón con una maestría insospechada y lo dejó caer. Santino cerró los ojos consciente de su traición y pronto sintió los dulces labios de Florencia al rededor de su verga. Era exquisita para chupar. Comenzó con una suavidad que lo enloqueció y con sutiles movimientos de lengua. Pero pronto devoró completo el falo. En ese momento sus ojos volvieron a mirarla. Quería ver esa cara dulce llena de carne. La imagen era brutal. Los ojos llorosos de la chica con los labios tirantes por esa verga que llegaba hasta su garganta. Tomó el lacio pelo de la muy buscona y comenzó a moverse metiendo y sacando la verga de esa complaciente boca. La calentura acumulada brotaba en forma bestial. Las tos y los gemidos ahogados de la nena malcriada alimentaban su excitación y lo hacían ser aún más feroz en los empujones de nuca. Estaba castigando esa boca como un animal.
Lejos de asustarla a Flor eso le escantaba y dejó caer su escasa ropa por sus hombros desnundando definitivamente sus enormes pechos para deleite de Santi. Sabía que a ese ritmo la explosión de semen era inminente. Miraba cuando podía hacia la puerta. En especial cuando lograba sacar ese enorme falo de su boca y lo recorría con deliciosas lamidas. En una de esas miradas pudo ver claramente a Lautaro paralizado en la puerta viendo como su amigo la estaba ahogando de verga. Creyó que en ese momento la ira lo iba a dominar y su semana perfecta quedaría arruinada así como la amistad con su compañero de parrandas.
Para sorpresa de Flor, su hermano seguía inmóvil mientras ella recibía las brutales embestidas en su boca. Apunto de acabar Santino soltó su cabellera para acariciar esas tetas. Acariciar por ser sutil. Las recorría y apretaba con la misma desesperación que demostró desde el primer momento. Al parecer esa tersa piel y los suaves pezones entre sus manos fueron la frutilla del postre. Mientras Flor miraba de reojo la puerta su boca empezó a llenarse de golpe de espeso semen. Intentó sacar la verga de Santino de su boca pero este volvió a tomar su cabeza de forma dominante y acabó como nunca. La joven sentía como su boca se llenaba de leche hasta el paladar. Finalmente satisfecho y aliviado, Santi la soltó y un caliente chorro blanco salió de su boca con una gran burbuja en el medio y resbaló lentamente por su barbilla.
Se dio vuelta y miró a su hermano que seguía en la puerta cubierto por la sombra y pasandose la mano por la pera sonrió satisfecha por su logro. Los ojos de Lautaro se abrieron como si se fueran a salir de rostro al notar que su hermana lo estaba viendo y salió confundido caminando por el pasillo.
En ese instante no reflexionó ni medio segundo sobre la infame traición de Santino a su amistad. Lo único que podía pensar era en la terrible erección que tenía por ver esa escena y descubrir lo perra que se había vuelto su hermana durante su ausencia. Esa tierna e inocente niña que dejó al partir ahora era una gata sedienta de leche y por más que no quisiera esa imagen sería difícil de borrar.
Lauti como lo apodan sus allegados, paso más tiempo del que esperaba en Europa. Lo que en un principio fue un viaje de joven aventurero se convirtieron en años cuando conoció a Coni, una hermosa española que frenó su alocada vida de soltero. Dije frenó y no usé terminó con su vida de soltero por una sola razón. Sus alocadas noches volvieron cuando la gallega, como él la llamaba, lo dejó a los 5 años de relación. En esos años el buen Lautaro dejó su familia, sus amigos y su trabajo en Argentina. Pero un día al volver de su mal pagado trabajo en la madre patria se encontró con medio ropero vacío y una carta muy escueta que simplemente decía "La magia se terminó. Lo siento. Coni" Seis palabras más una firma y tras media década de des-conexión total Lautaro tuvo que bajar la cabeza y volver a su tierra natal.
La expresión de su rostro al bajar la escalera en Ezeiza era más triste que un tango. La humillación de volver sin más ahorros que para el pasaje y unos mangos en la billetera a la casa de sus padres y saber que si no se hubiera ido jamas hubiera pasado ninguna necesidad, lo hicieron sentir el peor perdedor. Sus padres no olvidaban que renegó de su doble apellido para vivir como un mendigo y desolló sus advertencias pero tanto Elisa como Ariel lo recibieron como si volviera de la guerra. No así Florencia, su hermana. La menor de la prestigiosa familia no podía perdonar el abandono y el ninguneo que había sentido, con un caracter tan rebelde como el de su hermano mayor, ahora que volvía como el hijo pródigo, estaba dispuesta a hacer de su vida un infierno mayor aún.
No fue difícil para Lauti que su padre lo acomode en un laburo en el que poco trabajaba y mucho ganaba. Cosa que Florencia le recordaba cada vez que tenía oportunidad de avergonzarlo con alguien. No se si era por esas constantes humillaciones de su hermana o por el doloroso abandono de Coni pero Lautaro se entregó a la noche peor que en sus mejores años de soltería. Alcohol a litros y otros condimentos nocturnos pasaron a ser parte de su rutina así como mujeres de las cuales rara vez sabía recordaba el nombre. El mayor beneficiado de sus noches de locura era sin dudas su amigo Santino, muchacho acomodado que a diferencia de Lautaro nunca había abandonado los placeres de la soltería y que con el regreso desenfrenado de su compinche tenía la excusa perfecta para aumentar sus dosis de locura nocturna.
Flor sabía muy bien que ahí tenía una entrada perfecta para asestarle a su hermano el golpe de gracia. Mujeriego como pocos, Santino no se privaba de mirar lo bien que había crecido la "hermanita" de su amigo. Era la misma nena que solía ir a su casa a jugar a las muñecas con su hermana pero ya no era ninguna nena. Era una chica muy desarrollada. Y la descarada morocha lo sabía bien. Sabía que cuando su hermano se fue era una niña y que a los ojos de Lautaro lo seguía siendo. A pesar de la distancia que le marcaba notaba que el trato de Lauti era tan protector como antes de partir a España y por eso sabía que su plan para tirarle la moral al piso iba a ser un éxito.
Dispuesta a todo la voluptuosa Florencia se dedicó a seducir sin pausa a Santino sin importarle nada. Sus descuidados paseos con poca ropa cada vez que los dos se juntaban en su casa eran tan obvios que no podía entender como Lautaro no los notaba. Era muy habitual que se apareciera frente a ellos luciendo delicadas y sensuales tangas de encaje tan diminutas que Santino tenía erecciones inmediatas. Sabía perfectamente que rompía los más elementales códigos de amistad si avanzaba sobre la hermanita de su mejor amigo pero cada vez que veía la fina tela de esas tangas perdidas en la redondez de esa cola no podía pensar más que en perderse entre esas carnes.
Flor lo tenía en la palma de su mano pero necesitaba la oportunidad para darle ese empujón. Para que su maquiavelico plan funcione necesitaba que su hermano se entere pero lo que no sabía era cómo cumplir con esa condición. Era obvio que Santino no iba a confesar su vil traición y sería muy evidente su intención si era ella quien se lo contaba.
Finalmente la oportunidad se presentó. En septiembre Ariel y Elisa decidieron tomarse unas mini vacaciones es Bariloche. La casa quedó para los hermanos y eso significaba que Lautaro iba a aprovechar para sus borracheras en la calidez de su hogar junto con su amigo y probablemente algunas mujeres de la noche. Las primeras noches se cumplieron al pie de la letra. Varias chicas desfilaron por los cuartos de la casa como si fuera un burdel. Florencia solo se limitaba a hacer comentarios irónicos sobre la necesidad de pagar por sexo que tenían ambos pero en el medio aprovechaba para tirarle indirectas a Santino. El cada vez más caliente amigo de su hermano sabía que la nena lo estaba buscando y esa idea más allá de la culpa lo calentaba cada vez más. Para su suerte las dispuestas mujerzuelas que llevaban a sus fiestas se encargaban de esa calentura. Florencia sabía que los gritos y gemidos que salían de ese cuarto eran pensando en ella.
También escuchaba la intensidad que venía del cuarto de su hermano pero sabía que en ese caso era sexo vacío y que solo lo hacía por despecho y soledad.
Una noche los dos fiesteros decidieron tomar un descanso de esas locas noches y se quedaron solos bebiendo en la casa. Lautaro sabía que el desprecio de su hermana la mantenía alejada así que no se molestaba por buscar que se aleje y los deje tranquilos. Sabía que solo aparecía por momentos pero lo que no sabía es que cada una de esas apariciones estaban dedicadas a endurecer la entrepierna de su amigo.
Esa noche Flor usó artillería pesada. Se puso un babydoll lila tan fino que podía verse con claridad hasta su ombligo. Debajo traía una tanga poco sutil del mismo tono. Cuando digo poco sutil es porque eran don hilos cruzados que invitaban a lo peor. Sus caderas se marcaban con la mayor claridad, su cola estaba tan expuesta como podía estar deborando por completo la fina prenda entre esos duros cachetes.
La joven sabiendo que era su oportunidad hizo su pasada habitual. Los dos borrachines estaban desparramados en el sillón con una botella de su cerveza preferida en sus manos. Al verla pasar frente al televisor casi desnuda Santino se quedó sin aire. La claridad de la tele dibujaba cada curva bajo la tela haciendo más excitante esa sensación de desnudes. "Es una Corona?" preguntó la regalada mocosa con una sobreactuada voz infantil. "Si, queres" Le respondió Santino mientras miraba como al agacharse la tela del Babydoll escalaba por su pierna hasta dejarla casi descubierta. Tampoco se perdió de contemplar los pezones claros que coronaban esas enormes tetas menos de un metro suyo. Estiró la mano casi temblando para convidarla mientras Lautaro bebía tranquilo y seguía cambiando de canal. La escena era demasiado fuerte. Ya era tarde y la colección de botellas en la mesa era una señal de lo ebrio que estaba. Pero aún le quedaba consciencia así que no pudo aguantar y se paró del sillón como eyectado."Voy al baño" se excusó.
Flor con una sonrisa picara vio los esfuerzos que hizo para salir caminando sin que se note la erección que se le había formado en el pantalón. En ese momento saludó a su hermano con un simple "hasta luego" pero con una sonrisa traviesa que anunciaba lo que pasaría.
Al salir del baño con la cara recién lavada Santino se encontró a Florencia apoyada en el marco de la puerta pasándose el pie por la otra pierna como si tuviera frío. "Hasta cuando vamos a jugar a la gata y el ratón?" le preguntó esta con una expresión de hembra sedienta de sexo. Tartamudeando y recorriendo su cuerpo con total impunidad Santino hizo su último intento por evitar lo inevitable "Flor está tu hermano" balbuceó pero la hermanita de Lautaro era rápida en todo sentido. "Se durmió en el sillón, estamos solos y los dos queremos" le mintió, mientras cruzaba sus manos por atrás del cuello y se acercaba mordiendose los labios. Ante el primer contacto de sus bocas Santino no pudo resistir más. Se fundieron en un beso de lo más ardiente. La mano de Flor fue directa a la bragueta del excitado joven y sintió la dureza enseguida. Mientras sus lenguas cruzaban de boca en boca lo tironeó de la ropa hasta meterlo en su cuarto pero se aseguró de que la puerta no se cierre del todo. Abrió el pantalón con una maestría insospechada y lo dejó caer. Santino cerró los ojos consciente de su traición y pronto sintió los dulces labios de Florencia al rededor de su verga. Era exquisita para chupar. Comenzó con una suavidad que lo enloqueció y con sutiles movimientos de lengua. Pero pronto devoró completo el falo. En ese momento sus ojos volvieron a mirarla. Quería ver esa cara dulce llena de carne. La imagen era brutal. Los ojos llorosos de la chica con los labios tirantes por esa verga que llegaba hasta su garganta. Tomó el lacio pelo de la muy buscona y comenzó a moverse metiendo y sacando la verga de esa complaciente boca. La calentura acumulada brotaba en forma bestial. Las tos y los gemidos ahogados de la nena malcriada alimentaban su excitación y lo hacían ser aún más feroz en los empujones de nuca. Estaba castigando esa boca como un animal.
Lejos de asustarla a Flor eso le escantaba y dejó caer su escasa ropa por sus hombros desnundando definitivamente sus enormes pechos para deleite de Santi. Sabía que a ese ritmo la explosión de semen era inminente. Miraba cuando podía hacia la puerta. En especial cuando lograba sacar ese enorme falo de su boca y lo recorría con deliciosas lamidas. En una de esas miradas pudo ver claramente a Lautaro paralizado en la puerta viendo como su amigo la estaba ahogando de verga. Creyó que en ese momento la ira lo iba a dominar y su semana perfecta quedaría arruinada así como la amistad con su compañero de parrandas.
Para sorpresa de Flor, su hermano seguía inmóvil mientras ella recibía las brutales embestidas en su boca. Apunto de acabar Santino soltó su cabellera para acariciar esas tetas. Acariciar por ser sutil. Las recorría y apretaba con la misma desesperación que demostró desde el primer momento. Al parecer esa tersa piel y los suaves pezones entre sus manos fueron la frutilla del postre. Mientras Flor miraba de reojo la puerta su boca empezó a llenarse de golpe de espeso semen. Intentó sacar la verga de Santino de su boca pero este volvió a tomar su cabeza de forma dominante y acabó como nunca. La joven sentía como su boca se llenaba de leche hasta el paladar. Finalmente satisfecho y aliviado, Santi la soltó y un caliente chorro blanco salió de su boca con una gran burbuja en el medio y resbaló lentamente por su barbilla.
Se dio vuelta y miró a su hermano que seguía en la puerta cubierto por la sombra y pasandose la mano por la pera sonrió satisfecha por su logro. Los ojos de Lautaro se abrieron como si se fueran a salir de rostro al notar que su hermana lo estaba viendo y salió confundido caminando por el pasillo.
En ese instante no reflexionó ni medio segundo sobre la infame traición de Santino a su amistad. Lo único que podía pensar era en la terrible erección que tenía por ver esa escena y descubrir lo perra que se había vuelto su hermana durante su ausencia. Esa tierna e inocente niña que dejó al partir ahora era una gata sedienta de leche y por más que no quisiera esa imagen sería difícil de borrar.
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