Era un contrato de $300.000 mensuales y por 5 años de trabajo. No podía perdérmelo. No sólo porque trabajar para los Goodwild me traería contactos de primer nivel, sino porque ese contrato nos sacaría de la complicada situación económica que estábamos viviendo. Así que cuando los Goodwild nos invitaron a cenar a su casa, era imposible decirles que no. Al contrario, era mi oportunidad de cambiar nuestra vida.
Esa noche mi mujer se puso muy bella, como es habitual, y preparó mi traje para asistir a la cena. El Sr. Goodwild tenía fama de ser un negociador muy duro. En el rubro petrolero es muy conocido por su español atravesado y porque es muy difícil llegar a hablar con él. No cualquiera tiene este privilegio, porque el tipo a sus 72 años, dirige una compañía canadiense que posee la mayor parte de los yacimientos hidrocarburíferos de latinoamérica. Es un hombre canoso, muy elegante, fumador de abanos importados y con una voz ronca de whisky que lo hace inolvidable para quienes lo escuchan por primera vez.
Llegamos a su residencia a las 21:00hs en punto. Dicen las malas lenguas, que la Sra. Goodwild es bastante incordiosa con los horarios (similar a mi mujer) y de un carácter muy dominante. Y la verdad es que para aguantar al viejo Goodwild, que hace lo que quiere con los negocios, no faltaría menos que una mujer muy manipuladora a su lado. La Sra. Goodwild creo que tiene 65 años, mi mujer seguro lo sabe, pero según ella es muy elegante. De pelo muy cortito, rubio casi blanco, y con unos ojos celestes preciosos, pero que te intimidan.
Mientras la Sra. Goodwild llevó a mi mujer a recorrer la casa, su marido me esperaba en un enorme living estilo Luis XV con un whisky en la mano y una abundante picada. Conversamos un buen rato sobre la situación del país y sobre internas del rubro, hasta que nos interrumpió el llamado de su esposa para cenar. Mientras nos sentábamos a la mesa, el Sr. Goodwild dijo:
- “Cenaremos con champagne para celebrar esta importante noche que nos une."
La cena fue muy entretenida, tanto, que se nos pasaron unas 3 horas sin darnos cuenta. Para la hora del postre, ya nos habíamos bajado 4 Dom Perignon como agua. Mientras el Sr. Goodwild descorchaba una quinta botella y conversaba enfáticamente con mi mujer, yo acompañe a su esposa a buscar el postre a la cocina. Inesperadamente, la Sra. Goodwild se me acercó y susurrando me dijo:
- “Si querés cerrar el contrato con mi marido... entregale a tu mujer.”
No alcancé a reaccionar, que la Sra. Goodwild ya me había dejado sólo en la cocina. Atónito y desconcertado, sin entender la situación. Volví a la mesa con la cabeza abrumada y llena de preguntas. Que me quiso decir esta vieja? Este viejo verde inventó toda esta cena para humillarme?. No podía parar de pensar. Con cada pregunta que me hacía internamente, me enojaba más, pero no podía parar de hacerme preguntas. El contrato era muy grande y salvaría nuestra situación económica por unos cuantos años, pero nunca me hubiese esperado una negociación de este tipo. Estaba totalmente confundido.
De pronto, el Sr. Goodwild se levanta de la mesa y nos invita a pasar al living para tomar un cafecito. Mientras su esposa va de nuevo a la cocina y el Sr. Goodwild se dirigía al baño, mi mujer me pregunta:
- “Que te pasa? Cambiá la cara.”
No sabía si contestarle la verdad y contarle todo lo sucedido, o hacerme el distraído y terminar la cena disimuladamente. Pero mi conciencia fue más fuerte que yo y se lo dije:
- Mientras buscamos el postre en la cocina, la Sra. Goodwild me dijo: "Si querés cerrar el contrato con mi marido, entregale a tu mujer.".
Mi esposa estaba un poco chupada, se lo notaba en su cara y en sus gestos. Había dos posibilidades, o que se enojara mal y terminara la noche enculada, o que se cagara de risa de la situación. Repentinamente llegó la Sra. Goodwild para acompañarnos hacia el living, así que no pude escuchar la respuesta de mi esposa, aunque si noté que su cara había cambiado totalmente. Pedí permiso para ir al baño, mientras ellas siguieron caminando.
Cuando volví del baño me encontré con una situación algo extraña. Mi esposa estaba sentada en un sillón de dos cuerpos junto al Sr. Goodwild. Su esposa estaba en frente de ellos, sentada en un hermoso sillón Luis XV de un cuerpo y quedaba libre otro igual a su lado para que yo ocupara. No sabía si mi mujer me estaba haciendo una joda y lo hacía para cargarme, o que?. Siempre jodíamos con que a ella la calentaban los viejos, pero de ahí a cogerse al Sr. Goodwild había un abismo de distancia. Si bien necesitábamos imperiosamente la guita, no creía que mi mujer fuera capas de hacer una cosa así para conseguirla.
Mientras me incliné hacia la mesa ratona para tomar mi café, observo entre mis cejas que el Sr. Goodwild apoya su mano sobre la rodilla descubierta de mi esposa y mirándola a los ojos, le dice:
- “Que estaría dispuesta a hacer una mujer tan hermosa como vos por su esposo?”
Al contrario de la respuesta que hubiera imaginado, coqueteando con la situación, mi mujer le contestó sensualmente:
- “Más de lo que mi marido se imagina."
Yo no podía creer lo que estaba sucediendo. Inmediatamente miré hacia mi izquierda a la Sra. Goodwild y recibí de ella un cómplice guiño de ojo. El Sr. Goodwild deslizó su mano lentamente desde la rodilla de mi esposa hacia su entrepierna, y mi mujer en lugar de resistirse, solo se reclinó sobre el sillón para acomodarse mejor. El viejo dejo su vaso de whisky en la mesita para aproximarse a mi mujer y agarrarle la cara por las mejillas con sus dos manos repletas de experiencia. La miró detenidamente, y le comió la boca de un beso. Desde mi sillón solitario de enfrente, pude ver como se trenzaron sus lenguas, hasta que el Sr. Goodwild dejó su boca para continuar por su cuello. Mi mujer estaba re caliente, no sólo podía verlo en su cara, sino que lo confirmé cuando el viejo recorrió su oído con la lengua provocando el primer gemido de mi esposa. De pronto, el Sr. Goodwild la tomó agresivamente del pelo y autoritariamente le dijo:
- “Chupame la pija nena.”
Sin dudarlo un instante, mi esposa bajó del sillón y se arrodilló en el piso dándonos la espalda a nosotros. Desabrochó el cinturón del Sr. Goodwild y bajó su pantalón para descubrir una enorme pija semi-rígida. El viejo despejó su cabello para que todos pudiéramos ver como la hermosa boca de mi esposa rodeaba la cabeza de su verga. Muy despacito y delicadamente, mi mujer recorrió su poronga con la lengua desde su jugoso glande hasta sus estirados huevos para lograr que el Sr. Goodwild aumentara su erección. La actitud sensual y apasionada de mi esposa hacían que esa veterana pija luciera cada vez mas dura y brillante. De pronto, cuando con gran esfuerzo logró meter profundamente toda la verga del viejo en de su boca, escuchamos que la Sra. Goodwild se levantó del sillón rápidamente, se dirigió a un aparador y volvió con el contrato firmado en la mano.
Cuando mi mujer vio de reojo que la Sra. Goodwild me entregó el contrato, manoteó nuevamente la pija del Sr. Goodwild y con mucha actitud se abocó a terminar lo que había empezado. Mientras el viejo la tomaba del pelo y acompañaba sus movimientos de cabeza, mi mujer le chupó bien la verga hasta que mezclado entre su voz ronca y un gemido, el Sr. Goodwild dijo:
- “Pará nena que voy a acabar.”
Fue la frase justa para que mi esposa hiciera todo lo contrario: apuntó su boca hacia la cabeza del pene y comenzó a pajearlo rápidamente para que el viejo le llenara su boca de leche. Creo que nunca voy a olvidar la hermosa cara de mi mujer chorreando semen del Sr. Goodwild entre sus labios. Así como tampoco nunca voy a poder encontrar palabras para expresar el agradecimiento y amor a mi esposa por haber cerrado el contrato que cambió nuestras vidas.
Esa noche mi mujer se puso muy bella, como es habitual, y preparó mi traje para asistir a la cena. El Sr. Goodwild tenía fama de ser un negociador muy duro. En el rubro petrolero es muy conocido por su español atravesado y porque es muy difícil llegar a hablar con él. No cualquiera tiene este privilegio, porque el tipo a sus 72 años, dirige una compañía canadiense que posee la mayor parte de los yacimientos hidrocarburíferos de latinoamérica. Es un hombre canoso, muy elegante, fumador de abanos importados y con una voz ronca de whisky que lo hace inolvidable para quienes lo escuchan por primera vez.
Llegamos a su residencia a las 21:00hs en punto. Dicen las malas lenguas, que la Sra. Goodwild es bastante incordiosa con los horarios (similar a mi mujer) y de un carácter muy dominante. Y la verdad es que para aguantar al viejo Goodwild, que hace lo que quiere con los negocios, no faltaría menos que una mujer muy manipuladora a su lado. La Sra. Goodwild creo que tiene 65 años, mi mujer seguro lo sabe, pero según ella es muy elegante. De pelo muy cortito, rubio casi blanco, y con unos ojos celestes preciosos, pero que te intimidan.
Mientras la Sra. Goodwild llevó a mi mujer a recorrer la casa, su marido me esperaba en un enorme living estilo Luis XV con un whisky en la mano y una abundante picada. Conversamos un buen rato sobre la situación del país y sobre internas del rubro, hasta que nos interrumpió el llamado de su esposa para cenar. Mientras nos sentábamos a la mesa, el Sr. Goodwild dijo:
- “Cenaremos con champagne para celebrar esta importante noche que nos une."
La cena fue muy entretenida, tanto, que se nos pasaron unas 3 horas sin darnos cuenta. Para la hora del postre, ya nos habíamos bajado 4 Dom Perignon como agua. Mientras el Sr. Goodwild descorchaba una quinta botella y conversaba enfáticamente con mi mujer, yo acompañe a su esposa a buscar el postre a la cocina. Inesperadamente, la Sra. Goodwild se me acercó y susurrando me dijo:
- “Si querés cerrar el contrato con mi marido... entregale a tu mujer.”
No alcancé a reaccionar, que la Sra. Goodwild ya me había dejado sólo en la cocina. Atónito y desconcertado, sin entender la situación. Volví a la mesa con la cabeza abrumada y llena de preguntas. Que me quiso decir esta vieja? Este viejo verde inventó toda esta cena para humillarme?. No podía parar de pensar. Con cada pregunta que me hacía internamente, me enojaba más, pero no podía parar de hacerme preguntas. El contrato era muy grande y salvaría nuestra situación económica por unos cuantos años, pero nunca me hubiese esperado una negociación de este tipo. Estaba totalmente confundido.
De pronto, el Sr. Goodwild se levanta de la mesa y nos invita a pasar al living para tomar un cafecito. Mientras su esposa va de nuevo a la cocina y el Sr. Goodwild se dirigía al baño, mi mujer me pregunta:
- “Que te pasa? Cambiá la cara.”
No sabía si contestarle la verdad y contarle todo lo sucedido, o hacerme el distraído y terminar la cena disimuladamente. Pero mi conciencia fue más fuerte que yo y se lo dije:
- Mientras buscamos el postre en la cocina, la Sra. Goodwild me dijo: "Si querés cerrar el contrato con mi marido, entregale a tu mujer.".
Mi esposa estaba un poco chupada, se lo notaba en su cara y en sus gestos. Había dos posibilidades, o que se enojara mal y terminara la noche enculada, o que se cagara de risa de la situación. Repentinamente llegó la Sra. Goodwild para acompañarnos hacia el living, así que no pude escuchar la respuesta de mi esposa, aunque si noté que su cara había cambiado totalmente. Pedí permiso para ir al baño, mientras ellas siguieron caminando.
Cuando volví del baño me encontré con una situación algo extraña. Mi esposa estaba sentada en un sillón de dos cuerpos junto al Sr. Goodwild. Su esposa estaba en frente de ellos, sentada en un hermoso sillón Luis XV de un cuerpo y quedaba libre otro igual a su lado para que yo ocupara. No sabía si mi mujer me estaba haciendo una joda y lo hacía para cargarme, o que?. Siempre jodíamos con que a ella la calentaban los viejos, pero de ahí a cogerse al Sr. Goodwild había un abismo de distancia. Si bien necesitábamos imperiosamente la guita, no creía que mi mujer fuera capas de hacer una cosa así para conseguirla.
Mientras me incliné hacia la mesa ratona para tomar mi café, observo entre mis cejas que el Sr. Goodwild apoya su mano sobre la rodilla descubierta de mi esposa y mirándola a los ojos, le dice:
- “Que estaría dispuesta a hacer una mujer tan hermosa como vos por su esposo?”
Al contrario de la respuesta que hubiera imaginado, coqueteando con la situación, mi mujer le contestó sensualmente:
- “Más de lo que mi marido se imagina."
Yo no podía creer lo que estaba sucediendo. Inmediatamente miré hacia mi izquierda a la Sra. Goodwild y recibí de ella un cómplice guiño de ojo. El Sr. Goodwild deslizó su mano lentamente desde la rodilla de mi esposa hacia su entrepierna, y mi mujer en lugar de resistirse, solo se reclinó sobre el sillón para acomodarse mejor. El viejo dejo su vaso de whisky en la mesita para aproximarse a mi mujer y agarrarle la cara por las mejillas con sus dos manos repletas de experiencia. La miró detenidamente, y le comió la boca de un beso. Desde mi sillón solitario de enfrente, pude ver como se trenzaron sus lenguas, hasta que el Sr. Goodwild dejó su boca para continuar por su cuello. Mi mujer estaba re caliente, no sólo podía verlo en su cara, sino que lo confirmé cuando el viejo recorrió su oído con la lengua provocando el primer gemido de mi esposa. De pronto, el Sr. Goodwild la tomó agresivamente del pelo y autoritariamente le dijo:
- “Chupame la pija nena.”
Sin dudarlo un instante, mi esposa bajó del sillón y se arrodilló en el piso dándonos la espalda a nosotros. Desabrochó el cinturón del Sr. Goodwild y bajó su pantalón para descubrir una enorme pija semi-rígida. El viejo despejó su cabello para que todos pudiéramos ver como la hermosa boca de mi esposa rodeaba la cabeza de su verga. Muy despacito y delicadamente, mi mujer recorrió su poronga con la lengua desde su jugoso glande hasta sus estirados huevos para lograr que el Sr. Goodwild aumentara su erección. La actitud sensual y apasionada de mi esposa hacían que esa veterana pija luciera cada vez mas dura y brillante. De pronto, cuando con gran esfuerzo logró meter profundamente toda la verga del viejo en de su boca, escuchamos que la Sra. Goodwild se levantó del sillón rápidamente, se dirigió a un aparador y volvió con el contrato firmado en la mano.
Cuando mi mujer vio de reojo que la Sra. Goodwild me entregó el contrato, manoteó nuevamente la pija del Sr. Goodwild y con mucha actitud se abocó a terminar lo que había empezado. Mientras el viejo la tomaba del pelo y acompañaba sus movimientos de cabeza, mi mujer le chupó bien la verga hasta que mezclado entre su voz ronca y un gemido, el Sr. Goodwild dijo:
- “Pará nena que voy a acabar.”
Fue la frase justa para que mi esposa hiciera todo lo contrario: apuntó su boca hacia la cabeza del pene y comenzó a pajearlo rápidamente para que el viejo le llenara su boca de leche. Creo que nunca voy a olvidar la hermosa cara de mi mujer chorreando semen del Sr. Goodwild entre sus labios. Así como tampoco nunca voy a poder encontrar palabras para expresar el agradecimiento y amor a mi esposa por haber cerrado el contrato que cambió nuestras vidas.
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