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*¿Eres así, todo el tiempo, con tu esposa?- consultaba mi secretaria, todavía divertida a mi renuencia a probar bocado.
-¡No, con ella, soy peor!- respondí, esbozando una leve sonrisa.
Una vez que nos despegamos, aproveché de ir al baño a hacer mis necesidades y también, de llamar a mis hijas por teléfono.
En el intertanto y en vista que estaba hambrienta, le sugerí a Gloria que ordenase lo que quisiera del menú, sin escatimar en gastos, porque yo ya visualizaba una jornada muy larga.
Y lamentablemente, nunca le dije sobre mi desagrado por la comida marina, motivo por el que quedé decepcionado cuando vi que ordenó 2 cocteles de camarón.
Mientras probaba el crujiente crustáceo sin mucho agrado, pensaba si acaso mis hijas creerían que comí mi ración de mariscos mensual y aunque estaba seguro que Pamelita me la aceptaría sin cuestionamientos, Verito disfruta la tortura de su padre.
Le expliqué a Gloria que puedo llegar a buscar a mi esposa hasta 4 o 5 veces al día, lo cual le sorprendió, pero lo justifiqué con mi personalidad obsesivo-compulsiva.
Le dije que estaba consciente que yo debía tener un problema. Sin embargo, argumenté que mi esposa también es una mujer fogosa y que el sexo era bastante bueno y satisfactorio para ambos, como para querer detenernos.
Por último, le expliqué que el verdadero problema es que mi aguante en la cama es mucho mayor que el de Marisol y en varias oportunidades, quedaba con las ganas de desfogarme otro poco más, cuando mi ruiseñor estaba simplemente agotada.
Gloria, cubierta solamente con la bata que entregaba el hotel, empezaba a comprender un poco más de mi naturaleza infiel, en vista que en todo momento destacaba lo mucho que amo a Marisol y a mis niñas y al parecer, creía mis excusas, cuando le decía que gran parte de las mujeres que me había involucrado, tenían un aspecto que me recordaba a mi mujer.
-Incluso tú, con tus ojos celestes.- señalé, comiendo ya de mejor gana los crustáceos.- El color de tus ojos me recuerdan a los ópalos de mi esposa.
Reconozco que no quería caer en cursilerías, pero no podía evitar admirar sus mejillas y revisar la luminiscencia de sus ojos, lo que claramente terminó incomodándola.
No obstante, al ver que me sinceraba, decidió contarme de su vida con Oscar.
Como ya he mencionado, tienen 4 años juntos y por el momento, no hay planes de matrimonio, en vista que Gloria recién comienza a despegar. El problema es que Oscar trabaja en un hospital como auxiliar médico, con turnos que varían entre 4 y 18 horas, motivo por el que se encuentra bastante estresado (y por el que ese día, era irrelevante si volvía Gloria o no, puesto que se encontraría trabajando), lo cual también repercute en su desempeño sexual.
Además, debido que también padece de diabetes, sus escarceos sexuales se han vuelto cada vez más esporádicos.
Sin embargo, me aclaró que no era tanto que tuviese problemas de erección (la cual, según su estimación, debía medir alrededor de13 o 14 centímetros, a pleno esplendor), sino que por sus diferentes estilos de vida, no siempre podían acomodar su sexualidad.
Había días que Oscar estaba más excitado y le buscaba, pero Gloria, por seguir el ritmo de trabajo que Sonia y yo estamos acostumbrados, no podía complacerle por cansancio y en otros, la situación se invertía, ya que él estaba exhausto o le costaba mucho excitarse.
A pesar de todo eso, las veces que ellos sí coincidían, el sexo era bastante bueno y le dejaba calmada un par de noches.
Esta fue la razón por la que me había pedido que le ayudase a comprar lencería sexy, puesto que los obsequios que le di en Perth motivaron a Oscar por un par de semanas y la idea de poder excitarlo, le traía con el erotismo a flor de piel.
Y fue de esta manera que llegó a un colapso por remordimientos…
-¡Vamos, Gloria, cálmate!- le dije, impaciente de verla llorar.- ¡Esto es solamente algo de momento!
*Pero jefe… ¡Yo le he sido infiel!- se recriminaba, de forma melodramática.
-¡No! ¡No! ¡No!- le dije, tratando de poner mis manos en sus hombros, que ella buscaba espantar.- ¡Gloria, esto no significa nada! ¿Por qué crees que he usado preservativos?
Esa pregunta la sacó un poco de contexto y me miró con cautela, conteniendo un poco sus lágrimas.
-¿Crees que somos amantes?- le pregunté, de manera desafiante.- ¡Gloria, si tú y fuésemos amantes, estaría pendiente que te tomaras anticonceptivos, porque ya no acostumbro a usar condón!
Sorpresivamente, ese razonamiento logró estabilizarla un poco más.
(Cuando se lo conté a mi esposa, me besó suavemente. Durante nuestro noviazgo, mi constante preocupación por embarazarla fuera de tiempo le produjo una aversión a los preservativos y un gran sufrimiento, aunque irónicamente, la primera vez que lo hicimos sin ellos, quedó embarazada de mis gemelas.)
-¡Al contrario, Gloria, esto ha sido solo un encuentro casual! ¿O piensas que voy a seducirte en la oficina?
Eso la desconcertó todavía más. Porque, en efecto, en mi oficina estoy constantemente trabajando, ya sea corroborando el cumplimiento de cartas Gantt, evaluando proyectos o discutiendo con el personal de los yacimientos, si es que algo se descuadra del programa.
Incluso,en la hora de almuerzo, aprovecho de ir a ver a mis hijas en el daycare, o bien, almuerzo bastante tarde, para aprovechar mi visión de túnel y enfocarme en proyectos que requieren mi mayor concentración.
-¡Piensa que esto es circunstancial!- insistí, tratando de calmarla.- Si Oscar estuviera aquí, tú no estarías conmigo… o lo mismo pasaría conmigo y Marisol.
Admito que tardé un poco en “mentir” sobre mi esposa, porque conociéndola, seguramente me habría ayudado a seducir a mi secretaria.
Pero finalmente, al ver que Gloria tenía un sentido de moral bastante parecido al que originalmente tenía yo, le dije la tonta excusa que yo mismo me daba al principio, para justificar mi actuar.
-Mira, solo piensa que no hemos tenido oportunidad. Que fue algo inevitable y fuera de nuestro control.
Lo dije en un tono entre derrotado y arrepentido, lo que ella apreció. Como les digo, había una atracción mutua, pero en el trabajo, nunca la habíamos forzado demasiado. Además, tras lo ocurrido desde la noche anterior, debíamos ser bastante hipócritas para creer que podríamos controlarnos y esperar la salida de nuestro vuelo hasta las 2 de la tarde del día siguiente sin hacer algo más.
Lo único que me quedaba sugerir era que pretendiese que yo era Oscar y que intentara disfrutarlo, porque creí (hasta la fiesta de disfraces de Halloween) que no volvería a pasar.
Y nuevamente, retomé la pregunta que le había hecho la noche anterior: ¿Cuál era su posición sexual favorita?
En esos momentos, sus remordimientos le percataron de su desnudez, quien trascubrirse y girar, dándome la espalda, me confesó que la única pose que hacía con Oscar era la de misionero, con ella arriba.
Creo que esa revelación fue inesperada, incluso para ella, ya que giró para ver si me había percatado. Aunque en esos momentos, me encontraba sacando cuentas, imaginando a Oscar en las diferentes poses y lugares donde tomo a Marisol y concluyendo que, lamentablemente para él, nunca disfrutaría el placer de un paizuri con los seductores pechos de mi secretaria.
Volviendo a la tierra, le expliqué que la mía era ir yo arriba, porque me gusta penetrar completamente a una mujer y porque sigo creyendo que el trabajo pesado de bombear corresponde al hombre, comentario “machista” que no pareció desagradarle.
Por lo que decidí enseñarle una de mis poses favoritas…
Fue curioso, le pedí que se acostara y abriera las piernas, pero ella terminó haciendo gestos muy parecidos a Marisol.
Vale decir, se trató de cubrir la cara y los pechos, para que no la viera, a pesar que ya habíamos compartido una noche y un par de horas juntos.
Me pareció tan tierno y espontaneo, porque a pesar de toda la labia que puede tener mi ruiseñor con sus amigas sobre el sexo, sigue avergonzándose con nimiedades como mostrarme sus calzoncitos, cuando se sube a la escalerilla de la cocina o ponerse colorada, cuando entro al baño, mientras ella está orinando.
Le acaricié un poco los muslos, para que se calmara y la atraje hacia mí, levantándola un poco del vientre. Ubiqué sus piernas sobre mis hombros, asegurándome que su flexibilidad sería lo suficiente para no causar tanto dolor y finalmente, me coloqué el preservativo.
-¡Esto va a doler!- le dije, pendiente que ella quisiera retractarse.- Pero se combinará con el placer, dentro de poco. Piénsalo que es como un ejercicio agradable, para adelgazar las caderas.
Ella sonrió y suspiró cómoda, dispuesta a probar algo nuevo.
*¡Está bien!- respondió con timidez.- Pero…¿Podrías usar tus dedos… de nuevo?
Quedé impactado, porque miraba la mano que había usado para penetrar su ano y en efecto, notaba una tenue sonrisa de deseo.
-¡Claro!- repliqué, más animoso.
*¡Jefe, no me malentiendas!- señaló, mucho másnerviosa.- No pienses que quiero que tú… (su rostro se coloreó al instante)…¡Ya sabes!... eso… eso, es demasiado grande para mí, todavía… pero me gustaría acostumbrarme un poco más a la sensación… si tú puedes.
Les mentiría si les digo que estaba en mis 5 sentidos en esos momentos. Prácticamente, Gloria me estaba “reservando” para que le debutase el ano…
Empecé a ingresar con suavidad y con mayor facilidad, en vista que era la sexta o séptima vez que lo hacía. Por un momento, llegué a considerar si habría ensanchado su vagina para acomodarla a mi tamaño y hasta temí que Oscar se llegara a dar cuenta, pero ya era tarde para preocuparse de eso.
Proseguí embistiendo a un paso relajado y Gloria comenzaba a suspirar y quejarse despacio. Sin embargo, sus pechos y sus pezones parecían unos hermosos pasteles, coronados con guindas y con cada embestida, se sacudían con delicia…
(+¡Qué rico suena, mi amor!- comentaba mi esposa, mientras la embestía de la misma manera, explicándole la situación.- ¡mhm!... ¡Hazme, por favor, lo que querías hacerles!
Me lancé desesperado sobre las duritas fresas de mi esposa, mordiendo y succionando con agrado y bombeando furiosamente dentro de mi esposa.
+¡Ay, sí, qué rico, mi vida!- Jadeaba Marisol, completamente excitada.- ¡A mí también… me están dando ganas… de comer los pechos de tu secretaria!
Esa sola idea, plantada en mi cabeza, me hizo bombear incluso más enérgico…)
- ¡Cielos, Gloria!... ¡Ni imaginas mis deseos por comer tus pechos!- le confesé, prácticamente deseando masticarlos…
*¡Ah, sí, jefe, sí!- respondía ella, inmersa en el éxtasis de la contienda.- ¡Quiero que los comas! ¡Quiero que los comas! ¡Por favor!
Y dejé que sus piernas bajaran por el costado de mis hombros, para poder volverla a besar. La deseaba incontroladamente y mi único consuelo era pellizcar sus pezones.
-¡No, jefe, no!- se quejaba deliciosa, tratando de contener mis manos y bajarlas a mi cintura.- ¡No saques tus dedos de mi culo! ¡Por favor!
Esa petición enardeció mis embestidas, haciéndola gritar de forma desaforada, tornando cada embestida más insidiosa que la anterior.
*¡Ah, jefe! ¡Ah, jefe! ¡Sí! ¡Sí! ¡Más! ¡Más! ¡Por favor!- pedía ella, mientras entrelazaba sus piernas y se afirmaba de mis hombros, con gran presión.- ¡Vente pronto, vente pronto, por favor!
(+¡Qué… tonta!- dijo mi esposa, entrecerrando los ojos, mientras repetíamos las circunstancias.
-¿Qué?
Marisol contuvo sus fuerzas, mientras la embestía y me explicó.
+Que si yo… quisiera que te vinieras luego… no te lo diría… mi amor…
Por algún motivo, encontré que eso me dio mayor placer.
-¿Por qué… no?
+Porque… cuando te lo digo… duras más todavía… por eso…- sentenció mi esposa.
Y esa revelación, casi me hace alcanzar el clímax.)
En efecto, me costó llegar al orgasmo.
*¡Vamos, jefe! ¡Vamos, jefe! ¡Ya acaba! ¡Acaba en mí, por favor! ¡Ya no aguanto! ¡Ya no aguanto!
Y tras unos 5, 10 o tal vez, 15 minutos de furiosas embestidas, el cansancio pudo más e hice mi detonación de forma cuantiosa, que por un momento, me hizo creer que me orinaba en el preservativo.
A esas alturas, Gloria estaba deshecha. Apenas eran las 9 de la noche y yo, todavía seguía con ganas.
-Dime Gloria… ¿Alguna vez has probado semen?-pregunté ansioso.
*¿Semen?- repitió en tono de pregunta, con un pesado sopor.
-O al menos, ¿Has masturbado a alguien con tus pechos?
*¿Qué?
Literalmente, la arrastré al medio de la cama y me ubiqué en posición para que me hiciera un paizuri.
*¡Por favor, jefe! ¡Ya no puedo!- me solicitó, agotada.
-¡Descuida! ¡Esto no te agotará tanto! ¡Solo preocúpate de apretar tus pechos!
No muy confiada, me hizo caso y se sorprendió al ver mi glande emerger de sus pechos.
*¡Jefe, sigues tan duro!- exclamó, con los ojos clavados sobre mi glande.
-¡Sí, Gloria!... ¡Vamos!... ¡Chúpalo un poco!
*¡No puedo!- respondió, a centímetros de su barbilla.
-¡Gloria, hazlo o acabaré en tu rostro!- leordené, entre un tono autoritario y desesperado.
Sin mucho esfuerzo, logró acomodárselo en la boca y lamerlo como un caramelo.
-¡Oh, no, no, no!- Le dije, sujetando su cabeza.-No la saques, hasta que me hagas acabar.
Eso debió excitarla, porque me dio una mamada espectacular, subiendo a un ritmo vertiginoso y succionando cada vez más.
-¡Vamos, Gloria! ¡Vamos, Gloria! ¡Te encantará el sabor de mi semen!- le dije, alentándola a más.
Al ver que eso me gustaba, me miró como una diabla y creo que también le empezó a gustar, puesto que lamía con más soltura el tronco.
Los besos que le daba a la cabeza me volvían loco y al notar que mis arremetidas se volvían más violentas y profundas, comenzó a chupar con una gran gula, hasta que me hizo acabar en su cara.
Creo que mi orgasmo le asustó, porque el primer chorro lo tomó en la boca, el segundo le dio en la cara, al igual que el tercero y el cuarto, rozó sus cabellos.
(Boooss!...)
*¡Jeeefe!- exclamó, en una voz seductora y enternecida, al ver que seguía botando leche sobre sus pechos.
Su sonrisa era plena y su mirada, cachonda…
-¡Te prometo que esto será la última vez!- le dije, ubicándola en el desván de la ropa, ofreciendo su colita.
*¡Está bien, jefe! ¡Lo hago por ayudarte!-respondía, meneando su retaguardia.- solo… no te equivoques de agujero… y sigue usando tus dedos.
Ese comentario me templó como una piedra.
-¡Está bien, Gloria! Pero, ¿Tú sabes que conmeterte 3 dedos, es suficiente para que te pueda penetrar, verdad?
Noté en el espejo su rostro libidinoso, que lo deseaba, pero aun lo resistía…
-Solo… hazlo despacio…-dijo, aunque no estuve seguro si ya me lo había entregado o no.
Enfilé por su otro agujero y dio un suspiro que era una delicia. Me afirme en su cintura y empecé a bombear suavemente.
-¡Cielos, Gloria, no tienes idea de cuánto deseaba tomarte así!- le dije, sintiéndola todavía apretada.
*¡Ahh, jefe! ¡Ahh, jefe! ¿Por qué… no me lo dijiste?- preguntó, jadeando cadenciosamente.
-Porque… pensé que me dirías que no…
*¿A ti, jefe?... ¿A ti?...- Me dio un beso fabuloso, lleno de saliva y deseo.- contigo… acepto todo.
Empecé a embestir con una gran locura. Gloria se quejaba y jadeaba en éxtasis.
*Debo decirte… ¡Ahh! ¡Ahhh!... que cada vez…¡mhm!... iba a tu oficina… ¡Ahhh! ¡Ahh!... soñaba que me tomarías… ¡Uhh!¡Uhhh!... como a tu esposa, en el sofá.
-¿Supiste de eso?- pregunté alarmado.
*Todas… lo supimos… y queríamos… estar contigo.
Se refería a la visita que me hizo Marisol, el día que compré su auto. Irónicamente, ese día mi esposa fantaseaba que era mi secretaria y ahora resultaba que mi secretaria fantaseaba con que la tomase como a mi mujer.
Le agarraba los muslos y la ensartaba hasta el fondo. Se quejaba de una manera locuaz, cada vez que parecía levantar su cuerpo y apresaba sus deliciosas tetas. Le susurraba mis locos deseos por morderla, arañarla y hacerla completamente mía, sumergiéndola en una dicha sin igual, entregándose ya entera a mis más perversos deseos, entonces embestía con gran perfidia y le decía que no podía, porque era la mujer de otro y Oscar podría darse cuenta, cuya sola idea le hacía acabar en pequeños, pero refrescantes orgasmos.
Le hice gozar bastante y para la medianoche, éramos nada más que un bulto sudoroso y cansado, revuelto uno encima del otro.
Por la mañana, tras sonar el despertador de mi celular, me metí debajo de las sábanas y empecé a comer su concha desde atrás, lamiendo su ano de cuando en cuando.
Se retorcía particularmente cuando insertaba mi lengua por su agujero posterior y una vez más, estimulaba su rica colita con un ferviente vaivén de mis dedos.
Le pedí que hiciéramos otro 69, en vista que no volvería a probar su sexo ni ella el mío, lo cual aceptó más que gustosa, succionando con gran entusiasmo y resultó ser una mejor experiencia que la anterior, aunque para su decepción, no le dejé que me hiciera acabar.
En lugar de eso, alrededor de las 8 de la mañana, le pedí que lo hiciéramos una vez más, como misionero, tal cual Oscar la toma. Sonrió con una gran ternura y aceptó ubicarse encima de mí, mirando con decepción cómo encapuchaba mi baboseado apéndice con el preservativo.
Para estas alturas, yo ya entraba con una gran facilidad en su interior y ella misma reconocía, entre jadeos, que hacía bastante tiempo que no se sentía tan llena y tan a gusto.
Y mientras ella me cabalgaba suavemente, buscando su mayor placer, yo sobaba con ternura sus pechos y exponía mi envidia por Oscar, de poder disfrutarlos y disponer de ellos, cada vez que quisiera y mientras le incrustaba mis dedos en su ano, acelerando el ritmo de sus sacudidas, le ordené que la próxima vez que estuviese con él, que le pidiera que se los comiera y marcara, sugerencia que aceptó con un clamoroso quejido orgásmico.
Finalmente, como a las 10, le sugerí que nos metiéramos a la ducha, para ya poder empezar a empacar y lavar nuestros cuerpos una vez más.
Ya se mostraba desnuda ante mí con gran soltura y entusiasmo y no pasaba desapercibida esa manera particular de alzar más su colita y de cuando en cuando, retocarse los pechos ante el espejo, cada vez que creía que no la veía.
En la ducha, nos besamos y entregamos nuestros cuerpos una vez más, salvo que en esta oportunidad, me pidió que la penetrase un poco, sin preservativo.
Estaba perplejo y ciertamente, era mi deseo también. Pero como le decía a Marisol después, Gloria era la primera mujer que me lo pedía y a pesar que en mi mente batallaba fieramente el instinto versus la lógica, que incluso sin acabar en ella, pudiese embarazarla, de sorpresa ganó el instinto.
Lo primero que me dijo es que no pensaba que la tuviese tan caliente y tan dura, que no había sentido nada similar y comentarios semejantes. Yo embestía con gran suavidad y avanzaba de a poco, a medida que ella me lo pedía.
Su cuerpo se sentía delicioso, aun estrecho y tremendamente mojado, por lo que avanzar era relativamente fácil. Aun así, relamiéndose los jugosos labios de un forma deliciosa e increíble, que me recordaba un poco los rasgos salvajes de mi eternamente bronceada “Amazona española”, prima de Marisol, me fue pidiendo poco a poco que avanzara más y más.
Podía sentir cómo su vagina se contraía cada vez más, ansiosa por atraparme como una planta carnívora devorando una presa. Y mientras me empezaba a abrazar por los costados y a suspirar más y más extasiada, le dije que ya era suficiente y que quería que me la chupase.
Comprendió para donde nos iban llevando nuestras acciones y volvió a su lugar más sumiso,donde era mi secretaria.
Lamió con gran entusiasmo, en especial, cuando le dije que quería acabar en su boca. Su boca revoloteaba con la cabeza de mi falo como si fuera una experta y cuando sentí los estertores previos al orgasmo, le pedí que se preparara, para que comiera mi corrida.
En efecto, mi primer espasmo lo probó de lleno y con sorpresa y el segundo y el tercero le impactaron en sus hermosos pechos, mientras que el cuarto se vaciaba con menor fuerza sobre su vientre.
Nos besamos una vez más y dimos por finalizada la experiencia, diciéndole que de ahora en adelante, en la oficina le trataría igual que antes y que esto no volvería a pasar, comentario que levemente le entristeció.
Por su parte, ella me dio las gracias, confesándome que nunca había tenido sexo tan rico en toda su vida y que era una verdadera lástima que no pudiésemos repetir.
En vista que los 2 nos dábamos cuenta cómo yo volvía paulatinamente al alza, decidimos vestirnos en nuestras respectivas habitaciones y sopesar un poco la vivencia.
Posteriormente, me confesaría que al entrar a su dormitorio y verlo a medio armar, le habían parecido épocas desde que no estaba ahí y se preguntaba con una grata sonrisa cómo habíamos llegado a dormir en la misma cama.
Sin embargo, durante el vuelo, los remordimientos se incrementaban cada vez más, a medida que nos acercábamos al espacio aéreo de Melbourne.
-¡Gloria, solo ten sexo con Oscar!- le dije, al verle tan complicada.
Esa sugerencia la ruborizó al instante.
*Jefe, ¿Cómo dices eso?... me siento puta… sucia…
-Entonces, aprovéchalo.- le dije, mientras me miraba con mayor interés. – Gloria, ¿Cuántas de tus amigas pueden decir que tuvieron sexo con 2 hombres distintos el mismo día? ¿Cuántas pueden confesarte la satisfacción de sentirse deseada por 2 hombres, de la misma manera? Aprovéchalo y disfrútalo. Sé que Oscar estará ansioso por follarte, más todavía, si sabes que te compraste lencería para él. Además, estás ansiosa porque te coma los pechos y te meta dedos en el culo…
Una sonrisilla cómplice y colorada corroboraba la veracidad de mis palabras y dejamos todo el asunto zanjado finalmente.
Al llegara casa, la primera en recibirme fue mi Verito, que me abrazó muy contenta e incluso, se puso a llorar, pidiéndome disculpas por haber sido insolente (lo cual, es un logro, porque su carácter es tozudo y orgulloso) y que no necesitaba la casa de muñecas, con tal no me fuese de nuevo.
Y después, llegaron Pamelita y mi esposa, para saludarme de manera más cordial.
Los siguientes días, fiel a mi promesa, traté y miré a Gloria con la misma distancia y respeto que teníamos durante el viaje, aunque sí me di cuenta que los primeros días, a pesar que estaban más calientes, venía con camisas y ropa más invernal que antes, comprendiendo que, seguramente, Oscar había complacido sus deseos de ser comida y mordida por los pechos.
Pero sin importar de mis mejores intenciones, el peso de la conciencia de Gloria le hizo darme una carta de renuncia. Lamentablemente, no se la pude aceptar,porque Sonia y yo la capacitamos bastante y la tenemos a punto para que me reemplace en los viajes, sin supervisión de mi parte. Sin embargo, trabajar conmigo ante esa proximidad arremolinaba sus sentimientos, sabiendo de antemano que volvería a ser infiel y que no podría controlarse, razón por la que discutimos Sonia y yo por bastante tiempo y que eventualmente, desencadenó los eventos de la noche de la fiesta de Halloween.
2 comentarios - Tocando la Gloria en Sidney… (X y final)