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Las aventuras de Carla, 1.

Las aventuras de Carla 1
A Carla la había invitado varias veces su vecino Don Mario para darle lecciones de historia. Carla pasó la primera vez por curiosidad, no esperaba que le invitara ese caballero elegante, siempre con traje y corbata, con bigote cuidadosamente recortado y corte de pelo militar...Le atraía que tuviera casi todo el pelo gris, y le daba morbo estar cerca de alguien que podía ser su padre. Por su madre sabía que Don Mario tenía cuarenta y tantos años...y fue su madre quien le dijo que siguiera yendo a las lecciones, eran gratis y nunca estaba de más completar con algo de cultura la mierda de educación secundaria que había recibido, y que no mejoraba con el bachillerato. Cuando Carla salió del cuarto de su madre, oyó un zumbido eléctrico, el consolador: la vieja iba a masturbarse por tercera vez en la mañana del sábado. Quizá su madre soñaba con pasarse por la piedra al vecino.

Aquella tarde, Carla pasó en chandal. La goma del pantalón estaba vieja, y se le resbalaba por las caderas, pero no le importaba, estaba feliz de mostrar su vientre plano y su piercing en el ombligo, con un cascabel colgando. Bajo la chaqueta abierta se había puesto un top de cuello cerrado que dejaba los hombros y buena parte de la espalda al descubierto; también coquerería, para enseñar el tatuaje en el hombro izquierdo, un trébol negro. Cuando juntase algo más de dinero, se haría otro igual en el culo o en el pubis...mmm...el tío de la tienda de tattoos le ponía a cien, y la tatuadora de chicas llevaba los brazos tatuados de arriba abajo, y le había enseñado las flores que su novio le había tatuado en el pubis...y lo llevaba afeitado del todo. Pensar en la rajita monda y floreada de esa chica también le ponía.

Se quedó algo cortada cuando esa vez Don Mario le recibió en albornoz, un albornoz bastante largo y con un escudo inglés en el bolsillo. Don Mario hablaba hoy del Imperio Romano. Y empezó a dar detalles de las locuras de Calígula...se casó con su hermana...¿le parecía fuerte aquello? Pues Mesalina, la mujer del emperador Claudio, hizo un concurso con la puta más famosa de Roma, para ver cual de las dos podía follar con más hombres en una noche...las dos pasaron de cien, y ganó Mesalina ¿un gang-bang, no? A Carla le sorprendió, más que el tema (que a lo tonto la estaba poniendo mojada, orgías romanas), que Don Mario empleara la palabra "follar"...y que supiera lo que era un gang-bang. Ella veía porno por internet, pero...¿Don Mario? Y con malicia le preguntó: --¿qué es un gang-bang?--. Don Mario sonrió, y le dijo --Lo sabes perfectamente, niña. Ella desvió la vista un momento, y vio que el albornoz estaba abierto como al descuido..y se le veía una polla morcillona no pequeña, precisamente.¿Se atrevería a decir algo? Pensó en que el vecino parecía tener dinero, y en que probablemente le gustaba a su madre...Don Mario siguió hablando, pero ahora sus mano se posó en el muslo de Carla...algo que ya había hecho en un par de ocasiones como si fuera algo inocente...pero las dos veces el contacto había sido un poco demasiado largo...ahora la mano derecha pasó al culo, entrando por la goma del chándal... Sintió como le palpaba con un dedo el sudor de la raja del culo, y sintió un estremecimiento en el coño, que con las orgías romanas ya se había puesto tierno... --Te voy a dar un premio--, dijo Don Mario. Y telefoneó a su madre para decirle que la iba a llevar a cenar por lo buena alumna que era...y mientras hablaba por teléfono, tomó la mano de Carla y la puso sobre su miembro erguido y caliente. Carla decidió que la cosa tenía un morbazo de impresión y se dejó llevar. Mientras duraba la conversación, ella empezó a acariciarse un pezón con la mano libre. 
---Te voy a llevar a cenar a un sitio caro vestida bien sexi--, dijo Don Mario. Abrió un cajón, y sacó la mínima expresión de un tanga, una minifalda de cuero que apenas le iba a cubrir las nalgas y una blusa de encaje negro con un escote prácticamente hasta el ombligo. También sacó unos zapatos elegantísimos de tacón de aguja. Todo caro, elegante, y putescamente sexi. Ella se vistió, y él se fue a su dormitorio. En un tiempo récord, apareció vestido con un traje gris marengo, una camisa de seda morada, corbata a juego...parecía un actor de una película en blanco y negro. Si mediar palabra, le metió mano con total frialdad bajo el tanga. --Aquí hay pelitos, niña--, le dijo.-- ¿Cómo quieres que te chupe el coño? Ve al baño y usa una maquinilla que hay, de color rosa, ¡ahora mismo!--. Sonó como un latigazo, y ella fue al baño sin pensar...de hecho, le gustaba llevar depiladas las ingles...¿pero todo el coño? Pero Carla tenía sus fantasías con la chica de la tienda de tattoos...y en las pelis porno, las lesbianas depiladas que hacían fisting le ponían a cien. Estaba con la maquinilla de afeitar en alto, un pie en el borde de la bañera y el tanga colgando del tobillo, cunado se entreabrió la puerta..."--Es solo para lamerte mmmmejor, pequeña...lindo coño abierto", le dijo un Don Mario que sonreía travieso, y se lo dijo con una voz grave, profunda, que le hizo vibrar el estómago. Acabó de afeitarse bajo la sonriente vigilancia de su vecino.Las aventuras de Carla, 1.  

Era evidente que quería exhibirla convertida en su pequeña zorrita. Le había ayudado a maquillarse como una auténtica puta. Dejaron el coche en un parking del centro y empezaron a pasear por la avenida. Carla llevaba un chaquetón corto de piel negra que Don Mario le había dado y que olía a cuero e incienso...La presentó a un matrimonio maduro que se encontraron como su sobrina; a Carla le extrañó que ni el hombre ni la mujer parecieran mostrar el más mínimo indico de escándalo por su aspecto. Sentía el aire frío y las miradas calientes en las nalgas...y descubrió que eso la ponía cachonda...y mucho. En el restaurante, comieron cosas carísimas que no había probado nunca, platos con nombres largos, pero ella sentía como la humedad de su coño se resbalaba por sus nalgas casi desnudas y llegaba a la silla. Al servir el vino el camarero se inclinaba mucho para mirarle el escote...Sus pechos pequeños y tiesos estaban sueltos y todo el mundo la miraba disimuladamente. A la mesa se acercó otro caballero, conocido de Don Mario, algo mayor que él...le beso la mano y levantó los ojos enseguida para clavarlos en los suyos. Sintió un escalofrío, y, curiosamente, sintió poder, fuerza...si ella quería, ese vejete babearía lamiéndole los tacones allí mismo. Involuntariamente, abrió las piernas al pensar eso; el olor de su coño excitado se mezcló con el de la langosta y el vino.

De regreso de la cena, Don Mario no se andó con rodeos. La hizo sentarse ante la inmensa pantalla plana que tenía, y en cuanto accionó el mando, aparecieron tres lesbianas de físico perfecto lamiéndose como locas. Ella miró a Don Mario, que explicó: --quiero enseñarte a disfrutar de tu sexualidad, y el mejor modo es que veas cómo se hace gozar a una mujer sin restriciones...sin ninguna restricción--.Sin desnudarse, se arrodilló ante ella, le quizó los zapatos,y empezó a lamerle los dedos de los pies (como la lesbiana rubia le hacía en la pantalla a una puta negra delgadita, casi sin pechos pero con una vulva tremenda), y fue subiendo; le lamió la humedad que había en sus muslos y en sus labios mayores...Le estiró del tanga con los dientes y se le metió en la raja del coño (era lo que le sucedía en la pantalla a la tercera chica, de rasgos orientales; la negra tiraba como si quisiera arrancarlo); le hizo ponerse a cuatro patas y estiró del tanga hacia arriba, y lo sintió clavado en el clítoris, y empezo a gemir y a mojarse sin poderse contener. Sintió la lengua de Don Mario en el ano y noto como entraba en su esfínter al mismo tiempo que un dedo en su coño, y luego dos dedos, tres (el coño de la negra llenaba la pantalla con la mano de la rubia metida dentro y la asiática le lamía en ano)...sintió como el bigote rozaba sus nalgas y fue esa sensación la que desencadenó una corrida que la dejó tumbada boca abajo en el sofá. 


Desde luego, nada que ver con el folleteo rápido en sitios incómodos con que se había estrenado el año pasado con Luis, su noviete...Luis tenía buenas intenciones, y a ella le parecía que sabía darle gusto, al menos hasta que rompieron...pero nadie le había lamido así. Había habido otros chicos, pero ninguno le había hecho eso. Don Mario la alzó, le pellizcó los pezones erectos --Carla los tenía largos, desproporcionados con respecto a sus pechos menudos, y por eso  le daba vergüenza hacer top less, a su madre le daba igual la estética y en cuanto llegaba a una playa o piscina se sacaba las tetorras más bien feas que tenía--. Don Mario le presentó el falo erecto ante la cara y le dijo: No chupes...empieza a lamer alrededor del glande. Le hizo retirar la piel de aquella polla cada vez más enorme hacia atrás y le enseñó a lamer con la lengua fuera, y a meter la punta de la lengua en el agujerito del pene, y luego a chupar y tragarse la polla aquella hasta los huevos...Las nauseas no pasaron a la primera, pero Carla insistió, con los ojos en la cara cada vez más descompuesta de Don Mario. Poder y joder, quién controla a quién. Don Mario llevaba el pubis y los huevos afetitados y tocar la piel tan suave de los huevos le excitó a Carla otra vez...bebió las primeras gotas saladas de Don Mario mientras masajeaba su ano con un dedo. Don Mario se separó entonces de ella, y ambos se desnudaron. --No me gustan los condones--, dijo, y empezaron con un 69...pero Carla se equivocó al creer que con eso bastaba...el empezó a trabajarle el ano con saliva y con los dedos sin dejar de lamer su coño...y en un momento dado, le dio la vuelta, la puso a cuatro patas llamándola perra con esa voz grave de lobo feroz y le penetró lentamente por el ano, muuuy lento... Mientras, acariciaba sus pechos y Carla veía a las chicas de la película que se penetraban con enormes consoladores de goma...Cuando Don Mario le metio de golpe tres dedos en el coño, Carla se volvió a correr de golpe, sin importarle cómo le escocía el agujero del culo...y enseguida, Don Mario sacó su polla y se corrió como una fuente en su espalda. Carla sintió el chorro caliente desde los riñones hasta los hombros...y para su sorpresa, acto seguido Don Mario le lamió el semen de su espalda, la hizo girarse, y le derramó el semen en su boca...a Carla de dieron arcadas, pero tuvo que pasarlas porque él metió la lengua en su boca y ambos saborearon el semen espeso y salado. 
anal

Cuando se lavaron, Don Mario la despidió con las siguientes palabras: --Te propongo un juego. Niña, vas a seguir siendo obediente y mañana al volver del cole vas a buscar la minifalda más corta que tengas...y las deportivas con plataforma que llevas a veces. Y te vas a ir sin bragas, desnuda debajo de la mini, y recién depilada, a la tienda de los chinos a comprarte un tanga negro. Los venden baratos, no temas por tus ahorros. Bien pequeño, de hilo dental. Ya me contarás si te atreves a ponértelo delante del mostrador, en cuanto hayas pagado. Sé obediente y ven a contarme tu experiencia más tarde, niña, te estaré esperando...

Carla supo que a partir de entonces las clases de historia iba a ser la polla...literalmente. 

2 comentarios - Las aventuras de Carla, 1.

Pervberto
Tardío descubrimiento de un texto muy excitante.