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Alejandra

Un amigo de la infancia, Guido, me había invitado, un viernes, a una cena homenaje en la ciudad del litoral, donde transcurrió buena parte de mi vida, alegando que iba a ser placentera ya que me reencontraría con personas que conozco desde mucho tiempo y no las veo seguido.
Me convenció, acepté y viajé solo, sin la familia.
A la noche, después de haber saludado a diestra y siniestra, me ubicaron en una mesa con tres parejas, que conocía de vista, y una rubia, sola como yo, Alejandra, de unos 40 años muy bien llevados, rostro primoroso, alta 1, 75 mts o más, cuerpo bien proporcionado. En síntesis una linda mujer que conocía desde adolescente. Un breve “Lástima que esté casada” circuló por mi mente.
El marido era alguien con quien había tenido trato, pero no amistad y se encontraba fuera de la cuidad, de modo que compartí con ella la velada.
La cena resultó agradable y, con la complicidad de algunas copas de buen vino, la conversación entre nosotros dos fue muy placentera y, sobre el final, salpicada de insinuaciones subrepticias.
A reunión concluida, se retiraron las parejas con las que habíamos compartido la mesa. Dando una mirada al reloj pulsera, dije:
-Ya es más de medianoche, el tiempo literalmente voló, lo pasé muy bien con vos ¡Qué lástima tener que cortarla!-
Su respuesta fue inmediata e imprevista:
-¿Por qué queres ya despedirte? ¿Hacemos un paseíto por la costanera? En tu auto ya que yo estoy de a pie.-
Me sorprendió gratamente y, acepté sin dudarlo. Arreglamos no salir juntos, le di ubicación, marca y modelo del automóvil. Saludadas las pocas personas conocidas que aún permanecían en el local, me fui al auto estacionado.
Minutos después bajábamos la barranca para el paseo a la orilla del río. El cielo estrellado y la temperatura agradable invitaban a dejarse llevar y conversar sobre lo que viniese.
In mente pensaba “¡Que desperdicio, tener a portada de mano tan hermosa mujer, y tener que pisar el freno!” Sentía una fuerte atracción erótica hacia ella.
De pronto, ella, comenzó a quejarse de su matrimonio:
“….. un territorio funcional a las exigencias de la crianza de los hijos y a los compromisos sociales y familiares …..”
“…. cómodo, plácido y funcional, sin conflictos, crisis ni discusiones. En fin, una gélida convivencia, una pareja sin amor …… ”
A ese punto me di por aludido, detuve el auto en la banquina, le puse una mano detrás de la nuca, le di vuelta la cara hacia mí y, tras mirarla en los ojos, le di un beso en los labios.
Estaba preparado para una, improbable pero posible, reacción de estupor o de rabia, en cambio percibí su boca abrirse y su legua ir en busca de la mía. No sé cuánto se prolongó el beso, mientras duró lo disfruté pero, al mismo tiempo iba imaginando una simulación de disculpa. Al separarnos, sólo alcancé a murmurar:
-Alejandra yo ….-
No me dejó completar la frase:
-¡Era hora que te decidieras a besarme …! ¿Qué esperabas una invitación escrita? ¿Una tarjeta?-No llegué a rehacerme del estupor por su atrevimiento y resolución. Ella le agregó un plus:
-Ahora llévame a casa- dijo riendo con descaro.
Durante el trayecto no sucedió nada para destacar pero mi sesera giraba como un trompo. ¿Qué debía esperar? El marido estaba fuera de la ciudad pero los hijos no.
Detuve el auto a metros de la puerta de entrada y bajé con ella para acompañarla hasta la entrada.
-¿No cerras el auto?- largó antes de echar a caminar.
Pulsé el botón del control remoto. Con el “bip” de cierre, sólo la luz de giro izquierda del auto, destelló; se me ocurrió que me hizo un guiño cómplice. (En realidad, después, tuve que cambiar la lamparita de la luz de giro derecha)
-¡Hecho!! – dije y nos encaminamos, no sólo con el seso alborotado, también un músculo, en los países bajos, comenzó inquietarse.
Apenas cerrada la puerta de calle, Alejandra murmuró sonriente:
-Mis hijos están con mis padres – y “encoló” su boca a la mía en un nuevo beso, largo y apasionado. Mis manos saltaron como resortes sobre su cuerpo para tocar y manosear todos los lugares posibles y también los vedados.
No tardé en comenzar a desvestirla y, otro tanto ella, a mí. Debemos haber parecido dos hambrientos que, luego de un largo ayuno, acometían, con la cabeza baja, a una mesa con un rico bufet. Quedé con sólo el slip y ella con bombacha y corpiño. Me tomó de una mano y me llevó al dormitorio y me hizo sentar al borde de la cama y, parada frente a mí, se quitó el corpiño, liberando un par de senos, no muy grandes, pero muy lindos, erguidos, con pezones duros y rodeados por dos aureolas perfectas. Se inclinó sobre mí, acariciándome, besándome y lamiendo, fue bajando hasta quedar arrodillada. Metió una mano dentro de mi slip, agarró mi verga (que quería, absolutamente salir y tener trato íntimo), la sacó y comenzó a acariciarla, con ternura, luego a besarla y lamerla con la punta de la lengua.
Con ese jueguito me enloquecía - deseaba que se lo metiera en la boca pero ella siguió jugando -
Por fin se decidió a engullirla toda hasta los huevos. Una sensación única me recorrió desde la cabeza a los pies. Ella quedó estática, con la pija, hasta la garganta y sentía su lengua intentando moverse. Retrocedió con la cabeza permitiendo que mi bate re- emergiera y volvió al jueguito de besar, lamer y, ahora, chupar. Yo estaba en un estado placentero de exaltación venérea.
-¡Alejandra, …. Me vas a hacer …acabar!!!- balbuceé.
Por toda respuesta, aceleró el trabajo de lengua y labios, haciéndome explotar y lanzar con rapidez y fuerza el contenido del órgano. Ella, se tragó hasta la última gota, manteniéndolo en su boca y chupándolo delicadamente.
En cuanto levantó la cabeza me dijo.
-¡Felicitaciones!!!!¡ Muy buenooo …. confío que tengas más! –
-¡Obvio que si!! Pero ahora déjame que te devuelva el favor recibido -
Intercambiamos lugares, ella sentada al borde de la cama, yo inclinándome y besuqueando/mordisqueando su cuerpo y sus tetas/pezones – se sacudía, tremía y gemía-. Una vez arrodillado le quité la bombacha, completamente humedecida, y admiré por unos instantes, su vagina – labios entreabiertos, vellos en el pubis formando un triangulito, unos poquitos alrededor de los labios, el clítoris se asomaba, deseoso de mis atenciones, un hilito de flujo escurría-. Enseguida me entregué de lleno a lamer todo alrededor, sorbiendo con la lengua sus secreciones – de agradable y dulce sabor -, con cada lengüetazo subía el volumen de sus gemidos. Seguí lamiéndola varios minutos, le enfilé un dedo luego dos en la concha totalmente empapada. Era lindo, tan sólo verla y sentirla gozar. De pronto me agarró la cabeza con las dos manos y la empujó sobre la concha, a punto tal de casi sofocarme, y se entregó a un orgasmo largo, con largos gemidos, temblores y contorsiones del cuerpo. Aplacada del clímax, separó mi cabeza, se inclinó y me lamió la cara toda para limpiarla de su flujo genital.
A ese punto, mi pija, estaba nuevamente tensa y lista para sus obligaciones. No se le escapó a Alejandra:
-¡Veo que alguien se puso en posición de firme! ¿Vamos a volverlo a reposo?–
-¡Con todo gusto! Hay que darle un buen vaivén, pon y saca.-
-¡Daleee!-
-Pero no tengo capuchas para el soldadito. -
-¡Ni falta que hacen!-
Era de no creer, acababa de salir de un orgasmo y, ya, quería más acción. La acosté, le abrí las piernas, me ubiqué encima, le enterré el tubérculo y comencé a cogerla con ritmo e intensidad.
Al juzgar por los gemidos, suspiros, exclamaciones y movimiento de pubis, Alejandra, gozó tanto o más que yo, durante varios minutos. Pero estaba escrito que el timón lo tenía ella: pidió invertir las posiciones – lo hicimos sin interrumpir la penetración – acomodándose ella encima y, luego de una corta cabalgata, que me llevó al umbral del “san se acabó”, se recostó sobre mí, mantuvo quietas las caderas algunos segundos y comenzó a contraer de manera intensa y rítmica los músculos vaginales- me parecía tener la verga apretada y soltada por una mano o succionada por una boca – hasta que sentí el esperma subir de las bolas a la pija y salir a chorros violentos dentro de ella, que aprovechó, la rigidez residual de mi miembro, para disfrutar de su tercer orgasmo.
Me había regalado el antiguo “Pompoir” o “Beso de Singapur”. No es frecuente que lo sepan y lo hagan las mujeres.
Se irguió de rodillas y, de la concha, resbaló hacia afuera mi verga colapsada junto a un delgado goteo de semen y flujo vaginal. Con dos dedos, recogí una parte y se la llevé a sus labios. La sorbió y lamió ávidamente, luego se acostó a mi lado.
-¡Estuviste 100 puntos, Juannn! No voy a olvidar estas horas con vos-
Sobre la cómoda se destacaba la foto del matrimonio. Se había casado a los 24 años – unos quince antes de esa noche – ella vestida de novia, de blanco, con su mano derecha apoyada en el hombro del novio, sonrientes ambos. Por un instante la visión del marido me causó un leve pesar. Le estaba cogiendo la esposa y ella estaba plenamente satisfecha. Deseché rápidamente la molesta sensación:
-Alejandra ¿Estás dando por terminada la noche? Yo no. -
-¿Tenés resto para recomenzar?-
-Sólo necesito algunos minutos para recuperar aliento, pero sigo con las ganas intactas de vos-
-Yo también de vos. Quedate acostado pero no te duermas, voy al baño y vuelvo enseguida-
A su regreso, ocurrió la segunda cogida, muy vehemente y viva. Deliciosa, como “natura manda”, esto es vaginal. Pero yo no quería concluir trampa sin darle por el culo.
Nos fuimos a duchar, por separado. Al salir del baño, desde la cocina, Alejandra me gritó:
-Juann ¿Queres un café o alguna otra cosa?-
-El café está más que bien, con tal que no te demores en volver conmigo –
Respondió una especie de OK. Luego de sonidos de cafetera exprés y de vajilla, apareció en el dormitorio, con dos tacitas, se sentó a mi lado, ambos desnudos. Bebimos el café mirándonos, sonriéndonos cómplices e intercalando a los sorbos, besitos fugaces. Acabada la infusión, las tacitas fueron a parar en las mesitas de luz y comenzamos a acariciarnos, manosearnos y a besuquearnos. Mi verga había recuperado un discreto estado de erección.
-Como podes ver y palpar, ya estoy otra vez listo, para vos-
-No al 100%. Yo me encargo – mientras lo decía fue inclinando el cuerpo y bajando la cabeza hasta meterse la verga en la boca.
La dejé hacer, mientras disfrutaba, mis manos hurgaban y acariciaban. Alcancé el agujerito y, después de acariciarlo repetidamente, me decidí a sondearlo entrándole con un dedo. Lo sentí estrecho, pero ella no emitió la mínima queja. La acosté e invité a hacerlo boca abajo.
-Sabía dónde querías llegar, desde que me metiste el dedo en el culo. Por favor, con cuidado, por qué no tiene ese uso-
-¿No me digas que sos virgen de ahí?-
-Virgen, lo que se dice virgen, no. Casi. Mi marido no lo probó nunca. Sólo una vez, hace mucho tiempo, un … amigo me lo hizo-
Una noticia bomba: un culo casi virgen, penetrado por única vez muchos años antes y que el marido nunca había cogido, estaba ahí listo para ser abierto. Mi verga se estremeció y, si era posible, endureció un poco más. Humedecí el asterisco con saliva y flujo vaginal, subí, apoyé el glande y empujé. Ella no opuso resistencia pero realmente era muy estrecho. Desistí, momentáneamente:
-¿Tenes vaselina?- le pregunté
-No, tengo cremas en el baño-
-Mejor un buen lubricante ¿Tenes manteca? –
-Si, pero en el freezer, debe estar re-dura-
-Estoy seguro que en cuanto la apoye en el agujerito, se disuelve enseguida. Este culito derrite alquitrán-
Soltamos, los dos, una carcajada. Me apresuré para ir y volver de la cocina. Ella estaba aún boca abajo – un espectáculo -
La manteca era realmente dura – ella protestó por lo fría que la sintió - pero con el calor corporal se ablandó rápidamente. Le metí primero uno, después dos dedos untados y le lubriqué el interior.
-¡Alejandra, ahora sí te entro hasta el fondo. Relájate lo más posible!-
-¡Dale, métela toda!-
Algo de estrechez se opuso a la penetración, pero un empujón decidido dio cuenta de la resistencia. Ella emitió un gemido ahogado y siguió gimiendo mientras su culo se rendía a mi entra y sale. Aun si hubiese gritado, yo no tenía vuelta atrás, ni siquiera si entraban, en el dormitorio, el marido, los hijos y la madre de ella, todos juntos.
Poco a poco, embestida por embestida, sus gemidos y suspiros viraron a placenteros y la cogida me daba sensaciones estupendas, fuera de lo común.
El epílogo fue extraordinario, increíble, con profusa eyaculación y delirios exteriorizados a viva voz.
Me desparramé en la cama boca arriba, ella se dio vuelta, pegó su cuerpo al mío y apoyó una mano sobre mi verga, en estado de postración extrema.
-¡juan, ha sido maravilloso. Todo. Lástima que te tenes que ir. Ya está clareando y va a llegar mi marido –
Estaba realmente cansado, pero no tenía alternativa. Descansé unos pocos minutos más, tomé un nuevo baño y me vestí como pude.
Alejandra, me despidió desnuda detrás de la puerta de calle, me entregó un papelito con su número de celular.
-Si volves, algún día, no dejes de avisarme-
No estoy seguro como llegué al auto, encendí el motor y me fui a mi hotel. Dormí hasta el anochecer. Me despertó mi amigo Guido, alarmado, por haber perdido contacto conmigo largas horas.

3 comentarios - Alejandra

Gonzamax13
Excelente ,como me gustaria tener a mi merced una putita asi !!!
mdqpablo
Muy buen relato . Linda experiencia .