Hola a todos y todas. Les comento que este relato no es fogoso como el anterior que hice, pero tiene un giro que no lo esperan. Es una parte de este mega relato que lleva en sí dos historias y una conclusión. Adicional, como es un poco largo, debo publicarlo en dos partes. Les recomiendo mucho, ya que servirá como puente para entender la conclusión que, les prometo, será más fogoso que el primero. Espero lo disfruten, como yo lo disfruté al hacerlo.
Cómo tardé para darme cuenta que en esta vida siempre hay un estrecho desde donde se puede observar entre lo correcto y lo que no es correcto, ahí mismo, donde un espejo refleja la ignorancia en la realidad. Y es que me faltó "tocar madera", no fui lo suficientemente humilde; es lo típico, "de esta agua no beberé". Pero no lo niego, no niego que esa adrenalina que siento en este momento me sumerge en una piscina de masoquismo absurdo, de placer absurdo, es como si el corazón se arranca a sí mismo y saliera corriendo, tan solo se escuchan a lo lejos sus carcajadas de locura.
Vamos, desde el principio. Todo comenzó con una dulce mirada, una sonrisa coqueta y su perfume a gloria, Ese día conocí a la criatura más hermosa de la existencia, sus movimientos eran oníricos, como un cursi cuento de hadas, pero no me importaba, la película en mi cabeza iba en cámara lenta, solo pensaba en el desenlace de nuestros cuerpos. Omar, un hombre de 1.80 de altura, cabello castaño claro, nariz perfilada, ojos casi azules, llevaba una barba bien cuidada, vestía de terno formal con corbata púrpura. Ni sus ropas escondían la perfección de su cuerpo. Su complexión era simétrica, no era fortachón, solo fornido con cierto atractivo en sus casi perceptibles músculos trabajados cuidadosamente, cuando se puso de espaldas no pude evitar mirar de reojo su retaguardia, y literal, “orgasmo en los ojos”. Creo que llegados a este punto alguien dirá, pero eso pasa casi todos los días; pero eso es amor a primera vista, pero... No, déjenme decirles que no es así. Cualquiera se enamora a primera vista, pero no cualquiera imagina la tarde del 14 de mayo, ahí estamos, viendo películas de horror, luego del almuerzo, luego de nadar, luego de toparnos en la calle De los encuentros y Pepito Japerabi, entonces nadie se lo espera. Al menos no fueron premeditadas las consecuencias y por alguna razón esto también es mi responsabilidad. Me dejé llevar y lo que consistía en una aventura, terminó en... Bueno, ya lo sabrán.
Pero quién iba a decir que me vería en éstas, quién iba a prever semejante problemón. Todo comenzó como un mero acercamiento de oficina y se convirtió en el karma de los matrimonios obligados por demanda de la sociedad. He traicionado a mi compromiso, pese a que me lo repetía en innumerables ocasiones que la traición al hogar y a la amistad es algo imperdonable.
Y ahí estaba yo, sujetando su mano con fuerza mientras su dulce esposa nos apuntaba con una pistola ¿¡De dónde diablos la sacó!? Eso es más misterioso que el triángulo de las Bermudas. Estábamos indefensos, desnudos como bebés, nos arrimamos a la pared, sentí la frialdad del toque recorrer mi espina dorsal. Todo acabaría en tragedia, no habría nada que nos salve de este destino.
Esa mujer echaba lo más oscuro de sus ojos, su cabello se erizó y no podía estar más roja de la furia, pero amenizaba el hecho de que su rostro combinaba con sus tacos... Veía cómo temblaban sus manos más que escuchar sus palabras, pero algo meramente decía, algo como: "los voy a matar malditos, esto es imperdonable" o algo como, "esto no tiene perdón de Dios". Yo, mientras tanto, no dejaba de ver sus manos temblorosas que en cualquier momento serían herramientas de un doble asesinato por mero descuido de los nervios. Y es que es injusto en todo caso, no hace más de dos minutos me acabo de enterar que es mi jefa de trabajo, justo cuando cruzó esa puerta echando maldiciones por los aires y nos encontró amándonos, justo cuando miré su rostro. Y ahí estábamos, entre la pared y una pistola.
- Esto es una locura Miriam, ¡Mírate! - gritó afónico mi amante luego de soltarme violentamente la mano. Su sudor aún recorría su cuerpo, la luz del lugar hacía que su piel brillara eróticamente.
- ¿Y qué se supone debo hacer: ignorar esto, aplaudir su desenfreno amoroso, o qué tal unirme y ser parte de esta aberración? - gritó con locura, ya sus lágrimas negras recorrían ambas mejillas, su labial cereza ya superó el límite de sus labios. Parecía una bestia rabiosa. En ese momento ambos empezaron a discutir, la charla fue larga o más bien la pelea, al menos para mi, la discusión fue eterna. Los cueros salieron al sol y yo me sentía haciendo mal tercio, mientras sentía frío, pues como lo dije, no llevaba nada de ropa.
En eso quise que el bochorno pasara o al menos calmar la atmósfera.
- No la provoques - le dije lo más despacito posible a mi amador de turno, con el objetivo de evitar que esa loca me escuche, pero qué ideal, ha tenido un oído de gato. Sus ojos se activaron como radares, ajustó su mirada hacia mi. Podía ver los demonios que salían de sus pupilas, me daba miedo o más bien pánico. Y les digo, como una película en cámara lenta, sus dos brazos, que sujetaban el arma, se alzaban lentamente, yo estaba a solo dos segundos de sentir el sabor del plomo en mi pecho. Ya no había sudor y el cuerpo de él y el mío eran un tanto antiestéticos por el horror que se avecinaba. Teníamos la sangre helada y el primer segundo había terminado.
Fue inmediato el recuerdo, el "flashback". Ahí estaba él, esperándome donde acordamos vernos, un viernes luego del ajetreo laboral. Fuimos a la Xona, un lugar de encuentros y diversión, una localidad llena de bares, restaurantes y muchos espacios para el ocio; un sitio cosmopolita. Nos dirigimos a un bar que por casualidad yo conocía. Nos dispusimos a una mesa y pidió dos cervezas en jarras, el lugar estaba lleno y hacía calor. Miraras a donde miraras la diversión era lo único, lo más importante. Yo no sabía cuáles eran sus intenciones, solo sospechaba, hasta que llegamos a ese lugar y pidió las cervezas, al parecer ya lo conocían, no era la primera vez que visitaba ese sitio. Me extrañó mucho, porque el plan era vernos con los compañeros de trabajo en otro bar.
Las miradas que cruzábamos a lo largo de conocernos dieron lugar a una ilusión que nos costaba demostrar. Nunca me atreví a preguntarle ni mucho menos él, pero había algo, pequeñas pistas que demostraban su interés hacia mi.
Sin demora, fue al grano. Me miró fijamente y con su sonrisa coqueta dijo.
- Me gustas mucho, desde el primer día en que te vi - Mi sangre estaba más helada que la cerveza que casi escupo por la impresión. Yo no niego que también me gustaba, pero fue muy repentino, además no esperaba que fuera así de directo. Las circunstancias eran obvias, pero la razón ganaba hasta ese momento.
- Eeeeh... no sé qué decir, esto es repentino, no me imaginaba que sintieras eso por mí – mentí con un poco de malicia, lo hice para ponerle sazón al momento y escuchar su respuesta. Se bebió la cerveza de un vaso en tres sorbos, como quien con ansias busca fuerzas en el alcohol, sujetó mis manos y acercó sus labios a mi oreja izquierda y en voz bajita me dijo.
- Lo vi en tus ojos, yo también te gusto. Dejémonos de este teatro y mezclemos nuestros cuerpos en el amor - Sentí su aliento calentito y cada palabra cursi era una aguja de placer a mi oído que recorría mi cuerpo a fuerza de electricidad. Giré mi rostro hacía la izquierda, lentamente rocé su mejilla con la mía hasta llegar a sus labios mientras sentía punzadas de su barba, algo sumamente pasional, y... Nos besamos, nos besamos intensamente. Me dejé llevar: su perfume sofisticado rozaba lo perfecto, hasta sus manos impregnaron mis manos de olor. Me sentía en el nirvana y el cuento de hadas empezaba a tomar su rumbo.
El resto de la tarde pasamos conversando, bailando, besando, riendo, abrazando. En fin, fue espectacular, un idilio memorable que, de alguna manera, valía la pena.
Llegaba la noche y hacíamos caso omiso a las llamadas telefónicas de los colegas, no queríamos interrupción ni tampoco que supieran donde estábamos, el escándalo que se hubiese generado por eso. Como precaución, nos ubicamos a un rincón del bar donde nadie nos moleste. Como ya empezaba a oscurecer decidimos dejar ese espacio y aprovechar la oscuridad de la noche para escabullirnos fuera del bar. Me propuso que vayamos a su casa, pero lo rechacé, mejor opté por ir a comer. Yo no quería que la primera noche fuera al grano, prefería más lo sentimental, besos, abrazos. En todo el camino (que sería unas tres calles) él no paraba de abrazarme a riesgo de que una cara conocida nos vea y regrese el lunes con el chisme de la semana. Doblamos la esquina y no pude evitar darme cuenta que en todo el camino había gente que nos miraba. Pero no me importaba, como ya dije, nunca había sentido tal amor hacia mi.
Nos dirigimos a "La Paila", un restaurante chamullo, pero agradable. Él sabía de mi compromiso, no por nada llegué al trabajo casi que gritando a los cuatro vientos mis once años de relación, con orgullo ciego como si el tiempo cambiaría en algo nuestra situación sentimental. Si me preguntaban, lo contaba, pero con cautela, no todo se debe saber en esta vida.
Nos sentamos, pedimos lo más apetecible y empezamos a conversar.
- ¿Cómo estás en tu relación? - me preguntó con una sonrisa que más bien parecía una mueca.
- Ni fu ni fa - contesté al principio y seguí - A pesar del tiempo que llevamos juntos y las constantes peleas todavía siento algo por él, pero como te habrás dado cuenta, eres mi primer amante y no pretendo otra cosa. Me gustas, me gustas mucho, pero una cosa no es la otra: gustar no es amar y así como el amor, la aventura también es pasajera. - proclamé firmemente mi manera de pensar y de alguna manera pretendía que las cosas quedaran claras. Es que ese era mi plan desde el comienzo, solo una aventura para probar la sensación y para desquitarme de todas las veces que pasé por eso. Noté su decepción con esa respuesta.
- Pero ya te dije que me gustas mucho, me gustas desde el primer momento en que te vi, además quiero salir de esta crisis emocional y darme una oportunidad, sentir y demostrar lo que he reprimido en mucho tiempo - Sus ojitos también hablaban y demostraban la misma dulzura con la que decía las cosas. Yo soy de corazón blando, pero no lo demuestro de buenas a primeras. Esa noche rompí con mi tradición, toqué su rostro con mi mano derecha y tiernamente acaricié su mejilla.
¿Cómo estaba en mi relación, que cómo me sentía en ese momento? A decir verdad era la primera vez en años que sentía las mariposas en el estómago. No cabía duda de que la ilusión se apoderaba lentamente de mi. Sentía el amor, no solo con sus actos sino también con sus palabras, con sus gestos, con su mirada. Sentía el amor por primera vez. Los problemas en mi relación eran la causa de esta ilusión. Yo también quería darme una oportunidad, pero ya empezaban mis conflictos mentales.
Ya era tarde y quería regresar a mi casa, sobre todo por la regañina que me esperaba que, aunque mentí sobre una reunión del trabajo, sabía que mi hora había pasado, no por opresión, sino por principios, yo soy una persona de casa. Llegamos nuevamente a su auto para emprender la marcha. Antes de arrancar me besó, me pidió que le espere un momento y salió a por algo. Regresó como a los diez minutos y con emoción me dice.
- Quiero que esta noche sea inolvidable para los dos, ya lo verás, te tengo una sorpresa gracias a mis dotes de investigador frustrado - decía mientras pasaba su pulgar por mi labio inferior y nuevamente me besaba. Arrancó el automóvil, colocó música romántica del momento, era un cd preciso con música solo de amor. Me acomode suavemente en el asiento y desvié mi mirada hacia el exterior, empezó a tocar la canción de Axel “tu amor por siempre”, en tanto el vehículo ya estaba en movimiento. Miré hacia el cielo y pude apreciar una que otra estrella debido a la polución de la ciudad. Unas nubes rechonchas pasaban naufragando, sobando el contorno de las montañas, y las luces de la ciudad pasaban según la velocidad del vehículo.
- ¿En qué piensas? - preguntó mientras acariciaba mi oreja izquierda. Sujeté su mano y la puse sobre mi rostro, estaba tibia, luego pasé mi nariz por su palma para percibir el delicioso aroma de su perfume.
- Es una noche preciosa, el cielo está despejado, las nubes danzan al son del viento. Pienso que esto no podría ser más perfecto - respondí y no solo eso, sin querer cayó una de mis lágrimas al costado de su dedo índice. Me sentía mal por lo que estaba sucediendo, mis principios ya entraron en conflicto puesto que empezaba a sentir algo más. Disminuyó la velocidad, no se detuvo. Sacó del bolsillo de su chaqueta un pañuelo de color crema, mientras conducía, limpió los restos de mi tristeza materializada. Luego de secarme y decirme que todo está bien, me contó que su mujer supo de esta salida, pero supuestamente con la gente de la oficina (aunque, desde un principio, ese era el plan), en tanto ya pensaría en cualquier excusa para calmar a esa fiera, puesto que ya había pasado la hora de llegar a su casa y a cada momento su teléfono sonaba..
El viaje duró un poco más de lo que esperaba. Yo vivo casi al límite de la ciudad, así que no paramos ahí, seguimos recto. Salimos de la ciudad, aumentó un poco la velocidad y en poco tiempo...
- Ya vamos a llegar, será mejor que te prepares - exclamó con un poco de ansiedad, notaba la emoción en sus palabras. Al llegar, bajamos del carro en un lugar apartado de la carretera, estábamos lejos de las miradas, lejos de las luces y lejos de cualquier moral. Esa noche todo se valía, después de todo, poco a poco su cuerpo me llamaba.
La sorpresa me dejó con la boca abierta y lo juro, juro que aunque tenía ganas de gritar me contuve y no derramé una sola lágrima. Era el cielo más hermoso que había visto jamás. Millones de estrellas, las constelaciones, la vía láctea... Una vista espectacular. En ese momento, lo indescriptible, lo sublime y sobre todo lo mágico, una lluvia de estrellas. Esa era la noche del 13 de agosto, las Perseidas hacían su apertura. Él rodeó sus brazos sobre mi pecho y juntos vimos las maravillas del cosmos en primera fila. Él no dejaba de recitarme su amor con historias del universo. Sentí la protección de sus fuertes brazos en cada palabra. Cada estrella fugaz era para mí un sueño hecho realidad.
El tiempo transcurrió en lo que una hora era un segundo. Hacía un poco de frío, sobre todo viento, pero el aire estaba cargado de una energía contagiosa y cada uno de sus besos en mi cuello me electrocutaba el cuerpo. No resistimos la ansiedad, lo hicimos. Lo entregamos todo en cada pulsión. No hubo rincón de mi cuerpo que él no recorriera con su ser. Estábamos haciendo muy bien nuestros papeles, nada fue forzado o sobreactuado. Cada detalle del acto queda reservado solo para mi, pues mi intención no es causar en usted otro efecto que no sea el del romanticismo, aunque sí puedo decir que cumplió todas y cada una de mis expectativas, incluso con creces. Y es que todo estaba permitido como ya lo había mencionado. Él fue muy respetuoso, no abría una puerta sin cerrar la anterior y no avanzaba hasta que mi cuerpo lo permitía, lo mismo por su parte. Llegamos a sincronizarnos tan bien que un gesto o una mirada era más que decirlo. Poco a poco llegábamos a la meta, pero aún así la intensidad del amor se disparaba por los cielos. Sabíamos qué hacer y en qué momento, ni antes ni después, todo estaba sincronizado, en definitiva, nos fundimos en un solo ser. Lo concluimos con el mejor de los cierres, nos abrazamos y miramos el cielo, por su puesto, desde el interior del carro.
- Sabes, es gracioso. La primera vez que te vi tus ojos reflejaron la belleza de una estrella. Me miraste, te miré. Hoy, millones de ojitos en el cielo contemplaron nuestro amor - me abrazó con fuerza y su voz se quebraba cada vez más. Entró en llanto silencioso. Sentí sus lágrimas en mi piel, estaban calientitas y decía- Es que te amo, es la primera vez que siento esto. Siento tristeza y alegría. No te vayas de mi lado, quédate conmigo - proclamó mientras lloraba y me abrazaba con más fuerza. No supe qué decir. Yo sentía lo mismo, pero desde un principio mi mentalidad era solamente una aventura pese a que me prometí nunca traicionar a mi pareja. Estaba entre mi relación de casi once años y la dulzura y amor de un sujeto que llevaba meses de conocer y pocos minutos de... ¿Amar?... Pensé cuidadosamente mi respuesta, no me gusta mentir con tal intensidad. Tuve que sincerarme y hablar con el corazón. Lo abracé suavemente y reposé mi cabeza en la suya.
- Desde el primer momento en que te vi mi corazón se aceleró como no lo ha hecho en años. Supe que en ti había algo especial y te recordaba cada mañana. Sabía que sentía algo por ti, no obstante, mi relación ayudaba a que ese sentimiento alcanzara mayor fuerza, pero me mantuve firme y no crucé la línea del enamoramiento, porque simplemente no quería ni quiero hacerte daño - retiré una lágrima de su mejilla y proseguí - Esta noche ha sido la más hermosa de mi vida, he disfrutado, en pocas horas, lo que no he vivido ni en once años y ¡Diablos!, yo también te amo, a pesar de que el mundo piense lo contrario, así digan que el amor es efímero, lleno de connotaciones pasajeras que evolucionan y cambian de significado en cada persona, esto es amor, al menos para mi, sin embargo, ¿Qué pasará en nuestros hogares? Tú te acabas de casar y yo vivo bajo la sombra de la costumbre disfrazada de amor - Admito que mi pequeño discurso no fue tan pequeño para el momento, pero a la final hablé con toda sinceridad, él mientras me ponía la mayor de las atenciones, sus ojitos brillaban un azul pálido por los vestigios de tristeza, pasaba de un estado de angustia a la alegría. Cerró sus ojos suavemente, alzó sus cejas y respiró profundamente. Mientras abría los ojos...
- Por eso es que te amo, te conozco poco tiempo y en poco tiempo me abres tu corazón. No tienes miedo a expresarte. Dices lo que tienes que decir con cada palabra que sale desde tu corazón y ¿Sabes qué? Me voy a divorciar. Hoy he comprendido que es más importante lo que yo sienta, más no lo que haga feliz a mi familia - Eso fue lo que escuché de sus labios. Resulta que su familia es de esas que viven en el pasado, una mentalidad castrante que solo la religión puede concebir.
Sus padres se enteraron de un amorío que Omar tuvo en el colegio y desde ese momento lo tuvieron como monja en convento: horario de salida, horario de llegada, cero salidas a bailes o distracciones sociales, nada, absolutamente nada. Su madre es una señorona salida de una familia tajante, ella estudió en una escuela y colegio, valga la redundancia, de monjas. Su padre es militar retirado, estuvo presente en diferentes conflictos bélicos con los países vecinos, para él el orden y la disciplina son esenciales en la vida. Tiene una hermana solterona seis años mayor que él y un hermano pequeño de quince años, al que prácticamente no ve porque lo tienen en un internado de Europa. Esa es su familia y de alguna manera comprendía su estado de desesperación, el porqué él quería salir de todo eso a cambio de perder sus privilegios, pues a pesar de tener posibilidades económicas, demostraba ser un hombre humilde.
No dije nada, pero pensé, podríamos llegar a tener muchos problemas. Ese momento lo iba a disfrutar, solo éramos él, yo y un cielo estrellado. Nos abrazamos y contemplamos el firmamento. La lluvia de estrellas no pasaba todavía y disfrutamos del resto del espectáculo en silencio.
Poco a poco nuestros latidos iban al mismo ritmo, nuestras palpitaciones eran completamente iguales en tiempo, incluso, si algo nos alteraba, la aceleración no cambiaba el ritmo. En ese momento comprendí el significado de almas gemelas. La música lentamente se alejaba, su fragancia me arrullaba en un viaje pasajero por las nubes.
Me perdí en un sueño de Arabia, donde los hombres matan a sus semejantes por costumbre, por cultura en última instancia. Veía cómo alejaban de mis brazos al hombre que amo para condenarlo a muerte. La horca era su fin y perderlo mi condena eterna. Sus ojos me miraron por última vez; llorosos suplicaron por mi felicidad. Sentí los rayos del sol golpear mi cara, la luz me molestaba, abrí lentamente los ojos y me di cuenta lo tarde que era. El sol ya estaba iluminando las tierras verdes del paisaje. Me senté de golpe. No nos dimos cuenta que nos quedamos dormidos. Estábamos en ropa interior y nos habíamos acomodado en el asiento trasero. Nos habíamos arropado con nuestros abrigos y sumada a la calefacción del carro, nos desplomamos en el más dulce o cruel sueño. Acerqué mi mano a su frente y deduje que estaba con temperatura alta, posiblemente una reacción por amarnos en la fría noche y luego dormir con los gases encerrados.
- Despierta, es hora de irnos. Hoy nos esperan muchos regaños - Le dije mientras limpiaba el sudor de su frente. Claro que me preocupé, pero más pensaba en el problemón que me esperaba en casa. Se supone que podemos salir a reuniones, pero acordamos llegar en la noche, no en el día, pensé.
- Siento el cuerpo pesado, creo que me he enfermado - respondió.
- Cómo no te vas a enfermar si nos dormimos con la calefacción prendida - deduje brevemente.
- Ok, pasaremos por una farmacia, luego te dejo en la parada de buses. No queremos problemas ahora. Necesitamos hablar con más calma y determinar lo que haremos, pero escucha bien lo que te voy a decir. Te amo más que a nada en esta vida y no voy a renunciar a ti pase lo que pase - hizo una pausa para besarme con mucha pasión y prosiguió - Quiero llevarme el sabor de tus labios, que sea un recordatorio de que esto no es un sueño y me acompañe hasta el lunes, cuando nos volvamos a ver - Me besó nuevamente y no soporté más, me abalancé sobre él y empezamos la segunda ronda. Ahora que lo pienso fue gracioso, porque gracias a eso me enfermé un poco unas horas más tarde, aunque ese no es el punto. Pero vamos por partes. Luego de amarnos intensamente otra vez, con prisa nos vestimos, encendió el carro y partimos a nuestros destinos. Hasta eso habrán sido las ocho de la mañana y mi celular estaba repleto de llamadas perdidas y mensajes de texto que indicaban lo mismo “¿Dónde estás, por qué no contestas?, Haz lo que te dé la gana”. Llegamos a la farmacia, bajó rápidamente, tardaría unos dos minutos en regresar. Subió al carro y me besó velozmente en la mejilla, arrancó el vehículo y nos dirigimos a mi parada de buses. En el sitio había un tanto de gente moribunda, gente con resaca por la noche anterior y gente con sueño camino a sus trabajos sabatinos. Ambos sabíamos que despedirnos con un beso sería riesgoso, pues por esa zona había gente que me conoce, aunque nos moríamos de ganas por hacerlo. Nos abrazamos y me dijo tiernamente.
- Tengo ganas de volverte a ver, espero impaciente ese momento - Yo no dije nada, solo le sonreí y le sujeté fuertemente la mano. Me bajé del auto, caminé hasta la parada y contemplé cómo el auto se alejaba. Me puse triste, sentía que mi alma se arrancaba como que fuera carne. Mis huesos se astillaban y lastimaban mis músculos y mis ojos se ahogaban - ¿Y ahora qué voy a hacer? - dije en voz baja. Era una decisión difícil, mucho más difícil cuando no se tiene el cuerpo caliente. Bien dicen que para todo hay que pensar con cabeza fría. Esto no quiere decir que mis sentimientos hacia Omar hayan cambiado, lo que le dije la noche anterior era la pura verdad, es solo que qué pasará con mi relación actual, cómo terminar, aunque algún motivo sobre, es muy duro acabar con una construcción que, a pesar de estar mal hecha, tomó mucho tiempo. Pensaba y pensaba, pero no me compliqué más, el bus estaba llegando y mejor preferí recordar mi noche perfecta, ya me basaría en algo más adelante.
Una vez en el bus, iba recordando la noche anterior, cerraba los ojos lentamente, los abría a la misma velocidad, suspiraba, sonreía. Me di cuenta que atraje más de una mirada y de seguro vieron o dedujeron el amor que sentía. Me detuve en seco, mis pensamientos se centraron en qué voy a decir cuando llegue a la casa. Pensé que lo mejor sería pedir disculpas y si me preguntaba algo, lo negaría todo.
Bajé del bus, me desesperé al buscar las llaves, no las encontraba. Por suerte las dejé en mi abrigo, las saqué y procedí a abrir la puerta de calle. Respiré profundamente y me encaminé marchante hasta la casa. Yo vivía en unos condominios, esos edificios que tienen un departamento encima del otro. A lo lejos ya escuchaba la música de despecho, con ello era más que obvio que Santiago estaba bebiendo como loco por mi ausencia en el hogar. Pero hoy sí tenía razón para dudar, pues antes, en otras ocasiones, solo eran sospechas cegadas de razón, sus celos dominaban cualquier indicio de inteligencia. Siempre me tuvo por los suelos, creía que yo era como él, que le traicionaba a diestra y siniestra como si no hubiera un mañana. Toda la relación y todos los problemas giraban en torno a eso, pero así duramos, con todos los problemas y desventuras duramos todo este tiempo. Abrí la puerta y ahí estaban: Santiago, una vecina alcahueta y unas gentes que jamás vi en la vida.
- ¿Dónde estabas, por qué no contestabas las llamadas ni los mensajes? No ves que me preocupaste... hip... Muchísimo, pensé que algo te había pasado - me gritó con el mejor esfuerzo que un borracho puede tener. Sus fosas nasales eran dos cuevas al abismo de donde nacían dos cascadas. Sus ojos hinchados por la sangre alcoholizada, en fin, era un mar de lágrimas.
- Cualquiera hubiera llamado a la policía o saldría a buscarme como mínimo y no se pondría a beber con una vecina alcahueta y un montón de borrachos que ni conozco - Tenía que decirlo, esa vecina me la tenía jurada y antes de que esa mujer salte como lince a mi cuello, me encerré en el dormitorio, donde escuché música con los auriculares y dejé que el mundo siguiera a su ritmo, yo mientras repasaría una y otra vez mi dulce noche.
Pasaron las horas y ya empezaba a oscurecer, me preguntaba qué tal le habría ido a Omar con su esposa. Me había olvidado del hambre, pero sí se me antojó un tabaco, tocí un poco porque tenía seca la garganta y me molestaba el hecho de que empezaba a irritarse. Lo encendí y me retiré los auriculares. La música de despecho había cesado y todo estaba en silencio. No me atrevía a abrir la puerta y ver el escenario en ruinas, preferí recostarme otra vez y así mirar la foto, la única que tenía de Omar, la que nos tomaron en el trabajo que por cuestiones de marketing y tanta boloñesa... Suspiraba y repetía su nombre en mi mente. Después susurré su nombre y dejé que esa extrañeza se fuera por la ventana. Pasaron como tres minutos y recibí un mensaje de texto, era de Omar y decía - Te extraño tanto, quisiera que estés a mi lado en este momento, por eso mira por tu ventana - No lo podía creer, me acerqué a mirar y ahí estaba el auto de él. Me llegó otro mensaje - Vamos a comer, estoy más que seguro que no has comido nada. Te espero - Miré el reloj y a penas iban a ser las siete de la noche. Eso era justo lo que quería, es como si me leyera la mente. No lo pensé ni dos veces, ni siquiera me arreglé. No me había ni siquiera bañado, simplemente abrí la puerta del dormitorio y salí sin siquiera mirar a atrás. No pude evitar el hedor a licor regado por todas partes, colillas de tabacos y un charco de vómito en la sala. Ya ni me importaba. Mi corazón se aceleraba, cada paso que daba era más suave que el anterior. Bajé las gradas como pisar sobre algodón, llegué a la puerta de calle, salí y me subí al carro. Al instante habíamos dejado el sector. Lo abracé con locura, se había puesto una nueva dosis de su delicioso perfume, solo le dije gracias y nos besamos nuevamente, fue rápido ya que estaba el semáforo en rojo y no podía distraerle. Toqué su frente y ya no tenía fiebre, tal vez fue solamente una reacción alérgica. Ese rato cambió el semáforo a verde y puso en marcha el carro.
- Discúlpame, sé que te dije que nos veríamos el lunes, pero no resisto estar sin ti un minuto más, tenía que venir a buscarte, por suerte conozco donde vives, para darte la sorpresa - Me explicó emocionado. Él conoce mi casa porque por casualidad un familiar vive en los condominios del frente y se enteró por la charla que tuvimos cuando nos conocimos, fue algo fortuito, sin trascendencia.
- ¿Cómo te fue con tu esposa? - pregunté.
- No me fue tan mal, al menos no armó el numerito de siempre: hacerse la victima, actuar que es la flor más frágil del desierto, jugar su juego de manipulación, en definitiva es una actriz que pretende controlar mis emociones, pero no ha podido. Si me casé con ella fue por darle gusto a mi madre, pero se acabó. Por suerte no tenemos hijos y la única vez que la toqué use protección y la obligué a que se tome pastillas anticonceptivas, que ni se le ocurra venir con su sorpresa novelística, que estoy preparado - Me respondió muy diligente, sus palabras eran sinceras.
- Pero ¿Qué pasó? - pregunté con intriga. Quería saber más.
- En resumen, discutimos, me echó en cara que su familia tiene más dinero que la mía y gracias a ello mis padres salieron de algunas deudas ¿Puedes creerlo? A la fecha me vengo a enterar que este matrimonio estaba arreglado por interés. Me siento como una quinceañera del siglo XIX. - Fue gracioso, sonreí con lo que dijo.
- ¿Y luego qué? - pregunté, pero me prometí que ya no preguntaría más, dejaría que él solo me suelte todo el relato.
- Me dijo que ya no aguantaba más, que se iría a la casa de sus padres y no regresaría hasta que por lo menos la toque de nuevo. No la veré por un buen rato ya que mis suegros viven en las cercanías de la playa, a muchos kilómetros de aquí. A estas horas ya debe estar a mitad de camino.- Hizo una pausa, suspiró alentadoramente, tomó mi mano y prosiguió - Mis manos ya te pertenecen desde el momento en que cediste a que recorra tu cuerpo. No pienso tocar a nadie más que no seas tú - Sus dedos jugueteaban con los míos, sentía un calor agradable mientras me sujetaba con más fuerza. Continuó diciendo - Mañana pienso pedirle el divorcio, nos iremos de viaje y empezaremos una nueva vida en Manaus. Tengo buenas amistades en ese lugar - No lo podía creer, todo estaba yendo demasiado rápido. No me asustaba el hecho de que nos fuéramos de la ciudad, incluso del país, más me asustaba el rumbo que esta relación estaba tomando y su verteginosa velocidad.
- Espera un momento, estamos yendo muy rápido - le dije. Me soltó la mano, estacionó el vehículo un momento y sacó un paquete de su mochila que contenía mucha información de aquella ciudad: fotos, textos, postales.
- Mira, como te habrás dado cuenta, soy bueno investigando. He concluido que esta es una ciudad en la que te sentirás a gusto, tiene de todo y prácticamente está en medio de la selva. No hay mejor destino en el mundo, además mis contactos nos recibirán con los brazos abiertos - terminó de explicarme y no paraba de sacar los artículos de ese contenedor, se tomaba la molestia de explicarme cada detalle y con la mayor de las paciencias. De vez en cuando soltaba una sonrisita coqueta, lo cual me provocaba a que de un salto haga gala de mis pasiones.
- Además debes tener en cuenta que no lo podremos hacer hasta que me divorcie, eso quizá tome meses, pero haré lo posible para que culmine en el menor tiempo posible, solo confía en mí - me dijo mientras me abrazó cariñosamente.
- Esto es repentino, pero.., Cómo puedo negarme si en este poco, poquísimo tiempo, me has demostrado tu amor. Me conoces más de lo que alguien pueda conocerme en años - Contuve la respiración por tres segundo y continué - Entonces llévame contigo, ya no necesito nada más, a tu lado mi alma y mi cuerpo se han complementado. Solo prométeme una cosa - Le miré a los ojos y él me preguntó que qué sería eso que debe prometerme - Que llevaremos esto como el más bonito de los recuerdos, no importa el tiempo que pase, lo recordaremos, lo viviremos hasta que nuestros caminos se hayan acabado - Esperé su respuesta, frunció el ceño y respondió.
- Eso ni siquiera se torna en una carga para mi, lo haré porque mis sentimientos son únicos y sinceros. No necesitas pedirme eso amor mío, ya está implícito en nuestra realidad - Reposé mi cabeza en su hombro, me dio un beso en la frente y arrancó el auto. El viaje no habrá sido mayor a media hora y el resto del trayecto no dijimos una sola palabra. Miré por la ventana e iba pensando en cómo sería nuestra vida. Ya me imaginaba hasta las fechas, me inventaba escenarios donde él y yo protagonizaríamos un capítulo de amor fogoso... En fin, mi mente volaba. Giró a la izquierda una última vez hasta que llegamos. Lo siguiente fue que debía ingresar al parqueadero del restaurante, un lugar poco ostentoso, pero nada más. Subimos por las escaleras hasta el salón que contenía las mesas. Una pecera inmensa adornaba la parte derecha del mostrador con sus coloridos peces y vida marina. No habían divisiones, era un solo salón con las opciones a la vista: el baño, la cocina, salida de emergencia, balcón y otras escaleras que seguramente conducían a otro salón similar. Nos sentamos en la mesa seis, compartimos un momento hermoso, le conté cómo estuvo mi día, lo mucho que lo extrañaba, incluso que lo llamé con la mente, y al final de la comida, antes de retirarnos que me dice.
- Te propongo algo, en vista de que mi todavía esposa partió rumbo a donde sus padres, vamos a mi casa. Pasa conmigo esta noche y mañana regresas a tu casa. Por favor quédate conmigo - Me lo pedía mientras me tomaba de ambas manos sobre la mesa, lo que atrajo varias miradas.
- De hecho eso es justamente lo que estaba pensando pedirte - Le dije y sus ojos se iluminaron cual adornos de navidad, yo mientras me ruboricé por su reacción. Me sonrió y procedió a pagar lo consumido. Tuve la curiosidad de ver la fauna marina en esa prisión de cristal, así que me acerqué, para mi sorpresa tenían tres caballitos de mar y les tomé una foto con mi teléfono. No caí en cuenta que Omar estaba atrás de mí, observando mi interés. De repente sentí su mano sobre mi hombro, se acercó suavemente a mi oído y me dijo
- Ya sé qué es lo que adornará nuestra sala en Manaus - Me contuve para no derretirme casi como un helado. Tal parece que buscaba la manera de llegar cada vez más a mi, era como si su deber consistiera en hacerme feliz. Sabía lo que me gustaba, lo que quería. Él es un sujeto muy observador. Recuerdo que una tarde, al salir del trabajo, olvidé mi esfero favorito sobre el escritorio, uno de marca y un poco carito. Ese esfero ya pedía perdón, estaba sumamente viejo, pero lo conservaba porque aún servía. Al día siguiente, al regresar, me encuentro un esfero de los mismo encima de mi escritorio, mientras que el viejito estaba dentro de la caja del nuevo. No había ninguna nota ni nada que me indicara al responsable, pero algo dentro de mi apuntaba a que era Omar, y sí, esa noche en el restaurante me contó que él me obsequió ese esfero.
Salimos del local sobre el auto. La conversación fue amena, lo llegué a conocer más, pero era como si lo conociera de toda la vida. Coincidiamos en muchas cosas, nos parecíamos bastante. El trayecto hacia su casa fue un poco lento por la congestión, duró casi hora y media. Más adelante, un accidente había dado lugar a tres muertes, lo supe, porque cuando pasamos habían tres cuerpos en el piso tapados con unas sábanas blancas. Yo no soy de las personas que abusan de la curiosidad, ni él tampoco. Solo miramos unos segundos mientras el carro seguía en marcha y continuamos nuestro camino. Me deprimió ver ese escenario de muerte y rogué a mis adentros nunca nos pase algo así. Omar tomó mi mano con fuerza y me reconfortó con una de sus historias del universo.
Cómo tardé para darme cuenta que en esta vida siempre hay un estrecho desde donde se puede observar entre lo correcto y lo que no es correcto, ahí mismo, donde un espejo refleja la ignorancia en la realidad. Y es que me faltó "tocar madera", no fui lo suficientemente humilde; es lo típico, "de esta agua no beberé". Pero no lo niego, no niego que esa adrenalina que siento en este momento me sumerge en una piscina de masoquismo absurdo, de placer absurdo, es como si el corazón se arranca a sí mismo y saliera corriendo, tan solo se escuchan a lo lejos sus carcajadas de locura.
Vamos, desde el principio. Todo comenzó con una dulce mirada, una sonrisa coqueta y su perfume a gloria, Ese día conocí a la criatura más hermosa de la existencia, sus movimientos eran oníricos, como un cursi cuento de hadas, pero no me importaba, la película en mi cabeza iba en cámara lenta, solo pensaba en el desenlace de nuestros cuerpos. Omar, un hombre de 1.80 de altura, cabello castaño claro, nariz perfilada, ojos casi azules, llevaba una barba bien cuidada, vestía de terno formal con corbata púrpura. Ni sus ropas escondían la perfección de su cuerpo. Su complexión era simétrica, no era fortachón, solo fornido con cierto atractivo en sus casi perceptibles músculos trabajados cuidadosamente, cuando se puso de espaldas no pude evitar mirar de reojo su retaguardia, y literal, “orgasmo en los ojos”. Creo que llegados a este punto alguien dirá, pero eso pasa casi todos los días; pero eso es amor a primera vista, pero... No, déjenme decirles que no es así. Cualquiera se enamora a primera vista, pero no cualquiera imagina la tarde del 14 de mayo, ahí estamos, viendo películas de horror, luego del almuerzo, luego de nadar, luego de toparnos en la calle De los encuentros y Pepito Japerabi, entonces nadie se lo espera. Al menos no fueron premeditadas las consecuencias y por alguna razón esto también es mi responsabilidad. Me dejé llevar y lo que consistía en una aventura, terminó en... Bueno, ya lo sabrán.
Pero quién iba a decir que me vería en éstas, quién iba a prever semejante problemón. Todo comenzó como un mero acercamiento de oficina y se convirtió en el karma de los matrimonios obligados por demanda de la sociedad. He traicionado a mi compromiso, pese a que me lo repetía en innumerables ocasiones que la traición al hogar y a la amistad es algo imperdonable.
Y ahí estaba yo, sujetando su mano con fuerza mientras su dulce esposa nos apuntaba con una pistola ¿¡De dónde diablos la sacó!? Eso es más misterioso que el triángulo de las Bermudas. Estábamos indefensos, desnudos como bebés, nos arrimamos a la pared, sentí la frialdad del toque recorrer mi espina dorsal. Todo acabaría en tragedia, no habría nada que nos salve de este destino.
Esa mujer echaba lo más oscuro de sus ojos, su cabello se erizó y no podía estar más roja de la furia, pero amenizaba el hecho de que su rostro combinaba con sus tacos... Veía cómo temblaban sus manos más que escuchar sus palabras, pero algo meramente decía, algo como: "los voy a matar malditos, esto es imperdonable" o algo como, "esto no tiene perdón de Dios". Yo, mientras tanto, no dejaba de ver sus manos temblorosas que en cualquier momento serían herramientas de un doble asesinato por mero descuido de los nervios. Y es que es injusto en todo caso, no hace más de dos minutos me acabo de enterar que es mi jefa de trabajo, justo cuando cruzó esa puerta echando maldiciones por los aires y nos encontró amándonos, justo cuando miré su rostro. Y ahí estábamos, entre la pared y una pistola.
- Esto es una locura Miriam, ¡Mírate! - gritó afónico mi amante luego de soltarme violentamente la mano. Su sudor aún recorría su cuerpo, la luz del lugar hacía que su piel brillara eróticamente.
- ¿Y qué se supone debo hacer: ignorar esto, aplaudir su desenfreno amoroso, o qué tal unirme y ser parte de esta aberración? - gritó con locura, ya sus lágrimas negras recorrían ambas mejillas, su labial cereza ya superó el límite de sus labios. Parecía una bestia rabiosa. En ese momento ambos empezaron a discutir, la charla fue larga o más bien la pelea, al menos para mi, la discusión fue eterna. Los cueros salieron al sol y yo me sentía haciendo mal tercio, mientras sentía frío, pues como lo dije, no llevaba nada de ropa.
En eso quise que el bochorno pasara o al menos calmar la atmósfera.
- No la provoques - le dije lo más despacito posible a mi amador de turno, con el objetivo de evitar que esa loca me escuche, pero qué ideal, ha tenido un oído de gato. Sus ojos se activaron como radares, ajustó su mirada hacia mi. Podía ver los demonios que salían de sus pupilas, me daba miedo o más bien pánico. Y les digo, como una película en cámara lenta, sus dos brazos, que sujetaban el arma, se alzaban lentamente, yo estaba a solo dos segundos de sentir el sabor del plomo en mi pecho. Ya no había sudor y el cuerpo de él y el mío eran un tanto antiestéticos por el horror que se avecinaba. Teníamos la sangre helada y el primer segundo había terminado.
Fue inmediato el recuerdo, el "flashback". Ahí estaba él, esperándome donde acordamos vernos, un viernes luego del ajetreo laboral. Fuimos a la Xona, un lugar de encuentros y diversión, una localidad llena de bares, restaurantes y muchos espacios para el ocio; un sitio cosmopolita. Nos dirigimos a un bar que por casualidad yo conocía. Nos dispusimos a una mesa y pidió dos cervezas en jarras, el lugar estaba lleno y hacía calor. Miraras a donde miraras la diversión era lo único, lo más importante. Yo no sabía cuáles eran sus intenciones, solo sospechaba, hasta que llegamos a ese lugar y pidió las cervezas, al parecer ya lo conocían, no era la primera vez que visitaba ese sitio. Me extrañó mucho, porque el plan era vernos con los compañeros de trabajo en otro bar.
Las miradas que cruzábamos a lo largo de conocernos dieron lugar a una ilusión que nos costaba demostrar. Nunca me atreví a preguntarle ni mucho menos él, pero había algo, pequeñas pistas que demostraban su interés hacia mi.
Sin demora, fue al grano. Me miró fijamente y con su sonrisa coqueta dijo.
- Me gustas mucho, desde el primer día en que te vi - Mi sangre estaba más helada que la cerveza que casi escupo por la impresión. Yo no niego que también me gustaba, pero fue muy repentino, además no esperaba que fuera así de directo. Las circunstancias eran obvias, pero la razón ganaba hasta ese momento.
- Eeeeh... no sé qué decir, esto es repentino, no me imaginaba que sintieras eso por mí – mentí con un poco de malicia, lo hice para ponerle sazón al momento y escuchar su respuesta. Se bebió la cerveza de un vaso en tres sorbos, como quien con ansias busca fuerzas en el alcohol, sujetó mis manos y acercó sus labios a mi oreja izquierda y en voz bajita me dijo.
- Lo vi en tus ojos, yo también te gusto. Dejémonos de este teatro y mezclemos nuestros cuerpos en el amor - Sentí su aliento calentito y cada palabra cursi era una aguja de placer a mi oído que recorría mi cuerpo a fuerza de electricidad. Giré mi rostro hacía la izquierda, lentamente rocé su mejilla con la mía hasta llegar a sus labios mientras sentía punzadas de su barba, algo sumamente pasional, y... Nos besamos, nos besamos intensamente. Me dejé llevar: su perfume sofisticado rozaba lo perfecto, hasta sus manos impregnaron mis manos de olor. Me sentía en el nirvana y el cuento de hadas empezaba a tomar su rumbo.
El resto de la tarde pasamos conversando, bailando, besando, riendo, abrazando. En fin, fue espectacular, un idilio memorable que, de alguna manera, valía la pena.
Llegaba la noche y hacíamos caso omiso a las llamadas telefónicas de los colegas, no queríamos interrupción ni tampoco que supieran donde estábamos, el escándalo que se hubiese generado por eso. Como precaución, nos ubicamos a un rincón del bar donde nadie nos moleste. Como ya empezaba a oscurecer decidimos dejar ese espacio y aprovechar la oscuridad de la noche para escabullirnos fuera del bar. Me propuso que vayamos a su casa, pero lo rechacé, mejor opté por ir a comer. Yo no quería que la primera noche fuera al grano, prefería más lo sentimental, besos, abrazos. En todo el camino (que sería unas tres calles) él no paraba de abrazarme a riesgo de que una cara conocida nos vea y regrese el lunes con el chisme de la semana. Doblamos la esquina y no pude evitar darme cuenta que en todo el camino había gente que nos miraba. Pero no me importaba, como ya dije, nunca había sentido tal amor hacia mi.
Nos dirigimos a "La Paila", un restaurante chamullo, pero agradable. Él sabía de mi compromiso, no por nada llegué al trabajo casi que gritando a los cuatro vientos mis once años de relación, con orgullo ciego como si el tiempo cambiaría en algo nuestra situación sentimental. Si me preguntaban, lo contaba, pero con cautela, no todo se debe saber en esta vida.
Nos sentamos, pedimos lo más apetecible y empezamos a conversar.
- ¿Cómo estás en tu relación? - me preguntó con una sonrisa que más bien parecía una mueca.
- Ni fu ni fa - contesté al principio y seguí - A pesar del tiempo que llevamos juntos y las constantes peleas todavía siento algo por él, pero como te habrás dado cuenta, eres mi primer amante y no pretendo otra cosa. Me gustas, me gustas mucho, pero una cosa no es la otra: gustar no es amar y así como el amor, la aventura también es pasajera. - proclamé firmemente mi manera de pensar y de alguna manera pretendía que las cosas quedaran claras. Es que ese era mi plan desde el comienzo, solo una aventura para probar la sensación y para desquitarme de todas las veces que pasé por eso. Noté su decepción con esa respuesta.
- Pero ya te dije que me gustas mucho, me gustas desde el primer momento en que te vi, además quiero salir de esta crisis emocional y darme una oportunidad, sentir y demostrar lo que he reprimido en mucho tiempo - Sus ojitos también hablaban y demostraban la misma dulzura con la que decía las cosas. Yo soy de corazón blando, pero no lo demuestro de buenas a primeras. Esa noche rompí con mi tradición, toqué su rostro con mi mano derecha y tiernamente acaricié su mejilla.
¿Cómo estaba en mi relación, que cómo me sentía en ese momento? A decir verdad era la primera vez en años que sentía las mariposas en el estómago. No cabía duda de que la ilusión se apoderaba lentamente de mi. Sentía el amor, no solo con sus actos sino también con sus palabras, con sus gestos, con su mirada. Sentía el amor por primera vez. Los problemas en mi relación eran la causa de esta ilusión. Yo también quería darme una oportunidad, pero ya empezaban mis conflictos mentales.
Ya era tarde y quería regresar a mi casa, sobre todo por la regañina que me esperaba que, aunque mentí sobre una reunión del trabajo, sabía que mi hora había pasado, no por opresión, sino por principios, yo soy una persona de casa. Llegamos nuevamente a su auto para emprender la marcha. Antes de arrancar me besó, me pidió que le espere un momento y salió a por algo. Regresó como a los diez minutos y con emoción me dice.
- Quiero que esta noche sea inolvidable para los dos, ya lo verás, te tengo una sorpresa gracias a mis dotes de investigador frustrado - decía mientras pasaba su pulgar por mi labio inferior y nuevamente me besaba. Arrancó el automóvil, colocó música romántica del momento, era un cd preciso con música solo de amor. Me acomode suavemente en el asiento y desvié mi mirada hacia el exterior, empezó a tocar la canción de Axel “tu amor por siempre”, en tanto el vehículo ya estaba en movimiento. Miré hacia el cielo y pude apreciar una que otra estrella debido a la polución de la ciudad. Unas nubes rechonchas pasaban naufragando, sobando el contorno de las montañas, y las luces de la ciudad pasaban según la velocidad del vehículo.
- ¿En qué piensas? - preguntó mientras acariciaba mi oreja izquierda. Sujeté su mano y la puse sobre mi rostro, estaba tibia, luego pasé mi nariz por su palma para percibir el delicioso aroma de su perfume.
- Es una noche preciosa, el cielo está despejado, las nubes danzan al son del viento. Pienso que esto no podría ser más perfecto - respondí y no solo eso, sin querer cayó una de mis lágrimas al costado de su dedo índice. Me sentía mal por lo que estaba sucediendo, mis principios ya entraron en conflicto puesto que empezaba a sentir algo más. Disminuyó la velocidad, no se detuvo. Sacó del bolsillo de su chaqueta un pañuelo de color crema, mientras conducía, limpió los restos de mi tristeza materializada. Luego de secarme y decirme que todo está bien, me contó que su mujer supo de esta salida, pero supuestamente con la gente de la oficina (aunque, desde un principio, ese era el plan), en tanto ya pensaría en cualquier excusa para calmar a esa fiera, puesto que ya había pasado la hora de llegar a su casa y a cada momento su teléfono sonaba..
El viaje duró un poco más de lo que esperaba. Yo vivo casi al límite de la ciudad, así que no paramos ahí, seguimos recto. Salimos de la ciudad, aumentó un poco la velocidad y en poco tiempo...
- Ya vamos a llegar, será mejor que te prepares - exclamó con un poco de ansiedad, notaba la emoción en sus palabras. Al llegar, bajamos del carro en un lugar apartado de la carretera, estábamos lejos de las miradas, lejos de las luces y lejos de cualquier moral. Esa noche todo se valía, después de todo, poco a poco su cuerpo me llamaba.
La sorpresa me dejó con la boca abierta y lo juro, juro que aunque tenía ganas de gritar me contuve y no derramé una sola lágrima. Era el cielo más hermoso que había visto jamás. Millones de estrellas, las constelaciones, la vía láctea... Una vista espectacular. En ese momento, lo indescriptible, lo sublime y sobre todo lo mágico, una lluvia de estrellas. Esa era la noche del 13 de agosto, las Perseidas hacían su apertura. Él rodeó sus brazos sobre mi pecho y juntos vimos las maravillas del cosmos en primera fila. Él no dejaba de recitarme su amor con historias del universo. Sentí la protección de sus fuertes brazos en cada palabra. Cada estrella fugaz era para mí un sueño hecho realidad.
El tiempo transcurrió en lo que una hora era un segundo. Hacía un poco de frío, sobre todo viento, pero el aire estaba cargado de una energía contagiosa y cada uno de sus besos en mi cuello me electrocutaba el cuerpo. No resistimos la ansiedad, lo hicimos. Lo entregamos todo en cada pulsión. No hubo rincón de mi cuerpo que él no recorriera con su ser. Estábamos haciendo muy bien nuestros papeles, nada fue forzado o sobreactuado. Cada detalle del acto queda reservado solo para mi, pues mi intención no es causar en usted otro efecto que no sea el del romanticismo, aunque sí puedo decir que cumplió todas y cada una de mis expectativas, incluso con creces. Y es que todo estaba permitido como ya lo había mencionado. Él fue muy respetuoso, no abría una puerta sin cerrar la anterior y no avanzaba hasta que mi cuerpo lo permitía, lo mismo por su parte. Llegamos a sincronizarnos tan bien que un gesto o una mirada era más que decirlo. Poco a poco llegábamos a la meta, pero aún así la intensidad del amor se disparaba por los cielos. Sabíamos qué hacer y en qué momento, ni antes ni después, todo estaba sincronizado, en definitiva, nos fundimos en un solo ser. Lo concluimos con el mejor de los cierres, nos abrazamos y miramos el cielo, por su puesto, desde el interior del carro.
- Sabes, es gracioso. La primera vez que te vi tus ojos reflejaron la belleza de una estrella. Me miraste, te miré. Hoy, millones de ojitos en el cielo contemplaron nuestro amor - me abrazó con fuerza y su voz se quebraba cada vez más. Entró en llanto silencioso. Sentí sus lágrimas en mi piel, estaban calientitas y decía- Es que te amo, es la primera vez que siento esto. Siento tristeza y alegría. No te vayas de mi lado, quédate conmigo - proclamó mientras lloraba y me abrazaba con más fuerza. No supe qué decir. Yo sentía lo mismo, pero desde un principio mi mentalidad era solamente una aventura pese a que me prometí nunca traicionar a mi pareja. Estaba entre mi relación de casi once años y la dulzura y amor de un sujeto que llevaba meses de conocer y pocos minutos de... ¿Amar?... Pensé cuidadosamente mi respuesta, no me gusta mentir con tal intensidad. Tuve que sincerarme y hablar con el corazón. Lo abracé suavemente y reposé mi cabeza en la suya.
- Desde el primer momento en que te vi mi corazón se aceleró como no lo ha hecho en años. Supe que en ti había algo especial y te recordaba cada mañana. Sabía que sentía algo por ti, no obstante, mi relación ayudaba a que ese sentimiento alcanzara mayor fuerza, pero me mantuve firme y no crucé la línea del enamoramiento, porque simplemente no quería ni quiero hacerte daño - retiré una lágrima de su mejilla y proseguí - Esta noche ha sido la más hermosa de mi vida, he disfrutado, en pocas horas, lo que no he vivido ni en once años y ¡Diablos!, yo también te amo, a pesar de que el mundo piense lo contrario, así digan que el amor es efímero, lleno de connotaciones pasajeras que evolucionan y cambian de significado en cada persona, esto es amor, al menos para mi, sin embargo, ¿Qué pasará en nuestros hogares? Tú te acabas de casar y yo vivo bajo la sombra de la costumbre disfrazada de amor - Admito que mi pequeño discurso no fue tan pequeño para el momento, pero a la final hablé con toda sinceridad, él mientras me ponía la mayor de las atenciones, sus ojitos brillaban un azul pálido por los vestigios de tristeza, pasaba de un estado de angustia a la alegría. Cerró sus ojos suavemente, alzó sus cejas y respiró profundamente. Mientras abría los ojos...
- Por eso es que te amo, te conozco poco tiempo y en poco tiempo me abres tu corazón. No tienes miedo a expresarte. Dices lo que tienes que decir con cada palabra que sale desde tu corazón y ¿Sabes qué? Me voy a divorciar. Hoy he comprendido que es más importante lo que yo sienta, más no lo que haga feliz a mi familia - Eso fue lo que escuché de sus labios. Resulta que su familia es de esas que viven en el pasado, una mentalidad castrante que solo la religión puede concebir.
Sus padres se enteraron de un amorío que Omar tuvo en el colegio y desde ese momento lo tuvieron como monja en convento: horario de salida, horario de llegada, cero salidas a bailes o distracciones sociales, nada, absolutamente nada. Su madre es una señorona salida de una familia tajante, ella estudió en una escuela y colegio, valga la redundancia, de monjas. Su padre es militar retirado, estuvo presente en diferentes conflictos bélicos con los países vecinos, para él el orden y la disciplina son esenciales en la vida. Tiene una hermana solterona seis años mayor que él y un hermano pequeño de quince años, al que prácticamente no ve porque lo tienen en un internado de Europa. Esa es su familia y de alguna manera comprendía su estado de desesperación, el porqué él quería salir de todo eso a cambio de perder sus privilegios, pues a pesar de tener posibilidades económicas, demostraba ser un hombre humilde.
No dije nada, pero pensé, podríamos llegar a tener muchos problemas. Ese momento lo iba a disfrutar, solo éramos él, yo y un cielo estrellado. Nos abrazamos y contemplamos el firmamento. La lluvia de estrellas no pasaba todavía y disfrutamos del resto del espectáculo en silencio.
Poco a poco nuestros latidos iban al mismo ritmo, nuestras palpitaciones eran completamente iguales en tiempo, incluso, si algo nos alteraba, la aceleración no cambiaba el ritmo. En ese momento comprendí el significado de almas gemelas. La música lentamente se alejaba, su fragancia me arrullaba en un viaje pasajero por las nubes.
Me perdí en un sueño de Arabia, donde los hombres matan a sus semejantes por costumbre, por cultura en última instancia. Veía cómo alejaban de mis brazos al hombre que amo para condenarlo a muerte. La horca era su fin y perderlo mi condena eterna. Sus ojos me miraron por última vez; llorosos suplicaron por mi felicidad. Sentí los rayos del sol golpear mi cara, la luz me molestaba, abrí lentamente los ojos y me di cuenta lo tarde que era. El sol ya estaba iluminando las tierras verdes del paisaje. Me senté de golpe. No nos dimos cuenta que nos quedamos dormidos. Estábamos en ropa interior y nos habíamos acomodado en el asiento trasero. Nos habíamos arropado con nuestros abrigos y sumada a la calefacción del carro, nos desplomamos en el más dulce o cruel sueño. Acerqué mi mano a su frente y deduje que estaba con temperatura alta, posiblemente una reacción por amarnos en la fría noche y luego dormir con los gases encerrados.
- Despierta, es hora de irnos. Hoy nos esperan muchos regaños - Le dije mientras limpiaba el sudor de su frente. Claro que me preocupé, pero más pensaba en el problemón que me esperaba en casa. Se supone que podemos salir a reuniones, pero acordamos llegar en la noche, no en el día, pensé.
- Siento el cuerpo pesado, creo que me he enfermado - respondió.
- Cómo no te vas a enfermar si nos dormimos con la calefacción prendida - deduje brevemente.
- Ok, pasaremos por una farmacia, luego te dejo en la parada de buses. No queremos problemas ahora. Necesitamos hablar con más calma y determinar lo que haremos, pero escucha bien lo que te voy a decir. Te amo más que a nada en esta vida y no voy a renunciar a ti pase lo que pase - hizo una pausa para besarme con mucha pasión y prosiguió - Quiero llevarme el sabor de tus labios, que sea un recordatorio de que esto no es un sueño y me acompañe hasta el lunes, cuando nos volvamos a ver - Me besó nuevamente y no soporté más, me abalancé sobre él y empezamos la segunda ronda. Ahora que lo pienso fue gracioso, porque gracias a eso me enfermé un poco unas horas más tarde, aunque ese no es el punto. Pero vamos por partes. Luego de amarnos intensamente otra vez, con prisa nos vestimos, encendió el carro y partimos a nuestros destinos. Hasta eso habrán sido las ocho de la mañana y mi celular estaba repleto de llamadas perdidas y mensajes de texto que indicaban lo mismo “¿Dónde estás, por qué no contestas?, Haz lo que te dé la gana”. Llegamos a la farmacia, bajó rápidamente, tardaría unos dos minutos en regresar. Subió al carro y me besó velozmente en la mejilla, arrancó el vehículo y nos dirigimos a mi parada de buses. En el sitio había un tanto de gente moribunda, gente con resaca por la noche anterior y gente con sueño camino a sus trabajos sabatinos. Ambos sabíamos que despedirnos con un beso sería riesgoso, pues por esa zona había gente que me conoce, aunque nos moríamos de ganas por hacerlo. Nos abrazamos y me dijo tiernamente.
- Tengo ganas de volverte a ver, espero impaciente ese momento - Yo no dije nada, solo le sonreí y le sujeté fuertemente la mano. Me bajé del auto, caminé hasta la parada y contemplé cómo el auto se alejaba. Me puse triste, sentía que mi alma se arrancaba como que fuera carne. Mis huesos se astillaban y lastimaban mis músculos y mis ojos se ahogaban - ¿Y ahora qué voy a hacer? - dije en voz baja. Era una decisión difícil, mucho más difícil cuando no se tiene el cuerpo caliente. Bien dicen que para todo hay que pensar con cabeza fría. Esto no quiere decir que mis sentimientos hacia Omar hayan cambiado, lo que le dije la noche anterior era la pura verdad, es solo que qué pasará con mi relación actual, cómo terminar, aunque algún motivo sobre, es muy duro acabar con una construcción que, a pesar de estar mal hecha, tomó mucho tiempo. Pensaba y pensaba, pero no me compliqué más, el bus estaba llegando y mejor preferí recordar mi noche perfecta, ya me basaría en algo más adelante.
Una vez en el bus, iba recordando la noche anterior, cerraba los ojos lentamente, los abría a la misma velocidad, suspiraba, sonreía. Me di cuenta que atraje más de una mirada y de seguro vieron o dedujeron el amor que sentía. Me detuve en seco, mis pensamientos se centraron en qué voy a decir cuando llegue a la casa. Pensé que lo mejor sería pedir disculpas y si me preguntaba algo, lo negaría todo.
Bajé del bus, me desesperé al buscar las llaves, no las encontraba. Por suerte las dejé en mi abrigo, las saqué y procedí a abrir la puerta de calle. Respiré profundamente y me encaminé marchante hasta la casa. Yo vivía en unos condominios, esos edificios que tienen un departamento encima del otro. A lo lejos ya escuchaba la música de despecho, con ello era más que obvio que Santiago estaba bebiendo como loco por mi ausencia en el hogar. Pero hoy sí tenía razón para dudar, pues antes, en otras ocasiones, solo eran sospechas cegadas de razón, sus celos dominaban cualquier indicio de inteligencia. Siempre me tuvo por los suelos, creía que yo era como él, que le traicionaba a diestra y siniestra como si no hubiera un mañana. Toda la relación y todos los problemas giraban en torno a eso, pero así duramos, con todos los problemas y desventuras duramos todo este tiempo. Abrí la puerta y ahí estaban: Santiago, una vecina alcahueta y unas gentes que jamás vi en la vida.
- ¿Dónde estabas, por qué no contestabas las llamadas ni los mensajes? No ves que me preocupaste... hip... Muchísimo, pensé que algo te había pasado - me gritó con el mejor esfuerzo que un borracho puede tener. Sus fosas nasales eran dos cuevas al abismo de donde nacían dos cascadas. Sus ojos hinchados por la sangre alcoholizada, en fin, era un mar de lágrimas.
- Cualquiera hubiera llamado a la policía o saldría a buscarme como mínimo y no se pondría a beber con una vecina alcahueta y un montón de borrachos que ni conozco - Tenía que decirlo, esa vecina me la tenía jurada y antes de que esa mujer salte como lince a mi cuello, me encerré en el dormitorio, donde escuché música con los auriculares y dejé que el mundo siguiera a su ritmo, yo mientras repasaría una y otra vez mi dulce noche.
Pasaron las horas y ya empezaba a oscurecer, me preguntaba qué tal le habría ido a Omar con su esposa. Me había olvidado del hambre, pero sí se me antojó un tabaco, tocí un poco porque tenía seca la garganta y me molestaba el hecho de que empezaba a irritarse. Lo encendí y me retiré los auriculares. La música de despecho había cesado y todo estaba en silencio. No me atrevía a abrir la puerta y ver el escenario en ruinas, preferí recostarme otra vez y así mirar la foto, la única que tenía de Omar, la que nos tomaron en el trabajo que por cuestiones de marketing y tanta boloñesa... Suspiraba y repetía su nombre en mi mente. Después susurré su nombre y dejé que esa extrañeza se fuera por la ventana. Pasaron como tres minutos y recibí un mensaje de texto, era de Omar y decía - Te extraño tanto, quisiera que estés a mi lado en este momento, por eso mira por tu ventana - No lo podía creer, me acerqué a mirar y ahí estaba el auto de él. Me llegó otro mensaje - Vamos a comer, estoy más que seguro que no has comido nada. Te espero - Miré el reloj y a penas iban a ser las siete de la noche. Eso era justo lo que quería, es como si me leyera la mente. No lo pensé ni dos veces, ni siquiera me arreglé. No me había ni siquiera bañado, simplemente abrí la puerta del dormitorio y salí sin siquiera mirar a atrás. No pude evitar el hedor a licor regado por todas partes, colillas de tabacos y un charco de vómito en la sala. Ya ni me importaba. Mi corazón se aceleraba, cada paso que daba era más suave que el anterior. Bajé las gradas como pisar sobre algodón, llegué a la puerta de calle, salí y me subí al carro. Al instante habíamos dejado el sector. Lo abracé con locura, se había puesto una nueva dosis de su delicioso perfume, solo le dije gracias y nos besamos nuevamente, fue rápido ya que estaba el semáforo en rojo y no podía distraerle. Toqué su frente y ya no tenía fiebre, tal vez fue solamente una reacción alérgica. Ese rato cambió el semáforo a verde y puso en marcha el carro.
- Discúlpame, sé que te dije que nos veríamos el lunes, pero no resisto estar sin ti un minuto más, tenía que venir a buscarte, por suerte conozco donde vives, para darte la sorpresa - Me explicó emocionado. Él conoce mi casa porque por casualidad un familiar vive en los condominios del frente y se enteró por la charla que tuvimos cuando nos conocimos, fue algo fortuito, sin trascendencia.
- ¿Cómo te fue con tu esposa? - pregunté.
- No me fue tan mal, al menos no armó el numerito de siempre: hacerse la victima, actuar que es la flor más frágil del desierto, jugar su juego de manipulación, en definitiva es una actriz que pretende controlar mis emociones, pero no ha podido. Si me casé con ella fue por darle gusto a mi madre, pero se acabó. Por suerte no tenemos hijos y la única vez que la toqué use protección y la obligué a que se tome pastillas anticonceptivas, que ni se le ocurra venir con su sorpresa novelística, que estoy preparado - Me respondió muy diligente, sus palabras eran sinceras.
- Pero ¿Qué pasó? - pregunté con intriga. Quería saber más.
- En resumen, discutimos, me echó en cara que su familia tiene más dinero que la mía y gracias a ello mis padres salieron de algunas deudas ¿Puedes creerlo? A la fecha me vengo a enterar que este matrimonio estaba arreglado por interés. Me siento como una quinceañera del siglo XIX. - Fue gracioso, sonreí con lo que dijo.
- ¿Y luego qué? - pregunté, pero me prometí que ya no preguntaría más, dejaría que él solo me suelte todo el relato.
- Me dijo que ya no aguantaba más, que se iría a la casa de sus padres y no regresaría hasta que por lo menos la toque de nuevo. No la veré por un buen rato ya que mis suegros viven en las cercanías de la playa, a muchos kilómetros de aquí. A estas horas ya debe estar a mitad de camino.- Hizo una pausa, suspiró alentadoramente, tomó mi mano y prosiguió - Mis manos ya te pertenecen desde el momento en que cediste a que recorra tu cuerpo. No pienso tocar a nadie más que no seas tú - Sus dedos jugueteaban con los míos, sentía un calor agradable mientras me sujetaba con más fuerza. Continuó diciendo - Mañana pienso pedirle el divorcio, nos iremos de viaje y empezaremos una nueva vida en Manaus. Tengo buenas amistades en ese lugar - No lo podía creer, todo estaba yendo demasiado rápido. No me asustaba el hecho de que nos fuéramos de la ciudad, incluso del país, más me asustaba el rumbo que esta relación estaba tomando y su verteginosa velocidad.
- Espera un momento, estamos yendo muy rápido - le dije. Me soltó la mano, estacionó el vehículo un momento y sacó un paquete de su mochila que contenía mucha información de aquella ciudad: fotos, textos, postales.
- Mira, como te habrás dado cuenta, soy bueno investigando. He concluido que esta es una ciudad en la que te sentirás a gusto, tiene de todo y prácticamente está en medio de la selva. No hay mejor destino en el mundo, además mis contactos nos recibirán con los brazos abiertos - terminó de explicarme y no paraba de sacar los artículos de ese contenedor, se tomaba la molestia de explicarme cada detalle y con la mayor de las paciencias. De vez en cuando soltaba una sonrisita coqueta, lo cual me provocaba a que de un salto haga gala de mis pasiones.
- Además debes tener en cuenta que no lo podremos hacer hasta que me divorcie, eso quizá tome meses, pero haré lo posible para que culmine en el menor tiempo posible, solo confía en mí - me dijo mientras me abrazó cariñosamente.
- Esto es repentino, pero.., Cómo puedo negarme si en este poco, poquísimo tiempo, me has demostrado tu amor. Me conoces más de lo que alguien pueda conocerme en años - Contuve la respiración por tres segundo y continué - Entonces llévame contigo, ya no necesito nada más, a tu lado mi alma y mi cuerpo se han complementado. Solo prométeme una cosa - Le miré a los ojos y él me preguntó que qué sería eso que debe prometerme - Que llevaremos esto como el más bonito de los recuerdos, no importa el tiempo que pase, lo recordaremos, lo viviremos hasta que nuestros caminos se hayan acabado - Esperé su respuesta, frunció el ceño y respondió.
- Eso ni siquiera se torna en una carga para mi, lo haré porque mis sentimientos son únicos y sinceros. No necesitas pedirme eso amor mío, ya está implícito en nuestra realidad - Reposé mi cabeza en su hombro, me dio un beso en la frente y arrancó el auto. El viaje no habrá sido mayor a media hora y el resto del trayecto no dijimos una sola palabra. Miré por la ventana e iba pensando en cómo sería nuestra vida. Ya me imaginaba hasta las fechas, me inventaba escenarios donde él y yo protagonizaríamos un capítulo de amor fogoso... En fin, mi mente volaba. Giró a la izquierda una última vez hasta que llegamos. Lo siguiente fue que debía ingresar al parqueadero del restaurante, un lugar poco ostentoso, pero nada más. Subimos por las escaleras hasta el salón que contenía las mesas. Una pecera inmensa adornaba la parte derecha del mostrador con sus coloridos peces y vida marina. No habían divisiones, era un solo salón con las opciones a la vista: el baño, la cocina, salida de emergencia, balcón y otras escaleras que seguramente conducían a otro salón similar. Nos sentamos en la mesa seis, compartimos un momento hermoso, le conté cómo estuvo mi día, lo mucho que lo extrañaba, incluso que lo llamé con la mente, y al final de la comida, antes de retirarnos que me dice.
- Te propongo algo, en vista de que mi todavía esposa partió rumbo a donde sus padres, vamos a mi casa. Pasa conmigo esta noche y mañana regresas a tu casa. Por favor quédate conmigo - Me lo pedía mientras me tomaba de ambas manos sobre la mesa, lo que atrajo varias miradas.
- De hecho eso es justamente lo que estaba pensando pedirte - Le dije y sus ojos se iluminaron cual adornos de navidad, yo mientras me ruboricé por su reacción. Me sonrió y procedió a pagar lo consumido. Tuve la curiosidad de ver la fauna marina en esa prisión de cristal, así que me acerqué, para mi sorpresa tenían tres caballitos de mar y les tomé una foto con mi teléfono. No caí en cuenta que Omar estaba atrás de mí, observando mi interés. De repente sentí su mano sobre mi hombro, se acercó suavemente a mi oído y me dijo
- Ya sé qué es lo que adornará nuestra sala en Manaus - Me contuve para no derretirme casi como un helado. Tal parece que buscaba la manera de llegar cada vez más a mi, era como si su deber consistiera en hacerme feliz. Sabía lo que me gustaba, lo que quería. Él es un sujeto muy observador. Recuerdo que una tarde, al salir del trabajo, olvidé mi esfero favorito sobre el escritorio, uno de marca y un poco carito. Ese esfero ya pedía perdón, estaba sumamente viejo, pero lo conservaba porque aún servía. Al día siguiente, al regresar, me encuentro un esfero de los mismo encima de mi escritorio, mientras que el viejito estaba dentro de la caja del nuevo. No había ninguna nota ni nada que me indicara al responsable, pero algo dentro de mi apuntaba a que era Omar, y sí, esa noche en el restaurante me contó que él me obsequió ese esfero.
Salimos del local sobre el auto. La conversación fue amena, lo llegué a conocer más, pero era como si lo conociera de toda la vida. Coincidiamos en muchas cosas, nos parecíamos bastante. El trayecto hacia su casa fue un poco lento por la congestión, duró casi hora y media. Más adelante, un accidente había dado lugar a tres muertes, lo supe, porque cuando pasamos habían tres cuerpos en el piso tapados con unas sábanas blancas. Yo no soy de las personas que abusan de la curiosidad, ni él tampoco. Solo miramos unos segundos mientras el carro seguía en marcha y continuamos nuestro camino. Me deprimió ver ese escenario de muerte y rogué a mis adentros nunca nos pase algo así. Omar tomó mi mano con fuerza y me reconfortó con una de sus historias del universo.
1 comentarios - Hasta que nos volvamos a ver: primera parte (reeditado)