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Tocando la Gloria en Sydney… (VIII)




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Lo que yo no esperaba era lo que esa ducha desencadenaría en mi secretaria.

Debo decir que me decidí por ella, no por su apariencia, sino que por su tenacidad. De haber sido por calentura, habría tomado a la sexy, voluptuosa, rubia, casada y nórdica diosa  Ingrid, que Elena originalmente me designó. Sin embargo, siempre he visto a mis sub-alternos como herramientas esenciales para mi trabajo, aunque admito que es la primera vez que tengo una asistente mujer.

Mi punto es que, una vez que me vestí y preparé el desayuno, esperaba ver a mi inteligente secretaria de vuelta.

Lo que en realidad recibí fue una hembra caliente de sexo. Para empezar, llevaba una falda roja, que con suerte cubría la mitad de sus muslos; medias negras (de las mismas que habíamos comprado el día anterior y me daba a sospechar que debajo, llevaba uno de esos conjuntos) y una camisa blanca, pero con un escote levemente más marcado a los que acostumbraba usar, pero no del todo llamativo o incitante. Todo eso complementado con una poderosa aura aromática de perfume y sus labios en un rojo encendido.

Por una parte, estaba sorprendido y agradado por el cambio de mi secretaria. Pero con el pasar de los minutos, llegué a sentir lástima por Oscar, en vista que su pareja se vestía así para complacerme y  yo soy nadie especial, aparte de su jefe.

Y si bien, yo también quería seguir explorando su libidinoso cuerpo, tenía mis prioridades claras y en vano fueron mis intentos por recordarle a Gloria los motivos verdaderos de nuestra visita o que atenuara esa dulce sonrisa que conservaba en los labios, la cual reflejaba su disfrute.

En el trayecto en el vehículo, la situación no mejoró, puesto que constantemente movía sus piernas, levantando su falda y mostrando levemente sus hermosos muslos y si no, se me quedaba viendo la entrepierna por algunos segundos.

E inclusive, parte del personal en nuestra oficina hermana,  en su mayoría, las damas, podían darse cuenta que “algo le había pasado”, en vista que se veía mucho más optimista y confiada esa mañana, en contraste con su actitud tímida y nerviosa del día anterior.

Y nuevamente, les pido disculpas por hablarles de lo que pasó en esa reunión de trabajo, pero es importante para que puedan comprender lo que ocurrió posteriormente.

Cuando llegamos a la sala de conferencias, me tenían a Alan afeitado, arreglado e impecablemente vestido, como si quisieran congraciarse conmigo, lo que irónicamente les terminó jugando en contra.

Luego de disculparse por su actitud por el día anterior, el gerente general dijo que,“tras mucho meditarlo”, nuestras propuestas no les parecían “del todo descabelladas” y estaban dispuestos, “con gran sacrificio”, a aceptarlas, siempre y cuando “no informáramos a la junta” sobre las irregularidades.

Por mi parte, me venía sin cuidado, en vista que fue la misma junta la que le pidió a Sonia que actuara y una vez que acepté sus disculpas sin rencores, las negociaciones avanzaron bastante rápido.

Sin embargo, me quedaba el asunto de Alan pendiente en agenda y una vez que cumplí los encargos de Sonia, intenté abordarlo de buena manera.

Estaba muy consciente que para ellos, yo era el tipo de los recados de mi jefa y por ende, me merecía un respeto moderado, por lo que no me sorprendió cuando me dijeron que lo sucedido el lunes no se volvería a repetir, ya que interactuaría directamente con el supervisor.

Era un sujeto bajo, delgado y un tanto desaliñado en apariencia, que me hacía pensar que también era descuidado por su trabajo, razón por la que para sorpresa de todos, me puse de pie.

Les expliqué un poco mi manera de ser: a diferencia de ellos, yo sí trabajo de lunes a viernes, de 9 a 4 de la tarde, por lo que igual necesitaba que alguien en esa oficina trabajase de la misma forma y que me informase de cualquier accidente que se pudiera dar en los yacimientos.

Ellos respondieron que las compensaciones respectivas y las negociaciones con abogados se habían hecho sin problemas, mas yo señalé que según mis propios seguimientos a estos incidentes, en 2 de estos casos, la oficina de Sydney había aceptado un presupuesto por mantenciones meses antes que estos ocurrieran y  dichas mantenciones se llevaron a cabo de manera correctiva, lo cual dentro de una operación minera es tanto reprochable como inaceptable (porque nuestros contratos nos comprometen a brindarles óptimas condiciones de trabajo a nuestros trabajadores), motivo por el cual, el supervisor debía ser relegado.

Todos, incluyendo tanto a Alan como a Gloria, me contemplaban estupefactos, porque “el recadero” les estaba dando cara otra vez y lo que era peor, les acusaba implícitamente de malversación de fondos.

Esto se acrecentó un poco más en la administración, cuando dije que soy una persona obsesivo-compulsiva, que no me quedo tranquilo cuando las cosas no funcionan y que yo ya no trabajo por los lujos que me da mi empleo, sino que por la satisfacción de desarrollar una buena labor.

Y fue en esos momentos que empecé a ensalzar las virtudes de Alan. De partida, es un hombre de familia, preocupado por su empleo. En vista que está esperando un bebe, sus posibilidades que viaje o se cambie de trabajo son bastante bajas; debido a que no conoce el cargo que le estoy imponiendo, será 3 veces más precavido al trabajar; es honesto y me dará noticias buenas, como malas, sin importar la naturaleza y su presentación personal va más acorde con lo estipulado en el reglamento de la empresa.

El susodicho, como buen hombre y humilde, miraba hacia abajo, jugueteando con sus pulgares, al ver cómo le estaba brindando un ascenso, sin siquiera conocernos por más de 2 días.

Por su parte, Gloria me contemplaba con ojos brillosos, ya que argumentos parecidos di cuando decidí que ella fuese mi asistente y no Ingrid, a principios de este año.

Pero los administrativos, al ver que estaba desajustándole la estructura empresarial, contraatacaron diciendo que necesitarían meses para capacitar a Alan, a lo que yo respondí que para personas como él, yo tenía paciencia.

Por último, les propuse 2 soluciones: o destituían al supervisor e instalaban a Alan en su lugar (solución que terminaron adoptando) o bien, le armaban un cargo, donde lo dejaran como contacto directo a mi oficina, lo que les expondría de forma irregular ante la junta…

Para las 12, Gloria y yo ya estábamos afuera de las oficinas, libres de toda responsabilidad laboral…

Y aproximadamente a las 12:45, tuve definitivamente la conversación telefónica más extraña que he tenido con mi esposa (y el motivo por el que me he tardado tanto en escribir, puesto que he tenido que conversar un poco con mi mujer sobre la “reconstitución de hechos”).

Debo decir que en esos momentos, me sentía terriblemente nervioso y constantemente, seguía el movimiento de los minutos en mi reloj, calculando la hora del segundo recreo de mi esposa, lo que sirvió para armarme de valor.

-¡Hola, Ruiseñor! ¿Cómo estás?

+Bien, mi vida, ¿Cómo estás tú? ¿Qué tal con tu trabajo?- preguntó mi mujer, en un tono  más melodioso.

-Todo bien. Ya hemos terminado.

+ ¿Y cómo te fue anoche, con tu secretaria?

Podía notar una mayor ansiedad en esta consulta...

-Pues… bastante bien, mi amor.- respondí, con cierta dificultad.-  Anoche, tuvimos sexo.

Mi esposa pegó un chillido de felicidad.

+¡Qué rico, mi amor! ¡Cuéntame más, por favor, que no aguanto! ¿Qué hicieron? ¿Cómo la tomaste? ¡Dímelo, por favor!- Solicitó desesperada.

-¡Marisol, no puedo contártelo ahora!- respondí, bastante complicado, tapando un poco el auricular.- Estoy en un centro comercial.

+¡Pero, vamos, mi amor! ¡No me puedes dejar así! ¡He estado muy caliente en estos días!...

Agradecía los cielos que en su trabajo, es prácticamente la única mujer que habla en español…

-¡Solamente hicimos el amor un par de veces!... y una más, en la mañana, mientras nos duchábamos…

La voz de mi esposa parecía la de una quinceañera enamorada.

+¡Uyyyyy!... ¡Qué rico!...Pero mi amor… ¿Y no le has… hecho la colita aun?-preguntó titubeante.

Posteriormente, me contó que en esos momentos, el énfasis de su conversación también estaba llamando la atención de sus compañeras de trabajo, que como mi esposa debía estar haciendo, monitoreaban el juego de las alumnas de la escuela.

-¡No, Marisol!... es decir… lo he pensado…

+¿De verdad?- preguntó mi esposa, muy enternecida.

No obstante, eso acabó por descolocarme completamente.

-¡Escucha, ruiseñor! ¡Hay algo que quiero consultarte!- dije, finalmente, armándome de valor.

+¿Sí?

-Hay un vuelo, que sale a las 7 de la tarde, con rumbo a Melbourne… si lo tomo, podría llegar a las 10 de esta noche…

+¡No! ¡Noo! ¡Nooooo!- replicó mi esposa, enérgica e impaciente, sabiendo bien para dónde iba con mi pregunta.

Y yo, me sentía desalmado…

-¿Qué?

+¡No, mi amor! ¡No te vuelvas hoy!- me ordenó mi esposa, con una voz nerviosa, pero autoritaria.

-¿Por qué no?

+Porque… porque… (En esos momentos, Marisol entró a una de las salas)… porque no he parado de tocarme todo el día, pensando en ti y en tu secretaria.

Y debo decirles que para mí, escuchar esa frase de la mujer que más amo en el planeta, me desgarraba tanto las entrañas por dentro, como para ustedes, debe de carecer sentido que una mujer se los diga.

-Marisol… si fueras más normal… no me pedirías eso…- repliqué, más desmoralizado.

Ese comentario ofendió levemente a mi esposa, pero realmente, quería que sopesara un poco la decisión que estaba tomando.

+Yo… también… te extraño…- tardó un poco en responder.- Y sí, sé que está mal que te lo pida… pero tienes que entenderme, mi amor… no sabes lo mucho que me calienta…

Y aquí, debo describir nuevamente a mi esposa. Marisol cumplirá 23 años en enero. Mide 1.70 de estatura y tiene cabello castaño, liso y largo hasta los hombros;es de tez blanca y posee un precioso par de ojos verdes, labios delgados y un pequeño y caprichoso lunar en la mejilla derecha, que se oculta cada vez que sonríe.

Sobre sus medidas anatómicas, tiene un busto de 98 centímetros, una cintura de unos 65 y unas caderas de unos 92. Sin embargo, el gran atractivo que le encuentro es su personalidad, que es mucho más juvenil que la mía.

La primera impresión que uno tiene cuando ve a Marisol, es de una chica inexperta, sana y un tanto distraída, en el sentido que no está consciente de la sensualidad de sus formas. Aun así, a pesar de las apariencias, mi esposa es tan versada en el ámbito sexual como la más caliente de las putas: una excelente mamadora, fanática del sexo anal, un tanto bi-curiosa y la más insistente a que tengamos tríos con otras mujeres.

Pues bien, manteniendo en mente lo que mencioné sobre la primera impresión que uno se lleva de mi esposa, traten de ponerse en mis zapatos, cuando esta me empieza a detallar que durante los 2 últimos días, se ha estado masturbando frenéticamente hasta alrededor de las 3 de la mañana…

Que les diga que “no puede evitar la calentura, pero que una vez que acuesta a nuestras hijas y las besa antes de dormir, toma el consolador de caucho y se empieza a masturbar de forma anal, gimiendo y bramando, pensando en cómo me estoy montando a mi secretaria…”

También me contó que, como nunca antes los había sentido (incluso más que cuando embarazada y cuando la nata le obstruía el canal mamario), sus pezones estaban duros y apuntando como diamantes y sin importar cuanto se los pellizcara o amasara, no podía ablandarlos o destemplarlos, por lo que el sostén le molestaba durante todo el día.

Y que no solamente eso, sino que además, se metía su vibrador con forma de huevito, mientras se penetraba analmente y que además, se pellizcaba de los pechos y se los estiraba, simulando que yo soy el que se lo hacía.

En ese aspecto, mi esposa puede ser bastante descriptiva y si estoy siendo “un tanto vago en la explicación”, es porque a ella le avergüenza un poco que lo cuente con mayores detalles.

Por mi parte, me sentía prisionero, porque mis pantalones cada segundo se hacían más pequeños y no encontraba un lugar relativamente solitario donde pudiese tranquilizarme…

Pero eso no fue todo. Mi esposa, además, se llevó el consolador con forma de huevo debajo de sus calzoncitos y en varias ocasiones, durante su jornada laboral, lo activaba mientras enseñaba, por lo que en un par de ocasiones, sus alumnas le preguntaron si acaso se sentía bien y mi esposa trataba de mantener la compostura, aduciendo un resfrío o una gripe.

Marisol fue muy enfática al expresarme que, si bien, ella era incapaz de exponerse ante su clase, le excitaba terriblemente saber que estaba bordeando el orgasmo y ellas no se daban cuenta, por lo que en 2 ocasiones, tuvo que pedirles permiso y salir al baño, aduciendo su malestar, para terminar de masturbarse y alcanzar el clímax…  

+ ¿Y qué le has dicho a Gloria?...- preguntó mi esposa, más aliviada tras sincerarse.- No le has contado del vuelo, ¿Verdad?

-Pues… sí… y por eso, vine a llamarte.

+¡Ay, mi amor!- replicó mi esposa, bastante molesta.- pero… solo dime algo, mi vida… en la mañana… ¿Cómo estaba ella?

-¿De qué hablas?- pregunté, justo cuando de fondo, se escuchaba el timbre del fin del recreo.

+ Si la notaste… diferente…- emitió un leve y excitado suspiro.- Si acaso parecía que había tenido el mejor sexo de su vida…

En esos momentos, no quería reconocerlo, pero mi esposa se había vuelto casi tan analítica y perspicaz como yo…

-Creo que sí…- respondí titubeante.

Y el tono de mi esposa se tornó tremendamente optimista…

+¡Entonces, no creo que te vea esta noche, mi vida, porque alguien más te va a disfrutar!- señaló, proféticamente.

-Pero Marisol…

+¿Sí?- preguntó, mientras se escuchaban las voces de niñas entrar en la sala.

-¿Puedo llamar a mis hijas, como a las 5?

Y esa pregunta enterneció bastante a mi mujer, porque sin importar lo mucho que me calentara Gloria, no podía dejar de lado mi rol de papá.

+¡Claro, mi amor! ¡Cuídate y que lo disfrutes!- sentenció, rematándome con un beso.

Cuando volví con Gloria, se tomaba de las manos, nerviosa. Imagino que si a mí me complicaba pedirle permiso a Marisol, a ella le era más difícil mentirle a Oscar, para quedarse teniendo sexo con su jefe.

Pero bastó con que llegara a su lado, para que nos besáramos y nos olvidásemos de nuestros remordimientos.

Mis manos la prensaban hacia mí, haciendo una moderada estola sobre su trasero y ella, a su vez, se empinaba para rozar su sexo con el mío.

Y una vez subidos en el vehículo, nos besábamos sin recato y la única condición que nos pidió nuestra conductora (Una rubia, de unos 26 años, llamada Erika) fue que no nos propasásemos con las manos.

Sin embargo, no se opuso cuando agarré y estrujé los pechos de mi secretaria, mientras ella tomaba mi herramienta erecta y en más de una parada, trataba de ajustar el espejo para no perderse la acción, mientras le besaba el cuello desesperado y abría la camisa de mi secretaria, disfrutando de su busto desnudo...

Y para finalizar, la anécdota que viví con mi Pamelita…

-¡Pero mi amor, ya terminé mi trabajo y puedo volver a casa!- comentaba enternecido, mientras Gloria solicitaba la cena al servicio de habitación.

&¡No, pappa! ¡Tú prometiste que volverías mañana!- sentenció mi retoño.

-¿Es que acaso no me extrañas?

&¡Sí, pappa! ¡Te extraño mucho! Pero tú dijiste que volverías cuando el sol saliera por tercera vez y solo han salido 2… así que no puedes regresar…

Pero si bien, razonar con el Asperger de mi hija me entretuvo, la que tuve con mi Verito me rompió un poco el corazón…

Porque como días después, me explicaría mi inocente niña, mi otra hija creyó que durante todo ese tiempo, estuve “Flotando en el avión” (sin comprender que yo estaba en otro lugar) y que ya no le importaba tanto el juguete que ella quería, pero más le preocupaba que su padre fuera a caerse del avión.


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1 comentarios - Tocando la Gloria en Sydney… (VIII)

pepeluchelopez +1
de las cosas que mas me cautivaron en tus relatos es que justo incluyas descripciones del trabajo por que eso da mas amplio panorama de los sucesos. no todo es sexo sexo sexo si no que se habla de como ocurren los sucesos. una razon por ahi. saludos
metalchono
Te lo agradezco. Sin embargo, también tengo el mismo problema de mi señora, que le cuesta resumir bien, aunque a mí me gusta que sea bien detallada y que ocasionalmente, "se vaya por las ramas". Un saludo y ojalá que las cosas estén mejorando contigo.