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El Primer Examen Andrológico - Parte 4

Por supuesto debido al profundo conocimiento de la anatomía masculina de la Dra. Meli (sin mencionar el dedo que estaba penetrando profundamente al paciente) como su alto nivel de experiencia clínica ella podría mantener al pobre Simón al borde del orgasmo indefinidamente. Sin embargo, dado el resultado que su examen de próstata acababa de revelar, ella debía decir que lo que él realmente estaba necesitando era empezar a pasar el borde de forma más frecuente y regular.
Lo que por supuesto no estaba dispuesta a confesar era que antes se iba a divertir un poco con él. Ella decidió prolongar su diversión permitiendo al chico que se relaje un poco para luego empujar la próstata con un poco más de vigor, antes de volver a retirarse justo cuando él empezaba a perder el control completamente... lo que resultaba en una especie de técnica de seducción que ella sabía usar en más pacientes que el desafortunado Sr. Rojas. Hizo esto varias veces.
- Muy bien Simón, terminamos con tu culito - le anunció la doctora.
Después de todo, en honor a la auto disciplina de la Dra. Meli se las ingenió para no reírse cuando muy apurado el chico se levantó los calzoncillos. Por un momento ella estuvo susurrando.
- No sé qué se cree que va a lograr con éso... - pero después se dio cuenta que el paciente probablemente crea que la revisación había terminado, lo que la llevó a su próximo pensamiento: "tontito, esto se termina cuando yo diga que se termina". Ella volvió a mirarlo seriamente con su cara de Dra. Meli.
- Date vuelta - ordenó.
Esto provocó un momento cercano al pánico en Simón durante el cual desfilaron pensamientos desde el absoluto desafío verbal a simplemente vestirse e irse. Él sin embargo sabía que ninguna de ésas opciones tendría como resultado obtener el certificado médico ni calmar a sus padres.
Ya que no podía simplemente darse vuelta y enfrentar a la doctora decidió tratar de ganar tiempo.
- Mmm... no creo que éso sea una buena idea - persuadido internamente de lo poco convincente que había sonado, pero incapaz de decir algo mejor en ése momento, decidió sostener el argumento. Honestamente, él no necesitaba preocuparse porque la respuesta llegó de inmediato.
- Al contrario, es una excelente idea! Especialmente porque tu revisación no termina hasta que te examine algunos órganos que estás tratando de esconder desobedeciendo mis instrucciones.
La Dra. Meli estaba dispuesta a admitir (aunque sólo sea para ella misma) que encontraba deliciosas la vergüenza y las dudas en obedecer sus órdenes que manifestaba el muchacho, pero sin embargo decidió darle fin al rudimentario intento de rebelión.
- Si no te das vuelta ahora mismo esta revisación se termina acá, y si bien terminar ahora es tu prerrogativa debo informarte que si decidís hacer éso la revisación estaría incompleta y por lo tanto la obra social no te va a reembolsar el importe de la consulta... o debo decir que a tus padres no le van a reembolsar el importe de esta consulta? Es éso lo que querés?
Simón lo pensó por un momento, pero finalmente llegó a la conclusión que ella esperaba (y deseaba que él tomara). Y por supuesto la conclusión fue que él estaba lejos de poder abandonar el consultorio sin un certificado médico y con una factura a pagar, sin mencionar dos padres enojados.
La decisión estaba tomada, de mala gana giró para revelar una cara colorada y un par de calzoncillos atípicos en dos aspectos: estaban estirados hasta el más absoluto límite, y se mostraban húmedos en el frente. Por supuesto que ambas "anormalidades" tenían la misma obvia y dolorosa causa... un pene tremendamente rígido goteando copiosas cantidades de fluído pre eyaculatorio!
Aunque semejante panorama era exactamente el que la Dra. Meli había anticipado no pudo evitar estar muy feliz con lo que estaba viendo, pero dicho esto ella consideraba que ya había pasado bastante más tiempo del necesario para que ésos apestosos calzoncillos fueran absolutamente descaratados.
- Muy bien Simón, ahora que nos entendimos poné éso (señalando desdeñosamente la ropa interior del chico) con el resto de tu ropa y acostate en la camilla... te quiero boca arriba... vamos!
Ésas instrucciones lo hubieran sorprendido si no fuera que encajaban perfectamente con todas las demás humillaciones a las que había sido sometido, ya que honestamente no parecía haber opciones buenas, él cuidadosamente (sin necesidad de aclarar que de mala gana) deslizó sus calzoncillos hacia abajo y se los quitó justo antes que su espalda, trasero y saco escrotal hicieran el primer contacto con la sábana que cubría la camilla. Por supuesto existía poco riesgo que la impresionantemente hinchada hombría del chico tocara la sábana ya que estaba apuntando con fuerza hacia el techo.
En verdad, aunque era altamente improbable que él pudiera se capaz de estar genuinamente cómodo acostado desnudo y tremendamente ruborizado en la camilla, ella tampoco le dio oportunidad para intentar lograr tan improbable tarea ya que de inmediato elevó la humillación.
- Vamos, vamos... la cola en el borde de la camilla - ordenó la Dra. Meli.
Él lo hizo a disgusto, sólo para que sus niveles de ansiedad aumentaran nuevamente cuando el chico tardíamente se dio cuenta de las intenciones de la doctora. Obviamente quería ponerle los pies en los estribos para poder dejarle las piernas elevadas y bien abiertas y separadas. Él por un momento consideró negarse pero después lo pensó mejor, después de todo todavía no había conseguido el certificado médico y además "la doctora ya vio todo, cómo podría ser peor?"
En resumen, con las piernas bien separadas provocando que sus genitales queden tan expuesto como era posible, mientras Simón es abandonado sintiéndose más expuesto que nunca. Con esto dejándola finalmente satisfecha ella se dedicó a reunir algunas piezas de instrumental médico y empezó a calzarse un nuevo par de guantes de látex. La verdad era que la Dra. Meli no podía sonreírle abiertamente ante la delicada situación de su paciente sin embargo se las ingenió para dibujar una tibia sonrisa.
- Antes de empezar con la parte final de la revisación tengo que preguntarte algo. Tenés idea de por qué sos tan... lampiño?
Él no estaba seguro si esta pregunta le molestaba más o menos que las otras porque sonaba como menos personal o porque ya se estaba acostumbrando a las preguntas incómodas, pero de cualquier modo contestó sin dudar.
- Supongo que nunca tuve mucho vello, ya sabe... en ésos lugares... o en ningún otro lado, y hace poco pensé en anotarme en un equipo de natación y escuché que ellos se afeitaban o se depilaban las piernas y a veces también su... err.... pubis... así que yo lo hice... y ahora me crece más despacio... es algo malo?
Si ella le hubiera podido responder honestamente y aún así mantener el semblante y el profesionalismo le hubiera contestado: "Para nada, me encanta, me fascina, de hecho definitivamente te prefiero así", pero siendo las circunstancias las que eran, se conformó con otra respuesta.
- No creo... pero esta parte de la revisación nos va a ayudar a determinar el diagnóstico.
Dicho esto, se ajustó los guantes por última vez y lentamente empezó a hurgar en el pubis del paciente, era como si lo hiciera para contener el entusiasmo que le provocaba mientras se acercaba más y más al escroto que colgaba pesadamente y al pene duro como una roca.

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