Antes que la Dra. Meli se permitiera alegrarse por su buena fortuna decidió aclarar las cosas relativas al estado de virginidad de su nuevo paciente.
- A ver si estoy interpretando bien tu respuesta Simón... vos me querés decir que nunca tuviste relaciones sexuales, correcto? - dijo la Dra. Meli.
Aunque un poco avergonzado de lo que estaba diciendo, él contestó casi instantáneamente,
- Sí Doctora... ugh... es correcto - y aunque él era incapaz de contener la vergüenza o la incomodidad (que le causaba el dedo de la doctora abriéndose camino más profundo dentro de su trasero) del tono de su voz, su indudable confesión de la verdad le ganó muchos "Puntos Bonus" de la Dra. Meli, aunque él no lo supiera. Por supuesto que el hecho que él dijera exactamente lo que ella quería escuchar también apoyaba su causa.
Ahora que el dedo de la doctora estaba bien y verdaderamente "adentro", ella simultáneamente avanzó con el examen rectal mientras sumariamente abreviaba su cuestionario, después de todo algunas preguntas que había preparado para él, como cuántas parejas sexuales había tenido? si ambos, él y su pareja, habían quedado satisfechos?, cuáles eran sus posiciones preferidas? sin mencionar si siempre había usado protección y cuánto le tomaba en promedio llegar al orgasmo, todas quedaban descartadas por su paradógicamente valiente admisión de su propia virginidad.
Fue en este punto que la sonrisa que ella venía reteniendo apareció en su rostro porque se dio cuenta que su dedo índice era levemente mas corto de lo necesario para la tarea que debía realizar, de modo que no tendría otra elección más que llamar a su dedo medio en ayuda. Ella estaba encantada con la perspectiva pero se imaginaba que el paciente no iba a estar gustoso de la situación, aunque no pudiera hacer nada al respecto.
Ella rápidamente le quitó el dedo del trasero y se sacó los guantes. Prácticamente podía sentir el alivio de Simón, alivio que provenía de la errada asunción de que ella había terminado con el examen rectal. Como ella nunca (por lo menos en su propia opinión) es ni siquiera levemente cruel con los pacientes que respetan su autoridad y así reconocen que ella siempre tiene el absoluto control en su consultorio, no dejó que el muchacho se relaje en la falsa esperanza de que no iba a soportar más exploraciones en su trasero.
- Para llegar a tu glándula prostática voy a tener que cambiar un poco mi táctica; mi dedo medio no es mucho más largo que mi índice pero debería alcanzar - le dijo.
Ella pudo percibir el mismísimo momento en que él se dio cuenta que ella no había terminado de revisarle el trasero y no pudo evitar continuar.
- Por supuesto que también es un poquito más grande... pero no hay nada que podamos hacer, verdad?
Aunque la pregunta era puramente retórica, Simón contestó como corresponde a joven bien educado.
- No... supongo que no, doctora.
La doctora se puso un nuevo par de guantes de látex y los ajustó a sus dedos, agregó una buena cantidad de lubricante al dedo medio de su mano derecha y esta vez empezó a insertarlo dentro del ya dilatado ano del pobre Simón. Los quejidos de agradecimiento del jóven le hicieron saber a la doctora que aunque la diferencia en la circunferencia de los dedos es mínima, el paciente definitivamente podía apreciarla y, mientras volvía a penetrarlo otra pregunta vino a su mente.
- Supongo que este es un buen momento para volver a las preguntas que no quisiste o, para ser justos, no pudiste contestar. Así que decime Simón, más o menos cuántas veces a la semana te masturbás?
Él se tomó más tiempo para contestar esta pregunta del que se había tomado con la consulta inicial que había revelado el vergonzoso hecho de su virginidad, sin embargo le dio una respuesta justo antes que ella decidiera repetir la pregunta, aunque lo cierto es que no era el tipo de respuesta que ella estaba buscando... o que fuera a aprobar. Por otro lado, ella nunca había sido proclive a una de sus preguntas fuera respondida con otra pregunta, particularmente cuando pueda ser interpretada como el tipo de pregunta que no reconociera su absoluta supremacía dentro del consultorio.
- Realmente... aaagghh... necesita... mmmnn... saber éso?
La doctora tenía dos respuestas para ésa pregunta, la primera la formuló con un leve tinte de frialdad en la voz.
- Si no necesitara saberlo no te lo hubiera preguntado Simón. A ver si te queda claro, acá la doctora soy yo y vos sólo te tenés que concentrar en ser un buen paciente, un paciente obediente!
La segunda forma de responder fue penetrando y retorciendo fuertemente su dedo, asegurándose que el paciente sienta cada micro milímetro de diferencia entre su dedo índice y su dedo medio.
Él dudó de nuevo mientras el dedo empezaba a explorar nuevo territorio, muy cercano al objetivo final de la doctora, y finalmente habló.
- Aaaggghhh... yo doctora.... honestamente... aaayyy... no sé... yo trato de no.... mmmmm.... hacer... éso... porque mis padres no.... ooouuuggg.... no lo aprueban.... pero... aaayyaaa... pero a veces... no lo puedo evitar.... doctoraaaaaa.....
La que hubiera sido la siguiente pregunta de la doctora resultó postergada porque con un último empuje y una exagerada rotación del dedo finalmente ella logró hacer contacto con la próstata de Simón y esto provocó una notable reacción ya que el antedicho contacto sería definitivamente un alivio, mientras el paciente simutáneamente cerraba sus glúteos y emitía un fuerte quejido.
Por supuesto él también se empujó a sí mismo un poco hacia arriba apoyándose en sus codos, lo que resultó en que su importante saco escrotal se moviera adelante y atrás en péndulo de un modo que la Dra. Meli no pudo evitar encontrar gracioso, pese a que contuvo su alegría para darle lugar a una severa instrucción.
- Volvé a ponerte en posición!... Y quedate quieto... dejá que te penetre como corresponde!!
De a poco la Dra. Meli empezó lenta y suavemente a revisar con su dedo cubierto por el guante de látex la voluble glándula que había estado buscando y entonces un muy avergonzado Simón cesó los quejidos y en su lugar empezaron unos suaves jadeos con sensaciones que él nunca antes había imaginado experimentar.
No es necesario aclarar que él tenía grandes problemas para mantenerse quieto mientras ella continuaba manipulándolo provocando que él se mueva tratando de encontrar algo de alivio a sus sentimientos, estos movimientos causaban que el escroto se balanceara suavemente y que su ahora muy erecto pene palpitara de un modo bastante impresionante... una visión que, si la Dra. Meli pudiera apreciar desde la posición en que se encontraba nunca se cansaría de ver, especialmente porque era ella la que la provocaba.
Sorprendentemente, son sólo los propios límites de la Dra. Meli ahora que realmente tiene acceso a la próstata del chico, los que evitan que eyacule sobre la camilla, pese a que si alguien le hubiera dicho a Simón que la doctora estaba respetando límites, él se le hubiera reído en la cara. Sin embargo ella se estaba conteniendo por el propio bien del paciente que en este punto se encontraba literalmente en puntas de piés para soportar la presión que ella aplicaba.
La Dra. Meli se contenía porque A) estaba muy ocupada suministrando un tratamiento de largo plazo a la próstata, significatívamente más largo que el necesario para un paciente de 18 años (claramente debido a la falta de eyaculaciones suficientes, según el punto de vista de la doctora) y 😎 ya que el paciente iba a alcanzar el orgamo con sus tratamientos, ella deseaba verlo eyaculando y observarle el rostro claramente... durante e inmedíatamente después, cuando el paciente notara qué es lo que su doctora podía hacer con él.
- A ver si estoy interpretando bien tu respuesta Simón... vos me querés decir que nunca tuviste relaciones sexuales, correcto? - dijo la Dra. Meli.
Aunque un poco avergonzado de lo que estaba diciendo, él contestó casi instantáneamente,
- Sí Doctora... ugh... es correcto - y aunque él era incapaz de contener la vergüenza o la incomodidad (que le causaba el dedo de la doctora abriéndose camino más profundo dentro de su trasero) del tono de su voz, su indudable confesión de la verdad le ganó muchos "Puntos Bonus" de la Dra. Meli, aunque él no lo supiera. Por supuesto que el hecho que él dijera exactamente lo que ella quería escuchar también apoyaba su causa.
Ahora que el dedo de la doctora estaba bien y verdaderamente "adentro", ella simultáneamente avanzó con el examen rectal mientras sumariamente abreviaba su cuestionario, después de todo algunas preguntas que había preparado para él, como cuántas parejas sexuales había tenido? si ambos, él y su pareja, habían quedado satisfechos?, cuáles eran sus posiciones preferidas? sin mencionar si siempre había usado protección y cuánto le tomaba en promedio llegar al orgasmo, todas quedaban descartadas por su paradógicamente valiente admisión de su propia virginidad.
Fue en este punto que la sonrisa que ella venía reteniendo apareció en su rostro porque se dio cuenta que su dedo índice era levemente mas corto de lo necesario para la tarea que debía realizar, de modo que no tendría otra elección más que llamar a su dedo medio en ayuda. Ella estaba encantada con la perspectiva pero se imaginaba que el paciente no iba a estar gustoso de la situación, aunque no pudiera hacer nada al respecto.
Ella rápidamente le quitó el dedo del trasero y se sacó los guantes. Prácticamente podía sentir el alivio de Simón, alivio que provenía de la errada asunción de que ella había terminado con el examen rectal. Como ella nunca (por lo menos en su propia opinión) es ni siquiera levemente cruel con los pacientes que respetan su autoridad y así reconocen que ella siempre tiene el absoluto control en su consultorio, no dejó que el muchacho se relaje en la falsa esperanza de que no iba a soportar más exploraciones en su trasero.
- Para llegar a tu glándula prostática voy a tener que cambiar un poco mi táctica; mi dedo medio no es mucho más largo que mi índice pero debería alcanzar - le dijo.
Ella pudo percibir el mismísimo momento en que él se dio cuenta que ella no había terminado de revisarle el trasero y no pudo evitar continuar.
- Por supuesto que también es un poquito más grande... pero no hay nada que podamos hacer, verdad?
Aunque la pregunta era puramente retórica, Simón contestó como corresponde a joven bien educado.
- No... supongo que no, doctora.
La doctora se puso un nuevo par de guantes de látex y los ajustó a sus dedos, agregó una buena cantidad de lubricante al dedo medio de su mano derecha y esta vez empezó a insertarlo dentro del ya dilatado ano del pobre Simón. Los quejidos de agradecimiento del jóven le hicieron saber a la doctora que aunque la diferencia en la circunferencia de los dedos es mínima, el paciente definitivamente podía apreciarla y, mientras volvía a penetrarlo otra pregunta vino a su mente.
- Supongo que este es un buen momento para volver a las preguntas que no quisiste o, para ser justos, no pudiste contestar. Así que decime Simón, más o menos cuántas veces a la semana te masturbás?
Él se tomó más tiempo para contestar esta pregunta del que se había tomado con la consulta inicial que había revelado el vergonzoso hecho de su virginidad, sin embargo le dio una respuesta justo antes que ella decidiera repetir la pregunta, aunque lo cierto es que no era el tipo de respuesta que ella estaba buscando... o que fuera a aprobar. Por otro lado, ella nunca había sido proclive a una de sus preguntas fuera respondida con otra pregunta, particularmente cuando pueda ser interpretada como el tipo de pregunta que no reconociera su absoluta supremacía dentro del consultorio.
- Realmente... aaagghh... necesita... mmmnn... saber éso?
La doctora tenía dos respuestas para ésa pregunta, la primera la formuló con un leve tinte de frialdad en la voz.
- Si no necesitara saberlo no te lo hubiera preguntado Simón. A ver si te queda claro, acá la doctora soy yo y vos sólo te tenés que concentrar en ser un buen paciente, un paciente obediente!
La segunda forma de responder fue penetrando y retorciendo fuertemente su dedo, asegurándose que el paciente sienta cada micro milímetro de diferencia entre su dedo índice y su dedo medio.
Él dudó de nuevo mientras el dedo empezaba a explorar nuevo territorio, muy cercano al objetivo final de la doctora, y finalmente habló.
- Aaaggghhh... yo doctora.... honestamente... aaayyy... no sé... yo trato de no.... mmmmm.... hacer... éso... porque mis padres no.... ooouuuggg.... no lo aprueban.... pero... aaayyaaa... pero a veces... no lo puedo evitar.... doctoraaaaaa.....
La que hubiera sido la siguiente pregunta de la doctora resultó postergada porque con un último empuje y una exagerada rotación del dedo finalmente ella logró hacer contacto con la próstata de Simón y esto provocó una notable reacción ya que el antedicho contacto sería definitivamente un alivio, mientras el paciente simutáneamente cerraba sus glúteos y emitía un fuerte quejido.
Por supuesto él también se empujó a sí mismo un poco hacia arriba apoyándose en sus codos, lo que resultó en que su importante saco escrotal se moviera adelante y atrás en péndulo de un modo que la Dra. Meli no pudo evitar encontrar gracioso, pese a que contuvo su alegría para darle lugar a una severa instrucción.
- Volvé a ponerte en posición!... Y quedate quieto... dejá que te penetre como corresponde!!
De a poco la Dra. Meli empezó lenta y suavemente a revisar con su dedo cubierto por el guante de látex la voluble glándula que había estado buscando y entonces un muy avergonzado Simón cesó los quejidos y en su lugar empezaron unos suaves jadeos con sensaciones que él nunca antes había imaginado experimentar.
No es necesario aclarar que él tenía grandes problemas para mantenerse quieto mientras ella continuaba manipulándolo provocando que él se mueva tratando de encontrar algo de alivio a sus sentimientos, estos movimientos causaban que el escroto se balanceara suavemente y que su ahora muy erecto pene palpitara de un modo bastante impresionante... una visión que, si la Dra. Meli pudiera apreciar desde la posición en que se encontraba nunca se cansaría de ver, especialmente porque era ella la que la provocaba.
Sorprendentemente, son sólo los propios límites de la Dra. Meli ahora que realmente tiene acceso a la próstata del chico, los que evitan que eyacule sobre la camilla, pese a que si alguien le hubiera dicho a Simón que la doctora estaba respetando límites, él se le hubiera reído en la cara. Sin embargo ella se estaba conteniendo por el propio bien del paciente que en este punto se encontraba literalmente en puntas de piés para soportar la presión que ella aplicaba.
La Dra. Meli se contenía porque A) estaba muy ocupada suministrando un tratamiento de largo plazo a la próstata, significatívamente más largo que el necesario para un paciente de 18 años (claramente debido a la falta de eyaculaciones suficientes, según el punto de vista de la doctora) y 😎 ya que el paciente iba a alcanzar el orgamo con sus tratamientos, ella deseaba verlo eyaculando y observarle el rostro claramente... durante e inmedíatamente después, cuando el paciente notara qué es lo que su doctora podía hacer con él.
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