Aviso importante: Si tienes prisa, no te molestes en leer este relato; que me he tomado mi tiempo para expresar con detalle esta experiencia.
Recuerdo la primera vez que conocí a Tania, una mujer hecha y derecha. La vi en una parada de camiones, en una mañana de camino al trabajo.
Una mujer con una relación de aspecto cintura-cadera bastante generosa, aunque no era precisamente delgada, su buen físico era evidente a través de las ajustadas prendas que le veía cada que me la encontraba, siempre en el mismo lugar, a la misma hora.
Esta mujer irradiaba sexualidad, Nadie en su sano juicio va al trabajo en leggins (Pensaba yo), a menos claro, que tengas que hacerle un favor a un jefe, o tengas que hacer algo muy importante luego del horario laboral.
Para que se den una idea, era una mujer de estatura un poco por debajo del promedio, cabello marrón, razgos faciales finos pero con esa escencia mexicana, su cuerpo era el de una mujer que no es exactamente fan de los gimnasios, pero la belleza la llevaba en los genes, todo su cuerpo estaba perfectamente bien proporcionado. Aunque nunca le pregunté, bien debía tener unos 30; bastante mayor a mi.
A veces me miraba, a veces no, algunas incluso parecía reírse de mi, comencé a fantasear con ella.
Una de tantas veces, como siempre, subimos al camión, cuando ella bruscamente se abrió paso delante de mi, para subir primero, dejando ver el movimiento de sus nalgas en leggins subiendo escalones justo a la altura de mi rostro; para ese entonces yo ya la había visto lo suficiente como para sentir atracción, y ella parecía saberlo, porque en el transcurso de nuestro viaje en el camión me miraba brevemente, ese día, esta mujer me tomó desprevenido, yo tenía una erección bastane incómoda y apenas podía ocultarla; básicamente moría de vergüenza porque no había asientos disponibles y tenía que soportar sus breves miradas sin avalanzarme sobre ella y arrancarle la ropa en frente de todos.
Los días pasaron y no siempre tenía la suerte de verla, intentaba adivinar la clase de empleo que tendría, a donde se puede ir en sandalias, y al parecer los leggins eran un requerimiento de la empresa, quizá junto a un generoso busto y un enorme culo.
Uno de esos días, cuando iba tarde al trabajo y había más asientos en el camión, a ella le pareció buena idea sentarse junto a mi, se reía sin pudor de alguna conversación en su celular, esa deshinibición me parecía atractiva de una manera erótica, sin si quiera acudir a su escote, o su falda escandalosamente corta. Me preguntó sobre la ubicación de una calle, como dispuesta a conversar con un amigo de años, a lo cual intenté responder tan natural como me fue posible, tuve suerte de estar bien familiarizado con la dirección, puesto para orientarme soy peor que la mujer promedio. (Chiste machista, por favor no me denuncien ladies)
Otro día, mientras intentaba bajar del camión lleno de gente, como sardinas en lata, me dió un vuelvo el corazón al notar que ahí estaba ella, justo por donde tenía que pasar; ya no había oportunidad de voltearme o ir hacia otra dirección, mi entrepierna iba a rozar obcenamente con sus nalgas, y para colmo, el camión iba agitándose bastante.
En mi defensa, hice lo que pude para evitarlo pero su culo requería una cantidad enorme de espacio del pasillo, el camión no copeeró y pasó lo inevitable, me dió mucha pena, honestamente, pero se me bajó al instante cuando noté que me vió con una sutil sonrisa que, aunque compartía un poco de mi vergüenza, me pareció la encarnación de la lujuria misma.
Ella sabía lo que estaba haciendo, por supuesto, aunque yo no podía decir lo mismo, hice lo posible por actuar natural cuando en días subsiguientes nos encontrábamos. Dado que entre las primeras cosas que menciono en una conversación, salta mi carrera, ella aprovechava a hacerme preguntas relacionadas.
Soy desarrollador de software, así que naturalmente, como cualquier persona que conozco, quería que le ayudara a arreglar su computadora.
Pero esta vez no fui tajante, iba a arreglar todas las computadoras del mundo si fuera necesario, estaba peridido en esa sensación tan embriagante, no podía decirle que no a nada a esta mujer, a veces me molestaba conmigo mismo por ser tan ingenuo.
El tema salió naturalmente, casi sin planearlo, quedamos en vernos luego del trabajo, justo ese día había llevado su laptop al trabajo, y estaba casi inutilizable de tantos virus que había adquirido navegando en sitios de reputación cuestionable; así que era mi momento de sacarle provecho a mis habilidades de ingeniería.
Estuve ansioso todo el día, cuando por fin llegué al starbucks en donde quedamos vi que ella ya estaba ahí, así que no tuve que lidiar con la duda de que me hubiera plantado. Nos sentamos, y con la laptop sobre la mesa, me mostraba en dónde le saltaban errores, y qué programas no servían, al mismo tiempo en que ponía su otra mano sobre mi pierna y se acercaba lentamente a mi entrepierna.
No escuché nada de lo que dijo, sólo pude inventar una excusa con términos de informática, y le dije que me tomaría algo de tiempo, y necesitaba una conexión a internet mas estable. Ella propuso ir a su lugar de trabajo, puesto que ese día le había tocado guardia, tenía la llave del lugar; a fin de cuentas, quedaba a unos diez minutos del starbucks, en un complejo de oficinas decente.
Llegamos y como era de esperarse, no había una sola alma en aquel lugar, encendió un par de luces y puse la computadora a descargar un buen programa antimalware (MalwareBytes, si a alguien le interesa la recomendación; en mi experiencia, es muy bueno); mientras la computadora hacía lo suyo, nosotros hacíamos lo nuestro, hablábamos, reíamos, una que otra broma picante.
Pasaron horas y horas, nadie daba un primer paso hacia la parte intensa de la cita, en este punto los dos nada más estábamos esperando a que sucediera.
Se hizo tarde; muy tarde, las luces se comenzaban a apagar incluso en las oficinas más entregadas a su labor. El deseo me escurría de la boca, a ella también se le notaba, movía constantemente las piernas se agarraba el cabello con ligera desesperación, era como un juego, un ritual, ambos lo sabíamos pero nunca lo habíamos dicho en voz alta.
Desde las 6 de la tarde, la hora de salida del trabajo, habían pasado ya más de 5 horas, ninguno de los dos cedía, ya sólo era custión de tiempo.
Llegó la media noche y ya sólo hablábamos de sexo, ya muy cerca uno del otro, nos manoseábamos cada vez más como no queriendo, pero sin ser capaces de detenernos.
Embriagados por una fuerte sensación, nos pusimos de pie, nos besamos sin pudor, tirando plumas, lápices e importantes documentos por todos lados. Levanté su blusa hasta dejar ver sus enormes senos, todo de ella me tenía completamente peridido, su color de piel su aroma sus labios, sus pezones, senos y nalgas ya no sabía ni qué hora era.
Ella desabrochaba nerviosamente mi pantalón, apenas podíamos respirar, tuve que ayudarle un poco, hasta logramos hacer que mi miembro quedara visible a la tenue luz de la oficina. Ella estaba concentrada en una sola cosa, se volteó inmediatamente, se bajó los leggins rápido; con apenas tocarla gemía de desesperación, yo la rozaba ligeramente, incluso me tomé mi tiempo, quería alargar el momento.
Con una voz quebrada y respiración agitada sólo logró decir "Por favor", por un momento incluso creí que estaba molesta, así que empecé a penetrarla, lentamente, acelerando poco pero constante.
Su voz cambió a un tono de alivio, pero su cuerpo tenía la misma tensión, estuvimos así un largo e intenso rato, mis nervios estaban de punta, ya sólo estaba concentrado en no eyacular, así que nos tomamos una ligera pausa, para besarnos morbosamente, sin tocarnos mas que las manos, pero con los genitales expuestos, sin ninguna clase de vergüenza.
Como pudimos nos acomodamos sobre un escritorio, de algún desafortunado compañero suyo que no iba a poder entregar un reporte manchado de semen.
Ella estaba boca arriba con las piernas abiertas, yo la penetraba profundamente, y luego me salía por completo; en un juego morboso en el que ya estábamos embriagados de lujuria, y justo cuando creía que había llegado a la cima, me detenía, nos besábamos y empezábamos de nuevo... cada vez mas intenso; hasta que a ella se le escapó un gemido con forma de grito, o quizá era un grito con forma de gemido, que me hizo perder el control, eyaculé dentro de ella y seguí penetrándola hasta donde mis nervios me permitieron.
Nos miramos unos segundos, nos besamos unos minutos y caimos de vuelta en la realidad.
Debimos haber salido de ahí como a las dos de la mañana, contando ya el tiempo que nos tomó reacomodar la oficina, alinear los muebles, poner las cosas en su lugar y limpiar un poco el cóctel de lujuria que había dejado nuestro escritorio empapado.
Recuerdo la primera vez que conocí a Tania, una mujer hecha y derecha. La vi en una parada de camiones, en una mañana de camino al trabajo.
Una mujer con una relación de aspecto cintura-cadera bastante generosa, aunque no era precisamente delgada, su buen físico era evidente a través de las ajustadas prendas que le veía cada que me la encontraba, siempre en el mismo lugar, a la misma hora.
Esta mujer irradiaba sexualidad, Nadie en su sano juicio va al trabajo en leggins (Pensaba yo), a menos claro, que tengas que hacerle un favor a un jefe, o tengas que hacer algo muy importante luego del horario laboral.
Para que se den una idea, era una mujer de estatura un poco por debajo del promedio, cabello marrón, razgos faciales finos pero con esa escencia mexicana, su cuerpo era el de una mujer que no es exactamente fan de los gimnasios, pero la belleza la llevaba en los genes, todo su cuerpo estaba perfectamente bien proporcionado. Aunque nunca le pregunté, bien debía tener unos 30; bastante mayor a mi.
A veces me miraba, a veces no, algunas incluso parecía reírse de mi, comencé a fantasear con ella.
Una de tantas veces, como siempre, subimos al camión, cuando ella bruscamente se abrió paso delante de mi, para subir primero, dejando ver el movimiento de sus nalgas en leggins subiendo escalones justo a la altura de mi rostro; para ese entonces yo ya la había visto lo suficiente como para sentir atracción, y ella parecía saberlo, porque en el transcurso de nuestro viaje en el camión me miraba brevemente, ese día, esta mujer me tomó desprevenido, yo tenía una erección bastane incómoda y apenas podía ocultarla; básicamente moría de vergüenza porque no había asientos disponibles y tenía que soportar sus breves miradas sin avalanzarme sobre ella y arrancarle la ropa en frente de todos.
Los días pasaron y no siempre tenía la suerte de verla, intentaba adivinar la clase de empleo que tendría, a donde se puede ir en sandalias, y al parecer los leggins eran un requerimiento de la empresa, quizá junto a un generoso busto y un enorme culo.
Uno de esos días, cuando iba tarde al trabajo y había más asientos en el camión, a ella le pareció buena idea sentarse junto a mi, se reía sin pudor de alguna conversación en su celular, esa deshinibición me parecía atractiva de una manera erótica, sin si quiera acudir a su escote, o su falda escandalosamente corta. Me preguntó sobre la ubicación de una calle, como dispuesta a conversar con un amigo de años, a lo cual intenté responder tan natural como me fue posible, tuve suerte de estar bien familiarizado con la dirección, puesto para orientarme soy peor que la mujer promedio. (Chiste machista, por favor no me denuncien ladies)
Otro día, mientras intentaba bajar del camión lleno de gente, como sardinas en lata, me dió un vuelvo el corazón al notar que ahí estaba ella, justo por donde tenía que pasar; ya no había oportunidad de voltearme o ir hacia otra dirección, mi entrepierna iba a rozar obcenamente con sus nalgas, y para colmo, el camión iba agitándose bastante.
En mi defensa, hice lo que pude para evitarlo pero su culo requería una cantidad enorme de espacio del pasillo, el camión no copeeró y pasó lo inevitable, me dió mucha pena, honestamente, pero se me bajó al instante cuando noté que me vió con una sutil sonrisa que, aunque compartía un poco de mi vergüenza, me pareció la encarnación de la lujuria misma.
Ella sabía lo que estaba haciendo, por supuesto, aunque yo no podía decir lo mismo, hice lo posible por actuar natural cuando en días subsiguientes nos encontrábamos. Dado que entre las primeras cosas que menciono en una conversación, salta mi carrera, ella aprovechava a hacerme preguntas relacionadas.
Soy desarrollador de software, así que naturalmente, como cualquier persona que conozco, quería que le ayudara a arreglar su computadora.
Pero esta vez no fui tajante, iba a arreglar todas las computadoras del mundo si fuera necesario, estaba peridido en esa sensación tan embriagante, no podía decirle que no a nada a esta mujer, a veces me molestaba conmigo mismo por ser tan ingenuo.
El tema salió naturalmente, casi sin planearlo, quedamos en vernos luego del trabajo, justo ese día había llevado su laptop al trabajo, y estaba casi inutilizable de tantos virus que había adquirido navegando en sitios de reputación cuestionable; así que era mi momento de sacarle provecho a mis habilidades de ingeniería.
Estuve ansioso todo el día, cuando por fin llegué al starbucks en donde quedamos vi que ella ya estaba ahí, así que no tuve que lidiar con la duda de que me hubiera plantado. Nos sentamos, y con la laptop sobre la mesa, me mostraba en dónde le saltaban errores, y qué programas no servían, al mismo tiempo en que ponía su otra mano sobre mi pierna y se acercaba lentamente a mi entrepierna.
No escuché nada de lo que dijo, sólo pude inventar una excusa con términos de informática, y le dije que me tomaría algo de tiempo, y necesitaba una conexión a internet mas estable. Ella propuso ir a su lugar de trabajo, puesto que ese día le había tocado guardia, tenía la llave del lugar; a fin de cuentas, quedaba a unos diez minutos del starbucks, en un complejo de oficinas decente.
Llegamos y como era de esperarse, no había una sola alma en aquel lugar, encendió un par de luces y puse la computadora a descargar un buen programa antimalware (MalwareBytes, si a alguien le interesa la recomendación; en mi experiencia, es muy bueno); mientras la computadora hacía lo suyo, nosotros hacíamos lo nuestro, hablábamos, reíamos, una que otra broma picante.
Pasaron horas y horas, nadie daba un primer paso hacia la parte intensa de la cita, en este punto los dos nada más estábamos esperando a que sucediera.
Se hizo tarde; muy tarde, las luces se comenzaban a apagar incluso en las oficinas más entregadas a su labor. El deseo me escurría de la boca, a ella también se le notaba, movía constantemente las piernas se agarraba el cabello con ligera desesperación, era como un juego, un ritual, ambos lo sabíamos pero nunca lo habíamos dicho en voz alta.
Desde las 6 de la tarde, la hora de salida del trabajo, habían pasado ya más de 5 horas, ninguno de los dos cedía, ya sólo era custión de tiempo.
Llegó la media noche y ya sólo hablábamos de sexo, ya muy cerca uno del otro, nos manoseábamos cada vez más como no queriendo, pero sin ser capaces de detenernos.
Embriagados por una fuerte sensación, nos pusimos de pie, nos besamos sin pudor, tirando plumas, lápices e importantes documentos por todos lados. Levanté su blusa hasta dejar ver sus enormes senos, todo de ella me tenía completamente peridido, su color de piel su aroma sus labios, sus pezones, senos y nalgas ya no sabía ni qué hora era.
Ella desabrochaba nerviosamente mi pantalón, apenas podíamos respirar, tuve que ayudarle un poco, hasta logramos hacer que mi miembro quedara visible a la tenue luz de la oficina. Ella estaba concentrada en una sola cosa, se volteó inmediatamente, se bajó los leggins rápido; con apenas tocarla gemía de desesperación, yo la rozaba ligeramente, incluso me tomé mi tiempo, quería alargar el momento.
Con una voz quebrada y respiración agitada sólo logró decir "Por favor", por un momento incluso creí que estaba molesta, así que empecé a penetrarla, lentamente, acelerando poco pero constante.
Su voz cambió a un tono de alivio, pero su cuerpo tenía la misma tensión, estuvimos así un largo e intenso rato, mis nervios estaban de punta, ya sólo estaba concentrado en no eyacular, así que nos tomamos una ligera pausa, para besarnos morbosamente, sin tocarnos mas que las manos, pero con los genitales expuestos, sin ninguna clase de vergüenza.
Como pudimos nos acomodamos sobre un escritorio, de algún desafortunado compañero suyo que no iba a poder entregar un reporte manchado de semen.
Ella estaba boca arriba con las piernas abiertas, yo la penetraba profundamente, y luego me salía por completo; en un juego morboso en el que ya estábamos embriagados de lujuria, y justo cuando creía que había llegado a la cima, me detenía, nos besábamos y empezábamos de nuevo... cada vez mas intenso; hasta que a ella se le escapó un gemido con forma de grito, o quizá era un grito con forma de gemido, que me hizo perder el control, eyaculé dentro de ella y seguí penetrándola hasta donde mis nervios me permitieron.
Nos miramos unos segundos, nos besamos unos minutos y caimos de vuelta en la realidad.
Debimos haber salido de ahí como a las dos de la mañana, contando ya el tiempo que nos tomó reacomodar la oficina, alinear los muebles, poner las cosas en su lugar y limpiar un poco el cóctel de lujuria que había dejado nuestro escritorio empapado.
1 comentarios - Tania
Postea fotitos de la culona la queremos conocer
Gracias por pasarte!