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El Primer Examen Andrológico - parte 1

Teóricamente es un día más de trabajo para la Dra. Melisa Franco, alias Dra. Meli, y el último turno del día es uno que estuvo esperando toda la semana, sino todo el mes. De hecho, estaba tan concentrada en su próximo paciente, que se había tomado a la ligera al penúltimo paciente del día. Sí, esta vez Alfredo Estevez, que alguna vez fuera su profesor y consejero en el colegio (que tontamente cometió el error de sugerir que ella podría se más feliz como ama de casa que como una profesional), tendría permiso de salir del consultorio sin haber soportado un bien lubricado instrumento innecesariamente insertado profundamente en su trasero.
Pese a que la expresión "rubia impresionante" no es apropiada es sin embargo el modo más conciso de describir a nuestra no tan inocente médica andróloga ya que mide más de un metro ochenta y encaja perfectamente como ejemplo de femineidad, y aunque está muy orgullosa (justificadamente) de sus inteligencia también es consciente y más que conforme con su apariencia física.
Y fue sólo después de verificar su apariencia física mirándose en el espejo que quedó satisfecha. El ambo celeste bajo el impecable guardapolvos blanco sin abotonar y con las mangas arremangadas hasta los codos le daban el aire de autoridad que le gustaba ostentar frente a sus pacientes. Volvió a abrir el expediente de su próximo paciente: un joven llamado Simón Rojas que había sacado turno para su primer examen andrológico.
Por supuesto la Dra. Franco (o la Dra. Meli como ella misma prefiere) se interioriza en todos sus pacientes pero algunos la intrigan más que otros y en este momento ninguno le interesa más que un soñado especimen de un metro noventa y ochenta quilos como Simón Rojas... que justo ahora estaba recibiendo las órdenes de una enfermera de quitarse toda la ropa, excepto la ropa interior, y acostarse en la camilla.
Después de pegarle una última mirada al expediente, lo cerró y cruzó el pasillo desde su oficina al consultorio pensando "hora de divertirse" antes de golpear la puerta y por supuesto abrirla antes que el pobre Simón tuviera oportunidad de decir "pase".
- Hola Simón, qué bueno conocerte en persona... es como si ya te conociera porque estuve viendo en tu expediente tus logros en el ajedrez y en el tenis. Muy impresionante.
Él contestó tímidamente,
- Usted sabe señora... ésas cosas exageran, realmente no hice nada tan especial.
- Estoy impresionada! Un chico modesto! Muchos jóvenes de tu edad estarían agrandados... de todos modos, mejor empecemos
Los ojos de la Dra. Meli rápidamente recorrieron las poco cubiertas formas y mientras definitivamente aprobaba todo lo que veía unas pocas cosas le agradaban particularmente: en primer lugar el bello rostro de Simón, casi avergonzado, por otro lado su cuidado pecho era casi lampiño, y obviamente que Simón hace más que jugar tenis ya que correr y pegarle a la raqueta no desarrollan de este modo los abdominales. Pero siendo honesta consigo misma lo que más la intrigaba era lo que parecía ser un bulto decididamente grande que claramente le daba forma a sus calzoncillos blancos. "Pobrecito, se va a arrepentir de haberse puesto esos calzones antes que termine.... Cómo si fuera a dejar que los tenga puestos por mucho tiempo..."
- Para empezar - dijo la Dra. Meli - quiero que te pares con las manos a los costados del cuerpo.
Ella se puso un par de guantes de látex y se los ajustó mientras se sentaba en un banco con ruedas, e inmedíatamente usó dos de sus dedos recién enguantados para deslizarlos dentro del canal inguinal izquierdo de Simón ordenándole que tosa. La falta de reacción del chico la sorprendió, pero antes de repetir la órden, Simón preguntó.
- Qué... qué hace señora?!
Recién entonces se le ocurrió a la doctora que a lo mejor Simón honestamente no tenía idea qué era lo que un examen andrológico implicaba.
- Simón, nadie te explicó que es lo que hacemos los andrólogos?
Simón dudó por unos instantes y después contestó.
- No señora... en realidad mis amigos me dijeron que ya había cumplido dieciocho y que me tenía que hacer esta revisación y que si hacía todo lo que el doctor me ordenaba todo iba a salir bien.
- Bueno Simón - le dijo ella - entonces tosé cuando te ordeno que tosas, no?
- Er... sí señora, o sea... sí doctora - y dicho esto, tosió varias veces.
De inmediato ella quitó sus dedos del canal inguinal izquierdo y los pasó al derecho mientras ordenaba que tosiera nuevamente, órdenes que esta vez fueron cumplidas rapidamente.
Ella tenía su rostro en su normal y neutral expresión de Dra. Meli para ocultar el encanto que sentía cuando notaba que cualquier menor y relativamente inocuo contacto físico había causado una notable "carpita" al frente de los calzoncillos de Simón.
- Inclinate sobre la camilla con las piernas separadas - le dijo ella y él rápidamente lo hizo, ella notó que en parte porque trataba de obedecer y colaborar, pero más que nada para ocultar su incipiente erección. Ella no pudo evitar divertirse con el hecho de que él todavía pensara que podría pasar por esta revisación sin que ella examinara profundamente todo su cuerpo.
- Ví que no contestaste algunas preguntas del formulario que te dio la enfermera antes de la revisación. Ahora me vas a contestar mientras te examino.
Él suspiró antes de responder.
- Sí doctora.
Ella se cambió los guantes de látex después de abrir un recipiente de lubricante quirúrgico.
- Antes continuar quiero que te bajes los calzoncillos por debajo de las rodillas,
- E... es necesario... doctora?
- Simón, varias partes de la revisación que te voy a hacer hoy a lo mejor te resultan vergonzosas o desagradables, pero todas son absolutamente necesarias. Bajate los calzoncillos así puedo proceder!!
Y dicho esto, Simón a su pesar se bajó los calzoncillos revelando a los ojos de la doctora (por primera de las muchas muchas veces por venir durante los exámenes de la andróloga) lo que la Dra. Meli instantáneamente decidió que era el más tenso, tonificado y en general más atractivo trasero masculino que ella había visto en meses si no años... y considerando la cantidad de traseros masculinos desnudos que ella miraba cada día, esto es mucho.
Por supuesto ella también tuvo que admitir que la impresionante genitalidad que ahora colgaba libremente entre las atléticas piernas le resultaba intrigante!

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