A tus pies entrego el rezo de tu cuerpo.
De todas los pliegues y rincones de tu cuerpo fascinante, los pies son el regalo que a veces me festejo. No sucede demasiado seguido, será cada un par de meses. Pero cuando sucede quedo fascinado por tus pies. Hermosos sostenes de tu andar, pequeños secretos casi siempre escondidos de la vista de la gente, infinita fuente de mi placer, como todo lo que tiene que ver con tu piel.
Esa tarde estábamos tirados viendo algo y perdiendo el poco tiempo que solemos tener juntos. Me contaste de una mañana cansadora y te propuse un masaje de pies. De esos que te relajan tanto.
Aceptaste sacándote los zoquetes fucsia y mostrándome las plantas desnudas, abriendo y cerrando los dedos acompasadamente. Sabés que eso para mi es una señal de alerta. Sabés que con ese solitario y pequeño gesto mi verga se pone dura como una piedra.
Pero como también soy amante de los rituales, me preparé para la ocasión. Fuí hasta el baño, traje la pequeña fuente de plástico anaranjado llena de agua tibia, un jabón con aroma a jazmines y una crema que usas para la piel. Con ese pequeño equipo improvisado te pedí que te desnudaras. Sabés que ciertas cosas se hacen despojados de ropas. Esta es una.
Mientras veía tus tetas pequeñas liberarse del corpiño negro dejando a mi vista tus pezones marrón oscuro, siempre firmes, siempre tentadores, yo me sacaba la ropa quedando también en bolas, con la verga dura del espectáculo de tu desnudez. Te sacaste todo menos la vedetina. Vos también tenes tus rituales y que sea yo el que te despoje de la última prenda es uno de ellos. Lo hice despacio, arrastrando la pequeña prenda por las caderas, dejando a la vista tu concha primero, después los muslos, las rodillas, los tobillos y finalmente pasando por los pies. Tomé la bombacha en mi mano derecho y oliéndola te miré completamente desnuda tirada boca arriba en la cama. El olor a tu concha deseada me puso más al palo todavía y me empecé a pajear con la otra mano. Vos levantaste los pies, doblando las rodillas hacia tu panza mostrándome el tesoro que venía. Pude ver tus pies finos y largos que abrian y cerraban los dedos. Las uñas pintadas de negro. Debajo tu concha sin depilar y el culo apenas asomando entre las sábanas. Estiraste las piernas hasta que tus pies quedaron a centímetros de mi pija manoseada a full a esa altura de las circunstancias. Te la ofrecí y con el dedo pulgar del pie derecho empezaste una caricia delicada. Sentí la fuerte rugosidad de la piel sobre la cabeza de mi pija. Tu mirada fija en mi, tus manos que acariciaban tus pezones que se ponían duros. Yo seguía oliendo tu bombacha sucia de tus flujos deseados mezclados con pis y la sensación de que todo era perfecto inundó el ambiente. Te agarré los pies entre mis manos y metí la verga entre tus arcos de manera que me la apretaran. Intenté pajearme así, pero no se deslizaba bien, así que escupí dos veces sobre la verga y así fué un poco méjor. Vos seguías pellizcandote los pezones y moviendo las caderas, con los cachetes ya un poco enrojecidos, señal que te estabas calentando.
Enloquecido frotaba mi pija entre tus pies como si te cojiera y jadeante gemía como toro embravecido. Pensé que duraría un poco más, pero la calentura me pudo y agarrándomela con la mano derecha descargué toda la carga de mi semen sobre tus hermosos pies. Creo que te calentó mucho verme acabar porque te empezaste a frotar el clítoris con la mano derecha. Me acercaste aún más los pies llenos de guasca y me dijiste:
- Limpialos con la lengua.-
- A su servicio dije yo.- y empecé a lamerlos, sacándo de encima de sus empeines mi propia leche viscosa y un poco amarga. De encima del empeine y de entre los dedos, de la planta del pie también. Vos me mirabas y te pajeabas. También a vos te gusta mirarme hacer eso. Mi lengua recorrió ambos pies y vos manoseándote la concha y gozando del espectáculo de mi rezo.
Cuando terminé acerqué el recipiente con agua tibia y lo puse sobre la cama. Metí los pies adentro y busqué el control remoto. Puse el canal pornográfico. Ese es otro ritual, sabemos que te gusta ver porno mientras te hago masajes en los pies. En la pantalla apareció un hombre de color, muy musculoso y con una verga grande como un desodorante partiendo en miles de pedazos el ojete de una rubia que no tendria mas de veinte años. Te dejé en la cama, con los pies en el agua tibia y pellizcándote los pezones mientras mirabas la destrucción anal. Prendí un inicienso con aroma a lavanda y cerré las cortinas para darnos un ambiente más acogedor. Volví a vos y empecé a lavar los pies con el jabon. Despacio, pasando mis dedos entre los tuyos, haciendo del lavado una caricia, sobre todo de las plantas. Vos lo recibiás acariciándote las tetas y respirando un poco agitada. En la pantalla, otro señor de color se había sumado a la fiesta y estaba intentando meter su enorme verga en la boca de la rubia, que hacía arcadas y tosía.
Una vez terminado el lavado, sequé cuidadosamente tus pies, dejé el recipiente con agua en el piso y me embadurne las manos con crema. Despacio fui empezando un masaje acompasado del pie derecho. Desde el tobillo hasta la punta de los pies pasando mi palma encremada de arriba abajo y volviendo. Vos te calentabas y relajabas al mismo tiempo. Ya pasaste de nuevo a acaricirte el clítoris y tu mirada estaba firme en la pantalla donde la rubia estaba siendo doble-penetrada.
Después empecé con la yema de los dedos pulgares de mi mano a buscar los lugares que mas te gustaran. Vos ya gemías y te revolvías despacio en tu preciosa desnudez erótica. yo no paraba y te veía pajearte y calentarte con el porno un poco violento que venía de la tele.
- Ponemela.- dijiste cuando ya no pudiste más. Yo me abalancé sobre tu cuerpo deseado y me metí de golpe y con fuerza dentro de tu concha. Gemiste fuerte, te aferraste a mi espalda y te empecé a bombear. Acabaste casi inmediatamente. Apretándome con brazos y piernas y gritando un gemido extasiado. Yo igual seguí cojiéndote. Me levanté arrodillado y te agarré las piernas de los tobillos de manera que tus pies quedaran delante de mi cara. Lamiéndote las plantas de los pies te empecé a cojer fuerte. Vos mirabas la porno en el tele con cara de calentura. Así te cojí, pasando mi lengua pos entre los dedos de los pies, por la planta, por los empeines y vos agarrándote las tetas y mirando a los negros reventar con sus machetes la pequeña fragilidad de esa rubiecita actriz norteamericana. Sin mirarnos y cada uno en su mundo extatico acabamos juntos. Llené de leche tu cavidad, vos llenaste de flujo mis huevos.
Con la respiración agitada nos acostamos boca arriba uno al lado del otro. Vos buscaste el control remoto y apagaste la tele. En la semioscuridad de nuestro cuarto nos fuimos quedando dormidos, vos con la cabeza apoyada en mi hombro.
De todas los pliegues y rincones de tu cuerpo fascinante, los pies son el regalo que a veces me festejo. No sucede demasiado seguido, será cada un par de meses. Pero cuando sucede quedo fascinado por tus pies. Hermosos sostenes de tu andar, pequeños secretos casi siempre escondidos de la vista de la gente, infinita fuente de mi placer, como todo lo que tiene que ver con tu piel.
Esa tarde estábamos tirados viendo algo y perdiendo el poco tiempo que solemos tener juntos. Me contaste de una mañana cansadora y te propuse un masaje de pies. De esos que te relajan tanto.
Aceptaste sacándote los zoquetes fucsia y mostrándome las plantas desnudas, abriendo y cerrando los dedos acompasadamente. Sabés que eso para mi es una señal de alerta. Sabés que con ese solitario y pequeño gesto mi verga se pone dura como una piedra.
Pero como también soy amante de los rituales, me preparé para la ocasión. Fuí hasta el baño, traje la pequeña fuente de plástico anaranjado llena de agua tibia, un jabón con aroma a jazmines y una crema que usas para la piel. Con ese pequeño equipo improvisado te pedí que te desnudaras. Sabés que ciertas cosas se hacen despojados de ropas. Esta es una.
Mientras veía tus tetas pequeñas liberarse del corpiño negro dejando a mi vista tus pezones marrón oscuro, siempre firmes, siempre tentadores, yo me sacaba la ropa quedando también en bolas, con la verga dura del espectáculo de tu desnudez. Te sacaste todo menos la vedetina. Vos también tenes tus rituales y que sea yo el que te despoje de la última prenda es uno de ellos. Lo hice despacio, arrastrando la pequeña prenda por las caderas, dejando a la vista tu concha primero, después los muslos, las rodillas, los tobillos y finalmente pasando por los pies. Tomé la bombacha en mi mano derecho y oliéndola te miré completamente desnuda tirada boca arriba en la cama. El olor a tu concha deseada me puso más al palo todavía y me empecé a pajear con la otra mano. Vos levantaste los pies, doblando las rodillas hacia tu panza mostrándome el tesoro que venía. Pude ver tus pies finos y largos que abrian y cerraban los dedos. Las uñas pintadas de negro. Debajo tu concha sin depilar y el culo apenas asomando entre las sábanas. Estiraste las piernas hasta que tus pies quedaron a centímetros de mi pija manoseada a full a esa altura de las circunstancias. Te la ofrecí y con el dedo pulgar del pie derecho empezaste una caricia delicada. Sentí la fuerte rugosidad de la piel sobre la cabeza de mi pija. Tu mirada fija en mi, tus manos que acariciaban tus pezones que se ponían duros. Yo seguía oliendo tu bombacha sucia de tus flujos deseados mezclados con pis y la sensación de que todo era perfecto inundó el ambiente. Te agarré los pies entre mis manos y metí la verga entre tus arcos de manera que me la apretaran. Intenté pajearme así, pero no se deslizaba bien, así que escupí dos veces sobre la verga y así fué un poco méjor. Vos seguías pellizcandote los pezones y moviendo las caderas, con los cachetes ya un poco enrojecidos, señal que te estabas calentando.
Enloquecido frotaba mi pija entre tus pies como si te cojiera y jadeante gemía como toro embravecido. Pensé que duraría un poco más, pero la calentura me pudo y agarrándomela con la mano derecha descargué toda la carga de mi semen sobre tus hermosos pies. Creo que te calentó mucho verme acabar porque te empezaste a frotar el clítoris con la mano derecha. Me acercaste aún más los pies llenos de guasca y me dijiste:
- Limpialos con la lengua.-
- A su servicio dije yo.- y empecé a lamerlos, sacándo de encima de sus empeines mi propia leche viscosa y un poco amarga. De encima del empeine y de entre los dedos, de la planta del pie también. Vos me mirabas y te pajeabas. También a vos te gusta mirarme hacer eso. Mi lengua recorrió ambos pies y vos manoseándote la concha y gozando del espectáculo de mi rezo.
Cuando terminé acerqué el recipiente con agua tibia y lo puse sobre la cama. Metí los pies adentro y busqué el control remoto. Puse el canal pornográfico. Ese es otro ritual, sabemos que te gusta ver porno mientras te hago masajes en los pies. En la pantalla apareció un hombre de color, muy musculoso y con una verga grande como un desodorante partiendo en miles de pedazos el ojete de una rubia que no tendria mas de veinte años. Te dejé en la cama, con los pies en el agua tibia y pellizcándote los pezones mientras mirabas la destrucción anal. Prendí un inicienso con aroma a lavanda y cerré las cortinas para darnos un ambiente más acogedor. Volví a vos y empecé a lavar los pies con el jabon. Despacio, pasando mis dedos entre los tuyos, haciendo del lavado una caricia, sobre todo de las plantas. Vos lo recibiás acariciándote las tetas y respirando un poco agitada. En la pantalla, otro señor de color se había sumado a la fiesta y estaba intentando meter su enorme verga en la boca de la rubia, que hacía arcadas y tosía.
Una vez terminado el lavado, sequé cuidadosamente tus pies, dejé el recipiente con agua en el piso y me embadurne las manos con crema. Despacio fui empezando un masaje acompasado del pie derecho. Desde el tobillo hasta la punta de los pies pasando mi palma encremada de arriba abajo y volviendo. Vos te calentabas y relajabas al mismo tiempo. Ya pasaste de nuevo a acaricirte el clítoris y tu mirada estaba firme en la pantalla donde la rubia estaba siendo doble-penetrada.
Después empecé con la yema de los dedos pulgares de mi mano a buscar los lugares que mas te gustaran. Vos ya gemías y te revolvías despacio en tu preciosa desnudez erótica. yo no paraba y te veía pajearte y calentarte con el porno un poco violento que venía de la tele.
- Ponemela.- dijiste cuando ya no pudiste más. Yo me abalancé sobre tu cuerpo deseado y me metí de golpe y con fuerza dentro de tu concha. Gemiste fuerte, te aferraste a mi espalda y te empecé a bombear. Acabaste casi inmediatamente. Apretándome con brazos y piernas y gritando un gemido extasiado. Yo igual seguí cojiéndote. Me levanté arrodillado y te agarré las piernas de los tobillos de manera que tus pies quedaran delante de mi cara. Lamiéndote las plantas de los pies te empecé a cojer fuerte. Vos mirabas la porno en el tele con cara de calentura. Así te cojí, pasando mi lengua pos entre los dedos de los pies, por la planta, por los empeines y vos agarrándote las tetas y mirando a los negros reventar con sus machetes la pequeña fragilidad de esa rubiecita actriz norteamericana. Sin mirarnos y cada uno en su mundo extatico acabamos juntos. Llené de leche tu cavidad, vos llenaste de flujo mis huevos.
Con la respiración agitada nos acostamos boca arriba uno al lado del otro. Vos buscaste el control remoto y apagaste la tele. En la semioscuridad de nuestro cuarto nos fuimos quedando dormidos, vos con la cabeza apoyada en mi hombro.
8 comentarios - A tus pies.