Cuando mis padres me obligaron, suplicándome casi de rodillas, que fuera de una profesora particular de inglés, por poco los insulto.
Pensaban, que era absolutamente imprescindible para que, cuando visitara a mis tíos que vivían en EE.UU, me pudiera desenvolver con soltura, me hiciese entender sin problemas y no sé cuántas cosas más.
La cuestión es que mi tío, hermano de mi padre, vivía allá hacía como diez años y quería regalarle a su hermano mi viaje y estadía dado que yo terminaba la secundaria.
La oportunidad era excelente, no gastaba un mango y se desligaba de su hijo por un tiempo. Para mí representaba la posibilidad de conocer otro país, otras costumbres, volver a ver a mis tíos y a mi prima después de tantos años y, de paso, relacionarme con nuevas personas.
Así fue que a regañadientes fui a la profe de inglés. Mi mamá me informó que las clases eran en casa de la profe a las 9 de la mañana del sábado, que no quedaba lejos de casa, que se la había recomendado la mamá de Pablo, el hijo de la peluquera, que había terminado quinto el año anterior y viajado a Londres por una beca.
El sábado entonces con mi mochila llena de libros y hojas para apuntes, salí de casa hacia ese calvario. En diez minutos estaba frente a su casa, un bonito chalet de techo a dos aguas con un pequeño jardín en el frente. Subiendo una pequeña escalera se accedía al ingreso. Toqué el portero. Un par de minutos después me abrió una señora que supuse era la profesora.
- Hola, soy Germán, vengo por la clase de inglés – dije
- Ahhh… sí, pasá. Mi nombre es Gabriela, soy la profesora – me respondió aquella mujer que para mis dieciocho recién cumplidos me pareció una veterana, aunque supuse que tendría unos 45 años. El pelo rubio y lacio le caía hasta los hombros y por lo que pude ver se mantenía en bastante buen estado.
- Entrá por favor… acompañame
Entramos a un living de estilo rústico con una gigantesca biblioteca en una de sus paredes y dos enormes sillones de dos cuerpos dispuestos en ele revestidos en negro. Después a un estudio, donde una gran mesa dominaba el espacio. Me dijo que me sentara, que en unos minutos volvía.
Aquella primera clase, como suponía, fue un verdadero embole. Repasamos casi todo lo que había dado en primer año. Y, para mi desesperanza, las dos clases siguientes no cambiaron mis expectativas para nada, sábado tras sábado se consumaba esa tortura.
Si les decía a mis viejos que no iba más ardía Troya. Algo tenía que hacer.
El sábado siguiente tenía todo decidido, para bien o para mal no me importaba.
Cuando la profesora se sentó frente a mí le dije sin vacilar:
- Mire profe, la verdad es que no sé para que estoy viniendo, lo que estamos dando no me sirve, siento que no avanzo, repitiendo una y otra vez las cosas que vi cien veces en la secundaria. No me gustaría que ni usted ni yo perdamos el tiempo. Yo busco otra cosa, necesito otra cosa.
Me miró fijamente con sus ojos azules detrás de sus lentes y preguntó:
- Y qué necesitas?
- Necesito que alguien me enseñe esas cosas del inglés que no me enseñaron en cinco años de secundaria y tres de instituto.
- Y qué es eso que no te enseñaron, si podés ser más específico? – inquirió
- Bueno… no sé… como explicarme…necesito saber cómo se nombran ciertas cosas… o por ejemplo, qué se le dice a una mujer cuando… me entiende?
- Ahh… sí, claro que te entiendo. A mí me pasó lo mismo cuando estudiaba pero por suerte tuve un profesor que me lo enseñó todo – dijo disimulando una sonrisa.
- Entonces… si le paso lo mismo, me puede ayudar.
- Bueno, no sé, tengo que pensarlo. A ese tipo de inglés lo llamo “el inglés que no se habla”. No sé si estoy a la altura de tus necesidades, pero hagamos una cosa, dejame pensarlo, que hable con tus padres y te aviso.
El martes siguiente volví del colegio y mi madre me estaba esperando.
- Llamó la profesora de inglés. Dice que no te preocupes por el apunte del que hablaron la clase pasada. Me dijo algo sobre lo que no se habla, la verdad no le entendí muy bien, pero dice que te espera el sábado como siempre.
“No le entendí muy bien”, menos mal pensé. Creo que la profe de inglés me empezaba a caer mejor después de ese llamado.
El sábado siguiente llegué con máxima puntualidad. La profesora me recibió con una sonrisa, algo inusual en ella pues por lo general era bastante agria. Noté además un cambio mayúsculo en su figura. Se había recogido el pelo lo cual acentuaba sus ojos azules, sus labios estaban pintados, tenía aún algo de maquillaje y vestía más juvenil que otras veces.
El escote de su blusa dejaba ver la línea que formaban sus tetas apretadas por el corpiño, y una pollera suelta y relativamente corta dejaba apreciar la firmeza de sus muslos.
Mientras me sentaba y acomodaba mis cosas sobre la mesa me dijo:
- Mirá Germán, lo estuve meditando y decidí darte estas “clases especiales” como yo las llamo. Primero, porque realmente te noté muy interesado, y segundo, porque me parecés un buen chico. No es la primera vez que doy este tipo de clases y quiero advertirte, por mi experiencia, que algunas veces pueden resultar traumáticas, y en otras ocasiones dan resultados altamente satisfactorios. Ese resultado solo depende de vos, porque estas clases especiales tienen otro precio. Un precio que no tienen que pagar tus padres sino vos.
Seguramente la miré con cierta preocupación porque agregó:
- Por ahora no te hagas problemas. Yo te voy a decir el precio a pagar y la forma de hacerlo cuando llegue ese momento. Te puedo asegurar que cuando tengas los conocimientos también tendrás la certeza de que el precio es justo y pagarás con gusto. Ahora, sería mejor que abrieras la carpeta y tomaras nota de todo lo que vaya diciendo.
Con cierto nerviosismo saqué mis cosas de la mochila y las acomodé como pude sobre la mesa. Solo esperaba que la hora de tortura que pasaba en esa casa no se repitiera. Que las “clases especiales” que prometía no fueran una vez más, aburridas y decepcionantes.
- Bueno – dijo – empecemos por lo básico. Yo voy nombrando una lista de palabras en español y en inglés, vos las escribís en una hoja. Con dos columnas será suficiente.
Saqué la regla y partí la hoja en dos mitades trazando una línea. La profesora se acomodó en la silla y sus tetas se balancearon como un péndulo. No pude evitar mirar la profundidad de la línea que las separaba.
- Empecemos. Rostro o cara, face; labios, lips; boca, mouth; lengua,tongue; garganta, throat; ojos, eyes; piernas, legs… - se detuvo unos segundos observándome y continuó.
- Las siguientes que voy a nombrar son más importantes que las anteriores, por favor subrayalas con un color.
Saqué un marcador rojo como su lápiz labial.
- Bueno… listo… sigamos. Acariciar, caress; tocar, touch; sostener, hold; agarrar, grap; apretar,tighten; morder, bite… bien con esas por ahora. Las siguientes son todavía más importantes así que resaltalas de otra forma. Listo?
- Si, claro… - dije
- Entonces anotá. Chupar, suck; lamer, lick; meter, put; sacar, take… puedo olvidarme alguna, después veremos –dijo y volvió a mirarme creo que con cierta dulzura.
- Estoy haciendo todo bien? –pregunté
- Si… si… continuemos. Las que siguen son casi imprescindibles para continuar con este tipo de clases, pero llegado este punto tengo que advertirte, tal como te dije, que tienen otro precio. Será tu elección seguir o detenernos. Las cosas me gustan claras, no me gustan las confusiones. Las palabras nombran genitales masculinos y femeninos. Qué tengo que elegir, te estarás preguntando. Tenés que elegir entre solo nombrarlos, o nombrarlos y verlos. La decisión está en tus manos.
Estaba rojo como la sangre. No sabía qué hacer. Qué pretendía esta mujer?
Era parte de sus “clases especiales” o me estaba acosando? En qué quilombo me estaba metiendo?
Seguramente vio mi estado de angustia porque rápidamente me dijo:
- No te preocupes… no tiene nada de malo, la primera etapa de las “clases especiales” tiene esta particularidad. Quien decide seguir o parar sos vos. No pensés nada raro. Yo sé perfectamente que conocimientos querés tener ahora del inglés, porque eso es lo que buscás, lo que necesitás según tus propias palabras y puedo asegurarte que si confiás en mi, ese conocimiento que buscás lo vas a encontrar, pero con mis reglas de juego. Para tu seguridad y la mía, te aclaro, todo lo que pase acá adentro debe quedar acá adentro. Entendiste
Tragué saliva. La adrenalina corría por mis venas a mares. Quería saber esos secretos, esas nombres, esas frases vulgares, todo eso y más, pero a qué precio. Ya estabas en el baile Germán, tenías que bailar.
- La segunda – dije ansiosamente
- Cuál? – dijo ella con absoluta calma
- Nombrar y ver – balbuceé sudoroso
- Perfect, es un gran paso Germán– dijo la profesora jugando con un lápiz entre sus dedos – Creo que sería mejor empezar por los genitales masculinos… si me hacés el favor de pararte, por favor.
Me paré a un costado de la mesa, ella se levantó de su silla y se acercó a mí. Poniéndose en cuclillas y con más sabiduría que la mía, desajustó el cinturón del pantalón y bajó el cierre de mi bragueta.
- No te pongas tenso, es solo parte del curso – dijo continuando con su tarea docente.
Yo estaba loco o verdaderamente en problemas. A punto estaba de mostrarle mis genitales a esta mujer que prácticamente no conocía. Pero no me moví.
Bajó mi pantalón hasta las rodillas y después, mi calzoncillo con suma delicadeza dejando expuestos a su mirada mis genitales. Tras sus anteojos me pareció verla parpadear repetidas veces.
- Ehhh… bueno… lo que vemos acá –dijo, tocando mi pene con la punta del lápiz y agregó.
- Como vos sabés vulgarmente lo llamamos pija o verga, entre otros nombres. En inglés es simplemente cock… atrás están los testículos, vulgarmente bolas o huevos… en inglés se las llama balls – dijo y llevó la punta del lápiz a sus labios mientras se paraba y volvía a sentarse.
- Vestite… - dijo pensativa –sentate y seguimos.
Sacó un pañuelo de su cartera y lo pasó por sus labios, al dejarlo sobre la mesa vi la marca humedecida de su lápiz labial estampada en él. Subí mis pantalones y me senté.
- Anotá las palabras que nombré y sigamos – dijo mientras sus manos empezaron a desabrochar los botones de su blusa. La línea que formaban sus senos se fue separando. Un último botón dejó al descubierto dos tremendas tetas que caían como una avalancha. Mis ojos estaban alucinados, mirándolas y posándose en los tremendos pezones que las coronaban.
- Escribí, por favor. Tetas,tits; pezón, nipple.
Estaba sudando. Todo mi cuerpo estaba sudando. Me sentía como un beduino perdido en el desierto. Todo me parecía un espejismo, pero era real.
- Ahora, agachate y mirame por abajo de la mesa, después escribís.
Cumplí sus órdenes y miré. Ella acariciaba sus muslos y deslizando sus manos hacia su cadera, fue levantando lentamente su pollera al tiempo que iba abriendo sus piernas.
No tenía bombacha. El espectáculo que se avecinaba fue arrollador y maravilloso. Una concha tremenda ante mis ojos. Los labios de su vulva estaban algo hinchados y rodeados de abundante pelo. Con sus dedos fue abriéndolos para mostrarme sus labios enrojecidos y un poderoso clítoris que salía de su interior como una pequeña pija. Estaba húmeda, tan húmeda como mi boca que comenzó a llenarse de saliva.
- Germán… es suficiente… sentate y escribí – dijo cerrando bruscamente sus piernas mientras mi cabeza golpeaba la mesa al levantarme. –Ya sabés lo que viste. Tomá nota: concha, pussy; clítoris, clit. Para la clase de hoy creo que es suficiente, los dos merecemos un descanzo, pero antes de irte escribí una última palabra, culo en inglés es ass.
Inmediatamente se levantó de la silla y me dio la espalda. Quedé absolutamente embelesado. Una vez más levantó su pollera y me mostró su culo. Era más duro y firme que el de mis compañeras de colegio. Posó las manos en sus nalgas y las abrió, su ano estaba encendido, bordeado de suaves estrías, incluso algo dilatado. Mientras esa imagen quedaba fijada en mi retina ella fue bajando nuevamente su pollera.
- Por hoy es suficiente, Germán. Ya sabés, lo que pasa acá adentro queda acá adentro. Creo que sabés el significado de la palabra coger y las palabras que aprendiste esta primera clase especial, como las de las próximas, terminan sirviendo precisamente para esa acción. En inglés se dice fuck… - me dijo mientras terminaba de acomodarse y recuperar la compostura.
Acomodé mis cosas en la mochila y me acompañó hasta la puerta.
- El sábado próximo te espero, si vos querés. Sé que probablemente te sientas extraño. Incluso confundido, pero puedo asegurarte que muchas veces sentirás esa sensación en tu vida. Cada día de tu vida estarás ante una disyuntiva donde tendrás que decidir, entre lo banal o lo importante, entre el camino de la perdición o el de excelencia. Cuando vuelvas a tu casa y te tranquilices, te pido que prepares para la próxima clase una lista de palabras o frases que creas puedan ser útiles para tus necesidades.
En el camino de regreso, sentado en el asiento del colectivo que me llevaba a casa, entendí sus palabras. Esta señora que empezaba a cruzarse por mi vida, sería una “clase especial” de ser humano. Mucho más allá del inglés que no se habla que intentaba descubrir. Eran las doce del sábado y ya esperaba que llegara el próximo.
CONTINUARÁ…
3 comentarios - El precio de aprender - Parte I