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Por el Momento - Capítulo Dos

Andrea había estado sentada con su amiga Antonia en la cantina de la escuela por casi media hora y todavía no había visto que Pedro fuera a almorzar. Como casi todas las chicas atractivas, Andrea se reunía con chicas que también eran muy bonitas. Su amiga, Antonia, era delgada y menuda. Tenía cabello negro casi azabache, cortado muy corto a la moda, acentuando su lozana y perfecta condición. Tenía pechos pequeños y firmes y que empujaban su blusa de seda, sosteniéndose firmemente sin la ayuda o necesidad de un sostén. Como Andrea, la familia de Antonia era financieramente adinerada, lo que le permitía gastar bastante en mantener su apariencia. Su extraordinaria figura le permitía usar la ropa de moda, sus largas piernas y firmes pechos siempre se cubrían con las telas de más alta calidad. Ella, como Andrea, casi siempre atraían las astutas y largas miradas de casi todos los chicos en el colegio.
Andrea miró pensativa por un momento y después se sonrió. "Claro", pensó, "debe estar tan avergonzado que va a evitar cualquier contacto conmigo, especialmente en público y si estoy en compañía de Antonia." Andrea se sonrió y se levantó de la mesa. Le susurró algo a Antonia y le guiñó un ojo antes de caminar hacia el corredor y los dormitorios a maquillarse. Andrea y Antonia no tenían secretos entre ellas. Antonia estaba informada de los planes de Andrea para Pedro y se había asegurado llegar temprano ésa mañana para saber qué había pasado por la noche. Le había llevado más de una hora a Andrea relatarle cada detalle del tratamiento al que había sido sometido Pedro. Antonia había interrumpido a su amiga en varias oportunidades para asegurarse de no perder ninguno de los deliciosos detalles de la humillación del joven.
Andrea se miró al espejo, sonriendo ante su reflejo, admirando y aceptando con modestia la exquisita belleza de su rostro y su figura. Confiada en sus perfectos encantos, se dirigió al edificio y se adentró en la escuela. Usualmente encontraba a Pedro sentado leyendo en los patios traseros de la escuela. Esta área no era muy popular entre los estudiantes ya que era de los pocos sectores de los amplios patios que no tenían vista a los campos de deportes. En cuanto Andrea levantó su mirada... sonrió al verlo. Estaba sentado, mirando hacia abajo, leyendo. Había varios libros a su alrededor y ella asumió que él llevaba allí algún tiempo. Lo vio girar la cabeza hacia ella. Observó encantada qué roja se puso toda su cara en cuanto la vio. Ella no habló, pero se sentó a su lado y lo miró a los ojos.
- Bueno Pedrito, te estuve esperando en la cantina. Te esperé por más de media hora. Qué hacés acá? No querés verme?
Pese a que las palabras de Andrea podrían sonar parecido a una conversación normal entre un chico y una chica, el tono autoritario de ella hacía sonrojar a Pedro. De hecho Pedro estaba tan avergonzado que apenas podía articular palabra.
- Er... no... er.... señorita enfermera. A mi me da... un poco de... vergüenza - dijo él mirando hacia abajo - Yo... er... yo no se si usted... er... quería verme de nuevo... después de lo que... er... pasó ayer...
Andrea le acarició la mejilla, viendo cómo se sonrojaba mientras inclinaba su cabeza hacia él.
- Tontito... seguro que quiero verte de nuevo. Tengo buenas noticias. Bueno, espero que sean buenas noticias... si es que querés verme de nuevo... querés? - Andrea podía ver la mirada de deseo en los ojos de Pedro mientras contestaba.
- Sí!... er... señorita enfermera... me encantaría verla de nuevo... - ella lo miró mirar hacia abajo avergonzado. Se la veía encantada mientras lo obligaba a levantar su cabeza, empujando suavemente con su dedo bajo la pera del muchacho.
- Bueno, te cuento. Mi mamá llamó por teléfono a la tuya hoy para preguntarle si te dejaría quedarte con nosotras durante el fin de semana de vacaciones. Mamá cree que podés disfrutar de la pileta y la cancha de tenis y que podrías acompañarme mientras ella y mi tía están trabajando en la clínica. Tu mamá estuvo encantada, parece que va a aprovechar para visitar a otros parientes mientras vos estás con nosotras - ella podía notar la ansiedad en el rostro de Tomás y la vergüenza que sobrevino - No te preocupes Pedro, mami no mencionó la paliza que recibiste.
Ella le sonrió disfrutando de su vergüenza cuando habló de la paliza que le habían dado en el trasero. La vergüenza que atravesó el rostro del joven hizo que hundiera su cara en el libro. Andrea se inclinó y le apoyó la mano en el trasero suavemente.
- Todavía te duele? - le preguntó. Él estaba tan avergonzado que casi no podía respirar - No te preocupes Pedro, yo nunca se lo voy a contar a nadie.
Si Pedro hubiera escuchado la verdadera conversación entre la Sra. Martinez y su madre, no estaría tan de acuerdo con lo que Andrea le había contado...
- Hola... la Sra. Trenti? Habla la Dra. Cintia Martinez... la mamá de Andrea.... sí, sí, Andrea la pasó muy bien y dijo que Pedro es el compañero perfecto. Justamente por éso la llamo. Como el próximo fin de semana es puente, Andrea sugirió que invitemos a Pedro a quedarse con nosotras por unos días. Antes de invitarlo, quería consultarle si usted estaría de acuerdo y no interfiriéramos en sus planes... Seguro, en ése caso le voy a decir a Andrea que invite a Pedro. Estoy segura que van a disfrutar de la pileta y la cancha de tenis. Puede quedarse con nostras mientras usted está de viaje. Aquí no tenemos compromisos, así que sólo llámenos cuando usted regrese. Yo voy a estar encantada de tener a Pedro como nuestro invitado durante todo el feriado. Siéntase libre de tomar todo el tiempo que necesite para visitar a sus familiares. Estoy segura que Pedro va a estar muy contento con nosotras - la conversación siguió por un tiempo antes que Cintia casualmente la derive hacia los temas de su interés - Pedro es un chico muy lindo y sano, pero como doctora de la clínica me veo obligada a preguntarle. Debo saber si tengo que suministrarle alguna medicación o alguna dieta especial mientras esté en casa?... Ah, qué bueno. Pedro recibe revisaciones médicas regularmente?... Sí, suelen ser costosas... y tiene razón, cuando sea necesario puede ir a cualquier hospital... Ah, entonces hace ya bastante tiempo que no lo revisan, yo podría aprovechar su visita para revisarlo! Y podemos hacerle algunos análisis en la clínica sin cargo... por supuesto que podemos extenderle un certificado médico... Le aseguro que no va a haber problema.... Ser doctora tiene algunas ventajas! Sólo necesito su autorización escrita. Envíemela con Pedro en un sobre, le parece?... Perfecto, espero poder conocerla personalmente... que tenga buen viaje."
La bomba llegó después de la cena. Pedro estaba sentado al lado de Andrea en la mesa, frente a la Dra. Cintia Martinez y su hermana. Al principio se había sentido incómodo mientras se sentaban a cenar. Sabiendo que la Dra. Martinez lo había tenido en su regazo dándole una paliza en el trasero le provocaba un escalofrío.
Aunque Andrea le había dicho a Pedro que se vistiera informal pero con saco. Andrea llevaba puesta la chaquetilla médica blanca sobre su vestido. Deliberadamente había dejado abierta a la mitad el cierre de cremallera, lo que dejaba que sus pechos asomen cuando ella se inclinaba. Una joven y hermosa camarera sirvió la comida. Aunque la cena fue informal, la joven camarera llevaba el tradicional vestido negro con el delantal blanco. Lo que era menos tradicional era lo extremadamente corto y sexy del vestido, que mostraba sus largas y bien formadas piernas. También su cintura apretada por un ancho cinturón, mostraba un estómago plano. Sus pechos era turgentes y hermosamente firmes, inusuales para un torso tan delgado... asomándose hacia afuera y arriba. Pedro la había mirado varias veces para asegurarse, antes de notar que sus pezones se marcaban en la tela del uniforme. Pese a no haber tenido mucho tiempo para dedicarle a la joven camarera, su corto y revelador vestido parecía corresponder a su rol como servidumbre.
Más temprano Andrea le había mostrado su cuarto que incluía un baño en suite. Ella había sido cuidadosa de mantener la conversación a una demostración de las comodidades... dónde se guardaban las toallas y cosas de toilette... cómo manejar las cortinas automáticas que cubrían las ventanas panorámicas, etc. ... Le había dicho que Catalina, la mucama se ocuparía de lavar su ropa y arreglar y cambiar su ropa de cama y que mantendría la habitación ordenada y limpia. Para sorpresa de Pedro, después de mostrarle la pileta y los jardines Andrea volvió a llevarlo a su habitación. Notó que la mucama había sacado su ropa de la valija y la había acomodado prolijamente en los cajones y el placard.
Andrea, Cintia y Susy se habían asegurado de que Pedro se sienta cómodo durante la cena. Astutamente evitaron hacerle preguntas directas. Simplemente lo incluyeron en la conversación. La joven camarera había llamado la atención de Andrea varias veces mientras servía la comida y habían intercambiado miradas. En cuanto la cena terminó Pedro fue el primero en hablar ignorando que él iniciaba su propio tormento.
- Ah... er... Dra. Martinez, casi me olvido. Mi mamá me dio esta carta para que se la entregue - Pedro se las había ingeniado para no ponerse colorado mientras hablaba con Cintia. Buscó en el bolsillo de su saco y le entregó el sobre cerrado a través de la mesa de roble. Si hubiera conocido el contenido de la carta hubiera sido menos servicial! Cintia evitó mirar a Andrea o a Susy mientras agarraba el sobre. Ya sentía la excitación que emanaba de Andrea mientras abría la carta y leía su contenido en silencio. No levantó su mirada mientras Catalina, la camarera, levantaba la vajilla. Era como si la mucama también conociera el contenido de la carta y quisiera permanecer en la habitación para ver lo que iba a suceder. Cintia esperó por un momento ante de dirigirle la palabra al muchacho.
- Gracias Pedro, sí, casi me olvido. Le pregunté a tu mamá si ibas a necesitar alguna medicación durante tu visita. Me dijo que sos muy saludable pero que hace dos años que no te hacés una revisación médica... asi que... como doctora de la clínica, le hice una oferta a tu mamá, hacerte una completa revisación médica mientras estás con nosotras - Cintia vio como la cara del chico rápidamente se puso colorada y miraba hacia abajo ante la noticia. Ella continuó - Tanto mi hermana como yo somos doctoras, así que te vamos a hacer un examen físico completo. Tu mamá ovbiamente está pensando en tu propio bien. De hecho creo que estaba bastante preocupada que pasara tanto tiempo sin que un profesional te examine. Estaba muy complacida cuando le dije que te íbamos a examinar sin cargo en el consultorio que tenemos aquí mismo, en casa.
Cintia vio las mejillas de Pedro enrojecerse de vergüenza y continuó.
- Bueno Pedrito, podemos revisarte ahora mismo, así no tenemos que preocuparnos por vos durante el resto de tu visita.
Todas miraban al chico inmóvil en su silla. Todas notaban su cara rojo brillante mirando hacia abajo. Todo el cuerpo del chico temblaba de vergüenza mientras vanamente trataba de ocultar su humillación. Cintia continuó como si no estuviera diciendo nada que pudiera avergonzar al chico.
- Andrea te va a llevar al consultorio. Quiero que te quites toda la ropa. Te quiero completamente desnudo porque voy a hacer un examen muy profundo. Quiero que te portes bien y no nos des trabajo. Andá con Andrea y desnudate.
Pedro temblaba de vergüenza cuando se paraba. Sus labios temblaban cuando miró a la Dra. Martinez.
- Er... por favor doctora... yo no necesito... la revisación médica... yo estoy... er.... bien...
Cintia podía ver que el chico estaba al borde de las lágrimas y le habló suavemente.
- Pedrito, tu mamá estuvo encantada con mi sugerencia y ahora no puedo defraudarla. Portate bien y obedecé. Ya sabés lo que les pasa a los chicos desobedientes... y yo sé que vos no querés que yo tenga que llamar a tu mamá para decirle que te tengo que dar una paliza en ése lindo culito. Deliberadamente no le mencioné a tu mamá lo desconsiderado que fuiste llegando tarde... y que ya tuve que aplicarte un correctivo. Seguramente no querés que tenga que decirle que te portaste mal otra vez y que tengo que darte otra paliza, no? - estaba encantada que Pedro siguiera mirando hacia abajo humillado y resignado a su destino. - Andrea, agarrá la mano del paciente y llevalo al consultorio. Si el paciente no obedece quiero que le des una paliza en la colita. Enfermera Andrea, va a castigar al paciente si no obedece?
Andrea miró a su madre a los ojos. Tenía una expresión seria mientras miraba a Pedro por el rabillo del ojo.
- Doctora, el paciente me va a obedecer. Lo conozco. Estoy segura que no voy a necesitar someterlo al correctivo.
Andrea giró hacia Pedro y esperó a que levantara la cabeza. Lo miró a los ojos y le habló.
- No me vas a obligar a castigarte, no Pedrito? Sería muy vergonzoso - Andrea vió el pánico en la cara del muchacho. Esperaba que Pedro no se diera cuenta que ella no sentiría absolutamente ninguna vergüenza, de hecho no podía esperar a tener su trasero desnudo sobre su regazo. Los ojos de Pedro brillaban con lágrimas mientras miraba a Andrea.
- Noooo, por favor señorita enfermera... yo voy a obedecer - la última parte de la frase fue casi un llanto de angustia mientras bajaba la mirada.
Cintia volvió a hablar con voz firme y resuelta.
- Enfermera conduzca al paciente al consultorio.
Andrea lo llevó por los corredores de la gran casa hacia el consultorio.
El consultorio había sido usado por su difunto padre y no lo habían abierto desde su muerte aunque como todas las habitaciones de la casa se mantenía limpio y en prístinas condiciones. Pedro se arrastró los últimos metros hasta llegar a la blanca puerta del consultorio. No se atrevía a mirar a Andrea ni dirigirle la palabra mientras ella lo llevaba del brazo como a un chico. Quedó allí parado con su cuerpo temblando con tierna vergüenza mientras ella abría la puerta y lo obligaba a entrar.
La habitación era extremadamente grande y bien organizada. Higiénicas baldosas blancas cubrían el piso. Una gran luz circular de cirugía colgaba del techo dominando la habitación, debajo una camilla. La superficie de cuero estaba cubierta por una impecable sábana blanca, que también mantenía los estribos ocultos. A la derecha una gran balaza y detrás una línea de tres lavatorios de brillante acero inoxidable con estantes llenos de todo tipo de parafernalia médica. Al lado del lavatorio había una abertura sin puerta que llevaba a un gran baño. Si Pedro hubiera podido ver dentro del luminoso baño, se hubiera mortificado todavía más. Pedro ignoraba que, inmediatamente después de la conversación de la Dra. Cintia Martinez con su madre, Cintia y Susy se habían dedicado a inspeccionar y acondicionar ése baño en una singular preparación para la revisación médica del joven. Una banco bajo cubierto con una manta de goma había sido colocado en medio del baño, a su lado una mesa con jeringas de vidrio de barios tamaños con bulbos de goma. No podría haber confusión en el propósito de estos instrumentos, como tampoco el de la bolsa plástica para fluídos suspendida desde un soporte cromado sobre el banco. La bolsa estaba rodeada por un cobertor para asegurar mantener el contenido a temperatura óptima. Un tubo de goma rojo serpentea desde la bolsa hasta la superficie de la mesa. El final del tubo tiene una cánula de metal brillante, delicadamente curva. El fálico instrumento es bastante grueso y se va estrechando rápidamente. Detrás de la parte estrecha hay una brida que le permite ajustarse firmemente contra el esfinter. La punta de la cánula termina en un pequeño bulbo oval. Una abertura al final del bulbo permite despedir grande montos de agua y puede controlarse a través de un pequeño grifo en el extremo de la cánula. La cánula esta apoyada en la mesa a lado de varios recipientes de lubricante quirúrgico. Al lado de los recipientes un recipiente metálico para espuma de afeitar con una brocha, a lado de varias navajas y otros instrumentos. El próposito de alguno de los instrumentos, como los tres espéculos de diferentes tamaños son instantáneamente reconocibles, pero otra parafernalia médica luce amenazante sin poder identificar inmediatamente su propósito. En un estante sobre la mesa hay una variedad de recipientes, goteros y toallas. Detrás del estante, contra la pared, una serie de lavatorios y a su lado un moderno inodoro quirúrgico de acero inoxidable fijado al piso. Al lado del inodoro un bidet de acero inoxidable con varios grifos y controles a cada lado. Sobre los lavatorios, estantes donde se disponían ordenadamente delantales de goma y cajas de guantes de látex. Al otro lado, una bañera con una ducha flexible y a su derecha un autoclave de acero inoxidable.
Andrea sonrió mientras Pedro miraba ansioso el consultorio. A la izquierda de la camilla había un moderno escritorio. Frente al escritorio una silla y detrás un sillón ejecutivo. La superficie del escritorio era de brillante acrílico blanco y sobre él una carpeta con varia hojas y un teclado telefónico. Una de las esquinas de la habitación estaba cubierta por una cortina, creando un pequeño cubículo de privacidad... y a esta sección del consultorio fue donde Andrea llevó a Pedro.
Andrea lo enfrentó y tomó el rostro de Pedro entre sus manos, sus palmas acariciando las ardientes mejillas. Tan pronto como lo miró a los ojos, ella pudo ver reflejada toda su humillación. Sintió la excitación recorrer su cuerpo mientras le hablaba, saboreando la angustiada mirada del chico reflejada en su inocente joven rostro.
- Pedrito, ahora te vas a desnudar. Todo. Incluso la ropa interior. La tía Susy va a llegar en cualquier momento para empezar a revisarte. Portate bien y no me des trabajo - abrió la cortina y lo empujó del otro lado. Lo miró parado al lado de la pequeña silla, único mueble dentro del cubículo. Él parecía congelado por la vergüenza y la incredulidad.
- Qué pasa Pedro? Querés que te ayude a quitarte la ropa? - Andrea notó la mirada de humillación en la cara de Pedro.
- Noooo... er... no señorita enfermera... por favor... er.... yo.... puedo solo... - ella sonrió encantada por la angustia y aceptación del muchacho.
- Muy bien, ahora voy a correr la cortina para que te quites la ropa. Apurate - Andrea dio un paso atrás y cerró la cortina dejando a Pedro temblando ante su destino.
Las manos le temblaban mientras empezó a quitarse la ropa. Los sentimientos de Pedro estaban tan confundidos que todavía no podía organizarlos. Se desnudó avergonzado. Le parecía extraño estar otra vez quitándose la ropa en la case de Andrea esperando para presentarse desnudo ante su madre. Él temblaba de vergüenza. Se sintió al borde de las lágrimas cuando quedó en calzoncillos y dobló sus pantalones sobre la silla. Conteniendo el aliento pasó sus dedos por el elástico y bajó los calzoncillos. Temblaba humillado cuando los levantó para dejarlos junto a sus pantalones. Se cubrió los genitales con las manos, desnudo con la piel de gallina y esperó.
Susy se tomó su tiempo a través del corredor. Se había puesto su chaquetilla médica blanca y lucía realmente sexy. Se había asegurado que tanto su peinado como su maquillaje resalten su cuerpo desnudo bajo la chaquetilla. Le encantaba la sensación de estar desnuda debajo de la chaquetilla de doctora. La sensación de la suave tela de algodón contra su piel, la sensación de caricia contra sus pechos hasta sentir los pezones erectos. Se miró, notando con malvado placer, las formas de sus redondos pechos presionando contra la chaquetilla de algodón. Abrió la puerta del consultorio. Cuando entró notó el sonido del chico conteniendo la respiración. Ella sabía que él probablemente haya estado esperando su llegada. Ella sabía exactamente lo avergonzado que se sentía el chico, desnudo y vulnerable, preguntándose que iba a pasar con él. Caminó hasta el cubículo e inmediatamente corrió la cortina para verlo con las manos cubriéndose los genitales. Susy estaba encantada de ver que su recuerdo del lindo chico desnudo era preciso. "Qué lindo chico" pensó mientras lo miraba de arriba a abajo.
- Pedro, no quiero problemas mientras te preparo. Desde ahora me vas a decir Dra. Susana... o doctora. Sí? - y sin esperar respuesta agregó - Al baño!
Se corrió para dejar que el joven, todavía cubriéndose los genitales, atravesara los blancos mosaicos hacia el baño que ella misma había ayudado a preparar más temprano. Giró para ver la cara del chico al entrar, deleitada con su mirada de pavor al ver la banca y la mesa con la plétora de instrumentos y jeringas.
- Vamos Pedro, te quiero en la banca apoyando manos y rodillas... mirando a la pared. Te voy a hacer una enema. No me mires con ésa cara. No pretenderás que te revisemos sin antes limpiarte como corresponde! - Susy sabía que no eran sólo sus palabras sino también la belleza de su rostro y su cuerpo lo que tenía un efecto tan devastador en la mente del muchacho. Estaba absolutamente encantada cuando le vio la expresión de parálisis. Estaba parado, temblando de vergüenza y con las manos cubriendo sus genitales.
- Vamos, vas a tener que mover ésas manos para asumir la posición que te ordené. Así que mejor me empezás a obedecer. Parate derechito y con las manos a los costados, ya!
La Dra. Susy no esperó, directamente fue a los estantes sobre los lavatorios, sacó un par de guantes de látex y empezó a ponérselos. Giró para mirarlo mientras se ajustaba los guantes a las muñecas y los deslizaba por sus dedos. Le encantó ver que finalmente le había obedecido. Él estaba de pié temblando con sus manos retorciéndose nerviosas a los costados de su cuerpo mientras la observaba profundamente humillado. Ella lo miró de pies a cabeza. Cuidadosamente le miró el pene y los testículos mientras él se quedaba quieto con las manos a los costados. Ella observó como el pene crecía hermosamente, pero le intrigó aun más ver que ambos testículos estaban hinchados, manteniendo la piel del escroto tensa alrededor de los testículos.
- Subite a la banca y apoyá las manos y las rodillas.... vamos obedecé! - ella se dirigió detrás de la banca viéndolo ponerse muy colorado. Lo miró como trepó torpemente a la banca y apoyó manos y rodillas. Se sonrió cuando lo vio juntar sus rodillas. Él la miró.
- Quiero las piernas del paciente tan separadas como te lo permita la banca.... vamos... - Susy esperó mientras él luchaba con su intimidad. Lentamente lo vio ir separando las piernas hacia los extremos de la banca. El pene y los testículos se le hicieron claramente visibles cuando ella le indicó que separara más las piernas con suaves golpecitos en el interior de sus nalgas.
- Un poco más Pedrito... tenés más lugar... abrí bien las piernas - ella notó como él luchaba con su vergüenza hasta que finalmente puso las piernas en los extremos de la banca. La Dra. Susy podía ver claramente el pene y los testículos colgando entre sus piernas mientras disparaba otro dardo a su intimidad.
- Muy bien... mucho mejor... ahora apoyá los codos en la banca... y la cabeza mirando a la derecha - ella lo podía ver temblar mientras le hablaba. Todo el cuerpo del chico se retorcía nerviosamente a medida que los brazos se apoyaron en la superficie de goma. Gradualmente, también fue separando los codos hasta que el pecho tomó contacto con la fría superficie. Con rara aceptación, apoyó la cabeza en sus manos. La Dra. Susy indicándole que gire la cabeza a la derecha, se aseguró que el paciente tenga una completa y hasta intimidatoria visión de los preparativos. Pedro estaba confundido, avergonzado y en una posición humillante. Estaba consciente que sus glúteos estaban bien separados y que su pene y testículos colgaban entre sus piernas a la vista de la hermosa doctora.
- Muy bien... ahora quedate bien quietito - le dijo mirándolo a los ojos mientra hundía sus dedos en uno de los recipientes de lubricante quirúrgico. No podía resistir recubrir sus dedos abundantemente con el espeso gel mientras él observaba cada movimiento de la doctora.
- Ahora Pedro quiero que relajes el culito mientras te penetro... asiiii... bien relajaditoooooo - le murmuró mientras se ubicaba tras él y apoyaba su mano izquierda en sus temblorosos glúteos. La Dra. Susy sintió las cosquillas de excitación recorriendo su cuerpo mientras en forma deliberadamente lenta deslizaba sus dedos entre las nalgas de su trasero. El primer tacto íntimo con su piel hizo gemir a Pedro de vergüenza. Se sintió muy tonto y desamparado en su posición abierta y vulnerable, muy humillado por tener que permitir que las manos de la doctora tengan completo acceso a su intimidad, explorando entre sus glúteos.
- Quedate bien quietitoooo... obedecé... - las palabras de la Dra. Susy lo hacían sentir menospreciado mientras su dedo le acariciaba el esfinter. Ella sonrió cuando este primer contacto íntimo le provocó un fuerte jadeo al joven. Rápidamente empezó a acariciar con su dedo cubierto por el guante de látex a lo largo del pliegue del trasero, viendo como el esfinter del chico se retraía cada vez que acariciaba la rosada piel.
- Respirá hondo Pedro... - las suaves palabras provocaron más preocupación en el chico a medida que los movimientos de la mano de la Dra. Susana se volvían más audaces. La punta de los dedos de la doctora presionaron con fuerza contra la temblorosa entrada de su ano. De repente ella vio el esfinter dilatándose e inmediatamente presionó contra el tembloroso músculo, viendo la punta de su dedo desaparecer dentro de él.
- Oooooohhh aaaaaaaggghhhhh - gritó mientras ella hábilmente incrementó la presión, deslizando todo su dedo profundo dentro del tembloroso ano del chico. El cuerpo desnudo tembló y se sacudió en un espasmo involuntario mientras ella lo penetraba cuidadosamente.
- Shhhhh.... relajate..... - rápidamente buscó la cánula y la deslizó por sobre la punta de su dedo. Con un practicado movimiento deslizó el dedo fuera del ano y al mismo tiempo lo sustituyó por la redondeada cánula metálica.
- Vamos Pedrito... respirá hondo...
- Oh nooooo por favor Doctora! - ignorando las protestas de Pedro deslizó profundamente el instrumento viendo como la piel se estiraba alrededor de la gruesa cánula metálica hasta que de repente el esfinter se cerró sobre la parte más fina, como absorviendo el intrumento hasta que la brida lo detuvo.
- Ooooooohhhh.... aaaaahhhh - gritó mientras la cánula invadía su ano. El chico trató de sacudirse mientras el instrumento le dilataba el esfinter más de lo que él creía posible. Sin demasiado cuidado la Dra. Susy presionó firmemente hasta que posicionó el instrumento en la posición deseada.
- Quedate quieto. No te muevas hasta que termine. Te vas a portar bien y vas a obedecer a la doctora? - la Dra. Susy sintió el cuerpo del chico temblar.
- Nooooo... por favor.... Doctora.... er.... Doctora....
Ella sonrió mirándole los glúteos temblar mientras traba de adaptarse a la sensación de la cánula firmemente posicionada en su ano. La doctora se quitó los guantes y los descartó en un cesto. Agarró un nuevo par y se tomó su tiempo para ponérselos y ajustarlos hasta sentirlos como su segunda piel. La doctora se inclinó sobre su paciente y apoyó so mano izquierda en su glúteo girando la llave de la cánula a la izquierda. Antes que él pueda protestar frente al repentino flujo de agua, ella deslizó su mano enguantada por entre sus nalgas y agarró sus testículos, atrapándolos entre sus dedos suavemente a través del escroto. Él se sacudió al sentir los dedos cubiertos de látex suavemente rodeando sus inflamados testículos. Se sintió desamparado, ella lo tenía cautivo.
- Puede ser que sientas una sensación rara en el pitito y las bolitas bebé... a veces pasa mientras te lleno la pancita de agua. Es normal... relajate - la Dra. Susy sabía que la sensación del agua entrando en sus intestinos iba a ser muy intensa. Sentía el cuerpo del chico temblando y respirando profundo.
- Ooooooohhh.... oh... oh! - Pedro suspiraba mientras el agua parecía invadir todo su cuerpo. La sensación no se parecía a nada que hubiera sentido hasta ahora. La Dra. Susana dejó que la manga de su chaquetilla blanca rozara contra la punta de su pene mientras ubicaba la palma de su mano contra el estómago del paciente. Con la otra mano seguía acariciándole el trasero suavemente.
- Así... Portate bien bebé... Un poquito más y termino... - la Dra. Susy fue hasta el lavatorio y preparó un poco de agua tibia en una de las jeringas con bulbo de goma y otros recipientes de acero inoxidable que dejó cerca de la banca, antes de volver su atención al tenso muchacho. Esperó unos cuantos minutos más antes de apagar el grifo y una vez más deslizó su mano bajo el estómago del joven. Sintió el pene moviéndose contra la manga de su chaquetilla mientras ella suavemente movía su mano cubierta por los guantes de látex a su bajo ventre.
- Quiero que te quedes en esta posición mientras te rasuro la cola. Primero te voy a sacar la cánula del culito... respirá hondo - fue como si ella fuera indiferente a los sentimientos de su paciente, sólo agarró la cánula e inmediatamente la quitó del ano en un solo hábil movimiento.
- Aaaarrggghhhh..... ooooooohhhhhhh - gritó Pedro cuando la parte gruesa de la cánula atravesó su esfinter - Oooooohhh...... ooooohhhhhh!!!! - no tuvo tiempo de acostumbrarse a la dilatación de su esfinter cuando sintió la espesa brocha de afeitar deslizándose por entre sus glúteos.
- Ahora te quedás bien quietito. Los nenes a veces se ponen caprichosos cuando les tenemos que afeitar los culitos.
Pedro quería protestar, pero se sentía tan menospreciado que se mantuvo en silencio mientras la Dra. Susy esparcía la espuma de afeitar por cada centímetro de su trasero antes de empezar a mover la brocha sobre su escroto. Pensó que se iba a desmayar de vergüenza mientras la joven médica empezó a afeitarle los pliegues del trasero. Centímetro a centímetro la navaja se movía por las partes más íntimas de su piel. Se sobresaltó cuando ella sostuvo el escroto y tiró hasta dejarlo tenso y rasuró detrás de los testículos.
- Pedrito, quiero que juntes las rodillas y aprietes la colita... vamos, portate bien... obedecé! - la Dra. Susy miró al chico obedecer. Sus movimientos eran torpes pero se las ingenió para hacer lo ordenado - Bajá de la banca pero mantené la cola bien apretada y sentate en el inodoro - ella lo miró bajar de la banca. Para la Dra. Susy era obvio que el pene del paciente estaba creciendo, pese a que todavía colgaba entre sus piernas. Lo miró dirigirse hacia el inodoro y sentarse. Ella sabía la vergüenza que le iba a dar al chico liberar la enema. Con una sonrisa profesional en el rostro lo observó y espero sabiendo que a Pedro le iba a resultar imposible retener la enema por mucho más tiempo. Se quitó los guantes de látex y se puso otro par. Estos guantes no eran de látex sino de goma, pero muy muy finos y con alta sensibilidad tactil. Se los ajustó y agarró una toalla. Se acercó a Pedro nuevamente justo para escucharlo liberar la enema. Pedro miró al piso con vergüenza mientras despedía la enema como un chorro. Se puso muy colorado cuando el agua caía haciendo ruido contra el inodoro de acero inoxidable. La Dra. Susy sonreía.
- Muy bien bebé... separá las piernas que te voy a revisar la cola - y miró al chico paralizarse mientras hurgaba entre sus piernas rozando su pene y testículos mientras buscaba el ano con la toalla. En seguida ella lo ayudó a levantarse y tomar asiento en el bidet. Miró el inodoro y notó que el agua que el paciente había expulsado era clara mientras presionaba el botón de desagote.
- Cuándo fue la última vez que fuiste de cuerpo Pedrito? - preguntó la médica provocando que el chico se ponga colorado.
- Er... antes de comer... Dra. Susana...
La Dra. Susy asintió mientras agarraba uno de los controle del bidet.
- Ahora bien quietito y con las piernas juntas. No te muevas. No quiero que salpique ni una gota de agua!
Ella sonrió mientras el chico se sentaba derecho y muy quieto, cuando de repente, recibió el frío chorro de agua contra su esfinter. Ella lo miró encogerse avergonzado mientras dejaba que el agua fría le golpee el trasero. Después de un minuto, ella cerró la llave y lo agarró del brazo.
- Vamos Pedrito... terminemos de rasurarte - y lo llevó de vuelta a la banca. El agua del bidet le goteaba entre las piernas mientras, más que caminar, trastabillaba hacia la banca. La Dra. Susy lo miró a la cara.
- Vamos Pedrito! Sentadito en el borde de la banca, con las piernitas bien separadas y sin tocar el piso... así... ahora acostate con los brazos sobre la cabeza... asi... - lo miró mientras él escuchaba incrédulo cada palabra de la doctora, pero sin adoptar la posición indicada.
- Pedrito... si no me empezás a obedecer más rápido te voy a tener que dar una paliza en la colita... - amenazó la Dra. Susy y muy avergonzado Pedro obedeció, con los labios temblorosos y abrió las piernas y se recostó con los brazos sobre su cabeza. La mente del chico estaba completamente confundida, sus emociones al límite por la vergüenza y la humillación.
La fría expresión de la doctora y la belleza de su rostro hacían temblar al chico acostado desnudo frente a ella. A lo mejor, si la doctora no hubiera sido tan hermosa él no sentiría tanta vergüenza. Pero el cuerpo delgado y las delicadas facciones de la Dra. Susy lo volvían loco. Ella estaba de pié, sosteniendo sus manos enguantadas por sobre su cintura y lo observó desnudo sobre la banca frente a ella. Descuidadamente la Dra. Susy le separó las piernas un poco más antes de volver a la mesa, quitarse los guantes y descartarlos, ponerse un nuevo par de guantes de látex y buscar la crema de afeitar y la navaja. Con una sensación de excitación recorriendo su cuerpo, ella se inclinó sobre el chico y empezó a ponerle crema alrededor del pene y testículos con la brocha, hasta que toda el área estuvo cubierta por la espesa crema de afeitar. Ella notó que él había girado la cabeza para no mirarla, dejó la brocha y levantó la navaja. La Dra. Susy estaba atravesando por un momento delicioso.
- Pedrito, mirame! Ahora voy a proceder a rasurarte el pubis... o sea, el pitito y las bolitas... Te vas a quedar bien quietito y callado... especialmente bien quietito... está claro?!
La Dra. Susy pudo ver que Pedro estaba asustado. Los labios le temblaban y tenía lágrimas en los ojos.
- Te vas a portar bien y me vas a obedecer?
La voz de Pedro temblaba mientras apenas podía susurrar una respuesta.
- Oooohhh... s... sí... Doc.... Dra. Susana...
Muy profesional la Dra. Susy lo agarró de la punta del pene con los dedos pulgar e índice y lo sostuvo lejos del cuerpo del paciente.
- Así me gusta Pedrito... bien quieto y calladito...
Pedro se moría de vergüenza mientras ella le sostenía el pene mientras le pasaba la navaja todo a lo largo. Durante los próximos minutos, ella le afeitó todo el pubis, manipulándole el pene hábilmente y como si ésa acción no fuera a tener consecuencias. Ella podía sentir la carne creciendo gradualmente en su mano mientras deliberadamente lo estimulaba cada vez que lo tocaba, pretendidamente para facilitar el trabajo de la navaja. Ella lo escuchó jadear varias veces y de repente él pegó un grito cuando la doctora deslizó sus dedos cubiertos por los guantes de fino látex alrededor del glande y a lo largo del pene y retiró el prepucio para luego apoyar el pene sobre el estómago del chico.
- No seas chiquilín Pedro! Ya casi termino... Quedate quieto!
La vergüenza de Pedro no tenía límite mientras ella le pasaba una toalla húmeda contra el pubis limpiando los restos de espuma de toda la entrepierna. Pasó la toalla entre las piernas del chico varias veces antes de inclinarse para examinarlo cuidadosamente y asegurarse que estaba completamente limpio de vello púbico. Ella le levantó el escroto y examinó la suave piel rosada y notó que también estaba limpia.
Pedro podía sentir el aire fresco contra la piel recién afeitada, nunca se había sentido tan desnudo. No pudo evitar mirarse, quejándose avergonzado, mientras ella le miraba el pene completamente erecto. El chico dio vuelta la cabeza angustiado.
- Qué vergüenza Pedro... se te puso duro el pitito! Cómo es que no podés controlar ése pito? - las palabras de la doctora lo hacían sentir como un chico inmaduro y avergonzado - Ahora quedate quieto... te voy a rasurar las axilas, así te podemos revisar los nódulos linfáticos. Dejá los brazos sobre la cabeza.
Pedro no podía dejar de mirar el bello rostro de la Dra. Susy mientras se inclinaba sobre él para aplicar espuma en sus axilas. Aunque la brocha le hacía cosquillas se las ingenió para quedarse quieto mientras ella lo rasuraba. Él sintió la perfumada respiración de la doctora contra su rostro mientras ella le pasaba la navaja por la piel. Él la miró avergonzado mientras ella rodeaba la banca con la brillosa navaja en su mano enguantada, y procedió con su otra axila, afeitando el vello cuidadosamente hasta que la piel quedó totalmente suave.
La Dra. Susy sabía perfectamente que el pene del paciente seguía totalmente erecto cuando lo hizo levanterse de la banca. En lugar de avergonzarlo todavía más, en este punto ella se dirigió a la bañera y encendió los grifos. Miró cómo se llenaba la bañera hasta la mitad en menos de dos minutos. El control automático suministraba la temperatura perfecta. Miró al chico parado desnudo al lado de la banca y le sonrió. Todavía tenía el pene erecto y estaba obedientemente con las manos a los costados del cuerpo. Había bajado la mirada, con el mentón contra su pecho.
- Vamos Pedrito, sentate en la bañera... te voy a dar un baño para dejarte bien limpito - ella miró al chico ponerse cada vez más colorado mientras trastabillaba hasta la bañera.
El pene se le movía al caminar, aumentando su humillación paso a paso. Él evitó mirarla mientras entraba en la bañera. Rápidamente se sentó y la miró, agradeciendo que su pene había quedado bajo la superficie del agua.
La Dra. Susy se ocupó de recolectar jabones, shampoos, esponjas y toallas que puso al lado de la bañera. Ella había considerado hacer que el chico quedara de pié en la bañera y asegurarlo a un riel de seguridad sobre su cabeza. Sin embargo le gustaba más la idea de bañar al muchacho como si fuera un chico de siete u ocho años.
- Cerrá los ojitos y tirá la cabeza para atrás. Te voy a lavar la cabeza - la Dra. Susy lo miró y espero que la obedeciera. Le encantaba la visión de los perfectos rasgos de Pedro allí sentado con su joven rostro mirando hacia arriba esperando que ella lo manipule a su antojo. La Dra. Susy pensó que a lo mejor el joven podía olvidar algo de su vergüenza cuando lo vio cerrar los ojos con fuerza. Con cuidado derramó agua tibia sobre la cabeza del muchacho hasta mojar todo su cabello. Suavemente, casi amorosamente, empezó a lavarle el cabello. Sus manos cubiertas por los suaves guantes de látex lo acariciaban sensualmente. Sus dedos jugaban con el cabello en la nuca antes de deslizarse hacia las orejas y bajo su mentón. Podía sentir la respiración del chico haciéndose más profunda y más regular a medida que le enjuagaba el cabello y empezaba a enjabonar su suave pecho. Ella se ubicó detrás de él y se sentó en el borde de la bañera mientras deslizaba sus delicados dedos cubiertos por los guantes de látex sobre los hombros del chico y pasaba jabón sobre la suave piel de sus axilas. De un modo casi íntimo ella pasó sus brazos bajo los de él y suavemente le pasó jabón por el pecho. Los dedos de ella jugaban con las tetillas de él. Ella le habló suavemente, mejilla a mejilla.
- Asi... te vamos a dejar bien bien limpito - le murmuró mientras lo enjabonaba - Mmmm... un bebé bien limpito... te voy a pasar mucho mucho jabón... suave... muy suave... Reclinate y dame los pies bebé.
Con cuidado lo ayudó a reclinarse en la bañera y apoyar su cabeza contra el borde. Ella notó que Pedro seguía con los ojos muy cerrados mientras iba al otro extremo de la bañera y sacaba una de sus piernas del agua. Suavemente le enjabonó el pié, deslizando los dedos enguantados de ella por entre los dedos del pié de él, limpiándolo con cuidado. Dejó caer la pierna al agua cuidadosamente y procedió a lavar la otra del mismo modo.
- Vamos a limpiar bien estos deditos - los finos dedos de ella se deslizaban y presionaban los pies del muchacho - Así... vamos a dejar las piernas en el agua para enjuagarlas.
Ella podía escuchar a Pedro respirando profundamente mientras se retiraba un poco para admirar el joven cuerpo. Lo dejó por unos minutos y aprovechó para cambiarse los guantes de látex por otro par nuevo, después acarició las mejillas del chico con las manos recién enguantadas.
- Despertate Pedrito. Ahora te vas a tener que portar muy bien... parate. Hay una guía de seguridad sobre tu cabecita. Quiero que te pares y te agarres de la guía así no te patinás. Querés que te ayude o lo podés hacer vos solito? - Ella lo miró pararse inseguro, nervioso y avergonzado mientras estiraba los brazos por sobre su cabeza y se agarraba de la barra. Se paró con las piernas juntas y la Dra. Susy se dio cuenta que aunque no tenía el pene totalmente erecto, todavía lo tenía rígido y mirando hacia arriba en lugar de estar colgando entre sus piernas. Ella dio un paso atrás y lo observó de arriba a abajo ajustándose los guantes.
- Mirame Pedrito. Quiero que te pares con las piernas bien saparaditas... y los brazos bien estirados... vamos... obedecé... - ella lo vió ponerse colorado de nuevo mientras asumía la posición ordenada - Muy bien... así... te estás portando muy bien... Ahora te voy a lavar el pitito y las bolitas, te vas a portar bien? - ella apoyó sus manos sobre las caderas de su paciente, las deslizó a su alrededor y le acarició con sus palmas enguantadas sus firmes glúteos.
- Cuando te penetre quiero que relajes el culito, sí?... me vas a obedecer bebé? - a la Dra. Susy le encantaba que sus palabras humillaran al chico. Lo miraba temblando. Deliberadamente cubrió los guantes de látex que cubrían sus manos con jabón líquido y se aseguró que él la observara haciéndolo. Se acercó a la bañera, lo miró a los ojos y suavemente le agarró los testículos con su mano derecha. Si más preámbulo deslizó su otra mano alrededor de la cadera y hundió sus dedos en el pliegue de su trasero. Lenta y sensualmente lo empezó a enjabonar. Lo sintió temblando cuando por un momento retiró sus manos para luego apoyar los húmedos dedos enguantados sobre su pene. Descuidadamente retiró el prepucio y empezó a enjabonar el glande con la otra mano. Ella lo sostenía firmemente mientras el joven se retorcía tratando de escapar de la incómoda situación.
- Aaaahhhh.... oooohhhh.... - se quejó Pedro angustiado mientras los dedos de la doctora le asaltaban sus sentidos.
- Quedate quietito... hay que limpiar bien este pitito bebé... vas a ver qué limpito quedás... - la Dra. Susy siguió enjabonando diligentemente todo el pene, ignorando por completo las protestas del joven, hurgando con los dedos cubiertos por los guantes de látex por los inocentes sentimientos sexuales de Pedro.
De pronto, ella soltó la mano derecha que sostenía el pene y la deslizó entre las piernas del chico. Sin aviso ella deslizó sus suaves dedos profundamente entre las nalgas y ubicó el esfinter. Hábilmente penetró a Pedro con su dedo enguantado. Todo el cuerpo del chico tembló mientras ella empujaba el dedo hacia arriba y al mismo tiempo deslizaba su mano izquierda todo a lo largo del pene, tirando el prepucio hacia atrás. Ella sintió que el pene empezaba a palpitar fuera de control mientras lo sostenía firmemente.
- Aaaarrrgghhhh.... oooooohhh... oh por favor doctora.... err... doctoraaaa... por favor...
- Quedate bien quietito Pedro... ya casi termino... - la Dra. Susy lo sostuvo entre sus manos cubiertas por los guantes de látex hasta asegurarse que el chico estaba al borde de la eyaculación. De repente deslizó sus dedos fuera del ano y lo liberó. Con algo de maldad, agarró la ducha de mano y lo enjuagó con agua fría. Lo miró temblando con la sensación que le provocaba y continuó dirigiendo el agua contra los genitales, el pene y el escroto hasta estar segura que el momento de excitación había pasado
- Pedrito - dijo la Dra. Susy - ahora te seco y te dejo listo para la revisación médica.
Fueron diez minutos y tres suaves toallas que Pedro tuvo que soportar de pié frente a la hermosa doctora. Ella lo obligó a quedarse parado con las piernas separadas y las palmas de sus manos apoyadas en la cabeza. La doctora lo examinó, deleitada con el cuerpo desnudo mientras él temblaba de vergüenza. El pene palpitante y el hinchado escroto parecían más grandes ahora que el pubis estaba completamente rasurado. La suave piel se veía pálida bajo las luces del consultorio. La Dra. Susy se tomó su tiempo para re examinar el cuerpo de su paciente. Estaba encantada por cómo había manipulado al muchacho. Ella se adelantó y tocó con la punta de sus dedos enguantados la zona del pubis recién afeitado, justo arriba del pene. A su contacto, el chico trató de dar un paso atrás y ella lo advirtió.
- Qué fue éso?!... Te quedás quieto mientras te reviso!
La Dra. Susy se inclinó para deslizar sus dedos a cada lado del pene. Pedro involuntariamente trató de evitar el contacto, retirándose hacia atrás mientras los dedos de la doctora le rozaban los genitales.
- Muy bien Pedro, date vuelta y agarrate los pies - ella lo miró ponerse colorado y sin ánimo para obedecer. Él se sintió humillado cuando empezó a inclinarse.
- No Pedro!... Me vas a obedecer?! Separá la piernas y tocate los pies como corresponde!! Asumí la posición ya mismo!! - y la Dra. Susy se quedó esperando hasta quedar satisfecha con la postura de su paciente. Un poco ansiosa se paró al lado del chico. Le rodeó la cintura con su brazo izquierdo tocándole la panza con la palma de su mano izquierda cubierta por el fino guante de látex. Lo sostuvo firmemente y le pegó tres palmadas en el trasero en rápida sucesión.
Pedro estaba mortificado. Él había pensado que la instrucción de inclinarse había sido para revisarlo más que para tener libre acceso a su trasero para darle una paliza.
- Oooohhh... nooo por favor... er.... doctora...
La Dra. Susy lo ignoró y le dio otras tres palmadas.
- Ahora Pedro, me vas a obedecer o querés que te dé una paliza?
Pedro estaba tan humillado que apenas podía hablar.
- Por favor noooo doctora... er... yo voy a... ser obediente... se lo prometo Dra. Susana.
- Espero que cumplas, por tu propio bien. Ahora parate derechito... date vuelta... bien en frente mío... las manos en la cabeza... - ella esperó que el chico obedezca y se ajustó los guantes antes de empezar a deslizar sus manos por el afeitado pubis. Lo miró a los ojos mientras le agarraba firmemente el pene y retiraba el prepucio hasta dejar revelado completamente el glande.
- Bien quietito mientras te reviso - le dijo y sin liberarlo empezó a revisar la piel tras el prepucio. Sintió la piel y el pene palpitando entre sus dedos mientras lo manipulaba.
- Estás limpio. Un par de golpes en la colita es lo mejor para que los chicos obedezcan a la doctora. Y vos sos bastante desobediente Pedro. Espero que, aparte de la salud, podamos curar ésa rebeldía. No sé qué va a pensar la enfermera Andrea cuando le cuente lo desobediente que sos - la Dra. Susy lo miraba a la cara mientras le soltaba el pene. Estaba encantada de ver que otra vez estaba erecto, muy duro y palpitante.
La cara de Pedro estaba roja de vergüenza e indignación mientras la Dra. Susy lo miraba a los ojos. Ella había puesto sus manos a cada lado de la cara del muchacho y a través del fino látex podía sentir el calor que emanaba de las mejillas mientras ella le sostenía la cabeza.
- Pedro, voy a poner tu caso en manos de la enfermera Andrea. Ella seguramente quiere que vos seas su paciente, pero no va a querer un paciente desobediente. Pero estoy segura que, si se lo pido, va a estar encantada de hacerse cargo de tu tratamiento. Es mucho mejor que te curemos ahora que sos chiquito y no esperar a que crezcas y no sepas obedecer.
Pedro tenía tanta vergüenza que no sabía donde meterse. Cuando la Dra. Susy le soltó el rostro tenía lágrimas en los ojos. Ella suavizó su voz cuando se dio cuenta lo avergonzado que estaba el joven. No quería hacerlo llorar todavía. "Después de todo" pensó, "todavía le falta pasar por cosas mucho más vergonzosas".
- Pedro, por ahora no vamos a hablar más. Estoy segura que vas a obedecer cuando la Dra. Cintia te revise. Acordate que tu mamá quiere que te hagamos la revisación médica - la Dra. Susy fue a los lavatorios. Sacó un recipiente para muestras de un estante y lo sostuvo en frente del chico. Como descuidadamente le rodeó el pene con sus dedos. Puso el recipiente al lado del pene y empujó metiendo el pene dentro del recipiente.
- Pedro sostené el recipiente con las dos manitos y dame una muestra de orina - le dijo la doctora mientras el chico abría grande la boca sin poder creer lo que pasaba.
Lentamente bajó las manos de la cabeza y agarró el recipiente.
- Muy bien - dijo la Dra. Susy sosteniendo las manos enguantadas por sobre su cintura - ahora dame tu pi pí bebé.
El chico la miraba incrédulo mientras ella daba un paso atrás.
- Vamos... hacé pi pí...
Pedro miraba a la doctora con la cara colorada.
- Er.... acá... doctora?
- Seguro bebé... vamos...
El frío recipiente y los nervios hicieron efecto sobre la vejiga del muchacho... justo antes de hacerlo orinar indefenso dentro del recipiente.
- Así bebé... muy bien, un paciente obediente. A lo mejor no le das tanto trabajo a la enfermera Andrea!
Pedro no podía creer lo que estaba escuchando. Era impensable para él que Andrea, la chica con la que había soñado durante meses, pudiera ser ahora la enfermera a cargo de su tratamiento. Estaba confundido cuando terminó de orinar. Se quedó de pié desamparado mientras la doctora agarró el recipiente para muestras y lo puso frente a su pene, le agarró su miembro y le extrajo las últimas gotas de orina. Él tembló y sintió todo su cuerpo sacudirse mientras ella le exprimía la punta del pene, como ordeñando las últimas gotas.
- Muy bien bebé... ahora quedate acá mientras rotulo la muestra y después te llevo de vuelta al consultorio.
Éso fue lo que hizo la doctora. Rotuló la muestra de orina, se quitó los guantes de látex y los tiró al cesto. Fue a buscar a Pedro y lo agarró de un brazo para llevarlo al consultorio. Los momentos por venir eclipsarían cualquier humillación a la que Pedro hubiera sido sometido hasta ahora.

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